Seleccionar página
Hamlet: la locura ordenada

Hamlet: la locura ordenada

Cartel promocional de "Hamlet", Laurence Olivier, 1948

Cartel promocional de "Hamlet", Laurence Olivier, 1948

Termino de rebautizar mis votos -algunos títulos los veo por quinta vez- en la saga cinematográfica de Hamlet. En esta obra siempre he visto la lucidez que precede a un gran momento de creación y reflexión. Sin duda ordenar nuestra locura es tarea complicada que solo por momentos resulta provechosa. En la cantidad y calidad de estos momentos cifro a las personas que considero referentes.

Basados en la magistral obra de Sir William que retrata la iniquidad de instantes tan fronterizos como la envidia, el homicidio, la vanidad, el odio y ante todo la venganza; existen tres títulos imprescindibles que todo amante de Hamlet debe conocer. El primero de ellos, «Hamlet» lo rodó y protagonizó Laurence Olivier en 1948 y me resulta imposible realizar una crítica digna de la altura de la música de William Walton y del maravilloso y enigmático montaje. Cuatro premios Oscar, entre ellos a mejor película y actor, se han grabado en la historia del cine surgido como hijo del teatro. El segundo título «Hamlet, el honor de la venganza» se desarrolla en una dinamarca adusta, llena de realidad telúrica con paisajes cercanos y una fotografía de texturas decadentes. En ella Mel Gibson -un actor y director por el que no siento especial simpatía pero del que extrañamente soy devoto- genera un clima de angustia derivado de la conciencia absoluta de libertad para el absurdo que el protagonista sufre en el seno de su familia. Laurence Olivier, del que ya hemos hablado, nunca puede ser el mismo Hamlet que puede interpretar Gibson pero éste último es necesariamente pasional y ello le ayuda en el acto en el que el príncipe decide su locura. Un título respetable dirigido por Franco Zeffirelli. La tercera de las películas y más reciente es «Hamlet» de Kenneth Branagh, ese actor que es la reencarnación infame, continua y deliciosa del alma, el trabajo y la persona dramática de Olivier. De los tres títulos éste es el Hamlet más cortesano y palaciego, más fiel a la pura interpretación de la letra shakespeariana y más lúcido en cada soliloquio. Transmite con perfección magnética la esencia primaria del príncipe que yo soñé en mis lecturas. De absoluta vigencia, sin duda Olivier encarna la definitiva obra maestra en movimiento de las páginas de nuestro hermano William. Olivier es quizá la mirada de Hamlet, Gibson la personalidad que mejor sufre el infortunio y Branagh es el texto hecho persona. Ninguno de los tres, y admito dudas, es en suma cuestionable. Una crítica sobre el primero os supone un duelo a sangre con el autor de este post 😉 Como apunte, considero que la entrega de 1990 no es una banda sonora aceptable dentro del catálogo de Ennio Morricone. Priorizo para el video de este post la mirada lúcida de Olivier y la secuencia imprescindible de la obra maestra de 1948. Se trata del monólogo en versión original del príncipe Hamlet frente a dos abismos: el de su propia existencia o el del precipicio insondable sobre el que rompe el mar del norte en Elsinore. Este momento es interpretado de tres formas muy diferentes por los tres actores; la lenta introspección, la absoluta soledad en el secreto de su locura, el tono pausado y las súbitas notas de intriga de la banda sonora hacen de este momento algo mágico. Lo incluyo sobre todo por respeto pero en gran medida por dilatada y recurrente admiración.

Nota: He excluido la versión de 1964 de Richard Burton por no considerarla digna del texto. La obra «Hamlet» forma parte de una nutrida biblioteca de inmejorables traducciones del sentimiento de venganza que siglo a siglo ha ido pariendo la inteligencia humana desde el ágora griega a nuestros días pasando por la Francia del siglo XIX.

Modelo productivo: ser persona

Contener el agua está bien pero lo mejor es disfrutarla

Contener el agua está bien pero tal vez lo mejor sea disfrutarla

Acudimos a grandes coloquios y encuentros profesionales, lugares de esparcimiento para mentes inquietas e insultantemente creativas. Revolucionamos los entornos conocidos y predicamos la gestión eficiente alejada de los modelos impositivos tradicionales. Intentamos aprender unos de otros y cada vez con más medios a nuestro alcance. En un futuro -¿quién lo sabe?- tal vez solo queden medios. Hablamos de adaptación, de estándares abiertos y de depurar nuestro sistema de trabajo. Estudio comunidades y organismos inteligentes que se nutren de individuos completamente idiotas para alcanzar un alto grado de competitividad y viceversa. Hablo de optimización social, de fomento de prácticas sostenibles, del futuro del trabajo de Thomas W. Malone. Somos y soy todo lo anterior pero no debemos perder la perspectiva de nuestro foco de acción:

1) Descentralizar: Disminuir intermediarios y burócratas; distribuir información; colaborar con otras estructuras y cuidar las relaciones personales; no caer en la moda del dinero rápido para aprovechar la cultura del conocimiento; delegar con eficacia y no por ignorancia; confiar en las personas; definir y dialogar; captar ideas.

