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Qué está pasando en #RRHH hoy

Qué está pasando en #RRHH hoy

rrhh hoy
 

«Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes»
Allan Stewart Königsberg

 

Este será un extenso artículo en el que pretendo ofrecer mi visión sobre lo que está pasando en RRHH hoy. Creo que este es un momento clave en la evolución del management. Por eso quiero dibujar una radiografía crítico constructiva de la función que oriente al lector o lectora en su comprensión de los retos actuales a los que se enfrentan las profesionales de RRHH. Iré reto por reto de una forma sintética intentando primero explicar a qué dilemas reales se enfrentan a diario estos profesionales y después aportando mi valoración profesional.

Sobre mi valoración insisto en compartir con usted, lector o lectora, que mi visión es tan sólo la de un profesional muy experimentado que acompaña a equipos y organizaciones en el dolor que sufren en momentos claves de cambio o conflicto. Si usted quiere conocer la visión de profesionales de RRHH a nivel interno, le recomiendo leer en concreto a dos profesionales que han sabido comprender y explicar de forma exquisita el momento de cambio que está viviendo la función de RRHH. Hablo del maestro Andrés Ortega y del maestro Santi García, sígales de cerca.

Estos son los retos fundamentales a los que creo que se enfrenta todo profesional de RRHH:

  • Mantener una gestión de personas justa y meritocrática
  • Motivar a los empleados
  • Humanizar las organizaciones
  • No ahogarse en la realidad del inmediato plazo
  • Diseñar una estrategia coherente de capacitación de mis empleados
  • Cambiar la cultura de mi organización
  • No hacerse pajas mentales
  • Tener un rol de decisión en los órganos de gobierno

Comenzamos.

 

MANTENER UNA GESTIÓN DE PERSONAS JUSTA Y MERITOCRÁTICA

¿Queremos tener clara una política de gestión de personas justa y fiel a lo que necesitamos o queremos limitarnos a despedir al último que ha entrado porque es más barato?

¿Queremos gestionar por miedo a lo que pueda pasar o queremos gestionar por convicción de lo creemos que debemos hacer?

Uno de los retos de RRHH es encontrar el sano equilibrio entre el convenio y el Planeta Tierra, esto es, el equilibrio entre los derechos de cada uno y los intereses de todos. Veo muchos departamentos de RRHH preocupados por introducir grandes capacidades en sus empleados, cuando la base de la organización (las percepciones, el comportamiento humano y las costumbres) están altamente degeneradas.

Encuentro, por poner un ejemplo, organizaciones que han perdido el sentido y cultura del esfuerzo por completo, en las que los empleados se limitan a acudir al trabajo, no a trabajar. Y no es lo mismo una cosa que otra. Acudir al trabajo es tener por derecho un puesto de trabajo debido a que una persona ha firmado un contrato laboral con una organización. Trabajar es cumplir por obligación un rol y unas responsabilidades asociadas. Lo segundo no es posible sin lo primero pero por desgracia lo primero es posible en muchas organizaciones sin lo segundo.

Una vez que se quiebra la cultura del esfuerzo, es decir, una vez que es igual ser un buen empleado que uno malo porque tiene las mismas consecuencias, cualquier posibilidad de progreso o avance está minada. He rescatado a equipos y organizaciones de este foso en el que mueren los principios y los valores a manos de la insolidaridad y el ombliguismo. El problema es que a veces ya he llegado tarde. Si usted, lector o lectora, es hábil me escuchará hoy y no necesitará tensar la cuerda de su organización para saber cuanto aguanta.

 

MOTIVAR A LOS EMPLEADOS

¿Queremos trabajar creyendo que nuestros empleados no quieren trabajar o creyendo que con el adecuado apoyo y acompañamiento serían capaces de explotar su máximo potencial?

¿Queremos empujar a los empleados a hacer cosas o queremos conocer la realidad de nuestros equipos para estudiar cómo mejorarla?

Cuando a menudo comparto con mis clientes las grandes teorias de motivación cuento que un tipo estupendo llamado McGregor explicó en 1966 de forma meridiana las dos actitudes que siguen determinando a día de hoy en términos muy prácticos el comportamiento y enfoque con el que las personas “que mandan” acometen el desarrollo y gestión de las personas “que ejecutan”. Él dijo -y en mi opinión nadie ha sabido retratar mejor el crudo dilema del liderazgo- que a la hora de comprender a las personas tenemos que decidir nuestra conducta en función de dos hipótesis. No se complicó mucho la vida con los nombres y dijo que estas hipótesis se llaman Hipótesis X e Hipótesis Y:

  • La Hipótesis X presupone que la gente no quiere trabajar, que no quieren complicaciones ni responsabilidades, que no quieren creatividad y que en consecuencia deben ser controlados y obligados a trabajar.
  • La Hipótesis Y presupone que el trabajo llega en condiciones idóneas, que las personas funcionamos mejor de forma autónoma con el adecuado entrenamiento y recursos y que en el fondo si se nos acompaña y enseña de forma adecuada podemos autoliderarnos.

En la realidad, existe una lucha encarnizada entre las estructuras burocráticas y corporativas que siguen mayoritariamente comprendiendo el desarrollo de personas desde la directividad de la Hipótesis X, y unas incipientes y ya maduras corrientes de liderazgo (que yo aglutino bajo el paraguas del liderazgo situacional generado hace no más de 15 años) que abogan por una combinación adaptativa de la Hipótesis X y de la Hipótesis Y según el contexto, la persona y la situación, y que tienden a una cultura de delegación.

En mi opinión un departamento de RRHH debe establecer un equilibrio saludable entre la Hipótesis X y la Hipótesis Y. En grandes organizaciones (incluyo multinacionales) considero que lo más inteligente es alinearse con la política de empresa y trabajar desde dentro introduciendo cambios muy lentos y mínimos que sumados durante años generen un cambio significativo. No creo en los cambios significativos radicales en grandes estructuras. En el caso de startups, microempresas o pequeñas empresas mi consejo es fortalecer los procesos de selección y fidelización de empleados cuya actitud y habilidades favorezca el cumplimiento del objetivo común. En ambos casos, como experto en intraemprendimiento -que lo ha vivido, estudiado y aplicado- recomiendo no experimentar con gaseosa ni frustrar continuamente a los empleados con falsas expectativas o discursos huecos.

 

HUMANIZAR LAS ORGANIZACIONES

¿Queremos diseñar nuestro valor diferencial (el conocimiento) a grandes trazos a nivel corporativo o queremos pensar en glocal (integrar particularidades locales y humanizar el trato individual)?

Uno de los grandes reto sal que se enfrenta la función de RRHH es la perogrullada de defender que las organizaciones tienen que ser más humanas. Este discurso es pronunciado por la práctica totalidad de empresas -queda bien y es bonito- y practicado por muy pocas de ellas. No se en qué momento de la historia del management -quizás desde el inicio fordiano o taylorista- alguien deshumanizó el concepto “empresa” dando más importancia a los procesos que a las personas. Las organizaciones -no me canso de repetirlo- son tan solo conjuntos de personas que por sí solas no podrían lograr lo que logran trabajando de forma conjunta y que generan estructuras coordinadas de funcionamiento para generar un valor exponencialmente mayor que el individual. En este sentido, defender la empresa humana es como defender el coche mecánico, el mar mojado, el pez acuático, el zapato para el pie o el árbol vegetal… una redundancia.

Personalmente creo que las organizaciones no pueden ser otra cosa que humanas y que si una organización es realmente humana, nunca presume de ello en público sino que lo práctica en privado.

 

NO AHOGARSE EN LA REALIDAD DEL INMEDIATO PLAZO

¿Queremos tener una actitud a priori y proactiva o vivir apagando fuegos?

¿Queremos buscar acciones puntuales de impacto (comprar milagros, mesias y gurús) o queremos codiseñar estrategias de medio plazo para el desarrollo real de las personas (con cabeza y de forma flexible y abierta iterando y aprendiendo sobre la marcha)?

La gran mayoría de departamentos de RRHH consumen lo que hace años denominé fast management. Como mi vocación está basada en acompañar el cambio y atender a la necesidad de otros, a menudo acepto que el momento de esa organización es aún inmaduro -por muchos años que lleven tropezando contra la misma piedra- y lo que hago es ofrecer soluciones de fast management. Trabajo para la realidad de las organizaciones a las que sirvo y no para la irrealidad de las organizaciones con las que sueño. Por eso siempre que lo hago digo lo que voy a compartir con usted ahora, lector o lectora.

Lo que se necesita hoy más que nunca, con la enorme cantidad de ruido, desconcierto y relativismo moral, es recuperar la cultura del esfuerzo y poner cabeza y foco en lo que hacemos. Por eso está genial contratar una o varias charlas o conferencias anuales sobre un tema candente pero lo único útil, perdurable y rentable en el tiempo son estrategias de entrenamiento, acompañamiento y formación de largo recorrido. Como nos enfrentamos a una realidad laboral que ya no es estable a nivel temporal y en la que el 78% de empleados en España no están satisfechos con su trabajo y más de un 95% cambiaría de trabajo si tuviera opción de hacerlo, la estrategia de RRHH creo que pasa por una mentalidad de medio y largo plazo que cuide el posicionamiento de la organización respecto a sus empleados. El management new age llama a esto employer branding, yo lo llamo “acordarte de que tus empleados son profesionales válidos en los que confiaste y apostar por ellos”.

 

DISEÑAR UNA ESTRATEGIA COHERENTE DE CAPACITACIÓN DE MIS EMPLEADOS

¿Queremos tener una formación basada en la improvisación y el picoteo de píldoras formativas (workshops, talleres o cursos puntuales) o queremos planificar la adquisición de conocimiento y perspectiva de nuestra gente de acuerdo a objetivos, competencias y destrezas clave?

