por David Criado | Oct 29, 2021 | ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO
“El sentido común es la colección de prejuicios adquiridos a los 18 años de edad”
maestro Albert Einstein
Hay una extendida sensación de incertidumbre en las personas con las que hablo a diario. Parecemos preocupados por un tema del que apenas imaginamos respuestas: ¿Cuál será el futuro de la Humanidad en las próximas décadas?. Con motivo de varias noticias que se han sucedido en estos días, comparto por aquí una reflexión fundada acerca de hacia dónde estamos yendo y cómo considero que debemos actuar ante este horizonte.
Si vivimos en un mundo caracterizado por la soledad y el individualismo que nos vemos obligados a contrarretar a diario, el futuro de la Humanidad -como no podía ser de otro modo en este tiempo- depende de las personas que se sienten más solas y desprotegidas: los adolescentes. “¿De quién, de mí?” parece decir el adolescente de la foto. SÍ, DE TÍ. Trataré de explicar con cifras y razonamientos por qué.
He dividido el artículo en 4 apartados:
- Por qué el futuro de todos depende de los adolescentes
- El estado actual de la adolescencia en el mundo
- Ejemplo práctico: el abismo educativo español
- Conclusiones y visión de cambio
Comenzamos.
POR QUÉ EL FUTURO DE TODOS DEPENDE DE LOS ADOLESCENTES
Según el informe del Estado de la población mundial 2021 de la ONU el 25 % de la población mundial es adolescente en una especie que envejece a un ritmo acelerado y en masa. Tenemos menos hijos y cada vez más tarde. Por otro lado en 2050 1 de cada 4 personas en el mundo tendrá más de 65 años en Europa y Norteamérica (1 de cada 6 en el mundo). Caminamos aceleradamente hacia un Norte del mundo viejo y un Sur adolescente. El grueso del crecimiento demográfico joven se producirá en África y Asia. Para darnos cuenta de la implicación de todo esto, hace poco, en 2018 por primera vez en la historia, las personas de más de 65 años superaron en número a las menores de 5 años en todo el mundo. Por todo ello, la enorme mayoría de expertos demográficos manejan ya pocas dudas respecto al pico histórico de envejecimiento mundial.
Añadido a lo anterior, la natalidad y sobre toda la población entre 0 y 14 años se resiente. Añadido a la elevada cantidad de adolescentes en el mundo (fruto de la resaca de la bonanza previa a las grandes crisis del siglo XXI), es importante recordar un hecho: la tasa de mortalidad adolescente está en mínimos históricos a nivel global. Si bien antes era complicado sobrevivir a la adolescencia en el mundo, hoy se da por hecho que todo el mundo podrá hacerlo a pesar de la democratización de la pobreza y sobre todo por los avances contra el hambre severa (Solo un país del mundo, Somalia, está en esta situación ahora).
Si resolvemos la ecuación anterior (elevado envejecimiento + baja natalidad + aumento de los adolescentes que sobreviven con facilidad), el resultado es claro:
Nuestro futuro como Humanidad depende enteramente de la manera en la que estamos acompañando la formación y el desarrollo educativo de la personalidad, capacidad y carácter de los adolescentes actuales.
Pues bien, aquí van los datos:
EL ESTADO ACTUAL DE LA ADOLESCENCIA EN EL MUNDO
Nuestros futuros votantes y decisores de la realidad del mundo (mayoritariamente personas a partir de 18 años), están perdiendo bienestar por el impacto de las tecnologías. El anuncio del irresponsable, ególatra e incosnciente Mark Zuckerberg sobre su apuesta por los metaversos, tratando de huir del escándalo ético y monopolístico que le persigue, no ayuda sino que nos hundirá más en este sentido. Estos son los datos incipientes en continuo crecimiento: 1 de cada 7 adolescentes (entre 10 y 19 años de edad) en el mundo tiene problemas de salud mental. El 20 % de los jóvenes entre 15 y 24 años se sienten deprimidos o no muestran interés alguno o compromiso de largo recorrido hacia ninguna actividad. El 58,3 % de jovenes en España afirman sentirse nerviosos, preocupados o con pequeños ataques de ansiedad. El abandono escolar aumenta en el mundo y contra ello algunos países (desgraciadamente España entre ellos) deciden precarizar los sistemas educativos para bajar los estándares. Sin embargo nada de esto puede ocultar la alta relación entre el nivel educativo de una persona y las posibilidades de caer en una depresión severa.
En España 1 de cada 10 adolescentes (menores de 18 años) gasta dinero en apuestas online. La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y la Policia Nacional están seriamente preocupadas con el aumento y normalización de este tipo de consumo en edades de formación de la personalidad y el carácter.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, un 24,8% de españoles entre 11 y 18 años sufren o han sufrido acoso escolar. Esto ha aumentado las visitas a terapia de padres e hijos en un 120%. La agresividad va en aumento. Algunos hechos recientes nos alertan que la estupidización adolescente también está asociada a la irresponsabilidad paternal.
Uno en concreto clama al cielo: Ha sido necesario (manda huevos) que los psicólogos adviertan a los padres y madres del peligro que tiene que sus hijos menores vean junto a ellos en la tele la serie EL JUEGO DEL CALAMAR. El peligro de proliferación de conductas imitativas y la elevada violencia que aparece en la serie se han normalizado en los hogares de una forma pasmosa. La serie es fantástica a nivel de reflexión para un adulto que se mueve en una sociedad a la que contribuye activamente, pero para un adolescente o un niño en desarrollo es una fuente de estímulo violento a evitar. Algo tan sencillo y básico se nos escapa.
EJEMPLO PRÁCTICO: EL ABISMO EDUCATIVO ESPAÑOL
El caso educativo español representa con claridad un gran compedio de muchas de las cosas que no debemos hacer en estos momentos de la historia de la Humanidad. Este ejemplo práctico que voy a exponer reúne muchos errores: pérdida continua de energía emocional por parte de profesionales frustrados, desaprovechamiento de las inversiones realizadas ante la inexistencia de mercado para las capacidades generadas (con la consiguiente fuga de cerebros), y por último nefastas decisiones anacrónicas en cuanto a contenidos y formatos educativos.
Si bien todavía disfrutamos de los últimos estertores de una sociedad del bienestar continuamente atacada y expoliada por el despropósito económico vigente, nuestro modelo educativo no rema a favor de la necesidad del mundo sino en su contra. Lo diré con claridad: España no tiene una estrategia definida como país ante el reto climático, el problema del envejecimiento, la salud mental o la educación.
Al no tener nada parecido a esto, el modelo eduativo español es inercial y bebe de puntuales e insuficientes innovaciones que con dificultad cada profesor trata de incorporar a sus clases. Pero dejar el futuro de la Humanidad en manos de la buena voluntad de profesores mal pagados y sin apenas recursos es bastante kamikaze. Si esto ocurre abajo, arriba la situación empeora: A nivel político improvisamos decisiones que marcarán la calidad de vida de las personas ante la más que próxima carestía de recursos, la inmediata crisis energética, las migraciones, los cambios drásticos en el modelo de mercado global y el cambio climático que ya está aquí.
Las pruebas de la desidia educativa abundan. Tenemos a fantásticos profesionales y expertos educativos que podrían tomar las buenas prácticas de otros países y están deseosos de incorporarlas, pero nadie les escucha. Hace unos días nuestros representantes políticos nos obsequiaban con una nueva cagada más que afectará de lleno a la EDUCACIÓN de las personas que se encuentran en el paso a la edad adulta (esas que ya hemos dejado claro que son hoy determinantes). Llevamos décadas fomentando la multiplicación de personas que huyen del dolor y lo incómodo, que son alérgicas al espíritu crítico, que llegan a la universidad con niveles de conocimiento lamentables para afrontar el gobierno y futuro de nuestras sociedades. Pero eso sí, todas ellas son muy inteligentes a nivel emocional mientras las emociones y las relaciones que tengan que afrontar no salgan del ámbito de una pantalla digital de 15 x 8 centímetros que les permite opinar, simular o ser lo que les de la gana sin consecuencias.
Fui educado en un sistema y modelo educativo ya extinto y que entonces era desacertado y obsoleto, pero aún permanecía focalizado en la cultura del esfuerzo y el respeto a la academia. El escenario en el que me eduqué no era desde luego el más correcto pero en él la sobreprotección aparente y la dejadez educativa en el hogar no tenían cabida. El sistema educativo en el que me eduqué no sacaba lo mejor de mí pero al menos no premiaba lo peor. Tuve la suerte de no cursar la ESO (bonito acrónimo que resume bien la relevancia de la histórica ambición educativa en España).
Ni siquiera quiero compartir o entrar a hablar de rankings educativos interesados que sitúan a España en posiciones intermedias dentro del contexto global. El problema es mucho más grave que todo eso. Queda claro en lo tocante a la educación que por suerte, nuestros hijos no nacen en Burkina Faso, Nigeria, Afganistán o Mali. Hasta aquí las buenas noticias. Más allá de esta celebración, estos son los hechos que deberían avergonzarnos como sociedad y deberíamos empezar a revertir:
No existe un pacto de estado educativo que cuente con el trabajo y asesoramiento de expertos educativos. Durante más de 2 décadas los principales partidos políticos españoles con el apoyo de los minoritarios han creado un sistema educativo desastroso en términos europeos y que parchean cada ciertos años (la actual modificación es el 3er parche y supone la 8ª ley educativa aunque parezca una broma). En lugar de hacer pocas grandes reformas educativas y muchas mejoras puntuales, caemos continuamente en el síndrome del salvador político educativo. Hacemos el doble de grandes reformas educativas que Europa obteniendo menos de la mitad de resultados. Todo ello deja claro que el modelo educativo en España está al servicio de la partitocracia y la financiación de los partidos en manos de los intereses empresariales de las empresas que acumulan riqueza.
Justo en estos días se ha revelado ya el detalle del nuevo capítulo del melodrama educativo español en el camino hacia el precipio social, económico y ambiental al que nos abocan políticos ignorantes, carentes de ambición moral o intelectual y siervos diligentes de un sistema socioeconómico que acelera la mierda para que se esparza y parezca invisible. Entre las medidas del último parche podemos encontrar decisiones educativas estratégicas que van en dirección completamente contraria a la necesidad del mundo en la actualidad. Enumero tan solo algunas:
EL PROFESOR, de nuevo ignorado. Seguimos convirtiendo al profesor en un mero evaluador en lugar de aportarle capacidad y confianza pedagógica. Nuestros profesores son cada vez menos maestros y cada vez más ejecutores de programaciones guiadas por intereses editoriales de turno en manos de grandes conglomerados mediáticos que ofrecen lecturas de la historia y la realidad interesadas.
Ampliamos la FALLA SOCIAL y contribuimos al proceso de neofeudalización del mundo. “La segregación escolar es la una de las más altas de Europa y la tasa de abandono temprano fue en el 2019 del 17,3%, la mayor de la UE (para que lo pongan en perspectiva: en Grecia es del 4,1% y en Irlanda, del 5,1%)“. Se ampliarán las diferencias y polarizaciones entre quienes puedan permitirse huir de este sistema educativo fallido refugiándose en colegios privados y quienes solo tengan la opción de estudiar en colegios públicos. El hecho de que los hijos de nuestros representantes políticos no estudien en escuelas públicas es un buen reconocimiento del abandono al que llevan décadas sometiendo a los servidores educativos públicos.
Insistimos en el CURRÍCULO DE ESPECIALIZACIÓN, en lugar de fomentar un modelo educativo humanista en el que las habilidades transversales se desarrollen sobre una visión enriquecida del mundo. Volvemos a insistir en educar a los adolescentes en materias y no en ámbitos de saber o experiencia, lo que aumenta la distancia entre la educación abierta que reciben los niños en infantil o primaria y la educación encorsetada y obsoleta que reciben los adolescentes justo antes de salir al mundo. Durante años trabajando con decenas de colegios por toda España he comprobado la enorme diferencia entre infantil y el resto de ciclos en lo tocante a innovación, apertura, frescura y excelencia pedagógica.
Olvídense de la FILOSOFÍA y la educación en el pensamiento crítico. La materia que nos enseña a pensar, convivir y dialogar desaparece hasta 1º de Bachillerato. No estamos hablando de algo baladí. Se trata del exilio sistemático al que se ha sometido la historia del pensamiento humano en la posmodernidad reciente. Esto es la evidencia clara de una tendencia dañina en nuestras sociedades: el olvido de la historia y el camino de nuestra Humanidad en favor del cultivo de la adicción al presente. Lo que se traduce en sociedades orientadas al consumo inconsciente y masivo en lugar de sociedades orientadas a la conciencia y la presencia responsable en el mundo.
Por contra den en este nuevo parche educativo la bienvenida a MATERIAS QUE NOS DISTRAEN DE LO IMPORTANTE y nos centran en la satisfacción de nuestros deseos individuales. Hablo de materias centradas en el entretenimieto y la contribución al decadente sistema socioeconómico actual. Den la bienvenida por ejemplo al EMPRENDIMIENTO como salvavidas redentor en el que se forman nuestros adolescentes. La burbuja del emprendimiento entra de lleno en nuestro modelo educativo: Básicamente, “sácate tú las castañas del fuego como puedas que nosotros como representantes políticos te dejamos a tu suerte“.
En un país con un 40% de desempleo juvenil (y 2º país con mayor porcentaje de desempleo de las 37 economías de la OCDE), esto supone oficializar una estrategia de precarización laboral que lleva décadas comprando el discurso aspiracional de Sillicon Valley y genera una sociedad individualista y desprotegida laboral y socialmente, guiada por el interés propio de cada cual. La realidad pinta peor que el deseo: 1 de cada 4 jóvenes entre 16 y 35 años vuelve a vivir con sus padres. Si creemos que creernos todos empresarios nos va a sacar del hoyo en el que estamos, vamos listos. Llevo décadas acompañando a “emprendedores” y se que el 80% de negocios fracasan antes de los 4 años y de hecho 9 de cada 10 startups no llegan a los 3 años de vida. Tal y como en sus investigaciones ha señaldo Jose Manuel Martínez Bedía, el emprendimiento es necesario para las sociedades pero su fomento sin infraestructura ni una sólida base social ni laboral, es un suicidio colectivo.
Normalización del FRACASO ESCOLAR: Se amplia el abanico de materias que una persona puede suspender e incluso se podrá ingresar en la Universidad con materias suspendidas. ¡Viva la excelencia y el esfuerzo y el sistema de recompensas y castigos necesario para el crecimiento y el desarrollo íntimo y social de la persona!.
Oficialización de la DESIGUALDAD POR NACIMIENTO. En un mundo con retos globales que necesitan unidad y afrontamiento colectivo, seguimos regionalizando la educación. Las comunidades autónomas de España tendrán más capacidad para variar los curricula educativos de acuerdo a sus criterios. Se generará desigualdad entre comunidades con lengua cooficial y comunidades que no la tienen en la definición de horarios y materias optativas, lo que da rienda suelta a los políticos locales de turno para definir qué piensan las personas. Esto hace que las diferencias entre principales ciudades y territorios periféricos aumenten e invita a la concentración social en macrociudades (de nada, medio ambiente).
