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La importancia de saber lo que no quiero

La importancia de saber lo que no quiero


 

«Se lo que no quiero, ahora estoy a salvo»

maestra María Rozalén, canción «La puerta violeta»

 
En alguno o varios momentos de nuestra vida todos tenemos que buscar nuestro lugar. La cultura panindígena norteamericana ya hablaba del acto del Hanblecheyapi para encontrar nuestro camino rojo en la vida. Hoy quiero hablarle, lector o lectora, de la importancia que tiene saber lo que no quiero a la hora de encontrar mi camino. Creo sinceramente que siempre que usted quiera emprender un cambio debe reflexionar sobre aquello que no quiere y sobre aquello que quiere.

Veamos en qué consisten ambas cosas. Comenzamos.
 
 
SABER LO QUE NO QUIERO

El primer paso para lograr un desarrollo personal y profesional orientado al bienestar es saber lo que no quiero. Esto implica ejercer la responsabilidad de no repetir lo que no quiero. Por otro lado a la hora de pararnos a pensar en nuestro presente, a menudo resulta más fácil saber lo que no quiero que saber lo que quiero. Esto ocurre porque aquello que claramente no quiero suele estar asociado a una experiencia que valoro como negativa gracias a la red neuronal de valencias con la que cuento y que trabaja para mi supervivencia. Gracias a la evolución mi cerebro entiende que no repetir aquella experiencia negativa que viví en el pasado aumenta mi porcentaje de opciones de supervivencia, por eso codifica un valor negativo en mi memoria a través de la amigdala basolateral. El descubrimiento ha sido realizado en enero de 2018 por la neurocientífica Kay Tye, la profesional que dedica más tiempo a estudiar este tipo de neuronas en su laboratorio del MIT. Parece que este hallazgo puede apoyar la teoría de que las experiencias que valoramos como negativas son guardadas en nuestra memoria a largo plazo de forma inmediata regresando además a nuestra memoria con mayor facilidad en nuestro proceso de toma de decisiones.

Si bien el cerebro bloquea los recuerdos traumáticos para una mejor supervivencia, a la vez activa nuestra atención con mayor rapidez y fluidez ante noticias negativas que ante noticias positivas. Esta es la razón por la que el recientemente fallecido Clifford Nash, profesor de la Stanford University -muy conocido por sus descubrimientos sobre la inutilidad de la multitarea en nuestra era digital- recomienda dar primero las malas noticias o los aspectos a mejorar, y después las buenas noticias, reconocimientos o agradecimientos. De este modo el cerebro de nuestro oyente recibe con mayor atención y aceptación el reconocimiento. Mi compañera Belle Beth Cooper, desarrolladora de iOS y agente de cambio, puede iluminaros con más descubrimientos añadidos para mejorar vuestro feedback si accedéis a su artículo The best ways to offer efective feedback. También Courtney Seiter ha escrito muy bien sobre esto en relación a la psicología de la crítica y su estrecha relación con el feedback. De hecho Charles S. Jacobs, autor de Management rewired: Why feedback doesn´t work defiende que ante una información que entra en conflicto con nuestra autoimagen, tratamos de modificar la información en lugar de a nosotros mismos, por lo que a menudo es más útil partir del otro que confrontarle mediante una crítica. Lo que te sugiero es que aproveches esta alta rentabilidad y eficiencia de lo negativo en tu cerebro para convertirlo en algo que te impulse luego a encontrar lo que realmente quieres. 

No puedo evitar ver la increíble relación entre cada nuevo descubrimiento científico sobre la existencia o tendencia a lo negativo o al dolor y la sabiduría milenaria de todos los modelos de desarrollo y comprensión de vida, especialmente el budismo, el sufismo, el sintoísmo y el estoicismo. La convivencia y el aprovechamiento del dolor como impulso y no como tragedia es consustancial a cualquiera de estos cuatro sistemas de pensamiento.

Sin duda todo ello tiene que ver con el sesgo cognitivo de negatividad que abordamos hace años en esta misma casa cuando hablábamos de distinguir lo que es respetable y lo que no, y también cuando hablábamos de lo que nos está enseñando la ciencia del pensamiento cotidiano. Se trata, pues, primero de preguntarnos verdaderamente qué es lo que no queremos hacer de forma clara para orientar nuestras acciones sujetos a ciertos límites saludables o fronteras que garantizarán nuestra satisfacción y realización personal. También recomiendo que pienses en lo que realmente no quieres partiendo de tus experiencias propias pero sin necesidad de focalizar tu atención en tí como persona (lo que no quiero ser) sino en tus comportamientos o acciones (lo que no quiero hacer). En mi experiencia con clientes esto resulta mucho más rentable y útil a la hora de abordar el segundo paso.
 
 

SABER LO QUE QUIERO

El segundo paso a la hora de reflexionar sobre mi desarrollo personal y profesional tiene que ver con saber lo que quiero. Hay una gran cantidad de estudios sobre lo que nos motiva, una buena selección de los cuales está sintéticamente recogida a través de los gráficos de este artículo de Business Insider. Si a la hora de saber lo que no quieres te recomendaba pensar en lo que no quieres hacer; a la hora de saber lo que quieres te recomiendo pensar en lo que quieres ser. 

Dependiendo del tipo de persona que seas, puede que necesites capacitación, acompañamiento o una gran cantidad de conversaciones para responder a esta pregunta; o puede sencillamente que para responder a esta pregunta sobre quién quieres ser solo necesites empezar a caminar con alguna o varias decisiones difíciles pero que consideras necesarias. Veamos qué hacer en cada caso:


1) Personas que necesitan seguridad para decidir lo que quieren

En el primer caso, si eres de esas personas que necesita reciclarse y conocer un catálogo de nuevos horizontes para saber lo que quiere, quiero compartir contigo una reflexión importante que puede ayudarte a poner en perspectiva la importancia de sentirte completamente seguro antes de dar el primer paso. Se trata de la relativa repercusión que tiene la capacitación tradicional en el cambio significativo. Si bien acceder o ampliar nuestro conocimiento nos habilita a tender puentes hacia lo que queremos ser, lo realmente excepcional es atreverse a practicarlo. Llamo a esto sabiduría y a las personas que la practican, maestros.

La mejor guía de competencias que conozco cuenta con 67 competencias a desarrollar, 19 barreras a vigilar y 7 áreas de foco globales en su 5ª edición inglesa de 2009. La guía para el desarrollo y entrenamiento de competencias FYI (For Your Improvement) es una herramienta sólida, infinita y válida en cualquier contexto. Se trata de un gran mapa de competencias interrelacionadas entre sí donde cada una de ellas cuenta con una escala de medición cualitativa y consejos útiles para su desarrollo y mejora personal. En su investigación los maestros Michael E. Lombardo y Robert W. Eichinger llegaron a una conclusión interesante: el 70% de nuestro aprendizaje se produce mediante la experiencia laboral individual del día a día, un 20% de nuestro aprendizaje llega por interacciones sociales y solo un 10% de nuestro aprendizaje llega gracias a talleres de capacitación o formaciones convencionales. Aunque no lo citan textualmente, los autores están hablando -claro está- de aprendizaje significativo, es decir del tipo de aprendizaje que nos hace modificar conductas y adquirir y fijar habilidades. De acuerdo a esta teoría la responsabilidad de aprender es individual y se concreta en términos de voluntad y responsabilidad propia; las organizaciones, instituciones o sociedades solo pueden facilitar este aprendizaje.

Aquellas empresas que han adoptado este modelo se dedican a incentivar el contacto entre compañeros facilitando el acceso a recursos de entrenamiento y desarrollo de las competencias FYI. Consideran que los tradicionales planes de formación dedicaban excesiva importancia a ese 10% de aprendizaje y deciden focalizarse en ese otro 90%. Esta es la razón principal por la que generan entornos de trabajo humanos con espacios «donde gusta trabajar». Si bien el modelo ha sido ampliamente cuestionado por su escaso soporte empírico, personalmente comparto y compruebo a diario esta distribución 70-20-10. El modelo ha logrado conocerse porque Eric Schmidt, fundador de Google Inc. replicó en 2005 esta distribución del aprendizaje significativo en su organización. Cada empleado de la compañía dedica un 70% de su tiempo a proyectos que pertenecen al negocio principal de la empresa, un 20% de su tiempo a proyectos relacionados con el negocio principal y un 10% a cualquier otro proyecto en el que la persona desee participar. Si quieres conocer el detalle de este modelo el mejor artículo que he leído en la red es el artículo El modelo de aprendizaje 70-20-10: ¿Por qué todo el mundo habla de él? de mi admirado compañero Juan Daniel Sobrado.


2) Personas que necesitan tomar decisiones complicadas para saber lo que quieren

En el este caso mi recomendación es evitar el mayor número posible de golpes de estado en tu vida. Los cambios radicales pueden ser redentores en algunas ocasiones pero no conviene abusar de ellos por el riesgo a fomentar un desequilibrio constante en tu salud mental y emocional. Creo más útil tomar esas decisiones complicadas estableciendo cambios progresivos, o bien planificados -para aquellas personas que lo necesiten- o bien improvisados -solo para aquellas que necesiten explorar o fluir sin más condicionamientos que aquellos que se derivan de lo que ya han decidido que no quieren hacer.

En mi experiencia acompañando a personas u organizaciones en su camino de cambio, resulta como ya dije más complicado saber lo que quieren ser que saber lo que no quieren hacer. Esta es la razón por la que desde hace varios milenios existen personas como yo capaces de aportar a otros tiempos de reflexión y trabajo personal de calidad. En realidad aquellos que hacemos esto no disponemos casi nunca de las respuestas pero solemos disponer casi siempre de las preguntas. Ayudamos a otros a encontrar esas preguntas y a menudo trabajamos juntos por encontrar esas respuestas.

