por David Criado | Ene 24, 2023 | ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO
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“No hay verdad más profunda que la vida”
maestra Raquel Lanseros
En este artículo trataré de sentar las bases del acompañamiento al cambio como disciplina y expondré de manera ordenada los diferentes oficios y vocaciones asociados. Hablaré a partir de ahora de la disciplina del cambio y la disciplina del acompañamiento al cambio indistintamente refiriéndome siempre a una misma idea. Pretendo aproximar de manera ordenada al no iniciado a una disciplina en la que he desempeñado diferentes roles y oficios durante todos estos años. Mi aproximación al mundo del cambio intenta ser ilustrada y abierta, por lo que compartiré los fundamentos del acompañamiento al cambio desde esta mirada. Además ayudo a mejorar la realidad de otros en un entorno concreto, el mundo empresarial y laboral, y esto influirá en todo cuanto hoy compartiré.
El mayor enemigo siempre es la confusión. Con criterio, foco y tranquilidad de espíritu, créeme, todo es posible. Las antiguas calzadas romanas incluían rodaduras a varios metros de distancia del empedrado. Cumplían una triple función: Alertaban de asaltos imprevistos, impedían el acceso de vehículos no controlados y favorecían una visión panorámica del terreno. Es una verdadera pena -y una suerte bastante divertida- que la vida no sea como las calzadas romanas y a menudo los caminos a recorrer no sean tan claros y eternos como aquellos.
Sirva este artículo para proponer una organización tentativa del mundo del acompañamiento al cambio, un terreno lleno de caminos y abordajes a menudo desconcertantes para quien se aproxima a ellos, un cosmos profesional tan diverso y lleno de matices en el que a menudo resulta complicado manejar un mismo lenguaje y unas mismas bases o referencias. Ojalá este texto contribuya a poner claridad donde todo el mundo siembra confusión.
Este artículo tendrá los siguientes apartados:
- La disciplina del cambio
- Oficios, ámbitos y enfoques de cambio
- Roles en un proceso de cambio
Comenzamos.
LA DISCIPLINA DEL CAMBIO
Mi comprensión del cambio es extemporánea, anómala e infrecuente. Para el resto del mundo el cambio es un concepto abstracto y genérico, para mí el cambio es un concepto universal concreto que ha sido estudiado durante siglos por una enorme cantidad de maestros, escuelas y saberes. A mis ojos el cambio es una realidad fenoménica, esto es, una estructura de la experiencia humana que es universal y continua. Dicha estructura por tanto se repite una y otra vez a lo largo de la historia cultural humana, de la propia vida de cada persona (y organismo) y se manifiesta en todo tipo de interacciones observables de las que siempre es posible extraer aprendizajes.
Desde un punto de vista descriptivo, el cambio se concreta en el tropos del viaje en su doble vertiente físico-biológica de movimiento entre lugares, realidades o estados (la visión de Heráclito), y épico-cultural de aventura exploratoria o afrontamiento de lo desconocido (la visión de Homero). Dos formas conceptuales del cambio son el acto de la transición (personal, social, política) y el proceso de la metamorfosis (a partir de la cual un organismo muta o se transforma en otro dotado de nuevas características y habilidades). De estas primeras aproximaciones al cambio podemos ya deducir que la apreciación sensitiva y la traducción intelectual del cambio se han venido realizando durante siglos a través de las diferentes artes líricas, escultóricas o arquitectónicas que todos conocemos. El cambio además ha sido el eje central del estudio de todo el pensamiento religioso desde sus orígenes y ha ocupado cientos de miles de páginas en la obra de grandes mentes filosóficas y científicas de todo tiempo. Como práctica, la disciplina del cambio está así íntimamente ligada al estudio y el aprendizaje sistemático de la propia vida y ninguna persona puede disociarse o abstraerse del cambio porque siempre es parte de él. En este hecho innegable reside la tremenda utilidad que tiene el estudio de los principios, procesos, dinámicas y comportamientos del cambio.
Como experiencia universal concreta, la disciplina del cambio es una disciplina transversal que actúa como catalizador natural de disciplinas de estudio verticales o tradicionales. En el oficio de acompañamiento al cambio en el que desempeño mi actividad desde hace años (la facilitación del cambio cultural y significativo de empresas) caben por ejemplo consultores estratégicos, consultores sistémicos, expertos en complejidad aplicada, apóstoles metodológicos, psicólogos sociales y/o organizacionales, psicoterapeutas sistémicos, antropólogos sociales y culturales, sociólogos de la empresa, filósofos morales y/o políticos, filósofos de la complejidad, biólogos y ecólogos de sistemas, físicos de sistemas,…
Sin entrar en muchos detalles y para entender por qué nos cuesta tanto articular, comprender y aceptar el cambio como una estructura de experiencia humana ineludible, es necesario comprender una divergencia histórica que ha marcado por completo la evolución de la Historia humana. Hace 2500 años como Humanidad tuvimos 2 opciones: Podíamos elegir la mirada idealista eléata (que luego normativizó Platón) sujeta a la comprensión de la vida desde la conquista de una verdad inmutable y fija, en una continua búsqueda de lo eterno y lo perfecto, cediendo la responsabilidad vital de nuestra experiencia a construcciones ideales colectivas e ideologías en continuo conflicto reactivo ante el cambio, que frecuentan lo que el maestro Levinas diagnosticó como la violencia de quien aspira sin descanso a la totalidad. O podíamos elegir un camino bien diferente: la mirada de la aceptación de Éfeso sujeta a una verdad fluida y mutable, apreciativa de las pequeñas cosas, fiel a la continua investigación y estudio de lo contingente, comprometida con la autocrítica y la asunción de responsabilidad propia, renuente a esa aspiración obsesiva hacia la trascendencia y la totalidad. A lo primero le dedicamos 2300 años. En lo segundo llevamos solo 200. Y se nota.
Ni qué decir tiene que la disciplina del cambio, como cualquier otra disciplina, está vinculada a las ideas de esfuerzo, desempeño y maestría. Esto quiere decir que se puede abordar de manera sistemática y ordenada el estudio y la práctica del cambio. Una panoplia enriquecedora de disciplinas y saberes pueden reunirse en una síntesis ordenada de conocimiento susceptible de ser empleada para fines y aplicaciones prácticas muy diversos. Denomino maestros del cambio a personas de campos y andamiajes intelectuales muy diversos que se dedican profesionalmente a ámbitos como la arquitectura, el pensamiento político, la filosofía moral, la psicología, la sociología, la historia, la antropología, el pensamiento empresarial,…
Suelo hablar, seguir y dialogar con personas de todos estos ámbitos dado que todas ellas suman y contribuyen a la disciplina del cambio desde sus respectivos abordajes. Quizás esta sea una cualidad esencial del cambio: carece de fronteras, porque por su propia naturaleza se define mejor en la dinámica de proceso vivo que en la dinámica estática de origen y resultado. Así, como universal concreto, el cambio se presta a encontrar fuentes de referencia y anclajes en una gran variedad de disciplinas útiles para poder acompañar todo proceso de cambio desde la experiencia y aprendizaje acumulados a lo largo de la Historia del pensamiento humano, desde la realidad atendida y desde la propia experiencia vital del profesional o agente de cambio.
Como disciplina, el cambio abarca desde la transformación de la realidad de una persona hasta el cambio sistémico de grandes realidades colectivas, desde el cambio de una sola persona al cambio de un vecindario, una ciudad, una empresa o una sociedad entera. La creación de una escuela de aprendizaje continuo como TRAINING DAYS Academy ha estado siempre íntimamente relacionada con este entendimiento abarcativo del cambio.
OFICIOS, ÁMBITOS Y ENFOQUES DE CAMBIO
Es un profesional del cambio toda persona que tiene como eje central de su actividad profesional el acompañamiento de cambios conscientes, intencionales o deseados de personas a las que guía con apoyo de su conocimiento y experiencia; que además honra el rigor intelectual y el trabajo de los profesionales de las ciencias y humanidades de las que se nutre; y que por último posee un compromiso honesto de servicio con las necesidades reales de las personas a las que sirve. El cambio, es decir la transformación de una realidad en otra, puede acompañarse desde disciplinas muy diversas. Más allá del papel que cada uno quiera jugar desde la defensa de su mirada y aproximación o desde la aproximación disciplinar de colegios profesionales y académicos, considero necesario ampliar nuestra mirada y entender el cambio desde una perspectiva multidisciplinar en la que los límites del servicio quedan fijados por una deontología profesional compartida y la suma de los aprendizajes derivados de la práctica y el diálogo interdisciplinares.
