Poder vivir en construcción, asumir que no se es perfecto o que la única forma de serlo es no serlo y vivir en consecuencia, podría ser un gran comienzo. Como personas y como comunidad. En España lo tenemos fácil, la burbuja de la construcción y los continuos carteles de obras han sentado una buena base para interiorizar esta metáfora.
Algo ha cambiado de forma radical en mi vida desde que modifiqué mi relación con los entornos tradicionales de trabajo. Se trata de la extraordinaria capacidad que se desarrolla en los nuevos entornos que frecuento para generar de forma espontánea conexiones que parecerían improbables. Precisamente una de las propuestas de transición hacia estos nuevos modelos que me parece más coherente es Conexiones Improbables, un proyecto que ya cuenta con varios años de rodaje y que todos los que nos dedicamos a transformación real conocemos en algún u otro momento. Básicamente lo que ofrecen es una propuesta para acometer una de las bases que se promueve desde MLab, y que en concreto la genial Polly Labarre siempre ha defendido desde hace años: eliminar las barreras dentro/fuera en las organizaciones. Los chicos de Conexiones se dedican a insuflar el virus de la hibridación en los equipos de las organizaciones y a establecer encuentros entre mentes inquietas (artistas/pensadores) y organizaciones (PYMES, administraciones o grandes organizaciones). Ellos han hecho suyo algo que siempre defendemos desde la iniciativa: trabajar desde el conocimiento compartido sobre la realidad de cada entorno.
Pues bien, en Izada, uno de los entornos en los que estoy desarrollando y compartiendo valor, me he encontrado con Sergio Arranz de enProceso, una cooperativa enfocada a educación social y coaching. Ahora mismo mientras escribo estas líneas estoy hablando con él sobre el número Dunbar, y descubriendo el umbral de rebeldía formulado por Juan Urrutia en Aburrimiento, rebeldía y ciberturbas: una aproximación a la economía desmarcada. 😉 Lo cierto es que el equipo de enProceso está realizando un magnífico trabajo de coaching comunitario en el entorno rural. Sergio tiene amplia experiencia trabajando lo que él denomina “espacios de diversificación para generar vínculos”. Su artículo El trueque comunitario. Una experiencia de trabajo comunitario con infancia marginada y sus familias en Bogotá, Colombia es realmente fascinante. Desde la perspectiva de la drogodepencia, Sergio ha trabajado el concepto de vulnerabilidad relacional y realizado numerosas intervenciones de carácter social. Su colaboración con el Programa de Prevención e Inserción Social de la Asociación de Padres de Drogodependientes, ASPAD, ubicada en el barrio de la Elipa Madrid) representa desde mi punto de vista un impecable planteamiento metodológico que aborda el trabajo con vínculos débiles, la motivación y el acompañamiento tecnológico a partir de los modelos de entrevista motivacional (Miller y Rollnick,1999) y rueda del cambio (Prochasca y Diclemente, 1982). La gran mayoría de las reflexiones que Sergio realiza en este artículo sobre su trabajo serían perfectamente aplicables a cualquier ámbito organizativo en el sector privado. Destaco algunos puntos que veo especialmente valiosos dentro de este trabajo para aplicar en la generación de nuevos modelos de relaciones e identidad:
- El problema de déficit de la red personal con sus consecuencias;
- La determinación y diseño de redes en torno a estrategias de acercamiento que faciliten la integración;
- La gestión de intereses y expectativas dentro del grupo
- La previa contextualización real de las personas como base de trabajo para una generación funcional de grupos
- El fomento de la autoeficacia (hacer consciente a la persona de su poder para cambiar) a través de técnicas no invasivas
- La identificación de brokers relacionales o personas que enriquecen y dan acceso a nuevas redes más heterogéneas
- El trabajo desde el consenso y la empatía
- La gestión del estigma (os recomiendo especialmente que leáis esta parte)
- Una estructuración sencilla, directa y fácilmente comprensible
Muchos de los valores que comparte Sergio a diario están hermanado con muchas iniciativas y colectivos con los que me encuentro en una exploración continua. El trabajo de Simbyosi, un vivero colaborativo para proyectos socioculturales y un generador de contenidos culturales y sociales para crear historias de marca, está estrechamente enmarcado a nivel conceptual con la propuesta colaborativa. enProceso realiza un trabajo de base y comunitario intensivo y Simbyosi es, a mi modo de entender, un escaparate de lo que está pasando en la sociedad. Coincidí hace poco con Luis Tamayo, miembro del equipo de Simbyosi, en un ThinkCommons y a partir de ahí conocí su labor.
Desde la iniciativa vorpalina consideramos que estar en contacto con movimientos e iniciativas culturas de base que aborden los nuevos modelos de relaciones, es básico para la consecución de nuestro reto. La mayor parte de organizaciones, colectivos e iniciativas que conocemos aportan un gran valor a lo que somos, nos construyen y tejen a nuestro alrededor esa gran malla de la que siempre hablamos. En su artículo Los grados de la implicación, los chicos de Simbyosi exponen claramente lo que consideran como Ayudar, Participar y Colaborar y sin duda es un baremo que considero completamente válido y que comparten muchos proyectos que estamos levantando diferentes agentes de cambio en toda España. Ellos hablan del auge de la cultura colaborativa y la conciencia social, y de una era bastarda en la que diferentes disciplinas y aproximaciones se cruzan y generan nuevos enfoques útiles para abordar con ciertas garantías procesos de transición real. En la BIO de Cristobal Suárez se puede leer “la educación no encierra un tesoro, lo abre”. Sus artículos en Educación y virtualidad dan testimonio de que esta actitud de aprendizaje continuo es una de las pocas herramientas demostradamente exitosas que nos ayudarán a salir del hoyo.
En unos días tenemos una sesión de trabajo con Luis Tamayo para compartir pálpitos comunes. Tendréis noticias…
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