«Es de importancia para quien desee alcanzar una certeza, saber dudar a tiempo«
Aristóteles, s.IV a.C.
Hoy quiero hablar de la certeza. Intentaré hacer algo así como un recorrido por la certeza humana.
La seguridad en algo es necesaria para avanzar. Sin embargo no es menos cierto que nuestros peores episodios como especie se han derivado del exceso de seguridad en algo. La certeza ilumina en su justa medida y ciega en su desmesurado uso. Los fundamentalismos, las doctrinas férreas y las certezas absolutas parten siempre de asunciones básicas sobre elementos de juicio o bases de comportamiento que a menudo no lo son. Por tanto lector/a, lo que hoy sostendré es que es tan importante tener certezas como no llevarlas al extremo ni tener excesiva fe en ellas.
¿ES ÚTIL LA CERTEZA?
En general la certeza no es útil o inútil por sí misma, sino en relación al uso que hagamos de ella. Puede ser útil tener certeza sobre algo en un determinado momento, pero también puede ser desastroso tener un exceso de ella en otro momento.
Si todos necesitásemos certezas para avanzar, nadie habría aprendido a caminar.
Por otro lado, solemos asociar la valentía o el valor a aquellas personas que realizan sus actos sin la certeza de que vayan a llevar a buen puerto. De algún modo parece más valiente aquel que arriesga sin certeza que aquel que tiene certeza sin riesgo. También es indudable que la certeza la construyen ambos.
A continuación haré un recorrido sobre el papel que juega la certeza en cada uno de estos 3 estratos sistémicos: personas, equipos y organizaciones. Sepa el lector/a que para mí nada existe salvo las personas, que son lo único real y tangible con lo que puedo trabajar. El resto -equipos y organizaciones- son abstracciones necesarias que las personas crean para llegar a algo. Aún así, hablaré también de ellas.
LA CERTEZA EN LAS PERSONAS
Paul Sloane comparte hoy una reflexión de Mark Twain extraordinariamente útil para nuestro día a día:
«No nos mete en problemas aquello que desconocemos, sino aquello que pensamos que conocemos con certeza»
Comenta Sloane que aquellas cosas de las que estamos muy seguros son los supuestos más peligrosos que tenemos. Es por eso que grandes innovadores no confían en expertos o teorías, u hojas de cálculo o modelos. Ellos confían en la experimentación y los resultados empíricos. Suscribo esta afirmación y en el mundo del cambio y la innovación confío más en aquellas personas que no buscan moldes o patrones sino que crean trajes a medida. Ayer mismo en una sesión grupal en una organización, una persona comentaba que lo que más podía ayudarles como equipo era no dar nada por supuesto a la hora de relacionarnos con el resto de miembros del equipo. Esta reflexión hace referencia a una lección básica que he aprendido acompañando equipos durante estos años:
De algún modo si damos por supuesto que todo el mundo tiene la misma idea sobre ideas generales, por ejemplo qué es el respeto por los demás, el trabajo en equipo, el buen desempeño, la bondad, el compañerismo, la educación en el trabajo, etc… tendremos infinitas posibilidades de frustrarnos y encontrarnos en problemas. Si por el contrario desde un principio hablamos con el resto de personas sobre qué representa e implica para nosotros cada uno de esos valores, y nos ponemos de acuerdo sobre las bases de cada uno de ellos que son aceptables para todos; tendremos infinitas posibilidad de éxito en nuestras relaciones.
Dar supuesto algo a nivel interrelacional, es siempre un flaco favor para uno mismo y para el equipo al que pertenece.
LA CERTEZA EN LOS EQUIPOS
Hace tiempo hablé aquí sobre la importancia que tiene la duda razonable para nuestra mejora como personas y equipos. Soy un ferviente admirador del método científico, y aún sin idolatrarlo en exceso, considero que es la mayor conquista efectiva que hemos sido capaces de alcanzar como especie para comprender y disfrutar la vida. Una única asunción hace revolucionario al método científico:
Algo es cierto hasta que se demuestra lo contrario. Es nuestra obligación vivir de acuerdo a una duda razonable, esto es, experimentar continuamente, indagar y cuestionarnos la realidad para construir esa verdad compartida.