¿Queremos tener un gestión de proveedores y generadores externos de valor innovador en mi empresa basada en modas o queremos generar equipos estables y mixtos interno-externo de profesionales que trabajen sobre una visión coherente de hacia donde vamos?

¿Queremos diseñar nuestra formación mirando hacia afuera (conferencias y actitud de pecho palomo vendiendo imagen) o vivir pensando en los de dentro?

¿Queremos ser compradores compulsivos de metodologías de innovación sin orden ni concierto o queremos tener clara una reflexión pegada a tierra de la empresa que queremos ser para trabajar por conseguirla?

Encuentro que muchos departamentos de RRHH improvisan con mucha antelación. Aunque esto parezca contradictorio, la estrategia que siguen es la siguiente: observan el mercado de formación, contratan a profesionales que son referentes en algo concreto que creen que hará falta a sus empleados ese año y luego agotan su bolsa de dinero formativa. El problema de todo esto es la parte en la que una persona de RRHH que generalmente no tiene diálogo ni contacto con los denominados “departamentos de negocio” presupone que un empleado necesita “eso”. En realidad, el proceso que creo que sería correcto es el siguiente: la empresa reflexiona sobre el modelo de empresa y servicios o productos que necesitan defender en el mercado, de acuerdo a ese objetivo se articula la estructura y organización de la cadena de valor, y por último se piensa en cómo capacitar a los empleados (que han participado o no en esa reflexión según se quiera) en esa serie de competencias y destrezas.

Mi crítica constructiva va más allá en este punto… Encuentro que otros tantos departamentos de RRHH cuentan con una nefasta cultura de trato al empleado en la organización y luego contratan píldoras formativas que salven situaciones concretas. Personalmente de nuevo no tengo ningún problema en atender esta necesidad porque trabajo para las organizaciones que son y no para las que quiero que sean. El único “pero” que pongo lo repito en muchas reuniones a las que me convocan y es el siguiente: No contratéis nunca una solución rápida para un problema o realidad que requiere una atención y tratamiento lentos. Utilizando un paralelismo médico es como tener un cáncer maligno y recetar al paciente un atiborramiento de antibióticos. Sencillamente a la larga no funciona.

 

CAMBIAR LA CULTURA DE MI ORGANIZACIÓN

¿Queremos ser meros transmisores de lo que hay (vivir de los test de clima, de las hojas de imputación, de los cheques de comida y las evaluaciones de desempeño) o liderar el cambio cultural de la organización en términos de aprendizaje continuo?

¿Queremos generar colaboradores autónomos e interdependientes aportándoles recursos para crecer y compartir o favorecer empleados de convenio y pasillo que perpetuan prejuicios culturales?

No voy a hablar aquí de VUCA, de realidad líquida o de tantos otros conceptos que ya hemos hinchado y explotado. Hablaré solo de qué es necesario para cambiar la cultura de una organización. Como me dedico a esto casi en exclusiva, trabajo con decenas de modelos de cambio. Hoy traigo solo el de un loco muy lúcido llamado Ken Wilber. Él decía que en concreto para que exista un cambio en una sola persona debemos comprender que existen…

FACTORES INTERNOS:

  • factores individuales internos (cognitivos, espirituales, psicológicos),
  • factores colectivos internos (cultura, símbolos compartidos, historias)

FACTORES EXTERNOS:

  • factores individuales externos (capacidades, habilidades, conducta, ejecución)
  • factores colectivos externos (diseño organizacional, procesos, políticas)

Pues bien, cada vez tengo más claro que los departamentos de RRHH solo deben poner su foco de acción para el cambio en los factores individuales y colectivos externos, no en los internos. Porque los factores individuales internos son responsabilidad de cada persona (el famoso “cada persona es un mundo”) y los factores colectivos internos positivos se generan solo después de haber cuidado y mimado mucho los factores colectivos externos.

 

NO HACERSE PAJAS MENTALES

¿Queremos hacernos pajas mentales (grandes discursos innovadores e idílicos sobre lo que los empleados necesitan) o queremos escuchar y atender realmente a los empleados para saber qué necesitan (preguntar sin necesidad de invertir mis energías en convencer)?

¿Queremos trabajar a partir de la organización que soñamos para darme de bruces contra la que tenemos (frustración) o trabajar a partir de la organización que tenemos para conquistar paso a paso la que queremos (compromiso realista)?

¿Queremos gastarnos el dinero del departamento en marketing interno de lo buenos y bonitos que creemos ser (vinilos motivadores en las salas de reuniones, reformas en despachos, nuevos mobiliarios, newsletter, chorreo de correos de desayunos con el presidente… para luego seguir siendo lo mismo de siempre) o queremos gastarnos el dinero en reeducar de forma efectiva a nuestro top y middle management?

Otro de los grandes retos al que se enfrenta la función de RRHH es no hacerse pajas mentales. Entre estas pajas mentales destaco vender internamente algo que no somos (muy muy muy frecuente y altamente corrosivo para la moral del empleado).

Otra paja mental muy frecuente es la creciente tendencia en los departamentos de RRHH a introducir medidas muy impactantes que “den la vuelta a la tortilla” y que otorguen a los empleados casi un poder absoluto sobre el control de su realidad. Esto genera escenarios poco o nada fáciles de gestionar por los mandos intermedios o la estructura de la organización debido a que el nivel de madurez sistémica de los empleados suele ser -en mi experiencia- cercano a cero.

Añadido a estas pajas mentales, se encuentra otra más dolorosa para mí si cabe: la tendencia incomprensible para cualquier científico social de querer introducir la gestión de la felicidad en las organizaciones. La felicidad -como expliqué en este artículo anterior- es una decisión individual de las personas y a lo máximo a lo que puede aspirar una organización -o cualquier sistema complejo como por ejemplo una sociedad- es a propiciar un clima de convivencia agradable dotando de recursos y apoyo a sus empleados. Querer apropiarse ahora de la gestión de la felicidad de las personas es en mi opinión una injerencia que no debemos permitir. Cada empleado de acuerdo a la realidad que tiene elige o no ser feliz dependiendo -como ya muchos hemos estudiado- de muchos factores.

 

TENER UN ROL DE DECISIÓN EN LOS ÓRGANOS DE GOBIERNO

¿Queremos ser los de las nóminas o el centro unificador del diálogo generativo en la organización?

¿Queremos luchar por estar en los órganos de gobierno de la empresa o contentarnos con ser el departamento deficitario? Dato: Solo el 30% de los dptos de rrhh del ibex35 están en los consejos de admón.

¿Queremos ser un departamento más o el cerebro articulador del talento?

He vivido en este capítulo casos flagrantes que podrían alimentar guiones de Hollywood. Algunas veces los departamentos de RRHH son absorvidos por los departamentos económico – financieros, otras son diseminados por la organización como si fueran células madre en extinción que pretenden generar entornos de trabajo saludables por ósmosis o contagio. En el primer caso, las consecuencias son demoledoras en términos de trato al empleado previo barniz corporativo perfumado. En el segundo caso, son las personas de RRHH las que acaban contagiándose de las asunciones básicas negativas de los “departamentos de negocio” y se destruye ya del todo cualquier atisbo de fe en el cambio. Uno de los retos más grandes de un departamento de RRHH es saber cuál demonios es su papel en la organización y participar en la toma de decisiones significativas de la misma de acuerdo a la realidad cuyo pulso debería tomar a diario. Usted, lector o lectora, tiene algunas claves sobre dirección de RRHH en este mismo sitio…

 

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Este artículo necesariamente está ligado a otros muchos que he escrito en esta misma casa, que es la tuya. Entre ellos destaco:

Claves para la gestión de RRHH en tu organización

El único reto del management ahora

Claves para entender el nuevo management

Cómo liderar el cambio cultural en tu organización

Management fail list

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Una historia de las cosas importantes

Una historia de las cosas importantes

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«El alma desgasta el cuerpo»

Napoleón, en una carta a María Luisa

 

Vivo por y para las cosas importantes. Decidí renunciar al resto de las cosas para disfrutar de estas. Y son -así lo creo- pocas. Me doy cuenta a diario de que cada persona tiene una percepción distinta sobre cuáles son las cosas importantes.

De acuerdo a mi experiencia, esta percepción determina dos elementos fundamentales que configuran el modo de vida de una persona. Hablo del enfoque con el que percibimos la realidad y del espectro de oportunidades que somos capaces de generar para disfrutarla.

Hoy he decidido escribir mi historia de las cosas importantes. De algún modo creo que todo el mundo debería escribir la suya. Yo lo hago porque creo que no estoy desenfocado y porque la cantidad y calidad de oportunidades que genero en mi vida tienden a multiplicarse cuanto más tiempo empleo practicando estas cosas importantes. Lo que hoy comparto con usted, lector o lectora, es útil para dirigir una vida propia, un equipo o una empresa (por este orden de cosas).

Mi historia de las cosas importantes se reduce a un listado de dos máximas que me acompañan a diario.

Comenzamos.

 

1. TODO PASA DENTRO, NADA PASA FUERA

Las personas van antes que las cosas. Esta creencia que en mí es inasequible al desaliento es verdaderamente revolucionaria en la gran cantidad de escenarios en los que me desarrollo y crezco como persona. Olvidamos con temible frecuencia que no hay nada más importante que una persona o un conjunto de personas y que todo lo demás que hemos sido capaces de construir como especie (equipos, empresas, sociedades) sirve al interés y necesidad de estas personas. Entender la vida bajo este prisma me ha permitido ayudar a humanizar decenas de organizaciones durante estos años.

Recuerda lo que fuiste. La naturaleza nos da la oportunidad de la memoria y nosotros por el camino la perdemos. Por eso antes de ser padres todos somos hijos y antes de ser viejos todos somos jóvenes. Una y otra vez olvidamos lo que fuimos a través de nuestros actos. Ellos nos retratan y hablan de nosotros. No es fortuito que una semilla diminuta se convierta en un árbol gigante. Solo se crece desde dentro, nunca desde fuera. Olvidamos esto siempre y es parte de nuestra condición hacerlo. Somos el mayor animal social desmemoriado.