CONCLUSIONES y VISIÓN DE CAMBIO
Dado que el panorama del ejemplo educativo español que acabo de exponer es mucho peor en la mayor parte del mundo (soy consciente), quizás sea el momento de que todos reflexionemos sobre el camino hacia el que nos estamos dirigiendo. No podemos hacer depender el futuro de la Humanidad de semejantes decisiones.
¿Qué creo que necesitamos ahora?: Dejar de vivir en el inmediato plazo de las cifras o los deseos de un mercado desatado y neurótico. Conciliar la superviviencia económica en lo global con una apuesta conjunta realizada por grandes poblaciones e intereses compartidos. En otras palabras, necesitamos grandes pactos colectivos basados en reflexiones a largo plazo que se basen en una visión sistémica de la realidad (y no parcelada) en la que se entienda que sin un modelo de sociedad integral (de investigación, de ciencia, de salud, de educación, de cultura y de trabajo) no es posible encarar los retos globales a los que nos enfrentamos.
Al menos eso creo. ¿Qué opinas tú?
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por David Criado | Oct 20, 2021 | ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO
“Soy de la opinión de que si usted quiere gozar del arco iris, tendrá que soportar la lluvia“
Dolly Parton
En este artículo repaso los elementos de juicio fundamentales que me llevan a rechazar las tesis, actitudes y comportamientos de lo que he llamado limpiadores de conciencia. Son personas que dedican su vida a hacer que otras personas o empresas se sientan tremendamente bien con lo que son, hacen o venden sin necesidad de analizar la motivación o el impacto de sus decisiones. A mi modo de ver, este tipo de actores sociales, desatascadores de retretes personales o corporativos que limpian, fijan y dan esplendor a la filosofía mainstream, el desarrollo personal y el pensamiento empresarial inmovilista, representan la nueva encarnación de un fenómeno histórico y global que ha existido siempre entre nosotros: el populismo.
De alguna manera los actuales limpiadores de conciencia son los nuevos sofistas, verdaderos maestros de la persuasión que sustentan su vestida retórica sobre auténticas e incoherentes falacias, y son también la nueva resurrección del condenado que en mitad de la crucifixión canta Always Look On The Bright Side Of Life invitando a los crucificados a mirar el lado bueno de la vida en The life of Brian de los Monty Python (una película de lo más actual, por otra parte).
No se trata de que esté o no esté de acuerdo con aquellos a los que denomino limpiadores de conciencia. En realidad es algo que va más allá de todo eso. Se trata de que considero su trabajo y esfuerzo diarios una distorsión enfermiza de la realidad que contribuye a la inercia autodestructiva y tóxica de nuestras sociedades, mercados y vidas.
Espero que este artículo te ayude, lector o lectora, a explorar esta frecuente tendencia a redundar en nuestra irresponsable forma de vida desde una perspectiva informada y crítica. Lo espero, sobre todo, por el bien y el futuro de nosotros, los humanos, pero también por la necesidad urgente de cambio significativo en las empresas para evitar la acelerada destrucción de nuestras relaciones y el planeta.
He dividido el artículo en 4 apartados:
- Por qué triunfa el discurso de los limpiadores de conciencia
- Cómo actúa un limpiador de conciencia
- El mercado de la limpieza de conciencia
- La alternativa al autoengaño y la autocomplacencia
Comenzamos.
POR QUÉ TRIUNFA EL DISCURSO DE LOS LIMPIADORES DE CONCIENCIA
Sus libros se venden más que otros, sus conferencias en youtube son más visitadas y la gente les sigue y está deseosa de saber lo nuevo que tienen que ofrecerles. Tienen más likes y son frecuentemente contratados por empresas para dictar cursos o ponencias. ¿A qué se debe todo esto?. Trataré de explicarlo.
¿Por dónde empezar? Quizás por la historia. Aunque todo el mundo en la actualidad defiende que vivimos en sociedades liberales y capitalistas, personalmente no lo creo. De hecho todavía no he encontrado a nadie que sepa argumentar y defender la supuesta relación entre lo que hoy estamos viviendo y las teorías políticas liberales de Locke o las teorías económicas capitalistas de Smith. Pero no perdamos el hilo y continuemos con la historia…
Hubo una escisión previa a la llegada del sistema socioeconómico global actual (al que seguimos llamando capitalismo) que a menudo se pasa por alto. A principios del siglo XIX en la senda capitalista del denominado Progreso surgió una divergencia económica: el librecambismo. Esta comprensión de la economía y la empresa resulta relevante por 4 motivos: sentó las bases de los posteriores desarrollos en el siglo XX de la escuelas económicas de Viena y de Chicago (hoy normativas), fue también la gran precursora del actual neoliberalismo (esa suerte de doctrina que en nada salvo en el nombre es liberal), fue también el germen del libertarismo económico (el minarquismo y anarcocapitalismo que hoy algunos reivindican), y por último supuso la emergencia de la lucha continúa entre sociedades políticas nacionales y mercado económico global. En esta última tensión continua que menciono espero que todos hayamos aceptado a estas alturas quién va ganando. Por si acaso lo resumo: no son ni mucho menos la enorme y eterna mayoría de personas, sino tan solo unos pocos. Prosigamos nuestro repaso histórico…
El librecambismo trajo una creencia que hoy renace con fuerza: Según el librecambismo el único sujeto operativo real es el individuo y su único marco de desarrollo es el económico, por lo que tan solo existe una sola dimensión humana digna de atención: el mercado. De acuerdo al librecambismo la ley de la oferta y la demanda es sagrada y nada debe interferir en ella. El progreso de las sociedades llega entonces cuando la libre interacción entre actores económicos se regula por si misma y la relación entre la oferta y la demanda fomenta una competitividad virtuosa que favorece el desarrollo social. Esta es la teoría. Lo que viven hoy un pequeño empresario que trata de competir contra un mercado multinacional, un joven español recién salido de la universidad, cualquier mujer que trate de ocupar un puesto directivo, o la enorme mayoría de personas que nacen en otro lugar que no sea Europa, Australia, Canadá o Estados Unidos… todo ello es la realidad. Según la teoría librecambista (y hoy creo sin duda que somos más librecambistas que capitalistas) la libre interacción económica es virtuosa. Según la práctica que vivimos a diario, nuestro planeta entero agoniza.
El librecambismo está íntimamente ligado a la errónea y suicida comprensión de la vida que hoy mayoritariamente aceptamos como unica y cierta. Es una comprensión de la vida en la que las personas se miden por su utilidad como actores económicos. Su valor humano se cifra en la medida en la que sean productores o consumidores de cosas (ideas, objetos o experiencias). En este contexto actual los movimientos sociales permanecen ocupados en incoherencias o disgregados sin capacidad de movilización real ni fuerza. El mercado global, aunque todavía tiene que rendir cuentas a los que denomina “proteccionistas trasnochados que limitan libertades económicas”, ha superado hace tiempo la incomodidad que suponía la existencia de sociedades del bienestar. Lo ha hecho mediante la transformación sistemática de las inclusivas sociedades de bienestar en excluyentes sociedades de consumo.
Por descontado en este último tipo de sociedades las personas viven continuamente distraídas u ocupadas en entretenerse. Quieren y exigen como tiranos disfrutar a inmediato plazo, leer tan solo artículos cortos, acumular frases motivadoras, o que les den las cosas hechas. Y aquí es donde aparecen como salvadores y verdaderos héroes los limpiadores de conciencia. Personas capaces de repetir continuamente que este es el mejor de los mundos conocidos y el camino que estamos siguiendo es el mejor camino posible. Lo importante para estas personas es convencernos de que nuestra sensación de malestar continuo y el empeoramiento constante de las condiciones de vida de la mayoría de personas se deben a 3 factores: falta de esfuerzo o perseverancia propios, pesimismo crónico o malas decisiones.
No digo que a menudo alguno de estos factores influya a muchas personas, tan solo digo que este discurso simplista olvida factores socioeconómicos o ambientales ajenos a la persona y la sitúa en una situación de desprotección social continua al responsabilizarla por completo y de manera individualista de su realidad y su contexto. Lo que ocurre en realidad -nos dicen- es que todo el rato nos empeñamos en ver el lado malo de las cosas.
Demasiada autoindulgencia y mucha critica al otro. No necesitamos sentirnos mejores o bien sino que la mala conciencia de nuestra irreverente y perversa forma de vivir se corrija. No es cuestion de sentirnos bien con lo que hacemos o de autoconvencernos de que tenemos un proposito cuando seguimos haciendo la misma mierda una y otra vez. Es cuestion de sentirnos mal aunque solo sea un puñetero momento y asumir que no vamos como sociedad, como empresa o como individuos en la dirección correcta.
Frenazo histórico del crecimiento chino, aumento de la deuda interna en Estados Unidos, crisis en la cadena de suministros global, pandemias globales, desastres climáticos, superación del pico de la extracción de petroleo hace años, debilitamiento de las instituciones políticas y representativas, concentración empresarial,… ¿De verdad necesitamos más pruebas de nuestro delito?
CÓMO ACTÚA UN LIMPIADOR DE CONCIENCIA
Si algo nos hizo progresar como especie es la duda razonable, el continuo combate de las certezas, el ejercicio de cuestionarnos y no el de autoafirmarnos o motivarnos para seguir haciendo exactamente la misma mierda. Debido a que cultivo amistades en las partes del planeta que no salen en los telediarios, considero bastante irresponsable que las personas que han crecido en entornos sociales protegidos o seguros, sin grandes carestías ni dificutades sistémicas, presuman de que su realidad es la realidad mayoritaria del mundo. Tras más de 10 años acompañando el cambio y la mejora significativa en las empresas españolas, tras más de 10 años bregando con vidas de personas completamente fundidas como bombillas sin apenas filamento, viendo a diario lo desgastado y precario del panorama empresarial, se me presenta increíble que haya personas que sigan dedicando su vida a defender utopías o pajas mentales mientras la realidad de la gente requiere pragmatismo y aterrizaje.
Creo conocer muy bien el modus operandi de los limpiadores de conciencia porque me ha tocado convivir con ellos por la vocación que elegí. Por eso creo que los tranquilizadores del mundo, los apaciguadores de dudas y los calmantes de remordimientos, seguirán existiendo -tal y como siempre han existido- mientras existan incautos que los necesiten. Esto va a ocurrir siempre porque siempre será más fácil autoengañarse y vivir de espaldas a la cruda realidad del mundo que remangarse y contribuir activamente a mejorarlo. Espero que el adverbio siempre haya quedado claro en la anterior oración 🙂 No se trata por tanto de atacarles, sino de aprender a coger con pinzas lo que defienden o dicen.
Los limpiadores de conciencia son personas que dedican su vida entera de forma exitosa a mantener una apariencia de felicidad continua basada en un optimismo hilarante, mientras ocurren alguna o todas estas cosas: o bien sus argumentos no demuestran que vayamos a mejor como especie aunque mejoremos en aspectos concretos y relativos (los árboles les impiden ver el bosque); o bien sus vidas están completamente vacías o destruidas (y emplean ese discurso para resarcirse); o bien sus discursos simplistas ofrecen deducciones tramposas.
Durante estos años y debido a mi vocación he podido viajar mucho y conocer a muchos de ellos en congresos, empresas y cafeterías. Delante de mí, cuando sentían confianza, aparcaban sus entusiastas discursos y me compartían su lado más oscuro, ese en el que volvían a las habitaciones de hotel y se sentían completamente vacíos, vendiendo algo en lo que no creían. Aunque muchos limpiadores de conciencia ganan mucho dinero con lo que hacen de una forma que considero deshonesta, he comprendido que la práctica totalidad de ellos son tan solo buenas personas que tratan de superar u ocultar su desesperanza fabricando y tratando de vivir en realidades idílicas paralelas. Es un mecanismo de supervivencia como cualquier otro, uno más entre la larga colección de ellos que se acumulan en el catálogo humano de defensas.
El verdadero problema de estas personas es que no son conscientes de su enorme capacidad de impacto e influencia a la hora de suspender el pensamiento crítico de la gente. No calibran -lo se porque hablo con ellos- la gran distorsión social que inconscientemente generan, ignoran o soslayan su proactiva contribución a la inercia global de un sistema y un modelo de vida exagerado, por momentos distópico, insostenible ya a nivel social y ambiental, y claramente decadente.
La verdadera grieta de este discurso reside en necesitar abolir el pensamiento crítico y analítico para apreciar la belleza de la vida. Su gran fallo endémico consiste en necesitar negar el contexto aceleradamente malvado, perverso y negativo de nuestras sociedades para enseñarnos a apreciar la inmensa cantidad de realidades positivas que generamos como seres humanos a diario. En esta infantilización de la vida en la que todo se divide en cosas que suman (positivas) y cosas que restan (negativas) también hay un ejercicido de evasión continua del dolor consustancial a la naturaleza y a la vida. Al educar a alérgicos al sufrimiento y multiplicar negacionista de la adversidad, promueven una visión de la existencia azucarada movida por el instinto del autoengaño continuo.
Así, los limpiadores de conciencia acentúan un único lado de la vida con sus razonamientos (a menudo muy fundados) generando una distorsión de la realidad que empobrece el mundo y nos envilece hasta convertirnos en personas que en lugar de realizar autocrítica, se autojustifican. Muchos de ellos emplean -al igual que hacían los sofistas- razonamientos o reflexiones que siendo aparentemente lógicas adolecen de una enorme cantidad de sesgos cognitivos y atajos mentales.
EL MERCADO DE LA CONCIENCIA TRANQUILA
En un mundo en el que todos somos responsables -en diferente proporción- de lo que nos está ocurriendo como especie, como sociedades, como empresas y como individuos, es fácil entender que el mercado de la conciencia tranquila tenga una enorme cantidad de potenciales clientes que deseen dar la espalda a la oscuridad y convencerse de que ellos hacen lo correcto.
Si bien para poder comer todos en algún momento participamos de algún sistema o empresa o iniciativa con la que no estamos alineados alimentando la inercia global que caracteriza a nuestra época, la gran diferencia de la mayoría de personas respecto a los limpiadores de conciencia es que éstos dedican la práctica totalidad de su tiempo a hacer que todo el mundo se sienta bien. Olvidan que sentirnos mal por hacer algo es necesario para saber que debemos modificar nuestro comportamiento. Y en esta huida de la asunción de responsabilidad, ubican a las personas ante un eterno precipicio: la capacidad de sacar a todo el lado positivo, cuando hay cosas que sencillamente no lo tienen. Si fomentar la alegría y el optimismo inteligente es algo saludable, aparentar continuamente alegría y divulgar un optimismo infantil y ñoño nos devuelve a las cavernas.