He conocido a muy pocos equipos que tengan el valor de ser científicos en estos términos. Invito al lector/a a conocer las bases del método científico y su increíble utilidad práctica para el cambio y el desarrollo de equipos en el artículo La ciencia del pensamiento cotidiano.
La duda razonable es, por tanto, para mí nuestro mayor logro y la herramienta más útil para el cambio. Cuando escribía sobre ella, hablaba entonces de dos tipos de perfiles -complementarios entre sí- que suelo encontrarme en los equipos:
Los atractores clásicos: personas para las que todas las opciones confluyen en un mismo punto. Todo lo que ocurre a su alrededor está pasando para justificar su modo de vida y sus creencias. No hay nada que esté encaminado a lo contrario y si alguna vez encuentran señales de este tipo, manifiestan un comportamiento altamente reactivo.
Los atractores extraños: personas propositivas, que emplean una mentalidad abierta, a menudo caóticas, que poseen una complejidad implícita, altamente creativas. Necesitan sistemas dinámicos continuos, tienden a la dispersión, son curiosos, inventan su propia realidad, son a menudo buenos comunicadores y les encanta relacionarse y compartir.
Lo que distingue en último término a un equipo de maduro de un grupo de personas, es la capacidad que dichas personas manifiestan para complementarse, y no la capacidad que tengan de anularse o devorarse unas a otras.
Cuando una manada de leones caza en equipo o una manada de gacelas se defiende en equipo, no es la uniformidad de todos sus miembros sino la unidad de todos ellos por encima de sus diferencias, lo que hace ganar a una o a otra.
LA CERTEZA EN LAS ORGANIZACIONES
En el cambio cultural, he podido vivir cómo intentar adaptarse a un modelo es altamente desastroso y poco productivo en la mayor parte de casos, y cómo trabajar desde la base pulsando la expectativa y la necesidad representa la vía de innovación real y cambio efectivo. Respeto más a aquellos no son fieles a un modelo, ni se agotan en buscar uno perfecto o defender el que ya tienen. Es muy fácil formular una teoría, lo difícil es atreverse a vivir la práctica.
En el terreno del cambio cultural, me he encontrado con organizaciones que son coleccionistas de certezas. Sin excepción, todas ellas se manifestaron incapaces de representar o articular un cambio práctico. Para desplegar innovaciones efectivas (transformaciones reales en la vida de las personas y los equipos) es necesario asumir que podemos estar equivocados. A menudo recuerdo que en los procesos de acompañamiento que ningún valor es tan útil en un proceso de cambio cultural como la humildad. Aceptarse como falible es el primer paso que cualquier equipo de alta madurez debe dar.
En todo proceso de cambio cultural en organizaciones, es tan importante construir certezas colectivas como no dejar que nos consuman las certezas personales.
Seguimos acompañando el cambio. ¡Contacta con nosotros!.
Tengo mucho que aprender respecto a las relaciones humanas más fundamentales. Encuentro que cada día amanezco con la intención de descubrir algo. Y esto no es menos cierto que el hecho de que llevo ya algunos años cultivando equipos saludables. En palabras llanas, acudo a lugares donde las personas necesitan comprenderse. Más allá de problemas en la propia estrategia de empresa, en la visión de negocio o en la productividad, lo que en el fondo demandan las personas es sencillamente atención. La mayor parte del tiempo, salvo raras excepciones, los equipos solo necesitan aprender a expresarse y conocer algunas claves relacionales que he descubierto solo con la experiencia y con los años.
