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«Tu le has dado lo que pidió, yo lo que necesitaba«
Legion (Stewart,2010)
Este será un artículo largo que incluye los siguientes elementos de utilidad para trabajar personalmente o con equipos: ¿Qué es esforzarse?, Lo que he conseguido en mi vida con esfuerzo, La increíble rentabilidad del esfuerzo, El ritual del esfuerzo y un caso práctico real de aplicación de la cultura del esfuerzo para mejorar nuestra realidad diaria. Creo que es un artículo completo y no he querido omitir ninguno de los puntos porque creo que todos ellos pueden serle de utilidad, lector.
¿QUÉ ES ESFORZARSE?
Alguien que se esfuerza en algo es alguien que dedica el suficiente tiempo, recursos y voluntad para conseguir demostrarse una convicción o lograr un objetivo propio o compartido. Yo llamo interés a la suma del compromiso y esfuerzo que hace una persona para lograr lo que quiere lograr.
Esforzarse en algo es la base de todo lo que conocemos. Los perezosos nunca conquistarán la Tierra y mucho menos se disfrutarán a sí mismo. Si tienes un hijo, el mejor regalo que puedes hacerle es fomentar en él a diario la cultura del esfuerzo. Enseñar a una persona a perseguir algo en lo que cree de forma firme siempre que no le haga mal a él ni a otros, es -no tengo duda- la mayor muestra de amor y afecta hacia esa persona. Comenzamos.
LO QUE HE CONSEGUIDO EN MI VIDA CON ESFUERZO
Yo pido a mi vida mucho menos de lo que ahora tengo. Pido sonreír y también pido llorar. Pido reconocerme en el rostro de las personas cuyos ojos me miran cuando hablo. Pido ser fuerte en el invierno para conocerme y ser libre en el verano para darme a conocer a otros. Pido a menudo un vaso de agua, algo tal vez sencillo y cotidiano pero que me llena. Pido estar en las cosas invisibles y atreverme a ser en las pequeñas cosas. Pido un techo para dormir porque dormí en la calle. Pido una persona a la que amar porque estuve solo. Pido comer dos veces al día porque hubo un tiempo en el que no lo hice. Todo esto es lo que pido.
Pero tengo… yo tengo mucho más que todo esto… Tengo fuego en el salón de casa. Y castañas y nueces y patatas. Y agradecimientos diarios de personas que logran conocerse. Y una parka verde recién comprada en Londres. Y una biblioteca de libros donde poder perderme. Y muchísimas personas donde encontrarme. Y un caballo como mejor vecino. Y rotuladores para poder pintarla. Y pronto unas zapatillas de correr que vienen de Alemania. Y una pizarra en blanco y un televisor y un teléfono que todavía funcionan. Y fotos de toda mi familia que me quiere. Y aventuras que necesito recordar. Y una cartera humilde que siempre tiene algo de dinero. Y ropa limpia. Y personas con las que cuidar mi higiene emocional. Y un baño donde cuidar la higiene de mi cuerpo. Y una vida propia que yo mismo respeto. Tengo también muchas otras cosas pero quizás esta sea la lista de las importantes.
Me gustaría decir que soy la más especial de todas las personas, pero solo soy una más y no aspiro a otra cosa que a lo que todo el mundo aspira: una ocupación que dignifique lo que soy, un círculo poderoso de personas que realmente me quieran y una vida plena de nuevas y viejas sensaciones. Y todo esto lo tengo.
Respecto a mi profesión, no digo que hacer lo que yo hago sea lo mejor en cualquier caso. Tan solo digo que conociendo mis habilidades y quién soy y a la hora de ver qué podía ofrecer de utilidad para mí y para otros, solo encontré algo que siempre me funciona. Me dedico a descubrir personas. Con el suficiente compromiso y esfuerzo, trato de que encuentren y exploten su verdadero potencial. Encuentro cada día sin excepción auténticos tesoros.
En adelante, hablaré de una de las culturas más provechosas y rentables que yo he conocido. El lector o lectora encontrarán en ella el medio para cubrir casi todas las expectativas que se propongan.