Si necesitas tomar decisiones complicadas tal vez te resulten interesantes estas reflexiones:

  • No te focalizes en el dolor que puedes evitar (miedo), céntrate en el dolor que existe en tí para afrontarlo (valentía).
  • No actúes en previsión de nada que todavía no ha ocurrido, actúa en conjunción de todo lo que ocurre.
  • La vida no es lo que quieres que sea, es lo que es. Tu solo no decides lo que es, lo hacemos todos.
  • Tu voluntad no es una fuerza mayor que la de la naturaleza.
  • No dependes solo de tí sino que dependes sobre todo de tí y también de otros.
  • Tu voluntad o tus gustos son mucho menos importantes que tu capacidad de ejercer la responsabilidad de saber lo que no quieres hacer y lo que quieres ser.
  • Es fácil ser capaz, algo más difícil resulta ser constante, pero lo realmente complicado es ser humilde.

Espero que este artículo te haya resultado interesante. Por favor no dudes en compartir tus comentarios a través de este mismo blog o en redes sociales. Toda difusión y diálogo para mejorar y cambiar realidades siempre se agradece.

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Cómo alcanzar la tranquilidad y disfrutarla

Cómo alcanzar la tranquilidad y disfrutarla


 

«Yo quisiera rogarle lo mejor que sé, querido señor, que tuviera paciencia frente a todo lo que no esté resuelto en su corazón, y que intente encariñarse con las preguntas mismas como si fuesen habitaciones cerradas o libros escritos en un idioma extraño. No busque usted ahora las respuestas que no se le pueden dar porque no podría usted vivirlas. De lo que se trata es de vivirlo todo. Viva usted ahora las preguntas. Tal vez luego, poco a poco, sin darse cuenta, un día lejano viva usted en plena respuesta»

maestro Rainer Maria Rilke, (Cartas a un joven poeta, pp. 51-52, Hiperión, 2004)

 

Soy un hombre tranquilo, me he entrenado para ello y pretendo hoy que esto sea útil para usted.Este será un extenso artículo en el que pretendo aportarle, lector o lectora, mi visión sobre cómo lograr la tranquilidad de espíritu en un mundo convulso y trepidante. Si bien la conquista plena de la tranquilidad de espíritu se logra a través de la práctica, el entrenamiento y a menudo con ayuda de maestros, hoy quiero aportarle algunas ideas fundamentales que le pondrán en el buen camino hacia ella.

Lo haré a través de cuatro recomendaciones:

  1. Deja de alimentar tu mundo y atrévete a apreciar la realidad
  2. El cambio desde la expectativa ideal a la consciencia real
  3. El paso de la voluntad ajena a la voluntad propia
  4. La doble dirección de la experiencia.

En muchas ocasiones experimentamos la vida llevados por la inercia. En una suerte de profecía autocumplida, fabricamos una idea de nosotros mismos que constantemente alimentamos con creencias para convertirla en algo defendible. Confiamos entonces en la buena o mala suerte que pueda llegarnos y hacemos depender nuestro estado de ánimo o nuestra satisfacción de que otras personas cumplan con nuestras expectativas o de que la propia vida no tarde demasiado en atenderlas. Esos momentos de nuestra vida se convierten así en una suerte de juicio continuo en el que fabricamos culpables e inocentes de acceder a nuestra propia voluntad.

Tal y como yo lo he vivido, la conquista de la tranquilidad de espíritu llega cuando abandonamos nuestro deseo insaciable por hacer que la realidad o las personas sean nosotros. Tal y como los grandes maestros lo expresaron, la práctica de la tranquilidad de espíritu suele ser un camino no exento de valles durante el trayecto aunque gozoso y reconfortante en perspectiva. Para entender el lugar exacto donde empieza este camino trataré de explicar qué nos hace querer llegar a él y luego cómo recorrerlo. Comenzamos.

 

1.- DEJA DE ALIMENTAR TU MUNDO y ATRÉVETE A APRECIAR LA REALIDAD

La realidad nunca será lo que tú esperas de ella. Afortunadamente para todos, la realidad es lo que es. Sin embargo y a pesar de que ya hemos nacido -es decir, de que ya tenemos un lugar en la realidad sin necesidad de hacer nada- crecemos rodeados de estímulos que nos animan a encontrar un lugar en el mundo. Nuestras relaciones y nuestras sociedades nos invitan a buscar nuestro lugar, a crear nuevas realidades que se impongan y que modifiquen a otras realidades que no logran imponerse. Pero ¿y si nos negáramos a tener que conquistar nada ni a nadie?, o mejor aún ¿y si dejara de motivarnos este impulso por querer convencer a otros y comenzara a motivarnos un fuerte impulso por querer disfrutarnos y comprendernos tal y como somos?. Tal y como hace años enunciaba en una conferencia, en lugar de hacernos pajas mentales con grandes modelos, teorías o ideas de lo que tenemos que ser, las personas comienzan a preguntarse ¿qué tal si disfrutamos y partimos de lo que somos?.

Este es el paso necesario que va de estar continuamente aspirando a la idea de mundo perfecto que debemos alcanzar a vivir de forma consciente la realidad de lo que somos. El mayor activo intangible de una empresa hoy no es el talento técnico de sus personas sino el número de ellas que están más sujetas al suelo pisando la verdadera tierra de las cosas.

Un significativo conjunto de la población está cansada de grandes discursos, ideologías, métodos, marcas o identidades con los que defenderme o atacar a otros, y comienzan a plantearse que existe una vía media, alternativa y diferente basada en una experiencia de vida tranquila y a la vez apasionada que busca comprensión y encuentro. De uno mismo, del otro. Es así como pese a los coletazos puntuales de fanatismo que cabecean alertándonos de su último estertor, se están abriendo paso tímidamente, poco a poco pero sin pausa el sincretismo espiritual contra el dogma religioso, la conciencia cívica de convivencia frente a la doctrina de partido, los intereses de nuestro planeta frente a los de las naciones. Puede que tardemos cincuenta, cien o doscientos años más en creer en instituciones que nos representen pero el viaje ya ha comenzado y es ya imparable. Aquellas personas que están sabiendo asociarse de forma inteligente y decidida en la búsqueda de un fin común sin necesidad de pervertir el medio, son ahora nuestro ejemplo. No admiramos organizaciones que logren lo que quieren sino organizaciones que logren lo que queremos.

De hecho durante los últimos años no he parado de constatar esta creciente tendencia en las personas por alejarse de la confrontación, el pesimismo poco constructivo de los intelectuales o la sección de sucesos de la prensa. El hastío por un dramatismo suicida es común a una gran cantidad de personas de nuestro entorno. Si bien ya sabemos por qué hasta ahora hemos consumido más malas noticias que buenas noticias, puede que sea tiempo de compensar este desequilibrio para no hundirnos en la mierda y ayudar a mejorar la realidad de forma más rápida y con mayor difusión por parte de los medios. Si la realidad fuera tan solo el mundo que nos muestran en los telediarios, nuestra existencia sería algo parecido a un apocalipsis natural o un holocausto planetario. Ante esta demanda de cambio por parte del espectador, hay iniciativas compensadoras como En Positivo, Noticias positivas (N+), o Cuéntame algo bueno, o Son buenas noticias abogan por aportar la cara algo menos amarga de la vida. Sin embargo la mayoría de medios no entienden esta creciente inquietud. Para muestra, un ejemplo: hace poco una de las principales cadenas de televisión españolas ha decidido que dejará de emitir telediarios, su productor jefe ha llegado a la conclusión de que a las personas «solo les interesan los realities y los sucesos, los telediarios no dan audiencia«. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Por mi parte, tal y como compartí hace poco, creo que el pensamiento crítico se educa y adquiere solo con la práctica.

 

2.- EL CAMBIO DESDE LA EXPECTATIVA IDEAL a LA CONSCIENCIA REAL

Estas preguntas están siendo planteadas hoy como un punto de partida interesante con el que pasar de la inercia a lo consciente, de la masa a la persona. Todo esto en un planeta que llegará a finales de este siglo a albergar a 11.000.000.000 de personas, parece algo ideal y sin embargo es algo necesario para garantizar la continuidad de nuestra especie. La inclusión de prácticas de atención plena y meditación en las empresas, el creciente aumento de traducciones a idiomas occidentales de grandes tratados de filosofías no teístas, el interés por incluir la visión humanista en nuestros entornos de trabajo, la recuperación del pensamiento estoico, el minimalismo como culto por las pequeñas cosas, la creciente concienciación por la sostenibilidad y el comercio justo, el cambio de paradigma de mercado hacia un consumo centrado en la calidad de vida del cliente y no en mis intereses espúreos de marca, el diseño de ciudades habitables para las personas y no para las máquinas,… todo ello se abre paso cada vez con más fuerza para contrarrestar el empuje de una gran cantidad de tecnologías de dispersión mental.

Hablamos en definitiva de dejar de oponer lo individual a lo común, de construir entornos de desarrollo en los que exista respeto por la experiencia de vida del otro. Y esto ya ha llegado a nuestra vida en forma de inquietud y poco a poco cala en esas organizaciones que inventamos para conseguir algo que por nosotros mismos no podemos alcanzar, «las empresas». La mayoría de directivos con los que trabajo se está entrenando en adquirir las habilidades necesarias para no sufrir demasiado durante este cambio de época. La transición -no lo niego- está siendo dura pero los resultados son maravillosos. Personas que no solo quieren ir a trabajar sino que también quieren participar de la formulación de su estrategia empresarial, y sobre todo esa rareza poco común de empleados que se emplean y de directores que se dirigen. Todo está pasando ahora.

Muchos estudios destacan que aquellas personas que pertenecen ya a la fuerza productiva de las organizaciones y que nacieron entre 1965 y 1978 (Generación X), y entre 1979 y 1994 (Generación Y) se caracterizan por buscar la felicidad y la realización personal de forma constante y decidida, algo que fue negado a las generaciones pasadas, nacidas en la posguerra y en un mundo convulso y dividido. Los que se están incorporando a la fuerza productiva ahora y que nacieron entre 1995 y 2010 (Generación Z o nativos digitales) desconfían de la autoridad y buscan construir y formar parte de comunidades con las que se identifiquen, algo que nos está siendo aún negado a las generaciones actuales que trabajamos aún en lugares que todavía no nos representan. Algunas organizaciones actuales, erróneamente a mi modo de entender, intentan responder a esta necesidad apropiándose de la responsabilidad de ser felices que solo se encuentra en las personas.

