por David Criado | Ago 29, 2019 | HUMANISMO y TALENTO
“Lo sabes y no puedes explicarlo. Pero lo sientes. Lo has sentido toda tu vida entera. Que hay algo malo con el mundo. No sabes lo que es. Pero está allí, como una astilla clavada en tu mente que te está enloqueciendo»
The Matrix, hermanas Wachowski (1999)
Me encanta la ciudad de San Francisco; su estética es electrizante. En realidad este es parte del problema. Lo es porque por dentro, en su ética, San Francisco hoy está vacía. El fenómeno de las ciudades de cartón-piedra es global: lugares que ya no existen precisamente porque los visitamos. Pero en San Francisco hay algo más que este vaciamiento cultural de franquicias y globalización que alimenta un turismo de masas barbarizante. En sus calles existe una mezcla de decadencia histórica y surgimiento de lo nuevo, en un choque titánico y desigual entre humanidad y digitalidad del que hasta ahora no había escrito. He apostado en mi vida abiertamente por utilizar la tecnología como medio para tratar de mejorar la condición humana. Diré, tan solo para comenzar, que San Francisco me parece el claro ejemplo de todo lo contrario. Si Londres y Nueva York fueron los paradigmas mundiales de la formulación, el colapso y el desengaño del capitalismo financiero global; San Francisco es hoy el indicador más claro de la creciente burbuja del capitalismo digital.
Quiero advertir a todos aquellos adoradores del dataísmo que éste será un duro artículo que está orientado directamente a atacar a la línea de flotación de la modernidad. No creo que lo estemos haciendo bien. Como seres humanos se nos está escapando lo mejor de todo lo que hemos logrado durante siglos. El activismo tecnológico militante y la exaltación de «la vida inorgánica» hablan de nuestra imbecilidad, no de nuestra inteligencia. Estamos viendo a diario una deshumanización y una pérdida de nuestra riqueza interior como personas que si bien tiene precedentes históricos nada memorables, no es comparable a ningún otro periodo de la historia en cuanto al ritmo de destrucción del pensamiento crítico, la riqueza interior y la memoria.
La ciudad de San Francisco es un caso especialmente paradigmático, significativo y doloroso del momento actual en el que vivimos. Probablemente es el ejemplo más claro de que los nuevos monstruos que amenazan a la condición humana pueden parecer preciosos. San Francisco es hoy el paradigma de la ciudad gourmet, del quiero y no puedo del ser humano en la Tierra. En una suerte de metáfora impagable atravesando el Golden Gate, la Puerta Dorada, accedemos a una nueva Fiebre del Oro, a un paraíso prometido lleno de leyenda. Desde la propia ciudad se ve la antigua cárcel de Alcatraz pero no se visualiza la propia. Paradójicamente, en una nueva suerte de puñalada a nuestra historia, San Francisco (Francisco de Asís) fue uno de los santos más humildes y contrarios a la riqueza exterior que han existido en la historia del cristianismo. Sus sucesores inmediatos no solo practicaron un voto continuo de pobreza sino que abogaron activamente porque la Iglesia lo practicara de verdad. Por supuesto si usted teclea hoy las dos palabras San Francisco en Google, el santo ni aparece. En un ejemplo más que inmediato del funcionamiento voraz de la mentalidad San Francisco, ésta ha eliminado por completo a la persona en cuya memoria se fundó. Las dos palabras San Francisco han dejado de identificarse ya con la virtud y han comenzado a significar la lenta destrucción de la persona.
Esta mentalidad aparentemente inofensiva del postureo y el egotismo materialista está convirtiendo una ciudad histórica y culturalmente rica y diversa en una granja masiva de producción y consumo en serie. Donde antes se luchó por la igualdad racial, donde miles de artistas e intelectuales de la contracultura ganaron y defendieron derechos pioneros en el mundo y donde se practicó la libertad, hoy tan solo se produce y se consume. Mediante el halo de lo cool y la atracción de lo moderno, la tecnología se convierte en el vehículo de una creciente desvalorización de la persona hasta relegar al individuo a una mera parte de un proceso. Parece como si estuviéramos cansados de explotar animales y plantas y hubiéramos sentido el impulso irrefrenable de explotarnos a nosotros mismos globalmente con el desafortunado desenlace de estar teniendo éxito.
La mentalidad San Francisco representa el paso de la sociedad del bienestar a la sociedad del rendimiento, es la tendencia a mercantilizarlo todo y comprender que nuestro progreso como especie y nuestro desarrollo como personas son proporcionalmente directos a la eficiencia en la gestión de la información y a una innovación que favorezca la comodidad y la agilidad. De acuerdo a esta mentalidad, algo es útil cuanto más cómodo o más rápido sea consumirlo, ejecutarlo o crearlo. Todo está bien mientras consiga ahorrarnos tiempo para sumarlo a esa gran bolsa de tiempo en la que hacemos una gran cantidad de cosas sin esfuerzo orientadas a no ser ni vivir verdaderamente nada.
La mentalidad San Francisco es el triunfo del futuro imaginable sobre la realidad explícita, la victoria de la aspiración constante por lo que podemos ser contra el disfrute de lo que somos, el engordamiento de la emotividad del instante contra el cultivo del análisis en perspectiva, el voluntarismo distópico del pensamiento positivo contra el compromiso con la causa justa, la simplificación embrutecedora de los mensajes y las citas virales contra el pensamiento reflexivo y meditado, el endiosamiento de la novedad y el inmediato plazo en contra de lo eterno y el largo plazo, la idealización de lo instrumentalmente útil (TENER) contra lo intrínsecamente útil (SER), la justificación superlativa de cualquier medio para lograr un fin. Hinchemos e inflemos el virus del emprendimiento suicida, ya que el emprendimiento sensato abarata los costes sociales demasiado poco.
