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el arte de conversar

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piruletera

 

«No hay que odiar ni acusar, sino instruir»

Hegesías, filósofo cirenaico

 

Cada año que pasa valoro más las buenas conversaciones que las buenas piruletas. Y no es que éstas no me gusten, es solo que son más fáciles de hallar. Por otro lado si bien soy muy bueno comiendo piruletas, soy mejor aún conversando. A veces he obtenido más resultados hablando con botijos que con personas. A menudo los primeros saciaron mi sed y los segundos despertaron mis instintos más primarios. No obstante, defiendo, disfruto y trabajo a diario buenas conversaciones con personas. Saber hablar a otra persona, sentirme escuchado por ella y hacerla sentir escuchada (esta es la ecuación de la conversación) son placeres que siguen siendo para mí difícilmente igualables. Si conservo mi fe en las personas, no es por su capacidad competitiva sino por su voluntad de entendimiento.

Este artículo recoge de forma estructurada dos apartados que considero muy interesante para ayudarle a mejorar su inteligencia conversacional:

  • Elementos subyacentes a la conversación: Aquí hablaremos de lo que nos limita y condiciona a la hora de lograr entendimiento mutuo en una conversación.
  • El arte de conversar según el maestro Montaigne: Aquí enumeraremos 15 lecciones prácticas del genial Montaigne traducidas a un lenguaje actual y práctico.

Dejo para los talleres de habilidades relacionales que facilitamos, aquellas técnicas de conversación consciente más inmediatas o basadas en dinámicas. Comenzamos.

 

ELEMENTOS SUBYACENTES A LA CONVERSACIÓN

En una de sus geniales postales a su sobrino Gogo, el tío Matt escribe lo siguiente:

«Querido Gogo. Hoy he descubierto algo muy extraño pero muy útil en este mundo. Iba yo caminando cuando de repente me encontré con algo que se parecía mucho a la charca de Fraguel Rock. Era una charca de agua y había una especie de fuente en el medio. Estaba yo disfrutando de aquel espectáculo cuando uno de estas estúpidas criaturas se acercó allí e hizo algo muy extraño. Entonces me acerqué a él y le dije «Discúlpeme señor, ¿podría decirme por qué acaba de hacer eso?» Y el me respondió «Oh, no lo se, todo el mundo tira monedas en las fuentes» ¡Me dejó alucinado!. Desde hacía meses estaba coleccionando eso que llaman dinero. Tenía tanto que no sabía qué hacer con él. Por fin ya lo se. Se tira en las fuentes. Así que eso es lo que hice con todo mi dinero.»

Como podemos ver en esta graciosa anécdota, desde hace ya muchos años sabemos que aquello que nos contaban Weaber y Shannon sobre la comunicación es mucho más complejo de lo que parece. Hay algo que condiciona y determina todos los factores de la comunicación, a saber, el emisor, el receptor, el código, el mensaje, el canal, la redundancia, la situación, la señal, el ruido y el contexto. Lo que condiciona sobremanera la comunicación tiene que ver con 4 elementos subyacentes y anteriores a todo lo demás, que para mí son los siguientes por orden de condicionamiento:

  • NIVEL BIOLÓGICO | Sesgos cognitivos: desviaciones en el procesamiento de lo percibido que durante más de un millón de año nos ayudaron a sobrevivir como especie aventajada pero que en una situación y un contexto de no-supervivencia son claramente limitantes y nos conducen a distorsiones e inexactitudes en el entendimiento. Esto es algo biológico, es decir, forma parte de lo que somos a nivel físico y evolutivo. Aunque mucha gente lo ignora, de los tres sistemas cerebrales con los que contamos, dos de ellos están basados en sistemas de reflejo-respuesta (emocionales e inconscientes) y no en facultades cognitivas (de razonamiento cociente). El sistema reptiliano autorregula las funciones más básicas de nuestro cuerpo. Por su parte, el sistema límbico está diseñado para emitir respuestas en tiempo récord a estímulos emocionales o fisiológicos a partir de lo que ya sabemos. Y tan solo el neocórtex, la capa más exterior de mayores dimensiones, formaría eso que tradicionalmente hemos entendido como cerebro: un motor racional y consciente. De modo que nuestro sistema de comprensión de la realidad no está muy bien equipado para entendernos de una forma completa entre nosotros, sino para sobrevivir.
  • NIVEL INCONSCIENTE | Creencias irracionales: Son mensajes impulsores del comportamiento humano. Están en nosotros gracias a la educación que recibimos. Aquí destacaría para que usted los trabaje, los 6 mensajes impulsores que mi compañero Juan Manuel Opi resumió y que usted tiene enteramente disponibles en el artículo El increíble poder de sabernos vulnerables; y también la colección de creencias irracionales que Albert Ellis y sus discípulos detallaron en su modelo de Terapia Racional Emotivo Conductual (TREC) y que le recomiendo que investigue.
  • NIVEL EXPRESIVO | Lenguaje: la forma en la que expresamos el contenido. Aquí destacaría lo verbal (vocabulario, construcción sintáctica, dicción) y lo paraverbal (gesto corporal, ritmo, entonación). Siento ser tan claro pero lo más importante para mí siempre es la forma. Todo buen contenido sin una buena forma, muere. Pero toda buena forma puede salvar un contenido, incluso aunque sea mediocre.
  • NIVEL RACIONAL | Cultura: asunciones básicas y creencias adquiridas. Lugar de nacimiento, estrato social, principios familiares, entorno de desarrollo,… Todo esto forma parte de este nivel. Pero más allá de los valores religiosos, sociales o ideológicos, yo aquí destacaría el aprendizaje y la experiencia propios como factores limitantes o potenciadores de entendimiento humano.

Muchos lingüistas y expertos en comunicación desde Saussure dicen que los condicionamientos culturales son los que más influyen para el entendimiento humano. Sin embargo, a raíz de los últimos descubrimientos en anatomía, neurología, psicología social y psicología cognitiva, opino que en una conversación entre personas sin duda nos condicionan mucho más los que he llamado nivel biológico (cerebrales y estructurales del Hombre), nivel inconsciente (irracionales y a menudo difíciles de controlar) y nivel expresivo (de forma y conducta).

 

EL ARTE DE CONVERSAR según el maestro Montaigne

Muchos humanistas creemos que los 107 Ensayos escritos por Michel Montaigne en los últimos años de su vida y en el retiro de una biblioteca, son una obra fundamental del pensamiento humanista. Los escribió mucho antes de que llegará el pensamiento ilustrado a Europa y son en mi opinión doscientos años precursores de toda una corriente de democratización de la razón humana. Se trata de una obra a un mismo tiempo mordaz, deslenguada, ilustrada y dignificante sobre la condición humana. Tres libros contundentes que destilan sabiduría y humanidad. Hoy hablaremos tan solo del Capítulo VIII del Libro III: El arte de platicar. Una verdadera joya. Usted, lector o lectora, está a punto de comprobarlo…

Según Montaigne una buena conversación es el ejercicio más fructífero y natural de nuestro espíritu. Tal era su pasión por la conversación que si el se viera en la ocasión de elegir, prescindiría antes de su vista que de su voz y sus oídos. Si bien la oratoria seguía siendo asignatura de cualquier estudio superior en la época, ya en 1580 advertía Montaigne el desgaste y la dejadez que el arte de conversar sufría en Europa. Recuerda el anciano que en la Atenas clásica del siglo de Pericles (han pasado ya 2500 primaveras desde entonces), en las mismas academias y escuelas donde los prohombres aprendían matemáticas, filosofía o física, también eran entrenados en el arte de la conversación.