LA ÍNCREIBLE RENTABILIDAD DEL ESFUERZO
La cultura del esfuerzo siempre funciona. Incluso en los peores escenarios, saca lo mejor de nosotros y tranquiliza el fulgor incontenible de nuestra conciencia. Los mejores inversores de la vida invierten solo en personas que verdaderamente se esfuerzan. Gracias a mi profesión he conocido a personas extraordinarias que han logrado superarse y superar enormes baches en su vida con increíble esfuerzo. Es frecuente en el trabajo que realizo con los equipos, que las personas necesiten conocerse incluso cuando a priori daban por hecho que se conocían por completo. Durante este tipo de trabajos en los que intento no mediar en absoluto y permanecer al margen, las personas comparten experiencias, sensaciones y aprendizajes a menudo asombrosos con los que sorprenden a sus compañeros. En una enorme mayoría de los casos, tras realizar este trabajo, las personas expresan que sienten una especie de liberación generativa que a menudo les habilita para mejorar la relación con sus compañeros y alcanzar con mayor éxito sus objetivos.
EL RITUAL DEL ESFUERZO
Esforzarse en algo consiste en tener claros y cubrir los siguientes pasos:
1) UN OBJETIVO. Tener claro el objetivo que se quiere conseguir. Debe ser un objetivo asumible y real, trabajado por la persona o el equipo en común (es decir, evitar caminar como pollo sin cabeza). Este objetivo es el NORTE. Para encontrar el norte es necesario conciencia de lo que somos y de dónde estamos.
2) UN CAMINO. Diseñar un camino útil y abierto para alcanzar el objetivo. Hablo de un itinerario de aprendizaje que sea permeable y adaptable al cambio pero sobre todo asumido como cierto, esto es, aceptado por todos. Un camino está compuesto por una serie de hitos necesarios para llegar a un objetivo. Este camino es la RUTA para llegar al norte. Para trazar la ruta y cubrirla es necesario presencia y aceptación de lo que tenemos y de qué podemos hacer con ello.
3) UNA CONVICCIÓN CONSTANTE. Perseguir insistentemente algo es el modo más rápido de conseguirlo. Dure lo que dure esa insistencia, cueste el tiempo que cueste. Estar convencido de algo y perseguirlo, tener la voluntad propia necesaria para no rendirse, es el modo más sólido para llegar al norte. En el poemario Campos de Castilla, un poema arropa esta firme creencia con el siguiente verso: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». Esta convicción constante es nuestro COMPROMISO. Para formular nuestro compromiso es necesario conocer nuestras capacidades y el grado de desafía que somos capaces de asumir. Recomiendo a la práctica totalidad de los equipos con los que trabajo el modelo de Estado de Flujo como guía para formular sus compromisos tanto a corto plazo como a nivel estratégico.
APLICACIÓN PRÁCTICA DEL ESFUERZO
Comparto un caso concreto en el que el lector o lectora podrá identificar algunos males muy extendidos en las organizaciones y en general en las relaciones humanas. Este caso concreto estaba muy asociado al miedo, de cuya gestión hablaremos en la iniciativa muy pronto:
Hace tiempo en un proyecto en Cantabria volvía de trabajar con un equipo y una persona coincidió conmigo en el tren. Me planteó la posibilidad de mantener una breve conversación en la que me iba a exponer un grave problema en el trabajo con el fin de que le aconsejara posibles soluciones. Durante largo tiempo yo había visto que esta persona estaba terriblemente afectada y que en cada nuevo encuentro, su estado empeoraba. Este era el escenario:
Se trataba de una gran empresa del sector logístico pero de un entorno de trabajo basado en la relación directa. De acuerdo a la sensación de Antonio, su superior estaba ejerciendo una estrategia continuada de desprecio hacia él que se prolongaba en el tiempo. Durante el relato, noté como Antonio constantemente hacía referencia a su superior con marcado desdén y rechazo y se quejaba continuamente de su comportamiento hacia los demás. Escuché atentamente durante no más de diez minutos hasta que la persona al fin me hizo una pregunta:
– ¿Qué hago, David?