Hay limpiadores de conciencia en todos los estratos y esferas de nuestras sociedades. Considero limpiadores de conciencia -solo por poner algunos ejemplos- al gurú aspiracional Tony Robbins cuyo despropósito moral y abuso manipulatorio queda bien retratado en el documental I am not you guru; al psicólogo positivo y antiguo presidente de la Asociación Americana de Psicología Martin Seligman que ha favorecido una fiebre de optimismo incoherente en las empresas; a los nefastos terapeutas y psicólogos del autoengaño con el inclasificable Rafael Santandreu a la cabeza, al que el bueno de Buenafuente puso en su sitio; pero también a intelectuales muy sesudos como Steven Pinker -sus libros The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined (2011) y Enlightenment Now. The Case for Reason, Science, Humanism and Progress (2018) son de obligada lectura aunque discutibles pero le han llevado a olvidar los grandes males endémicos de nuestro tiempo- o Jordan Peterson -su continua cruzada contra la corrección política es admirable pero le ha llevado a defender tesis radicales y a ser el abanderado de referencia del más reaccionario y manipulador populismo-.
Son limpiadores de conciencia por lo general la práctica totalidad de coaches motivacionales, life coaches y escritores de autoayuda que empaquetan, venden y comercializan mensajes y narrativas que en lugar de fomentar la asunción de responsabilidades sociales se centran en la conformación de una autoestima individual hipervitaminada a prueba de bombas o cuestionamientos. Pertenecen al mercado de la limpieza de conciencia iniciativas como Mister Wonderful, literalmente “tienda online de recursos felices para alegrar al personal” o la actual fiebre de la búsqueda de la felicidad en las empresas, con el World Happiness Index, el zumbado de Tony Hsieh y toda la ralea de seguidores e influencers del marketing experiencial, también los conferenciantes que gritan medio drogados para agitar a la gente (para la posteridad queda el paradigmático acto de Microsoft en el que su antiguo Presidente Steve Ballmer chillando -y sospecho que drogado- se erige en apostol máximo de los limpiadores de conciencia que practican la exhaltación identitaria), los videos con reflexiones obvias en el coche que se multiplican como esporas en linkedin (si vas a buscar a tus hijos al cole no hace falta que me lo cuentes, descuida), y la apariencia y la comunicación corporativa engañosa.
El mercado de la conciencia tranquila ha generado una industria de la certificación que sirve a estos intereses. Así, son limpiadores de conciencia los sellos Best Place to Work y similares en los que empresas con prácticas de contratación aberrantes adquieren relevancia mediática; al igual que los consultores o auditores que dedican su esfuerzo diario a limpiar la conciencia de empresas que intencionadamente atentan contra el interés general de todos en su persecución de su legítimo interés propio. Son limpiadores de conciencia igualmente los fondos de inversión que especulan con la economía verde para inflarla y destruirla o las marcas alimenticias que incluyen la palabra BIO, ECO o EKO, sin responder a criterios ecológicos en su cadena de producción. Como ves, lector o lectora, el espectro de limpiadores de conciencia es amplio y va desde lo más académico a lo más vulgar.
Todos ellos nos invitan y nos lo ponen fácil para sentirnos bien, cuando en realidad el progreso y el desarrollo de la humanidad se ha basado precisamente en las personas que se han sentido mal con las injusticias que veían y han tratado de superarlas. Señalar lo malo mejorable es el paso previo para mejorarlo.
No soy un iluso, se que vivimos una guerra de relatos y narrativas, se que la inmensa cantidad de información existente nos obliga a escoger nuestra propia racionalidad simplificando la lectura del mundo. También se que esto nos lleva a vivir continuamente en un universo de buenos y malos, una realidad en la que prima una sociedad militarizada a nivel dialógico (basada en el ataque o la defensa) con el ánimo de que cada cual defienda su razón (lo que considera correcto o incorrecto) y no haga el esfuerzo por construir de forma colectiva y mediante el encuentro la Razón común. Se que todo esto existe, lo vivo a diario en mis intervenciones y sesiones. La diferencia es que sabiendo que esta es la realidad, dedico mi vida diaria a combatirla.
Soy consciente de que emergen foros, círculos, movimientos y fábricas de pensamiento que desvisten la vida y la interacción humana de su complejidad inherente, que tratan de dictarnos razones atentando contra esa Razón colectiva. Veo cómo las personas consumimos o hacemos uso de comprensiones del mundo a menudo distorsionadas, irracionales y polarizantes en una sucesión de cajas de resonancia autocomplacientes. Estas cajas de resonancia, a su vez, están aumentadas o multiplicadas por la tecnología y el algoritmo impenitente.
Los adalides del optimismo informado como Jordan Peterson, Steven Pinker o Bill Gates son paradójicamente los mismos que están en boca de los más reaccionarios e inmovilistas. Curiosamente ningún activista que promueve cambios los nombra. Hace ahora unos años estos dos últimos, Pinker y Gates (al que se le ha despertado una vocación de ayudar al mundo que era invisible en él antes de jubilarse) incluso nos regalaron una conversación sobre las enormes mejoras de la humanidad y la “sorprendente distancia entre la sensación de pesimismo diario de la gente y el progreso real de nuestras sociedades” que les “hace creer en esa antigua moda que solía llamarse progreso“. En la conversación les faltó felicitarse por el maravilloso mundo que tenemos. En este doble juego moral en el que uno se permite haber sido el presidente de una de las grandes multinacionales del mundo favorecedora de políticas destructivas de nuestro tejido social, empresarial y ambiental, y a la vez ser un nuevo adalid de la lucha contra el desastre que ha generado, el propio Bill Gates, gurú de la innovación, incluso tontea desde hace años con propuestas y consejos contra el cambio climático.
Lo realmente sorprendente es que estos influyentes individuos no vean o nieguen la progresiva neofeudalización del mundo gracias al franco retroceso que se ha producido en aspectos como el poder adquisitivo, la redistribución de la riqueza o la ampliación de la miseria, centrados siempre en atender o subrayar los aspectos cotidianos en los que es innegable que hemos mejorado enormemente (descenso de la violencia sistémica, muertes por accidentes en tránsito, mortalidad infantil, mortalidad maternal, mortalidad por accidentes aéreos, descenso del hambre severa). A veces pienso que no es incapacidad o descuido, sino verdadero propósito de subvertir la realidad.
En realidad el trabajo de todas estas personas consiste a menudo en defender que la influencia de la civilización humana occidental moderna (ética judeocristiana, capitalismo y democracia) y el trabajo de toda la humanidad en los últimos 350 años lo ha mejorado todo enormemente, por lo que lo justo ahora es celebrar nuestro progreso. Nos dicen que las noticias solo habla de aspectos negativos que nos mantienen en un pesimismo constante (y estoy de acuerdo), pero olvidan que su defensa del lado positivo de la vida no anula ni nos hace revertir el equivocado camino que estamos siguiendo (las evidencias científicas son ya un estruendo).
Es fácil caer en este tipo de discursos autocomplacientes porque nos insuflan de una ilusa aunque refrescante esperanza en una época humana caracterizada por la perversión continua de las relaciones y la demolición planificada del Estado social y democrático de derecho, la salud mental y las clases medias. La obra de Pinker es una recopilación admirable de datos puesta al servicio del entusiasmo y el optimismo de quienes gobiernan y dirigen el mundo. Son precisamente ellos los que frecuentemente les citan, les llaman para pedirles opinión y les encumbran. Y no lo hacen para cuestionar sus decisiones ejecutivas (las que nos están llevando a un callejón sin salida) sino para justificarlas con una buena selección de datos y argumentos.
LA ALTERNATIVA AL AUTOENGAÑO Y LA AUTOCOMPLACENCIA
La alternativa a estos discursos sencillamente es una suma de esfuerzo indagativo, dedicación de tiempo, visión integral y compromiso sostenido a largo plazo. A menudo escucho a empleados que tratan de cambiar las cosas en sus empresas repitiendo una y otra vez: “No es esto lo que deberíamos hacer pero algo es algo”. Al entender que cualquier acto de impacto directo positivo en alguien a inmediato plazo puede entenderse como una transformación de la sociedad, olvidamos que nuestras sociedades y nuestro modelo de relaciones necesita ser repensado y replanteado desde la raíz. Al fomentar que los directivos de las empresas y los propios trabajadores se conformen con eventos de donaciones, gestos solidarios puntuales, medidas de beneficio al empleado coyunturales o actos de postureo corporativo, trasladamos el mensaje de que todo vale como cambio significativo.
En realidad aprecio y valoro mucho los gestos de las compañías y empresas en las últimas décadas; solo añado que estos gestos son completamente insuficientes si detrás de ellos subyace un comportamiento social meramente extractivo y egoísta. La alternativa al autoengaño continuo de fijar un presupuesto social y otro presupuesto económico es comprender las organizaciones como entidades capaces de manejar indicadores de beneficio no solo económico sino también contextual. La alternativa al librecambismo radical que defiende que el ser humano solo se relaciona en una sola dimensión (la económica) es incorporar otras dimensiones a la cartografía humana de las empresas.
En este sentido iniciativas de comercio justo, producción ecológica o empresa social se abren paso en nuestros días de forma minoritaria y con dificultad. Alternativas como los sellos de agricultura ecológica con base normativa en el Reglamento 834/07 de la Unión Europea, o los sellos de empresa social como B Corp (esperemos que el sello conserve su actual rigurosidad y coherencia) son sobradamente bienvenidas. La alternativa a la autocomplacencia y la caridad empresarial a la que nos tenía acostumbrados la moda de la Responsabilidad Social Corporativa consiste en pensar las empresas y organizaciones de una manera integral, y no solamente económica.
Hay ejemplos, se puede hacer, y estamos en el buen camino. Solo hay que remar y dejar de celebrar el barco o bendecir el viento, queridos limpiadores de conciencia.
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por David Criado | Sep 15, 2021 | ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO
“I love not man the less, but Nature more.“
maestro Lord Byron
Este será un breve artículo en el que niego la mayor. Considero que el conjunto de palabras pensamiento empresarial es un oxímoron. A saber, afirmo que estamos obligados por imperativo de supervivencia a reformular las bases, medios, motivaciones y fines defendidas por toda la historia del pensamiento empresarial. En este artículo defenderé que la manera en la que hemos vivido y trabajado hasta hoy no tiene ya futuro porque todo la arquitectura intelectual que mantiene el funcionamiento de las empresas nos ha procurado un enorme dolor y un indecible sacrificio a cambio de beneficios coyunturales, todo lo cual resulta ya insostenible para la humanidad en su conjunto (a nivel demográfico, social y mental) y para el planeta que habita (a nivel biológico, ecológico y ambiental).
En concreto trataré de argumentar la afirmación que encabeza este texto como título. A medida que continúo con mi larga investigación sobre las causas del malestar de nuestra especie, encuentro claros y evidentes hallazgos cuyos hechos se sustentan en el tiempo. Estas averiguaciones están dando forma a una serie de libros. Hoy quiero compartir de forma sintética uno de los hallazgos contenidos en uno de ellos. Me refiero a la tesis que resumo en esta oración:
El pensamiento empresarial y los sistemas de gestión representan el 4º descubrimiento más determinante de la historia humana tras la agricultura, la escritura y la ciencia, y a la vez son el elemento ecosistémico más suicida de toda la historia natural del planeta Tierra.
Ningún otro factor de presión histórico ha logrado tan sistemáticos, globales y efectivos resultados atentando contra la salud humana y la continuidad de la vida en el planeta. La manera en la que los seres humanos hemos entendido hasta hoy el pensamiento empresarial, ha logrado por sí misma procurarnos cortos periodos y restringidos entornos de estabilidad, pero al más elevado coste natural de la historia de la vida en la Tierra y en detrimento de la enorme mayoría de personas. Más en concreto hablo de que todo esto se ha producido durante toda la historia del pensamiento empresarial desde su gestación en la Edad Moderna hasta su consolidación en la Edad Contemporánea, pero que se ha acentuado insosteniblemente con la completa perversión del pensamiento empresarial en la posmodernidad del siglo XXI (un siglo que considero históricamente inaugurado a finales de los años 80).
Nadie puede decir que el pensamiento empresarial no haya sido efectivo. Lo que precisamente aquí defiendo es que ha sido profundamente amoral, dañino e inconsciente de la manera más efectiva en la que ningún otro elemento o herramienta empleado por un ser vivo ha podido serlo.
Para defender esta tesis que acabo de resumir, permíteme, lector o lectora, emplear el resto del artículo.
Comenzamos.
En mitad de una realidad social llena de incertidumbre, confusión y ruido, toda el enorme ecosistema del pensamiento empresarial con sus escuelas de negocio, congresos, libros, expertos y conferencias no ha logrado resolver o disminuir un ápice la ansiedad, la frustración y el malestar colectivos que el funcionamiento de las organizaciones lleva décadas generando en las personas. Antes bien, toda esa amalgama de profetas y profecías, toda esa religión y esos apóstoles han contribuido -hemos contribuido- década tras década hasta hoy al desastre social y climático que se avecina. Ocupamos horas y páginas enteras hablando de marketing de guerrilla, de empresa aspiracional, de marca personal, de innovación continua, de futuro del trabajo o de liderazgo (con todos sus apellidos), y al hacer todo esto la consecución del desastre se acelera.
La manera en la que todavía entendemos los mercados, el trabajo y las empresas nos envilece, nos sitúa en una exposición continua a caprichos y voluntades inconscientes y externas. Al adorar al dios “mercado” y a sus apóstoles de “tendencias”, entregamos el presente y el futuro de la humanidad a un reducido grupo de personas que deciden por nosotros. Personas que no se caracterizan por su sensatez o su ética sino por su inteligencia práctica, su habilidad persuasiva, su ambición desmedida y su socialmente premiada avaricia.
Existen hoy dos verdades innegables. La primera de ellas es que en cada época de la historia de la humanidad triundan sistemáticamente los listos, esto es, los que saben crear y aprovechar su momento defendiendo lo que a ellos les interesa; y son continuamente castigados o ignorados los sabios, esto es, los que saben comprender y defender lo que a todos nos interesa. La segunda verdad es que con el tiempo los listos siempre se olvidan y desaparecen, y con suerte los sabios prevalecen y son siempre recordados para cuando su pensamiento ya no es útil para ellos. Por descontado los listos lideran las empresas, y los sabios se ven cada vez más obligados a salir de ellas.
El problema es que si bien hasta hoy la humanidad se ha podido permitir no escuchar a los sabios en su época y esperar a que posteriores generaciones los escucharan, hoy no disponemos ya de tanto tiempo. Todas las evidencias sociales, económicas y científicas que estoy encontrando en mi investigación apuntan en una dirección: El tiempo de descuento ha comenzado a nivel humano y ecológico. Y mientras los listos hoy se multiplican a través de un sinfín de canales y de medios aumentando el ruido y la mierda, los sabios palidecen y son vistos como desfasados o agoreros.
Nuestro bienestar agoniza en gran medida porque las dinámicas empresariales de las que todos participamos nos invitan a competir y sentirnos cada cierto tiempo insatisfechos. Hemos construido modelos de relaciones que cada vez se fundan menos en la convivencia y más en una comprensión totalitaria de las sociedades de consumo. Mantenemos a la humanidad en una suerte de insatisfacción continua, con fácil acceso a infinitas e inmediatas opciones de consumo que nos aportan fugaces satisfacciones. Hacemos esto en lugar de promover lo contrario: sociedades de personas satisfechas que aprendan a experimentar puntuales insatisfacciones. Hemos hecho que lo primero sea rentable y lo segundo imposible.