Aprende a curarte. Esta es tu mayor responsabilidad, la única que verdaderamente te hará libre. Si no la practicas, aumentaras tus heridas interiores y generarás dolor en otros. Si no puedes hacerlo por tí mismo, pide ayuda. Enseño a diario a las personas y a los equipos a curar sus heridas interiores bajo el antiguo prisma de enseñar a otros a pescar para que puedan comer sus propios peces. Lo hago para ser aún más prescindible y luego me retiro. Ese es mi trabajo. Lo hago una y otra vez sin aparente descanso solo para que en la última hora de mi vida pueda mirarme a mí mismo y decirme verdaderamente «HE VIVIDO».

El verdadero paraíso es interior. Tu hogar va dentro. Nadie en realidad se mueve si no viaja dentro. Genera tu propio contenido y escribe tu propia historia. Hay personas que no son su propia historia sino un párrafo de otras. Otras viven absortas en la búsqueda continua de sí mismos por lugares, momentos o experiencias. Generan una gran cantidad de ruido porque son como un viejo motor de coche que no acaba de arrancar aunque completamente parado no deje de intentarlo. Buscan en otros sitios que no son ellos mismos lo que siempre han alimentado dentro. Algunos mueren sin el placer de haberse conocido. Le pido por favor y por el bien de las personas que le rodean, lector o lectora, que no sea usted uno de ellos.

Solo hay un verdadero Viaje. En realidad estas personas no empiezan el Viaje. Recorren caminos de otros pero no eligen el camino propio. Tal y como yo lo veo, recorrer el Viaje consiste en conocerse a sí mismo a diario aprendiendo a superar las fortalezas y debilidades que definen un carácter. Tener contenido consiste en elegir a diario este camino propio que solo puede ser creado por ti. Cada persona es irrepetible como consecuencia del camino que ha recorrido. Si eliges recorrer un camino de otros nunca empezarás tu Viaje. No existe un acto más revolucionario que ese doloroso momento en el que una persona decide conocerse. El verdadero Viaje es interior. Cuando vives un camino propio no te hace falta que nadie te respete salvo tú mismo. Y paradójicamente eso hace que te respeten todos los demás.

 

2. SOLO PUEDES VIVIR EN LO QUE ES

No trates de convencer a otros sino de comprenderles: Las personas solo se parecen a las personas. Y probablemente si a tí te ha costado mucho construir un camino propio, es fácil que comprendas que a los demás también. No necesites que el resto abandone su camino propio para disfrutar de ellos. El proceso de encontrar tu lugar en el mundo no tiene por qué hacer sufrir a nadie. Somos en gran medida porque todos los demás también son. Estamos la mayor parte del tiempo porque todos los demás también están.  Creo que vivir de una forma placentera y saludable consiste en atreverse a comprender a otros. Solo podemos comprender a alguien cuando nos atrevemos a creer que ese alguien es tan solo otra persona. Y las personas somos solo conjuntos de creencias, miedos e intereses.

Comparte tu camino con otros. Cristopher McCandless dijo una vez «Me he dado cuenta en el final de mis días que la felicidad solo es real si se comparte». La vida es un largo camino que merece la pena compartir. Una vez que has fijado tu camino propio, compártelo con otros. Aunque tú trabajes cada día para ser el mejor lugar del mundo en el que puedes ser, no ignores el lugar del mundo del que vienes ni desprecies el lugar del mundo en el que estás. Somos personas, y como tales somos seres interdependientes. Nada de lo que hacen los demás es tu responsabilidad pero todo lo que hacen los demás te afecta. Del mismo modo ocurre en dirección contraria. Se leal con el sufrimiento de los demás y compasivo con sus decisiones.

Vive a partir de tus compromisos, no de tus expectativas o deseos. Vivir esperando que la realidad sea diferente a lo que es, es un camino de frustración y el principio del valle de la desesperación. Es más útil y sensato vivir a partir de lo que ya es para luchar y trabajar por lo que queremos que sea. Aprende a dormir bien sabiendo hasta donde llega tu campo de acción. No pongas la llave de tu felicidad en el bolsillo de otro. Aprendo mucho de una gran cantidad de ciencias y también aprendo mucho de todas las religiones. Las tres primeras nobles verdades del budismo, son las siguientes: «La vida es sufrimiento. El sufrimiento nace del deseo. El sufrimiento puede extinguirse extinguiendo su causa.» La mayor parte de personas que habitan mi planeta sufren y padecen a diario su deseo.

Se lo que quieres que sean otros. No vivas mirando la paja en el ojo ajeno sino eliminando la viga del propio. No desees que otros sean o actúen de otra forma, actúa tú de esa forma. Creo con humildad que solo alcanzan una vida plena aquellas personas que con independencia de sus condiciones o contextos de vida, son capaces de mantener a raya y controlar la mayoría de todos sus deseos. Las expectativas son también deseos. Y solemos estar cargados y cargar a los demás de una gran cantidad de expectativas. Esto nos genera frustración.  La forma más práctica de mantener a raya la mayoría de todos tus deseos, es vivir a partir de tu propio compromiso. Deja de quejarte por la realidad y haz lo posible por cambiarla. Por otro lado no vivas evitando el sufrimiento a otros, a menudo es necesario para poder crecer. Durante estos años asistiendo el cambio real de cientos de personas he visto, escuchado y acompañado mucho sufrimiento. La mayoría de ocasiones solo he sido efectivo y útil para que ellas crecieran cuando he permitido a las personas vivir el momento de sufrimiento para que el que tanto trabajaron con sus actos. Llamo a esto «compasión efectiva».

Vivir por y para estas cosas importantes es algo más que un compromiso, es un modo y una magnitud de vida. Vivir por y para estas cosas importantes me ayuda a vivir por y para las personas importantes de mi vida.

Espero, lector o lectora, que este artículo te haya resultado de ayuda.

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Las personas que se dejan para luego

Las personas que se dejan para luego

niño triste

 

«Coged las rosas mientras podáis,
veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta.»

maestro Walt Whitman (Hojas de hierba, 1819-1892)

 

Escucho a diario una gran cantidad de quejas y problemas. La mayor parte del tiempo asisto a personas que de manera inconsciente y automática se mueven de acuerdo a una conducta reactiva. Por necesidad he desarrollado una especie de aparato digestivo paralelo que procesa y depura el victimismo crónico. Este aparato digestivo me ha permitido prestar un servicio útil a aquellos que todavía carecen de él.

Hoy comparto con usted, lector o lectora, una breve radiografía de las personas que se dejan para luego. Todos en algún momento del día o de la vida tenemos comportamientos de procrastinación que nos animan a postergar situaciones que deben atenderse sustituyéndolas por actividades más irrelevantes o agradables a nuestro parecer. El problema llega cuando uno hace esto con su propia vida. Hablo de ese oscuro momento que tal vez se convierte en actitud de vida quizás dilatada durante años o décadas en el que una persona acaba creyendo que lo mejor es dejarse a sí misma para luego. He aquí el problema.

Comenzamos.

 

CÓMO ACTÚAN LAS PERSONAS QUE SE DEJAN PARA LUEGO

Denomino «personas que se dejan para luego» a todos aquellos individuos que se han visto superados por sus propias creencias limitantes hasta el punto de posponer -sin ánimo de atender nunca- sus verdaderos intereses. Son «personas que se dejan para luego» todas las que prefieren vivir mañana y todas aquellas que anestesian o suspenden su propia voluntad de forma recurrente y sistemática. Son también «personas que se dejan para luego» las que anteponen los intereses de otros a los propios hasta desaparecer por completo de su propia vida, olvidando que no puedes nunca hacer ni dar a los demás lo antes no te has dado a tí mismo. Son por último «personas que se dejan para luego» las que se abandonan a la inercia de los acontecimientos y a las consecuencias de las acciones propias o de otros, creyendo con extraño empeño que nunca pueden hacer nada.

De acuerdo a mi experiencia el victimismo crónico es la base conductual de estas «personas que se dejan para luego» y suele manifestarse en forma de conductas que generan enmascaramientos de personalidad. Entre estas conductas destaco las siguientes mecanismos de defensas destructivos orientados a la autojustificación:

  • El relativismo moral que produce inmovilismo degenerativo (p.e. «Tu tienes una opinión y yo otra, es igual de válida la tuya que la mía») Esta estrategia conductual inconsciente permite a la persona ser impermeable al cambio hacia un modelo de comportamiento saludable. Detecto que es altamente empleado por personas con niveles bajos o muy bajos rundimentos de gestión emocional, que suplen con un sobrepensamiento excesivo y un pensamiento secundario tormentoso escudado a menudo en razonamientos rebuscados o complejos. Explico siempre que este tipo de personas suelen emplear los avances del pensamiento lógico y deductivo en su propio perjuicio (favoreciendo su aislamiento) y no en beneficio mutuo (impidiendo el encuentro y el aprendizaje). También detecto que este relativismo moral hace uso de una gran cantidad de lugares comunes o frases hechas, muy genéricas y que permiten a la persona permanecer inmóvil e impermeable al cambio, del tipo «Ya sabes lo que hay», «Siempre se puede mejorar, claro que sí», «Las cosas son como son», «Eso es bonito en la teoría, pero luego está la práctica», o «Ya, ya, pero aquí somos diferentes, este sector, o equipo, o empresa, o realidad es muy diferente a la del resto del mundo».
  • El uso indiscrimando de falacias lógicas. La falacia del argumento ad ignoratiam permite a la persona repeler sistemáticamente el aprendizaje y la capacidad intelectiva (de inteligencia, del latín «leerse dentro») bajo la premisa de que no existen pruebas de que lo que ha dicho es falso, olvidando que tampoco existen pruebas de que lo que ha dicho sea verdadero. Esta falacia muy extendida está ampliamente explicada aquí. La falsedad lógica non sequitur permite a la persona sostener razonamientos incoherentes en los que algunas premisas innegables generan deducciones ridículas. El uso de la reducción al absurdo, basada en el cuestionamiento impenitente de todo aquello que no confirme mis creencias, es muy frecuente en las personas que juzgan a los demás por sus acciones y a ellos por sus intenciones. Muy relacionado con esta falacia encuentro a menudo el argumento tu quoque o «tú también lo haces» que permite a la persona no hacer autocrítica y fijar siempre el área de mejora fuera de su responsabilidad.
  • La defensa de una «personalidad» o un «carácter» inmanente que me gobierna desde que nací o que adquirí en algún momento y no puedo cambiar en ningún otro (p.e. «Yo soy así, y esto es lo que hay») Esta visión provoca además que la persona no solo considere que ella no puede mejorar sino que ninguna otra puede hacerlo en consecuencia. Esta sobrecarga de Ego lleva asociada un enmascaramiento de carencia de autoestima que se traduce en un miedo constante a la exposición pública. En casos extremos, este mecanismo interno considero que puede generar deficiencias afectivas en las relaciones como no dejarse querer, no saber querer, o tratar bien a las personas que nos tratan mal y mal a las que nos tratan bien. Creo ver en este mecanismo una distorsión para mí evidente que genera bucles reactivos de los que solo es posible salir con un gran trabajo personal de autocrítica y contraste.