Conversar no es fácil, es rentable. En nuestra época actual, vivo cómo las organizaciones que recuperan esta práctica consciente obtienen notables beneficios y satisfacciones. Hace poco en un foro de empleo en el que me invitaron a participar, advertí que los estudios superiores deberían contar con asignaturas transversales que mejoraran sus habilidades relaciones y su pensamiento crítico. En un mundo donde el conocimiento está disponible para todos, adquiere hoy más que nunca la actitud y la habilidad más importancia para llegar a otros que el contenido en sí mismo.

Depurada durante siglos, la conversación es el único método de exploración humana que ha logrado frutos y resultados sin necesidad de dañarse a uno mismo o a otro. Un buen conversador destaca, sorprende y brilla sobre las intrincadas trincheras de la razón y la emoción. Está guiado por la búsqueda de entendimiento sin caer en el irresponsable truco de la evasión de responsabilidad.

 

He aquí las 15 lecciones de Montaigne sobre el arte de conversar:

 

1.- Abraza y celebra al que piense diferente. 

Cuando alguien me contradice, ni me ofendo ni me altero, sino que me despierto y me mantengo vivo. En general, la gente huye de la contradicción en lugar de abrazarla, sobre todo cuando es fruto de una conversación y no de un conflicto. Y esto es algo que no entiendo. Porque oponiéndonos a los que piensan diferente buscamos tan solo la manera de refutar lo que nos dicen. Y en lugar de tender los brazos, afilamos las uñas. La conversación es otra cosa a todo esto. Si alguien me contradice, mi atención se despierta, no mi cólera. La causa de la verdad siempre es común a uno y otro, nunca a ninguno de los dos por separado.

2.- Reconoce la virtud del otro cuando la veas

Antístenes ordenó a sus hijos que no agradecieran nunca las alabanzas de ningún hombre. Yo me siento más orgulloso de la victoria que alcanzo sobre mí mismo cuando se reconocer la fuerza del razonamiento de la otra persona, que cuando siento derrotar al otro por ausencia de capacidad o fuerza.

3.- No te hagas el listo, se cercano

Venero y honro a las personas que más saben de algo, pero detesto a aquellos que no son capaces de decir nada por sí mismos sin hacer referencia a libros o a su memoria. Estas personas son para mí más detestables que las torpes e ignorantes que no han leído nunca.

4.- Recuerda que puedes estar equivocado

Si yo mismo detecto a diario un gran número de tonterías que digo a otro, ¿cuántas más han de detectar los otros sin que yo aparentemente me de cuenta?

5.- Cuando te burlas del otro, te burlas de tí mismo

Detestamos en los demás los defectos que más enraizados se encuentran en nosotros mismos. Y a estos que se encuentran en nosotros, no les damos aparente importancia haciendo uso de un cinismo maravilloso.

6.- Cuando juzgas a otro, a menudo no te juzgas a tí mismo

Parece que cuando hablamos de los actos del otro, nos sentimos liberados de una severa jurisdicción interna. Si tuviéramos buen olfato nuestra basura nos debería apestar más que la del vecino.

7.- Tu teoría no sirve sin tu práctica

Un cirujano no es respetado por la historia de sus operaciones o por el recuerdo de que curó a cinco personas o por conocer tal o cuál manual de operaciones. Nos ponemos en sus manos porque su vista es certera en el momento de operarnos. Pasa lo mismo en un concierto donde no se oyen los detalles de uno u otro instrumento sino una armonía general reunión y fruto de todos ellos que nos hace confiar en su belleza. Por otro lado cuando a menudo encomendamos algo a los hombres menos capaces, se convierten en dignos y capaces porque precisamente los hemos empleado en algo, y no al revés.

8.- Cállate si lo que tienes que decir no es más respetable que tu silencio

A menudo los grandes gobernantes hacen más bien a su pueblo callándose y pareciendo seguros de sí mismos que hablando y constatando su ignorancia. De hecho forma parte de la habilidad de aquellos que dirigen, no tomar partido en algo cuando en ese algo en realidad ellos no son nadie. Esto suele ayudar más a ser respetado que el resto de las veces en que alguien toma partido en algo en lo que es alguien.

9.- No todo lo que suena bonito, es cierto

Es importante mantener alerta el pensamiento crítico y saber distinguir lo que nos gustaría escuchar de lo que en realidad es. A menudo en las conversaciones, algunas palabras nos parecen sugerentes y bonitas, pero no por ello hablan de la verdad. Tendemos a aceptar sin juicio aquello que mejor nos suena o una recta frase o pensamiento, desconociendo que lo importante es preguntarnos si tiene algún sentido.

10.- Habla de ejemplos concretos y no generalices

A aquellas personas, incluido tú mismo, que tiendan a decir «Esto es bueno y aquello no lo es» es bueno preguntarles por qué y cómo creen eso intentando superar juicios o prejuicios universales que de nada sirven para el entendimiento. Todos los juicios generales son descosidos e imperfectos.

11.- Lo que distingue al tonto del listo son las formas, no los contenidos

Da completamente igual que alguien sea poseedor de una verdad si su manera de expresarla no es hábil y lúcida a la hora de conectar con otros. Cualquier contenido es siempre superado por su forma.

12.- Habla de forma ordenada

Un buen conversador no necesita tanta fuerza o sutileza como orden. Cualquier persona puede hablar de su verdad, pero ordena, prudente y diestramente, muy pocos.

13.- Trabaja tus argumentos

No hay mayor victoria sobre el otro que la de mostrarle con argumentos la imposibilidad de combatirlos.

14.- Evita sermonear

Nadie quiere ser iluminado por tí sino escuchar que puede aprender de sí mismo siendo respetado. Por otro lado, la torpeza y la ignorancia en algo no se curan con simples advertencias. En la realidad, nadie se convierte en valiente por oír un buen discurso del mismo modo que un músico no se convierte en tal por oír una buena canción. Es necesario un aprendizaje previo y una educación dilatada y constante.

15.- Pon en valor tu cosecha y respeta la de otro

Al hablar debes saber lo que forma parte de tu pensamiento y lo que aprendiste del de otro. Valora lo que piensas y sientes y reconoce la autoría y el valor de lo que otros a los que admiras, piensan y sienten.

 

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Cómo lograr un cambio significativo en tu organización

Cómo lograr un cambio significativo en tu organización

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«Nos queda mucho más que hacer que ver en la televisión cómo el mundo se acaba»

Vetusta Morla (Mapas, 2011)

 

En la pasada edición de los Cannes Lions -los más prestigiosos premios de creatividad en el mundo- el controvertido Amir Kassaei, Director Global de Creatividad de DDB, volvió a agitar y menear la mente de los gafapastas y trendies globales con una ponencia titulada DO THIS OR DIE que te recomiendo ver. La idea fundamental de Kassaei es que el problema de la publicidad y del marketing actuales es que son completamente incoherentes y hablan de marcas e imágenes vacías que no llegan a los usuarios que cada mañana se levantan con esfuerzo a trabajar y ganarse el pan. Salvo muy raras excepciones, las agencias de publicidad y las empresas que las contratan no están conectando con el público y están alimentando una barrera cada vez mayor entre la realidad de las personas (su herida) y un mundo inventado de princesas que no sudan ni lloran, y de príncipes que nunca se despeinan.

Este artículo, lector o lectora, pretende ser una herramienta de reflexión-acción para superar el daño y la herida que el ingente ruido, el bombardeo y el constante asedio de una enorme cantidad de información y de recursos, está provocando en el corazón de las personas y las organizaciones. Para leer este artículo muy breve, necesitas pararte, cerrar al menos el 50% de pestañas simultáneas que tu cerebro está asimilando ahora, y focalizar -verbo ya casi extinto- tu atención en las próximas palabras.