En mitad de este cambio de época, caracterizado por rápidos contrastes, conquistas paulatinas y desigualdades decantes que continúan existiendo, no dejaré de repetir que este es un tiempo de esperanza. Hoy más que nunca un gran número de personas en el mundo pueden plantearse ser felices, y si bien el constante bombardeo de optimismo ñoño y vacío y las filosofías rápidas ganan adeptos a diario, el optimismo inteligente y constructivo y el pensamiento crítico y consciente se abre paso, no me cabe duda. Lo vivo a diario.

 

3.- EL PASO DE LA VOLUNTAD AJENA a LA VOLUNTAD PROPIA

Algunas personas dedican demasiado tiempo a formular su voluntad ajena. Llevadas por un ejercicio de autoagresión continua comparan cada experiencia de su vida con una expectativa de realidad que solo existe en su mente. El mundo entonces se presenta para ellos de una forma binaria: «o está dentro del mundo que yo quiero o no está dentro de él». En esa sala de espera de la vida crean un hilo musical soportable que les distraiga de los numerosos momentos oscuros y vacíos en los que su pensamiento auto-justificador gobierna. Se ven entonces sometidos al juicio que han creado y nada hay tan doloroso como darse cuenta de que en mi propia sala de juicios además de ser juez también soy acusado. Por eso conviene tapar estos momentos y se aíslan de la vida dentro de una capa impermeable a la belleza. Temen sufrir o entrar en contacto con las cosas importantes. Suben el volumen de su hilo musical, no paran de hablar y no piensan demasiado. «Mientras la vida esté en silencio y yo en mi ruido, todo llegará» se dicen. Pero nunca llega y su ansiada expectativa de realidad se aleja porque su espíritu continuamente insatisfecho alimenta con fervor su expectativa.

A fuerza de presión y de constantes reinicios y caídas es normal que este motor de vida se resienta y se estropee con frecuencia. Con el paso de los años crece en la persona esa idea de su mundo (lo que soy, lo que debe ser el mundo, lo que deben ser los otros) y adquiere dimensiones inasumibles para una realidad maravillosa aunque sencilla: la vida. La naturaleza de la experiencia de vida de estas personas es el conflicto entre lo que espero de la vida y lo que me da, lo que deseo y lo que es. Su mente se afana en una lucha incesante por entorpecer una experiencia de la vida tal y como es. Y dado que la mayor parte del tiempo eligen la comodidad distante de ser jueces, a menudo mueren sin experimentar la plenitud cercana de relajarse y ser testigos.

Estas personas buscan fuera resolver los problemas que siempre han fabricado y llevado dentro. Esta forma de experimentar la vida les hace disfrutar de momentos puntuales de alegría y de innumerables momentos de decepción. Casi todos los seres humanos del planeta se conforman con esta visión extremista de la vida. Toda su riqueza se resume en una diminuta colección de objetos y un extenso ejército de problemas asociados para mantener estos objetos.

Para que esa voluntad quede muy clara dedican una gran cantidad de su tiempo a formular sus ideas o a emitir sus quejas sobre otros. Invierten casi toda su energía en reclamar su sitio porque a la luz de su mirada el escenario de la vida es una continua batalla por la supervivencia. Luchan constantemente por imponerse a otros porque están convencidas de que la mayor parte de su experiencia de vida no depende de ellos. En verdad no les mueve el amor por lo que son sino el miedo por lo que pueden dejar de ser. Esta sensación les genera una reiterada frustración que les agota. Consumen la realidad, no la viven.

Otras personas no dedican tiempo a formular su voluntad por lo que no saben lo que quieren. Saben que quieren lograr algo pero desconocen lo que es. Querer algo y no saber qué es implica padecer todos los inconvenientes de querer algo y no lograrlo y las desventajas de no querer nada y vivir en la indeterminación perpetua; sin disfrutar al mismo tiempo de ninguna de las ventajas de querer o no querer algo. En realidad cuando hablamos de querer algo o formular nuestra voluntad el comportamiento saludable encaminado a la conquista de la tranquilidad de espíritu está basado en formular esta voluntad no respecto a los otros sino respecto a mí mismo. Desde nuestra pura y noble intención de disfrutar la felicidad funciona contrastadamente bien formular una voluntad propia (de lo que quiero y decido ser y hacer) y funciona contrastadamente mal formular una voluntad ajena (de lo que quiero y decido que son el mundo y las personas). También a este mismo efecto de ser felices además de mucho más honesto, íntegro y valiente, es más útil y práctico dejar de depositar mis esperanzas de cambio en otros y comenzar a depositar mis compromisos de mejora en mí mismo.

Sea cual fuere el camino que elija el lector o lectora es importante que sea consciente de que todo se contagia fruto de nuestra condición social e interdependiente. Esto quiere decir que si yo dedico una gran cantidad de mi vida a formular mi voluntad ajena, es decir mi expectativa sobre el otro o lo otro, me será devuelta la misma actitud y mi experiencia de vida será algo parecido a un partido de tenis sin descansos

 

4.- LA DOBLE DIRECCIÓN DE LA EXPERIENCIA

Solo una diminuta pulsión imperceptible es capaz de mejorar de forma significativa y constante la inmediata realidad de las personas. Es algo que nace como lo hacen todas las cosas importantes, de dentro afuera, algo que al principio es desconocido y que solo bautizamos con el tiempo. Hablo de la consciencia de la belleza de la vida más allá del dolor y del placer.

Solo puedo experimentar felicidad cultivando la tranquilidad de espíritu, esa calma que alcanzo cuando continuamente recuerdo que más allá del dolor que experimento de fuera adentro soy capaz de no incubar, alimentar y mantener mi propio sufrimiento de dentro afuera. El dolor es aquello que vivimos fruto de nuestra experiencia de vida; el sufrimiento es el dolor que nos causamos. Para ser feliz solo tengo que acceder a un remoto lugar en mi interior, ese sitio donde la capacidad innata de estar aquí y ahora permanece latente, esperando a ser descubierta y disfrutada más allá del miedo al dolor y del deseo de placer. Esa capacidad no es ajena a ninguno de nosotros y tiñe de belleza nuestros actos, configurando la doble dirección de la experiencia: la vida no es solo algo que me pasa sino algo a lo que pertenezco. Ser fiel a esta idea asegura el mejor de los caminos.

Solo entonces puedo así comprender la importancia relativa de las cosas, saberme humilde en relación a todo cuanto es y existe.

Solo entonces soy uno con la inagotable finitud de la experiencia y comprendo que todo cambia y todo muere.

Solo entonces soy capaz de vivir comprendiendo que el dolor asociado a la vida no tiene por qué convertirse en sufrimiento. Abandono así mi lucha contra la naturaleza. La acepto, me acepto.

Solo entonces comprendo que todo llega y todo pasa.

Solo entonces encuentro mi lugar en el mundo siendo testigo activo y paciente de la realidad en la que soy, de la que participo y que continuamente determino y construyo junto a otros.
 

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La naturaleza de todos los problemas

La naturaleza de todos los problemas


 

«¿Quién de vosotros a fuerza de preocuparse puede añadir a su estatura un solo codo?, ¿Quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una sola hora al curso de su vida?»
Evangelio de Lucas, 12, 25

 

Este texto reúne tres de los mejores aprendizajes que puedo ofrecerte, lector o lectora, como resultado de destilar el potencial de la conciencia humana a diario. Veo en mis intervenciones y en las lecturas, conversaciones y experiencias de las que me nutro una creciente convergencia de conclusiones y resultados que de veras me ilusiona y llena de esperanza. No pocas personas respetables y serias de entre filósofos, líderes empresariales, mentores, terapeutas, sociólogos, religiosos y científicos comienzan a coincidir en una respuesta común a todos los problemas. Ese lugar de encuentro que hoy muchos construimos a diario y que fue tan solo transitado en el pasado por herejes, místicos y condenados, comienza a ser un caldo de cultivo fértil capaz de promover bienestar en una época convulsa.

En nuestra apasionante época ya no es poco común que grandes apóstoles del ateísmo como Sam Harris o Richard Dawkins (herederos modernizados del maestro Russell), encuentren muchos puntos de encuentro con nobles líderes espirituales (del Vedanta Advaita, el budismo y algunos otros sistemas de creencias) y que a su vez las tesis de éstos no difieran en esencia de las de reputados sabios de la filosofía (presocráticos y divulgadores de la filosofía sapiencial alejados ya del mundo escolásticos y del academicismo rancio) o de las de pensadores estratégicos del mundo empresarial (sobre todo mentes abiertas y humanistas que vamos hoy más allá de los procesos y el inmediato plazo abogando por una visión más integral de las personas y su negocio). Las fronteras del conocimiento humano son cada vez más imperceptibles si bien -en la actual tendencia frentista y radicalizante- nos queda mucho por lograr a aquellos que nos dedicamos a encontrar personas.

Con este ánimo hoy hablaré de lo que considero el germen y la naturaleza de todos los problemas. Este será un artículo breve en el que el lector o lectora podrá familiarizarse con algunos conceptos básicos relativos al entendimiento y comprensión de los problemas. Comenzamos.
 