La incandescente exigencia de los mercados globales genera en nuestra realidad diaria tensiones continuas y sistémicas que impiden la consecución de una vida plena. El bienestar social y la salud individual se resienten en contextos laborales que nos ahogan y desmotivan. Incluso los intentos o las promesas de incorporar color (en edificios, oficinas, marcas o post-its) a una realidad empresarial absolutamente gris (aburrida, recurrente y miserable) acaba generándonos escepticismo y recelo. En un contexto donde todo se mercantiliza es complicado comprometerse o fiarse de algo o de alguien.
En lo tocante a la misma vida biológica, ya no hay ninguna duda: el deseo de extender las ideas del crecimiento ilimitado, la rapidez y la efectividad a todos los ámbitos humanos, ha generado problemas ecológicos severos que están destruyendo las condiciones ambientales del planeta tal y como lo hemos conocido desde la primera vez que comenzamos a construir sociedades complejas hace 10.000 años. El pensamiento empresarial, profundamente efectivo y contrario a la sensatez y la ética, es el actor fundamental de este homicidio. Me refiero más en concreto a que las actuales bases del pensamiento empresarial tienden a descontextualizar los medios en la búsqueda continua de fines abyectos y procaces. En otras palabras, el pensamiento empresarial que conocemos es absolutamente suicida y sus apóstoles representan nuestra peor pandemia. ¿De qué sirven todos esos grandes modelos de gestión “exitosos” si destruyen la propia salud mental, la convivencia, la vida?
En lo tocante a la ética, hace mucho tiempo que los entornos empresariales no inspiran ninguna confianza ni son sinónimo de honestidad para la gente. Ni las engañinas campañas de publicidad ni los desesperados intentos de lavado de imagen (eco, co, fem,…) de las grandes corporaciones les ayudan a mejorar su reputación. Las empresas siguen siendo tan solo un mal necesario que entendemos como obligatorio. En otras palabras, a menudo vamos a trabajar en tareas que aborrecemos contribuyendo a propósitos injustos.
En buena medida somos víctimas de este bucle infinito porque nosotros mismos lo alimentamos. Adquirimos compromisos y entendemos los ritos de paso de la vida en sociedad de una manera esclavista. En nuestro tiempo madurar significa perder creatividad, libertad y coherencia. Nuestras elecciones nos limitan, nos obligan a trabajar para personas y empresas que no queremos, y con el tiempo aprendemos a justificar y autoconvencernos de que esas mismas limitaciones y esas acciones de nuestra propia vida son correctas. Es así como nos adherimos a ideologías económicas de todo signo y participamos de la insensatez global sacando pecho mientras el mundo natural y el humano están al borde una gran caída.
Por decirlo claramente cada uno de nosotros contribuye a la inercia social suicida en clave histórica y continuista: nuestras limitaciones pasan de una generación a otra fortalecidas e incluso crecen y se engordan para aumentar el problema. Nuestros hijos heredan las consecuencias de nuestras malas decisiones y se ven abocados a seguir idénticos y viejos caminos equivocados pero con renovados aspectos y apariencias siempre jóvenes. Y en esto son iguales ricos y pobres porque la sociedad que heredan tanto unos como otros es para todos la misma. El sentimiento de vacío e insatisfacción acaba afectando a todos en su correspondiente contexto y su proporcional medida.
Motivados por una comprensión del mundo extractiva, por una persecución voraz de la rentabilidad económica inmediata y por el ideal del eterno crecimiento, la cantidad sustituye a la calidad, y lo rápido a lo lento. Hasta tal punto la empresa nos envilece que ningún profesional serio con cierta experiencia laboral se atrevería a negar hoy que en la mayoría de entornos de trabajo ser buena persona es contraproducente. Equivale a ser idiota, ingenuo, inocente en un mundo donde solo nos lideran los que aprenden a dormir sabiéndose culpables. El maquiavélico triunfa sobre el platónico en toda carrera corporativa. La solidaridad y la compasión son vistas como una debilidad en un entorno competitivo continuo. En una suerte de espiral diabólica, el mezquino, el egoísta y el miserable ascienden en estructuras laborales cuyos modelos de negocio se nutren y explotan nuestras peores instintos.
En lo tocante a la esperanza por mejorar la realidad presente, la ingesta continua de metodologías, conceptos, teorías y herramientas superficiales de las que nos suministran el management tradicional y las continuas profecías de innovación, solo aumentan el desengaño y el hastío de la gente. Los trabajadores acuden a cursos en los que no obtienen respuestas, y trabajan en lugares que penalizar el planteamiento de preguntas interesantes. Las personas acumulan certificados y títulos, avanzan en sus carreras profesionales mientras detienen o congelan sus vidas. Continúan con una existencia vacía que les aleja del disfrute y el goce de la belleza de la vida. En este sentido los entornos laborales tal y como los comprendemos nos alejan de la vida presente y nos acercan a la muerte. Toda la parafernalia empresarial existente engorda la religión del trabajo y mata de hambre la verdadera razón de nuestra existencia: la vida. Una enorme burbuja de felicidad aparente y profesionales realizados esconde historias individuales de personas con almas completamente rotas. Paradójicamente los que tratan de inspirarlos o ayudarlos están aún peor. Lo digo porque les conozco.
Una nueva manera de comprender las relaciones humanas y los entornos productivos y reproductivos pide paso. Se hace necesaria una profunda reflexión sobre las bases fundamentales de nuestro entendimiento de la vida y el trabajo. Las sociedades de consumo deben dar paso a las sociedades de cuidado basadas en un entendimiento integral de la vida que incluya la economía pero que no nos esclavice a ella. El viejo maestro Aristóteles diría que lo que tenemos hoy no es economía (administración sensata del hogar), sino crematística (adquisición y acumulación deshumanizante de riquezas).
Nuestras relaciones, costumbres, horarios y expectativas deben cambiar, necesitan cambiar si queremos un presente y un futuro relativamente dignos de ser vividos por nuestros hijos. Ese ha sido y sigue siendo hoy mi compromiso. A esto dedico mis días. Y no soy el único, aunque reconozco que en absoluto somos muchos. Por eso, lector o lectora, te pregunto… ¿Te animas a acabar con el pensamiento empresarial suicida?
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por David Criado | Sep 13, 2021 | DESARROLLO PERSONAL
“Es lamentable que para ser un buen patriota uno deba convertirse en enemigo del resto de la humanidad”
maestro Voltaire
A María Hernández, Yohannes Halefom y Tedros Gebremariam, colaboradores de Médicos Sin Fronteras asesinados en la región etíope del Tigray en junio de 2021, in memorian
Viajé a un lugar donde nadie vive en el presente. Caminé por el mejor trozo de tierra en el que uno puede vivir en directo la verdad histórica de todo lo que fuimos, y a la vez la especie en la que nos estamos convirtiendo. En los lugares en los que nadie tiene casi nada, el alma se ensancha hasta abarcarlo todo. Sin embargo ese lugar además cuenta con una peculiaridad concreta. En aquella latitud las personas viven congeladas en el tiempo (un pasado neolítico, un pasado medieval cristiano, y un pasado tardoislámico) pero a la vez son absorbidas con enorme rapidez y con violencia sistémica por un futuro suicida que emerge. Etiopía es un destino singular porque se resistió al presente. No vivió de manera intensiva los procesos extractivos de colonización global que en los siglos XIX y XX venían de Occidente, y hoy está pasando de ser una sociedad estacionaria (tradicional, estática y rudimentaria) a ser una de las mayores colonias económicas de China en África.
Desde hace años peregrino a los lugares clave de la historia cultural, espiritual, social y económica de la humanidad. Acudo a los últimos reductos de nuestra dignidad y lo hago buscando esperanza. Este artículo es un resumen de los aprendizajes de mi última expedición, en esta ocasión al cuerno de África. Viajé a Etiopía como quien vuelve a su propia casa siendo un extranjero (farange). Necesitaba ver con mis propios ojos la cuna de la humanidad y acabé viendo a la vez las posibles causas de la lenta extinción de nuestra especie.
Durante un mes recorrí más de 4.100 kilómetros por caminos y carreteras polvorientos explorando el remoto jardín etíope del que hablara Homero, refugio de los primeros partidarios de Mahoma, segunda Jerusalén del mundo para los judíos tras las cruzadas, y segundo país histórico oficialmente cristiano. Hablo de la única tierra africana que se mantuvo independiente tras el saqueo colonial de aquella ominosa Conferencia de Berlín de 1884 en la que 7 paises europeos se repartieron la propiedad de todo un continente.
Para cartografiar la cultura neolítica de la que provenimos visité más de 13 tribus de las naciones indígenas que pueblan el valle de Omo, una de las últimas regiones tribales del planeta. Conviví también con soldados, civiles, clérigos y monjes en el este y el norte. De camino al norte y muy cerca del frente vi caminar hacia su muerte segura a niños armados llenos de alegría e ilusión. Curé las heridas y lavé los pies de quienes me acogieron. Visité los gloriosos palacios del emperador Facilides en Gondar. Escuché los viejos cuentos sobre el Arca de la Alianza. Dormí en antros de mala muerte junto a cucarachas y pulgas pero también en lugares de ensueño junto a salamandras sinuosas, pájaros de colores extraordinarios, excitados babuinos, orgullosos marabos, acechantes lobos y majestuosos antílopes. Rodé durante largas horas por carreteras precarias llenas de hoyos y baches que procuraron a mi cuerpo lo que Dani, mi amigo local, llamaba “el masaje etíope“.
Extraigo en este artículo muchas de las anécdotas y lecciones anotadas en mi cuaderno de viaje. He dividido el artículo en 3 apartados:
- LO QUE FUIMOS: En el primero de ellos comparto anotaciones y aprendizajes de mi cuaderno de viaje.
- LO QUE QUEDA DE NOSOTROS: En el segundo extraigo de modo sintético por qué considero que Etiopía es una lente de aumento que nos ayuda a ver bien lo que queda de nosotros.
- CONCLUSIONES: En el tercer apartado comparto mi conclusión final
Comenzamos.
LO QUE FUIMOS
Algo atávico y fascinante permanece en el remoto y fronterizo valle del río Omo como recuerdo del orígen de una especie entonces minoritaria y poco dañina. Ese olor, ese sabor y esos colores que han perdurado cientos de miles de años nos ofrecen un amplio crisol de culturas tribales al modo de vestigios vivos de una historia ancestral. Aunque algunas centrales industriales y parques tecnológicos chinos interrumpen puntualmente el horizonte visual del paisaje agreste del valle, todavía hoy -tal y como yo lo hice- uno puede conocer las culturas tribales diferenciadas de los 50.000 dassanech, los 30.000 dorze, los 34.000 suris, los 30.000 nyangatom, los 47.000 hamar, los 46.000 banna, los 2.400 karo, los 9.000 tsemai, los 7.000 arbore o los 12.000 mursis. Incluso uno puede disfrutar de la cultura algo más urbana de los 8 millones de sidama, los 2 millones de hadiya, los 289.000 aari, los 2.7 millones de wolaitta, los 400.000 konso o los 80.000 alaba, entre muchas otras naciones tribales. Lejos de allí quedan las etnias mayoritarias -aunque también profundamente leales a sus tradiciones- de los oromo, los afar, los tigray o los amhara.
Muchas de las culturas del Valle del Omo están emparentadas con los masai por la proximidad con la frontera kenyata, un límite político inventado por Europa que divide realidades antropológicas idénticas. Todos ellos viven en este extenso valle fluvial que es parte central del Gran Valle continental del Rift. Viven allí perdidos a conciencia en grandes mesetas y laderas, protegidos de la modernidad aunque asediados por ella (camiones de mercancías, visitas estacionales de turistas, regulaciones gubernamentales,…). Subsisten alejados cientos de kilómetros de Hawassa, la capital política rural de la región de las naciones étnicas del Sur, que a su vez está a otros cientos de quilómetros del centro del país. En la época de lluvias uno surca durante horas inmensos caminos rectos a cuyos lados se extiende un universo de salpicados árboles cuyo manto verde se multiplica hasta el infinito.
LA EVOLUCIÓN NATURAL. Aquí nacimos, aquí evolucionamos hasta caminar erguidos sobre nuestras dos piernas. Somos precisamente bípedos debido a la necesidad de avistar depredadores y presas en estas grandes y a menudo planas extensiones de tierra donde las grandes selvas empezaron hace cientos de miles de años a clarear. Este es el aspecto de la primera tierra que vieron nuestros ancestros. Aquí los mercados de las pequeñas villas o las cuevas en cuyo interior se intuye a una persona mirando, – bien hombre delgado o bien mujer resuelta- son el recuerdo de un mundo ecológico distinto habitado por tan solo unos pocos millones de personas difíciles de encontrar. De modo que el individuo etíope rural es la memoria viva de una verdad que hoy vivimos para olvidar: la vida natural es dolorosa, cruda y violenta y a la vez inmensamente bella porque es frágil, limitada y finita.
LA LOTERÍA HUMANA. Aquí es donde aprendimos a vivir de forma sostenible necesitando muy poco y encontrando en la naturaleza todas las posibles y útiles respuestas. Estas personas que descienden de nuestros ancestros son incapaces de evadirse de esta verdad porque todavía hoy la viven a diario. Saben algo que todos los demás hoy olvidamos: que una cosa es imposible sin la otra. La pobreza material que les rodea paradójicamente les aleja de la depresión posmoderna y el individualismo crónico. Parece como si en nuestro mundo envilecido durante siglos estuviéramos abocados a tener dos tipos de existencia dependiendo de nuestro lugar de nacimiento: vidas materialmente dichosas y cómodas pero espiritual y socialmente pobres, o vidas materialmente humildes y duras pero llenas de plenitud.
EL VÍNCULO CON LA NATURALEZA. En nuestro paso remoto aquí convivimos en la misma mesa compartiendo cobijo y alimento con los grandes mamíferos salvajes formando parte de los ciclos naturales, sufriendo y beneficiándonos de las inclemencias del tiempo. Aunque desde hace décadas los grandes animales migraron hacia el sur, existen en la región grandes pruebas de este pasado remoto en la intemperie. Todavía hoy los dorze continúan construyendo sus extraordinarias casas móviles en forma de elefante en honor al más grande de todos los seres que evolucionaron junto a nosotros. Todavía hoy las personas siguen vinculadas a los procesos y ciclos de la naturaleza. Los ejemplos son ilimitados:
No existen monocultivos intensivos y cada región está especializada en el cultivo estacional de diferentes alimentos con los que se comercia en mercados improvisados que sirven de punto de encuentro entre diferentes colonias de la misma tribu (no es frecuente el comercio entre tribus étnicas). Ante la inexistencia o la inutilidad de espantapájaros en los cultivos, pequeñas tarimas improvisadas de madera se alzan sobre las plantaciones acogiendo a niños que dedican gran parte de su jornada a amedrentar a los pájaros que se aproximan. La alimentación está íntimamente ligada a las estaciones no solo en cuanto al cultivo vegetal sino también en cuanto al aprovechamiento del alimento que se obtiene de los animales (leche y carne). Las propias construcciones no importan materiales lejanos sino que se realizan con materiales de las proximidades (cáñamo, rama seca, bambú, hoja de banana, canto rodado, barro, trigo, madera,…) Los utensilios y herramientas son los propios recursos naturales convertidos en vajilla de cocina (cuencos, platos, mazos o tazas se obtienen de la instrumentalización de calabazas, maderos u hojas) o en aperos de labranza (para tiro animal o uso humano). Aún en el caso de poder comprar maquinaria de cultivo, a menudo resultaría imposible usarla por la existencia de piedras en el terreno o por la propia disposición física de los cultivos.