LOS OFICIOS DEL CAMBIO: He querido ofrecer una organización gráfica que te permita ordenar ideas sobre los diferentes oficios y vocaciones de cambio. Una primera aproximación a la disciplina del cambio tiene que ver con la duración y el alcance de los diferentes servicios prestados. Hablo en definitiva del nivel de expectativa que puede tenerse de cada profesional y del despliegue de habilidades concretas para cada uno de los oficios. Todo ello es tremendamente importante para los contratantes del cambio que deben evaluar el tiempo y esfuerzos que quieren invertir en su cambio:
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Además del alcance y la duración de los diferentes oficios y vocaciones del cambio resulta muy útil entender sobre qué ámbito de cambio (cultura, personas o procesos) se proyecta cada práctica. Dado que todas las vocaciones caben y son necesarias, es bueno distinguir para qué nos resulta útil cada una de ellas y qué podemos contratar.
CULTURA: Para entender qué es la cultura de una organización o un grupo de personas es necesario estudiar disciplinas que nos dotan de conocimiento sobre lo simbólico compartido y lo colectivo instrumental. Entre ellas destaco sin duda la antropología, la sociología, la filosofía y la historia. En otros artículos ya definí qué es la cultura de una organización y la manera de comenzar a liderar un cambio cultural en tu organización. Esta casa que es la tuya alberga decenas de artículos sobre cambio cultural porque es precisamente el oficio al que más nos dedicamos en vorpalina dentro de la disciplina del acomopañamiento al cambio.
PERSONAS: El acompañamiento al cambio desde el ámbito de trabajo de las personas es un terreno rocoso y arduo de trabajo que requiere amplias dotes de paciencia y fe en el ser humano. No solo se trata de tener conocimientos para trasladar o desatascar situaciones, también es una cuestión de conformación del carácter que es indisociable de un buen servicio en estos ámbitos. El cambio desde el trabajo programático con personas incluye oficios como el acompañamiento individual, el de grupos, las convivencias o eventos puntuales de aprendizaje o el enfoque de consultoría artesana a medio caballo entre el QUÉ con foco en los procesos y el CÓMO con foco en las personas. La red de consultoría artesana es un complemento y una alternativa al modelo de consultoría estándar que practican las grandes consultoras y que resulta a menudo útil en el campo de los procesos pero debastador en el de las personas. En mi caso particular durante mis primeros 10 años de carrera trabajé en éstas últimas y durante los últimos 10 años he abrazado el enfoque artesano que puedes conocer aquí.
PROCESOS: El acompañamiento al cambio de procesos es el que cuenta con más trayectoria histórica en la disciplina del cambio y tradicionalmente ha sido denominado Gestión del cambio por el pensamiento empresarial. A este ámbito pertenecen las diferentes fiebres y modas de servicio empresarial que se han ido sucediendo, desde la calidad, a la innovación, a la responsabilidad social corporativa. Por otro lado las master class, conferencias, formaciones o facilitaciones puntuales han existido desde siempre e incluyen un oficio, el del asesoramiento puntual o esporádico por parte de expertos que tiene una peculiaridad interesante en mi opinión: un buen experto asesor debe ser muy buen en su ámbito pero a la vez -como veremos- tener un enfoque integral y en perspectiva que le permita ver el bosque más allá de los árboles que él controla. Lo se bien porque durante muchos años realicé este oficio.
Resumamos todo lo anterior en este gráfico:
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ENFOQUES DE ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO: Los diferentes oficios y vocaciones del acompañamiento al cambio pueden también clasificarse de acuerdo a 3 formas de aportar valor al cliente que suponen enfoques diferentes respecto a la realidad a la que sirven.
En primer lugar tenemos a profesionales cuyo valor reside en aportar un enfoque específico-técnico que da luz a los detalles que se atascan o permanecen oscuros en un cliente. Trabajan cambios desde la precisión y con arreglo a retos concretos desde sus respetivas especialidades o disciplinas verticales.
En segundo lugar encontramos a profesionales cuyo valor diferencial está relacionado con su enfoque relacional-efectivo muy centrado en lo humano, personas en definitiva que conectan con otras personas y les ayudan a satisfacer sus necesidades desde la orientación profesional.
En último lugar nos encontramos quienes habiendo realizado uno o más de los oficios anteriormente mencionados a lo largo de nuestra carrera, ofrecemos una aproximación al cambio desde un enfoque integral y en perspectiva capaz de sintetizar, contextualizar y responder a grandes retos complejos y pequeños detalles. Defiendo que a este último enfoque se llega -si es que se decide llegar a él como profesional- desde los otros 2 enfoques y desde una experiencia dilatada acompañando el cambio durante años. A mi entender resulta imposible acompañar el cambio cultural, sistémico o complejo de ninguna realidad o colectivo sin haberse batido el cobre y tenido amplio bagaje en alguno o varios del resto de oficios.
En el siguiente gráfico queda más claro:
ROLES EN UN PROCESO DE CAMBIO
Hemos estudiado por encima los diferentes oficios y vocaciones de acompañamiento al cambio, pero ¿Qué hay de los roles que entran en juego en todo proceso de cambio? Mi enfoque -que como he dicho suele ser integral en perspectiva- y que además trata de ser abierto e ilustrado hasta donde llego, está basado en demoler las tradicionales fronteras proveedor-cliente para favorecer cambios significativos alrededor de 3 roles que no he inventado yo dado que suelen emplearse como referencia moral y conductual de todo acompañamiento al cambio.
Me refiero al rol de CONTRATANTE DEL CAMBIO, al rol de PROPIETARIO DEL CAMBIO y al rol de FACILITADOR DEL CAMBIO. Es contratante quien financia la aventura. Pero es importante destacar que el contratante que descuelga el teléfono pidiendo ayuda para el cambio que desea lograr, no es el propietario del cambio, sino que lo es cada usuario al que va destinado y que debe participar en su ejecución. El lenguaje aquí es importante: nadie es usuario del cambio, todos son propietarios y responsables de él. Siempre diré que ningún cambio es posible sin la voluntad y responsabilidad de los que deben mantenerlo o impulsarlo desde dentro. Por último, los facilitadores del cambio guían y gobiernan el cambio, adoptan decisiones y son los encargados de situarse en el difícil equilibrio entre los intereses del contratante y las necesidades de los propietarios.
Veámoslo más claramente aquí:
Cierro aquí este breve repaso al mundo del acompañamiento al cambio. Tienes decenas de artículos en el blog si quieres ampliar detalles, y siempre estoy a este lado para ayudar en lo que necesites 🙂
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por David Criado | Ene 14, 2023 | DESARROLLO PERSONAL
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«Tengo la determinación de sacar algo bueno de cada catástrofe de mi vida.
Llegará el día en el que viaje por todo el mundo y conoceré
los nombres y los rostros de hombres, mujeres y niños.
Conoceré los giros en las carreteras y tendré tantos amigos
que será imposible contarlos, y aún así me sentiré sola
como me siento ahora, y seguiré deseando conocer
más rostros, nombres y ciudades.
Soy la buscadora perpetua»
maestra Patricia Highstmith
Pocas personas han retrado el alma humana con tanta precisión y certeza como el anciano sabio que encabeza este artículo. Llegará el día en que le agradezca adecuadamente todo cuanto le debo. Hoy toca otra cosa pero sirva su venerable imagen para ilustrar la esencia de lo que compartiré aquí.
Hay un artículo con el que todo empezó, un texto inagural que dio paso a la maravillosa travesía por el desierto que ha sido mi vida. ¿Quién diría que alguien como yo sobreviviría hasta hoy? Nadie, ni siquiera yo. Las buenas personas no caben en las grandes ciudades. Y aún así, resisto. ¡Cuánto me acuerdo a diario del maestro Robert Frost y de los 2 caminos que se bifurcan!
Cuando yo era niño en la casa de mis padres se compraba EL PAÍS los domingos al volver de misa. Por casualidades de la vida esta columna del maestro Manuel Vicent se publicó en la contraportada de este diario un domingo de 1994, de modo que este texto entró en mi casa aquel día. Yo tenía entonces 12 años.
Tomé el periódico, le di la vuelta buscando una nueva columna de Vicent y con atención leí el breve texto.