 

DISTINGUE UTILIDAD EXISTENCIAL DE UTILIDAD ESENCIAL

La maestra Monica Cavallé, filósofa y humanista dedica su vida a divulgar la sabiduría universal de forma inspiradora. Sus textos me han hecho disfrutar como pocos autores han conseguido hacerlo. Su incansable trabajo es un soplo de aire fresco en un mundo agitado y disperso que reclama foco; algo así como una oportunidad de encuentro crítica y calmada. Es ella quien distingue muy bien en su maravillosa obra La sabiduría recobrada entre las necesidades del ser (lo que es esencialmente útil) y las necesidades del estar (lo que es existencialmente útil). He añadido algunas reflexiones a las suyas, y espero que no perviertan su mensaje original. Vamos allá. Espero que este nuevo matiz te cambie la vida por completo:

  • LO QUE ES EXISTENCIALMENTE ÚTIL lo necesitamos para estar en el mundo. Su naturaleza es acumulativa y aditiva. Su estado natural es el futuro: postergo siempre mi felicidad y hago depender a ésta de lo que ocurre, por lo que soy una mera casualidad de un destino incontrolable. Su eje de responsabilidad es siempre externo: las condiciones o los otros tienen la culpa de mi realidad. Cuanto más tienes, más quieres y por otro lado una vez que lo tienes, te das cuenta de que la satisfacción que te genera no es continuada sino temporal. En este apartado entran los alimentos que comes, la ropa que llevas, el coche que conduces, la cama en la que duermes. Todo esto puedes «tenerlo» pero si acaba condicionando tu existencia, «te tiene». Algunas personas -ignorantes cubiertos de erudición- creen que en este apartado solo entran elementos exclusivamente físicos, sin embargo también puedes acumular conocimientos que perturben tu entendimiento de las cosas importantes. Conozco a una gran cantidad de personas que acumulan teorías, métodos o herramientas pero que son incapaces de vivir de una forma plena, saludable y consciente. El caso es que acumular todas estas cosas nos aporta placer y sosiego en el momento pero alimenta la rueda de la insatisfacción (el samsara budista). Esto ocurre porque el dolor existencia se resuelve multiplicando nuestro «tener» pero nada de todo esto toca lo más mínimo el núcleo de nuestro Ser.
  • LO QUE ES ESENCIALMENTE ÚTIL lo necesitamos para alcanzar la satisfacción auténtica y el bienestar real. Su naturaleza es integral y completa. Su estado natural es el presente: hago depender mi felicidad de mi comportamiento respecto a lo que ocurre y no de lo que ocurre, por lo que hago que ocurran cosas, no me limito a sufrirlas. Su eje de responsabilidad es siempre interno: soy responsable de mis sentimientos y pensamientos. Esto solo podemos lograrlo cuanto más conectemos con nuestra verdadera condición, con nuestra esencia plena, con lo que somos. Solo podemos superar el vacío o el dolor esencial cuando abandonamos nuestra mentalidad acumulativa (de cosas, situaciones, personas o ideas) y accedemos a la Aceptación. Aceptar significa dejar que las personas, las cosas, las situaciones y las ideas sean y ocurran tal como son y ocurren sin esperar que sean de ninguna otra forma o sin buscar ningún provecho personal (convencer a otro, cambiar a alguien, transformar algo). Es en palabras de Mónica, «una mirada atenta y desinteresada» gracias a la que dejamos de luchar todo el rato «en una búsqueda enajenada volcada siempre en el futuro».

He aquí la primera clave para comprender la naturaleza de todos los problemas: distingue lo que es existencialmente útil de lo que es esencialmente útil.

 
 

DISTINGUE CONFLICTO y PROBLEMA

Para conocer la naturaleza de todos los problemas creo útil recordar una diferenciación que suelo compartir con los equipos y que mi compañera Nieves Jerez -como pude comprobar hace poco- también trabaja. Se trata de la distinción entre Conflicto y Problema. Es una vieja diferencia que trasciende lo meramente conceptual o lingüístico. El conflicto es lo que todo el mundo intenta resolver, el problema es lo que casi nadie se atreve a aceptar. El conflicto es inherente a la vida -pertenece a la Verdad-, el problema es siempre una fabricación mental -pertenece a las diferentes realidades-. El conflicto -o los conflictos- representa tan solo la piel del auténtico problema. Más allá de lo que parece se encuentra lo que es. Se gestionan conflictos pero solo se resuelven los problemas. El conflicto aflora por medio del comportamiento o la conducta, es visible o al menos puede intuirse o sentirse como real a través de la experimentación inmediata. Sin embargo el problema permanece latente, irresoluto, a la espera de volver a manifestarse de nuevo una vez hemos apaciguado el conflicto. Confundir el conflicto con el problema es como creer que estaremos eternamente a salvo una vez hayamos subsanado los destrozos de una repentina tempestad. Muy al contrario, los buenos marineros lograr estar a salvo solo cuando son capaces de ser conscientes de la amenaza o el peligro de futuras tempestades por medio de la atención constante y la aceptación de las condiciones y peculiaridades del entorno.

Para ayudarte a distinguir conflicto y problema es muy útil que identifiques el conflicto con la consecuencia perceptible de un problema o -dicho de otro modo- al problema como la raíz y la causa de un conflicto. Para gestionar un conflicto puede bastar con que permanezcas atento, te entrenes en habilidades relacionales o practiques tu empatía. Sin embargo para resolver un problema debes superar el paradigma mental en el que fue generado ese problema e investigar, conjeturar, formular y probar posibles explicaciones o respuestas hasta hallar la verdadera. En el mundo terapeútico Hirsh lo llamó reformulación panorámica haciendo referencia a la modificación consciente del enfoque o el modelo interno de comprensión de las cosas, incidiendo en la elevada capacidad transformadora de la persona sobre su propia «realidad». Como apunte añadiré que si el problema es común te animo a hacer todo esto de forma conjunta con todos los implicados. Si el problema es individual -un dilema ético o una situación compleja- te animo igualmente a compartirlo solo después de haber tratado de encontrar la base del problema por tí mismo. En cualquier caso, en esto de la resolución de problemas -como en muchas otras cosas de la vida- compartir es vivir.

Para resolver un problema creo necesario comprender que la solución a ese problema no está tanto en las ideas para resolverlo como en el medio o camino para hacerlo. Sin duda esto último es lo que determina la consecución de los mejores resultados. Los conflictos son traducciones conductuales (físicas o verbales) de nuestra emociones o creencias latentes, por tanto surgen y se explicitan en el nivel relacional. Los vemos porque vivimos en relación a otros. Por eso para gestionar un conflicto es necesario atender al conflicto (la relación o la tarea), saber que existe y querer resolverlo. Nada más útil en este sentido que abogar por una causa común como la búsqueda del bienestar. No obstante los problemas se tejen en un nivel anterior a esas traducciones conductuales, surgen así en los niveles cognitivo y emocional. En estos niveles es necesario hurgar en la herida, ahondar en la exploración y el cuestionamiento de esas creencias o prejuicios aparentemente irrenunciables.

He aquí la segunda clave para comprender la naturaleza de todos los problemas: distingue conflicto y problema.
 
 

DISTINGUE CAMBIO ITERATIVO DE CAMBIO SIGNIFICATIVO 

Bertalanffy y Watzlawick nos hicieron cada uno en su tiempo, un regalo de valor incalculable. Bertalanffy nos habló de una notable diferencia entre estructura y función. Aplicado al tema que nos ocupa -la naturaleza de los problemas- podemos deducir que existe una estructura del problema (que es diferente en la cabeza de todos los intervinientes en el mismo) y a la vez una función del problema (que es compartida por todos). Esto nos ayuda a construir nuevas realidades. Además el maestro Watzlawick definió que existen dos tipos de cambio: CAMBIOS 1 que no resuelven el problema (que permanece inalterable ante la sucesión de este tipo de acciones) pero que significan pequeños cambios iterativos y observables; y CAMBIOS 2 que sí resuelven el problema porque la propia aparición de estos cambios modifica por completo el sistema de creencias en el que fue generado el problema. Los cambios 1 se dan cuando no somos capaces de pensar fuera de la caja, los cambios 2 llegan del exterior o bien cuando somos capaces de mirar el problema desde una nueva perspectiva (la sistémica).

He aquí la tercera clave para comprender la naturaleza de todos los problemas: distingue cambios iterativos y cambios significativos.

Espero que este artículo te haya resultado interesante.
 

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Todo aquello que nos une

Todo aquello que nos une


 

«No me preocupa ser un desconocido. Busco ser digno para ser conocido»

K’ung-fu-tzu (Lún Yǔ, s.V a.C)

 

Hoy comparto abiertamente contigo, lector o lectora, la mayor parte de todas mis creencias. Estas son las asunciones básicas de las que parto. A partir de ellas vivo, fuera de ellas me siento en algún sentido muerto. De acuerdo a mi experiencia hay muchas más cosas que unen a todas las personas -sin excepción- que las que las separan. Espero que este artículo sea gran testimonio de ello y consecuentemente sirva como bálsamo diario para las relaciones personales y profesionales que usted promueve o que frecuenta.

Nos une que vivimos, que morimos, que amamos y que nos equivocamos. Nos une que somos volubles, frágiles, insignificante, poderosos. Nos une que somos ignorantes y también nos une que compartimos los mismos miedos e idénticas aspiraciones.

En un mundo donde una gran cantidad de personas invierte todo el tiempo de sus vidas en hallar y cultivar las diferencias, confieso que personalmente a mí se me suele dar fatal encontrarlas. Ni siquiera soy capaz de verlas a través de los maravillosos retratos del proyecto Humanae de Angélica Dass que ilustran este artículo. Invito a hablar conmigo a todas esas personas, naciones u organizaciones que se creen o viven para ser diferentes. En verdad no veo en ellas maldad sino ignorancia, falta de conocimiento real sobre las cosas. Creo esto porque en mi caso cada nueva lectura, cada nueva experiencia y cada nuevo viaje no hacen más que confirmar mi creencia de que nosotros, las personas, compartimos algo más que un cuerpo y una misma especie. Todos -no me cabe duda- somos también uno en valores. Sobre esta creencia articulo todas mis intervenciones.

Comenzamos.

Esto es un buen resumen de todo aquello en lo que creo y todo aquello por y para lo que me levanto a vivir y trabajar a diario. Articulo mis intervenciones y mi vida en función de ello. Más en concreto creo verdaderamente ser y vivir para practicar todo esto que sigue. El hecho de ser entendido como un igual en todos los lugares en los que he estado, habla de la importancia auténtica de todas estas cosas para mejorar el desarrollo personal de cualquiera que se pretenda hacerlo :
 

BONDAD y HÁBITO. En una ocasión Zizhang preguntó al maestro K’ung-fu-tzu en qué consistía la verdadera virtud. Esta fue su respuesta:

«Ser capaz de practicar cinco cosas en cualquier lugar bajo el cielo constituye la virtud. Estas cinco cosas son la seriedad, la generosidad, la sinceridad, el ímpetu y la bondad. Si eres serio no te faltarán al respeto. Si eres generoso lo ganarás todo. Si eres sincero las personas depositarán su confianza en tí. Si eres impetuoso lograrás mucho. Si eres amable podrás utilizar los servicios de los otros.»