 

LO QUE NUNCA VA A CAMBIAR

Dice Kassaei que esta falta de apego a la realidad y esta falta de coherencia ocurren porque, y aquí viene la gran lección,…

«Porque todo el mundo habla de lo que va a cambiar, de cómo debes ponerte al día con la próxima tecnología, de cuál es la próxima tendencia que tienes que seguir. Y la gente está terriblemente confundida sumida en una continua carrera contra el tiempo que no puede ganar. Y curiosamente nadie está hablando de lo que nunca va a cambiar»

Esta reflexión de Kassaei, que vive inmerso en la vorágine publicitaria, creo que es poderosa por cuanto nos alerta de un fenómeno extensible a muchos otros campos. Entre ellos destaco el campo de la innovación y el cambio.

Hemos asociado tanto el concepto de innovación a la bisutería y las modas pasajeras, que la innovación real hoy consiste en trabajar a partir de lo que nunca va a cambiar y no de lo que va a cambiar mañana.

En mi experiencia, lo que nunca va a cambiar -lector o lectora- es lo siguiente:

  • El increíble potencial de las personas. Hace poco Sandra me preguntaba si realmente creo en el potencial de todas las personas. Subrayaba y entrecomillada el «todas». Es una pregunta que me suelen hacer muy a menudo. Mi respuesta es siempre SÍ. Cada nuevo proyecto y cada programa de crecimiento individual de mis clientes, veo cómo resurgen de sus cenizas partiendo de un profundo dolor y a menudo de un rechazo propio o de otros, que logran superar de formas que me impactan tanto que suelo con frecuencia emocionarme. Dado que mi especialidad en acompañamiento son los equipos y las personas reactivas, entienda el lector o lectora, que al ver esto, mi humanismo, mi fe en las personas, crece cada hora.
  • La enorme rentabilidad de saber relacionarnos de forma saludable. El ser humano -aunque no lo pretenda y a menudo no lo quiera- es de forma innata y natural el animal más interdependiente del universo conocido. Si bien la biomimética nos ha enseñado que podemos encontrar ejemplos a veces más inteligentes y complejos de convivencia entre el resto de las especies, las personas parten de una necesidad innata de relacionarse para conseguir casi cualquier cosa, que les hace únicos. He tardado en darme cuenta de que nadie nos enseña a relacionarnos de forma efetiva. El programa TRAINING DAYS es la respuesta de esta iniciativa a esa necesidad.
  • El extraordinario valor de tener tiempo para reflexionar. Hace poco solicité feedback a uno de los estudiantes del MAD, la Maestría en Acompañamiento y Dirección humanista de personas y organizaciones. Me dijo: «David, creo que sería genial si en lugar de leer todos esos libros, entre nosotros compartiéramos resúmenes». Tras agradecerle su feedback y su opinión, esta fue mi respuesta: «La historia de la humanidad no se ha escrito a base de los grandes titulares sino de los pequeños detalles». Ningún fruto de ninguna planta nace sin el tiempo necesario para cultivarse. Si no lo tienes, lo lamento, arréglalo.
  • Aquello que nos hace grandes. En mis talleres suelo realizar un ejercicio que siempre obtiene los mismos resultados. Divido un lienzo en dos columnas. Una se titula «Lo que saca lo mejor de mí» y otra «Lo que saca lo peor de mí». El lector o lectora quedaría impresionado si viajara conmigo por España y viera una y otra vez los mismos resultados esté en el sector que esté y con cualquier equipo de personas. Aquello que hace grandes a las personas, nunca cambiará. Por eso aprecias las historias de tu abuelo y también respeto a escritores que vivieron hace tres mil años.

 

EL CAMBIO SIGNIFICATIVO

Creemos desde la iniciativa que el cambio significativo y necesario en las organizaciones no tiene que ver con grandes eventos en salas de conferencia repletas de personas con heridas, ni charlas carismáticas de 4000 EUR la hora, ni jornadas fantásticas de grandes profesionales por 7900 EUR 8 horas.  Yo alguna vez -he de confesarlo- he participado y participaré de todo esto. Porque aunque es bonito y está bien y llega, nada de esto -honestamente amigo/a- forma parte del cambio significativo y necesario.

Yo no tengo la propiedad sobre qué es un cambio significativo para una organización, tan solo compartiré contigo aquello en lo que para mí consiste a raíz de estos años de experiencia:

Al cambio significativo le hace falta tiempo y le sobra todo tipo y forma de Ego. Al cambio significativo no le hace falta gente que dice «si quieres que haga hueco en mi agenda, eso tienes que pagarlo». El cambio significativo es trabajar con un cliente uno y otro día y verle llorar de frustración y acompañarle hasta verle derribar todas sus barreras. El cambio significativo es recibir mensajes en tu móvil con fotos y agradecimientos de personas que tras mucho trabajo contigo decidieron ser felices sin necesidad de amargar a otros. El cambio significativo no tiene nombres ni marcas comerciales, no es la marca personal de alguien que es como un faro que llegó para iluminarte. El cambio significativo está dentro de tí y espera solo a que superes el maldito sesgo de autoridad que te hace pensar que todo lo que viene de fuera es algo fantástico y todo lo que te rodea es mediocre. El cambio significativo consiste en bajar al barro, oler mal, dormir en trenes por la noche para poder amanecer en un cliente, atreverse a no llevar americana, remangarse, ver latir el corazón indomable gritando por salir de otros. El cambio significativo no lo escriben grandes genios con un talento magnético y brutal, sino personas auténticas, genuinas, que viven tal y como hacen.

Y verás, lector o lectora, creo que el cambio significativo no tiene que ver ni con el carisma ni con el talento de otro que no seas precisamente tú. Porque el cambio significativo y necesario en las organizaciones no está de visita (una sola jornada o unas horas de sesión) sino que trabaja para quedarse. Porque el cambio significativo y necesario en las organizaciones es aquel que te hace sentir vivo, aquel que no solo te mueve al principio sino que te ayuda a mantenerte. Empezar algo y acabarlo, eso es un cambio significativo y necesario.

 

7 CLAVES PARA LOGRAR ESTE TIPO DE CAMBIOS

Cada uno tiene su librillo. Lo que hoy haré es recopilar cuál es el mío y ofrecértelo lector de forma ordenada y comprensible. Si quieres ampliar información con la opinión de otros, te recomiendo que me sigas en twitter porque es allí y no aquí en mi casa (que es también la tuya) donde suelo hablar de trabajo de otros muchos compañeros:

  • 4) CONFÍA EN LAS VIEJAS TECNOLOGÍAS. En 2015 destacaba la importancia de cuidar cuatro viejas tecnologías que siempre dan tremendos resultados. Entre las viejas tecnologías que nos han construido y nos construyen como especie destacaba cuatro binomios: La aceptación y el sentido del humor, el diálogo significativo y la honestidad, el pensamiento científico y el razonamiento lógico, y el pensamiento estratégico y los sistemas de gestión.
  • 5) TRABAJA PARA ADAPTARTE A LAS NECESIDADES EXISTENTES y NO PARA CREARLAS. En 2014 hablaba acerca de que la realidad que vivimos comienza a ser una innovación invisible. Como todo el mundo que ofrece servicios olvida la realidad a la que sirve (esos valores universales que nunca van a cambiar) hoy más que nunca estar pegado a ellos, comienza a ser una ventaja competitiva para aquellos que somos proveedores de cambio. Cuando entro a un cliente y dejo hablar a las personas, si bien logro siempre resultados extraordinarios a partir de confiar en sus capacidades, al principio suelo ver caras de estupefacción y desconfianza. «Este chico está loco, nos ha preguntado qué pensamos». Cuando un cliente me suele contratar para algo muy elevado (servicios sujetos a mercado, posicionamiento estratégico, cambio cultural,…) suelo encontrarme necesidades reales mucho más inmediatas y anteriores. Sobre todo suelo encontrarme una latente incomprensión y falta de comunicación de los equipos. Dejar hablar a otros y preguntarles cómo están y qué necesitan, dejarles -en otras palabras- diseñar y vivir su propio cambio, lleva ya años siendo una innovación disruptiva de la que las grandes firmas de consultoría han renunciado. Con sinceridad, yo estoy encantado. Mientras ellas se quedan con el mercado de los gadgets y las modas pasajeras, aquellos que apostamos por un cambio significativo nos quedamos con el mercado de lo que nunca pasará de moda y siempre funciona: diálogo, liderazgo, trabajo en equipo, comunicación, estrategia centrada en el empleado, empatía,…

 

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De la teoría a la práctica en tu vida

De la teoría a la práctica en tu vida

ninos-jugando

 

«Pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras.

Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.»

Santiago, profeta cristiano (Epístola de Santiago, 2:18)

 

Estos niños que usted tiene sobre estas líneas, no están aprendiendo a jugar leyendo un libro llamado «Cómo jugar a los muñecos entre dos personas» sino jugando a los muñecos entre ellos. Si los directivos, empresas y personas particulares que integran nuestra sociedad, comprendieran este matiz, créame, todo sencillamente cambiaría. Lo vivo a diario en mi trabajo.

Conocí a una persona que había leído más que ninguna otra que yo había conocido. Pero era como esos cuencos horadados por cuyos agujeros pasa el agua. No ponía en práctica lo que leía, por lo que no aprendía nada. No contenía nada, tan solo existía para verlo todo pasar. Era un lector pero no un sabio.

Conocí a otra persona que había conocido tanto que se encontraba llena. Era como ese vaso repleto que rebosa agua y en cuyo interior ya nadie ni nada cabe. Estaba sola con su conocimiento. Y nadie ni nada se acercaba a ella. Porque su conocimiento no dejaba espacio a los demás. Era un técnico pero no un maestro.

Y por último también conocí a muchas personas que se enfrascaron tanto en la búsqueda de la verdad en los libros, los planes estratégicos a cinco años y los discursos de personas con nombres en inglés, que se olvidaron de salir a la calle para verla, de salir de su despacho para contemplar la verdad de otros, o de atreverse a formular una verdad propia.

Soy amante de los libros, un auténtico devorador insaciable de ellos. Pero creo que ningún vicio o amor puede ser más pretencioso o nocivo en exceso. Lo sabe bien mi maestro Don Quijote. Porque los libros y las teorías que contienen los libros, son muy importantes; pero lo son aún más las personas que los leen o los escriben. Solo ellas son la verdadera vida, solo a partir de sus acciones y no de sus palabras, cualquier cosa -todo- puede cambiar. Mi trabajo consiste en trabajar el aprendizaje a partir de la coherencia o incoherencia de los demás. Y esto no es otra cosa que el alineamiento correcto o incorrecto de sus pensamientos y acciones.

Sirva este breve fragmento inicial que a continuación te regalo, lector o lectora, para que comprendamos juntos el sentido de este artículo. No encuentro mejor ejemplo que éste para sacudirte antes de empezar:

«Los principios que guían la vida de un filósofo cínico no deben expresarse en largos discursos, sino en actos y éstos se dejan escribir mejor en anécdotas, porque éstas funcionan como instantáneas de un aspecto particular, quedando así resaltadas. De ahí proviene la actitud de la filosofía cínica ante la escritura y el libro que, sin rechazarlos y aún aceptándolos como un medio de difusión eficaz, de cualquier manera los coloca en una situación subordinada. Citamos una anécdota:

«Un día, Hegesías buscaba pedir prestados unos libros de Diógenes el Cínico para leerlos. Al enterarse, éste respondió: «Qué necio eres, Hegesías; tratándose de higos tu prefieres los verdaderos y no los que están dibujados, mientras que para comprender la vida olvidas la verdadera y te precipitas hacia aquella que encuentras en los libros»

El fragmento es de ese maravilloso libro de Sergio Pérez Cortés que es Palabras de filósofos: oralidad, escritura y memoria en la filosofía antigua (Siglo XXI Editores, 2004). Comenzamos.

 

TODOS NOS SABEMOS MUY BIEN LA TEORÍA…

Una gran cantidad de personas que acompaño conocen muy bien una larga colección de teorías de la vida. Saben o, en otras palabras, han leído o escuchado lo que es bueno para ellos y para todos los mortales. Me encuentro con clientes que han acudido a tal o cual seminario, cursado tal o cual programa de liderazgo, leído tal o cual libro, estudiado e incluso escrito mucho. De hecho es frecuente que en mi vida aparezcan personas que antes de hablar conmigo digan algunas cosas que para mí aparentemente carecen de sentido por sí mismas. Pongo tres ejemplos:

Me ha ocurrido ya cinco veces que con la actual burbuja de un modelo concreto de comprensión del individuo, alguna persona se haya acercado a mí y me haya dicho: «He estudiado Programación NeuroLingüística» a lo que suelo responder «Habiéndote formado en esto, ¿Es eso lo primero que tienes que decirme?» Formarte en algo no es a menudo haberlo aprendido por completo.

Me ha ocurrido ya al menos quince veces, que al comienzo de un programa de coaching o un taller, alguien se acerque a mí y me diga: «Me he formado en Inteligencia Emocional» a lo que suelo responder «¿Quiere eso decir que te conoces o simplemente que has estudiado cómo puedes conocerte?». No es mejor ni más sano el que memoriza un gran guión de vida, sino el que practica hasta el final una sola porción de ella.

Me ocurre con una frecuencia pasmosa que mucha gente con la que hablo me diga «Yo tengo muy claros mis valores» tras lo que suelo contar una anécdota curiosa. Se trata de esa famosa historia de un poeta inglés que en un club victoriano de Londres escuchó de un joven empresario cristiano decir «Yo soy un buen cristiano. Antes de morir tengo planeado ir al Monte Sinaí y recitar en lo alto los diez mandamientos del señor». A lo que el poeta inglés le espetó «¿Qué tal si te quedas y los cumples?». No se trata de que tengas claros tus valores, sino de que te autorices a vivirlos.

Todo esto me pasa con frecuencia. De algún modo todas estas personas son como Hegesías, buscan vivir bien sin practicar la vida, tan solo aprendiendo una y otra vez a estudiarla. Serían verdaderos señores de sus palabras si no fuera porque en verdad son solo sus esclavos.

Algo en su interior les impide o les hace desconocer cómo ponerlo en práctica. Ese algo se llamo miedo y suele estar conectado con la siguiente lista de emociones (según el maestro Rafael Bisquerra):

  • En un primer nivel la galaxia emocional que alimenta el miedo está formada por el pavor, el pánico, el horror, el terror, el temor y el susto.
  • En un segundo nivel, la galaxia emocional del miedo contiene vulnerabilidad, recelo, desasosiego y espanto.
  • El miedo está conectado también con otras galaxias emocionales: Ira, asco y ansiedad; e indirectamente con la tristeza y la emoción social de la vergüenza, que es el orgullo herido.

Este último nivel de conexión, el del orgullo, es el que hace ver a aquellas personas que estudian una y otra vez intrincadas teorías, que están cambiando tan solo con memorizarlas. Pero el hecho es que nada se comprende si no se pone en práctica. Su cambio no es un cambio significativo sino un pequeño cambio en la misma línea de razonamiento en la que se creó el problema que intentan resolver. Ninguna vida se lee, toda vida se vive.

Un famoso profeta cristiano llamado Mateo suele decir una y otra vez en sus escritos una frase que cuesta comprender: «Por sus frutos los conoceréis». Lo dice varias veces pero una de ellas, cuando ya el hombre debía estar algo cabreado de la gente que tan solo dice y no hace, advierte: «Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos.»

Muchas personas cuyo crecimiento acompaño suelen tener siempre el mismo miedo: el miedo al error. Viven estudiando continuamente una y otra teoría pensando que alguna vez encontrarán o crearán una mágica fórmula perfecta con la que resolver su vida. Y esa fórmula no llega. Porque todos sabemos o podemos saber muy bien la teoría…

 

… PERO MUY POCOS TIENEN EL VALOR DE EXPERIMENTAR LA PRÁCTICA

La vida es tu mejor escuela. El verdadero maestro no lo es de un libro sino de algún aspecto de su propia vida.