Aquel artículo hablaba de mí.
326 palabras, 2006 carácteres tipográficos impresos con tinta mala en la contraportada de un periódico.
326 palabras, 2006 carácteres que me daban esperanza.
Soy poco amigo de las epifanías. Me parecen mistificaciones forzadas que tratan de aportar sentido a una existencia natural que no necesita otra belleza que la vida misma. No creo que en la vida de nadie un solo instante cambie por completo su vida, más bien creo que nos convencemos de ello. Ahora bien, sí creo que determinados momentos en la vida de una persona marcan etapas clave de su desarrollo. Aquel domingo 16 de octubre de 1994 fue uno de esos momentos.
Siempre he tenido la impresión -y por desgracia a menudo la certeza- de ser un hombre inteligente y bueno rodeado de gente que a menudo me ha considerado ingenuo, idiota o idealista. Al menos hasta aquel día. Recuerdo que al final de aquel domingo, cuando todos habían ya leído el periódico, recorté la columna y la plastifiqué para conservarla. Tenía la manía de plastificar y forrar todo cuanto me conectaba con la vida con el ánimo incierto de convertir una sensación pasajera en algo eterno.
Con el tiempo estudié y trabajé, me hice adulto sin necesitad de olvidar este mensaje, tal y como el propio artículo pronostica que le sucede a todos los adultos. La completa rebeldía irreverente que ha supuesto haberme negado a convertirme en un puto gilipollas pragmático y desengañado, ha marcado toda mi vida.
Han pasado 30 años de aquel domingo y todavía recuerdo esa sensación de descubrimiento único. En estos 30 años me he hecho a mí mismo contra toda suerte de egoístas, reprimidos, amargados, desgraciados, miserables, reaccionarios y listos de la vida. He ayudado a decenas de personas a superar situaciones y problemas aparentemente irresolubles en principio. He salido adelante contra todo pronóstico y he tomado una larga sucesión de decisiones difíciles.
Le debo mucho a este artículo.
Y todas las personas que me disfrutaron, también.
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por David Criado | Ene 6, 2023 | CREATIVIDAD e INNOVACIÓN
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«El hombre, si quiere seguir siendo hombre, debe avanzar por la vía de la conciencia. No hay camino que lleve hacia atrás. Ya no podemos ocultar la realidad renunciando a la autoconciencia sin excluirnos simultáneamente del curso histórico de la existencia humana.
El hombre-masa tiene muy poco tiempo libre, no vive una vida que pertenezca a un todo, no quiere esforzarse sino por algún objetivo concreto que puede expresarse en términos de utilidad; todo debe proporcionarle alguna gratificación inmediata. «
maestro Karl Jaspers, El hombre en la edad moderna (1933)
Me temo que sobre los temas que encabezan el título de este artículo, el nivel de confusión en nuestra sociedad es inmenso. Tan solo trataré en este artículo de realizar una breve reflexión sobre un ámbito concreto de la mal llamada inteligencia artificial, me refiero a su relación con la educación y la cultura. La aparición de ChatGPT, una nueva herramienta proveniente de OpenIA, cuyo valor estimado a día de ayer ha pasado de 0 a 29 billones de dólares en pocos meses, y cuyo uso se ha viralizado -alimentando por cierto de manera gratuita, en masa y exponencial la potencia de dicha herramienta- ha generado muchas opiniones durante estas últimas semanas. Como siempre he permanecido al margen de los primeros emisores de discurso y he querido esperar a mostrar mi parecer una vez que la cosa ha adquirido dimensiones de gigante.
Para una aproximación más detallada de las posibilidades de ChatGPT, el maestro Amalio Rey le ha dedicado tiempo y ha resumido su experiencia en un artículo reciente.
Resumo mi tesis: Inteligencia Artificial, sí, desde luego; pero nunca como sustitución del proceso educativo y la cultura, tan solo como su apoyo y complemento técnico.
Creo que nos enfrentamos -como cada puñetero día desde la llegada de la posmodernidad a nuestras vidas- a un dilema acuciante. Hablo de los constantes atentados contra la inteligencia que se cometen a diario en la forma de regalos y cesiones sociales subrepticias. Cada vez que hay un mínimo avance tecnológico parece que éste implica una cesión social y laboral inmensa (de datos, de privacidad, de calidad laboral, de derecho a una vida digna, de… lo que sea). En mi caso puedo tolerar que la clase política se haya convertido en una colección de seres que difícilmente servirían para otra cosa que para repetir retórcia demagógica, que la vivienda se haya disparado hasta precios inasumibles, que la comida se encarezca hasta niveles de preguerra, que los niveles de emisión de CO2 no desciendan, se escondan o se omitan para negar las evidencias, que los chavales agachen la cabeza y se vean obligados a trabajar sonriendo en puestos de mierda para salir adelante, que el sistema de deuda implique contratos cada vez más cainitas, que poco a poco restemos recursos para garantizar una mínima sanidad universal o unas mínimas pensiones en pago a toda una vida dedicada a trabajar de nuestros mayores,… De verdad, puedo tolerar todo esto pero hay algo que me revuelve desde lo más profundo de mi ser y es el ataque constante a la educación y la cultura; en definitiva lo único que hace que como animales que somos también podamos considerarnos socialmente inteligentes.
Para tratar de aportar cierta claridad y algo de mi criterio a este respecto, permítanme tomar como punto de partida esta opinión que por lo demás comienza a ser mayoritaria y habla de pedagogía, profesionales educativos e inteligencia artificial. Comparto una captura de la opinión para que pueda ser leída antes de continuar:
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Vaya por delante que aún a riesgo de ser llamado reaccionario, antiprogresista o ludita (dudo mucho que hoy alguien tenga alguna ligera idea de quién era Ned Ludd del mismo modo que pocos saben hoy qué demonios es el fascismo cuando le llaman fascista a otro), mi opinión es contraria a la del autor de este post de linkedin. En realidad creo que confundimos el culo con las témporas y que este mal de mezclar ideas y conceptos lleva décadas siendo una pandemia. Vayamos por partes:
PSICOLOGÍA EVOLUTIVA: En primer lugar diferenciemos las etapas evolutivas de una persona y aprendamos a aceptar que sobre todo en sus etapas más tentativas e incipientes (infancia y adolescencia), esas etapas en las que uno amanece al mundo de forma descarnada buscando referencias y asideros, una persona necesita instrucción y cultura para dotarse de cierta capacidad de autonomía y dignidad futuras ante las dificultades de la vida. De esta manera, un instrumento como Chat GPT puede ser extremadamente útil para la acción adulta y a la vez altamente nocivo para el proceso educativo de un niño o un adolescente dado que éste necesita articular un sistema de referencias, símbolos e ideas que le habilite como adulto en términos kantianos (la conquista de la mayoría de edad por medio de la conciencia moral y la responsabilidad social), esto es, para convertirnos en sujetos de soberanía con derechos y no en meros súbditos o esclavos sin derechos. Quien no acepte que esta necesidad de dotarse de referencias ha existido y seguirá existiendo siempre mientras pretendamos vivir en los términos de una libertad individual y colectiva responsable, me temo que desconoce la Historia y el comportamiento social que se inauguró en la Edad Moderna dando lugar a conceptos como el de soberanía, ciudadanía o derechos humanos, sociales y laborales.
Por cierto, aviso: Difícil conservar todo esto si confiamos el débil legado de bienestar que tenemos a la IA como eje central del proceso educativo. La IA es un instrumento potente de respuesta rápida pero en ningún caso debe ser emplearse como la sustitución de nuestra inteligencia o entenderse como la extensión o complemente imprescindible de nuestra vida. Dejar de entrenar y ejercitar nuestra memoria porque haya memorias más aceleradas de forma externa, es no entender que parte fundamental de la capacidad de reflexión, investigación y cuestionamiento humanos está fundada en la memoria. La IA es un recurso técnico y como tal facilita y acelera la toma de decisiones pero no debe sustituir las etapas de desarrollo humano o convertirlas en algo prescindible o accesorio. Esto queda lejos de toda ética y lógica.
