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Niños mirando un escaparate

– Señor Gandhi, ¿qué opina de la civilización occidental?

– Creo que sería una maravillosa idea

(Extracto de una entrevista a bapu)

Una persona nunca quiere lo que necesita sino lo que está convencida que necesita. Es algo que me ha costado comprender pero finalmente he tenido que asumirlo. Nuestra sociedad antiguamente estaba fundada sobre el estado de bienestar. Pero en algún momento desdibujado de nuestra historia perdimos la partida. Nuestra sociedad actual está prioritariamente basada en el consumo. Es sin duda el paso previo para el siguiente paso: una sociedad exclusivamente basada en el consumo. Necesitamos generar consumo y consumir consumo cuanto antes y por un tiempo limitado. Lo creemos sinceramente, estamos CONVENCIDOS de que lo necesitamos. Así nació esa tendencia ya muy extendida de creer ciegamente y justificar el carácter auto-regulatorio del criterio economicista.

Las personas que apoyan esta perspectiva nos gobiernan en nuestros trabajos, rigen nuestros congresos y toman decisiones por nosotros sin necesidad de otra justificación más que la generación de dinero a cambio de dinero por dinero. Lo hacen realmente convencidos de que el imperio absoluto del dinero favorece la riqueza de una sociedad. En el mundo moderno obtener beneficios económicos -cuanto más inmediatos mejor- parece ser el único fin respetable para generar un discurso razonable. Todo lo demás parece una utopía incluyendo la cultura del esfuerzo por la que nuestros padres y abuelos lucharon durante décadas. Hoy en día hacer algo muy bien necesariamente ya no significa triunfar, ni siquiera ser reconocido. A menudo, de hecho, es ser un gran pringado. Las escuelas de negocio y universidades en las que estudiamos nos educan en esta fe. Afirman sonriendo que lo más importante ya no es el contenido o la calidad (en los que nadie ya se fija), «eso ya no funciona», sino la venta, la comercialización, la «llegada». Presumen altivas de ser un mero caramelo dentro del envoltorio de grandes conglomerados de mercado. Disfrazan con nuevas ciencias la mercancía que fabrican.

Aún siendo este criterio economicista el origen que ha desencadenado una de las mayores crisis morales y sociales de la historia, parece que todo el mundo perdona los «pequeños pecaditos» de la industria y el mercado si con ello sobrevive un día más. Esta cultura caníbal se nutre de las entrañas ajenas hasta que no puede evitar nutrirse de las propias. Es como ese enfermo mental que sufre una inercia incontenible por acabar consigo mismo. Esta cultura no castiga sino que favorece la deslealtad y el comportamiento deshonesto. Lo decía Richard Florida en su maravilloso libro La clase creativa (2010): directivos caprichosos que no premian el esfuerzo sino la agresividad, la eliminación del criterio propio y el sacrificio personal absoluto han transformado nuestra cultura del trabajo y ocio. Les hemos dejado hacerlo.

El dinero, las monedas que reposan -lector- sobre tu mesa o la nómina que te llega a final de mes a casa, tiene un carácter fiduciario. El sistema financiero, también. Eso significa que su valor está exclusivamente basado en la fe o confianza que una sociedad deposite sobre ellos. Cuando esa confianza es cegadora, el resultado es una crisis social y humana que puede ser coronada después por una crisis financiera o un conflicto armado. Lo que ahora estamos viviendo es de manual básico de conflictología y lo pude aprender a comienzos de la década pasada cuando colaboré con el Centro de Investigación para la Paz en mi país.

Es indudable que tenemos que pensar en el dinero para poder vivir pero lo que también es indudable es que no tenemos que hacerlo como modelo de vida coercitivo que limite nuestro desarrollo o mediante continuos abusos de las libertades civiles, los derechos humanos, nuestra convivencia ciudadana o el bienestar público y privado. El fin NUNCA justifica los medios. Argumentaré algunos ejemplos:

Cartel promocional de El cuarto poder (2011)

Cartel promocional de El cuarto poder (2011)

INFORMACIÓN: Recientemente Concha Mateos, profesora de periodismo de la URJC, defendía en el documental El cuarto poder (2011) que nuestro derecho a la información -que deben salvaguardar los medios de comunicación- debería estar basado en un modelo de salud informativa (noticias contrastadas, rigurosas en sus fuentes, plurales). Hasta ahora conocíamos esto como código deontológico, ese pequeño acuerdo de mínimos a menudo tácito entre profesionales de un mismo sector, que nos hacía distinguir la nobleza de lo inmundo. Esto, en nuestro actual mundo precario, no tiene cabida. Porque supuestamente no da dinero a corto plazo, eso es todo. Ella decía que al igual que consumimos alimentos que están regulados como saludables, también deberíamos producir información saludable. Por contra, según algunos profesionales entrevistados en el documental, el 80% de la información que nos ofrecen los medios de comunicación generalistas es lamentable por ser mero escaparate de discursos obvios, anecdóticos, sentimentalistas o caricaturescos. El problema último tiene que ver como casi siempre con la falta de calidad social de los contratos profesionales. Un periodista sin una estabilidad legal o contractual no puede hacer preguntas, solo puede cumplir órdenes. Y aquí es donde el criterio economicista cierra el blindado círculo vicioso de lo absurdo. Una persona tiene libertad de expresión en nuestra sociedad si tiene dinero para tenerla y solo puede difundir una opinión si ésta fortalece la construcción de una realidad concreta que sostenga el carácter autónomo del criterio economicista. De modo que esto favorece la manipulación informativa, la conversión de los derechos en privilegios y la pérdida continua de una ética del bienestar. En el caso concreto de la información lo que el criterio economicista consigue es pervertir el derecho a la información, divulgar la cultura del heroísmo económico como única salvación y destruir la propia industria de contenidos por la que aparentemente vela. Noam Chomsky habla de los medios de comunicación como empresas del convencimiento. ¿Es esto lo que necesitamos?