En general todas las cosas que importan en la vida son difíciles de ganar y fáciles de perder. Hoy comparto en este artículo 3 teorías de formulación propia acerca del poder, la confianza y la comunicación que espero ayuden al lector o lectora a cultivar equipos saludables:
MI TEORÍA SOBRE EL PODER
En la mayor parte de los casos las relaciones humanas son asimétricas y se basan en una interpretación de la realidad por cada una de las partes. La interpretación más acostumbrada tiene que ver con lo que el viejo Russell llamaba PODER. Es importante que el lector o lectora se repita esta palabra mentalmente: PODER. En castellano la palabra PODER deriva del latín POTERE y la mayoría de lenguas vernáculas derivadas del latín mantienen esa misma estructura léxica. El diccionario etimológico de la RAE define PODER como la facilidad, tiempo o lugar de hacer algo. Por tanto, alguien que tiene PODER es alguien que PUEDE hacer algo. Muy en contra de esta definición, que es la propia y la correcta, solemos entender que el PODER se manifiesta cuando se ejerce la acción derivada de la capacidad real de ejercerla. Créanme si les digo que el razonamiento que compartiré a continuación, me ayuda cada día a mover montañas:
LA CADENA DE PODER: El poder es muy anterior a la acción ejercida. El poder reside ya en la propia capacidad de ejercerlo. Considero que diariamente recortamos la extraordinaria cadena del poder que está formada por: a) la conquista del poder, b) la capacidad de ejercer poder, c) la acción de ejercer poder. Considero que solemos hacer referencia tan solo a este último paso cuando repetidamente a lo largo de la Historia y en todos los ejemplos de tu vida que imagines, los dos pasos importantes y fundacionales del poder son los primeros
LA CONQUISTA DEL PODER: El respeto de los otros -que es el que otorga el poder- se gana a través del mérito propio. Incluso aquellas personas que llegan al poder por méritos de otros, siempre SIEMPRE SIEMPRE deben construir mérito propio. El mérito suele corresponderse no con un acto sino con un hábito o costumbre continuada. Por todo ello, es muy complicado adquirir poder y aquellas personas que tienen poder no necesariamente son las más sabias o las más capaces o las más inteligentes, sino las más pacientes y constantes. Cualquier ejemplo de la historia que el lector o lectora imagine, corrobora esta afirmación.
LA CAPACIDAD DE EJERCER PODER: Solo tienes el derecho a tener poder cuando otros te otorgan el privilegio de tenerlo. Repita en su mente esta frase anterior hasta que alcance la completa y poderosa comprensión de su significado; creo que le ahorrará muchos problemas. Lo creo porque el poder solo se manifiesta a través del respeto de los otros. El poder, por tanto, se gana pero además lo otorgan otros que juzgan que la persona puede ser poderosa.
LA ACCIÓN DE EJERCER PODER: Una vez que se tiene poder, esto es, que la persona lo gana y los otros lo otorgan, es muy sencillo perderlo. Cuanto más poder se conceda o gane una persona, más sencillo será perderlo. Esto ocurre por el hecho de que existe en nuestra mente una imagen nítida y sesgada de la proporción de las cosas que ignora cualquier principio de la probabilidad. En esta imagen, tendemos a recordar que hay decenas de miles de personas que podrían tener poder (todas ellas son inteligentes y capaces) pero olvidamos que solo una fue paciente y constante para ganarlo. Esto quiere decir que nuestro sesgo de confirmación tiende a recordar el inmenso abanico de posibilidades de lo que puede o pudo ser (opciones plausibles) en detrimento de lo que realmente es (reconocimiento y aceptación de la realidad). El gran problema de las personas que siempre viven en lo que puede o pudo ser es que jamás disfrutan de lo que actualmente ya es llegando a minar cualquier posibilidad de mejora o cambio. Siempre recuerdo en mis sesiones que no conozco otro escenario de trabajo ni otro modelo de innovación más exitoso y productivo que la realidad. Todavía nadie me ha enseñado otro escenario útil.
MI TEORÍA SOBRE LA CONFIANZA
Quizás uno de los libros que más me cautivó cuando era niño, por su impactante tesis y sus reveladores planteamientos, fue El mito de Sísifo de Albert Camus (Le Mythe de Sisyphe, 1942). El libro comienza con una cita de Píndaro que dice así:
«No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible»
Tal vez olvidamos a menudo esta enorme reflexión que reformuló siglos después Ardrey y que me sirve a diario para crecer más y más desde lo humilde y lo pequeño:
«Mientras perseguimos lo inalcanzable hacemos imposible lo realizable»
Comenzaba así El mito de Sísifo recordándonos exhortando al lector a pensar en el sentido de nuestra existencia y en la razón última de que estemos vivos. Como todo existencialista y amante del absurdo, Camus exponía a través de la más alta narrativa que Francia ha dado, que la vida tiene solo el sentido que cada uno queramos darle. Del mismo modo las personas tenemos solo la confianza que otros quieren darnos o que cada uno quiera tener en sí mismo. Sísifo, astuto, hizo enfadar a los dioses y fue condenado a empujar indefinidamente un peñasco gigante montaña arriba. Cuando el peñasco estaba ya en la cima volvía a caer hasta lo más profundo del valle desde donde debía recogerlo y volverlo a empujar hasta la cumbre durante el resto de sus días. Así imagino yo que es la generación de confianza, tan difícil de ganar y tan fácil de perder. Y para una breve aproximación a la generación de confianza y a mi teoría sobre la confianza, invito al lector o lectora a leer aquí y aquí.