Tal vez puedes sentirte protagonista de un libro o una obra de cine o de teatro. Puedes jugar a imaginarte en tal o cual lugar o sentirte identificado con una canción o una historia. Pero en estos juegos no hay nada de valiente ni esforzado. Sin embargo la vida cada día te hace sentir víctima o protagonista de acuerdo a tus acciones y las de otros. En eso sí hay algo respetable. Mi amigo Javier, ese genial filósofo, tiene un colgante que a menudo se ve prendido de su cuello. En él se ve esa máxima latina Primum vivere, deinde philosophare. Primero vive, luego filosofa.

Mueve el culo. No respeto más a aquel que ha escrito veinte libros hablando de otros que a aquel que se atrevió a escribir un solo renglón firme de su propia vida. Ten la claridad en tu mente y la certeza de que no necesitas ser perfecto o tenerlo todo claro para avanzar. En el capítulo I de esa belleza de libro que es el Hagakure, escrito hace ahora trescientos años (1716), el maestro Yamamoto Tsunetomo comparte lo siguiente:

«Un maestro de espada dijo en su vejez:

En nuestra vida atravesamos varios niveles en el estudio.

En el nivel inferior, la persona estudia sin obtener resultados, y tiene la impresión de que él es torpe y los demás también. El que está en este nivel no sirve para nada.

En el nivel medio, sigue siendo inútil, pero es consciente de sus carencias y también es capaz de advertir las carencias de los demás.

En el nivel más elevado, se enorgullece de su propia habilidad, le agradan las alabanzas de los demás y lamenta la falta de habilidad de sus compañeros. Un hombre así tiene valía. El hombre que está en el nivel más alto tiene aspecto de no saber nada.

En general, estos son los niveles. Pero existe un nivel trascendente que es el más excelente de todos. En él, la persona es consciente de que el Camino que sigue es interminable, y no considera nunca que ha llegado su final. Conoce bien sus carencias y no llega a pensar nunca, en su vida, que ha conseguido superarlas. Pero ello no le impide avanzar. No tiene pensamientos orgullosos; contempla el Camino en toda su extensión con humildad. Se cuenta que el maestro Yagyu dijo una vez: «Yo no conozco el modo de vencer a los demás, sino el de vencerme a mí mismo»

Avanza diariamente a lo largo de tu vida adquiriendo más habilidad que el día anterior, más habilidad que hoy. El proceso es interminable.»

Algún desalmado mucho después creyó inventar aquello de las cuatro fases de aprendizaje humano en un libro llamado Programación Neurolingüística. Las fases que creyó inventar fueron las siguinetes: Incompetencia inconsciente, Incompetencia consciente, Competencia consciente e Incompetencia inconsciente. Ahora por fin sabes que tan solo creyó inventarlo, que él solo lo escribía, pero que en realidad trescientos años antes ya se había atrevido a vivirlo Tsunetomo.

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El camino del amor consciente

El camino del amor consciente

nino-playa

 

«Amar no es solo querer, es sobre todo comprender»

Françoise Sagan, escritora

 

Desde hace poco vuelvo a pertenecer a ese grupo socialmente controvertido de gente soltera de más de 30 años. Como siempre desde hace cuatro años, sufro, aprendo y disfruto mucho de lo que me ocurre a partes iguales y muy sanas. Aún así cuando perteneces a este colectivo, no tardan en aparecer personas preocupadas en tu entorno. Su inconsciente, los estímulos educativos que condicionaron su forma de ver la vida y su naturaleza egoica les hace pensar que cuando una persona de más de 30 años está soltera «algo ha pasado» o que «esta persona no está bien».

Sin obviar el hecho de que en algunos casos pueden estar en lo cierto, en el sustrato de este pensamiento que condiciona su conducta, subyace y reposa la creencia irracional -inexplicable para mí y para la propia historia de mi vida- de que todas las personas en pareja están bien y de que todas las personas solas están mal. Todo esto ocurre muy rápido, a un ritmo casi imperceptible, en el cerebro interno de las personas (amigos, familia, compañeros,…) y en un contexto en el que la gente que te quiere comienza a tener hijos y a atesorar relaciones de algo más de diez años.

A este gente que me quiere, a la que me quiso y a las personas que se cruzarán a partir de hoy en mi vida, va dedicado este artículo. Comenzamos.

 

AMOR ROMÁNTICO EGOICO y el AMOR CONSCIENTE

Es importante comprender que el amor consciente puede ser un tipo de amor romántico pero nunca un amor romántico egoico. Este último tipo de amor es el más extendido en nuestra sociedad y por eso a menudo, a algunos nos cuesta tanto dar con esa persona que nos complemente. Digo «complemente» porque nadie tiene que venir a completarnos, ya nacimos completos. En esto del amor consciente, olvídate de esa media naranja, naciste entero o entera.

Por otro lado, en el amor consciente la responsabilidad de estar satisfecho con mi amor por otra persona no es de la otra persona, sino mía. Alguien que viva el amor consciente no busca que la otra persona se transforme en lo que quiere, sino simplemente sentirse conectado con la otra persona. Mi compañero Borja Vilaseca habla de ello cuando utiliza el término PAREJA CONSCIENTE y basa a este tipo de parejas en cuatro características:

  • Cama (se entienden y se sienten conectar a nivel físico),
  • Cabeza (son sus mejores amigos con los que comparten lo que son y se sienten escuchados y equilibrados en este sentido)
  • Corazón (sienten amor mutuo  y se respetan sin generar dependencias o independencias insanas sino interdependencias)
  • Consciencia (comparten un mismo modo de entender la vida, sus pasiones, la realidad que quieren construir y les rodea, aún siendo personalidades totalmente diferentes.

Para lograr sentir y vivir el amor consciente, es necesario que el lector o lectora comprenda que el amor consciente no es atracción física o mental, tampoco enamoramiento, sino una fase que viene después de estas dos primeras y que habilita al mantenimiento y cuidado de las relaciones de pareja. Es frecuente en nuestras sociedades, fruto de una cultura Disney, Hollywood y happy flower que a todos a menudo nos conquista, creer que el enamoramiento es amor cuando se trata tan solo de la primera fase en la que dos personas se quieren conocer. El amor consciente, sin embargo es esa fase que ocurre cuando dos personas se conocen. En mi experiencia, pretender que la segunda preceda a la primera es un desastre y pretender que la primera sea siempre la única, es otro desastre de proporciones aún más descabelladas.

 

LO QUE USTED BUSCA DE ESTE ARTÍCULO

Por tanto, si usted busca en este artículo a su príncipe o su princesa Disney, abandone toda esperanza y siga persiguiendo -si así lo necesita- ese fantástico ideal que usted tiene en su cabeza y nunca llega. Deje de leer este artículo en el siguiente punto y aparte y persiga a su príncipe o princesa una y otra vez hasta la extenuación, hasta que su cantidad de heridas le impida reconocerse ante un espejo. Sin duda puede que usted esté en ese momento masoquista en el que uno necesita doler y dolerse, y el sufrimiento -sin duda- también hay que vivirlo. Si ese es su momento, que nada ni nadie le impida seguir estando equivocado. Desde su área de responsabilidad, por favor si cree con certeza que ese es su momento, elija seguir buscando lo imposible. Continúe haciendo depender su felicidad de otro, siga enganchado al néctar de querer que otros se sientan responsables de que usted no sea feliz, beba del elixir somnífero y el placer perpetuo de seguir echando balones fuera sin la aparente necesidad de buscar gol. Se lo ruego, insista y sea tozudo. No escuche la llamada de la razón y ríndase al efecto halo de la pasión febril y desbocada. Deambule, vague, camine azaroso, busque una y otra vez a su príncipe o princesa. Caiga tantas veces como a usted le resulten necesarias. Disfrute del barro y las heridas. Usted tiene ese derecho. Porque todo eso que usted está viviendo ahora muy posiblemente le ayudará en un futuro a saber que no quiere vivirlo. Y eso, amigo o amiga, ya será un enorme paso.