Las dos enfermedades graves que provoca el economicismo en la comunicación son la sustitución progresiva de la información por propaganda y la pérdida del derecho a la información.

Cartel promocional de Chasing Madoff (2011)

Cartel promocional de Chasing Madoff (2011)

FINANZAS: Ni siquiera el criterio economicista -que se basa en la fe ciega en el dinero como fin y como medio- puede dejar de ser un veneno para su propia causa: conseguir más dinero. Incluso aquí esta perspectiva sesgada puede quebrar todo un sistema financiero global. El caso de Bernard Madoff es un ejemplo de cómo pensar solo en conseguir o generar dinero con el fin de ganar aún más dinero no es sostenible. En el documental Chasing Madoff (2011) en el que Harry Markopolos detalla cómo pasó 9 años de su vida investigando este fraude financiero, observamos la enorme diferencia -ahora una línea débil apenas discernible- entre una persona honesta que tiene debilidades y fallos pero que trabaja por mejorarlos y una persona deshonesta que trabaja por explotar estas debilidades hasta que se ve devorado por si mismo. 150 años de condena íntegra, el suicidio de uno de sus principales valedores y un hijo que se pegó un tiro a los dos años de condena, son el peaje final y el peso en la conciencia para el largo viaje millonario de Madoff que arruinó, estafó y robó grandes fortunas pero también a miles de pequeños ciudadanos.

Pero el documental no me gusta porque relate la terrible estafa piramidal de Bernie, sino porque habla de  que lo que empobrece una sociedad no son este tipo de personas sino un amordazamiento colectivo del sistema que no solo es incapaz de prevenir la trampa sino que la blinda. De hecho todos nosotros hablamos ya de la prima de riesgo y de muchos índices y términos financieros asumiendo su peso como propio. Nos encanta hablar de ellos y algunos hasta queremos tener una opinión formada sobre ello. Lo importante no es ya la educación de nuestros hijos, nuestra salud, nuestros derechos, lo importante es que la prima de riesgo baje. Estamos expectantes cada mañana esperando la buena nueva del gobernador o el calificador de turno. Parecemos decir mientras cenamos «A ver qué dicen hoy que valgo» ¿Es esto lo que necesitamos?

Sobre este incomprensible fenómeno de cesión y desnaturalización de nuestro valor, recomiendo ver el divertido cortometraje Hablando en plata que concursó recientemente en el Notodofilm Festival.

Las enfermedades que provoca el economicismo en las finanzas son la sustitución progresiva de dinero real por valores indeterminados y la explotación abusiva a escala global de cada esfuerzo personal

Cartel promocional de Love Meat Tender

Cartel promocional de Love Meat Tender

ALIMENTACIÓN: Eres lo que comes. Esto me decía mi abuela Pepa mientras me servía unas ricas lentejas cuando era pequeño y nunca se me olvidará. Pero se me ha olvidado, se nos ha olvidado. La regulación sobre las empresas alimenticias está también tocada por la enfermedad economicista. Fabricar alimentos baratos pesa más en la balanza que fabricar alimentos saludables. Es el precio de la fe ciega en el dinero. Se investiga con transgénicos para ahorrar dinero en el proceso de fabricación y seguir creciendo en el balance de resultados, no en la calidad del producto. Se generar supuestas dietas respetuosas con la salud, como las exclusivamente vegetarianas, con el ánimo de que incautos consumidores se convenzan de una vida saludable. Hace unos meses vi en casa de mi amiga Ane el documental belga LoveMEATender (2011) y es realmente esclarecedor para averiguar hasta donde el criterio economicista es capaz de llegar. Hasta nuestro plato. Manu Coeman expone en este genial trabajo de investigación cómo el desmesurado consumo de carne que se ha generado hace que la carne sea tratada como cualquier otro producto de consumo con producción masiva en el mercado.