EDUCACIÓN: Me temo que la opinión mostrada por el autor de esta publicación en linkedin peca de padagogismo y se enmarca dentro de un movimiento -en mi opinión suicida- que toma forma desde hace décadas a través de movimientos empobrecedores de la escuela y la universidad: Acuerdo de Bolonia, supercherías pedagógicas y entrega sin reservas de la llave de la educación a un mercado inercial y moralmente homicida. Por un lado los sistemas educativos nacionales y las legislaciones supranacionales llevan años apostando por un «modelo pedagógico» que idealiza las competencias, el voluntarismo aspiracional y el utilitarismo inmediato despreciando la instrucción pública de conocimientos para la adquisición de la estructura mental y perspectiva necesarias para una adecuada toma de decisiones. Se dice mucho que ya no tiene sentido aprender la lista de reyes españoles o los ríos o geografías nacionales. Se defiende esto bajo dos argumentos o pretextos: el primero aboga por declarar obsoletos los sistemas educativos de base nacional (una completa y descabellada locura en mi opinión en un contexto de implosión del concepto de globalización de mercado tal y como lo hemos conocido); el segundo aboga por declarar que son más importantes las «competencias» (lo que sea que esto sea) que los conocimientos hoy siempre accesibles, de manera que estos últimos tienden a ser cada vez más sucintos, breves, insignificantes. Ambas tesis son atolladeros morales, mataderos del espíritu de alfabetización universal que nos dotó de dignidad con independencia de nuestro lugar social de procedencia.
Me encuentro así con profesores de universidad que declaran que a primeros cursos de estudios superiores llegan auténticos zotes, asnos antropomorfos, iletrados incapaces de hacer una raíz cuadrada si provienen de las antiguas ciencias o de saber quién era Quevedo si vienen de las antiguas letras. Me encuentro con profesores de colegio que desesperan ante la falta del más básico interés por parte de los alumnos, ante la ausencia de respeto hacia cualquier tipo de autoridad docente o ante la mera desidia de alumnos que malcriados y nada humildes se atreven a chantajear al sistema diciendo que se niegan a estudiar si no se divierten. Estamos en definitiva educando a seres acomodaticios y no críticos, técnicos sin perspectiva ni capacidad de reflexión, cumplidores de órdenes pero sobre todo analfabetos intelectuales que cifran su felicidad en aparentarla. Dóciles y diligentes, estas generaciones de los «nuevos modelos pedagógicos», del cuestionamiento de los valores ilustrados sin aportar una alternativa sensata o viable, viven con orgullo en zulos, aceptan con serenidad y cumplimiento trabajos cada vez más inestables y precarios, les cuesta decidirse a montar una familia saliendo de sí mismos, y pasan el tiempo entretenidos con golosinas tecnológicas mientras el bienestar conocido de la mayoría poco a poco se desmonta en beneficio de los nuevos «pocos». Sobran los datos y ejemplos que demuestran la lenta agonía de la instrucción pública y la pérdida de caudal intelectual y talento en nuestras sociedades. Profesionalmente desde hace años he apostado por educar e instruir a los directivos y propietarios de empresa que acompaño en un intento ya desesperado por recuperar el tiempo y espacio educativo perdidos. No mentiré: cada año lo tengo -lo tenemos- más difícil y cada año me niego con más fuerza a cesar en mi compromiso.
Añadido a esto, tan solo comparto esta experiencia que -me consta- es general y comienza a ser genérica: Durante años recorrí casi un centenar de colegios trabajando con equipos directivos y equipos de propiedad. Resumo: el panorama educativo es desolador. El profesor se esfuerza más porque el alumno aprenda que el propio alumno, y añadido a esto las familias educan como malamente pueden a sus hijos en una desatención constante fundada en la imposibilidad de conciliar vida personal y trabajo, y sobre la base del modelo de vida posmoderno que nos sitúa en una dispersión continua, una especie de búsqueda de una promesa de estabilidad o certeza que nunca ha existido. El alumno ahora es el cliente que exige, dueño y señor decisor de su aprendizaje en edades en las que no tiene ni jodida idea de la vida, por hablar completamente claro. El concepto de maestría por supuesto se resiente y la profesión de profesor ha caido con el tiempo en el descrédito (para mí un profesor es el mayor héroe de nuestro tiempo). Y sí, a veces hay que divertirse aprendiendo, pero otras no y hace falta siempre cultivar la memoria y los conocimientos. Ningún astronauta ha subido al espacio consultando cada puñetera decisión que toma a google. Negar esto es una estupidez sin apenas precedentes.
CULTURA: Estamos desmontando -sin tener ni idea de las graves consecuencias que eso implica- eso que desde el siglo XIII llamamos la cultura en el más puro sentido de la paideia isocrática y la humanitas ilustrada que garantizaron la conquista de las mejores cuotas de igualdad y derechos en toda la historia de la humanidad. La cultura no es solo memoria de ideas o datos, sino como bien se ha repetido muchas veces es ante todo civilización. Civilizarse es adquirir lugar en el mundo, imbuirse de criterio propio, armarse de herramientas morales para acometer la vida desde una visión integral y enriquecida de la existencia. Civilizarse es aprender a no confiar en uno mismo, a cuestionarse, pero sobre todo es aprender a no pedir a otros lo que puedo hacer por mí mismo. Compruebo en redes sociales cómo las personas me demandan -a veces tratan de exigirme- respuestas rápidas sobre temas que requieren esfuerzo, estudio y atención continuada. Trato de no responder nunca a alguien que no ha hecho el esfuerzo por sí mismo de responder a su pregunta. Es algo que aprendí estudiando a las comunidades de software libre hace muchos años y es la base de la meritocracia más justa. Menospreciar la cultura, pretender que sea un producto de consumo o mero servicio de entretenimiento y no un bien colectivo a cuidar, es atentar contra el esfuerzo, contra el reconocimiento de quienes trabajan su suerte y no la heredan, contra la celebración de aquellos que deciden inspirar a otros con su ejemplo. Y esto, ni qué decir tiene, es algo altamente peligroso.
USUARIOS VS PROPIETARIOS: No tengo nada contra la Inteligencia Artificial, del mismo modo que no lo tienen los programadores informáticos que en mi visita a Silicon Valley hace años, ya entonces metían a sus hijos en guarderías y colegios en los que estuviera prohibido el uso de dispositivos móviles en el aula, con el ánimo de que sus hijos no se volvieran como los usuarios imbéciles para los que ellos mismos programaban distracciones en su trabajo diario. El peligro de nuestro tiempo, la batalla real de nuestros días, se sitúa entre quienes se conforman con ser usuarios de la vida sin apenas derechos ni garantías y entre quienes acumulan todas estas cosas siendo propietarios. Que nadie se engañe, toda persona que tiene algo de riqueza económica en el mundo sabe algo tan básico como esto: la diferencia entre poseedores y poseídos ha sido siempre y seguirá siendo la educación y la cultura. Este es el verdadero ascensor social que casi siempre funciona para cualquier profesión, dedicación u oficio. De nosotros depende que las sociedades del futuro más inmediato multipliquen seres iletrados e inconsecuentes sumidos en una masturbación vital continua, o seres civilizados, comprometidos y consecuentes que aprendan y vivan pensando en los demás.
Sin más.
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por David Criado | Sep 15, 2022 | ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO
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«El más tonto es un simple término económico. Es un bobo. Para que los demás nos beneficiemos necesitamos uno mayor que compre caro y venda barato. La mayoría se pasa la vida tratando de no ser el más tonto. Le arrojamos la patata caliente y le quitamos su silla cuando acaba la música. El más tonto es alguien con una mezcla de capacidad para engañarse y egoísmo, para creer que triunfará donde otros fracasan. Este país fue creado para los más tontos.»
The Newsroom, T1/E10 (Sorkin, 2012)
No todo lo que se afronta puede cambiar, pero nada puede cambiar si no se afronta. Aceptemos la verdad: Todo en la vida se reduce a aprender a ser estúpido de forma controlada.
Ayuda mucho leer algo más que publicaciones de linkedin o twitter, ver algo más que directos de twitch o turras de youtube, pero lo que más ayuda es dejar de pretender no parecerlo. Porque cuanto más se empeña una persona en no parecer estúpida, más presente está la estupidez en ella.
Uno puede fingir que no es estúpido y vivir creyendo que los estúpidos son otros. Pero más temprano que tarde sus actos le acaban delatando y amanece a la única verdad: La estupidez humana es la verdadera democracia.
Hay ricos y hay pobres, felices e infelices, jóvenes y viejos, gordos y flacos, rubios y morenos, empleadores y empleados, personas que parecen perdidas y otras que se acaban de encontrar, bajos y altos, listos e idiotas, gente que lee y personas que no han abierto un libro, conductores de autobús y reyes en palacios, personas que no dejaron de ser niño y personas que jamás lo fueron,…
A todos nosotros nos une una misma cosa: somos profundamente estúpidos.