– Hasta ahora te he escuchado atentamente y no he oído nada de lo que tú has hecho para encontrarte mal. He oído muchas cosas que hacen otras personas para que tú te encuentres mal, pero no he oído nada de lo que tú has hecho para encontrarte mal. ¿Qué crees que pretende tu jefe con ese comportamiento?
– Creo que quiere echarme y creo que quiere hacerme de menos
– ¿Y qué consigue con su comportamiento?
– Estoy yendo a un psicólogo pero no me sirve de nada. No duermo por las noches y empiezo a tener problemas de ansiedad. Tengo la cara desencajada y estoy desesperado. No soy feliz, David, y no me merezco esto…
– Se lo que crees que no mereces. Analicemos ahora lo que mereces. Hoy cuando estábamos en el autobús viniendo hacia el tren has saludo al conductor, le has sonreído, has hablado con él y le has hecho sentirse escuchado durante cinco minutos. No veo que muchas personas hagan eso. Por otro lado no te conozco mucho pero las pocas veces que he interactuado contigo, me pareces un buen profesional. Se que te gusta tu trabajo, que llevas muchos años en la empresa porque te gusta trabajar con tus compañeros y ayudar a otros. Todo esto me hace pensar que aunque hoy y cada vez que te veo, estás peor, en el fondo eres una persona alegre y tienes ganas de vivir. Se que has sacado a una familia adelante y que tu hijo ya ha crecido. Nada de todo ello me habla de una persona que se rinda con facilidad sino de alguien que se ha esforzado mucho por salir hacia delante. ¿Crees que lo que digo tiene algún sentido?
– Yo creo que sí. Claro que me encanta mi trabajo y creo que soy alegre pero no se por qué dese hace tiempo he perdido esa alegría. Tienes razón, creo que soy una persona trabajadora y valoro mucho lo que he conseguido.
– ¿Qué haces cuando tu jefe te desprecia?
– Es que no se puede hacer nada, David, es una persona intratable…
– Creo que no has respondido a mi pregunta,solo me has dado un juicio sobre él. ¿Qué haces TÚ cuando te desprecia?
– Nada. He intentado varias veces llevarme mejor con él pero no consigo lograrlo.
– Yo creo que sí haces algo. Cuando él te desprecia, tu te sientes despreciado. ¿Cierto?
– Claro
– ¿Por qué te haces esto? ¿Por qué dejas que una persona que no es tan importante como tú en tu vida te desprecie? Para despreciar a alguien se necesitan dos personas: la persona que desprecia pero sobre todo la persona que se siente despreciada. Tenemos un inmenso poder para cambiar nuestra realidad si mantenemos a salvo y cultivamos nuestra terreno emocional.
– Pero David, le digo buenos días y ni me contesta
– Te contaré una historia. Una persona iba cada mañana al kiosko y le decía buenos días al kioskero y éste nunca le respondía. Un día tras otro la persona insistía y nunca encontraba respuesta. Un buen día, alguien se acercó a él y le preguntó ¿Por qué saludas siempre a una persona tan impresentable que ni siquiera te responde? Y la persona contestó: Porque él no decide cómo será mi día, yo soy el que decido que tendré un buen día y por eso se lo deseo a él también. ¿Por qué dejas que tu jefe decida cómo será tu día?
– Es verdad. Me ha comido el terreno. Visto así creo que he entrado a su juego y he perdido el sentido de lo que quiero ser o hacer. Estoy simplemente a merced de su estado de ánimo o su actitud.
– ¿Quién es más importante en tu vida? ¿Quién ha pasado toda su vida contigo, tu jefe o tú? ¿Quién ha sufrido todo lo que has sufrido y ha disfrutado todo lo que has disfrutado para llegar aquí?
– Yo
– Entonces, Antonio, ¿Por qué le das más importancia a lo que piensa o hace tu jefe que a lo que TÚ piensas de tí o haces contigo?
– Es cierto.
– ¿Por qué cada vez que el te provoca, tu reaccionas y le das lo que espera de ti?
– Porque me ha comido completamente la moral. Lo veo claro ahora.
– ¿Quién debería ser el propietario de tu vida? ¿Quién debería decidir cómo será tu día?
– Yo. ¿Y qué puedo hacer?