 

LA DIFERENCIA ENTRE VOLUNTAD y COMPROMISO

A la hora de cambiar las personas creen que existen dos actitudes: querer cambiar o no querer hacerlo. Pero esto no es cierto en mi experiencia. A la hora de cambiar existen en realidad tres actitudes:

  • No querer cambiar (reactivo)
  • Querer cambiar y hacer lo imposible por no hacerlo (voluntarioso)
  • Querer cambiar y hacer lo posible por hacerlo (comprometido)

Todas las actitudes anteriores determinan en uno u otro sentido la realidad de la persona. La primera actitud es una actitud de rechazo o reacción al cambio fruto de esa zona de comodidad que ha permitido a la persona sobrevivir hasta ese momento. La segunda actitud es una actitud de autoengaño en la que mi discurso oficial es «Quiero cambiar» pero mis acciones reales dicen «No hago nada por hacerlo». La tercera actitud solo llega después de las dos primeras y es la que genera resultado, aunque yo diría que las tras actitudes representan momentos del cambio necesarios a nivel cognitivo y conductual.

En el caso de las actitudes reactivas, si alguien no quiere cambiar, mi recomendación es dejar que no lo haga y no insistir en exceso en lo contrario. De nuevo, recordemos, nadie cambia si no quiere. En los casos en que la decisión de esa persona afecte a un colectivo, mi recomendación es siempre explicitar el conflicto y dejar que aflore de forma pública. De este modo la persona podrá autorregularse en el seno de su colectivo.

En los casos en que alguien quiere cambiar o manifiesta que quiere hacerlo, existe siempre un terreno posible de trabajo para el aprendizaje. Entre la actitud 2 y la actitud 3 se encuentran las siguientes diferencias:

Una persona voluntariosa se mueve y se comporta desde la generalidad y la falta de concreción, favoreciendo la inacción, postergando la asunción de responsabilidades y evitando el dolor o el esfuerzo necesarios. De acuerdo al Análisis Transaccional, este tipo de personas suelen maniobrar o realizar transmisiones desde su rol de NIÑO o de PADRE estableciendo imperativos categóricos o patrones de pensamiento polarizados según el patrón «esto me gusta» o «esto no me gusta».

Una persona comprometida se mueve y se comporta desde lo concreto, traduciendo su voluntad de cambio en acciones propias que generan nuevas realidades, asumiendo su área de responsabilidad y gestionando el dolor o el esfuerzo asociados a la consecución de logros.

Sobre el compromiso invito al lector o lectora a leer los siguientes textos de la maestra Paz Garde «Para cambiar las cosas hay que hacer cosas» y del maestro Amalio Rey «Desmitificando la fuerza de voluntad» y «Teoría del GRIT ¿qué tal vas de pasión y perseverancia?»

 

TIPOS DE PERSONAS QUE SE DEJAN PARA LUEGO

He seleccionado una tipología de personas que se dejan para luego que considero interesante para trabajar. Destaco los siguientes perfiles:

  • El que vive cada día para tener razón. Ya lo he comentado en anteriores ocasiones. Hay personas que vivimos para tener paz y otras que viven para tener razón. Estos creen a menudo inconsciente o conscientemente ser mejores que los otros y viven para tener nuevas oportunidades en las que demostrarlo. Viven embalsamados en su orgullo y su autocomplacencia. Dentro de este tipo de personas hay dos subtipos de personas: Los que se regocijan y presumen de su propia ignorancia o falta de inquietud. Estos exigen a otros como víctimas porque no son capaces de exigirse a sí mismos como protagonistas. Sentados en estas butacas del cine de la vida observando las películas de otros se encuentran la gran cantidad de personas que conozco. Ni siquiera intentan conocer las cosas importantes. Se conforman con tener razón en su pequeña escala y en su mundo. Los que devoran conocimiento sin practicarlo. Estos siempre dicen pero casi nunca hacen. Viven en una apariencia de conocimiento que enmascara un desconocimiento atroz de las cosas importantes. Este último subtipo de personas que se dejan para luego, creen que el conocimiento por sí mismo es curativo, pero no es así. Lo realmente curativo es la sabiduría, lo que uno hace con el conocimiento (mucho o poco() que tiene.
  • El que vive cada día para buscar su sitio. Estos no paran de compararse con otros otros de su entorno la mayor parte del tiempo y siempre creen que hay algo mejor por llegar. Se conservan embalsamados en falta de foco e insatisfacción constante. Los hay que deambulan esperando el advenimiento de su clara vocación sin probar ningún oficio. Los hay que viven esperando a la mujer o el hombre ideales sin saber que él o ella misma son la mujer o el hombre de su vida y que simplemente tienen que dejar llegar a alguien con el que compartirse. Los hay que sueñan con una vida mejor sin trabajar para tenerla. Los hay que buscan la fuente de la eterna juventud hasta tal punto que llegan a perder la suya. Todos ellos buscan un lugar en el mundo porque no saben que el mundo es su lugar, ignoran que su sitio es todo aquel en el que estén ahora, que su único lugar son ellos, que su casa puede ser el mundo si hacen de cada instante de su vida el lugar en el que no se eches de menos.
  • El que vive cada día preocupado. Los hay que se precipitan contra la vida atropellando los segundos. Estos consumen distracciones sin importar la cantidad ni el órden. Se apuntan a gimnasios, deportes, actividades, viajes, aficiones,… y siempre están pensando en la siguiente huida. Consumen metodologías o herramientas sin orden ni concierto, sin estrategia ni foco. Tienen una realidad que les espanta y huyen periódica y puntualmente de ella. Se ocupan pero algo continuamente les persigue. Y entonces se preocupan. En algún momento del día o de su vida, la vida les atrapa. Un buen día cinco minutos a solas tras apagar el contacto del coche se derrumban. Saben que están dejando su vida para luego y no vieron crecer a su hijo o su hija, no estudiaron ni trabajaron en aquello que quisieron y cuando ya se encontraban estudiando o trabajando en eso otro no supieron aprovecharlo para aprender a sentirse satisfechos.

 

CÓMO ACTÚAN LAS PERSONAS QUE NO SE DEJAN PARA LUEGO

Las personas que no se dejan para luego, viven. Viven aquí y ahora aunque tengan que mirar hacia el mañana, viven hoy. Ante usted tiene a una persona que no se deja ni se ha dejado nunca para luego.

Yo no suelo dejarme para luego, yo me dejo casi siempre para ahora.

Soy más grande que la suma de todas mis heridas.

He hecho casi siempre aquello en lo que he creído. Incluso cuando otros no me permitían hacerlo, yo me lo he permitido.

He estudiado y trabajado por encima de mis posibilidades. Y he obtenido en consecuencia resultados por encima de mis expectativas.

Me he ganado a pulso lo que soy y eso es todo lo que tengo. Y resulta que hace bien a otros.

Tal vez por eso me han amado siempre.

No recuerdo un momento de mi vida en el que yo me haya aburrido.

He tocado las columnas de Hércules y he ido varias veces más allá de nuestro mundo a lomos de un pájaro de hierro entre las nubes.

Soy capaz de enfadarme pocas veces y muy poco tiempo para impedir que mi enfado me impida disfrutarme.

He recorrido la tierra donde nací de norte a sur y de este a oeste varios cientos de veces mejorando la vida de mi gente día tras día, paso a paso, persona a persona.

Las personas que yo consideraba referentes me han llamado maestro. Aquellos que aún son mis maestros me abrazan hoy como a un igual.

He visto despertar el sol en un viejo motel de California en frente del Pacífico por encima de un ejército de aves blancas infinitas.

He tomado decisiones duras que me han generado dolor y sufrimiento, y siempre he logrado levantarme hasta llegar a ser feliz.

Me he aceptado y he aceptado a otros la mayor parte del tiempo de mi vida.

He conectado con la intimidad más profunda de miles de personas en diferentes realidades, idiomas y momentos.

He caminado solo durante horas por el suelo abrasador del Gobi y la gélida estepa en la tierra más deshabitada del planeta donde los hombres nacen junto a los caballos.

He paseado mi alma por los jardines sonoros de la Alhambra. Y he estado en todas mis visitas atento al olor y a las imágenes de ese paraíso aquí en la Tierra.

He caminado en el silencio de un mar de columnas cordobesas.

Me he sentido la mayor parte de mis días muy pequeño y eso me ha permitido hacer grandes a una muestra muy importante de todos los demás.