La mentalidad San Francisco es un rodillo que vende trato igualitario y oculta adoctrinamiento y uniformización global. Da igual de donde seas y de donde vengas, da igual tu religión o tu cultura, tu origen o formación, mientras sumes a la fábrica y des tu tiempo de vida en sacrificio, eres siempre bienvenido. Da igual donde estés, por remota que sea tu región o milenario que sea tu legado, allí también llegamos y pasamos el rodillo; nosotros somos la nueva Coca-Cola.
Para la mentalidad San Francisco interesan poco la ética, el pensamiento crítico o la auténtica felicidad. Porque la felicidad no se practica, se consume. Porque la meditación no se interioriza, se visita. Porque el yoga ya no es un modo o una filosofía de vida saludable milenaria, sino una colección de asanas o posturas físicas. La mentalidad San Francisco prima la apariencia y la riqueza exteriores sobre la tranquilidad y la riqueza interiores. Nadie está vivo si no está alerta, lo importante es no parar de moverse o inventar. El glamour y el exhibicionismo de la más absoluta intimidad en redes sociales públicas y globales transforma a una puñetera magdalena en un crujiente y delicado muffin, una reflexión de un gran maestro de la sabiduría en un magnífico candidato para un nuevo pie de foto.
En una suerte de peregrinaje de ciegos que enseñan a otros a comenzar a serlo, miles de programas formativos y personas visitan San Francisco movidos por la mitología de las corporaciones, atraídos por el altar de la intelectualidad global de Stanford, por las mesas de billar, el supuesto hecho de hacerse millonario en un garage, las oficinas molonas en pradera y las bicicletas para el interior del campus, por las dispensadoras gratuitas de bebida o los restaurantes de comida ecológica para empleados. A San Francisco llegan todos los peregrinos de lo digital tal y como religiosa y obligatoriamente todos los musulmanes acuden a la Meca. Poco importa que solo sean conocidos los casos excepcionales de éxito y que el peaje de vidas truncadas e historias de fracaso apenas se conozca.
La mentalidad San Francisco explota una tendencia humana que si no se trabaja, acaba por controlarnos: Nos encantan las teorías dualistas sobre el comportamiento humano, la etiqueta fácil o las teorías rápidas para identificar roles, los libros que nos invitan a ayudarnos a nosotros mismos, las macroconferencias motivadoras en las que todo el mundo chilla y salta; nos apasionan todas estas cosas porque hemos convertido incluso nuestro propio desarrollo y el crecimiento personal en un nuevo objeto de consumo. Acumulamos herramientas, picoteamos conceptos, seguimos a influencers o líderes de opinión. Cualquier cosa sirve para dar un relato comprensible a nuestra travesía incierta. Por eso siempre son bienvenidas las charlas de filosofía en las grandes corporaciones tecnológicas del valle, por eso se abre las puertas al humanismo y se publicitan las incorporaciones de sociólogos y pensadores a estas nuevas empresas; porque ni la filosofía ni el humanismo son ya elementos centrales de la riqueza interior de las personas, tan solo son herramientas que podemos contratar y consumir, visitas a las que podemos escuchar durante unos minutos para volver luego al sistema. Si el estoicismo se rescata hoy en Sillicon Valley no es para practicarlo, sino para utilizarlo en beneficio del sistema.
La mentalidad San Francisco no tiene límites e invade nuestra casa. De repente un día reaparece en mi vida uno de esos gurús estilosos al que me tocó sufrir en una clase y que siempre dedicó su vida a replicar power points aparentes en escuelas de negocio. Le veo en el telediario haciendo aspavientos indignado porque todavía no hay vuelos directos de Madrid a San Francisco y alega que «eso dice todo de la falta de visión emprendedora de nuestro país«. A mi vecino, un profesional contrastado, le acaban de desalojar por impago porque con 55 años no encuentra trabajo (ni siquiera en todas esas jodidas empresas que hablan de edadismo en la prensa); el chaval que nos hace los recados vive en un zulo; la fruta que comemos dura semanas pero sabe a plástico y supera la dureza del diamante porque nos da igual el ciclo de los cultivos y solo queremos comer lo que nos gusta todo el año; el trabajo es cada vez más precario; dormimos en muebles que nadie ha fabricado cerca; el mundo pierde impasible la Amazonia,… pero a este buen hombre le preocupa que no haya vuelos directos de Madrid a San Francisco. ¡Virgen Santa! que diría el maestro Forges.
Otro iluminado sale hablando con el maestro Iñaki Gabilondo. Le dice que él no piensa morir, que la inmortalidad está cerca y que el ser humano está avanzando tanto que vivirá para siempre y que él ya no cree en la muerte. Iñaki, claro está, lo flipa. Da igual que cada vez cueste más independizarse o saber qué demonios es eso de una pareja o una persona estable, es indiferente si las patologías mentales y el consumo de antidepresivos aumenta, no importa que ensimismados en nuestra burbuja observemos al mundo desde arriba, qué más da si el coste de la mentalidad San Francisco hace mucho mal muy lejos aunque cada vez más cerca. Imagino a varios refugiados perdiendo su vida en las fronteras o sobreviviendo para encender la televisión y ver a este atrevido muchacho (porque no tiene otro nombre este renombrado experto de avanzada edad). Si usted no puede imaginar la imagen de ese refugiado, yo le ayudo porque lugares no nos faltan: vaya a Oriente medio, a Oriente Próximo, a las costas de España o a Ceuta o Melilla, a la frontera de EEUU con México, a Venezuela, a Nigeria,… mire el nuevo colapso financiero provocado intencionadamente en Argentina, o la siguiente crisis económica global.