UNA VIDA NEOLÍTICA. A causa del aumento y descenso de las precipitaciones de lluvia, los ciclos estacionales de desecado y desbordamiento anuales del río , premian y castigan los campos de cultivo y pasto desde hace siglos desabasteciendo y abasteciendo una y otra vez a humanos, vacas, ovejas y colonias jurásicas de millones de termitas. En esta parte del mundo, tal y como ocurría en la antigüedad de nuestra historia, la única realidad que conocerán la enorme mayoría de estas personas tiene un diámetro de unos 30 quilómetros. Una camarera en una localidad rural me comentaba que envidiaba el hecho de que yo, un extranjero, estuviera conociendo todo el país y ella no fuera a salir nunca de su pueblo.
Los niños que se bañan en el río embarrado, las ancianas que se sientan junto al quicio de la puerta o los adultos que cultivan de sol a sol los campos permanecerán al márgen de las millones de neurosis europeas, no conocerán qué demonios es una hipoteca ni se montarán jamás en un coche. A su muerte, puntualmente habrán acudido a una clínica donde se les suministrarán medicamentos importados de la India. Harán uso de herramientas construidas con sus propias manos y a lo sumo cargaran a cuestas con bidones de plástico amarillos para recoger cada día el agua potable que está a unos 8 quilómetros de su vivienda de madera talada, barro y paja.
La sociedad tribal etíope confía la búsqueda y el transporte de agua en las mujeres. Dado que el crecimiento demográfico desmesurado hizo huir hace décadas a los grandes mamíferos a Kenia, el peligro de ser hoy atacadas por animales salvajes se ha reducido. Las mujeres acarrean bidones amarillos de agua desde la superficie raquítica del escaso lecho del río hasta las aldeas en viajes diarios de varias decenas de kilómetros. El agua y la sed turbias son el sustento de una gran cantidad de poblados humanos en riesgo severo de exclusión ambiental en un futuro cercano. La ONU lleva varias décadas alertando de la futura emergencia de los conflictos por el agua ante el agotamiento progresivo y el abuso intensivo de las reservas fluviales y los depósitos naturales bajo tierra. Durante semanas vi la imagen de millones de mujeres y niños caminando varios quilómetros para disponer de agua como un augurio de todo lo que se nos viene encima.
VIVIENDA SIGNIFICA VIVIR LA VIDA. Una característica transversal de las naciones indígenas del valle de Omo tiene que ver precisamente con las variadas técnicas de arquitectura rudimentaria que emplean para construir sus viviendas. El símbolo central de la bandera de las naciones del sur es una choza porque decenas de miles de ellas se suceden en las comunidades tribales del valle. Durante el viaje documenté las técnicas y hábitos de construcción de todos los lugares que visité. Todas las tribus -del mismo modo que ocurre con otras sociedades estacionarias- manejan un entendimiento de la vivienda abierto y cercano en el que lo privado no es lo propio aislado sino lo íntimo compartido.
Dado que las viviendas están construidas con materiales naturales que necesitan ser renovados cada cierto tiempo (las construcciones puede durar entre 5 y 50 años según el material empleado), es común formar cuadrillas de construcción itinerantes o bien alternar la construcción o reparación de las viviendas con las actividades diarias. La vivienda se convierte así en un organismo vivo que envejece y se renueva con las personas que la habitan. En el caso de los dorze la vivienda (una enorme cabaña cónica con tragaluces) se mueve incluso cuando las personas y las aldeas se trasladan de un lugar a otro. Una vivienda suele implicar entre 2 semanas y 6 meses de trabajo dado que la complejidad arquitectónica varía mucho de unas tribus a otras desde las chozas a ras de suelo hechas de ramas sin estructura de techo de los mursi, hasta las grandes estructuras de madera encajada con pilares sobre piso y paredes robustas de los halaba o los konso.
Pero la vivienda también para la cultura tribal centroaafricana no solo es continente sino también contenido, es decir, el conjunto de usos que se hacen de ella. Al igual que ocurría en las sociedades preindustriales en Europa es frecuente que los vecinos sean parte de la familia y que la identidad grupal de la que el individuo se siente parte sea una identidad extendida en la que se incluye la totalidad de los animales, los objetos y las personas de la comunidad de las que todos cuidan. Así, las ideas de propiedad o parentesco existen pero no impiden que el resto de personas participe de ellas. Es frecuente entrar y salir de las casas con libertad (a menudo no existen puertas), participar activamente en la crianza de todos los niños o compartir el cuidado del ganado o el cultivo de alimentos (la caza está intensamente restringida y regulada).
EL SISTEMA SOCIAL DE LOS KONSO. La justicia tribal se imparte en improvisados consejos de justicia formados por los más ancianos o los adultos más capaces en torno a reglas de convivencia sencillas pero inalterables. Al estudiar y recopilar testimonios de comportamiento social en las tribus vi semejanzas con varios procesos sociales incipientes en las sociedades políticas posmodernas. Las naciones derivadas de la gran familia Hamar, entre las que destaco a los Karo y a los Mursi, representan para mí el claro ejemplo de cómo una vida sencilla con reglas muy básicas de convivencia puede generar fuertes lazos en sociedades reproductivas. Pero existen sociedades que aún siendo estacionarias han alcanzado un grado de desarrollo social que resulta inspirador como modelo de relaciones humanas.
El sistema social que más me impresionó por su elevada cohesión y fortaleza simbólica subsiste aún en la cultura konso. Las altamente desarrolladas estructuras sociales, deliberativas y colaborativas de la tribu konso (con una demografía total de 400.000 personas) representan el más alto grado de desarrollo en las inmediaciones del Valle de Omo. Es especialmente magnífica el fantástico matrimonio entre urbanismo y sociabilización. Los poblados konso se construyen en lo alto de las colinas para dormir la plantación de terrazas bajo los pies y protegerse de los atacantes desde una ventajosa posición de altura. Si decíamos que la vivienda tribal es una vivienda viva porque crece o desaparece orgánicamente con las personas que la habitan, los poblados konso amplían esta correlación al orden de magnitud de la población entera.
El urbanismo konso está íntimamente relacionado con la antigüedad de sus habitantes. Una generación equivale a 18 años de tiempo humano (dado que se mide por la edad a la que una persona puede casarse), de modo que el urbanismo -basado en anillos concéntricos amurallados- crece al modo en el que lo hacen los anillos del tronco de un árbol. Cuando la comunidad se amplía según pasan las generaciones, no se derriban las murallas anteriores sino que se conservan como símbolo de crecimiento y fortaleza. Como recordatorio de la antigüedad de la población entera, las plazas centrales de los poblados están presididas por enormes varas gruesas de madera que se alzan sobre el cielo, cada una de las cuales representa el esfuerzo de una generación, y todas las cuales unidas y atadas en conjunto representan el respeto que debe tenerse a todas las generaciones por igual.
Los recintos concéntricos de piedra (amurallados hasta la altura de la cabeza de un ser humano medio) albergan bellas calles empedradas y estrechas a diferentes alturas capaces de articular espacios sociales dedicados a la convivencia pública (tribunales, consejos y plazas) y colecciones de pequeñas comunidades de viviendas en las que una o varias familias conviven en régimen de recursos compartidos. Cada comunidad reducida es un recinto con intimidad propia rodeado de calles dentro del recinto de la comunidad extendida. Este urbanismo da lugar a una sociabilización efectiva de cercanía basada en la diaria administración distribuida de grupos sociales pequeños que subsisten sobre los acuerdos colectivos de la comunidad extendida. Los 9 clanes konso (toda la simbología social, material y artesanal gira alrededor de este número) alternan la poligamia para los animistas y la monogamia para los protestantes y ortodoxos.
A la entrada de cada pequeña comunidad konso dentro de la población se encuentran los totems familiares o waka. Cada jefe de comunidad es sustituido por un sistema de consejo y existe una casa comunitaria (o mora) en la que deben dormir todos los jóvenes a partir de los 12 años de edad (pueden convivir en una mora hasta 30-40 personas) para compartir de forma colectiva los días de paso a la edad adulta. Los impresionantes edificios mora tienen 2 alturas: en la superior duermen por la noche y en la inferior conviven o aprenden a tomar decisiones importantes para su vida relativas al cultivo o la convivencia junto con los adultos. Una población konso puede crecer hasta tener más de 10 moras, cada una de las cuales administra decisiones compartidas que afectan a las pequeñas comunidades de su demarcación urbana más cercana.
ALOJAMIENTO DE LUJO. Suele ser habitual que los alojamientos en Etiopía, ya sea en casas o en hoteles, sean precarios aunque de cuando en cuando uno tiene alguna alegría. La normalidad consiste en aprender a convivir con la rudeza. Fruto del choque entre las expectativas occidentales y la realidad de la vida tal y como es en Etiopía, surgen situaciones cómicas. Me contó Eskander, un buen amigo etíope con el que me reí mucho, que una vez un turista muy molesto con los alojamientos le preguntó cuántas estrellas tendría el siguiente hotel, y él le dijo: “No una, ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco, sino muchas estrellas“. El hombre quedó desconcertado y no se fiaba mucho, por lo que durante todo el viaje estuvo esperando la llegada sin disfrutar del paisaje ni de las conversaciones con la gente. Al llegar por la noche a la siguiente parada y montar las tiendas de campaña sobre el mismo suelo junto al coche, el turista le preguntó: “¿Por qué demonios me dijiste que habría muchas estrellas?“, a lo que Eskander le respondió señalando el cielo estrellado.
UNA VIDA REAL, ES DECIR, IMPREVISIBLE. Acostumbrado a los continuos cambios de planes que surgen en todas las expediciones que realizo, y dada la situación de conflicto en el país no me extranó que tuviera que cambiar por completo mis planes a mi llegada. Las tropas tigray habían conquistado Lalibela por lo que decidí ir primero al sur por si la cosa se calmaba. Al llegar de regreso a la capital tras las primeras 3 semanas viajando por el resto del país, pude emprender camino hacia el norte tan solo porque me comunicaron que un acantilado de rocas que había caído sobre la carretera del norte, se había logrado quitar tras muchos esfuerzos. A menudo durante el viaje comí una vez al día sin necesitar más alimento y sintiéndome completamente lleno. Era frecuente montarme en el coche no sabiendo dónde iba o quién se montaría en él y más normal aún era que las personas con las que interactuaba cada día estuvieran armadas con algún fusil de asalto o ametralladora. Dado que yo tan solo llevaba mi humilde cuchillo cudeman en el cinto, todas mis herramientas para desenvolverme en un lugar donde nadie hablaba inglés ni castellano eran mi sonrisa, mi tono de voz, mi actitud y mis gestos.
En mi cuaderno de viaje tengo anotado: “Hoy tuvimos 6 controles de carretera y tuve que abrir la mochila unas 2 veces con la cara más sonriente que puedo ofrecer. “Todos los que tienen armas y nos paran son mis amigos” le digo mientras sornío a Daniel, mi conductor etíope. Hoy me ha dicho que le encanta viajar conmigo porque es como viajar con un hermano. En el penúltimo control 2 milicianos ametralladora en mano se montaron en el coche y nos dijeron que persiguiéramos a una ambulancia que se había escapado al ver el check point dando media vuelta. De modo que me he visto en medio de una persecución por una carretera perdida y con la mente tranquila. En fin, nada fuera de lo normal en este universo propio dentro del planeta Tierra.”
LA SISTEMÁTICA VIOLENCIA RITUAL. Los megalitos de Tiya, en Etiopía, que datan de varios siglos atrás dan testimonio de enterramientos rituales de guerreros cuyas lápidas ceremoniales son un ejemplo histórico de la importancia social de la violencia en las sociedades humanas y de su valor ostentatorio y heroico. El tamaño de los megalitos de dichas tumbas se corresponde con el número de muertos a manos del guerrero. Por cada uno de los enemigos muertos en combate con otros grupos o etnias, las sociedades de la antigua Etiopía dibujaban una espada convirtiendo la violencia en un elemento simbólico de éxito y reconocimiento. El hecho de que la violencia haya estado asociada al varón durante nuestra historia por motivos de complexión y disposición biológica, construcción social en forma de supremacia sobre la mujer y asociación con el honor, se ve bien en las tumbas megalíticas de las mujeres en los cementerios megalíticos etíopes, donde tan solo se observa la importancia social de la mujer en vida por el tamaño de los pechos grabados en la piedra.
LA NECESIDAD DE ADRELINA. La nación étnica de los surma, formada por unas 40.000 personas, una de las más inexploradas y en menor contacto con la modernidad, es ajena a cualquier tipo de comunicación no violenta y resuelve sus conflictos mediante matanzas y pequeñas guerras tribales. Paradójicamente mi estancia en Etiopía ha sido sensacional porque debido a las recomendaciones de los diversos ministerios de asuntos exteriores de Occidente nadie viaja allí desde hace tiempo. Pero no siempre el país es tal y como yo lo he visto.
El gobierno nacional ha realizado un esfuerzo para explicar a los surma y a otras tribus que existen otros medios para resolver las diferencias más allá de la violencia. Estos intentos han resultado infructuosos en muchos aspectos y la legislación y la justicia liberales etíopes conviven con la tradición y los consejos tribales. Durante mi estancia recolecté varios relatos de tribus que habían decidido la muerte de alguno de sus miembros como castigo a comportamientos considerados ominosos entre los que destacaban el adulterio, los malos negocios o el incumplimiento de las tradiciones.
En una suerte de demostración palmaria de la estupidez y la neurosis europeas, numerosos grupos de turistas aficionados a la fotografía suelen acudir a Etiopía para captar una instantánea de los surma. Al realizar estos viajes ponen en peligro la vida de mucha gente (guías, conductores, soldados del ejército, compañeros de viaje,…) a cambio de una anécdota “con una tribu remota” que contar a su vuelta a Europa. Este turismo de lo exótico que acaba en instagram no solo es irresponsable sino que ha contado ya con decenas de muertos.
Una viajera occidental se internó en el Valle de Omo andando completamente sola y caminó durante 2 semanas perdida hasta que Dani casualmente se encontró con ella. Al preguntarle qué demonios hacía en medio de un territorio lleno de animales salvajes, ella respondió que buscaba entrar en contacto con una tribu perdida. El azar y la suerte quisieron que esa mujer no hubiera sido raptada, violada o pasada a cuchillo por ninguna tribu, y que ningún animal la hubiera acechado en ese tiempo. Ambas historias tienen que ver con una misma realidad vergonzante: Nada más falaz que tener una vida anodina en Europa y buscar un chute puntual de adrenalina en la África salvaje y remota.