He superado la mayor parte de mis miedos y aprendido a convivir con ellos sin que puedan limitarme.

He andado junto a un volcán latente en medio del paisaje lunar de una isla africana.

He caminado por los riscos inaccesibles cerca de un otro volcán en Grecia y visto morir al sol desde un acantilado en el Egeo.

He caminado por el mar en esa sucesión de peces y navíos de la que habló el maestro Neruda.

He contado la historia de mi vida a decenas de soñadores que también me compartieron la suya.

He sido escuchado por decenas de personas interesantes en el monasterio de piedra que descansa en lo alto del puerto de Dalt Vila, en mitad del Mar Mediterráneo.

He dado conferencias multitudinarias ante miles de personas y ayudado a ser feliz también a una. He hecho ambas cosas varias veces hasta no recordar cuántas.

He pasado noches en la playa hablando junto a personas importantes que lo eran porque me escuchaban y también las escuchaba.

He recorrido el Puente Vecchio partiendo del Palazzo Pitti hasta llegar a la Signoria y luego al Duomo para contemplar el resplandor dorado de las puertas del Paraíso de Ghiberti.

He mirado a los ojos al David de Miguel Ángel.

He disfrutado el olor de quinientos años de pintura en el techo más bello de la historia que no es otro que la bóveda Sixtina.

He bebido los mejores vinos y probado los mejores quesos. Nunca he pasado hambre, ni siquiera cuando no tenía dinero para comer tres veces al día.

He compartido frío y chimenea junto a hermanos en mitad de ninguna parte en una vieja casa de madera junto al lago Hautajärvi en el centro helado y blanco de Finlandia.

He contemplado en directo el color incontenible de los paisajes oníricos de El Bosco, las emociones puras de los rostros traducidos de Velázquez, y el horror de Goya.

He compartido ilusión y escuchado otros muchos sueños en un número incontable de trayectos junto a otros en coche o autobús sin apenas dormir durante el viaje.

He llorado al contemplar las ruinas del foro y la Acrópolis de Atenas donde mis antepasados construyeron lo que ya no somos.

He peregrinado durante horas por nuestro origen hasta llegar al Oráculo de Delfos, al pie del monte Parnaso.

He saciado mi sed del diminuto hilo de agua de la eterna juventud que mana de la fuente Castalia.

He caminado luego entre todos los Tesoros y arriba en lo alto del valle en el Templo de Apolo he hecho mi promesa.

He roto decenas de zapatos y zapatillas andando miles de quilómetros durante toda mi vida disfrutando de miles de paisajes.

He compartido mi sueño en la ciudad de Haarlem y he dormido en una casa de un desconocido en la ciudad llave de Leiden, junto a uno de los cientos de canales fantásticos de Holanda.

He sido lo suficientemente valiente como para empezar una conversación que importe, y he hecho esto innumerables veces.

He llevado una vida de héroes junto a personas que tatuaron mi piel de abrazos, agradecimientos y bendiciones.

He vivido en seis casas diferentes y dormido en decenas de camas de personas que me han amado y he amado.

He dormido en lugares que harían vomitar a una cabra y en habitaciones lujosas, y en ambos me sentí muy vivo.

He comido y bebido saboreando cada bocado como el primero.

Tengo recuerdos magníficos junto a amigos. Todos ellos me admiran y me quieren.

No conozco ni he fabricado por mí mismo ni a un solo enemigo.

He escrito y he leído suficiente aunque todavía no del todo.

Dicen que una persona cambia solo por dos razones: o porque sufrió demasiado, o porque aprendió lo suficiente. Yo he sufrido hasta poblar, herir y ahogar mi alma para luego dar sentido a mi vida. Soy el sentido de mi vida. Y todos los demás, tal y como son y están me bastan.

Soy feliz.

 

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Cómo acompañar el cambio sin perder tu salud emocional ni tu cabeza

Cómo acompañar el cambio sin perder tu salud emocional ni tu cabeza

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«Esto fue lo que se le contó a Gonnojo: -Ahora mismo es el momento actual y el momento actual es ahora mismo. Uno no llega a tiempo y sencillamente deja escapar el momento crucial porque cree que el ahora mismo y ese momento crucial son momentos diferentes»

maestro Yamamoto Tsunetomo, Hagakure, siglo XVIII

 

Este artículo, lector o lectora, pretende exponer en un formato directo y accesible aquellos elementos de trabajo y comportamiento vital en los que me apoyo para acompañar el cambio en personas y sistemas complejos. Está especialmente dedicado a todos esos profesionales que se dedican en alguno u otro grado a trabajar por el cambio y la mejora de diferentes realidades.

Son ya muchas las personas con las que hablo y me preguntan acerca de mi trabajo y mi labor. Me hacen preguntas sobre cómo puedo mantener mi ritmo de trabajo, servir a realidades tan diferentes a diario (culturales, sectoriales, situacionales,…), tener el resultado e impacto de mis acciones, pero sobre todo cómo puedo conservar mi salud emocional y mental con tanto meneo. Intentaré responder por escrito aquí a todas esas cosas. Comenzamos.

 

LA REALIDAD

El enfoque que expondré corresponde al modelo de vida que he llevado en los últimos años para poder mejorar la realidad diaria de organizaciones y equipos por toda España.

En concreto, y como muestra, en este año 2016 he seguido lo que aquí se expone para disfrutar de mi vocación en 20 ciudades a nivel nacional por toda la geografía con una dedicación (en conversaciones, reuniones y sesiones presenciales y a distancia) de más de 600 horas a equipos y más de 400 horas a personas individuales dedicadas a la gestión de esos equipos.

Esto equivale en la práctica a haber acompañado en un año a una suma de unas 300 personas que tienen responsabilidad sobre unas 40.000 personas, tras viajar en más de 150 trenes (y alguna que otra docena de aviones), y dormir en varias decenas de hoteles y viviendas.

Por mucha humildad que quiera practicar, me he visto obligado a reconocer -y me ha costado hacerlo- que estos datos multiplicados por varios años hacen de mí uno de los facilitadores de cambio más experimentados en España. Excluyo de este recuento anual las conferencias, entrevistas, mesas redondas, desayunos y ponencias varias que en momentos muy puntuales he dado porque en mi opinión nada tienen que ver con acompañar el cambio.

En esta realidad asisto a personas que se enfrentan a situaciones de diferentes niveles de gravedad, desde la recuperación o el reflote de organizaciones a punto de morir hasta el trabajo con equipos de alto desempeño que quieren mejorar aspectos puntuales. Entre medias, conflictos relacionales, mal ambiente laboral, resistencias, falta de habilidades directivas o de gestión y pérdidas de foco.

Mi trabajo incide sobre todo en dos ejes: el relacional y el emocional. A través de diferentes modelos pedagógicos de acompañamiento (facilitación, mentoring o coaching) accedo a realidades que no son ni deben ser la mía. Hasta aquí la realidad que vivo a diario.

 

MI ACTITUD

Pero ninguno de todos los datos anteriores dice nada de lo que soy. Lo que soy es mi actitud ante esta realidad, es decir lo que hago con la vida que tengo.

Yo elegí la realidad que tengo, no me eligió a mí. Sin esta base, todo lo que voy a exponer carece de sentido.

Si hay una palabra que puede resumir mi modo de vida es la disciplina. Soy disciplinado con esa imagen del mundo y de las personas en la que creo. Vivo y trabajo cada minuto de mi vida para seguir creyendo en las personas.

Esto es lo que hago para hacerlo:

 

No soy Dios, elijo ser persona

No ser Dios significa ser vulnerable, imperfecto y terriblemente pequeño. Me encanta mostrarme así cuando tengo la mínima ocasión. Y cuando a veces me despisto e intento mostrarme fuerte, procuro engañarme solo a mí mismo y no a los otros.

No ser Dios implica que no puedes llegar a todo ni estar en todas partes. Hace poco le dije a un equipo uno de los grandes secretos de mi satisfacción personal en el trabajo: me lo pongo fácil. Yo no me comprometo a cambiar las organizaciones sino que me comprometo a acompañar el cambio que las personas a las que acompaño quieren para sus organizaciones. Esto, que es una declaración de humildad, lo es también de compromiso y de satisfacción.

No ser Dios implica que en las sesiones no estoy obsesionado con cumplir tal o cual escuela de coaching u otro tipo de acompañamiento, o en ser perfecto de acuerdo a lo que yo traía preparado, sino en ser fiel a la persona que tengo delante y a su necesidad. Llamo a esto Facilitación total.

No ser Dios implica que mi nivel de autoexigencia en términos de conocimiento sobre modelos, herramientas y teorías es siempre muy alto, al menos para luego poder relajarme en las sesiones y no estar preocupado porque me falten argumentos. Compro libros dos veces al mes y mantengo un buen ritmo de lectura (con unas 30-40 lecturas simultáneas que siempre acabo), hago un barrido mediante lectura transversal -y detallada si encuentro algo interesante- de algo más de 1500 artículos a la semana (la media de actualización de mi feed). Tener certeza de lo que hablo y solidez en mis conocimientos me ayuda a demostrar y defender ante otros que nada de todo esto es importante salvo las personas para la que trabajo.

No ser Dios implica en mi trabajo que ninguno de los modelos que empleo es más importante que las personas a las que sirvo. Las teorías las utilizo par adaptarlas, hackearlas o moldearlas a la realidad de las personas, no al revés. Si noto que lo hago al revés, procuro pedir disculpas. No soy fiel a gurús ni a escuelas, sirvo a personas reales que tienen problemas reales. A ellas soy fiel.

En mi caso no ser Dios implica ser una persona normal, con necesidades normales, que intenta comprender y conectar con otras personas normales aunque esto último que hago cada día sin duda sea algo extraordinario. Simplemente eso.