La ganadería tradicional dio paso a la intensiva y ésta a la industrial desde la escala local a la global. El sector ganadero que antes contribuía a la diversidad biológica, que alimentaba a grandes familias numerosas y que generaba empleo ahora es algo nocivo para el medio ambiente, destruye empleo y enturbia la salud de nuestros hijos. Progreso. Para ahorrar dinero o ganar aún más se abarata el sistema alimenticio de los animales que posteriormente afecta a nuestra salud y se experimenta con el consumidor para ver hasta dónde se puede abaratar. Para abastecer el consumo es necesario matar a 60 mil millones de animales para alimentar a 6000 millones de personas. Si la cifra les parece disparatada piensen además que no todos los millones de personas tienen acceso a carne. ¿Es esto lo que necesitamos?

La enfermedad que provoca el economicismo sobre la alimentación es la precarización progresiva de la cadena alimenticia

Cartel promocional de The shock doctrine (2010)

Cartel promocional de The shock doctrine (2010)

EMPLEO: ¿Por qué no generamos empleo? Sabemos que es lo que ahora nos preocupa. Yo creo que tengo una respuesta. Porque solo pensamos en generar empleo sea como sea, a cualquier precio y con cualquier condición. Pensamos «Mejor esto que no tener absolutamente nada» Pero ¿por qué hemos llegado a no tener empleo para conformarnos con solo algo?. Tiene que ver con la tremenda gestión del miedo que comentábamos en el apartado de INFORMACIÓN. La cultura economicista está basada en la generación de miedo e inseguridad y bebe de las teorías de la Universidad Chicago. Un estudio muy riguroso sobre las consecuencias políticas y sociales de estas teorías lo podéis encontrar en The shock doctrine libro y documental inspirado en las investigaciones de Naomi Klein. El problema del empleo es que trabajar ya no tiene una finalidad social de posicionar a una persona en relación a su comunidad (sociedad, familia, profesión) sino que el empleo es un mero instrumento del sistema. Mi amigo bloguero Alberto Dotras habló de ello hace poco. Esta creciente despersonalización que ya trató hace ya casi 20 años Jeremy Rifkin en su libro El fin del trabajo (1996) tiene que ver con varios fenómenos, entre los cuales -yo defiendo- se encuentra el criterio economicista de la productividad total. Lo anotaba Rifkin hace años: La llegada de la automatización a los espacios de trabajo en EEUU supuso hace ya medio siglo el aumento de bienes de consumo pero también el desempleo de los llamados «trabajadores de cuello azul», afroamericanos pobres y a las manufactureras. Actualmente afecta a todos los sectores de la economía de todos los mercados y a cualquier grupo de trabajadores. En esta era del posfordismo, vivimos sistemas empresariales y sufrimos directivos que ya no sirven porque el objeto de gestión ha cambiado, los intereses y el modelo de vida de las personas de sus equipos han cambiado. Tras tortuosos procesos de selección infames, vivimos trabajos de estrés con largos horarios que no nos permiten a nuestras familias o disfrutar de tiempo libre. ¿Es esto lo que necesitamos?

Ya no se trata de gestionar procesos o productos sino de liderar personas y equipos que en su mayor parte desean mayor independencia y autonomía. Una producción racionalizada -que ahora no explotamos en la mayor parte de industrias pese a su moderada antigüedad- combina las ventajas e inconvenientes de la producción artesanal (que estamos matando) y la producción en masa. Este legado que comenzó en Japón hace años se ha venido completando y mejorando durante los últimos años desde los modelos JIT hasta los LEAN en automovilismo y manufactura pasando por todas las metodologías ágiles de generación de software, tenemos un amplio catálogo de modelos de producción racionalizada. Esto contribuiría a equilibrar la balanza y completar el criterio economicista del empleo (basado en el corto plazo y una limitada visión del problema) con un criterio de bienestar, consumo y eficiencia saludables. Rifkin proponía un matrimonio entre Tercer Sector y Sector Público para balancear el duelo por la pérdida del trabajador masivo. Yo creo que se trata simplemente de que aquello que produzcamos no solo alimente el estómago y la necesidad de otros sino que nos alimente a nosotros. El surgimiento de una nueva economía social centrada en figuras como el knowmad, el emprendedor en equipo o el hacktivista ocupa mucho de mi tiempo actualmente. Sin los frutos esperados, con no pocos esfuerzos y mucho sufrimiento, pero personalmente apuesto por esta nueva vía. La propuesta de Scott Belsky sobre la nueva figura de los RADICALES LIBRES (menos trabajo de papeles, menos esperar, más acción) va en esta línea y simpatizo mucho con la idea.

La enfermedad que provoca el economicismo sobre el empleo es la pérdida de nuestra identidad personal y social como individuos. Pero podemos recuperarlas

Por último añadir que creo que la suma de malos gestores sin visión y políticos incapacitados no fabricará las vacunas contra todos estos males. Cada día creo que se trata más de un esfuerzo colectivo y que la palabra EQUIPO recobra de nuevo un aliento renovado de esperanza en esta decadente realidad. Porque los equipos son algo concreto, inmediato, que podemos construir en nuestros entornos inmediatos. No es necesario emprender ningún proyecto, se trata tan solo de una cuestión de naturalidad y de nobleza.

Equípate pero no de armas para sobrevivir sino de equipos para vivir 😉

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