MI TEORÍA SOBRE LA COMUNICACIÓN
Ya he escrito aquí sobre lo que otros entienden por comunicación y hace poco hablé del protagonismo y la importancia que la palabra ha tenido en mi propia vida. Sin embargo nunca he formulado en un formato breve y comprensible para todos qué atajos exitosos suelo emplear a la hora de comunicarme con los demás. Si al lector o lectora no le importa, también haré referencia a aquellos que no me funcionan nunca en absoluto. En ambos casos expondré mi teoría de la comunicación, por lo que hablaré de asunciones básicas y generalidades útiles a partir de mi experiencia.
Creo que hacemos muy poco el ejercicio efectivo de pensar en la necesidad, la voluntad y la integridad del otro cuando hablamos. Sobre estas tres bases, se basa mi teoría de la comunicación. La idea fundamental es que la empatía real es el valor básico de toda comunicación efectiva:
LA EXPECTATIVA AJENA: En todo proceso de comunicación efectiva nunca es tan importante lo que yo quiero decir como lo que la otra persona espera que yo diga. Sostengo que el 80% de comunicaciones que realizamos a diario no resultan efectivas porque solo pensamos en lo que nosotros necesitamos decir y no en lo que la otra persona necesita que digamos. Frecuentemente se defiende que la coherencia en la comunicación depende de que mi mensaje (mi palabra) se corresponda con mis actos (mis hechos). Añado a esta verdad que la coherencia en la comunicación es un proceso bidireccional que se construye y necesita de ambos sentidos (emisor y receptor) para ser efectivo. Si queremos que nuestras comunicaciones sean efectivas debemos dejar de recortar lo que denomino la extraordinaria cadena de comunicación: a) necesidad de que yo diga algo, b) necesidad de la otra persona de escucharlo, c) encuentro de ambas necesidades a través del lenguaje. Generalmente nos saltamos el paso B en nuestros procesos de comunicación, y esto repercute en la falta de efectividad de las comunicaciones. Sobre las necesidades diré tan solo que la mayor parte del tiempo tenemos que suponer la necesidad del otro pero que lo más efectivo en los equipos es que cada persona comparta su necesidad. En aquellos procesos de desarrollo de equipo en que esto ha ocurrido, todos hemos sentido y hecho magia. Nadie puede comunicarse de forma efectiva con nadie a no ser que esta otra persona lo necesite.
LA VOLUNTAD AJENA: En todo proceso de comunicación efectiva nadie se dará por enterado a no ser que él o ella mismo quiera. Sostengo que no solo es importante el momento en el que la otra persona tenga la necesidad de escuchar algo, sino también el momento en el que tenga la voluntad de hacerlo. Nadie puede comunicarse de forma efectiva con nadie a no ser que esta otra persona quiera.
LA INTEGRIDAD AJENA: En todo proceso de comunicación efectiva es tan importante expresar y exponer el territorio propio como respetar y dejar que la otra parte exprese y exponga el territorio ajeno. La finalidad de la comunicación no es que la otra persona comparta mi territorio sino que los dos construyamos uno nuevo a partir de cada uno de los nuestros. A lo largo de mi vida y aún hoy en mi rutina diaria, nada suele ir peor que aquellos momentos en los que intento convencer a alguien de algo sin darle apenas oportunidad de conocerle. En este sentido, creo profundamente que uno no conoce a una persona cuando te la presentan, sino cuando se presenta, esto es, cuando ella misma decide darse a conocer. Y nadie puede disfrutar de este regalo de la vida si no deja tiempo y espacio al resto de personas para sentirse confiadas. Ningún mamífero sale de su madriguera o se atreve a dar el primer paso sin que otros faciliten y aseguren que por fin ya puede hacerlo.