Desde entonces cualquiera de mis hermanos confucionistas y yo erramos sin temor. Lo hacemos porque defendemos que Li Ren, la práctica diaria de la bondad y el hábito son los dos nobles senderos. En un mundo repleto de ruido y confusión, el silencio se ofrece como la primera y última esperanza. Cuando todo el mundo quiere explicar algo, la naturaleza de las cosas nos invita simplemente a observar y aceptar primero la existencia de ese algo. Es hoy cuando las viejas palabras del maestro Candrakîrti adquieren más sentido: «La más noble verdad es el silencio«.

AUTOCONOCIMIENTO, ATARAXIA y LOCUS DE CONTROL. Los estoicos que nos hemos sucedido desde Zenón de Citio y Crisipo solemos decir que existen cuatro virtudes: sabiduría prudente, templanza, valor y justicia. Para nosotros el hábito de praemeditatio malorum tiene una significación relevante en la conquista diaria de la salud mental y la virtud. Ser capaces de anticipar el sufrimiento o el dolor e incluso de practicar la consciencia y aceptación del dolor nos ayuda a mitigar y controlar el sufrimiento. Saber qué es nuestra responsabilidad y qué no es nuestra responsabilidad es una vía valiosa para alcanzar la tranquilidad de espíritu desde que nuestro maestro Epicteto nos la enseñara. Por añadido los estoicos sabemos que el deseo incontenible y constante es la causa principal del dolor y buscamos con nuestros actos poder vivir con imperturbable ánimo y actitud tranquila ante las cosas. Aunque a veces no lo logramos este es nuestro camino.

PRESENCIA y DESAPEGO. Todos los budistas sabemos de hecho que la consciencia es uno de los seis sentidos humanos que santifican nuestros actos. Con el fin de conquistar cada día la consciencia y romper el círculo del sufrimiento constante, amanecemos y anochecemos recorriendo el octuple camino. De hecho todos los budistas tibetanos conocemos que el nirvana se alcanza en comunión continua de los actos, y todos los budistas zen hablamos de igual modo del satori, la iluminación a través de la presencia. Y nada de esto llega a través del apego a las personas, los actos, las ideas o las cosas. Dejar ir es dejar llegar.

COMPASIÓN, HERMANDAD y SACRIFICIO. Todos aquellos que crecemos a partir de la palabra de Jesús somos conscientes del valor del sacrificio y la compasión toda vez que elevamos la vista en alguno de nuestros templos y observamos la presencia de la cruz. En nuestro momento más amargo nos acompaña siempre el sermón de la montaña o su comportamiento al ser traicionado o su petición de perdón para aquellos que le martirizaban. Por contra en nuestro momento más alegre recordamos que lo más sensato es la humildad. No puede llamarse cristiano alguien que viva entre nosotros y no comparta su pan con el extraño. Si verdaderamente alguno de nosotros dice ser discípulo de Cristo no tratará nunca de imponer su voluntad por la violencia verbal o física. Porque nosotros no damos para recibir. Nosotros no golpeamos para ganar porque no necesitamos hacerlo. Sobre todo no necesitamos responder a los que nos critican o golpean. En la familia de la vida solo vemos hermanos. No es nuestro éxito en conseguir vivir de acuerdo a esto lo que nos hace cristianos, sino nuestra voluntad auténtica de cometer errores, reconocerlos y pedir perdón por ellos para luego vivir en consecuencia.

VACUIDAD y EQUILIBRIO. Cuando era un joven novicio en la práctica del Tao (hace apenas un minuto y hasta el día de mi muerte) el maestro Zhuang Zi me enseñó que la confusión del ánimo y las ataduras de la mente se disipan practicando la no acción. Actuar solo cuando no se puede actuar menos, eso es la virtud (Libro XXIII, IX). A menudo nos hallamos buscando la respuesta hasta que tras mucho meditar encontramos que cada uno de nosotros es la respuesta. Nuestros actos hablan más de mí que todo lo que puedan decir el resto de personas. Lo que nos aporta equilibrio es conocer la íntima relación entre el todo y la nada, pero sobre todo el hábito de desnudar nuestra mente de complejo pensamiento. Dice nuestro Dao De Jing «El uso de la fuerza solo atrae la fuerza. El camino del cielo es saber vencer sin combatir, responder sin hablar, atraer sin llamar y actuar sin agitarse«. Así vivimos.

CIRCULARIDAD y PERSPECTIVA. Cuando los hinduistas hablamos de la práctica meditativa de la autodisolución, es porque aquellos que llamamos sadhus nos enseñan a despertar de la ficción del ego y nos invitar a convertirnos cada día en un centro de percepción consciente. Para nosotros solo hay certeza en el ser y todo aquello que hacemos determina cada resultado o premio de la vida que obtenemos. Esto no solo en nuestra vida actual sino en el ciclo infinito de vidas que mantiene el universo. Cuando hablamos de energía, nos referimos de hecho a la relación plena que existe entre las cosas.

EXPERIMENTACIÓN Y CONTRASTE. Nosotros los científicos creemos que la virtud se alcanza con el método, con la experimentación contrastada y probada de todas nuestras tesis. Así es como hemos explicado el movimiento de los planetas, la ley de la gravedad y la existencia de bacterias. Creemos en que la vida es evolución constante y adaptativa. Por tanto nuestra certeza reside en la aceptación del cambio. Para nosotros todo se reduce a la existencia de elementos en continua interacción de acuerdo a unos principios. Llevamos esta creencia -que es nuestra certeza- a cualquier dimensión, desde las diminutas células y tejidos a las constelaciones. Así es como estudiamos el movimiento de las mareas y como somos capaces de hacer volar aviones.

COSMOPOLITISMO, ASKESIS, AUTARQUÍA y PARRESIA. Desde que Antístenes nos dejó nosotros los cínicos creemos en la utilidad directa de la práctica, en la aceptación y guía de la naturaleza y no de las convenciones humanas. Somos ciudadanos del mundo entero, hermanos de todas las personas sin distinción de razas o naciones. Nos confrontamos con las personas sin temor para poner a prueba nuestra ecuanimidad. Confrontamos a las personas con sus ideas y por eso sabemos que todos los humanos somos absolutamente idiotas. Creemos que partir de esta base y no de la base de que todos somos tremendamente inteligentes, paradójicamente nos da sabiduría. Nuestra felicidad no está en otros ni en las cosas sino en nuestra capacidad de no necesitar mucho más que lo que somos. Diógenes de Sinope, nuestro gran maestro, no presumía de ser el mejor de los humanos sino que cada día por las calles lo buscaba. Procuramos hablar y actuar con claridad y franqueza sin necesidad de excusarnos porque la parresia es nuestro lenguaje.

SENCILLEZ, CARIDAD, AUTOCONTROL y TOLERANCIA. Nosotros los musulmanes practicamos una filosofía de vida sencilla. Nuestros edificios y casas lo son como lo son nuestros actos. Creemos que la fe está en los actos y no en los pensamientos. Creemos que la naturaleza del hombre y la mujer es la misma y no creemos en el sometimiento de uno a otro (Noble Quran 3:195). Nuestro valor nuclear es la familia, la que somos capaces de crear, cuidar y entender a lo largo de toda nuestra vida. No creemos porque un tipo llamado Adán se equivocara, el resto de la humanidad viva en pecado o en error. Antes bien, creemos que cada persona es responsable de todo lo que hace y responde ante otros y ante sí mismo de ello. Los verdaderos musulmanes creemos que todas las creencias deben tolerarse sin imposición ni miedos (Noble Quran 109:6). A lo largo de la historia hemos entendido la ciencia como impulsora de la razón y la opinión crítica, valores nucleares del Islam. Incluso en tiempos de conflicto, nosotros los musulmanes creemos en el perdón, en la caridad obligada y vivimos para la conquista de la paz. De las dos yihad que practicamos, lo que llamamos Gran Yihad consiste en que cada uno de nosotros luche contra sí mismo para hallar la virtud en el obrar con otros a diario.

PLACER y SATISFACCIÓN. Todos los epicúreos creemos en el cultivo y la búsqueda del placer significativo. No tememos la muerte porque es parte de la vida y no tememos a los dioses porque vivimos de acuerdo a nuestra naturaleza, no a la de ellos. No nos preocupamos de la vida después de la muerte sino que nos ocupamos en la vida antes de la muerte. La maldad no existe en sí misma, creemos que no hay personas malas o que actúan con maldad sino que existen personas ignorantes. La ignorancia garantiza sufrimiento, la práctica del placer consciente propio y ajeno es nuestra felicidad. Nos entusiasma disfrutar con moderación de los deseos naturales que necesitamos (comer, beber, dormir,…). Pero el placer derivado de buscar estos deseos es voluble; una vez satisfechos, desaparecen. Por eso vivimos sobre todo para buscar placeres estáticos: conversaciones, relaciones humanas saludables, realización personal… En realidad por todo esto sabemos que los deseos vanos que nos ofrece a raudales la sociedad actual como la fama, el poder o la riqueza son muy difíciles de satisfacer y no tienen límite.

NATURALEZA y HUMILDAD. Nosotros los sintoístas, los nativos indígenas americanos y los aborígenes africanos y melanesios creemos en la fuerza y la presencia continua de la naturaleza, en una constante vida que está dentro de nosotros y que nos rodea. Creemos que somos una parte diminuta de todo lo que existe y que debemos en consecuencia humildes. Vivimos conectados al mundo en el que nacemos y morimos. Rezamos al sol, a la luna, a la tierra, al mar y los ríos y tratamos de vivir en comunión con nuestros hermanos animales. No nos creemos una parte diferente o especial del mundo sino un elemento más en el transcurso diario de las cosas. Nacemos de la tierra y nos disolvemos en ella al morir. No negamos el conflicto porque es parte de la vida, lo interiorizamos. Cualquier cosa alejada de la naturaleza no es hogar.

RESPONSABILIDAD PROPIA y RECTITUD. Nosotros los judíos creemos que hay algo que no podemos entender con certeza, cuya forma no es representable y cuyo nombre apenas es pronunciable, que nos mantiene vivos y sujetos a la naturaleza. Es el principio y el fin de todo, nos creó y mantiene la relación entre las cosas. Creemos que la virtud consiste en honrar con nuestros actos la vida que nos fue dada por nuestros padres. No nos está permitido matar, ni robar y consideramos un error mentir. Creemos que la envidia o la codicia por algo que es de otro o forma parte de su vida es el camino más rápido para perder la salud mental.