El Dios al que todos adoramos ya no manda a su hijo a morir en Jerusalén por todos nuestros pecados; ahora le ayuda a multiplicarlos pasando varias rondas de financiación de la mano de sus ángeles inversores. Las mentes humanas ya no son inteligentes, lo son las aplicaciones móviles que se miden por su usabilidad, tal y como llevamos tiempo midiendo a las personas. No me importa tu coherencia o la honestidad de lo que piensas o haces, solo me importa que lo que digas pueda ser tendencia. No me metas rollos macabeos sobre la tranquilidad de espíritu, la condición humana o la realización personal, dime en qué aplicaciones puedo encontrar más rápido y con menos esfuerzo un chute momentáneo de algo parecido a lo que en la antigüedad era el amor.
En la mentalidad San Francisco, en este nuevo Matrix hipervitaminado y a tope de esteroides positivos, vivimos para perpetuar nuestros prejuicios y servirlos, no para ponerlos en cuestión y superarlos. Nos acercamos y agregamos a personas que piensan como nosotros y nos alejamos de las que nos llevan la contraria. Descartamos a personas por su foto o las etiquetas de su perfil, y sí, lo se, antes las descartábamos por su imagen en persona pero ¡maldita sea! al menos nos dábamos la oportunidad de conocerlas, y puede incluso que tras hacerlo nos lleváramos una buena lección. Los mensajes pro-eficiencia se reproducen como esporas. No escribas tantas palabras en el blog, que nadie lo lee y a nadie le interesa. Aprende a posicionarte en la red porque por encima de tu mensaje lo que más importa es cómo lo dices. El conocimiento que mueve el mundo se concentra en cada vez menos universidades que tienden a retroalimentarse. Las editoriales y los centros de opinión no se multiplican sino que se reducen.
Si usted quiere ver cuál es el futuro de la mentalidad San Francisco concierte una reunión por la mañana en un rascacielos del downtown y a la tarde pasee por sus calles. Vea una de las ciudades con mayores índices de desigualdad del planeta, asista a la chapa y pintura de la concentración públicamente financiada de empresas en el centro en una suerte de parque temático del pensamiento positivo y la fiebre del oro global. Entre en la maravillosa tienda de Apple y al salir observe al actual mendigo y antiguo empleado de una tecnológica empujando lo que queda de su vida dentro de un carrito de la compra. Vea todo esto y asuma que asistimos a la muerte de la espiritualidad. Pasamos en nuestro tiempo, sin apenas darnos cuenta pero con nuestra participación, de las comunidades abiertas y culturalmente diversas a las comunidades cerradas y fundadas en virtud del pensamiento único de la nueva Santísima Trinidad: el materialismo deshumanizador, el consumismo sin límite y la ilusión de crecimiento infinito de un capitalismo financiero decadente.
La fórmula de la mentalidad San Francisco, consciente a veces e inconsciente otras, se repite a lo largo y ancho del globo:
- ANULAR EL PENSAMIENTO CRÍTICO desinvirtiendo y provocando la agonía de modelos, manifestaciones y formas de pensamiento molestos para el sistema; y favoreciendo formas de irreflexión masiva basadas en la justificación del sistema.
- DESREGULARIZAR EL MERCADO haciendo interpretables o evitables cualquier tipo de norma o freno a la especulación sin medida para favorecer el interés privado por encima del bien común.
- PRECARIZAR EL TRABAJO para mejorar la vida de unos pocos y aumentar la diferencia de ingresos entre clases contribuyendo a destruir la clase media existente. Esto implica precarizar la vida de muchos para mejorar el negocio real de unos pocos por medio de sucesivas políticas de gentrificación que generen la sensación de una nueva burguesía aparentemente más selecta pero cuantitativa y cualitativamente más empobrecida.
- DESTRUIR LA DIVERSIDAD y promover el pensamiento único, dando lugar a un nuevo sistema mediante el colapso del anterior y a través de la mercatilización total del espacio público, las culturas y las manifestaciones sociales.
La mentalidad San Francisco no es una conspiración ni una paranoia propia. En cierto sentido ha sido enunciada mucho más inteligentemente por personas más capaces que yo como Handke, Illouz, Zizec, Stiglitz, Sennett, Giddens, Klein, Nussbaum, Harari, Han,… y tantos otros pensadores. No soy ejemplo de nada, solo quiero advertir y compartir por aquí de algo que a título personal intento por todos los medios revertir.
Nos estamos quedando reducidos, estamos pasando de la vecindad al aislamiento; despreciamos poco a poco la sociedad igualitaria orientada a los derechos universales que preconizó una Ilustración esperanzadora, para abrazar la sociedad cruel de los ganadores y los perdedores que defienden unos pocos; estamos cediendo el control y el protagonismo sobre lo que nos pasa al consumo y el seguimiento de lo que nos dan; involucionamos de la superación como sociedad del darwinismo al retorno a la selección «natural» como individuos aislados.
Podemos y debemos trabajar por una forma de vivir mucho más conectada con la sencilla idea de disfrutar la vida, tratar de comprenderla, cuestionarnos y cuestionar lo que hacemos a diario. Podemos dejar de caminar como zombies y atrevernos a volver a ser personas. Trabajo a diario para que dejemos de vivir tan distraídos y volvamos a conectar con las cosas importantes. No vivimos el silencio de la reflexión, sobrevivimos al ruido de los acontecimientos. Estamos saturados y todavía estamos a tiempo de liberarnos de la enorme cantidad de estímulos y dependencias que generamos a diario. Y esto no se puede hacer mediante tecnología sino mediante una revisión honesta y profunda de la insostenible forma en la que nos relacionamos y generamos riqueza interior. Tecnología, sí, desde luego, pero no contra todo lo demás.
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por David Criado | Ago 21, 2019 | ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO
«No es el peso de las cosas lo que las hace insoportables, sino la cantidad de tiempo que sostenemos esas cosas. Medio quilo de arroz sostenido durante un minuto se convierte en una insoportable tonelada cuando se sostiene una semana.»
