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Portada de Neither Wolf Nor Dog, de Kent Nerburn, un testimonio de la cultura india

Portada de Neither Wolf Nor Dog, de Kent Nerburn, un testimonio de la cultura india

Existe un libro de Kent Nerburn del que solo he podido leer algunos extractos que hoy voy a compartir con vosotros. El libro se titula Neither Wolf nor Dog. On Forgotten Roads with an Indian Elder y está editado por Kent Nerburn New World Library en 1994 aunque existen reediciones en 2002 por lo que he podido ver. Se trata de un clásico de la cultura americana que dudo que esté traducido al castellano. Es un estudio de la cultura nativa americana de los dakotas. Los dakotas pertenecían a la Gran Nación Sioux y vivían en amplias extensiones de naturaleza en Minnesota. Cuidaban y convivían con la naturaleza entendiendola como a una madre. El indio dakota Dan cuyos testimonios recoge este libro, habla sobre la diferencia entre tierra y pobreza, sobre el patrimonio del mundo que heredan los hombres, sobre la necesidad de silencio y reflexión y sobre los valores indios. Toda una lección de honestidad sobre la relación con la naturaleza en parte basada en principios win-win de los que ya hemos hablado el blog. Siempre he admirado a los indios norteamericanos. Desde hace décadas hemos superado antiguos prejuicios que ignoraban la cultura indoamericana nativa y que entendían a los pueblos indios como salvajes subdesarrollados. En contra de esta oscura concepción de hombres con plumas que había fomentado el historicismo militar más rancio , la sabiduría dakota incluía el respeto a la comunidad, el valor de la familia y una impresionante capacidad de adaptación al cambio que les confería su carácter nómada y estacional. Gran parte de la filosofía de vida apache ha supuesto por ejemplo el inicio de una comunidad de software libre precisamente llamada Apache. El modelo de convivencia y de gobierno apache ha sido en parte evocado en estos nuevos patrones de relaciones personales basadas en la autonomía, el voto y el reconocimiento a los mayores (aquellos que atesoran experiencia vital y conocimiento).  A continuación comparto algunas pequeñas perlas incluidas en el libro de Nerburn que deberían hacernos reflexionar acerca del nivel de civilización y desarrollo ético de nuestras sociedades actuales

Nota: Sobre el concepto de civilización reflexioné en alto hace tiempo en Civilizado

SOBRE CÓMO PERDIMOS NUESTRA TIERRA

Déjame decirte cómo perdimos la tierra. No era nuestra tierra, como si nos perteneciera. Era la tierra donde cazábamos o donde nuestros ancestros estaban sepultados. Era la tierra que el Creador nos había dado. Era la tierra donde sucedían nuestras historias sagradas. Había lugares sagrados en ella. Nuestras ceremonias se realizaban aquí. Conocíamos a los animales. Ellos nos conocían a nosotros. Presenciamos el paso de las estaciones en esta tierra. Estaba viva, como nuestros abuelos. Éramos parte de ella. La tierra era parte de nosotros. Nosotros ni siquiera sabíamos lo que era ser propietarios de la tierra. Es como decir que eres propietario de tu abuela. Para nosotros, la tierra estaba viva. Mover una piedra significaba cambiarla. Matar a un animal era quitarle algo a ella. Tenía que haber respeto.

Nosotros no vimos respeto en esa gente. Ellos cortaban los árboles y dejaban a los animales en donde les disparaban. Hacían ruidos fuertes. Parecían salvajes. Su paso era pesado y hacían mucho ruido. Y luego esa gente nueva comenzó a pedirnos la tierra. Querían darnos dinero por la tierra. Nuestra gente no aceptó eso. Entonces esa gente dijo que ya no pertenecíamos aquí. Que había un jefe en Washington, una ciudad muy lejana, y que la tierra era de él, y que él había dicho que esa gente podía vivir aquí y nosotros no.