2) Coordinar: No liderar sino coordinar. Colaborar para que otros se lideren; mostrar cercanía y conocer a las personas; identificarse y aprender con los demás; orientarse a resultados siempre que los resultados beneficien el entorno. Continuamente.

3) Cultivar: Demostrar méritos a pesar de la categoría pero no a pesar de las personas; trabajar de forma interesada para que nuestro trabajo sea interesante; madurar nuestra oxitocina laboral u hormona del abrazo en el trabajo con ideas y opiniones ajenas.

Hablo de todo ello pero hoy también iba en el tren. En la primera de mis paradas se ha subido llorando una profesora de primaria que estaba en paro y vivía en una habitación junto a su hija. Una estampa desoladora pero completamente humana de no ser por el hecho de que subió a pedir dinero y la contracción blindada de nuestra oxitocina ni siquiera prestó atención a su discurso. Me ha hecho pensar sobre si realmente alguien que no se perturbe ante estas situaciones e imágenes puede innovar y cambiar nuestras estructuras de trabajo. No he tardado en responder. No podría innovar ni aportar ni motivar un solo cambio porque su vida sería un modelo improductivo. No valora ni analiza ni aprende de su entorno, simplemente es. Sin actuar ni dirimir principios de los cuales extraer sus propias conclusiones, atiende a una sola dirección sin ver la riqueza de los pasos intermedios.

Sembrar y motivar un cambio de actitud en nuestro ecosistema de trabajo es relativamente sencillo si somos capaces de vivir con los demás y en ocasiones puntuales para los demás. Solo eso, solo ser meritocrático y primar los algoritmos ligeros y vitales de la creatividad, el esfuerzo (1) y el compromiso (esos castillos en el aire que se matan a conciencia) por oposición al peso homicida y sedentario de la costumbre, la tradición y el éxito. Esto -si es posible- hacedlo tanto en trenes repletos de oxitocina como en oficinas cansadas que vuelven su espalda a la luz natural de todos los sentidos. Creemos presas de agua sin miedo solo para contener la corriente del líquido elemento pero no para aplacarlo. Parece claro que si nuestro entorno no fluye seguramente nunca nos mojemos. ¿Pero es que acaso eso es bueno?. Yo creo que no y que sin duda no hay modelo más productivo que ser una persona. Luego que venga el collar de títulos y logros, pero primero solo eso.

Notas:

(1) Respecto al esfuerzo leo en el blog de los amigos de BZMK una noticia de una mendiga que se graduó en Harvard y ha logrado salir adelante. Está bien que tengamos referentes en grandes figuras de nuestro tiempo pero mejor aún que los tengamos en grandes personas de nuestro tiempo.

El talión de Slevin

El talión de Slevin

Cartel promocional de "El caso Slevin"

Cartel promocional de "El caso Slevin", Paul McGuigan, 2006

«Lucky number Slevin» (El caso Slevin en España) es una película de 2006 que cuenta con un elenco de actores nada desdeñable (copio y pego): Josh Hartnett, Bruce Willis, Morgan Freeman, Ben Kingsley, Lucy Liu, Stanley Tucci, Michael Rubenfeld. En mi filmaffinity particular le ha dado un 10 de modo que lo que sigue es solo aderezo de esta nota. Excelente película de historias entrecruzadas que acaban formando parte de la misma trama solo cuando el espectador recompone el film tras los créditos finales. Una ataraxia imprecisa se cierne sobre los acontecimientos de Slevin, un joven terriblemente desafortunado. Su lucha por encontrar respuestas tal vez sea una solución preconcebida. Pura ley del talión en su más concreto drama. No digo más esta vez. Solo añadir a un Bruce Willis inmenso con grandes frases en su papel de sicario («Me llamo Goodkat, tú puedes llamarme Señor Goodkat«), un Morgan Freeman que hace honor a su trayectoria («Apuesto a que fue esa boca la que se ganó esa nariz«), humor por doquier y pequeños guiños a la complicidad del espectador. Sin duda lo mejor el guión de Jason Smilovic (Secuestrado, Replay,…). Disfrutad de crímenes y efectos y os dejo con una frase de El Rabino: «Mi padre solía decirme: Si alguien te llama «caballo», pégale un puñetazo; cuando te lo diga por segunda vez, llámale imbécil; pero si la tercera vez alguien te vuelve a llamar «caballo», quizá vaya siendo hora de que te compres la silla…«