Famoso argumento en favor del constructivismo
En este breve artículo repasaré niveles, fuerzas y resistencias del cambio cultural en las organizaciones a partir de la aproximación reveladora de un compañero y maestro en esto del cambio.
Día a día compruebo cómo es realmente evidente lo complicada que resulta mi vocación. Algunos de mis amigos no se cansan de recordármelo y yo tampoco me canso de insistir en que nací en gran medida para ser paciente. Y aunque me entreno, medito e ilustro en la práctica de la compasión y el amor a diario, procuro recordar que tal y como decía el maestro Albert Camus, «Si en la vida solo bastase con amar, todo sería muy sencillo«. Precisamente por ello he creído conveniente hacer un brevísimo repaso, apenas un esbozo, de la cantidad de factores que influyen y debemos atender en todo acompañamiento al cambio cultural dentro de una organización. No se me ha ocurrido nada mejor que rescatar un modelo de otro compañero. Lo hago con gusto porque encuentro placer en parecer brillante rindiendo honores y partiendo del trabajo de alguien que ya ha lo ha sido antes. Comenzamos.
El modelo al que yo denomino 4,7,12 es probablemente junto al modelo COP del maestro Fred Luthans, uno de mis marcos de comprensión favoritos en cambio organizacional. En 2012 salía a la venta la 7ª edición del fantástico libro Organizational Theory, Design, and Change del maestro Gareth Jones. Este libro, aunque viejuno en muchas concepciones, ejemplos y aproximaciones al comportamiento organizacional, es para mí a estas alturas un buen clásico sobre la teoría organizacional genialmente concebido y estructurado. Es obligado señalar que en las conclusiones de Jones resuenan mucho algunas ideas brillantes ya formuladas por los padres fundadores del comportamiento organizacional como Rosabeth Moss Kanter, Argyris, Putnam, Greiner o Likert.
4 NIVELES
El caso es que Gareth Jones planteaba entonces que en todo proyecto de cambio cultural existen 4 posibles niveles interdependientes de cambio:
- Recursos humanos o cualquiera de los nombres molones que queramos inventar. Esto se traduce en formación, capacitación y desarrollo de habilidades; sociabilización de la plantilla para generar nuevas rutinas de convivencia; cambio de normas y valores para motivar una fuerza de trabajo comprometida y real; análisis de los sistemas de recompensa y gestión; y cambios en la composición del modelo y/o equipo/s de gobierno de la organización.
- Recursos funcionales. Esta inversión se traduce en cambios en la estructura de funcionamiento (departamentos, equipos, modelos de trabajo) que tienen por objeto dejar de poner el foco en el dolor persistente y comenzar a invertir recursos y atención en funciones de la organización que resulten provechosas para todos.
- Competencias tecnológicas: La renovación constante de herramientas no es el objetivo; más bien se trata de utilizar la tecnología con criterio. Resulta clave en esta tarea reinventarse con cabeza para conservar el posicionamiento sin incurrir en la ansiedad de la novolatría en la que actualmente estamos inmersos.
- Competencias organizacionales: Conocer y manejar una perspectiva sistémica con una mirada integradora y amplia de la organización es -cada vez lo noto más en mis clientes- una clave vital para alcanzar cierto grado de estabilidad y confiabilidad interna. En aquellas organizaciones en las que los empleados no son colaboradores ni compañeros, la agonía suele ser larga y dolorosa. Sin embargo -y empleando el lenguaje del paradigma de empresa consciente de mi compañero Koffman- es frecuente hallar éxito en el cambio cultural en aquellas organizaciones en las que las personas no solo cumplen con su TAREA-IMPERSONAL-ELLO, sino que también piensan en clave RELACIONES-INTERPERSONAL-NOSOTROS gracias a que la organización permite el desarrollo del INDIVIDUO como PERSONAL desde su YO.
7 FUERZAS DE CAMBIO
Expuestos estos 4 niveles de cambio, el maestro Jones destacaba además 7 fuerzas para el cambio que se encuentran en el ambiente y que afectan a todo proceso de cambio. En concreto destacaba que a menudo los equipos directivos actúan con excesiva lentitud ante las fuerzas competitivas, económicas, políticas, globales, demográficas, sociales y éticas que continuamente se actualizan y renuevan.
Tengo ejemplos de todas ellas en cada uno de mis clientes y aunque lamento no poder compartirlos porque me debo a la confidencialidad y la confianza de las personas a las que sirvo, sí diré que solemos errar en alguna medida en todas ellas pero el error más frecuente es obsesionarse con tener una ventaja competitiva ignorando el resto de las otras fuerzas. Hace poco hablaba con mi compañera Alicia Barco sobre la constante tendencia a que el hecho de que un cliente se centre en ver con claridad un solo árbol le impida a menudo ver el bosque.
12 RESISTENCIAS DE CAMBIO
Por extensión, el maestro Jones nos regala esta reflexión: Siempre durante el cambio cultural surgirán 12 posibles resistencias que deberemos atender:
- Resistencias a nivel organizacional: Estructura, cultura y estrategia. Casi siempre al acompañar el cambio, los profesionales nos olvidamos de alguna de estas tres, pero es necesario que las tres estén alineadas. Son tres cosas bien diferentes que se sirven entre sí.
- Resistencias a nivel funcional: Diferencias en la orientación y poder y conflicto. Todo el mundo ve el problema desde su problema, lo que implica que nadie entiende el problema. Grábate, lector o lectora, esta frase y recuérdala siempre porque siempre es así. Esto fenómeno conocido en psicología visión de túnel según Jones aumenta la inercia organizacional. Cuando los diferentes equipos o departamentos creen ver el problema en el otro, todavía queda mucho por hacer. Respecto al poder y conflicto vivo frecuentemente cómo el hecho de apostar por unas actitudes, funciones y compromisos implica que unas personas o departamentos entren en juego y otras salgan de él de uno u otro modo, y esto genera fricciones que debemos ponderar a diario.
