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«El que no ama siempre tiene razón, pero es lo único que tiene»

Antonio Gala (escritor)

 

En un principio pensé titular este artículo «Por qué nos aprecian las personas«. Luego, al comenzar a redactarlo me di cuenta de que yo solo puedo saber por qué me aprecian y no por qué aprecian a otros. Cada uno -supongo- tendrá su particular explicación. Algunos hablaran de que las personas les aprecian porque tienen claros valores morales o principios; otros dirán que las personas les aprecian por su educación y compostura; otros defenderán que son apreciados por sus acciones heroicas o sus grandes hazañas. En lo que a mí respecta, creo que ninguna de estas tres cosas explica -lector o lectora- por qué me aprecian tanto las personas. Creo que incluso soy un auténtico desastre en todas ellas.

Sin embargo me he pasado la vida amando y siendo amado por otros. De hecho creo que hasta el momento, he tenido la existencia más rica y plena que alguien pueda desear. Mi vida –en términos absolutos- está fielmente retratada en ese maravilloso poema de William Ernest Henley que llevo en mi cartera. Pero entonces, ¿Cómo he llegado a esto?, ¿Qué he hecho para merecer el aprecio y la consideración de otros? Hoy me pregunto por qué soy tan afortunado, por qué demonios me quieren y aprecian las personas. Y de momento estas -lector o lectora- son todas mis respuestas:

 

ELIJO NO SER DIOS

Aunque a veces, desbordado, lo pretenda. Acepto que por encima de mí hay algo superior en todo momento, circunstancia y ocasión. Todos tenemos siempre por encima de nosotros algo superior. En esto, créame, no somos muy originales. Usted si es creyente lo llamará Dios, si es hijo lo llamará padre, si es militar lo llamará señor, si es científico lo llamará Universo (Naturaleza) y si es un empleado lo llamará estructura (jefe, cultura, empresa). Pero siempre hay algo superior que usted no puede controlar. En otras palabras, mi área de responsabilidad sobre aquello que ocurre, aún siendo enorme y motivadora es también muy limitada. Por fortuna el hecho de que las cosas me vayan siempre bien NO ES SOLO mi culpa, aunque sea sobre todo culpa mía.

Las personas me aprecian porque suelo recordar que soy pequeño.

 

ELIJO ACEPTAR Y AGRADAR A LAS PERSONAS

Si bien antes me costaba aceptar a las personas tal y como eligen ser, desde hace ya varios años cada día aprendo a aceptarlas y tomar mis decisiones en función de lo que ellas quieren ser y no de lo que yo quiero que sean. Aunque nuestro narcisismo nos impida verlo con tanta claridad, la vida nunca es un teatro de marionetas que están a tu servicio. Cada persona tiene sus propios intereses y no respetarlos ni contar con ellos es dilatar o esconder un sufrimiento latente. Cada vida humana es un tesoro repleto de experiencias. Lo que me dignifica y enriquece mi persona no es obviar este tesoro, sino otorgarle el valor que me merece. Y para explorarlo con calma y detenimiento, me dedico sin descanso a agradar de forma sincera a las personas. Hago esto de forma natural pero conscientemente, con herramientas y constancia. Lo hago una y otra vez porque me he dado cuenta que es la forma más eficiente y eficaz de ser feliz y hacer felices a otros.

Las personas me aprecian porque intento aceptarlas y hacer que sean fieles a sí mismas.

 

ELIJO VIVIR EN DIRECTO Y NO EN DIFERIDO

Recuerdo siempre con cariño aquella reflexión tan poderosa de Pessoa que leí hace ya muchos años y que hoy a menudo recupero en las sesiones. Decía: “Llevo conmigo las heridas de las batallas que he evitado” Existe una creciente tendencia en las personas a posponer la vida. Y verán ustedes, la vida no es algo a conquistar, no es algo así como un premio tras un esfuerzo extraordinario. Es más bien como una planta, algo que usted necesita regar ahora para que luego pueda dar sus flores o sus frutos. Aunque tal vez esa planta sea hoy muy pequeña para usted o para otros, nada salvo su firme compromiso con ella la hará grande. Las plantas solo crecen en directo.  Pese a que usted –lector o lectora- haya visto muchos documentales donde una planta que creció vuelve a hacerlo de nuevo ante sus ojos, lo cierto es que las plantas solo crecen en directo. Si usted permanece a la espera de una vida mejor, abandone desde ya toda esperanza. Si por el contrario usted vive en directo, experimentará victorias y fracasos, lecciones que le harán crecer y conectar con la esencia de la vida. Usted podrá decirse a sí mismo justo antes de morir: Invertí todo mi esfuerzo en jugar este partido y no en evitarlo.

Las personas me aprecian porque suelo estar aquí y ahora y no esperando otro momento.

 

ELIJO TENER PAZ Y NO TENER RAZÓN

Vivo de acuerdo a lo que creo. He aquí la gran innovación: en la anterior oración, “creo” hace referencia al verbo “crear” y no al verbo “creer”. Trataré de explicar esto en detalle.

Hubo un tiempo en que yo luchaba para tener razón. Vivía cada día de mi vida buscando pruebas de que yo estaba en lo cierto. Si a menudo no las encontraba, solía entonces cambiar mi idea de las cosas. Sea como fuere, siempre encontraba un castillo para defenderlo.

Ahora sin embargo quiero tener paz. Por lo que parece, todo el mundo quiere tener paz. Pero he aprendido que esto no es del todo cierto. He aquí por qué creo que no es cierto: El conflicto se tiene, no hay que trabajar para tenerlo. Pero la paz… la paz nunca se tiene sino que hay que trabajar para tenerla. Hay algo que es común a todas las personas: cada una de ellas quiere tener razón y lucha para que otras asuman que la tiene. De esto es capaz hasta el más humilde insecto que habita este planeta. Todos podemos elegir a algo o a alguien por lo que luchar hasta la extenuación o la muerte. Esto por sí solo puede que nos haga grandes y a veces admirables, pero no nos hace únicos.

Lo que me hace único, aquello que me dota de toda mi energía y mi valor, es vivir para tener paz y no para tener razón. Suelo por ejemplo buscar el entendimiento y la paz, y viviendo de este modo, los genero. También he aprendido que suelo estar equivocado y que aquello que me ha sacado de los más profundos hoyos no ha sido nunca negar que yo estaba equivocado, sino generalmente aceptarlo.

Si yo elijo tener razón, he experimentado –y creo haber aprendido con dolor de ello- que suelo dejarme la mayor parte de cosas importantes por el camino. Pero si elijo tener paz, abandonar mi ego y mi discurso, alejarme de mis convicciones hasta poder dar cabida a otros, paradójicamente además de tener paz, el resto de personas me acaban otorgando cierto grado de razón. En otras palabras, vivir para tener razón casi nunca suele dar una paz verdadera al individuo y pocas veces suele ser algo razonable. Pero vivir para tener paz, suele darte no solo paz sino razón.

Las personas me aprecian porque no aspiro a vencerlas sino a comprenderlas.

 

¿Por qué creo que todo esto funciona?

Aunque no hago siempre todas las cosas anteriores, sí creo ser consciente de que las hago la mayor parte de las veces. Y cuando las hago, obtengo enormes resultados a corto, medio o largo plazo. De forma que haciendo esto de forma repetida,  apreciarme resulte tremendamente fácil para otros. Es como poner un balón en el punto de penalty, hacer que se vaya de vacaciones el portero y decirle a la persona: Ahora, tira. Por otro lado, aunque no todos me aprecian o me quieren,  aquellos que lo hacen son los que verdaderamente necesito que lo hagan.

 

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