 

Me cuido generando hábitos saludables

Me sirvo a mí para poder servir a otros. Si no me sirvo a mí, no le sirvo a otros. La forma en la que me cuido hace que cuide bien de los demás y tiene que ver con hábitos sencillos que me ayudan a centrarme en las cosas que yo creo importantes (las personas a las que acompaño o la calidad de los instantes que vivo a diario). Por eso creo hábitos saludables para todo lo que creo que no es importante tanto como para lo que lo es. Pongo tan solo algunos ejemplos:

  • Ropa: Sigo siempre el mismo proceso para lavar, planchar y colocar la ropa. Tiendo la ropa de forma ordenada y evitando que se arrugue tras sacarla de la lavadora. Doblo los calzoncillos y los calcetines en el cajón de forma que luego pueda empacar mi mochila de viaje sin esfuerzo. Plancho frecuentemente para evitar grandes acumulaciones de ropa y porque me relaja mucho. No voy de compras sino que aprovecho mis espacios entre clientes para comprar ropa necesaria, a menudo incluso cuando estoy acompañado de ellos 🙂 He simplificado al máximo mi armario. No uso más de cinco pares de calzado (siempre cómodo para estar de pie mucho tiempo y caminar a gusto), dos colores de pantalón (claro u oscuro, siempre vaqueros), tres tipos de camisas (blanca, vaquera o azul) y dos colores de calzoncillos (negro o gris).
  • Viajes: Siempre viajo con una mochila impermeable negra de 51 x 31 x 16,5 cm con muchos compartimentos que me ayuda a tenerlo todo a mano. Incluso en viajes de 4 días, llevo solo esa mochila en la que he aprendido a maximizar el espacio y minimizar lo que necesito para mi trabajo y mi vida. Mi mochila contiene todo lo necesario para sentirme en casa en cualquier parte del mundo: artículos de higiene que me ayudan a sentirme limpio, ropa limpia ordenada que he aprendido a doblar sin arrugas, estuches con material de papelería listo para ser usado de forma rápida, gadgets tecnológicos que llevo para intentar ser productivo en los desplazamientos,… Además siempre procuro imprimir en formato passbook mis billetes de viaje para almacenarlos en mi teléfono y tenerlos a mano ahorrando tiempos de impresión en la estación o aeropuerto.
  • Hogar y oficina. Mi hogar es el lugar donde estoy en cada momento de mi vida. Nunca doy por hecho que voy a dormir en casa. Siempre tengo un plan que está en mi agenda pero si necesito desconectar y cambiar mi calendario, priorizo mi salud mental y emocional para que en todas y cada una de las sesiones yo esté a tope. Mi realidad es muy cambiante y a menudo tengo que estar preparado para lo que decida que necesito hacer en cada momento. No dar por hecho que dormiré en casa me ha ayudado bastantes veces por ejemplo en el último año a improvisar ganando calidad de vida al disfrutar de tiempo junto a la gente que quiero y aprecio. Ante la duda, siempre llevo conmigo mi cuaderno de sesiones. Mi oficina es mi teléfono móvil. Últimamente he incorporado un nuevo gadget que me ayudará  a tener más tiempo libre tras los viajes o sesiones y por tanto más salud emocional y mental propia.
  • Itinerarios: Siempre recorro el mismo camino desde casa hasta la parada de autobús que me lleva al comienzo de cualquier viaje. Al viajar tanto, he creado este hábito saludable que me permite comenzar siempre de la misma forma, como si fuera una persona más que va a trabajar a su oficina. Por el contrario trato siempre de disfrutar un poco las ciudades a las que viajo, cenando con gente o pidiendo gastronomía local.
  • Higiene mental y corporal: Me ducho por las mañanas con música, tardo mucho y lo disfruto, siempre lo hago después de afeitarme y haberme cortado el pelo (sí, me lo corto yo desde hace 17 años). Siempre digo tres veces GRACIAS antes de dormir esté en la parte del planeta en la que esté. Me lavo los dientes tres veces al día sin excepción, coma fuera o dentro de casa porque -repito- mi hogar es cualquier sitio donde soy. No conduzco, lo que facilita mucho mi salud física: siempre voy andando a todos los sitios, eso me permite mantenerme. En el metro sonrío. Si voy por la calle miro a la gente a los ojos.
  • Carga de trabajo: Solo trabajo con un equipo al día como norma con independencia de sesiones individuales o reuniones. Mis sesiones de equipo duran 4 o 5 horas y suelen ser muy intensas y repletas de contenido y reflexión. Me obligo a no forzar mucho la máquina más importante que tengo (mi cabeza). Además me obligo a intentar no tener más de 2 o 3 sesiones individuales al día, lo cual es una media de 4 a 6 horas. Siempre me levanto de la silla o el despacho entre sesiones y doy una pequeña vuelta o miro el teléfono buscando distraerme y desconectar. Esto me evita mucha contaminación mental o confluencia con las personas a las que acompaño. Además no dejo que el hecho de llevar veinte o treinta días sin publicar un artículo me agobie. Porque eso no es tan importante como mi labor diaria, es tan solo un añadido necesario. En definitiva, todo gira en función de un solo objetivo: que cuando yo esté en las sesiones, tenga toda mi plena atención en la persona y en el momento, como decía el maestro Tsunetomo en la cita que encabeza este artículo. Esa es la única prioridad en mi trabajo.
  • Relaciones personales: Solo paso mi tiempo libre con aquellas personas que verdaderamente quiero ver o conocer, de las que quiero disfrutar. Si siento que no es el momento para alguna de estas tres cosas, simplemente sigo el consejo de mi corazón y me dejo guiar por su criterio (hasta ahora no me fue nada mal). Todos los días hablo o escribo mensajes con algún amigo o amiga. Procuro siempre preocuparme y preguntarle por él o ella y por su vida. A veces mando mensajes de ánimo a personas a las que admiro. Lo hago sin motivo especial más allá de acordarme de ellas. Siempre escribo en un foro de amigos de toda la vida que tenemos en whatsapp y leo al menos dos veces al día las novedades del grupo (alguien ha tenido un hijo o un sobrino, han quedado, las fotos, etc…) Esto me ayuda mucho a sentirme conectado a ellos. No es que siempre tengamos de que hablar, es el simple hecho de estar ahí y hablar. El hecho de que mis decisiones giren ahora en torno a la necesidad de mejorar aún más mis relaciones personales, me dice que mi salud emocional y mental no solo no se resiente con mi trabajo sino que aumenta.
  • Tiempo libre: En mi caso el concepto de tiempo libre es muy relativo. Tengo mi propio negocio y elijo a qué dedico todo el tiempo de mi vida, luego todo mi tiempo en estos términos es completamente libre. Esto quiere decir que todo lo que hago lo hago porque quiero hacerlo e invertir mi tiempo en hacer eso. Esta perspectiva me ha ayudado a centrar mucho mis esfuerzos y a aumentar mi foco. Logro más cosas y mejor porque tengo propiedad sobre mi tiempo. Duermo cinco horas y media como mínimo. Estoy aprendiendo desde hace un año a comer despacio. Me gusta tomar cervezas con mis amigos y hablar de cosas mundanas y reírnos, soy muy sencillo en este sentido.

 

No dejo que nada me interrumpa

Estoy mejorando el mundo y no dejo que nada me interrumpa si estoy centrado en algo que tengo que concluir. Incluyo ladrones de tiempo como el teléfono, la televisión o las alertas. Solo hago excepciones si estoy bajo de tono o de motivación y necesito una noticia agradable que me alegre el día. Estos días no son muy frecuentes pero a menudo llegan y en esos momentos eligo empaparme de mensajes y personas que me sumen para recuperar mi ánimo, más allá de las tareas que tenga pendientes.

Mi teléfono está siempre en silencio por norma. No recibo alertas de correos, consulto las cuentas de correo solo cuando yo lo decido.

Priorizo mi salud mental a la burocracia necesaria asociada a mi trabajo. Es por ejemplo muy conocida, advertida y aceptada por mis clientes mi costumbre de tardar de media entre 15 y 40 días en entregar informes o documentos con el material trabajado en sesiones, porque priorizo mi salud mental y emocional antes que la redacción de documentos. Creo que este hábito ayuda más a mis clientes a contar con un profesional oxigenado, fresco y atento en las sesiones que el contrario.

 

Cuando hablo, atiendo y mido lo que digo

Cuido mi lenguaje. Una de las corrientes en las que me formé de forma autodidacta es la corriente ontológica, muy relacionada con la construcción de lenguaje y la influencia de éste en nuestra vida. Creo profundamente que lo que decimos nos determina. Pongo algunos ejemplos:

  • Cuando alguien me pregunta algo sobre mí -cualquier cosa- siempre añado las palabras «De momento» a mi respuesta. He cambiado tres veces de profesión, he tenido 7 parejas, he vivido en 6 casas y he estudiado algo más de 6 disciplinas científicas sociales. Me han pasado y he hecho que me pasen tantas cosas en mi vida, que solo estoy convencido de que la vida es puro cambio. Por eso suelo responder «De momento» a todas las preguntas. Esta actitud me habilita a tres cosas: tener una mentalidad abierta capaz de abrazar nuevas realidades, no agarrarme a estados o creencias; dar la oportunidad de cambio a aquellas personas que la necesitan (incluido yo). Aunque suene cómico, lo hago en toda ocasión. Ejemplos: -¿Necesitas algo? – De momento no; – ¿Eres cirujano? -De momento no; -¿Entonces tú debes de ser psicólogo? – De momento no; -¿Tienes hijos? – De momento no; -¿Has estado en Oviedo alguna vez? – De momento no; -¿Crees que podemos sacar adelante esta empresa? -De momento sí; -¿Crees que debemos apostar por este equipo? – De momento sí. Se que muchos taxistas flipan conmigo, pero nos lo pasamos siempre bien en las conversaciones. Solo hago dos excepciones a este hábito. Cuando me preguntan si creo en las personas y cuando me pregunto si lo que creo que voy a decir es más importante que lo que quiere decir otra persona a la que acompaño. En el primer caso respondo siempre SÍ. En el segundo caso me respondo siempre NO.
  • Cuando hablo procuro hacerlo en primera persona recordando que no soy portavoz de nadie ni expongo verdades universales sino solo mi opinión o sentimientos. Esta destreza asertiva que he entrenado durante años me ayuda a conservar perspectiva y a restar importancia a mi discurso para permitir sumar a otros. No hablo para tener razón sino para tener paz. He insistido mucho en esto en varios artículos anteriores.
  • Para hablar correctamente, escribo, leo y escucho. Algunas personas quieren comunicarse bien sin apenas leer o sin mantener conversaciones ni enriquecer su vocabulario. Creo que esto es imposible. El vocabulario activo de una persona está integrado por unos pocos centenares de palabras. El vocabulario pasivo (aquellas palabras que conoce y no utiliza) por unas 10.000 palabras. Pude comprobar esto hace poco: Cuando conviví con los nómadas, aprendí unas 150 palabras de mongol de uso diario sin añadir gramática con las que me comunicaba perfectamente con ellos. Leo filosofía, psicología, historia, cuentos, artículos, poesía, dirección de empresas, carteles, champús, lo que sea… Y también escribo en piezas de papel que encuentro en los hoteles o que redacto en tránsitos de autobuses, trenes, aviones, estaciones…
  • Cuando hablo, mido el compromiso que supone lo que digo. Si hablo, mido la intensidad, la duración pero sobre todo el significado de mis palabras en términos de compromiso. No me comprometo a algo que no puedo cumplir.
  • Reconozco el valor de la mentira y del silencio. Incluso si me arriesgo a que la personas que tengo delante se ofenda, elijo decir la verdad. Si usted me pregunta cómo se cual es la verdad, yo solo escucho mi corazón y el corazón del resto de personas. Esa es mi única verdad. Pero creo en las mentiras piadosas, en pequeños enmascaramientos de verdad (omisiones, ocultaciones, pequeños cambios de palabras) que ayuden a crecer a otros y me ayuden a crecer a mí. También creo en el silencio y ejercito el extraordinario poder de estar callado si no tengo nada interesante, útil o apropiado que decir.
  • Si estoy hablando con una persona, elijo prestarla atención solo a ella. La dispersión y la falta de foco provocada por la hiperconectividad me mata e intento combatirla a diario con este hábito. En cualquier pequeño hueco que tengo, incluso entre clientes o entre ciudades. Cualquier momento es bueno para mejorar la realidad de mis clientes.

 

Valoro lo que hago

… porque es todo lo que soy y lo que soy es lo único que tengo, como creo y reza en cada uno de mis perfiles en redes sociales. He aprendido a relativizar la vida y las posesiones que en uno u otro momento tenemos. Nada salvo lo que soy con respecto a otros es ahora importante para mí. Nada salvo lo que trabajo cada día por mejorar requiere mi atención. Cada personas que acude a mí, se necesita. Y yo estoy ahí para acompañarla. Esa es mi vida, esa es mi vocación.

 

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Si necesitas ampliar detalles sobre acompañamiento de personas, aquí comparto contigo algunos recursos:

Claves para la gestión del cambio en las personas, en el blog de META4

Cómo liderar el cambio cultural, en este mismo blog

12 lecciones para el acompañamiento de personas, en este mismo blog

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Mi vida en Mongolia: 6 lecciones que aprendí de los nómadas del desierto y de la estepa

Mi vida en Mongolia: 6 lecciones que aprendí de los nómadas del desierto y de la estepa

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«Pero sucedió que el principito, habiendo caminado largo tiempo a través de arenas, de rocas y de nieves, descubrió al fin una ruta. y todas las rutas van hacia la morada de los hombres»

Antoine de Saint-Exupéry, El principito, Cap. XX

 

Durante casi un mes he convivido con familias nómadas del desierto del Gobi y de la estepa de Mongolia. Mi intención era experimentar plenamente sus costumbres y condiciones de vida. Esta experiencia me ha permitido conocer la cultura centenaria de los herederos del imperio más extenso de la Historia. Personas llenas de vida y paz; pastores disciplinados de ovejas y de cabras cuyas cicatrices en la cara y en las manos replican las zanjas y ríos de su tierra en una suerte de mapa corporal de su destino, ganaderos adustos de yaks y de camellos cuya fuerza brota cada mañana y descansa en paz rodeada de estrellas en la noche, domadores y jinetes envidiables de caballos con apenas ocho años de edad; niños, hombres y mujeres aguerridos que viven en condiciones extremas bajo uno de los cielos más bellos del planeta: /tingir/.

El texto que usted lee, lector o lectora, recoge las lecciones de vida más destacables que me fueron regaladas durante la inmersión de aprendizaje más intensa que he vivido hasta el momento.

 

1) LA VIDA OCURRE SOLO AHORA

Cuando uno está  en medio de las montañas o en mitad del más árido desierto y ve cómo las personas son capaces de llevar una vida plena, enseguida se da cuenta de que la vida ocurre solo ahora y de que la felicidad no consiste en esperar nada sino en aceptar lo que nos ocurre y abrazarlo para poder disfrutarlo o superarlo. Sea lo que sea. En occidente no podemos comprender cómo algo que ocurre de repente deja de ocurrir. Aparentemente no mueren solo los seres vivos sino también todo lo que les alimenta. De repente mueren los sentimientos de una a otra persona, mueren los momentos y mueren las acciones. En algún momento vemos que algo deja de existir, nos creemos que ocurre de un momento a otro, estamos convencidos de ello porque tomamos el pulso a una persona o una emoción una noche y al día siguiente no tienen pulso la persona o la emoción. Creemos por ello que esa persona o emoción o realidad mueren de repente y sentimos dolor y abrazamos el sufrimiento de perderla. Pero en verdad todo esto es solo nuestra sensación…

Acompañando a muchas personas, equipos y organizaciones durante estos años he visto como todos ellos suelen negar que las cosas lleven ocurriendo desde hace tiempo. Casi todos consideran que hay algo que ha ocurrido de repente y que por ello una acción puntual (un sencillo taller o un mero curso) pueden revertir la situación. Pero nada de esto es la realidad. En verdad, lo que se ha gestado durante tiempo, también tarda en desaparecer un tiempo.

En el desierto he aprendido a comprender esto. El desierto es el espacio del desierto pero también es a la vez el tiempo del desierto. En ese tiempo y ese espacio en el que aparentemente no ocurre nada, todo pasa. Muchas tardes tras honrar a mis anfitriones en su tienda, almorzar con ellos varias piezas de cabra y arroz e hidratarme, tomaba una mochila plegable y la llenaba de víveres, agua y un impermeable. Acto seguido me adentraba en el desierto para caminar durante horas pertrechado de unas sencillas sandalias, una camiseta y un pantalón corto. Por el día es fácil perderse en el desierto si uno no memoriza o anota puntos de referencia durante el camino que le ayuden a desandar sus pasos. Así lo hacía. No tardaba en encontrar cadáveres de animales y de rodillas ante ellos a menudo los tocaba intentado imaginar su pasado. En realidad el desierto no es un paisaje, es un testimonio. Memoriza pruebas que muestran el ciclo de la vida. Cada pequeña planta y cada esqueleto, cada piedra, son argumentos visibles de la vida y de la muerte.

La conexión de los nómadas con esta realidad es absoluta. Incluso en uno de los más adversos entornos del planeta, la vida y la muerte se abren paso. Los nómadas creen verdaderamente que todo pasa y todo llega cuando tiene que pasar y llegar. Pero también viven como si la vida solo ocurriera ahora, aquí, en este momento, en el momento que bebes esa taza de leche de camello, en el momento que juegas a las tabas con ese grupo de niños, en el instante en el que echas la vista atrás y ves tu cabaña a lo lejos diminuta, o en el momento en que uno de los nómadas se aleja hacia el pozo en busca de más agua. Por eso viven cada momento con ilusión y uno puede verles sonriendo la mayor parte del día. No hay más. Eso es sencillamente todo. El maestro Csikszentmihalyi llamaría a todo esto Fluir. Ellos lo tienen, créanme que lo tienen. De modo que una persona digna y admirable no es una persona llena de un pasado glorioso o de un próspero futuro, no es una persona llena de cosas que ha hecho sino una persona cuyo valor se cifra en la vida que contienen las cosas que ahora mismo hace.

 

2) UNA PERSONA ES SOLO LO QUE HACE

Hace poco una persona a la que acompaño realizaba el cierre de su sesión de la siguiente manera: «Hoy he aprendido que juzgamos a los demás por sus hechos y a nosotros mismos por nuestras intenciones, y creo que todo esto es injusto y tengo que cambiarlo en mi vida«. Sirva este aprendizaje de preámbulo a esta gran lección…

Por el día el tiempo se detiene en el desierto y el sol (/nar/) aplica su caricia firme sobre la faz perpetua de la piedra y de la arena. Por la noche uno puede encontrar su recompensa tras el trabajo. Después de apagar la luz y honrar a los antepasados en el pequeño altar que viste cada casa, basta tan solo con tumbarse sobre el edredón duro del suelo y mirar a través del toon, la rueda budista del eterno ciclo de la vida, para sentirse muy pequeño bajo el manto azul e intenso de constelaciones y de estrellas.