Si por el contrario usted ha vivido ya todo lo anterior y busca en este artículo algo diferente, continúe leyendo. Lo disfrutará. Este artículo habla de la rentabilidad ilimitada del amor consciente. Hacia sí mismo y hacia otros. Si a usted esto le interesa, bienvenido -lector o lectora- a esta que es su casa.

 

QUÉ ES EL AMOR CONSCIENTE

El amor consciente es una enriquecedora forma de comprender la vida. Te rodea para abrazarte y a la vez te impulsa desde dentro. Mantiene vivo el niño que hay en ti desde el adulto que sabe lo que hace. Es semilla y fruto de las buenas cosas que te puede regalar tu vida y que tú mismo puedes generar en ella. El amor consciente es calidad de vida y cantidad de aprendizaje.

Contra la idealización del amor de Disney (que solo habla de la fase de enamoramiento pero nunca de la convivencia), usted dispone de aproximaciones algo más realistas al amor como Shrek (y cualquiera de sus secuelas). En este tipo de películas animadas -que también aunque no lo crea hablan de amor- usted escuchará gases en todos sus tipos y formatos, verá mal y buen humor en sus personajes, enfados y alegrías, fealdad y belleza a partes iguales y en general una larga colección de sentimientos reales y humanos mucho más sanadora y digna que todo lo anterior. Porque de algún modo, esos productores de Hollywood se han dado cuenta de que esa idea del amor ideal era ya de todo punto insostenible y rancia. Por eso en este tipo de películas -como en la vida- nada es blanco o negro sino más bien una gama de colores.

El amor consciente parte de estos tres hábitos poderosos:

  • La ACEPTACIÓN DE UNO MISMO. Usted es un portero poderoso que siempre tiene las llaves de su felicidad. Tiene derecho a mandar todo a la mierda si usted lo necesita, pero si lo hace interiorice que usted va dentro de ese «todo». Si no lo hace, sea cual sea su momento, con independencia de todos los demás excepto de sí mismo, usted puede ser feliz. Haga estas cuatro cosas: Conozca los oscuros recovecos de su mente, aprenda a templar el ánimo, repose el pánico, y aprenda a amarse a sí mismo y a estar solo antes de amar a otros. Para conocer los oscuros recovecos de su mente, lea, estudie y practique los avances en materia de psicología, sociología y filosofía. Pida apoyo si lo cree necesario. Para aprender a templar el ánimo, recuerde los cuatro temples del haiku: SABI (soledad, desapego, quietud), WABI (reconocimiento de su esencia sin ambición), AWARE (resonancia y paso del dolor al vacío), y el maravilloso YUGEN (acceso al misterio). El amor consciente -lector o lectora- es pura resonancia en usted mismo y en otros que le otorgará el acceso al gran misterio.
  • La DISCIPLINA Y ENTRENAMIENTO CONSTANTES por y para una vida significativa. Esto es, el compromiso y esfuerzo sinceros para ser valientes y elegir AMOR en vez de MIEDO, para permitirnos poder ser felices aún sabiendo que podemos estar tristes. Decía el maestro Aristóteles -y procuro no olvidarlo- que la excelencia no es lo que una persona alcanza sino lo que hace cada día, de modo que la excelencia no es un acto a lograr sino un hábito a practicar. Si usted quiere disfrutar el amor consciente no lo busque, provóquelo a diario. Establezca rutinas de amor consciente, pequeños hábitos o prácticas que le ayuden a conectar con lo que quiere ser. Sea inasequible a su propio desaliento.
  • El RESPETO POR LA NECESIDAD DEL OTRO a partir de una forma de comprender la vida desde la diversidad y el aprendizaje. Desligue su necesidad de ser amado de la dependencia a otros, disfrute de lo que ocurre ahora, no rememore ni compare, no proyecte ni ocupe en planificar a largo plazo la mayor parte de su tiempo en esta vida. Respete el momento y ritmo del otro, no imponga ni adoctrine, no avasalle ni convenza. Simplemente comprenda e intente ser usted mismo ante el otro. Quiérase mejor y sea más fiel a su esencia, respetando y apreciando también la existencia de esencia en el otro.

 

LAS FASES DEL AMOR CONSCIENTE

Son a menudo simultáneas, pero tal y como yo las he vivido una y otra vez son estas:

  • Ten claro quien eres.

Aquello que eres no es un nombre, sino algo parecido a esto…

Varón. Castaño. Imperfecto universal. Material conductor desde hace treinta y tres años. Feliz desde hace cuatro para siempre. Incluye autoestima. Buen corazón, usado, elástico, dureza 4. Alma vieja, en completa formación. Atractivo. Inteligente. Sensible. Experimentado y sorprendido. Come, duerme, ríe, llora. Equilibrado y sorprendente. Saludable. Seguro. Sin interruptor externo de encendido o apagado. Culpable de lo que hago, no de lo que hagas. Diurno. Tranquilo con muchas ganas de serlo. Apasionado. Conversador. Único sin ser distinto. Quiere ser padre, no necesariamente contigo ni tampoco hoy o mañana. Sin dependencias ni peajes, con heridas. Yo mismo a partir de todos los demás. No te busco porque no te necesito. Pero si te encuentro, te voy a celebrar. No tengo prisa. Ya he llegado.

Todo esto anterior es lo que soy. Y también, de esas raras personas que no saben aburrirse, que disfrutan de su soledad. No siempre he sido esto pero esto es lo que ahora soy. Por ello, si me preguntarse, qué me ha ayudado a vivir el amor consciente, yo te diría que siguieras siendo fiel a amarte primero a tí mismo, a pasar tiempo contigo sin pensar en los otros como foco de tus pensamientos, sino en tí como protagonista de la vida que quieres vivir. En este sentido, escribir, meditar y hacer el indio (en su sentido literal y extendido) han sido las tres cosas que más me han ayudado a apreciar el amor consciente.

 

  • Atrévete a disfrutar sin exigirte ni exigir a otros

El amor consciente hacia otra persona mola porque no es fácil. Pero mientras se construye o llega, creo que es insano y poco saludable no permitirte disfrutar de la amplia cantidad de oportunidades de ser consciente y celebrar lo que te ocurre sin necesidad de amar por completo a otra persona. Eliminar la exigencia a priori de tener que aceptar por completo a otra persona y sino no ser feliz, te hará relajarte, disfrutar y conectar con lo que te está pasando fuera y dentro.

Una vez que te atreves a conocerte y te trabajes durante un tiempo, lo que te pasa dejará de pasarte y empezaras a hacer que pase. No veras ya el conflicto ni la necesidad de mejora primero en otros y luego en tí mismo; sino primero en tí mismo y luego en otros. Te harás responsable de lo que te pasa. Te estarás habilitando a disfrutar lo que ocurre tal y como viene, entregándote a ello y alcanzando lo que mi maestro Anthony De Mello llamaba serenidad… «La serenidad consiste en colaborar incondicionalmente con lo inevitable».

Cuando empieces a ser consciente del poder de la serenidad, dejarás de querer tener razón en tu vida para empezar a tener paz. En este momento -así lo he vivido y lo han vivido muchas personas en procesos de acompañamiento- te convertirás en un imán de experiencias placenteras. No las apartes. Mejor, lee esto que aquí sigue…

Cuando usted ya se haya conocido a sí mismo,  puede encontrarse en dos situaciones: tener o no tener pareja.