Se que crees que tú no, pero a mí no me engañas. He vivido lo suficiente para saber que mientes.
Puedes caminar erguido, marcar distancia, defender tus ideas con empaque y con encono, apasionarte por tal o cual libro, parecer sensato en una conversación, amar a unas y otras personas con cabeza, citar a tal o cual autor de manera solemne,… hasta que cometes un leve desliz, realizas un breve gesto, dices una palabra a destiempo o tomas una decisión incomprensible. Y entonces vuelves a la cruda realidad: nunca dejaste de ser estúpido. Te ha pasado muchas veces si lo piensas y tienes el valor de reconocerlo.
La clave no reside en dejar de ser estúpido sino en aprender a serlo con elegancia y dignidad.
Sobran los ejemplos:
- Uno puede vivir buscando el respeto de los otros, pero nada hay más admirable que una persona que se respeta a sí misma.
- Uno puede aparentar cierta seriedad inmutable, pero la belleza serena de la que hablaba Pericles reside en aquellos que saben reírse de sí mismos.
- Uno puede parecer fiable por lo que dice de cuando en cuando, pero todos somos en realidad fiables tan solo por lo que hacemos a diario.
Nadie puede dejar de ser estúpido por mucho que lo pretenda, pero cualquier persona siempre está a tiempo de aprender a serlo dignamente.
Admiro más a quienes se saben y reconocen estúpidos que a los que viven vidas solemnes en las que aparentan no serlo y se permiten dar consejos sin que nadie se los pida.
Dios salve a la estupidez porque siempre nos iguala y a todos nos encuentra.
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por David Criado | May 28, 2022 | ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO
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««Hemos privatizado los beneficios y compartimos el apocalipsis»«
Lorenzo Marsili, Tu patria es el mundo entero (2021). p.194
Este será un extenso artículo en el que trato de bosquejar las razones fundamentales por las que sentimos alergia a lo complejo mientras nos devora la tormenta perfecta que se fragua en nuestro tiempo en varias magnitudes y órdenes. Avisar de que se avecina una tormenta perfecta me recuerda a la historia de Pedro y el lobo. Unas pocas personas -tampoco muchas- llevan casi 6 décadas advirtiendo de ello. Y ahora que todo el mundo se suma al carro ante las incontestables evidencias de que la estamos cagando, y acepta que las predicciones que realizaron estas pocas personas se han cumplido e incluso se han superado, es bueno recordar el Informe de los Límites del Crecimiento (1972) y la continua turra que nos dieron muchos filósofos y sociológos alertándonos de que fabricábamos una tormenta perfecta (La Escuela de Francfort a la cabeza).
Sabemos por tanto desde hace mucho que nuestro modelo de relaciones (trabajo, sociedad, economía, afectos) es insostenible a nivel energético, climático y psicológico. Y aún así nos negamos a creerlo y practicamos continuas huidas empresariales y personales hacia adelante. Los argumentos que conocemos no son teorías engañosas porque aportan pruebas reales/científicas de lo que estamos cargándonos desde hace tiempo, pero aún así la combinación de una desposesión global de riqueza sin precedentes y una machacona insistencia en reducir la educación a una empobrecedora mirada al inmediato plazo y al interés propio productivista, han logrado que casi nadie comprenda el peligro de la tormenta en la que nos estamos metiendo. Parecemos ir encaminados a toda velocidad contra las rocas mientras en el timón se discute quien limpia la cubierta. Las pruebas, insisto, son ya incontestables y se sostienen sobre estudios científicos detallas con muestreos sociológicos, económicos y climáticos recogidos durante décadas.
Necesitamos un faro que nos guíe entre tanta desazón y desidia, tanto acontecimiento inesperado y tanta agitación masiva. Y lo necesitamos ya. Ante tan enorme complejidad global ese faro solo puede construirlo la voluntad y la demanda colectiva de un cambio significativo por pura necesidad o urgencia. Tengo claro que por convicción o inteligencia ese faro jamás se construirá. La mayoría de todo cuanto hoy somos rema en dirección contraria: la sociedad global de mercado vence por goleada a la democracia deliberativa, el individualismo posesivo al colectivismo solidario, la participación ignorante a la especialización ilustrada, el inmediato plazo al largo, la educación finalista y productivista a la instrucción de matices y perspectivas, y la certeza militante vence a la duda razonable. El cambio en esta realidad tan manipulable, sumisa y acrítica, no vendrá de lo intencional sino de lo que vaya siendo en cada momento necesario. Me gustaría creer otra cosa, pero los hechos hablan por sí mismos.
Este artículo de nuevo es otro avance de la investigación en la que ando inmerso desde hace años. Si en Por qué parece que el mundo se va a la mierda compartí mi certeza de que estamos a las puertas de la mayor crisis del capitalismo desde su invención secular, aquí expondré los principales titulares que me hacen pronosticar que no solo no estamos evitando algunos cambios disruptivos severos, sino que los aceleramos a diario. Entre ellos, destaco lo que ya han destacado instituciones tan variadas ideológica y moralmente como el Banco de Inglaterra, Accenture, la Organización de las Naciones Unidas, los países productores de petróleo, la Organización Mundial del Comercio, el WorldWatch Institute o Intermón Oxfam. El hecho de que ya prácticamente todos los expertos -economistas neoliberales, verdes o marxistas, bancos y ONGs, sociólogos y científicos ambientales de todo tipo- se sumen a la idea de que puede que se esté gestando uno de los cambios más salvajes de la historia de la humanidad, debería hacernos reflexionar sobre lo que hoy escribo.
Es evidente que todas mis tesis defienden que nos hallamos en un tiempo histórico de clara decadencia en los órdenes ecosistémico, energético-económico y social-humano. Mi posición es claramente contraria al tecnooptimismo y a la fe absoluta en la autorregulación del mercado y la satisfacción del interés común por medio del encuentro de las necesidades individuales en continua competencia. Creo que todo ello es lo que nos ha traído a esto. Soy por contra partidario del pensamiento crítico, la reinvención de nuestro modelo de relaciones, la apuesta por una cultura del cuidado y el más profundo y honesto cuestionamiento ético de nuestro comportamiento individual y colectivo.
Este artículo contará con los siguientes apartados:
- La vida como centro y referencia
- El estigma biológico
- El estigma cultural
- El estigma relacional
- La práctica de lo complejo
- BONUS TRACK: El sentido común
Comenzamos.
LA VIDA COMO CENTRO y REFERENCIA
Pocos libros de vida me resultan tan inspiradores como Desert Solitaire: A Season in the Wilderness escrito por el maestro Edward Abbey en 1968. A la sencillez de su mensaje, carente de complejidad innecesaria pero repleto de colores y matices, se une la más sensata de las profundas convicciones. Sus descripciones de la naturaleza sobrecogen: grandes cañones, paisajes desnudos, esplendorosos desiertos,… El relato de su retiro en plena comunión con lo salvaje y palpitante de la vida, se integra dentro del nacimiento de la contracultura, aquella fiebre mística que para nuestra desgracia acabó siendo -como todo lo sensato- una fiebre pasajera. Abbey actualizó el trascendentalismo norteamericano de Thoreau y revitalizó la pretérita llamada a lo salvaje que entonara Jack London. De todas sus palabras son siempre recordadas las siguientes. Reconozco que yo a veces me descubro recitándolas antes de emprender alguno de mis viajes:
«Un hombre puede ser un amante y defensor de la naturaleza sin dejar nunca en su vida los límites del asfalto, las líneas eléctricas y las superficies en ángulo recto. Necesitamos la naturaleza, pongamos o no un pie en ella. Necesitamos un refugio aunque nunca necesitemos poner un pie en él. Necesitamos la posibilidad de escapar con tanta seguridad como necesitamos la esperanza; sin ella, la vida de las ciudades empujaría a todos los hombres al crimen, a las drogas o al psicoanálisis.»
Si nosotros nos alejamos cada vez más de lo natural, por su parte hoy en día la Naturaleza ya con toda claridad nos rechaza. Lo natural nos expulsa desde hace tiempo, intenta a toda costa liberarse de la más mortal de sus plagas, la nuestra. Mientras seguimos dando conferencias o haciéndonos pajas mentales con el siguiente cachibache electrónico, se aproxima la mayor de todas las tormentas perfectas. Y nosotros a lo nuestro. Pero ninguna especie animal puede sobrevivir a su ecosistema a base de mantenerse casi 200 años sobreactuando, poniendo al absoluto límite todas sus capacidades.