LO QUE TIENES Y LA MEDIDA DE LO QUE DICES: Si no tienes, no gastes. Lo que sirve para la economía, sirve para la comunicación. Nadie puede comunicar algo que no tiene. Solo tienes lo que eres, tarde o temprano te darás cuenta de esto. Por otro lado, «de lo malo a lo bueno se va bien, pero de lo bueno a lo malo, ¡ay qué mal se va!. Cuando tengas que comunicar algo, ten en cuenta que la otra persona se genera expectativas, necesidades y voluntades como hemos visto, de modo que procura que lo que dices no le haga tragar tierra. No es necesario que añada nada más a la explicación que Isidro y Moisés hacen de estos principios de convivencia básica:
Empezamos de nuevo el curso con trucos y atajos sencillos que te ayuden a lograr el cambio y la mejora en los equipos y personas. Contacta con nosotros si necesitas que te acompañemos en el cambio.
Cada uno siente como puede. Y esto, amigo o amiga, apenas cambiará. Pero hay una creciente corriente de pensamiento que dice que debemos apartarnos de las personas tristes o de las deprimidas. Toda una jauría de egoístas impenitentes que nos dicen que lo único aceptable es la alegría, que nuestro pecho solo tiene habitaciones para huéspedes que defiendan la sonrisa. Poco valor existe en aquellos que no se enfrentan a la realidad de las personas y pretenden imponer la propia. Muy poco honor en quienes niegan a otros el derecho de sentir el inmenso catálogo de emociones que configura la especie más maravillosa de la Tierra.
Y he aquí que yo soy un caballero y les maldigo y lucho contra ellos. Maldigo a todos aquellos que huyen de las personas tristes, a los que reniegan del llanto y de las lágrimas. Maldigo a aquellas personas que no se permiten ni aceptan que a veces pueden estar tristes o no siempre estar contentos. Lucho contra los que no reconocen la realidad entera como forma de gobierno y como único sistema de innovación y vida. Lucho contra aquellos que solo quieren vivir o sentir una o cualquiera de las partes. Lucho a veces para que alguien por fin comprenda que es tan útil una lágrima como lo puede ser la risa. Y que no hay opción buena o mala a la hora de sentir pero sí una vía saludable de hacerlo que es simplemente ser consciente de lo que estás sintiendo ahora y aceptarte. Aceptar que eres humano y no una imagen perfecta de lo que quieres ser.
Esto dijo un músico llamado Graham Nash:
«La vida no es perfecta; no lo será nunca. Tienes que aprovecharla al máximo y abrir el corazón a todo aquello que el mundo tiene que mostrarte. A veces resulta aterrador y a veces increíblemente hermoso. Yo me quedo con las dos cosas, gracias».
Maldigo, en fin, a los que solo se quedan con una de estas partes de la vida e intentan que el resto elija entre una u otra. Porque tú tienes derecho a vivir ambas.
YO DEFIENDO LA TRISTEZA
Yo defiendo la alegría y por eso, aunque solo sea por eso, también defiendo la tristeza. No simplifiques tu corazón por el solo hecho de que tu mente apenas lo comprenda. Simplemente ábrelo, como decía el bueno de Nash, a lo que el mundo tiene que mostrarte. Ábrelo de par en par y si así ha de ser, siente miedo. Porque todos, en el fondo, vivimos indefensos. Y en esta común indefensión nace el amor.
MI TRISTEZA ALUMBRÓ MI VIAJE
Aprendí a llorar luchando.
Aprendí que yo era suficiente.
Que ningún fuego es más grande que una lágrima.
Aprendí a llorar cuando estoy triste y a permitirme reír si estoy alegre.
Me enamoré como un loco de la mejor persona y compartí con ella todos los años de mi vida.
Le he amado con todos sus defectos.
A su lado viví el más terrible miedo y la más completa soledad.
Dormimos juntos preguntando a las estrellas.
Me sentí querido y frágil, arropado por su voz y su palabra.
Existe placer en los bosques sin senderos, | Existe éxtasis en una costa solitaria, | Hay compañía en la que nadie se inmiscuye, | En el océano profundo, y música en su rugido, | No amo menos al hombre, sino más a la naturaleza, | De todas esos instantes, donde robo | Por todo lo que puedo ser, o he sido antes, | Por mezclarme con el Universo, y sentir | aquello que nunca podré expresar, ni tan siquiera llegar a concebir.