Pensamos que estaban desquiciados. Esas personas cabalgaban por la tierra y colocaban una bandera, y luego decían que todo, desde donde habían empezado hasta donde ponían la bandera, les pertenecía. Eso es como si alguien disparara una flecha al cielo y dijera que todo el cielo hasta donde llegara la flecha le pertenecía. Nosotros pensamos que esa gente estaba loca. Ellos hablaban de propiedad. Nosotros hablábamos de la tierra.

Tu gente vino de Europa porque querían tener propiedades. Ellos habían trabajado para otras personas que les habían quitado sus propiedades y las cosas que cultivaban. Nunca habían tenido nada porque no tenían propiedades. Eso era lo que más deseaban tener.

Todos ellos pensaban que quien tuviera un pedazo de papel diciendo que era dueño de la tierra podría controlar todo lo que sucediera en ella. La gente vino aquí para conseguir propiedades. Nosotros no sabíamos esto. Ni siquiera sabíamos lo que significaba. Nosotros simplemente le pertenecíamos a la tierra. Ellos querían adueñarse de ella.

Su religión no vino de la tierra. Podían llevarla a todos lados con ustedes. Su religión estaba en una copa y un pedazo de pan que podían llevarse en una caja. Sus sacerdotes podían hacer sagrado cualquier lugar. Y no podían entender que lo que era sagrado para nosotros era el lugar donde estábamos, porque ahí era donde sucedían las cosas sagradas y donde los espíritus nos hablaban.

Tu gente no sabía nada acerca de lo sagrado de la tierra. Ustedes estaban matando a todos los animales. El búfalo había desaparecido. Las aves habían desaparecido. Ustedes no nos permitían cazar. Nos daban mantas y whiskey que enloquecía a nuestra gente. Nos pusieron en pequeños corrales de tierra que eran como pequeñas islas en su gran mar.

Lo peor es que ustedes ni siquiera nos escucharon nunca. Ustedes vinieron a nuestra tierra y nos la quitaron, y ni siquiera nos escucharon cuando les tratamos de explicar. Hicieron promesas y rompieron cada una de ellas. Nos mataron sin quitarnos la vida. Nos mataron al convertir nuestra tierra en pedazos de papel y sacos de harina y mantas, diciéndonos que eso era suficiente. Ustedes nos quitaron los lugares donde los espíritus nos hablaban y nos dieron sacos de harina.

Para nosotros la tierra estaba viva. Ella nos hablaba. Nosotros la llamábamos nuestra madre. Si ella estaba enojada con nosotros, no nos daba alimentos. Si nosotros no compartíamos con los demás, ella nos enviaba inviernos duros o plagas de insectos. Teníamos que hacer cosas buenas por ella y vivir de la manera que ella consideraba apropiada. Ella era la madre de todo lo que habitaba en ella, así que todos eran nuestros hermanos. Los osos, los árboles, las plantas, el búfalo. Todos eran nuestros hermanos y hermanas. Si no los tratábamos bien, nuestra madre se enojaba. Si los tratábamos con respeto y honor, ella se sentía orgullosa.

Para tu gente la tierra no estaba viva. Era algo así como un escenario donde podían construir cosas y hacer que sucedieran cosas. Veían al lodo y los árboles y el agua como cosas importantes, pero no como hermanos y hermanas. Esas cosas existían sólo para ayudar a los humanos a vivir.

Ustedes tomaron la tierra y la convirtieron en propiedades. Ahora nuestra madre está en silencio. Pero nosotros aún intentamos escuchar su voz.

SOBRE LA LIBERTAD Y EL HONOR

Lo más importante para la gente blanca es la libertad. Lo más importante para los indios es el honor.

El mundo blanco pone todo el poder arriba. Cuando alguien llega a la cumbre, tiene el poder de quitarte tu libertad. En sus iglesias hay alguien a la cabeza. En sus escuelas también. En su gobierno. En sus negocios. Siempre hay alguien en la cumbre, y esa persona tiene el derecho de decir si eres bueno o malo. Les perteneces. Con razón los americanos siempre se preocupan por su libertad. ¡Tienen tan poca! Si no la protegen, alguien se las quitará.