LA MUJER COMO PROPIEDAD. Uno aprende a valorar los avances en la igualdad de género en los países occidentales liberales cuando viaja por el mundo. Sin duda el rol que la mujer ha logrado ocupar como miembro social de pleno derecho en la reciente historia de Occidente es extraordinariamente minoritario en el mundo. Lo que es aplicable a la mayor parte del globo, es especialmente visible y crudo en la madre de África.
La mujer en las sociedades tribales del Valle de Omo es a todos los efectos un objeto. Forma parte del patrimonio (conjunto de propiedades masculinas) que tiene un varón a través del matrimonio (cesión, venta o entrega de mujeres entre hombres). Si bien el valor de un varón no es cuestionable, el de una mujer varía entre 20 o 40 cabezas de ganado y su cometido se ciñe a la crianza, el cultivo y el servicio doméstico. Es frecuente la ablación femenina del clítoris en la infancia y las mujeres no conocen ni llevan la cuenta de su edad. Se dividen entre niñas sin capacidad reproductiva y mujeres susceptibles de embarazo. Del mismo modo que todavía hoy ocurre en la enorme mayoría de todas las sociedades humanas litúrgicas, la propiedad de las mujeres pasa de un hombre (el padre de la mujer) a otro hombre (el padre del marido o el propio marido según el nivel de concierto) en ceremonias que implican intercambios de bienes.
Visitando un poblado halaba (de credo musulmán) entré en una de las viviendas de una familia por expresa invitación de ellos. Las viviendas halaba se encuentran entre las más grandes de las naciones del sur y tienen una peculiaridad apenas presente en el resto de tradiciones tribales: uno puede moverse de pie sin problema en el interior de la vivienda. Los halaba practican la poligamia. El cabeza de familia tras invitarme a comer varias tortas de pan me comentaba que su segunda esposa con la que acababa de casarse se encontraba en un habitáculo de la vivienda hecho de cañamos y que debía permanecer allí durante 4 meses sin salir ni ser vista por nadie salvo el marido. Tras esos meses la mujer sale a la comunidad y es aceptada por todos con un gran festejo en un ritual a través del cual se da a entender que ya forma parte de esa identidad grupal inmediata.
LA LIBERTAD y LA FELICIDAD COLECTIVAS. En mi recorrido por el mundo suelo comprobar cómo la cultura tribal desprecia, desconoce o permenece ajena a los conceptos modernos de libertad y felicidad individual. Etiopía no es una excepción y el continuo mantenimiento de la libertad y felicidad colectivas anulan las aspiraciones individuales. Mientras disfrutaba de un café molido a mano en una choza dassanech, en una página del cuaderno de viaje anoté: La búsqueda de la libertad individual que propusieron los ilustrados está basada en la defensa de los derechos individuales. Esta búsqueda genera ilusión y progreso pero es también el mayor motor de todas las neurosis. En una aldea del valle de Omo no existe ningún derecho individual más allá de la costumbre. Hay colectivos y grupos excluidos pero no observo depresión ni tristeza. La vida no se contempla como una lucha individual diaria contra otros sino como una realidad compartida por todos. Las relaciones humanas no se entienden en clave de justicia distributiva sino sobre el concepto de equidad. Son comunes las muestras de respeto y no existe la sobreprotección. Los niños crecen experimentando la crudeza y alegría de la vida por sí mismos.
LA MIRADA DE TODO UN CONTINENTE. Reproduzco íntegramente las notas de mi cuaderno de viaje: “Disfruto del encanto de una cerveza Dashen fria con una pizza margarita que puede que sea congelada y una ensalada de tomate. Pequeños placeres en un país prebélico con continuos cortes de luz y habitaciones mugrientas diseñadas por psicópatas. A mi alrededor una gran cantidad de personas, incluida una familia con varias mujeres cubiertas con hijab, cena despreocupada por un conflicto que no acaba de llegar aunque está a pocos quilómetros. Una sirena de policia advierte a algunos viandantes del toque de queda impuesto hasta las 20:00.
Al parar en la carretera a contemplar el maravilloso paisaje montañoso y verde de un valle, 30 niños se abalanzaron sobre mí y corrí sonriendo y gritando sobre ellos. Jugamos durante unos minutos hasta que vi que uno de ellos se sentaba y se lamentaba por una herida en el pie. Al verla -tal y como me había ocurrido varias veces antes- le ofrecí prestarle primeros auxilios pero salió corriendo. Esperé con calma a que volviera y después de muchos intentos, logré que subiera al maletero del coche para atenderle en condiciones. Supe luego por las burlas de sus amigos cuando le estaba lavando los pies que jamás se los había lavado antes. Desinfectando la herida comprobé cómo el muchacho estaba aterido del frío que infunde el miedo más profundo. Me miraba sorprendido tratando de entender por qué un desconocido le lavaba los pies. Comprendí que no me miraba un solo niño, sino que me juzgaba todo un continente.
EL MAPA DEL MUNDO. En mi camino hacia el norte, en el mayor monasterio de Etiopía, en Debra Libanos, conocí a un monje ortodoxo. Llevaban 2 semanas sin luz ni comida y me contó que los peregrinos lo estaban empezando a pasar mal. Los 800 monjes del monasterio tenían comida garantizada pero no contaban con recursos para alimentar a todas las personas que les visitaban. Aún así me dijo que estaban distribuyendo alimentos a diario entre la gente gracias a una máxima de su orden monacal que ayudaba a racionar y aprovechar al máximo el alimento. Según esta regla si alguien come una vez al día es un santo, si como dos veces al día es un ser humano y si come 3 veces al día es un animal. Al comentarle que como una o dos veces al día desde hace tiempo, el hombre me entendió como un hermano y continuamos camino.
A los lados de la senda y lavándose los pies en las fuentes, miles de personas descansaban tras viajar cientos de quilómetros desde sus casas con el ánimo de poder santiguarse con el agua bendita del lugar. El monje me acompañó en la visita a la catedral justo antes de que peregrinara a la cueva en lo alto de la montaña para ofrecer mis respetos al lugar en el que vivió el ermitaño fundador de la orden en el siglo XIII. Junto al monje también recorrí un museo bien cuidado que narraba la historia del lugar. Justo antes de salir a la calle, se paró ante un mapa y señalando el Estrecho de Gibraltar me dijo: “¿Cuánta distancia crees que hay entre Europa y África?“. Yo le respondí que no más de 15 kilómetros. Él me miró sonriendo y yo entendí perfectamente por qué demonios sonreía.
LO QUE QUEDA DE NOSOTROS
Quien viaja a Etiopía acaba mirándose al espejo. En Etiopía ocurre lo mismo que ocurre en el resto del mundo pero de una forma mucho más clara y evidente, sin necesidad de excusas ni ocultamientos. Si todo el continente africano resume bien la crudeza de todo lo que somos (para bien y para mal), este lugar del continente incluye todo tipo de realidades, niveles y estratos de vida en un sincretismo social y antropológico incomparable. Entre la miseria absoluta y las grandes apariencias 120 millones de personas sobreviven a las consecuencias ocultas de la lenta destrucción ecológica y humana que comenzó a fraguarse en los años 70.
En Etiopía conviven la fe y la tradición de las tribus milenarias con el escepticismo roto del hombre posmoderno. En 1.000.000 de quilómetros cuadrados confluyen una gran diversidad de culturas y más de 80 lenguas que sobreviven con dificultad a la barbarie productivista. Los contrastes son tan salvajes que apenas uno puede procesarlos. Las diferencias se miden en órdenes de magnitud que abarcan toda la historia humana desde su origen hasta el futuro inmediato.
Según el Kevra Nagast, allí desde hace 3.000 años se proyecta sobre todas las cosas la atenta mirada de Menelik I, mítico fundador de la tierra etíope, hijo del legenario Rey Salomón y la mítica Reina de Saba. Allí también conviven el recelo tribal alimentado durante décadas con un incipiente y próspero deseo de convivencia. El antiguo reino de Abisinia está cortado por la gran falla del Valle del Rift que divide la placa africana en dos partes. Sobre valles y montañas se multiplica la más antigua presencia de seres humanos sobre la Tierra, un paraíso fluvial donde nacen el Nilo Azul y muchos de los principales ríos del continente. Y a la vez que Etiopía es todo esto, al menos 10 fenómenos que son fácilmente visibles a nivel global, resultan completamente evidentes en este territorio:
REVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA: El crecimiento desmesurado de la población en Etiopía es altamente representativo de la incertidumbre migratoria que está generando la revolución demográfica que llega. Entre 1960 y 2020, la población de Etiopía aumentó de 22.15 millones de personas a 114.96 millones, lo que supone más de un 400% de aumento sostenido. La emigración de las zonas rurales a las ciudades principales (Addis Abba, Dire Dawa, Adama, Gondar, Mekele, Bahir Daar o Arbaminch) es un hecho. Tras la superación de las hambrunas en el norte, se produjo un artificial e insostenible equilibrio en la producción alimenticia y la importación/exportación que ha favorecido una mediana de 19 años de edad y ha propiciado un aumento de la esperanza de vida hasta los 65 años.
Este crecimiento también es representativo de cambios en otros países africanos pero también asiáticos, lo que invertirá la piramide poblacional de los continentes y generará en el futuro inmediato continentes extensamente deshabitados y continentes con alta densidad de población. Además la mejora de los servicios sanitarios y sociales centrada en hacer accesible la pobreza no severa a cada vez más gente para combatir la pobreza extrema (pasando de vivir con 1$/día a vivir con 1,5-2$/día) ha generado que este crecimiento población vaya asociado a una incapacidad latente de infraestructuras y logística necesarias, lo que desemboca en una diáspora masiva y una…
BRECHA CRECIENTE ENTRE RICOS y POBRES: El 80% de las personas en Etiopía son granjeros de subsistencia mientras entre 10 y 20 multimillonarios acaparan la riqueza del país gracias al tráfico de influencias. Estas proporciones vuelven a ser representativas de la tónica global en las últimas décadas. Baste recordar que el 1% de la población mundial acapara el 82% de la riqueza económica. Pero el país del cuerno de África es también representativo por otro motivo. Bajo el pretexto de ser un “país con una de las economía de más rápido crecimiento“, Etiopía se mantiene en la absoluta miseria. El aumento de la acumulación de capital en manos de una cada vez más reducida oligarquía se produce gracias al empleo de sofisticados medios de educación y explotación productiva con los que se mantienen abusos y privilegios continuos.
Para entender las enormes implicaciones de lo que estoy diciendo, baste apuntar que más del 90% de viviendas en Etiopía son precarias (poblados de chabolas o ciudades slam) en un territorio equivalente a 2 veces y media Francia. Una tercera característica hace a Etiopía representativa de los comportamientos sociales de los acaparadores de riqueza: Es frecuente que una persona de una familia adinerada de Addis Ababa no conozca nada del resto del país, acostumbrada a moverse tan solo en su entorno de seguridad blindado, ficticio y anómalo. Los coches con lunas tintadas, los resorts y las urbanizaciones privadas mantienen a una clase social alejada de la enorme masa de la otra. Esta realidad polarizante nos lleva a la…
DESTRUCCIÓN DE LA CLASE MEDIA: En lo profundo del país, en una gran ciudad de paso vi a cientos de muchachos vestidos de gala y yendo sonrientes a su ceremonia de graduación. Dani vio que me fijaba y me dijo señalándoles: “David, ¿ves a todos esos cientos de personas?. Después de este día de graduación, no tendrán trabajo“. Etiopía es el fiel reflejo importado y exagerado de las desgarradoras políticas económicas occidentales de los años 70 y 80. Intensivos procesos de precarización laboral y una lenta muerte del espíritu crítico de las universidades a manos de un mercado voraz, ha generado una situación de mendicidad laboral incipiente en el que los únicos beneficiados son las grandes fortunas. Si la llegada del Acuerdo de Bolonia convirtió las universidades europeas en centros de formación empresarial acríticos y estupidizantes, África vivió procesos similares pero sin recursos ni voluntad de guardar las apariencias.
Un salario real de un etíope medio afortunado ronda los 60-80 € mensuales. Las diferencias entre la productividad real de riqueza y los salarios percibidos por los trabajadores se calculan en órdenes de magnitud del 3000%. El pluriempleo es habitual y la migración a las ciudades no garantiza encontrar un puesto de trabajo. Si bien en Etiopía la clase media nunca ha existido, esta fractura social evidente que polariza a las personas entre los que poseen y los que son poseídos representa una tendencia global. El modelo extractivo dominante en Etiopía es el colonialismo económico parasitario, basado en no generar mejoras locales significativas, e invertir en infraestructuras y servicios de supervivencia que garanticen tan solo el aumento del consumo.
Hablamos de sociedades no orientadas al bienestar de los individuos sino al sostenimiento de un consumo dañino y voraz basado en la lucha por la supervivencia. En esta línea el desembarco y la presencia china en Etiopía son más que evidentes. Mientras uno cena en un restaurante de Jimka, ve cómo un chino habla por videoconferencia con su familia por el móvil mientras una prostituta etíope le espera sentada en la misma mesa tras haber cerrado varios negocios ese mismo día. Las condiciones de inversión china en servicios e infraestructuras son cainitas con rangos de explotación denigrantes. A cambio ofrecen acceso continuado al mercado asiático y la cultura de lo rápido y barato.
CONFLICTOS POR EL CONTROL DE RECURSOS NATURALES: El surgimiento de nuevos conflictos derivados de la lucha por el control, administración y apropiación de recursos naturales como el agua, las tierras cultivo, o la propia generación de energía, es otra característica importante de Etiopía. 3 grandes proyectos de infraestructuras confluyen en Etiopía como paradigma de los nuevos conflictos por el acceso a los recursos naturales.
El primero de ellos es la Grand Ethiopian Renaissance Dam (GERD), una presa de dimensiones estratosféricas que pretende administrar y distribuir en el futuro próximo una gran parte del río Nilo para evitar la previsible carestía global de agua. Se trata de una de las mayores megaconstrucciones civiles de la historia humana. Durante los últimos años el país se ha enfrentado a Egipto y Sudán en su voluntad por administrar las fuentes del Nilo Azul que nacen en su seno. Por otro lado desde la independencia de Eritrea en la década de 1990, Etiopía no tiene acceso directo al mar por lo que la única vía segura de paso es Dyibuti a través de unas carreteras precarias, dado que Somalia no ofrece garantías de seguridad. Esta realidad ha provocado tensiones regionales y ni siquiera el ingente comercio del chad (una especie de hoja de coca que funciona como droga diaria) en el este ni los avances diplomáticos de paz entre Eritrea y Etiopía han logrado resolverlos del todo.
La segunda gran infraestructura ubica a Etiopía como eje fundamental de la construcción del tramo 4 de la Trans-African Highway (TAH), una de las mayores redes de carreteras del mundo que comunicará toda África por autovía, algo que en la teoría favorecerá según la Unión Africana la libre circulación de recursos, pero que en la práctica supondrá un terreno allanado para las tasas y peajes que encarecerán el acceso a los bienes básicos.