Si tiene pareja, mi consejo es que intente lograr el amor consciente en la medida de sus posibilidades y dentro de su área de responsabilidad. Le recomiendo especialmente hablar y compartir lo que lleva dentro con su pareja, y atreverse sobre todo a conocerla. Si no logra ni una cosa ni la otra o simplemente como resultado de ambas, ve que algo no le hace sentir bien después de un tiempo o mucho tiempo, tal vez deba tomar una decisión sobre su vida en pareja. Tiene derecho a darse cuenta de que esa persona es la persona que quiere junto a usted, y también tiene derecho a darse cuenta de que esa persona no es la persona adecuada. En cualquiera de ambos casos, haga lo que haga, no la engañe nunca; desapruebo por completo la infidelidad y la ocultación. Son a mi modo de ver, resortes que se activan solo cuando en una relación algo o todo no va bien.

Si no tiene pareja, hay dos complementos para el amor consciente que ya no solo tienen que ver con usted sino con su relación con otros, y que pueden ser perfectamente compatibles con su voluntad de vivir y aprender el amor consciente. La forma que yo más disfruto en este sentido, y que en mis breves periodos de soltero he podido disfrutar, es sin duda el sexo sano con personas con las que conectes. Para tener sexo sano, no sujeto a dependencias ni voluntades secundarias más allá de eso que está ocurriendo, es necesario -así lo he vivido- que ambas personas se encuentren en momentos similares.

En una famosa escena de la película Shakespeare in love, la duquesa de Essex tras acostarse con Shakespeare y perder su virginidad dice «De modo que había algo más maravilloso que los sonetos y las obras de teatro, incluso si son los tuyos» y Shakespeare simplemente responde «Sí, así es». Para un sexo sano y consciente entiendo que cada tiene sus recetas. La mía consiste en dosis equilibradas de sentido del humor, relajación y aceptación. Por mi forma de ser esto equivale a hacer el ejercicio consciente de estar completamente AHORA sin que tu mente pueda ir a un lugar anterior o posterior a lo que ocurre. Esto es, no querer de tí ni de esa persona más de lo que pasa. En el caso del sexo sano se trata de disfrutar de todos tus sentidos y hacer volar de forma libre lo que eres junto a otro. En las sociedades occidentales actuales todavía no se ha superado por completo la barrera del tabú sexual, de hecho es ahora cuando estamos comenzando a hacerlo. Creo que esto hace que el sexo siga teniendo ese atractivo inherente a lo prohibido que nos hace vivir experiencias placenteras a corto plazo.

Otro complemento muy enriquecedor para el amor consciente, son las conversaciones significativas o poderosas con todo tipo de personas. Ya sea en el contexto de tu tiempo libre o tu trabajo, o en en el seno de tu grupo de amigos o contactos, hablar con alguien de algo y encontrar a una persona que sepa escuchar y quiera ser escuchada, es sin duda algo poderoso. Sentir esa conexión y ser consciente de la utilidad que ese tipo de relaciones tienen en tu vida, ha sido algo clave en mi vida. Por mi profesión, suelo tener muchas conversaciones significativas al cabo de la semana, pero encontrarme con este tipo de conversaciones en mis círculos de amigos o relaciones, sigue siendo para mí algo motivador y sorprendente.

 

  • Cuando practiques el amor consciente, no pierdas el foco ni caigas en tu trampa

Lo más seguro es que después de un tiempo, cuando ya estés a gusto contigo mismo y cuando tengas el calor y el amor consciente de tí mismo y de otra persona, te atrevas a dar un nuevo paso en tu vida. Recuerda cuando des ese paso que tu sistema de coordenadas en tu relación de amor con otro ya no es el mismo que era, y no vuelvas a caer en la tentación de idealizar o demonizar a la persona, o de querer vivir un enamoramiento continuo e irreal. Se fiel a lo que no quieres en alguien y valora lo que quieres. Permítete ser amado o amada, date el derecho a no sentirte bien en tu pareja solo cuando creas que ya lo has dado todo. Y recuerda, disfruta lo que ocurre porque también esto pasará.

 

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Parábola del liderazgo auténtico

Parábola del liderazgo auténtico

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«El ser humano es maravilloso, pero solo para un rato»

maestro Javier Cansado (cómico, Temp. 6 del progr. de TV Ilustres Ignorantes)

 

Se habla mucho de una palabra que pronto caerá en desuso. La hemos arrugado tanto que apenas ya sabemos pronunciarla sin parecer algo anticuados.

Esta palabra todavía resuena en un tiempo en el que hablamos de responsabilidad distribuida tratando de entender aún qué significa. Esta palabra sobrevive a duras penas en un momento en el que las organizaciones, fruto de su propia evolución y la de la sociedad a la que dan servicio, tienden hacia estructuras mucho más horizontales. Esta palabra se escucha aún en una época en la que el management se está reinventando para encontrar acomodo como vínculo entre personas y no como meta por encima de ellas.

Esta palabra es liderazgo. Y aunque toda persona aprende a convivir con ella, a muchos ya les resulta un tanto incómoda. Entretanto -lector o lectora- alguien como yo sigue necesitando un término que le ayude a expresar en pocas sílabas lo que esta breve parábola hoy recoge:

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EL EMPERADOR QUE QUERÍA GOBERNAR A OTROS

Y EL MENDIGO QUE TENÍA

EL ÚNICO SECRETO PARA HACERLO

 

Cuentan que hace varios miles de años, en otro tiempo y un mundo algo más grande, existía un curioso personaje. Vivía tendido en el suelo y comía y dormía en un rincón junto a los perros. Todo el mundo se reía de su extraña vida y ocurrencias al tiempo que le respetaban y pedían consejo como anciano. Un buen día visitó la ciudad un admirado y joven emperador al que le hablaron con fervor del curioso personaje, de suerte que quiso conocerle. Llegado al lugar donde vivía, el emperador quiso pedirle un único consejo. Tenía cierta vergüenza de reconocer y compartir su inquietud en público, por lo que alejándose de su séquito y queriendo ganarse el favor del anciano, se acercó hasta él y le dijo:

– Se dice que tu experiencia te ha hecho buen sabio en tu pobreza. Tal vez puedas ayudarme. He sido ampliamente instruido por filósofos y doctores, se todo tipo de artes y ciencias pero me veo ahora llamado a gobernar y dirigir personas. Y quiero aprender esto de otros. Me han dicho que la gente acude a ti desde muy lejos y te escuchan, atienden y aprecian. Ahora veo que eres pobre y que mendigas pero ¿Cuántas personas gobernaste y lideraste en el pasado para que todo el mundo acuda a ti ahora?

Contrariado, el anciano vagabundo miró sorprendido al emperador, y echándose a reír le dijo:

– Te contaré un secreto. Solo me he gobernado a mí mismo a lo largo de mi vida. En ella he comprobado en numerosas ocasiones cómo quien pretende gobernar a otros, acaba desgobernándose a sí mismo; y cómo quien trabaja para gobernarse, acaba gobernando a otros. Esto ocurre porque la única persona a la que cada uno de nosotros necesita dirigir, es a uno mismo. En realidad, no podemos gobernar a otros, más bien todos nosotros necesitamos gobernarnos. Y mientras aprendemos continuamente a hacerlo, permitimos a menudo que otros nos gobiernen. Sin embargo no admiramos a aquel que nos gobierna, sino al que nos permite aprender a gobernarnos, al que se gobierna a sí mismo, al que se conoce y vive de acuerdo a lo que es. No seguimos al que cree que puede gobernar a otros, sino a quien sabe que solo puede gobernarse. Porque gobernándote habilitas también a otros para que se gobiernen. Aprender esto ha sido y es mi único valor, pero es un valor difícil de encontrar. Por eso aquellos que no lo tienen o comprenden, los que todavía no lo conocen y lo buscan, al verlo continuamente en otro, le siguen sin dudarlo. De suerte que el liderazgo no es un medio sino una consecuencia. Quien aprende a liderarse a sí mismo, se habilita para liderar a otros.