- Resistencias a nivel grupal: Normas, cohesión y pensamiento de grupo. Incluso los nuevos modelos de gobernanza organizacional insisten en la existencia de normas compartidas. El ser humano no puede guiarse sin referencias comunes ni reglas. Por añadido, es un hecho que muy a menudo en las organizaciones 70 personas pensando a la vez son más imbéciles y capaces de tomar peores decisiones que una sola persona haciéndolo. Este patrón deficiente denominado pensamiento de grupo está asociado a grupos muy cohesionados donde el grupo resta importancia a la información negativa o incluso la ignora por completo tomando decisiones incoherentes o suicidas. De este modo tenemos que encontrar un difícil equilibrio porque cierta cohesión favorece el desempeño, pero mucha cohesión lo anula y hace que el grupo sea perezoso y cambie lento.
- Resistencias a nivel individual: Sesgos cognitivos, incertidumbre e inseguridad, percepción y retención selectivas y hábitos adquiridos. En esta familia de resistencias todas las organizaciones que he acompañado suelen hacer un pleno al 15, es decir, las tienen todas. Esto sucede porque las organizaciones son conjuntos de personas y las personas tenemos conductas y comportamientos similares y fácilmente contagiosos. En este sentido nada me ha ayudado más que familiarizarme con grandes escuelas de vida, estilos y prácticas de acompañamiento y escuelas de terapia y psicología en las que he ampliado horizontes.
Si bien el discurso y el análisis posterior de Jones ha sido en parte evolucionado por otros compañeros durante estos años, defiendo que nada de los niveles, fuerzas y resistencias que acabo de enunciar son ahora diferentes y que, por consiguiente, es muy útil tener en mente este modelo 4,7,12 de cara al acompañamiento de organizaciones.
Como último apunte me gustaría señalar que el hecho de atender a todos estos elementos, no significa responsabilizarnos en exclusiva de ellos como profesionales del acompañamiento sino poner en su justo lugar y proporción la responsabilidad de cada persona en todo esto. Solo así, en mi experiencia, son posibles cambios duraderos y significativos.
Espero que este artículo te haya resultado interesante. Si es así, no dudes en compartirlo 😉
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por David Criado | Jul 18, 2019 | ACOMPAÑAMIENTO AL CAMBIO
«Algunas personas piensan que tengo poderes sanadores. Si los tuviera ya los habría utilizado para evitar la operación de vesícula por la que tuve que pasar. En realidad sólo puedes obtener algún beneficio de mis palabras y experiencias por el simple hecho de que tú y yo somos iguales.»
S.S. XIV Dalai Lama, gran maestro, encarnación de Avalokitesvara, bodhisattva de la compasión
Escribí hace años un artículo hablando de la felicidad, y otro artículo hablando de grandes claves de la vida. Ambos han tenido durante años una gran cantidad de visitas. Este artículo, lo adelanto y lo asumo, nunca las tendrá. En la vida ignoramos con frecuencia todo lo que incluya la palabra «dolor».
Llegado el tiempo de vacaciones o descansos, muchas personas necesitan ponerse una pulsera e ir de la habitación del hotel a la piscina y de la piscina a la habitación del hotel sin apenas esperar alguna otra cosa. Esto es algo fantástico para todos aquellos a los que les sirva. En mi caso, si bien practico otras muchas incoherencias en mi vida, esta en concreto me haría sentir verdaderamente pobre. Pese a que muchos artículos en la prensa tradicional invitan a perpetuar este modo de vida basado en la conexión-desconexión continua, no entiendo que el ser humano frecuentemente desee abstraerse de su realidad o su dolor, negarlos o hacer como si no existieran en una suerte de huida hacia delante donde nada se supera y todo permanece dentro. No es mi caso y el hecho de que no lo sea me ha convertido en una persona a la que verdaderamente aprecio.
Sostengo que la mayor parte de personas no se gustan a sí mismas porque huyen del dolor, lo esquivan, lo mantienen aparentemente alejado aunque repose en realidad muy dentro. No es su belleza aparente lo que no les permite alcanzar la paz; es su dolor latente lo que no les da consuelo. Dado que atravieso un momento delicado en mi vida (¿cuándo no? 🙂 trataré de explicar por qué ocurre esto. Comenzamos.
Somos mortales pese a nuestra insistencia continua por dejar de parecerlo. Todas esas personas que idolatras o todos esos momentos que idealizas están sujetos al ciclo de la vida. Permanecen por tanto ajenos a la rígida idea de lo perfecto. Todos sentimos en algún momento dolor, todos estamos llamados a aceptarlo y todos podemos crecer en la medida en que aprendemos a superarlo.
Huir del dolor es huir de la vida. Negar la tristeza, la desesperanza, el enfado o la frustración es negar la parte de la vida que representa el mayor aprendizaje. Querer pasar página demasiado rápido o intentar solapar antiguas y nuevas experiencias sin apenas tiempo para la meditación, significa dejar para mañana lo que llevo dentro. Sin excepción, las personas que se dejan para luego son las personas que no se llegan. Si todas las almas se expanden a través del manso rocío de la experiencia, también todas las almas se templan en la fragua del dolor. Por eso cuanto más queremos huir de nuestra condición, más se nos revela y aparece.
Nuestra bondad natural se nubla cuando contemplamos el mundo y al resto de personas como «todo lo demás». Pensamos que vivimos algo único o nuevo o que somos diferentes, pero al hacerlo nos separamos de la naturaleza de las cosas y nuestra mente nos posee. Imaginamos que nuestras conquistas o nuestras aflicciones son más o menos importantes o mejores o peores que las de «todos los demás». El verdadero problema es que vivir en la comparación continua no nos hace demasiado diferentes. No representa, por ejemplo, nada nuevo que te ocurra algo y creas que todo el mundo tiene que saberlo o que vivas tratando que «todos los demás» estén de acuerdo. Tampoco representa algo novedoso o diferente estar completamente enamorado de un mensaje, una idea del mundo o de la vida y acabar cegado por ello hasta apenas distinguir la belleza que late en el detalle de las pequeñas cosas.