El tercer conflicto es la actual Guerra del Ejército etíope contra el TPLF del Tigray en el norte. Un conflicto que ha sido acallado por los medios internacionales y en el que están muriendo miles de personas. Se trata de un buen ejemplo de las nuevas luchas que las clases opulentas del mundo pueden llegar a liderar contra el propio interés general de la ciudadanía. Es lo que se ha dado en llamar postdemocracia y que en buena medida está tomando forma a nivel global a partir de las llamadas democracias iliberales. La oligarquía tigraya, educada en Estados Unidos y Occidente, vive en una zona desértica carente de recursos pero sus dirigentes con la connivencia del FMI y la comunidad internacional, controlaron el país durante 2 décadas. En ese tiempo educaron a varias generaciones en la división identitaria y se dedicaron a acaparar poder civil, militar y económico.
La reconstrucción civil y económica del país iniciada por el presidente Abiy Ahmed tras años de enfrentamientos políticos está ahora en peligro debido a que los líderes del TPLF se niegan a aceptar la cesión de poder. China y Estados Unidos orquestan sus apoyos en uno y otro sentido en la sombra. Durante mi viaje al norte del país, a unos kilómetros del frente bélico, pude comprobar cómo una reunión de altos mandos del ejército etíope preparaba la siguiente ofensiva. Durante las semanas anteriores me había cruzado en la carretera con autobuses llenos de adolescentes que se dirigían a morir en la guerra por decisiones e incapacidades de otros.
MESIANISMO TECNOLÓGICO y SUPERACIÓN PERSONAL: En un país que merodea a diario el umbral de la pobreza, la economía digital y el discurso de superación personal han entrado de lleno. Algo que sin duda vuelve a ser representativo de una tendencia global: la sustitución del estudio científico en detalle y el esfuerzo por el consumo puntual e incoherente de contenidos y mensajes enlatados. Por las calles de Addis Ababa o Adama los pocos libros que se venden son de autoayuda. Contra una realidad sistémica que ahoga, la tecnología digital y el discurso aspiracional más simplista y empobrecedor (al más puro estilo Tony Robbins) se emplean para responsabilizar al etíope de su realidad diaria. Muchachos que apenas saben leer disponen de teléfonos móviles con los que miran las excentricidades del llamado primer mundo.
Aunque ni mucho menos todo el mundo tiene acceso a una televisión, gracias a la implantación extendida de la tecnología móvil, allí también ha llegado la absurda costumbre de encumbrar la excepción del éxito empresarial para dar a entender que es la norma. La burbuja del emprendimiento digital está en su cumbre. Una mujer que creó una app móvil para solicitar coches con conductor ha logrado poner en jaque al corrupto gremio de los taxistas etíopes, imitando la supuesta revolución de Uber en el resto del mundo. Mientras el mesianismo tecnológico y los discursos de superación ayudan a los etíopes a soñar con otros mundos, la crudeza del suyo se mantiene.
GUERRA CONTRA LA RAZÓN Y LA CULTURA: Otra tendencia global se amplifica en este lugar del cuerno de África. El rico pasado histórico de Etiopía la convierte en encrucijada y acumulación de gran parte de las grandes civilizaciones humanas que han existido. Esta realidad sobrevive con enorme dificultad y serias pérdidas ante el rápido y devastador proceso de aculturación global que se puede observar en sus calles, museos, templos, mercados y casas. No existe apenas ningún tipo de cuidado ni recursos dedicados al mantenimiento y estudio de la historia y el patrimonio cultural etíopes, cuyas bases sobreviven gracias a la buena voluntad puntual de personas admirables. No hay mejor modo de caminar hacia el abismo que perder de vista las huellas que pisamos. Dos anécdotas ilustran el completo descuido y desdén por la historia que en Etiopía tan solo son un símbolo evidente de lo que ocurre en el resto del mundo a otros niveles.
Debido a mi afición por los libros, trabé amistad en Harar con un encuadernador que se dedicaba a salvaguardar el patrimonio cultural de una biblioteca magnífica sin apenas recursos. Dado que las ilustraciones y el curtido de los lomos era magnífico le pedí que me presentara al ilustrador y contribuí con lo que pude al fondo del taller agradeciéndoles que dedicaran su vida a la cultura.
En una especie de metáfora reveladora del cada vez mayor desprecio con el que tratamos nuestra historia, en la capital del país se pierde bajo el polvo del lúgubre Museo Nacional de Etiopía la mirada inocente de Lucy, nuestra antepasada homínida más remota. Resulta bastante impactante para un amante de la historia natural y humana contemplar el lamentable estado en el que se expone un testimonio de 3,2 millones de años. El edificio, casi en ruinas, alberga las imágenes de un mundo ahora perdido del que nuestra humanidad se desentiende. Lo más importante de nuestra historia, nuestro comienzo, se salvaguarda entre cortinas apolilladas y alfombras roídas. Ese mundo es nuestra historia, y debido a su lamentable cuidado actual, la estamos repitiendo.
El esqueleto reconstruido de Lucy (AL-288-1), uno de los mejores objetos de colección que cualquier museo puede tener y sin duda el mayor descubrimiento paleoantropológico de la historia, parece pasar frío dentro de su precaria urna. Lucy permanece iluminada en un rincón de la planta baja por una bombilla intermitente que apenas cuenta con energía eléctrica durante algunas horas. Cuando contemplé esos 1,2 metros de altura de Australopitecus Apharensis (por haberse encontrado en la región etíope de Afar) con su pelvis ampliamente abierta (que nos indica su género y su bipedismo), me sobrecogió una sensación de tristeza. Si Donald Sassoon y Peter Watson demostraron hace años que la construcción de la identidad social moderna está asociada a la invención y cuidado de las culturas nacionales, y si los cosmopolitas tratamos ahora de construir una historia de la humanidad global común (lo que Jose Antonio Marina ha llamado una historia de la evolución de las culturas), Etiopía representa un claro ejemplo de cómo ambas culturas se están desvaneciendo.
Otro gran ejemplo de la muerte de la cultura y la identidad humanas es la estrafalaria forma de conservar y recordar la memoria de Haile Selassie, considerado el último emperador etíope de la dinastía salomónica, venerado como una encarnación de Dios en la Tierra por la religión rastafari. Este emperador que instauró en dos periodos de la historia reciente etíope su monarquía absoluta, emprendió severas medidas pero tuvo el apoyo de líderes internacionales y la simpatía de su pueblo. Sus múltiples palacios cutres y la amplia multitud de tronos en los que se sentaban él y su esposa en las catedrales ortodoxas siguen siendo hoy respetados (está severamente prohibido sentarse en ellos) pero a la vez se conservan como testimonio de un pasado igualmente precario.
DIVISIONES IDENTITARIAS: O nacionalismos, llamen a esta vieja enfermedad social como quieran. La generación artificial, interesada, manipulada e inventada de identidades étnicas contrapuestas que deben luchar entre sí por su supervivencia ha sido fomentada en Etiopía durante años por una educación que primaba las diferencias étnicas o nacionales culturales sobre la realidad unitaria de la nación-estado. Al igual que en tantas otras partes del Globo, la educación ha sido el mayor vehículo del adoctrinamiento. El propio documento de identidad etíope hasta el gobierno reciente de Abiy Ahmed reflejaba como gentilicio la etnia a la que se pertenecía y no hacía referencia alguna a la nacionalidad etíope compartida.
Esto, sumado a la invención de relatos históricos de ninguna fiabilidad científica y ampliamente difundidos en las escuelas, ha dado lugar durante años a la proliferación de rencores y desconfianzas entre etnias, muy abanderada por políticos corruptos y egoístas. En la realidad he comprobado cómo ninguno de estos conflictos inventados es étnico, y todos responden a intereses económicos. Sin duda esto representa otra lupa de aumento para visibilizar nuestra realidad global. En un mundo que enfrenta retos globales como la destrucción ecológica, resurgen con fuerza los fantasmas de esencialismos pasados.
MIGRACIONES MASIVAS y REFUGIADOS CLIMÁTICOS: Fruto de los anteriores fenómenos, la población ha vivido durante las últimas décadas una frecuente diáspora en búsqueda de mejores oportunidades. Es normal en Etiopía que en toda familia exista uno o dos miembros de la misma en el exilio. Con suerte estas personas han encontrado asilo en países del norte del mundo. En un planeta humano androcéntrico, el pasaporte de las mujeres etíopes suele ser su extraordinaria belleza -que a menudo da lugar a matrimonios de conveniencia- y el de los hombres etíopes suele ser su elevada capacidad de trabajo a un coste mínimo en Yemen o alguno de los países árabes cercanos. En mi viaje de ida a Frankfurt coincidí en el avión con un tipo interesante que coordinaba la ayuda a los refugiados y asilados políticos en Alemania. Hablamos durante todo el vuelo y pudo detallarme el increíble aumento de refugiados en todo el planeta y el hecho de que Etiopía se movía siempre entre las primeras posiciones. Las dramáticas huidas a Sudán o las espeluznantes travesías a pie por el desierto del Danakil hasta Djibuti son ejemplo de las migraciones globales incipientes que está desencadenando un sistema global desequilibrado y ciego.
ECOLOGÍA vs ECONOMÍA: La riqueza natural incuestionable que todavía abraza a los etíopes -y que es una riqueza inmaterial a largo plazo- choca con el severo retroceso ambiental que está provocando la inversión china centrada en la obtención de beneficios materiales a inmediato plazo bajo condiciones infrahumanas. En pocos sitios como en Etiopía se ve con más claridad el enorme conflicto global que hoy se fragua entre el declive de la influencia económica estadounidense (que se autodevoró a sí misma y se afana ahora en la mayor y más desesperada impresión de moneda de la historia) y el enfermizo despertar del gigante chino (que basa su crecimiento en un sistema insostenible que genera una gran burbuja de deuda).
El 95% de vehículos, objetos, maquinas y materiales de construcción empleados en Etiopía es chino, con un fuerte posicionamiento en la medioambientalmente dañina proliferación del monocultivo agrícola y una apuesta por la generación de infraestructuras de transporte terrestre de calidad como carreteras y autovías comerciales. De este modo la enorme diversidad antropológica de Etiopía, única en el mundo, sobrevive a duras penas en contacto con el insano contrato neoliberal centrado de manera ciega en la obtención de resultados económicos a través de cualquier medio. En este sentido Etiopía es hoy un laboratorio económico con el que juega el desquiciado establishment económico posmoderno abanderado por China.
De nuevo una anécdota del viaje ilustra la enfermiza relación que el ser humano tiene con la naturaleza. De visita en uno de el impresionante Parque Nacional de Bale, me topé con un guía que a la vez era un fantástico conservacionista. De repente reparé en algo que puede pasar desapercibido. A la entrada del parque había una estatua de un hombre junto a unos lobos que me recordaba a la famosa estatua del conservacionista Félix Rodríguez de la Fuente en España. En efecto se trataba de un divulgador natural con una historia muy similar a la de Rodríguez de la Fuente en cuanto a la defensa del lobo -lobo etíope en este caso- que había corrido peor suerte aún que el español. En su ánimo por declarar espacio protegido al Parque, Biniyam Admasu (de mi misma edad) había luchado internacionalmente y había muerto tratando de sofocar un incendio provocado, se dice que por especuladores de la zona. Una historia que por desgracia se repite en la geografía y en el tiempo.
En el pedestal una cita de Admasu le recuerda: “Mucha gente a mi alrededor no entiende mi sensación eterna de amor por la naturaleza y mi visión de conservación. Lo único que deseo es formar una familia de amantes de la naturaleza para que trabajen duro y podamos legar un mundo confortable a las siguientes generaciones“. Durante nuestra visita a pie pudimos ver sensacionales y majestuosos antílopes a pocos metros de distancia, grandes cascadas y ríos, jabalíes, lobos y ciervos. Poco después acudimos a la gran meseta que conforma el espacio natural protegido de más de 2.000 kilómetros cuadrados. No dejaba de pensar en Admasu.
CONCLUSIONES
Transcribo a modo de conclusión la última nota de mi cuaderno de viaje:
30/08/21 Dicen las escuelas Madyamaka y Cittamara del budismo mahayana que todo lo que es no existe porque lo que existe no es real sino fruto de nuestro pensamiento. Lo fenoménico, así, no es digno de ser combatido sino que ha de ser ignorado y superado mediante la conciencia. Durante un mes he conocido la realidad de Etiopía, una tierra que parece parte de un planeta diferente al que veo a diario, pero que no es más que la consecuencia real de todas nuestras acciones. Recordando las enseñanzas de Nagarjuna y Shantideva concluyo que lo real es África y lo fenoménico e imaginado es Europa. Sobre una ficción de dolor continuo, con víctimas bélicas y misera diaria desde hace siglos, toda la felicidad de los privilegiados se sustenta en la desgracia de los explotados y los desposeídos. Estando junto a ellos me siento en casa, y a la vez tratando de cambiar el sistema normativo en el que nací me veo útil. Vivo en esa continua incoherencia.
En esta otra dicotomía se reflejan también las enseñanzas mahayana: la cultura occidental (capitalismo, judeocristianismo y democracia) es la neurosis originaria, y el resto del mundo ha sido y continúa siendo absorbido por ella. El verdadero problema es que nuestro planeta ya no aguanta, y ninguno de los pretextos o sistemas justificativos que ha inventado y sistematizado occidente (el psicoanálisis, el capitalismo industrial, la tecnología digital, la economía de escala o el desarrollismo social) son ahora suficientes para mantener a flote a una especie varada. Somos lo que fuimos pero también somos aquello en lo que nos estamos convirtiendo. Mi compromiso de ir contracorriente sigue vigente porque cada nuevo año tiene más sentido que nunca.
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por David Criado | Jun 28, 2021 | DESARROLLO PERSONAL
“Todavía no he encontrado un sitio que no tenga un amo”
El hombre sin nombre (A fistful of dollars, Sergio Leone, 1964)
Es 14 de julio de 1789. La escena ocurre en el Palacio de Versalles, el lugar más lujoso del mundo en la época. A unos quilómetros de distancia, en París, el precio del pan lleva demasiado tiempo disparado, la hambruna es generalizada y la propaganda contra el orden del Antiguo Régimen comienza a surtir su efecto. Un asesor entra en la estancia e interrumpe al rey Luis XVI mientras este anota en su diario: NADA en referencia a su falta de éxito en la caza mayor de aquel día. Acelerado, el asesor se dirige al escritorio y le dice en alto tras la genuflexión pertinente: Señor, acaban de tomar la Bastilla. El rey, inmutable, pregunta extrañado: ¿Es una revuelta?. El asesor con gesto serio le responde: No señor, es una revolución.
Esta anécdota ha quedado para la posteridad de la historia como uno de los mayores ejemplos de distanciamiento de la realidad que puede llegar a cometer un militante de su propio pensamiento. Del mismo modo que la caja de resonancia de la corte versallesca del siglo XVIII impedía a su monarca conocer la verdadera realidad que acontecía fuera, defenderé aquí que la cultura de cancelación produce el mismo efecto en nosotros. Desde aquel día de 1789 sabemos que la Razón no es la defensa del pensamiento propio sino la búsqueda del pensamiento real de forma colectiva. Hoy explicaré por qué y cómo estamos dejando de hacer esto a un ritmo acelerado, es decir, por qué nos estamos convirtiendo en millones de reyes Luis XVI.