¿Cómo hemos llegado a este sinsentido absurdo y ridículo? De acuerdo a mi investigación hay 3 grandes estigmas estructurales que han favorecido la negación de la evidencia y nos sitúan hoy ante la tormenta perfecta:
- EL ESTIGMA EVOLUTIVO: La manera en la que hemos evolucionado como especie (biología evolutiva) Por eso estoy tan al día de la paleoantropología y los escasísimos e insuficientes hallazgos y certezas de la neurociencia.
- EL ESTIGMA CULTURAL: La manera en la que nos relacionamos con el mundo (cultura, técnica y generación de energía) Por eso investigo sobre la evolución antropológica y social del ser humano a lo largo de la historia y estoy en contacto diario con su comportamiento en esas organizaciones políticas y colectivas llamadas empresas.
- EL ESTIGMA RELACIONAL: La manera en la que nos relacionamos entre nosotros (sociedad, economía y política). En la especie humana, la combinación de las 3 cosas ha comenzado a ser de forma acelerada desde hace 4 décadas una lacra para el mantenimiento de la vida en el planeta.
Cada estigma es más o menos evitable en algún sentido pero ninguno de ellos es evitable por completo. Son parte de la mochila humana y de la experiencia de vida de nuestra especie. Te invito a repasarlos conmigo:
EL ESTIGMA EVOLUTIVO (biología)
Empecemos por el estigma más sencillo de explicar. Somos una extravagancia evolutiva. Nos hemos desarrollado por encima de las necesidades de nuestro ecosistema hasta tratar de sojuzgarlo por completo y someterlo a nosotros. Eso ha ocurrido porque somos los grandes masturbadores mentales del reino animal. Todo cuanto tocamos lo convertimos en ciencia ficción. Nos gusta más fiarnos de lo que está en nuestra cabeza que de lo que es real o sencillamente cierto. Decía el maestro Ernesto Sábato que «el creador es un tipo a quien la realidad le viene mal«. Y eso somos nosotros, en su mayoría creadores de pajas mentales continuas. Podemos aceptarlo y tratar de controlarlo con cierta dignidad y estilo, o bien abandonarnos a ello y dejarnos perturbar por nuestras descabelladas ocurriencias. Y esto último es lo que cada vez de forma más falaz estamos haciendo.
Lo poco -prácticamente nada- que sabemos de nuestro cerebro es que consume una ingente cantidad de energía corporal y que no para, que está siempre en continuo e incesante movimiento, ideando la mayor parte del tiempo cosas que no existen hasta convertirlas en ciertas. Tatúate esto en la memoria: disponemos de un cerebro que dejó de evolucionar significativamente en el Paleolítico tratando de sobrevivir en un mundo que nunca antes ha existido y para el que no existen aún leyes ni instituciones medianamente preparadas. Somos hombres de las cavernas construyendo rascacielos y mundos paralelos. Somos perfectamente capaces de pensar una cosa y hacer exactamente la contraria sin experimentar grandes remordimientos colectivos. Mezcla un cerebro perfectamente armado con millones de atajos y automatismos inconscientes para la supervivencia y la adaptación, con una capacidad técnica que rivaliza con los dioses y comprenderás el lio en el que estamos metidos. Todo se complica si recordamos que hasta la aparición de la ciencia -y aún hoy dado que la ciencia está todavía eclipsada por el poder real de nuestras pretéritas ficciones- nuestra manera de abordar la realidad ha consistido en huir de ella o negarla para controlar nuestro miedo a la naturaleza y la incertidumbre.
No soportamos la realidad natural que no es otra cosa que una combinación de alegrías pasajeras y esfuerzos y dolores constantes. En consecuencia fabricamos grandes y pequeñas neurosis, conglomerados intelectuales de conceptos, agendas llenas de confusión y dispersión continua, comunidades físicas que repelen o huyen del contacto con la naturaleza. No soportamos por ejemplo las estaciones del año ni los ciclos y ritmos propios de cada cosa, antes bien tratamos de imprimir nuestros propios tiempos a las cosas.
Como le pasó al bueno de Don Quijote (probablemente el arquetipo del ser humano moderno por excelencia junto a Fausto), resulta que de tanto imponer y de tanto inventar, se nos secó el cerebro. Literalmente. Estamos distraídos, perdidos y agotados. Nos pesa la pretérita y constante invención humana de los últimos 10 milenios. La llevamos a la espalda como quien lleva un castigo. Y tal y como les ocurría a las personas de la cueva de Platón, al no conocer otra realidad que la proyectada no nos atrevemos a creer que existe la realidad propia, la natural, la que siempre será y ha sido. Y así negamos todo lo innegable, creemos todo lo increíble, defendemos todo lo que no tiene defensa.
EL ESTIGMA CULTURAL (cultura, técnica y energía)
El paleobiólogo Thomas Halliday ha declarado que el ecosistema actual en el que vivimos no se parece en nada a los otros 15 anteriormente conocidos a lo largo de la historia. Aunque ha habido cinco extinciones masivas en la historia del planeta, y la mayor acabó hace 250 millones de años con el 95% de la vida, lo cierto es que muchas de las características que estamos provocando gracias al enfrentamiento continuo entre cultura humana y biología orgánica desde hace décadas se parecen bastante a un escenario pre-extinción masiva: reducción drástica del número de especies, sobresaturación de una sola, agotamiento acelerado de recursos naturales, grandes cambios climáticos… Sería aventurado decir que estamos al borde desaparecer pero hemos generado las condiciones adecuadas para la gestación de una tormenta perfecta. Repasemos una a una algunas de estas condiciones perfectas: nuestra relación con el tiempo, la manera en la transformamos y consumimos energía y nuestra relación con la técnica
ACELERACIÓN: Llamamos vida a esa ficción lineal que hemos inventado llena de cajones, lenguajes, símbolos, categorías y edificios. Es una invención repleta por doquier de ángulos rectos que está presente en una extensa sucesión de jornadas diarias aceleradas por la inercia. Su mirada nos juzga con dureza cuando paseamos por las calles del centro de cualquier ciudad, al montarnos en un coche para ir a una cita o acudir a una empresa a trabajar. Estos dos últimos actos que menciono -querer «llegar antes» a un sitio que nos gusta y querer «salir antes» de otro que no- son ya indisolubles de la voluntad artificialmente adquirida de ir en todo momento más deprisa. Lo importante hoy no es llegar, sino llegar antes que otros. El problema es que cuando todo tiende a ser antes, nada puede ser ahora.
Eficacia -nos decía Drucker y repetimos como loros una y otra vez- es hacer bien lo correcto. Sin embargo nosotros decidimos qué significa «hacer algo a tiempo» y qué significa «no llegar» a él. No puede habitar un espacio quien no habita también un tiempo. Uno puedo estar queriendo siempre hacerlo todo antes o deprisa pero al existir de este modo niega su capacidad de vivencia. Estar aquí y ahora se ha convertido en un ejercicio angustioso para quienes luchan contra su distracción continua. Y la belleza es un premio destinado tan solo al que permanece atento. Por contra, en una sociedad agitada el derecho a la paz, el amor o el afecto se convierten en privilegios y se consumen empaquetados como artículos de lujo. Uno va corriendo a hacer yoga porque «no llega a tiempo«, otro va deprisa al teatro con su pareja porque «salió tarde» de otro sitio que teóricamente le importa menos que ella pero al que en la realidad le «dedica más tiempo». La vida urbana posmodern transcurre así sin acabar nunca de estar aquí porque viviendo en el antes y en el después se evita el ahora. Y ante la incapacidad de gobernar nuestro presente y hallarnos en el encuentro mutuo, ya otras personas -cada vez menos, como hemos visto- lo deciden por nosotros.