– Creo no estar equivocado si te digo tres verdades sobre tí: La primera es que te encanta tu trabajo, la segunda es que eres un buen profesional y la tercera es que eres una buena persona.
– No estás equivocado, creo que las tres son ciertas.
– ¿Qué tal si además de darte cuenta de ellas porque yo te lo digo, TÚ las recuerdas a diario?, ¿Qué tal si te convences de ello y no te hace falta hablar de otros o pensar en lo que piensan ellos para seguir siendo una buena persona, un buen profesional y que te guste tu trabajo?
– Creo que eso puedo hacerlo.
– ¿Qué tal si a partir de mañana no reaccionas ante él sino que actúas ante él? ¿Qué te parece si a partir de mañana eres el protagonista de tu vida y tú decides cómo será tu día como el hombre de la historia que te he contado? ¿Qué tal si te atreves a no dejar que tu jefe decida cómo será tu día?
– Me gusta, me gusta mucho la idea. Creo que está basada en algo que soy y podré recuperar mi vida y mi autoestima. Necesito volver a recuperar mi terreno.
– No será rápido, Antonio. Esto requiere de mucha convicción. ¿Estás convencido de ello?
– Sí, lo estoy. Me comprometo a ello.
– Tendrás que esforzarte mucho pero esto te ayudará a respetarte más y también le ayudará a tu jefe a respetarte. Él podrá hacer todo lo que quiera pero tú guardarás tu terreno siempre. No dejarás que te afecte una persona de la que ahora no tienes buena opinión. Y siempre siempre ante cualquier cosa que haga, tu estrategia será confiar en su bondad, darle una nueva oportunidad una y otra vez, una y otra vez, continuamente. Porque TÚ eres buena persona y como decía un sabio no hay mayor testimonio de la bondad propia que la confianza en la bondad ajena. Tú serás un gran profesional y harás tu trabajo pero además decidirás cómo será tu día. Cuando te provoque o reaccione, tú romperás el bucle reactivo. Si ni siquiera te mira al entrar a su despacho, le saludarás amablemente. A partir de mañana imagínate que cada vez que él intente forzar más la relación, tú no le dejes. Por cada reacción negativa, tú responderás con un acto amable y desinteresado, le mostrarás comprensión y respeto. Imagina que incluso acudes a su despacho y le invitas a mejorar vuestra relación. E imagínate que incluso si él no quiere hacerlo, TÚ DECIDES sí hacerlo. Y te esfuerzas para ello. ¿Qué crees que puede pasar?
– Creo que puede ser bueno.
– Yo creo que SIEMPRE será bueno. Y te razono por qué. Incluso en el peor de los escenarios, en ese en el que crees que puede despedirte, TÚ habrás hecho todo lo que estaba en tu mano y podrás dormir tranquilo. Recuperarás el sueño incluso en ese caso porque literalmente NO HAS PODIDO HACER MÁS DE LO QUE HAS HECHO. Y esta sensación, créeme, es muchísimo más placentera que la de ser víctima de lo que te está pasando. Por otro lado en el mejor de los escenarios, tu jefe se dará cuenta de que no tiene sentido tratarte mal porque no te afecta para nada y acabará convenciéndose de que eres un buen profesional y una buena persona. LA BUENA CONCIENCIA JUEGA EN TU EQUIPO Y NO EN EL SUYO.
– Es genial, creo que es fantástico haber coincido en el tren. Es un regalo haberte encontrado y me ha servido más esta conversación que cualquier otra cosa que yo haya hecho antes. ¿Ves cómo me podías ayudar?
– Yo puedo haberte ayudado hoy, Antonio, pero el que más se va a ayudar a partir de ahora eres tú. Tú eres tu regalo y en breve te vas a volver a descubrir.
– Te prometo que haré todo lo que hemos hablado
De algún modo, siento que lo que le pasaba a Antonio es que había perdido la cultura del esfuerzo, se había desconectado del esfuerzo instalándose en un victimismo atroz que ni siquiera le permitía dormir. En otras palabras, había dejado de lado el ritual que requiere la cultura del esfuerzo.
NOTA: El caso concreto que planteamos en este artículo es real y guarda perfectamente la confidencialidad y anonimato de la persona por respeto a la confianza depositada.
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