Espero que este artículo te haya resultado interesante.

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Mi vida en Papúa: 4 claves de #liderazgo personal

Mi vida en Papúa: 4 claves de #liderazgo personal


 
«No debemos aspirar a un placer puro: tanto el placer como el sufrimiento forman parte del viaje»

De su ensayo «Viajar», escrito por el maestro Herman Melville,1859

 

Me adentré en la selva porque quería conectar con mis orígenes, acercarme a nuestra milenaria condición de cazadores. Quería averiguar de algún modo si esa condición aún existía y si los últimos supervivientes de esa tradición pre-agrícola todavía veneraban sus costumbres. Necesitaba convivir con mis antepasados hasta poder comprenderles como hermanos para descifrar así el misterio que ilumina y oscurece nuestra especie. En medio del lugar más alejado del planeta, sentí el rigor de la Edad de Piedra, la hospitalidad honesta del aborigen melanesio y los olores y sabores de la selva. Conviví con los korowai de las tierras bajas (señores de los árboles y aislados del resto del mundo hasta 1974), y con los descendientes pigmeos yali de las montañas (señores de la tierra y aislados del resto del mundo hasta 1930). En este largo camino me acompañaron algunos herederos dani del Gran Valle de Baliem y también algunos hijos lani del Oeste.

Mi diario de viaje recoge una gran cantidad de anécdotas y experiencias durante este mes de aventura. Entre todas ellas he seleccionado una muestra significativa de mis aprendizajes alrededor de estas 4 claves de liderazgo personal:

  1. Vive con menos para poder vivir mejor
  2. Vive ahora porque no hay otro tiempo ni lugar
  3. Practica la tranquilidad de espíritu
  4. Haz que el resto de personas se sientan especiales a tu lado

Comenzamos.

Para comprender el salto mental que experimenté a nivel cualitativo durante el viaje quizás sea necesario recordar algunos aspectos orientativos:

  • GENÉTICA: En el año 2010 un estudio científico que había durado cuatro años aportó datos sorprendentes sobre la teoría de evolución humana. Dicho estudio cartografió por completo el genoma neandertal a partir de fósiles y lo comparó con el actual genoma homo sapiens. En dicho estudio, entre otras muchas cosas, se determinó con claridad que el ADN de los actuales aborígenes melanesios tiene el menor porcentaje de ADN homo sapiens de la Tierra con un 94% de homo sapiens y en un 6% de denisovano (un contemporáneo del neandertal del que tomaba un 17% de ADN). El estudio determinaba que los actuales aborígenes de Papúa son el último reducto genético de nuestro verdadero orígen homínido en la Tierra.
  • PARADIGMA: La mayoría de personas a las que conocí o bien han practicado el canibalismo en el pasado o bien pertenecen a una cultura tribal en la que todo el mundo hasta hace solo una o dos generaciones practicaba el canibalismo ritual y normalizado. Algunas experiencias recientes de contacto con tribus aisladas han demostrado que todavía hoy estas prácticas son habituales en regiones periféricas. Si bien los alimentos envasados son de uso común, cualquier aborigen de Papúa podría vivir perfectamente de lo que suministra por sí misma la naturaleza. Existían hasta hace veinte años más de 300 lenguas catalogadas por lo que el contacto entre tribus no era habitual salvo para escaramuzas o conflictos violentos puntuales. Las poblaciones eran a menudo endogámicas.
  • CULTURA: Ahora quiero que se imagine, lector o lectora, cada hecho histórico y descubrimiento humano desde la invención de las armas de caza hasta la actual exploración de Marte. Todos los imperios y civilizaciones, todos los conflictos internacionales y conquistas sociales, todas las religiones, movimientos artísticos, toda la literatura escrita y la expresión musical en sus miles de variedades, estilos y formatos. Imagine la evolución de la arquitectura y la escultura desde los primeros días a los últimos rascacielos. Imagine también todos los avances científicos, tecnológicos y variedades de transportes que sucedieron a la aparición de las embarcaciones primigenias. Imagine Imagine el descubrimiento de la agricultura intensiva, de las sociedades jerarquizadas, o la historia completa desde el armamento desde la construcción de las primeras lanzas y flechas de madera. Piense en todo el mundo intelectual y racional complejo que hemos creado durante tres mil años… y ahora olvídese de todo ello y trate de vivir. Eso es Papúa. Hasta hace sesenta años -en algunas regiones hasta hace cincuenta años- la práctica totalidad de la isla vivía tal y como había vivido los últimos 45.000 años. De modo que incluso con las actuales influencias culturales occidentales (cristianas) y asiáticas (indonesias), e incluso con la llegada humilde de la tecnología, Papúa es aún hoy un planeta diferente a nivel cultural.
  • HISTORIA: La isla más grande de la Melanesia es hoy el resultado más agitado de combinar tres factores explosivos. El primer factor es la revolución cognitiva que ocurrió hace más de 45.000 años y que llevó al homo sapiens -que durante cientos de años había recorrido Euroasia desde África- a conquistar el Sahul fabricando pequeñas barcazas con las que atravesar el océano. A Papúa llegaron así los primeros navegantes de la historia de la Humanidad. El segundo factor es la posterior división geográfica mediante inundación del territorio del Sahul, dando lugar a las actuales islas de Nueva Guinea, Tasmania y Australia tras la última glaciación terrestre hace 10.000 años. Así es como Papúa se convirtió en un tesoro antropológico único y aislado del resto del mundo hasta hace unas pocas décadas. El tercer factor- fueron los brutales procesos de colonización que han sido especialmente desgarradores en los últimos doscientos años (ocupaciones holandesa e indonesia cronológicamente).
  • MEDIOS DE VIDA: Más allá de ser el lugar más empobrecido en el que he vivido, no existe agricultura intensiva o extensiva en Papúa. Todo el paisaje desde los riscos oceánicos hasta el interior es una continuación infinita de árboles y ríos caudalosos. A pesar de que la electricidad tiene un uso ya muy extendido gracias a paneles solares, salvo en Jayapura el resto de los lugares que visité carece de infraestructuras básicas y son una sucesión de chabolas y casas bajas. La alimentación es poco variada. El concepto de familia difiere del concepto de familia occidental con una cultura heredera de la poligamia y una separación de roles muy clara. Se trata de uno de los mayores productores de oro del mundo pero todos los beneficios de la explotación están controlados por indonesios.

En este contexto estos son los 4 grandes aprendizaje que me regalaron las tribus korowai y yali en la remota isla de Nueva Guinea:
 

1) VIVE CON MENOS PARA PODER VIVIR MEJOR

Durante mi primera estancia en Mongolia pude experimentar el extraordinario potencial del minimalismo. Las familias nómadas de la estepa y el desierto viven con lo justo sin necesidad de almacenar prácticamente nada. En otras regiones he vivido aprendizajes similares en materia de «vivir extraordinariamente bien con poco» que me han ayudado a mejorar y hacer más saludables y sostenibles mis hábitos de consumo. Entre otras muchas decisiones y renuncias así es como he transformado mi vida en algo intencional y significativo. La recomendación que Joshua Fields Millburn suele dar al final de sus charlas es especialmente elocuente y resume muy bien mi aprendizaje sobre vivir con menos para poder vivir mejor: «Ama a las personas y usa las cosas, porque lo contrario nunca funciona».

En el valle de Baliem he comprendido la completa inutilidad de acumular objetos. Las familias aborígenes viven con lo puesto y un par de mudas, con salarios nunca asegurados de unos 50 euros al mes y en casas diminutas pero completamente funcionales. En este sentido mis días en la selva han alimentado mi convicción de que para poder vivir mejor es necesario poseer tan solo aquello que necesites. En este viaje he regalado a mi nueva familia de Papúa la mitad de todo lo que llevaba conmigo y he vivido utilizando muy pocas cosas. Desde el primer día me comporté como si todo lo que llevaba en mi mochila de 40 litros (unos 7,5 kilos como único equipaje) fuera de todos. La mayor parte de material que compré para la expedición se quedó en Papúa. Nada me satisface más que imaginar a Diki, Kerias o Simon (mis amigos porteadores) disfrutando de la ropa o utensilios que tomaron. A mi vuelta a casa he vuelto a adelgazar aún más mi armario y he donado una gran cantidad de ropa bien conservada que apenas utilizo.

Si quieres tener una vida plena, vive con menos para poder vivir mejor.
 
 

 

2) VIVE AHORA PORQUE NO HAY OTRO TIEMPO NI LUGAR

Occidente tiene el conocimiento pero Oriente tiene la verdad. Lo explicaré en detalle. No imagino un territorio más alejado de España que Papúa en todos los sentidos. Cuando uno viaja a Oriente vive la verdad de la vida y esa verdad es un equilibrio mágico que casi siempre está lleno de incertidumbre, miedo, caos y falta de justicia. Sin embargo todo en Oriente (filosofía, religión y cultura) está configurado para practicar el camino de la aceptación. Cada palmo de instante y experiencia que uno vive en Oriente es pura incertidumbre, y por tanto el mejor de los posibles campos de entrenamiento para la aceptación. En este aspecto Papúa no es una excepción.

He viajado a los cinco continentes y este es el lugar donde más pobreza física he observado pero donde más calma he podido ver en las caras de sus habitantes. Los yali viven apegados a su realidad diaria sin más necesidad que la inmediata. No tienen grandes planes ni existe ambición. No se plantean grandes expectativas ni articulan elevados pensamientos o conceptos. Si tienen hambre, cazan. Si tienen sed, acuden al río. En realidad todo su vida diaria está basada en tomar de la naturaleza lo que solo ellos quieren obtener.