Queremos trascender e influir, imponer o convencer y a través de esta insaciable sed de relevancia, nos distanciamos cada día de esas pequeñas cosas. Y ahí, en mitad de ese oscuro rincón de aparente sociabilidad y cercanía, en esa sonrisa compartida o ese paisaje publicado emerge la tempestad oculta del postureo, la incoherente pose que parece convertirnos en verdaderos dioses. Pero nada de esto permanece, nada de todo esto dura mucho. Y cuando el velo cae, cuando la realidad se muestra, nos debatimos entonces entre la sana utilidad de convivir con el dolor o la nada rentable costumbre de seguir huyendo.
Es una época dulce para mí. Disfruto de la sana amistad de mis clientes en una etapa de madurez profesional que en mi vida no tiene precedentes. Ayudo a diario a cientos de personas y soy uno más de esos a los que escucha nuestra desgastada especie. Todos los días apago nuevas guerras mundiales en mi mente. La mayor parte de mi tiempo vivo en absoluta riqueza, de modo que no me quita la felicidad decir que estos últimos muchos meses en mi vida personal fueron mierda y que no me dejaré llevar por el victimismo o la autocomplacencia. Me dedico a la espeleología emocional de otros; por eso mis vacaciones no estarán basadas en escapar de mis abismos sino en vivir a conciencia este dolor.
Cuando uno es como yo he querido ser, cuando uno decide vivir la vida tal y como yo quiero vivirla no existen vacaciones de los otros ni descansos de uno mismo. Cualquiera que lleve este rollo no necesita ni le apetece huir. Cuando las cosas vienen mal, cualquiera que viva así tiene el infinito consuelo de vivir en la conciencia de todo lo que es y con o sin razón le pasa. En mi caso caigo muy lento, y me levanto rápido. No nos pongamos dramáticos, entonces… Mírenlo así, amigos: mucho peor sería vivir de acuerdo a lo contrario.
No cifro mi sabiduría en no tener dolor sino en aceptarlo y aprender a convivir con él.
No cifro mi bienestar en ocultar mi dolor sino en no necesitar huir de él.
No soy feliz porque no sufra sino porque sufriendo se poner en su justa perspectiva el diminuto abismo del que tengo que salir en relación a la enorme belleza del conjunto de la vida.
Que todo lo que aprendí hasta hoy me eleve porque todo el amor que di sin excepción me fue devuelto.
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por David Criado | May 7, 2019 | DESARROLLO DIRECTIVO
«La historia del miedo a lo largo de los siglos muestra que algunos han conseguido, a veces, liberarse de él de dos maneras. La primera, con la ayuda del mismo miedo, escapando de un miedo a otro en el que haya más esperanza. La segunda, recurriendo a la curiosidad por algo totalmente diferente que borra temporalmente la conciencia de peligro»
maestro Theodor Zeldin, Historia íntima de la Humanidad, p.189
Hoy compartiré contigo, lector o lectora, una pequeña reflexión sobre el momento actual de las organizaciones y la creciente tendencia a buscar entornos más saludables de trabajo con más o menos suerte en la consecución de este objetivo. Espero de veras que te resulte útil. Esto es lo que trataré de exponer en este artículo:
Creo que en la actual búsqueda de nuevos entornos de trabajo más humanos, la mayor parte del tiempo no estamos modificando algo que considero básico para sentirnos satisfechos. Hablo de medir nuestro éxito de forma diferente, de complementar los indicadores economicistas con indicadores mucho más tangibles e inmediatos a nivel humano.
El momento que vivimos actualmente en las empresas es fantástico por cuanto estamos reinventando las relaciones laborales en una gran cantidad de aspectos y matices que enriquecen nuestra experiencia con cada año que pasa. Soy de esas personas que contribuye con su trabajo a este cambio humanizador y esto me anima a compartir una breve explicación de donde estábamos y hacia donde vamos.
Hablaré en torno a estos apartados:
- Indicadores clave del management científico
- Alimentando la bestia del consumo
- El mito del cerebro descontrolado e insaciable
- Cómo revertir la tendencia a la insatisfacción
Comenzamos.
Durante años he observado el comportamiento humano en entornos laborales desde una u otra perspectiva. En todas las empresas que he conocido -sin excepción- he observado con mucha mayor frecuencia momentos de ansiedad, depresión, estrés, prisa y falta de atención a las cosas importantes (uno mismo, su entorno inmediato, la vida) que momentos de gozo, alegría, celebración y disfrute. Esta pauta la he vivido una y otra vez. Personas «que no llegan», «que no dan», «que no pueden» con los objetivos, con los retos, con lo que sea… ¿Por qué ocurre esto?
INDICADORES CLAVE DEL MANAGEMENT CIENTÍFICO
Cuando la ciencia universalizó gradualmente una sociedad, una sanidad y una educación para todos parecía apagarse la oscuridad de tiempos pretéritos en los que el mito y la superstición generaban enormes desigualdades. Con el progreso traído por la ciencia, nació el concepto de empresa y desde el inicio todas las empresas compraron dos discursos: EFICIENCIA y COMPETITIVIDAD.
Parecían dos palabras infinitas: siempre se puede ser más competitivo y siempre se puede ser más eficiente, nos decíamos. En la actualidad prácticamente todos los indicadores de éxito en el mundo empresarial miden el rendimiento, la productividad, la rentabilidad económica, y no miden nada que tenga que ver con el sentido de la vida, sea el que sea siempre y cuando no sea solamente trabajar.
Para esta mentalidad descansar es un pecado y estar ocioso o actuar lento y con atención al detalle es sencillamente «poco eficiente» o «nada rentable».