ENERGÍA: Nuestra relación actual con la energía está basada en la completa falta de eficiencia y en el despilfarro continuo de los sumideros del mundo. En 1957 el Almirante Hyman G. Rickover nos advirtió de lo que está pasando. Para medir el rango de desastre al que nos aproximamos por medio de un despilfarro desastroso de recursos, sirva este dato: Sabiendo que conocemos los combustibles fósiles desde hace 3.000 años, todos los combustibles fósiles empleados antes del año 1900, TODOS de todos los tiempos y todas las zonas del mundo hasta esa fecha, durarían tan solo 5 años al ritmo de consumo de 1957. Esa es la fecha en la que Rickover dio su conferencia; imaginen cuánto durarían hoy con 4 veces más población humana que entonces. No es que vivamos por encima de nuestras posibilidades, es que vivimos desde hace décadas por encima de las posibilidades de TODO EL PLANETA.
TÉCNICA: Respecto a la Técnica actual (mayoritariamente industria pesada deudora de los combustibles fósiles y tecnología digital soportada en recursos naturales que se agotan y procesos extractivos precarizantes) está en una fase de huida hacia adelante y negación continua de la realidad que se enmarca dentro del ciclo de duelo que la maestra Elizabeth Kübler Ross (1969) ideara en su día. Y gracia a ella sabemos que los tiempos de las etapas de duelo que tiene todo moribundo, son difícilmente acortables. Nuestra actual relación con la tecnología es acrítica, diría que religiosa. Nos movemos como zombies guiados por tendencias sin controlar ni cuestionarlos quién y cómo las fabrican, para qué las utilizan o quienes se benefician en mayor grado de ellas. No tenemos, por así decirlo, acceso al código fuente de nuestras vidas. La técnica no obstante decide la mayor parte del tiempo por nosotros: qué compramos, qué comemos o incluso qué y cómo somos. El algoritmo arbitra y dirime nuestras vidas donde antes gobernaban los prejuicios sociales. Si bien éstos redundaban en insuficiencias y carencias continuas, lo cierto es que la capacidad de limitación de la experiencia de vida de los algortimos ha superado con creces a la capacidad de articulación y aproximación comunitaria de los prejuicios. Los algoritmos no solo aumentan nuestros sesgos cognitivos sino que se aprovechan de ellos y nos mantienen en una continua caja de resonancia. Uno tiene que luchar cada día contra lo que le sugieren para aprender a saber lo que verdaderamente quiere. Esto implica que la mayor parte del tiempo la técnica actual es conscientemente malintencionada, algo que no ocurría con la invención de la azada, la espada de cobre, el tren de vapor o el teléfono, solo por citar algunos ejemplos. La técnica de hoy es casi por completo ideología enmascarada de progreso inevitable. Es así, por lo general, excluyente y no inclusiva. Otra cosa es el uso que hagamos de los frankenstein que se multiplican… que a veces -solo a veces- nos ayudan a comunicarnos mejor. Ahí están los casos del correo electrónico, las videoconferencias o las comunidades de trabajo online basadas en plataformas abiertas.
EL ESTIGMA RELACIONAL (sociedad, economía y política)
Nuestro modelo de relaciones es altamente inmaduro y desde el punto de vista de la teoría y la práctica política es claramente insuficiente para abordar retos globales. Mientras el mundo literalmente se va a la mierda, dedicamos nuestras mañanas a mapear el abismo y nuestras tardes a debatir cómo llegaremos a él, cuando y de qué manera. Una cumbre tras otra y una decisión diaria tras otra nos demostramos que nuestro deseo de comodidad inmediata vence casi siempre a nuestra capacidad real de evitación de un desastre futuro. La Historia nos demuestra que somos buenos para rehacernos tras las situaciones límite pero horriblemente necios para evitarlas.
En términos de conciencia y coherencia lógica somos desastrosos. El pensamiento científico-crítico solo ha podido superar a la religión como instrumento para mejorar la técnica, pero jamás como herramienta lógica de toma de decisiones y gobierno. Seguimos siendo vapuleados por nuestros prejuicios y creencias. Otra constante en la Historia es el malditismo de los sabios o genios: las personas más inteligentes y sensatas raramente progresan, son reconocidas en vida o medran. Basta entrar a un parlamento y escuchar a un político para darse cuenta de que la sensatez es nublada por la necesidad continua de agradar a otros. Tenemos serias limitaciones como especie para practicar el verdadero gobierno colectivo de acuerdo a estándares éticos universales, lo cual nos ayudaría a gobernar los problemas globales. El cosmopolitismo de la escuela cínica formulado hace 2.500 años o la ética cosmopolita del maestro Kant formulada hace 250 años continúan siendo ideas revolucionarias e inéditas imposibles de ser llevadas a la práctica. Ganan por goleada los identitarismos sectarios y la demagogia más barata.
Todo esto ocurre porque durante siglos hemos practicado la autocensura continua y a rasgos generales nuestro comportamiento social no dista demasiado del de una hormiga salvo por el hecho de que ninguna hormiga atenta contra su colonia. Ni qué decir tiene que la manera en la que nos relacionamos hoy en día es suicida. Nos afecta psicológicamente a nivel individual y está generando unas patologías colectivas dificilmente curables. He hablado de todos estos síntomas ampliamente en otros artículos y te invito a que navegues por el blog.
En lo relativo a nuestros representantes y líderes tanto como los medios y canales de relación actuales, todos ellos caminan exactamente en la dirección contraria a todo cuanto necesitas ahora mismo. La práctica totalidad de las decisiones políticas (gubernamentales y empresariales) contradicen cuanto sería hoy recomendable y sensato. El propio pensamiento empresarial es a menudo contrario a la vida y hemos sido capaces de alumbrar la incongruente ficción de que la economía puede practicarse al margen de la ecología. No paro de escuchar a clientes que me piden que «motive o de esperanzas a su gente» en una suerte de oráculo continuo en el que alguien debe venir a motivar lo que tú diariamente desmotivas. Como auténticos imbéciles creemos que las palabras o las presentaciones son más importantes que los actos, y si lo creemos por desgracia lo convertimos en cierto.
Ningún otro animal ha sido tan estúpido como nosotros a un nivel MACRO y tan increíblemente inteligente a niveles MICRO. Sorprende lo fatal que empleamos a diario nuestras capacidades cognitivas poniéndolas al servicio de irracionales creencias al mismo tiempo que mandamos una nave a Saturno a millones de quilómetros de distancia de la Tierra. Con la misma tecnología con la que mágicamente dividimos un átomo, asolamos ciudades con cientos de miles de habitantes.
Después de esta época -como en momentos similares de la historia- y tras una inmensa criba y selección de personas, ideas y sistemas, quedarán muy pocas de las actuales certezas. Mi perspectiva ante esta realidad consiste en no perder nunca la esperanza y trabajar siempre desde lo que las personas y los entornos pueden hacer, y no desde lo que a mí me gustaría que hicieran. Lo hago por un sencillo motivo. Por mucho que un inocente individuo repleto de argumentos tratara de hablar con la enorme mayoría de propietarios de empresas o corporaciones actuales sobre todos los continuos indicadores que hablan de un futuro ecofascista, una desigualdad nunca antes vista, una carestía de alimentos generalizada, la pérdida de conquistas sociales que han costado milenios o las consecuencias funestas de mirar hacia otro lado en cada junta de accionistas, no lograría otra cosa que silencio o un rechazo absoluto.
Digámoslo abiertamente: la práctica totalidad de los inversores que conocemos quieren rentabilidad económica y les importa un huevo lo que les digan más allá de los márgenes de beneficio. Es así de simple por mucho que resulte doloroso. Hablar de inversores verdes y capitalismo verde basado en mantener los mismos márgenes de crecimiento es el nuevo engaño masivo. Dado que nuestra economía es hoy una economía financiera global basada en la deuda, por mucho que nos vendan que el cliente manda, en realidad manda siempre la voluntad de los que más o mejor consumen la capacidad adquisitiva de las personas. Y estas personas se han llamado y se siguen llamando inversores.