Esta sencillez y aceptación es algo complejo de imaginar en un occidental. A menudo en la selva imaginaba a la mayoría de mis conocidos vivir alguna de las situaciones estrambóticas que vivía a diario. Y entonces sonreía. Lo hacía porque realmente me resultaba imposible imaginar a muchos de mis familiares o amigos en un contexto similar. El nivel de gestión de incertidumbre que viví es sencillamente inasumible para la mayoría de mis conocidos. En concreto, la mayor parte del tiempo no sabía en absoluto lo que podría pasar en la siguiente media hora. Ninguno de los planes previstos ni paradas ni hitos clave  se cumplieron. Cambios de vuelos, nuevas rutas, caminos inundados por las crecidas de la lluvia,…

En varias ocasiones necesité tomar decisiones ágiles y sensatas que evitaron muchos inconvenientes para mí y para las personas de mis respectivos equipos (porteadores, cocineros, guías). Recuerdo que en la expedición a las tierras altas al cuarto día estábamos prácticamente sin comida -a excepción del arroz- porque el cocinero solo tuvo un presupuesto de 2.000.000 rpi para dar de comer a 7 personas 2 veces al día durante 14 días (unos 100 euros). También recuerdo que en las tierras bajas con los korowai nos encontramos dificultades para dormir en uno de los poblados y nos vimos en la obligación de tomar una decisión drástica. Montaba en coches que siempre estaban en reserva de depósito y no sabía si se quedarían parados. Los aviones ni aeropuertos eran especialmente tranquilizadores, las pistas de aterrizaje tenían aviones averiados o estrellados a ambos lados. Por otro lado fue continua la falta de profesionalidad a nivel de compromiso de las buenas personas con las que interactué durante el viaje, lo cual garantizaba aún más la incertidumbre continua. Si bien eran amables y son ya mis amigos y familia, a menudo fruto de la carestía y la necesidad algunos de ellos intentaron algunos engaños evidentes que logré salvar sin necesidad de atacar su dignidad ni perder mi nobleza. En todas estas situaciones vivir el momento y evaluar la situación con calma estudiando todas las opciones, me ayudó a no perder la cabeza y a menudo hizo que las personas que estaban conmigo se sintieran mejor.

Si quieres tener una vida plena, vive ahora porque no hay otro momento ni lugar.
 
 

 

3) PRACTICA LA TRANQUILIDAD DE ESPÍRITU

Tras recorrer un amplio río en barco desde Dekai a Mabul durante 8 largas horas, la segunda noche de mi expedición a las tierras korowai me hallaba en medio de la selva tras 5 horas adicionales de caminata entre charcas, cenagales y árboles caídos. Dormíamos en una cabaña korowai hecha de juncos y ramas secas bien techada y abierta por dos lados para dejar pasar el aire. Más allá de nosotros la jungla comenzaba a un solo paso de la tienda. Como cada día en la isla, anochecía de repente y pronto nada se podía distinguir salvo unos pocos sonidos de animales en la maleza salvaje, el perro de la tribu que me olisqueaba buscando comida y la presencia constante de insectos y alguna pequeña serpiente reptando en nuestro techo.

Al no encontrar ningún cajero operativo en el que pudiera sacar dinero tras mi primera aventura en las tierras altas, teníamos algo menos de 60 euros en rupias indonesias para el resto de la expedición y debíamos gestionarlo para poder pagar algo en cada poblado y aguantar hasta la vuelta a Mabul varios días después. A nivel económico la situación era desastrosa y como siempre la planificación y estimación que teníamos en mente no se cumplía nunca por lo que no solo contaba con la incertidumbre de quedarnos sin fondos sino que además -como ya era costumbre- podían surgir innumerables imprevistos. Justo ese día mi diario recoge este pasaje:

(15 de julio tras algunas anotaciones hechas en el día…) Acaba de venir un grupo de muchachos korowai a la tienda. Estaban muy excitados y se han sentado a hablar con Mike, mi guía. Su frase ha sido: «Os mataremos si no nos dais cigarros y dinero» Aunque hablaban en indonesio -la lengua korowai está en decadencia y morirá con la siguiente generación- he entendido la conversación por los gestos que realizaban. Mike les ha dicho literalmente esto: «Sois idiotas. Dejáis que los indonesios os manipulen con el tabaco y el alcohol. Ellos, que están destruyendo poco a poco nuestra cultura y nuestra identidad. Los propios indonesios fomentan que los pocos visitantes que llegan os agasajen con cigarros aumentando así vuestra dependencia a algo que hasta hace unas décadas no conocíais. Sin embargo a mí, que soy un hermano dani de las tierras altas, y a mi amigo nos amenazais. Mirad el color de mi piel, soy como vosotros, y esta persona a mi lado es un visitante que ha viajado miles de kilómetros para conocer y respetar nuestra cultura. Después de esto ¿Qué opinión de nosotros creéis que compartirá esta persona al volver a su hogar?» Los muchachos han asentido, nos han saludado y se han marchado de la cabaña. Creo que lo han entendido, al menos eso espero por mi supervivencia.

(ese mismo 15 de julio en mitad de la madrugada escrito de forma ilegible en la oscuridad) Susto por la noche: Varios hombres con luces y machetes aproximándose a la cabaña. Enciendo otra vela para tener más luz. Creo que el grupo de muchachos viene a matarnos. Escondo todas mis cosas valiosas. Hablo con Mike. Nuestros porteadores no estaban durmiendo con nosotros.

Hasta aquí literalmente el pasaje escrito en el diario. Quiero detenerme en el detalle de esta segunda anotación que hice en el diario. Estos fueron los hechos: Tras la visita del grupo de muchachos Mike y yo estábamos tranquilos. Me explicó en detalle la conversación y tras ordenar nuestros petates y hacer limpieza y cena, nos acostamos sobre el suelo de bambú que se alzaba a unos 30 centímetros del suelo para evitar la picadura de alimañas e infecciones. En mitad de la madrugada me encontraba escuchando música con los cascos para evadirme del cansancio mental de las primeras semanas en la selva. De repente escuché el ruido de machetes cortando hierba y las luces que se acercaban a nuestra posición. Pensé que no teníamos machetes ni armas con las que defendernos y que casi todo lo que ocurriera no dependía de mí. Durante media hora permanecí inmóvil y literalmente -lo recuerdo con absoluta claridad- este fue el pensamiento que tuve:

«En realidad pase lo que pase, no puedo hacer nada. No tiene sentido que me preocupe. Aún en el peor de los casos he tenido una vida plena y me siento bien con la decisiones que he tomado. Si hoy he de morir, lamentaré dejar a las personas a las que quiero pero lo haré con tranquilidad de espíritu»

No se cómo explicar bien la sensación de paz que tenía en aquella peligrosa situación. Estaba asustado, tenía miedo pero el miedo no me controlaba. Sentía que toda mi vida había tenido el sentido de llegar a ese momento para encontrarme en absoluta paz. Aún en el supuesto de enfrentarme a la probabilidad de perder mi vida, mi mente no se centraba tanto en este hecho como en ser consciente de que había vivido en plenitud y sentía respeto por la persona que era. En este estado comencé a tararear una canción, me incorporé para encender la vela y Mike, que estaba también asustado dentro de su iglú, salió. Hablamos durante unos breves minutos. Esto fue lo que le dije:

«Mike, creo que quieren atemorizarnos, tal vez vengan a por nosotros. Es muy raro que haya tanto movimiento de luces y sonido de machetes a estas horas. Cada vez están más cerca. Quiero ser claro contigo: Pase lo que pase yo cuidaré de tí y tu cuidarás de mí. Es todo lo que podemos hacer. No te preocupes más allá de esto.»

Él me miró y con esa calma que caracteriza al hombre de Papúa me dijo: «Puede ser pero también es probable que no, creo que les convencí al hablarles. No se por qué hay ruido de machetes pero lo averiguaremos. Estemos un rato más despiertos» Pasada media hora vino un porteador que parece que se encontraba con una pareja de lituanos que coincidían con nosotros en la villa. Nos dijo que la mujer tenía la costumbre de ir a la letrina que estaba a unos veinticinco metros de la villa por la mañana y que se habían levantado para abrir un sendero improvisado para ella.

Esta increíble anécdota me enseñó dos cosas. La primera es que nuestra cabeza casi siempre va más rápido que la propia realidad. En segundo lugar experimenté sin necesidad de morir que la tranquilidad de espíritu garantiza una felicidad auténtica incluso justo antes de abandonar la vida.

Si quieres tener una vida plena, practica la tranquilidad de espíritu.
 
 

 

4) HAZ QUE EL RESTO DE PERSONAS SE SIENTAN ESPECIALES A TU LADO

Recuerdo unas palabras que mi guía Mike compartió con un aficionado belga a la antropología de tribus y conmigo en Dekai: «Puedes darme mucho dinero pero desaparecerá tarde o temprano. Sin embargo si me das respeto, durará toda mi vida». Sin duda este es la base de este cuarto aprendizaje en Papúa.

Durante ambas expediciones, al caer la noche por norma siempre cedía el mejor sitio junto al fuego a los porteadores. En una ocasión tenía tanto frío que temblaba y lloraba de dolor y Simon -uno de mis amigos porteadores- corrío a acercarme al fuego y quitarme la ropa húmeda. Tras ocho o nueve horas diarias ininterrumpidas de camino subiendo y bajando valles y montañas densos de vegetación, todos ellos por defecto me invitaban siempre a comer a mí primero. Yo siempre insistía en comer el último aunque muy pocas veces me lo permitieron. A menudo les ayudaba a cargar los fardos para que descansaran durante unos minutos. Si había una tienda de campaña impermeable en el ajuar de la expedición, siempre procuraba que mi equipo durmiera dentro y yo permanecía fuera. Compartía el agua, las medicinas y absolutamente todo con ellos. En realidad no había «ellos» y «yo» salvo el hecho de que yo era blanco y portaba mucho menos peso que el resto la mayor parte del tiempo. Todas estas cosas les entusiasmaban y yo no acertaba a comprender por qué hasta que una noche me lo explicaron:

Me sorprendió escuchar que estaban acostumbrados a que los pocos visitantes occidentales que venían ni siquiera se preocuparan por tratarles por sus nombres, a menudo no hablaran con ellos, y durmieran y comieran separados. No deja de sorprenderme el clasismo falaz y absurdo de muchas personas. En mi caso no puedo imaginar convivir así con alguien y tener el derecho a considerarme civilizado. Mi equipo en las tierras altas estaba formado por mi gran amigo Weneluk (el cocinero siempre sonriente y bromista), Carlos (mi despistado y alocado guía), Diki (mi tímido amigo que siempre buscaba mi comportamiento con su mirada sin hablar), Simon (mi gran salvador en muchos precipios y momentos difíciles), Dianus (mi enorme y joven amigo de buen corazón y siempre dispuesto) y Kerias (escéptico y serio en los primeros días, entregado totalmente en los siguientes). Mi equipo en las tierras bajas estaba formado por Makwezen (Mike, mi fantástico guía que sueña con convertirse en piloto), por Mandon (un viejo porteador resabiado y antipático al que lograba sacar una sonrisa) y por Aliom (un joven agradecido y muy vivo de espíritu que cojeaba y siempre sonreía). Recuerdo además cada nombre de cada persona que conocí y con la que hablé.