Este artículo pretende poner sobre la mesa un problema acuciante en cada uno de los estratos de nuestras sociedades: familia, relaciones afectivas, instituciones y empresas. Se trata de una pandemia cognitiva sin aparente límite que nos convierte en seres estúpidos acreedores de una razón totalitaria evitándonos el trabajo de pensar o razonar en común. La cultura de la cancelación viene a ser la reedición posmoderna de los antiguos lenguajes totalitarios que estudiara Jean-Pierre Faye en la posguerra de las dos guerras mundiales, y también se puede entender como el rescate de la conformación de discursos normativos que la maestra Hannah Arendt estudiara a lo largo de toda su obra.
He dividido el artículo en 4 apartados:
- Qué es la cultura de la cancelación
- Por qué ridiculizar o “cancelar” personas o ideas no es útil.
- Por qué la cultura de la cancelación no favorece una sociedad más justa
- Por qué ningún discurso puede ser impuesto bajo el pretexto de la coherencia
Comenzamos.
QUÉ ES LA CULTURA DE LA CANCELACIÓN
Denomino cultura de cancelación (de su original anglosajón cancelling, block o cancel culture) al proceso de exclusión moral, social, relacional o financiero que la defensa de un denominado discurso válido o aceptado realiza respecto a otras narrativas o discursos a los que ridiculiza o resta el derecho de expresión, razonamiento o argumentación de manera previa. Esta exclusión suele manifestarse en nuestros días en 3 formas de clara y rabiosa actualidad: a través del boicot directo o indirecto (en medios de comunicación o por comportamiento lesivo o abusivo en redes tecnológicas asociales), por medio del silenciamiento público (mediante la invisibilización o la moderación sesgada de debates o diálogos) o por medio de la autocoerción, la autocensura y la evitación de la diferencia o el conflicto (las formas más comunes son la automoderación o la autocancelación; como respuesta a lo no aceptado o polémico, creamos temas o discursos intocables).
La cultura de la cancelación ha existido siempre en nuestras sociedades y se sitúa en las antípodas de la racionalidad y la búsqueda de entendimiento. En términos de relaciones sociales y comportamiento humano considero que su actual proliferación masiva es una consecuencia difícilmente contenible de las llamadas sociedades digitales. Estaríamos así viviendo una continua noche de los cristales rotos gracias a la retroalimentación constante de discursos y contradiscursos a través de canales de comunicación anónimos aunque omnímodos que nos incitan a la constante militancia. Forma parte de la cultura de la cancelación opinar contra el otro y no tanto opinar a partir del otro. El otro es una contraparte, un émulo, un enemigo idealizado e irreal contra el que defenderse. En el universo del maestro Carl Gustav Jung el que se defiende de el otro es el héroe, eternamente desconocoder e ignorante de la realidad a la que combate dado que su hiperactividad militante le impide reflexionar. Así, el inconsciente colectivo vendría a validar la continua generación de arquetipos en la cultura de la cancelación, pero esta vez no de acuerdo a patrones emocionales o de conducta, sino de acuerdo a patrones discursos que consideramos en su totalidad válidos o inválidos sin término medio. Y he aquí el problema: “sin término medio”, esto es -como diría Aristóteles- sin virtud.
La cultura de la cancelación necesita censores, esto es, policias de la palabra, personas que en mitad de una supuesta sociedad hiperconectada, son capaces de conservar de forma aislada sus respectivas cajas de resonancia, espacios seguros en los que no se argumenta o razona sino que se dan ideas o hechos por supuestos. Estos lugares comunes en los que practicar la estupidez se caracterizan por un hecho: hablar siempre sale gratis mientras hacerlo no se salga del discurso. Para solucionar esto, en mis intervenciones suelo defender que hablar debe costar siempre algo, esto es, tener consecuencias en algún sentido tanto positivo como negativo. Cuando esto no ocurre, o cuando todo el mundo aprueba algo, es que o bien no se ha dicho nada o bien no se ha aportado nada interesante. En contra de lo que la cultura de la cancelación defiende, solo se avanza cuando dos personas piensan distinto, porque solo así se da lugar a la dialéctica.
La cultura de la cancelación es hoy -para nuestra desgracia- omnipresente. Se practica en todo tipo de tradiciones y corrientes políticas, está presente en cualquier conversación que entablo a diario y -en lo que a mí más me preocupa- en todos los sectores de actividad profesional y empresas. Porque aunque no dejemos de negarlo a diario, la llamada cultura corporativa es a todos los efectos la forma explícita, oficializada y sistemática en la que practicamos la cultura de la cancelación en los entornos productivos existentes. La absurda manera en la que hoy entendemos las empresas está más cerca del modelo de disciplina militar o iglesia -aversivo a la mejora y proclive a la validación de prejuicios por medio de la fe, la tradición y el principio de obediencia debida- que del modelo de parlamento -otrora característico del desarrollo humano y enfocado al debate y el afrontamiento. Nuestras empresas son por tanto evitativas, no compiten mediante la búsqueda de razones o argumentos sino que imponen mediante la obliterada máxima masculina de el más grande o el más fuerte, lo que se traduce en nuestro tiempo en las neoclásicas variantes de el más rentable o el más eficiente.
Es importante comprender que lo opuesto a la cultura de la cancelación no es una cultura del todo vale sino una cultura del razonamiento, el cuidado y el diálogo. Como ya dejé dicho aquí no todo vale y no todo es respetable pero somos todos los que tenemos que decir qué es lo que no vale y lo que no es respetable. Que una cultura concreta, una escuela de pensamiento o una o varias personas en una conversación se erijan en las decisoras de lo que vale es de todo punto contraproducente. La cultura de la cancelación no se combate con esa horrible forma de estar en el mundo que representa el relativismo moral, sino con una actitud racional e ilustrada de entendimiento. Quien no se educa, vive del criterio de otros y es por tanto fácil pasto de una u otra caja de resonancia.
POR QUÉ RIDICULIZAR o “CANCELAR” PERSONAS O IDEAS NO ES ÚTIL
El cuerpo es la caja de resonancia del alma y la voz es su sonido. Todo el que calla a otro atenta contra la sinfonía de la condición humana. Para hacer justicia ya están los tribunales. Justicieros del mundo, estudiad y practicad Derecho. Tanto en las conversaciones como en el escenario público se suele escuchar que la cultura de la cancelación es útil para castigar comportamientos dolosos o para hacer frente común ante discursos de odio o ideas consideradas denigrantes. No dar pábulo ni invertir tiempo en hablar sobre determinados actos o con determinadas personas, ayuda -se dice- a que esas ideas o personas no adquieran relevancia. Personalmente defiendo que ni siquiera en estos casos resulta útil.
Aún en el caso de que consideremos a la persona o sus ideas universalmente reprobables, la historia nos ha enseñado sistemáticamente una lección: el verdadero problema de no hablar sobre determinas ideas o de excluir el contacto o la conversación con alguien, es que dejando de hacerlo el problema no queda resuelto, sino que simplemente queda latente en la sombra, lo cual acaba siendo aún más doloroso a la larga. De la misma manera que utilizar una aplicación de retoque fotográfico para eliminar a una persona de una imagen, no elimina a la persona ni el hecho de que estuviera allí; suprimir o borrar la expresión de una idea no hace que la idea desaparezca. Como sociedad casi exclusivamente volcada al cumplimiento de la voluntad propia, deberíamos reflexionar sobre el hecho de que querer que algo sea real no implica que realmente lo sea.
Nada tiene que ver visibilizar un problema con bloquear la capacidad de argumentación de alguien. Tenemos buenas y recientes pruebas de ello. Los movimientos Black lives matter o Me too son iniciativas que suponen una necesaria llamada de atención como gritos de alarma contra vestigios opresores que todos hemos presenciado y debemos superar. Y a la vez son también una buena prueba de que por sí solas las campañas de visibilización no modifican realidades, sino que tan solo promueven que se hable abiertamente de ellas. Solo cuando campañas de este tipo se convierten en ajustes de cuentas sociales más allá del Estado de Derecho, este tipo de iniciativas se vuelven reprobables, pero mientras visibilizan problemas favorecen la denuncia de injusticias. Como oposición a estos movimientos encontramos claros ejemplos de cajas de resonancia: Las campañas de desprestigio en las redes tecnológicas asociales que a menudo incurren en delito de calumnias, los cortes audiovisuales de todo signo y color con títulos de lenguaje agresivo (Iñigo Errejón calla la boca a VOX, Ortega Smith le calla la boca a Susana Griso, Pedro Sánchez responde al infame Aznar y le da donde más duele), o la moderación sesgada de diálogos o debates son ejemplos claros.
Por mucho que uno pueda simpatizar con ideas que se plantean en determinados foros o contextos, un ejemplo claro de la cultura de la cancelación lo representa el programa de debate GenPlayz (el desarrollo de su programa sobre conciencia de clase es el mejor caso práctico que se puede encontrar en un directo sobre cómo se produce el fenómeno del blocking en las conversaciones), o programas de radio como Buenismo Bien -que hace mucho tiempo que abandonó su intento de establecer un diálogo asertivo- o La mañana de Federico (en los que sistemáticamente se caricaturiza la realidad social dando por universalmente válidas premisas ideológicas particulares), aunque sobran los ejemplos de cajas de resonancia destinadas al descrédito ajeno en la red. Añadido al problema de la cultura de la cancelación, encontramos el fenómeno del funcionamiento opaco de los algoritmos de sugerencia que -hoy ya lo sabemos- no luchan contra las creencias propias sino que las perpetua generando burbujas sociales y cámaras de eco.
En este sentido la cultura de la cancelación es a todos los efectos uno de los instrumentos más comunes de la cultura de la evitación posmoderna, o eso que Han denomina la expulsión de lo distinto. Y pese a ello a nivel cognitivo y social sabemos que evitar o huir del dolor no evita en ningún caso a ningún ser humano un futuro sufrimiento. La cultura de la cancelación está así intrínsecamente vinculada a la cultura de los llamados ofendidos, personas que adolecen de un comportamiento epidérmicamente asertivo basado en defender que los sentimientos propios de dolor, frustración, asco, rechazo o ansiedad que les genera un comentario, una idea o una persona son suficientes para solicitar a esa persona que no vuelva a hablar de ello o para intentar convertir su propio territorio emocional evitativo en una norma social genérica y aplicable para todos. Se trata de un falso comportamiento asertivo por cuanto la persona no se responsabiliza de afrontar sus propios sentimientos sino que demanda al resto de la sociedad en su conjunto que acepte sus líneas rojas. Esto contradice no solo la larga tradición humana del diálogo y el afrontamiento en abierto de las diferencias, sino que omite la capacidad de mejora de un grupo social a largo plazo tratando de normativizar el comportamiento social a todos los niveles (ideológico, discursivo, afectivo, político, conversacional) por medio de la imposición y no por medio de la amplia mayoría y el consenso.
POR QUÉ LA CULTURA DE LA CANCELACIÓN NO FAVORECE UNA SOCIEDAD MÁS JUSTA
Se ha dicho también que la cultura de la cancelación es útil en el seno de nuestras sociedades para favorecer un mejor posicionamiento de las exclusiones sociales históricas (clase trabajadora, migrantes, mujeres, orientaciones sexuales, etc…). Bajo esta premisa se defiende que todo tipo de colectivos indeterminados o genéricos tradicionalmente excluidos o vejados tienen derecho a imponer sus discursos en una especie de movimiento pendular en el que -así se dice- un discurso minoritario aunque justo se impone a un discurso mayoritario aunque injusto a través de leyes o nuevas narrativas. Podría argumentar mucho contra esta forma de entender las relaciones humanas, pero resumiré mi rechazo en torno a 2 argumentos:
Lo sostenido en el anterior párrafo es una enmienda a la totalidad de las bases del comportamiento democrático en todas sus formas políticas y sociales de pensamiento (liberalismo, republicanismo o comunitarismo, y tradicionalismo o conservadurismo) dado que presupone que la sociedad debe ser primero legislada para cambiar actitudes y comportamientos cotidianos, y no al revés, como el Estado de Derecho desde Grecia defiende, es decir, desde el nacimiento de la democracia no es la ley la que crea el comportamiento aceptado, sino que es el comportamiento aceptado el que crea la ley por medio de la representación legítima de la soberanía popular. En otras palabras, la Razón, la convivencia y la democracia no admiten atajos, son -y deben de ser por su propio carácter y orientación a la convivencia- lentas pero a la larga efectivas.
Mi segundo argumento tiene que ver con una vacuna natural contra el totalitarismo. Cuando se pierde la necesidad de criticar de forma fundamentada lo que otro dice o hace, se pierde el contacto con la realidad y se acaba incurriendo en los más absolutos atropellos. Cuando cualquier de estos colectivos históricamente vulnerables o excluidos cancela o aisla determinados discursos, ideas o personas, se evitan a sí mismos escuchar críticas externas que les permiten reflexionar y mejorar. Y por otro lado, el excluido, cancelado, bloqueado o castigado genera un discurso propio como defensa a esa cancelación que en último término acaba siempre teniendo simpatizantes o seguidores. Por ello las exclusiones sociales no se mitigan o eliminan omitiendo a los supuestos discriminadores, sino razonando y hablando con ellos o -mejor aún, y esto es para nota- no creyendo que uno tiene la completa razón universal sino tratando -como diría Spinoza- de comprender al otro sin necesidad de justificarle pero tampoco sin la actitud binaria de alabarle o reprocharle.
POR QUÉ NINGÚN DISCURSO PUEDE SER IMPUESTO BAJO EL PRETEXTO DE LA COHERENCIA
Señalaba hace poco el maestro Ernesto Castro que “la coherencia o la incoherencia son adecuadas dependiendo de la base de la que se parta. Si eres estúpido, que seas incoherente le puede venir genial a la sociedad“. Poco más que añadir a estas sabias palabras. Un discurso no puede ser defendido contra otro que se cancela por el mero hecho de arrogarse la posesión propia de la coherencia. Si en una conversación dos personas que hablan tratan de dirimir alguna lógica o consecuencia a partir de la búsqueda de la coherencia, ninguna de ellas se entenderá en absoluto porque cada una de ellas probablemente tenga lógicas y coherencias propias. El diálogo fructífero no parte de una insana y ficticia idea de perfección discursiva (coherencia) sino que se mueve sobre la base de la contraposición y aportación de argumentos e ideas. La diversidad suma, no resta.
Haré un último inciso respecto a esto que acabo de señalar. Si algo nos falta en nuestras sociedades actuales no son personas que hablen u opinen, sino personas que lo hagan con criterio. Hablar y convencer es relativamente sencillo utilizando las técnicas adecuadas, razonar con propiedad y voluntad de encuentro es lo verdaderamente complejo. Nos faltan buenos argumentos y buenas ideas, nos sobran cajas de resonancia, altavoces y prejuicios.
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