Cuando ustedes llegaron entre nosotros, no podían entender nuestras maneras. Querían encontrar a la persona de arriba. Querían encontrar las cercas que nos limitaban. Su mundo estaba hecho de jaulas y pensaban que el nuestro también lo estaba.

Todo parecía una jaula. Sus ropas los entallaban como jaulas. Sus casas parecían jaulas. Colocaban cercas en sus patios y parecían jaulas. Todo era una jaula. Ustedes convirtieron la tierra en una jaula. Pequeños cuadros. Y luego formaron un gobierno para proteger esas jaulas. Y el gobierno era sólo jaulas. La única libertad que tenían era dentro de su propia jaula. ¡Y luego se preguntaban por qué no eran felices y por qué no se sentían libres!

Nosotros nunca pensamos así. Todos éramos libres. No hacíamos jaulas de las leyes ni de la tierra. Nosotros creíamos en el honor. Para nosotros, el hombre blanco parecía un ciego caminando: sabía que estaba en el camino equivocado cuando se tropezaba con la orilla de una de sus jaulas. Nuestra guía estaba adentro, y no afuera. Era el honor. Era más importante para nosotros saber lo que estaba bien, que saber lo que estaba mal.

Observábamos a los animales y veíamos lo que era apropiado. Veíamos cómo cada animal tenía sabiduría, y tratábamos de aprender esa sabiduría. Observábamos cómo se llevaban entre ellos y cómo criaban a sus pequeños. No buscábamos lo que estaba mal. En lugar de eso, siempre nos esforzábamos por hacer lo que estaba bien. Y esa búsqueda era lo que nos mantenía en el buen camino, no las reglas ni las cercas. Queríamos honor para nosotros mismos y para nuestras familias.

La libertad sólo es importante cuando otros están tratando de encadenarte. Nosotros no teníamos cadenas, así que no necesitábamos libertad. Siempre habíamos tenido nuestra libertad, así que ustedes no tenían nada de valor para darnos. Lo único que podían hacer era quitárnosla y luego regresárnosla en forma de jaulas.

Ustedes nos quitaron nuestro honor y nos dieron su libertad. E incluso ustedes mismos saben que eso no es libertad en absoluto. Es simplemente la libertad de vivir dentro de sus propias jaulas cerradas

SOBRE LA IMPORTANCIA DEL SILENCIO

Nosotros los indios sabemos del silencio. No le tenemos miedo. De hecho, para nosotros es más poderoso que las palabras. 

Nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio, y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros. Observa, escucha, y luego actúa, nos decían. Ésa es la manera de vivir.

Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías. Observa a los ancianos para ver cómo se comportan. Observa al hombre blanco para ver qué quiere. Siempre observa primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás. Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar.

Con ustedes es lo contrario. Ustedes aprenden hablando. Premian a los niños que hablan más en la escuela. En sus fiestas todos tratan de hablar. En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces. Y le llaman «resolver un problema». Cuando están en una habitación y hay silencio, se ponen nerviosos. Tienen que llenar el espacio con sonidos. Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir.

A la gente blanca le gusta discutir. Ni siquiera permiten que el otro termine una frase. Siempre interrumpen. Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido. Si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte. Te escucharé. Quizás deje de escucharte si no me gusta lo que estás diciendo. Pero no voy a interrumpirte. Cuando termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste, pero no te diré si no estoy de acuerdo, a menos que sea importante.

De lo contrario, simplemente me quedaré callado y me alejaré. Me has dicho lo que necesito saber. No hay nada más que decir. Pero eso no es suficiente para la mayoría de la gente blanca.

La gente debería pensar en sus palabras como si fuesen semillas. Deberían plantarlas, y luego permitirles crecer en silencio. Nuestros ancianos nos enseñaron que la tierra siempre nos está hablando, pero que debemos guardar silencio para escucharla.

Existen muchas voces además de las nuestras. Muchas voces.

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