Durante ambas expediciones traté a todo el mundo lo mejor que supe, y con independencia de incidencias o imprevistos, fui generoso con todas las personas que me acompañaron. Tratar a las personas como personas me reportó grandes beneficios. He aquí una muestra:

Tras la expedición a las puertas de Yalimo en Anguruk el equipo tuvo que tomar una decisión complicada. Tras 10 días en la jungla y varios imprevistos contábamos con pocos fondos, una malísima planificación, ninguna certeza logística ni de transporte y el tiempo muy justo. Reuní a todos y les expuse las opciones ofreciéndoles en una de ellas que 2 de ellos volvieran en la única avioneta disponible (solo vuela allí 2 veces al mes sin horario ni día fijo y solo había 2 asientos) si necesitaban descansar. Les pedí que tomaran la decisión y yo aceptaría el resultado. Ante esta propuesta sin dudarlo todos decidieron sacrificarse y volver andando para cederme uno de los asientos de la avioneta y poder llegar a tiempo a mi expedición en otra parte de la isla. Les entregué el dinero que me quedaba para su manutención. Se trata de un camino que cualquier aborigen haría en 5 días, que yo no hubiera sido capaz de hacer en menos de 6 días pero que ellos hicieron en 3 días de intenso camino (algunos de ellos descalzos). Llegaron extenuados a Wamena y lo primero que hicieron fue venir a verme y darme un abrazo. Diki se encontraba muy enfermo, a causa de la completa extenuación había caído a plomo en uno de los puentes colgantes y todos le daban por muerto. Al llegar al hotel vi que tenía infectada una herida del pie, fuimos al baño, le lavé los pies y le apliqué antibióticos y vendajes. Les invité a cenar. Ellos luego quisieron invitarme al día siguiente a ir al mercado y comprar un cerdo para luego comerlo junto al río (una de las mejores y más costosas comidas en Papúa). Incluso Mac, el coordinador local que me ayudaba en el previo a las expediciones, quiso presentarme a su hermana en Wamena y a su familia en Jayapura, lo que sin duda fue un honor añadido.

Si quieres tener una vida plena, haz que el resto de personas se sientan especiales a tu lado

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¿A qué dedicas tu tiempo?

¿A qué dedicas tu tiempo?

 

«Love, time, death. Let´s begin there.»

Howard Inlet (Collateral beauty, 2016)

 

En realidad para mí solo hay una pregunta. Y no tiene nada que ver con estas: ¿Qué es la felicidad?, ¿Qué ocurre tras la muerte?, ¿Cuál es mi vocación? o ¿Cuál es el sentido de la vida?. En realidad para mí la única pregunta es ¿A QUÉ DEDICAS TU TIEMPO?. Somos responsables del tiempo de vida que tenemos y de lo que hacemos con él. Si dedicas mucho tiempo de tu vida a quejarte, tu vida será una eterna queja y al final de ella no serás tan valioso como miserable. Si dedicas mucho tiempo de tu vida a hacer algo por tí o por los demás, tu vida será un eterno regalo y al final de ella serás más memorable que olvidado. La mejor inversión que una persona puede hacer a lo largo de su vida consiste en invertir en la calidad del tiempo de su propia vida. Las personas que mueren no se arrepienten de lo que han hecho sino de lo que dejaron de hacer o no hicieron. En este breve artículo pretendo explicar a qué dedico mi tiempo y por qué. Comenzamos.

Dedico toda mi vida a vivir. Estas líneas apenas son un vago testimonio del inabarcable aprendizaje que he obtenido haciéndolo. Incluso cuando profesionalmente no me dedicaba exclusivamente a vivir (es decir a acompañar el cambio en mí mismo y en otros), de algún modo siempre lo he ido haciendo. Desde bien niño me gustó sembrarme para cultivar a otros. Ahora que disfruto por completo de este don adquirido y entrenado, vivo una etapa de plenitud y calma.

Mi agenda está repleta de conversaciones y personas con sentido. Me acerco a proyectos y personas para dar y recibir, algo que me aporta sensación de tiempo bien aprovechado. Muchas veces durante el año muchas personas contactan conmigo sin saber por qué lo hacen pero me dicen que necesitan hacerlo. Hablamos y curiosamente siempre obtenemos ambos algo a cambio. Hay por ejemplo personas que quieren hacer algo más que trabajar y me escriben para decirme que dado que yo hago algo más que eso, quieren conocerme y conocer mi historia. En definitiva solo me contactan aquellas personas que creen que tengo algo que aportarles. Sinceramente a mí este me parece un muy buen criterio para contactar con alguien de modo que yo hago lo mismo: únicamente contacto con personas que creo que tienen algo que aportarme. Solo estableciendo estas relaciones de mutuo interés es como casi siempre obtengo beneficios.

Siempre tengo tiempo para mí y en consecuencia sólo así es cómo realmente puedo tener tiempo de valor para los otros. No soy muy valioso por lo que ofrezco sino por lo que verdaderamente soy y represento. En lo profesional mi catálogo de servicios es sencillo y común, nada haría afirmar a nadie que ese documento es maravilloso. Sin embargo en el trato personal soy extrañamente auténtico y directo, de modo que nadie me compra por los servicios que presto sino por cómo los presto. No se trata de vender algo que no hago o de utilizar un gran vocabulario para convencer a otros de lo que hago, casi siempre se trata de precisamente todo lo contrario. Cuanto menos importancia doy a lo que hago más oportunidades me brindan los demás para poder mostrar lo que verdaderamente soy.

Lejos quedan aquellos días en los que dedicaba la mayor parte de mi tiempo a querer aquello que no tengo en lugar de a disfrutar aquello que ya tengo. No pude querer ni ayudar verdaderamente a nadie hasta que deje de querer que otros fueran de otra forma y empecé a disfrutar de lo que genuinamente eran. A nadie le gusta el sabiondillo que da consejos pero todos adoran a la persona que realmente trata de escuchar. Del mismo modo, solo pude empezar a ser feliz cuando quise ser aquello que soy y dejé de desear ser de otra forma. Por eso hace tiempo que he dejado de pretender ser otra persona. Era algo que me agotaba y me generaba una profunda insatisfacción. Vivía para alcanzar las expectativas de otros y por el camino perdía mi propia personalidad y mi esencia. Soy el que soy y desde el primer día en que decidí apostar por esto confieso que el balance ha sido más que positivo. Si bien he vivido momentos de penuria y de pobreza, mi calidad de vida ha sido desde entonces mayor que la de la mayoría de personas que conozco. Viajar por el mundo solo me ha hecho confirmar esta creencia.

También he renunciado a grandes teorías para entender la vida. Ahora me dedico simplemente a practicarla. Ya no busco el sentido de la vida, lo soy. No me castigo por mis errores ni alimento el sufrimiento o el dolor inevitables cebándome en mis desgracias o en las de otros hasta la depresión. Tampoco exagero mi alegría hasta caer en una desmedida euforia. Vivo más bien una vida de términos medios saludables en la que nunca anhelo el éxito. Paradójicamente sólo a través de este camino es cómo he obtenido ese supuesto éxito. Más en concreto en ningún otro momento de mi vida me he sentido más valorado por mí mismo y por otros.

A medida que pasan los años y en mitad de un mundo agitado y descompuesto, esta forma de ser y de vivir que tengo adquiere más sentido y resulta más interesante para mí y en consecuencia también para los otros. Mientras la mayor parte de personas hablan, sueñan o desean, yo actúo, hago y transformo. Todas las personas buscan muy inquietas esa idea de LO PERFECTO hasta caer en una parálisis por análisis que les impide tomar decisiones importantes. Yo tomo esas mismas decisiones importantes porque pongo toda mi voluntad y mi intención en esa extraña idea de LO CONSCIENTE. Por ejemplo, cuando casi todo el mundo alimenta sueños, yo genero resultados. Mientras casi todos ambicionan metas, yo rentabilizo mi presente.

Esto de pasar de entender la vida de una aspiración a LO PERFECTO a una aceptación de LO CONSCIENTE me ha permitido reducir al máximo la sensación de ansiedad y eliminar casi por completo mi sensación de decepción, tanto conmigo mismo como con otros y en general con las circunstancias de la vida. He asumido por ejemplo que a veces me gusta vaguear, que necesito tiempo para estar solo o tiempo para no hacer nada muy a menudo. Y me he dado cuenta de que todo ello no es necesariamente malo. Soy tan solo una persona y precisamente por eso a veces estoy triste, otras me enfado y otras me frustro. No dedico mi tiempo a intentar tener una vida diferente en la que siempre esté alegre o sonriendo. Doy por hecho que todo esto no existe, lo que a su vez me da la suficiente paz para no querer algo más grande que la vida. Y la vida no es solo una parte de la vida sino todo lo que ocurre y me ocurre en esta vida.

Por otro lado creo que disfruto mi presente porque vivo una vida lenta. No hablo de que vaya más despacio por la calle o de que tarde mucho más en hacer las cosas, hablo de que soy consciente de lo que vivo y aprecio la belleza de las cosas. Todo esto me ha aportado variedad y perspectiva pero sobre todo foco y atención constante. Si como, como. Si duermo, duermo. Si trabajo, trabajo. Si abrazo, abrazo. Todo esto así sin más es lo que observo que la mayoría de personas nunca tiene. Muchas personas se preocupan por la productividad o por explotar al máximo su tiempo. Mientras casi todo el planeta busca hacer más cosas en menos tiempo, yo solo vivo para hacer menos cosas en más tiempo. También esto me aporta mucha paz y creo que le aporta mucha más aún a todas las personas y empresas a las que sirvo.

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