La mayoría de las familias nómadas cuentan con motocicletas chinas con las que acuden a visitar a sus vecinos en tiendas que a menudo están a kilómetros de distancia. Estas distancias entre una y otra tienda permiten que los escasos pastos que surgen de la arena sean aprovechados por el ganado de unos y de otros sin necesidad de que los camellos o las cabras pasen hambre. Estas motocicletas suelen pincharse en mitad del desierto, por lo que el conductor suele llevar una llanta de repuesto que debe ser continuamente arreglada con pegamentos baratos y parches. En una ocasión mi hermano en el desierto, de apenas unos trece años, tenía que arreglar la llanta de la motocicleta que utilizaba un anciano, de modo que cogió un poco de agua y buscó el pinchazo junto a una amiga de una tienda cercana. La amiga quiso participar y aprender. Yo les observaba mientras me cortaba las uñas cerca de la entrada a la tienda (/haalga/). De repente la chica aplicó el pegamento de una forma incorrecta. Entonces él le sonrió y le dijo «No es así, déjame enseñarte». La chica le dijo que solo pretendía ayudar. Él le sonrió y le dijo «Esta llanta no se arreglará por lo que tu pretendas, sino por lo que tu hagas».

 

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3) EL RECONOCIMIENTO ES SIEMPRE NECESARIO

Una mañana tras lavarme la cara y cambiarme de camiseta yo estaba tumbado en la tienda leyendo historias zen del maestro Dogen. De repente entró mi hermano en el desierto y me dijo «/Dábit/» e hizo un gesto para que le acompañara. Incluso en los momentos en el que algún malestar de estómago me aquejaba durante el viaje, yo nunca decía que no a ninguna invitación a la aventura, de modo que me fui con él. Tras andar uno kilómetros llegamos a un redil donde había centenares de cabras y estaban dos familias que yo ya conocía marcándolas y vacunándolas. Me invitaron a entrar dentro para colaborar. Aquel día doblegué y marqué unas cien cabras para poder vacunarlas. Estuvimos horas haciéndolo. Cuando digo que estuvimos horas, hablo de unas cuatro o cinco horas cogiendo a cabras por los cuernos, echándolas al suelo, marcándolas y vacunándolas. Al término de la tarea yo tenía callos en las manos y toda mi ropa estaba llena de pintura. Sonreía y hacía reir a los demás simulando que yo también me marcaba mientras trabajábamos todos sobre un suelo de heces y de orín de cabra. Durante todo ese proceso de horas, cada vez que yo doblegaba a una cabra, repito -cada vez que lo hacía- aquel chico me miraba y subiendo el pulgar hacia arriba me decía «/mas sain, dábit/». Quería decir, «muy bien hecho, David». Y yo me sentía muy bien y seguía.

Mi jefa en el desierto para la labor de llevar al redil las casi cuatrocientas cabras era una niña de cinco años que me acompañaba siempre. Estaba altamente capacitada para ese trabajo y tan solo la ayudábamos dos niños más y yo. El trabajo era algo sencillo: llevar a todas las cabras al redil sin perder ninguna por el camino. Para ello existían varias estrategias. A veces yo hacía cosas mal y ella me miraba sonriendo y me decía «/moo, Dábit/» que significaba «mal, David». Otras veces, cuando me venía arriba y hacía las cosas bien, ella me miraba igualmente sonriendo y me decía «/mas sain, dábit», «muy bien, David».

Todo esto que acabo de narrar es  más de lo que la mayor parte de directivos saben hacer por sus empleados.

 

4) EL COMPROMISO ES PUENTE ENTRE PERSONAS

Mi hermano mongol en las montañas tenía unos catorce años. Mi quinto día en la estepa, el chico de repente se levantó tras intercambiar unas palabras no más de un minuto con sus padres, se vistió con el deer, me saludó y salió apenas sin inmutarse. De repente mi traductor corrió a mí y me dijo que se iba con parte del ganado a un viaje de tres días entre las montañas para intercambiarlo por caballos. Ese gesto mínimo había sido toda su despedida. En Mongolia no existe más afecto que responsabilidad propia. Salí corriendo, le regalé algunas pastillas de chocolate, y le dije que le esperaría hasta su regreso. Hice un gesto de respeto y él me respondió con el mismo deseándome una feliz estancia.

A los pocos días volvió con varios caballos. Le acerqué un cazo de arroz con carne de cabra y leche de yak. /eez/, madre en mongol, nos había preparado un guiso. Le miré y le dije «Bienvenido» en mongol. Sonrió. Nadie le dio las gracias por hacer su trabajo. Porque esa era su vida y esa era su familia. Él simplemente tenía que hacer eso, es su compromiso y su deber. El hogar de esta persona no es una propiedad fija sino su honestidad propia. Recuerde, lector o lectora… catorce años, solo tenía catorce años.
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5) MENOS ES MÁS

Tres anécdotas me hacen aprender la lección de que la cantidad nunca es calidad.

La primera de ellas es mi reto personal de realizar este viaje de un mes tan solo con nueve kilos de equipaje en una mochila con unas dimensiones menores a las admitidas por los aviones como equipaje de cabina. Nunca me faltó nada y pude vivir con lo justo centrado en el momento. A las dos familias y a mi traductor les llamó la atención la poca ropa que tenía siendo occidental, pero en cierta medida me ayudó a ser uno más de ellos durante mi estancia. Lavábamos juntos la ropa y compartíamos las mismas necesidades. Eso nos hizo congeniar muy bien.

La segunda anécdota corresponde a mis días en el fértil valle de Orkhon. En la estepa, completamente verde y poderosa, me acogió una familia con tres hijos que vivían en una tienda mínima repleta solo de lo absolutamente necesario. Dos mochilas mínimas eran toda la ropa de los cinco miembros para el invierno y el verano. Pude comprobar también que tenían solo los enseres y menaje de cocina necesarios, de modo que siempre había que lavarlos para volver a comer. Al tener poco espacio en la tienda, la familia al completo decidió dormir en el suelo para cederme como huésped un camastro de madera donde dormí mis noches en el Norte, a menudo con algo de miedo por los lobos.

La tercera anécdota tiene que ver con las relaciones humanas que genera tener pocas cosas y las relaciones humanas que genera tener muchas cosas. escasez de agua en el desierto. Mi familia en el desierto tenía un lavabo improvisado con bidones cortados y un pequeño grifo que nos ayudaba a asearnos mínimamente. A menudo el agua se acababa y esto hacía que alguien tuviera que ir a por ella. Varias veces fueron a por agua para que yo pudiera lavarme los dientes o asearme. Estaban acostumbrados a cuidar unos de otros sin cuestionar la obligación de hacerlo. Por otro lado, siempre que comíamos tanto en las montañas como en el desierto, todos compartíamos todo porque había poco y esto nos animaba a ser más solidarios y generosos los unos con los otros. Además cuando jugaba con los niños, éstos no tenían más juguetes que los improvisados con partes viejas de coche o enseres de cocina. Esto les ayudaba a ser más creativos y a improvisar juegos e imaginar que los objetos cobraban vida. Un simple cazo de agua era para ellos una catarata que les hacía reír y mojarse a unos y otros. A la vuelta a occidente, en el aeropuerto de Moscú observé cómo un niño jugaba con un móvil, no se movía ni emitía palabra alguna, estaba hipnotizado. Cuando llegué a España vi a varios niños discutir por quien tenía el mejor juguete, ninguno de ellos quería compartirlo. No tengo mucho más que decir de todo esto.

Si usted quiere ampliar el conocimiento sobre el poder inmenso de MENOS ES MÁS, puede ampliar detalles aquí.

 

6) EL PODER DEL SENTIDO DEL HUMOR ES UNIVERSAL

Muchas personas me han preguntado cómo me entendía con los nómadas. Algunos me decían «Ah, no recordaba, llevabas un traductor» Lo cierto es que el ochenta por ciento de mi viaje yo viví sin mi traductor al lado. Dashka a menudo se echaba largas siestas y yo quería vivir mi viaje por mí mismo, así que hice los esfuerzos necesarios para aprender su cultura y su idioma y logré memorizar unas ciento cincuenta palabras que llevaba anotadas en papeles y repasaba cada noche. Con ellas y con mi sonrisa y mis gestos, construí relaciones enriquecedoras de respeto que me ayudaron a no volverme loco en el desierto y a no tener un solo instante de aburrimiento en las montañas. Esto ocurre porque realmente hablábamos siempre el mismo lenguaje aunque tuviéramos idiomas diferentes. Ese lenguaje era el sentido del humor. De mí hacia ellos. De ellos hacia mí.

Yo les hacía reír riéndome de mí mismo y mis costumbre europeas y ellos se sentían respetados cuando yo vivía y hacía lo que hacían ellos. Todos vivíamos mi aprendizaje y nuestra convivencia con mucho sentido del humor. A menudo enseñaba juegos de manos a los niños y niñas, o jugábamos a la pelota y yo me comportaba exactamente igual que si estuviera en casa. Precisamente por ello, porque me veían comportarme como si estuviera en casa, ellos nunca se sintieron agredidos por mi cultura.

Si mi padre en las montañas se iba a pasear con las manos a la espalda, yo hacía lo mismo. Si mi madre en las montañas se iba a ordeñar, yo la miraba para aprender y luego me sentaba a ordeñar con ella. Cuando cocinaban, yo preguntaba qué animal había ese día en la comida y por mucho que no me gustara, yo comía y bebía lo que me daban. Porque siempre se quitaban el mejor bocado para dármelo. A veces yo ponía caras algo cómicas y ellos se partían de risa. Mi abuelo en el desierto siempre bromeaba conmigo y mi falta de gusto por los ojos y lengua de cabra. También le hacía gracia que me afeitara a diario y me decía «Ahora comprendo por qué tu barba es así y yo no tengo». Y yo simulaba que le afeitaba a él y reíamos.

En varias ocasiones habría herido los sentimientos de mis dos familias si no hubiera hecho uso del sentido del humor en el momento. Solo por poner un ejemplo, para entrar a una tienda nómada si eres invitado es siempre obligado entrar por la izquierda y con la mochila en la mano y no en la espalda como símbolo de respeto hacia el anfitrión. Varias veces lo hice mal pero todas ellas, hacía luego el payaso y salía y volvía a entrar correctamente. Entonces todos se reían y entendían que no era una falta de respeto y me decían «Eres un desastre, David».

 

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