El gestor de información

El gestor de información

c. 1868

Image via Wikipedia

El campo en el que muchos trabajamos se llama «Tecnologías de la Información y la Comunicación» (ICT en sus siglas inglesas, TIC en la traducción castellana). Parece algo etéreo, un limbo de conocimiento en el que todos tenemos cabida. En cierto modo así es. Me basta ver la temática de los monográficos de las revistas cientificas que consulto para ver que un gestor de información es un título demasiado amplio que aglutina una infinidad de disciplinas. En el Profesional de la Información, revista con una dilatada trayectoria (desde 1992), podemos encontrar números sobre arquitectura de la información, sistemas de referencia digital, comunicación empresarial, bibliotecas en red (en su último e interesante número de sept/oct 2010), web móvil, mineria web, redes sociales, SEO,… En la Revista Española de Información y Documentación se habla de bibliometría, archivística, ley de propiedad intelectual, e-administración, gestión documental, gestión del conocimiento, alfabetización informacional, accesibilidad y usabilidad web,… y eso solo por poner dos ejemplos inmediatos de revistas profesionales que consultamos todos. Aunque la gran variedad de perfiles profesionales a veces no nos deja ver el bosque, nuestro bosque común es el Gestor de Información.

Profesionalmente me considero un gestor de la información especializado en el mercado ECM (Enterprise Content Management), sobre todo porque creo que para eso me he formado y en esa dirección he intentado orientar mis pasos, con grandes dosis tecnológicas pero con una formación troncal fuertemente funcional. Soy diplomado en Biblioteconomía, Licenciado en Documentación y he realizado varios cursos de especialización en gestión documental y gestión de proyectos; por gusto también un par de masters en Software Libre y dirección de SITI (Sistemas y Tecnologías de la Información). No me vendo -odio hacerlo-, simplemente demuestro andando que aunque rara avis, se pueden casar habilidades que los prejuicios nos presentan como contrapuestas. Como profesional me inquieta el mundo del software libre y escuchaba hablar a mucha gente sobre él, me interesaba como fenómeno sociológico de cara a aplicarlo en la gestión de equipos y en mi propia filosofía de vida; por eso me decidí a conocerlo. No me he arrepentido, he conocido nuevos modelos de negocio y trabajo y he hecho amistad con gente muy interesante. Del otro lado necesitaba un tercer ciclo en gestión tecnológica porque es algo que venía haciendo desde hace tiempo y creo que seguiré aprendiendo siempre (y lo que te rondaré, morena). Estoy convencido de la revolución 2.0 y apuesto por ella, creo que tenemos mucho de qué hablar, pero sobre todo nada a lo que acotarnos si no es estrictamente necesario. En mi caso no pienso dedicarme toda la vida a ECM, creo que no debemos condicionarnos; nuestras aptitudes y capacitación deben ser catalizadoras, no muros de contención. Lo que quiero decir es que todo, bien planteado, casa y tiene un sentido si se plantea mediante cierta lógica de crecimiento. Aún así siempre que  acudo a una entrevista de trabajo (créanme que he hecho alrededor de 120 en mi vida y en ocasiones por puro vicio) me encuentro con la misma pregunta que – ya no me cabe ninguna duda- denota un alto grado de desconocimiento sobre el mercado y la capacitación TIC: ¿y cómo con tu formación has optado por la consultoría tecnológica?. La respuesta ideal podría ser: Sin que siquiera sepa cuál es tu formación, ¿cómo has optado por hacerme esa pregunta?.

Dejando a un lado la ironía, debo/debemos comprender que la gente se imagina que los museólogos, archiveros, documentalistas y bibliotecarios (en algunas asociaciones hasta arqueólogos) siguen siendo esos amados custodios que ponen mala cara y guardan con recelo sus volúmenes y obras. Pues amigos, de éstos siguen afortunadamente -llamadme tradicional- existiendo pero también de los que gracias a su disciplina milenaria (la archivística) han sabido reinventar los conceptos electrónicos de record management y document management (Si me oyera Carlota Bustelo…;) y establecer junto con el resto de profesionales las bases del nuevo mundo digital. En todo caso, ¿es tan necesaria la continua asignación de etiquetas o cajones?, ¿seguimos necesitando adjetivos para nuestro desempeño?. Mi respuesta es que sí, pero otros diferentes…