ALIMENTANDO LA BESTIA DEL CONSUMO
Añadido a esto el marketing se ha dedicado de forma voraz durante ya casi más de un siglo a entrar y meterse en nuestra vida, a saberlo todo de nosotros y a invertir cientos de miles de millones de dólares en generar insatisfacción y ganas de querer más a la gente. De nuevo sin límite, sin medida. Consumimos porque nos convencemos de necesitar algo. Aquí no me canso de recordar que «otro marketing es posible».
Detecto por todo esto una sensación de hastío generalizada y uniforme. Durante los últimos años veo con mayor frecuencia muchos más titulares y entrevistas, libros y personas que hablan de que se encuentran insatisfechas, sin rumbo, saturadas, en una especie de fenómeno global de indignación constante. A los seres humanos parece como si haber creado la sociedad más justa y tecnológicamente avanzada de la Historia, no nos bastara o al menos no fuera suficiente.
Es de locos, todo el mundo va con prisas, nadie tiene tiempo, aparentemente las cosas cada vez son más confusas. Vivimos más años pero parece que lo haremos con menos calidad. Parecemos postergar la felicidad sin dilación y con inquietante fe en el futuro. Pero el futuro nunca llega.
EL MITO DEL CEREBRO DESCONTROLADO E INSACIABLE
Hace ya 11 años un psicólogo llamado John Naish publicó un libro que se llamaba «¡Basta!: cómo dejar de desear siempre algo más» (lo publicó en castellano la editorial Temas de Hoy) En él sostenía que el cerebro humano ha sido programado durante millones de años para sobrevivir, para vivir en entornos de escasez y no de abundancia, para buscar y querer más porque durante varios millones de años nuestro cerebro programado para la supervivencia siempre necesitaba más (comida, abrigo, refugio,…) Pero sin embargo en la actualidad, desde hace no más de un par de siglos en el mejor de los casos, nuestro cerebro vive en un entorno de abundancia en el que a priori no necesitaría buscar más. Muchas nuevas teorías sobre la abundancia y el minimalismo desarrollan hoy -más que nunca en Occidente- este nuevo paradigma.
En sesión suelo recordar que tenemos la mejor máquina de supervivencia de la historia de la evolución pero tal vez una de las peores máquinas de convivencia jamás desarrolladas. Somos al mismo tiempo la única especie capaz de mostrar compasión y la única especie que mata sin necesitar biológicamente hacerlo.
Estar programado para la insatisfacción tiene un lado positivo: nuestra curiosidad nos ha aportado grandes descubrimientos. Hemos descifrado la cadena de ADN, pisado la Luna, comenzamos a comprender la evolución del universo, creamos sociedades estables y sostenibles en el tiempo, viajamos a cientos de kilómetros hora recorriendo en un solo día las mismas distancias que nuestros antepasados recorrieron a lo largo de más de 2500 generaciones.
Pero también tiene un lado negativo: querer más todo el tiempo no resulta sostenible. Nuestro cuerpo tiene un límite, los grupos humanos en los que vivimos también lo tienen y el planeta nos alerta a diario del suyo.
CÓMO REVERTIR LA TENDENCIA A LA INSATISFACCIÓN
Creo que la clave para cambiar esta tendencia es el cambio progresivo de mentalidad y la práctica del autocontrol sobre nuestros pensamientos. Yo lo llamo conquistar la tranquilidad de espíritu y es gran parte de la base de mi trabajo con clientes. Aunque ya he escrito otras veces sobre cómo cambian las personas, esta vez compartiré contigo una fórmula para revertir esta tendencia con mucha paciencia, compromiso y voluntad:
Deja de medir tu satisfacción con indicadores que nunca te la han garantizado. Renuncia al crecimiento ilimitado, solo somos seres vivos limitados y no podemos por naturaleza crear nada infinito. Cualquier voluntad del ser humano por querer crear algo infinito solo garantiza sufrimiento. Crea nuevos indicadores que hagan sostenible tu entorno de trabajo sin necesitar que otros sufran para ello. El equilibrio entre economía (mercado) y ecología (entorno de vida) es posible, no tengo duda.
Cualquier acto implica conflicto o dolor, tu única responsabilidad es minimizarlo. En tí y en otros.
A todos aquellos que sostienen que debemos elegir entre empresas o economías competitivas que generan riqueza y empresas o economías deficitarias que generan pobreza… solo puedo decirles esto con cariño: Cambien sus indicadores ya. Modifiquen sus indicadores sobre qué es riqueza y qué es pobreza. Por el bien de todos, incluso por el suyo.
Los entornos de trabajo humanos y equilibrados son posibles a partir de un margen de rentabilidad concreto que suele ser frecuentemente bajo en comparación con los objetivos anuales de la mayoría de las empresas. Una vez que una organización logra esta rentabilidad básica (sostenibilidad económica), creo que es posible diseñar y pensar nuevos indicadores de éxito más humanos y basados en la calidad de vida de todos los actores: colaboradores, clientes y proveedores de servicios. Más allá de la máxima incierta y nada deseable que proclama que si no trabajas para vivir, solo vives para trabajar; creo que en nuestro tiempo vida y trabajo van de la mano y abogo más -como Judy Wajcman, Andre Köhler y David Graeber- por entornos de desempeño donde seamos capaces de sentirnos vivos, esto es, útiles, realizados y respetados como personas.
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por David Criado | May 3, 2019 | DESARROLLO DIRECTIVO, DESARROLLO PERSONAL
«En mi búsqueda de la felicidad estudié a personas relevantes de mi especie y no os vais a creer lo que encontré. Hace unos pocos años hallé el extravagante caso de una persona que existió hace dos mil años y afirmaba haber llegado a este planeta para amar absolutamente todo. Por lo que parece la noticia causó tanta conmoción que no dudaron en matarle. Aunque yo había estudiado casos similares, lo que me sorprendió de esta persona y cambió mi vida por completo es que cuando hablaba de amarlo todo incluía también a las personas. A todas. Sin excepción. Incluso a aquellas que le habían condenado.»