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Por qué me aprecian las personas

Por qué me aprecian las personas

nino

 

«El que no ama siempre tiene razón, pero es lo único que tiene»

Antonio Gala (escritor)

 

En un principio pensé titular este artículo «Por qué nos aprecian las personas«. Luego, al comenzar a redactarlo me di cuenta de que yo solo puedo saber por qué me aprecian y no por qué aprecian a otros. Cada uno -supongo- tendrá su particular explicación. Algunos hablaran de que las personas les aprecian porque tienen claros valores morales o principios; otros dirán que las personas les aprecian por su educación y compostura; otros defenderán que son apreciados por sus acciones heroicas o sus grandes hazañas. En lo que a mí respecta, creo que ninguna de estas tres cosas explica -lector o lectora- por qué me aprecian tanto las personas. Creo que incluso soy un auténtico desastre en todas ellas.

Sin embargo me he pasado la vida amando y siendo amado por otros. De hecho creo que hasta el momento, he tenido la existencia más rica y plena que alguien pueda desear. Mi vida –en términos absolutos- está fielmente retratada en ese maravilloso poema de William Ernest Henley que llevo en mi cartera. Pero entonces, ¿Cómo he llegado a esto?, ¿Qué he hecho para merecer el aprecio y la consideración de otros? Hoy me pregunto por qué soy tan afortunado, por qué demonios me quieren y aprecian las personas. Y de momento estas -lector o lectora- son todas mis respuestas:

 

ELIJO NO SER DIOS

Aunque a veces, desbordado, lo pretenda. Acepto que por encima de mí hay algo superior en todo momento, circunstancia y ocasión. Todos tenemos siempre por encima de nosotros algo superior. En esto, créame, no somos muy originales. Usted si es creyente lo llamará Dios, si es hijo lo llamará padre, si es militar lo llamará señor, si es científico lo llamará Universo (Naturaleza) y si es un empleado lo llamará estructura (jefe, cultura, empresa). Pero siempre hay algo superior que usted no puede controlar. En otras palabras, mi área de responsabilidad sobre aquello que ocurre, aún siendo enorme y motivadora es también muy limitada. Por fortuna el hecho de que las cosas me vayan siempre bien NO ES SOLO mi culpa, aunque sea sobre todo culpa mía.

Las personas me aprecian porque suelo recordar que soy pequeño.

 

ELIJO ACEPTAR Y AGRADAR A LAS PERSONAS

Si bien antes me costaba aceptar a las personas tal y como eligen ser, desde hace ya varios años cada día aprendo a aceptarlas y tomar mis decisiones en función de lo que ellas quieren ser y no de lo que yo quiero que sean. Aunque nuestro narcisismo nos impida verlo con tanta claridad, la vida nunca es un teatro de marionetas que están a tu servicio. Cada persona tiene sus propios intereses y no respetarlos ni contar con ellos es dilatar o esconder un sufrimiento latente. Cada vida humana es un tesoro repleto de experiencias. Lo que me dignifica y enriquece mi persona no es obviar este tesoro, sino otorgarle el valor que me merece. Y para explorarlo con calma y detenimiento, me dedico sin descanso a agradar de forma sincera a las personas. Hago esto de forma natural pero conscientemente, con herramientas y constancia. Lo hago una y otra vez porque me he dado cuenta que es la forma más eficiente y eficaz de ser feliz y hacer felices a otros.

Las personas me aprecian porque intento aceptarlas y hacer que sean fieles a sí mismas.

 

ELIJO VIVIR EN DIRECTO Y NO EN DIFERIDO

Recuerdo siempre con cariño aquella reflexión tan poderosa de Pessoa que leí hace ya muchos años y que hoy a menudo recupero en las sesiones. Decía: “Llevo conmigo las heridas de las batallas que he evitado” Existe una creciente tendencia en las personas a posponer la vida. Y verán ustedes, la vida no es algo a conquistar, no es algo así como un premio tras un esfuerzo extraordinario. Es más bien como una planta, algo que usted necesita regar ahora para que luego pueda dar sus flores o sus frutos. Aunque tal vez esa planta sea hoy muy pequeña para usted o para otros, nada salvo su firme compromiso con ella la hará grande. Las plantas solo crecen en directo.  Pese a que usted –lector o lectora- haya visto muchos documentales donde una planta que creció vuelve a hacerlo de nuevo ante sus ojos, lo cierto es que las plantas solo crecen en directo. Si usted permanece a la espera de una vida mejor, abandone desde ya toda esperanza. Si por el contrario usted vive en directo, experimentará victorias y fracasos, lecciones que le harán crecer y conectar con la esencia de la vida. Usted podrá decirse a sí mismo justo antes de morir: Invertí todo mi esfuerzo en jugar este partido y no en evitarlo.

Las personas me aprecian porque suelo estar aquí y ahora y no esperando otro momento.

 

ELIJO TENER PAZ Y NO TENER RAZÓN

Vivo de acuerdo a lo que creo. He aquí la gran innovación: en la anterior oración, “creo” hace referencia al verbo “crear” y no al verbo “creer”. Trataré de explicar esto en detalle.

Hubo un tiempo en que yo luchaba para tener razón. Vivía cada día de mi vida buscando pruebas de que yo estaba en lo cierto. Si a menudo no las encontraba, solía entonces cambiar mi idea de las cosas. Sea como fuere, siempre encontraba un castillo para defenderlo.

Ahora sin embargo quiero tener paz. Por lo que parece, todo el mundo quiere tener paz. Pero he aprendido que esto no es del todo cierto. He aquí por qué creo que no es cierto: El conflicto se tiene, no hay que trabajar para tenerlo. Pero la paz… la paz nunca se tiene sino que hay que trabajar para tenerla. Hay algo que es común a todas las personas: cada una de ellas quiere tener razón y lucha para que otras asuman que la tiene. De esto es capaz hasta el más humilde insecto que habita este planeta. Todos podemos elegir a algo o a alguien por lo que luchar hasta la extenuación o la muerte. Esto por sí solo puede que nos haga grandes y a veces admirables, pero no nos hace únicos.

Lo que me hace único, aquello que me dota de toda mi energía y mi valor, es vivir para tener paz y no para tener razón. Suelo por ejemplo buscar el entendimiento y la paz, y viviendo de este modo, los genero. También he aprendido que suelo estar equivocado y que aquello que me ha sacado de los más profundos hoyos no ha sido nunca negar que yo estaba equivocado, sino generalmente aceptarlo.

Si yo elijo tener razón, he experimentado –y creo haber aprendido con dolor de ello- que suelo dejarme la mayor parte de cosas importantes por el camino. Pero si elijo tener paz, abandonar mi ego y mi discurso, alejarme de mis convicciones hasta poder dar cabida a otros, paradójicamente además de tener paz, el resto de personas me acaban otorgando cierto grado de razón. En otras palabras, vivir para tener razón casi nunca suele dar una paz verdadera al individuo y pocas veces suele ser algo razonable. Pero vivir para tener paz, suele darte no solo paz sino razón.

Las personas me aprecian porque no aspiro a vencerlas sino a comprenderlas.

 

¿Por qué creo que todo esto funciona?

Aunque no hago siempre todas las cosas anteriores, sí creo ser consciente de que las hago la mayor parte de las veces. Y cuando las hago, obtengo enormes resultados a corto, medio o largo plazo. De forma que haciendo esto de forma repetida,  apreciarme resulte tremendamente fácil para otros. Es como poner un balón en el punto de penalty, hacer que se vaya de vacaciones el portero y decirle a la persona: Ahora, tira. Por otro lado, aunque no todos me aprecian o me quieren,  aquellos que lo hacen son los que verdaderamente necesito que lo hagan.

 

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