Tenemos aún mucho que evangelizar. En mi campo sería imposible imaginar un buen proyecto ECM sin la contribución y colaboración del teleco, el ingeniero de software, el administrador de sistemas informáticos, el DBA y el gestor documental. Sin comunicaciones, ni software, ni almacenamiento de datos, ni sistema, ni modelo y arquitectura de información… difícil no, imposible. Aunque, queridos quijotes, de todo he visto en la ancha tierra de la red… Ni los informáticos son gente extremadamente rara (algunos sí), ni los gestores de información somos ratones de biblioteca encerrados en nosotros mismos (algunos sí). Hay de todo en la villa de wide web…

Liderazgo: lecciones en The last castle

Liderazgo: lecciones en The last castle

The_Last_Castle_Theatrical

 

Nos han enseñado a cumplir órdenes. Seamos civiles, militares o religiosos; pertenezcamos a cualquier país sobre el planeta; en cualquier latitud y situación, hemos sido adoctrinados en la disciplina. La sociedad en la que sobrevivimos a menudo no se parece en nada a la sociedad en la que vivimos, pero el arte del liderazgo es sobreestimado y admirado. Acudimos a eventos donde nos hablan de marca, de equipos, de objetivos, pero en aras de un sistema imaginario, quasi perfecto; desdibujamos con frecuencia las fronteras, nos erigimos en defensores de un baluarte que otros nos hicieron amar y respetar. Escribo entradas en las que hablo de otra forma de hacer e imaginar las cosas, algo diferente pero que siempre ha estado ahí; tomó cafés con los amigos e intento predicar cierta cultura del entendimiento y ¿por qué no? cierta inteligencia y perspectiva para no simplificar el mundo demasiado. Contar con James Gandolfini y Robert Redford en un mismo metraje parece garantía de éxito, pero sin historia nada tendría sentido. En esta película, que pasó sin pena ni gloria por las carteleras del año 2001, he encontrado una historia con reminiscencias al espíritu de Luke Jackson, ese gran indomable que interpretó Newman para Rosenberg. Ambas historias suceden en penales infrahumanos, con personajes que luchan por la supervivencia de sus ideas más allá de lo físico y del dolor, con excelentes villanos respaldados por sus sistemas.

Un general de división del ejército estadounidense es condenado a diez años de cárcel por desobedecer una órden en combate con horribles consecuencias. Su ingreso en la prisión será toda una lección de coraje para los reclusos. Degradado y castigado por un alcaide despiadado y necio, demostrará al espectador cómo una cabeza bien amueblada es mejor que un castillo totalmente vacío. Olvidáos por un momento de la acostumbrada parafernalia que rodea a las americanadas que tratan sobre el ejército; abstraeros del tinte patriótico que destila una bandera, pero atended y asistid a una lección importante: una persona ejemplar (llaménlo lider, socio-director, conductor o general de división) no lo es por sus galones, categoría o despacho, un lider no nace, se hace. Me ha resultado muy interesante la dicotomía y el enfrentamiento entre una postura radical, inflexible, sometedora; y una actitud moderada, flexible, constructiva hasta el último segundo. Nada de lo que no hubieran hablado Gracián, Schopenhauer, Lao Tse, Averroes o Sidharta, ninguna enseñanza que no hubieran reflejado los sufíes más notables, nada que la propia historia no haya enseñado una y otra vez sin solución de descanso ni de gloria; desde luego nada nuevo y sin embargo un aire renovado… que agradezco. No es más útil dominar que sentirse respetado.

Mapear ideas

Mapear ideas

Página web de MindMeister

Página web de MindMeister

Durante la universidad y a menudo en los proyectos personales y profesionales que he emprendido he necesitado ordenar mis ideas de una forma gráfica y ágil. Este tipo de organización mental, basada en ramificaciones es tan antigua como el pensamiento humano. Desde tiempos inmemoriales hemos categorizado el conocimiento. ¿Por qué no aprovechar aplicaciones sencillas para ayudarnos en esta tarea?. Suelo usar FreeMind y CMAPTools para mis diseños, pero hoy me he topado con MindMeister y he pensado tal vez este conocimiento estructurado o plasmado puede ser valor añadido si se comparte, y tal vez sea un nuevo negocio si estos mapas son relevantes y útiles. Desde la decisión más simple a la exposición de condicionantes más compleja. Yo, que siempre peco de UMLero continuo, no puedo olvidar ni evitar recomendar Gliffy y a Text2MindMap, este último en línea y muy ágil, que conocí gracias a un post de @dreig.