Por otro lado en un modelo socioeconómico como el actual, de suma cero, quien tiene es sencillamente porque le ha quitado a otros. Todos le quitamos cosas a los demás, sin excepción. El problema es cuando unos pocos se quedan con casi todo. Y tú dirás, amigo mío, que puede que tras la pandemia hayan cambiado las cosas porque nos hallamos concienciado de que no podemos continuar así. Y tienes razón: las cosas han cambiado, pero a mucho peor. Actualmente hay en el mundo 2668 milmillonarios, 573 más que en enero de 2020 cuando comenzó la pandemia. Mi pulso tiembla al escribir la siguiente frase porque jamás pensé que llegaríamos a esto pero… Los 10 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que el 40 % más pobre de la humanidad, es decir que en el año 2022 tan solo 10 personas poseen la misma riqueza que 3.160.000.000 de personas. La riqueza total de los 2668 milmillonarios equivale ahora al 13,9 % del producto interior bruto (PIB) mundial, 3 veces más que la equivalencia existente al comienzo del año 2000 cuando suponía el 4.4 %. Elon Musk, el hombre más rico del mundo, es tan rico que si perdiese el 99 % de su riqueza, seguiría formando parte del 0,0001 % de las personas más ricas del mundo. Desde 2019, su riqueza ha aumentado en un 699 %. Los ingresos del 99% de la humanidad se han deteriorado por la pandemia con pérdidas equivalentes a 125 millones de empleos a jornada completa en 2021 hasta el punto de que 1 persona perteneciente a la mitad más pobre de la población tardaría 112 años en ganar lo que alguien del 1% + rico gana en tan solo 1 año.
Quien crea que no está pasando nada a nivel global y que hemos vuelto a la normalidad, no se entera de nada. De hecho si eres de esos ingenuos homicidas socales que piensa que los 10 oligarcas más ricos se lo han ganado solos… un día tomamos un café y te lo explico pero vente a esa cita protegido con una collejera. No me molestan las personas que tienen mucho dinero, me molestan las que necesitan empobrecer y sojuzgar la vida de otras para acumular riqueza. Esas personas son íntegramente inmorales porque promueven una realidad social sencillamente abominable. No existe ningún caso de similar desproporción social en todo el reino biológico animal y en toda la historia de la humanidad hasta nuestros días. Quien defienda que un mundo donde la riqueza está cada vez más concentrada puede ser un mundo relativamente justo o habitable es que no tiene ni la más mínima noción de teoría de sistemas, comportamiento animal, historia o antropología social y cultural. Una cosa es defender que la desigualdad es inevitable en todo tipo de comunidades sociales históricas y otra muy distinta es defender que el neofeudalismo oligárquico o el ecofascismo que se está perfilando será una salida digna a todas las encrucijadas actuales para la enorme mayoría de personas.
Para hacerse una idea del extremo nivel de aproximación al abismo en el que estamos inmersos, tan solo hace falta ver que los nuevos milmillonarios creados durante la pandemia pertenecen a 4 sectores económicos que marcarán el futuro inmediato de la humanidad:
- Agronegocio (ante la hambruna extensible y la incapacidad de transporte de alimentos de los próximos años)
- Combustibles fósiles (ante la lucha por un bien accesible en la actualidad que se convertirá en privilegio, y ante la incapacidad de las alternativas energéticas para mantener el actual ritmo de vida)
- Fármacos (ante el aumento de las vacunas y brotes globales)
- Tecnología (ante la continuación de una paja mental que ya me agota y dura ya décadas pero que cuenta siempre con renovadas víctimas rituales en cada nueva generación de ingenuos).
LA PRÁCTICA DE LO COMPLEJO
Nuestra indefectible alergia a lo complejo nos genera grandes achaques. Lo complejo sencillamente nos acojona. Sin embargo uno no puede argumentar o justificar que no se pondrá manos a la obra «porque algo es complejo». Negarse a coger un fruto del árbol porque no se conoce el bosque al completo es un acto de idiotez severa. Desistir de subir a ese mismo árbol y morir de hambre porque al subir puedo caerme, es ya de ser completamente gilipollas. Hemos llegado hasta este punto porque hemos querido simplificar en exceso la vida a un juego de suma cero basado en la oferta y la demanda de servicios y productos materiales. Y nada a nivel ecosistémico funciona de este modo tan pobre. Si lo pensamos, la vida simple y cómoda que hemos querido mantener ha estado llena de sacrificios y esfuerzos demasiado grandes para disfrutar de tan poco. Comparto algunas pequeñas reflexiones que compartía en twitter hace poco:
La naturaleza de la vida es la complejidad. En la vida no gobierna lo simple sino que determina lo complejo. Todo en la vida es una combinación de acciones y vacíos de acción que los seres vivos conocen o ignoran, pero cuyas consecuencias siempre les afectan. Quien no habita la complejidad no vive sino que se limita a ir muriendo. Uno puede negarse a explorar el detalle o lo profundo pero decidiendo hacerlo por acción u omisión, acabará siempre centrifugado por el enorme poder de lo complejo. Toda persona tiene la obligación moral de explorar la realidad que vive tratando de extraer aprendizajes. Quien se niega a frecuentar lo complejo sume su existencia en un océano de frustraciones y entrega a otros la capacidad de ejercer como ser vivo.
La alergia a la complejidad es un estigma social y un incapacitante individual provocados por la ausencia de pensamiento crítico y la ignorancia militante acerca de los comportamientos, ritmos y ciclos consustanciales a «estar vivo». La vida es ante todo interdependencia y ningún comportamiento natural sujeto a ella es en realidad autónomo o independiente. Todo está conectado antes o después. Quien se niega a hacer, decir o actuar sobre algo porque ese algo es complejo, se distancia de la vida. No podemos percibir la Belleza sin habitar la complejidad. El goce siempre se encuentra en los detalles y en la fascinación continuada por lo desconocido, lo imprevisto o lo diferente. Todo es complejo siempre que esté vivo y todo es sencillo solo porque está muerto.
La idea de comprenderlo todo para luego poder abordarlo -lo que hemos hecho hasta ahora- es por tanto completamente suicida, inmovilizante y carente de lógica. Lo complejo no se comprende sino que se practica. Con lo complejo se interactúa porque es la fuente esencial que nos permite sobrevivir en la ficción de lo simple.
BONUS TRACK: EL SENTIDO COMÚN
Por su parte, el sentido común de un ser humano es ante todo la conciencia del funcionamiento, ritmos y ciclos de la naturaleza. Quién está o insiste en permanecer fuera de la naturaleza, se aleja de lo común para abrazar su construcción o identidad ficticia como individuo. Hubo un tiempo para trabajar en todo lo que podíamos evitar y como humanidad, y como sociedades, no lo hicimos y seguimos a lo nuestro. Ahora todo ha cambiado. Los indicadores del PeakOil, las emisiones indiscriminadas de moneda, el regreso a la fe suicida en la deuda, el aumento de la financiarización tras una crisis de 2008 de la que aún nadie se ha recuperado, el auge de los populismos e identitarismos fraccionarios, el cuestionamiento de las realidades más básicas, la generación de una nueva economía basada en lo invisible y dirimida por muy pocos, el aumento imparable de las temperaturas, la proliferación de fenómenos naturales anómalos, la intensiva contaminación de los alimentos que ingerimos, la extinción masiva de especies, el crecimiento demográfico sin medida,… todos estos y más indicadores dibujan una complejidad inabarcable. Ante ella parece ineludible tender a simplificaciones estúpidas o promover nuevas negaciones de las evidencias. Pero nada salvo recuperar el contacto, estudio, conocimiento de la naturaleza que reclamaba Abbey nos salvará de la vorágine que se avecina.
Ante la tormenta perfecta, cabe sobre todo la aplicación ordenada de nuestros conocimientos pero ante todo la recuperación de un sentido común que hemos ido destruyendo poco a poco hasta olvidarlo por completo. Ante el algoritmo, la fidelidad a los ritmos y ciclos de nuestra naturaleza. El sentido común es una tecnología social tácita creada a lo largo de muchas generaciones y capaz de dar respuestas inmediatas ante riesgos imprevistos. Es una gran herramienta porque combina una dilatada experiencia contrastada con una capacidad de respuesta medianamente efectiva. Dice un refrán que «el sentido común es el menos común de los sentidos». Y así es, pero aún así merece la alegría y la pena practicarlo. Creo que cada uno debe practicar el sentido común a su manera pero que hay algo que todos necesitamos y compartimos.
Con independencia del modo de vida que cada uno elija, sería bueno recordar algunos elementos de referencia o de sentido común para controlar todos los estigmas estructurales que he enunciado en este artículo y que nos acompañan a diario. Tan solo hablaré de una selecta colección de todos cuanto tratao de practicar en mi propia vida. Y son estos (de todos ellos he escrito algo):
Esto al menos para empezar 😉 Y vale para lo individual y lo colectivo, lo sencillo y lo complejo.
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La segunda edición online de TRAINING DAYS ha comenzado en marzo de 2022. Gracias a todos los inscritos. A los nuevos interesados, por favor contactad conmigo.
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