El autor, extraído de un taller sobre Liderazgo servicial, marzo 2019
A menudo leo textos de grandes compañeros en el estudio y la comprensión del comportamiento humano. Suelo encontrar verdaderas joyas. En muchas ocasiones estas joyas esconden grandes teorías complejas y muy elaboradas que explican fenómenos como el liderazgo o la coordinación de equipos. De hecho en este blog he compartido durante años una gran cantidad de reflexiones útiles para aproximarte, lector o lectora, a esta disciplina transversal y con tanta materia publicada. Pero hoy compartiré algo más inmediato, algo que deseo que recuerdes y que te suponga, lector o lectora, un gran aprendizaje.
Hoy comparto contigo una explicación muy sencilla sobre el liderazgo y el valor de nuestras relaciones en la vida, una forma de explicar este fenómeno que cualquier persona puede entender sin necesidad de ser ningún experto. Comenzamos.
Hace poco en una película que estaba viendo escuché una conversación entre personajes que ya había leído en algún otro lugar pero que volvió a conectarme con la esencia del liderazgo. En la película uno de los personajes -líder de una tribu- hablaba a un muchacho joven y algo perdido, uno de esos personajes que suele estar llamado a liderar algo pero no sabe por qué.
He tomado las ideas fundamentales del diálogo y me he permitido adaptarlas para una mejor formulación de esta sencilla explicación. Ahí va:
Una buena persona dibuja un círculo alrededor suyo y se ocupa de los que están dentro. Y aquí entran la persona misma, su pareja, sus hijos, su familia…
Otras personas dibujan un círculo mayor y dentro de él también están sus hermanos, aquellos que comparten con él una misma identidad o cultura…
Y otras personas tienen un destino superior a todos los anteriores. Han de dibujar a su alrededor un círculo dentro del cual quepan muchas, muchas personas más. Se da incluso el admirable caso de personas que dibujan un círculo en el que cabemos todos.
Esta sencilla explicación ilustra muy bien muchas cosas que ya conocemos y están demostradas a través de la sabiduría milenaria, la psicología cognitiva y social, y el arte de la gestión de grupos y la empresa. Estas son las 6 razones por las que me encanta la explicación que acabas de leer:
1) RESPONSABILIDAD
La explicación relaciona directamente la influencia sobre otros con la responsabilidad propia de cada persona y el compromiso con su decisión. Esto significa que son igualmente respetables cualquiera de los tres círculos que la persona decida dibujar siempre y cuando no deje de ocuparse de los que están dentro. Es decir, el liderazgo está íntimimamente relacionado con la forma en la que me relaciono con otros y decido comportarme.
2) BONDAD
Esta perspectiva entiende que el liderazgo útil está asociado a la bondad. De acuerdo a esta explicación nuestra bondad radica en saber trazar círculos en los que las personas se sientan cuidadas y queridas. De este modo además el sentido de la vida de una persona reside en el reto de diario de ocuparse de todos aquellos que estén dentro de su círculo y en mantener vivo cada dia ese mismo círculo. Sinceramente, me parece una forma genial de explicar la bondad con una actitud inclusiva y saludable.
3) ESFUERZO
Esta forma de entender el liderazgo deja claro que la bondad exige esfuerzo. En este caso se trata del esfuerzo de dibujar día a día con tus actos uno o varios de los tres círculos en los que hacer que las personas que están dentro se encuentren bien y cuidadas.
4) RESPETO
La explicación respeta la decisión de cada persona sobre el área de influencia que quiere abarcar con sus acciones. Esto significa que es tan buena una persona que sabe cuidar de los suyos en su círculo inmediato como una persona que decide dibujar círculos mayores. Es decir, para hacer algo bien solo tienes que aceptar o vivir de acuerdo al círculo de influencia del que decidas responsabilizarte. Y si lo haces bien, con honestidad y tesón, tal y como se afirma en otra famosa película, entonces «todo el mundo comprenderá que no todos necesitan ser reyes porque para cada persona su propia casa es su castillo». Y esto es algo digno y respetable.
5) PROGRESIVIDAD
Esta teoría explica muy bien cómo suele distribuirse en la vida el número de personas en cada círculo de influencia. He aquí la gran lección que nos regala esta sencilla explicación: La mayoría de personas deciden centrar su esfuerzo en dibujar el primer círculo, algunas personas deciden dibujar un círculo mayor, y solo unas pocas están dispuestas a dibujar un círculo en el que «quepan muchas, muchas personas más». De hecho la teoría explica muy bien cómo es imposible liderar a otros (segundo círculo) si uno mismo no se cuida o no tiene un entorno que cuide y le cuide consecuentemente bien (primer círculo).
6) EXCELENCIA
Explica muy bien cómo la excelencia puede estar en todas las personas pero solo unas pocas dejan huella en la Historia de nuestra condición. Esta forma de entender las relaciones explica muy bien cómo es realmente admirable una persona con un círculo pequeño bien dibujado (un buen padre, una buena pareja o un buen amigo, por ejemplo); cómo es igualmente admirable una persona con un círculo mayor (un pueblo, un equipo, una ideología, o una organización por ejemplo) pero cómo son extraordinariamente admirables solo aquellas personas que «han de dibujar a su alrededor un círculo en el que quepan muchas, muchas personas más», es decir aquellas personas que son capaces de inventar un círculo que al principio no suele ser visible para otros, un contexto que esa persona tiene que crear y en el que una gran variedad de personas aparentemente diferentes se sienten igualmente bien tratadas y cuidadas a menudo incluso con independencia de sus diferencias.
Espero que este artículo te haya resultado interesante y útil.
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