George Gordon Byron [1788-1824]
He vivido muchas cosas y creo que ahora sé lo que se necesita para ser feliz. Una vida tranquila y alejada en el campo, con la posibilidad de ser útil a otras personas con las que resulta fácil hacer el bien y que no están acostumbradas a que las ayuden. Quizá un trabajo que sea de algún provecho y luego descansar, la naturaleza, libros, música, el amor al prójimo… esa es mi idea de la felicidad. Y para culminar todo lo anterior, que usted fuera mía y que tuviéramos hijos tal vez. ¿Qué más puede desear el corazón de un hombre?
Lev Nikoláievich Tolstói (Семейное счастие, 1858)
Segundo artículo de agosto. Son artículos no técnicos sino importantes. Desde mi retiro, hablo de breves píldoras para ingerir tranquilo, hierbas aromáticas más lejos aún de las palabras. Hoy lo hago completamente encantado con Boyhood (Linklater, 2014) y tras rescatar del estante Into the wild (Penn, 2007) Mis horas de reflexión, más allá de esto, estuvieron invadidas de Schopenhauer, Séneca, Montaigne, Epicuro y Sócrates gracias a De Botton. Pinté, sonreí y hablé con gente a la que quiero y que me quiere. Luego, en homenaje a Christopher, escribí esto:
Hay una naturaleza exterior que me conmueve. Me rodea repleta de belleza como un abrigo de pelo para el frío sudor del caminante. Y luego hay otra naturaleza que apenas yo comprendo. Es una naturaleza que llevo dentro, un áspero fulgor incontenible. Creo en las personas que se atreven a crecer. Yo no vivo la mejor de las literaturas, simplemente comparto la mejor de todas las que tengo. Porque el tiempo no pasa para quien lo es, y si eres sabio, todo se repite:
CAPÍTULO I: Mi propio nacimiento
La gente que más suele exigir a otros es la que menos suele exigirse a sí misma.
Es de día, aún temprano para escuchar a otros. Atravieso la carretera y corro por la vereda junto a la cerca. Quizás alguna chica me haya escrito ayer, puede que hace dos noches durmiera en otra parte. Tal vez hace algunos días pensara en claudicar, en dejarlo todo y sentirme vivo. Pero ahora el sol es luz sobre mis hombros. Dónde estoy no importa tanto como el lugar interior al que no he llegado. De repente dejo de esperar que ocurran cosas. El camino es escarpado y está lleno de piedras. Sale vapor entre mis labios. Asciendo a lo más alto sin necesidad de descansar. No necesito convencer a nadie de que este es el mejor lugar del mundo. Tengo pequeñas ambiciones como ser alguien a quien todo el mundo escuche; y tengo grandes ambiciones como que esta noche mi cama huela a tí. Hay personas que necesitan creer en algo y personas que necesitan creer en alguien. Durante algún tiempo yo fui de los primeros. No se hacer otra cosa que vivir. En esto yo soy ahora el mejor de los mortales. O eso pienso ahora mientras corro.
CAPÍTULO II: Mi adolescencia
Ningún piloto diseña las nubes que atraviesa.
Ningún mar en calma hace experto a un marinero.
Te mereces la paz que necesitas, la que tú te des y no la que otros creen que necesitas. Se fiel a todas las señales. Después de todo, esto es suficiente. Aprender, aprender mucho y siempre. Abrir cada tarde las puertas del paraíso con las llaves de tu casa. Vivir tu propia vida. Pasar frío en los inviernos. Ser tu lumbre. Fluir extasiado en el trabajo. Dormir junto a las ranas y los grillos. Saber volar y formar parte de todos los colores. Necesitarte. Sentir que llega el sol y saber que eres el verano.
CAPÍTULO III: Madurez
Nunca encontrarás a nadie con suficiente dinero para pagar todo tu rescate
Dice el maestro que una vida feliz tiene tres ejes básicos: relaciones de amistad sinceras y continuadas, autosuficiencia (o independencia propia para tomar decisiones) y una vida reflexiva (o el análisis y aprendizaje de nuestros actos). Mi piel es el cielo de mi cuerpo, más allá está todo lo que toca. Si cuando hablo tiemblas, es que ninguno de los dos ha muerto. Trabajo con personas que se buscan y solo a veces con aquellas que ya se han encontrado. Me dirijo por ejemplo un martes a un grupo de reducido de personas y hablo durante diez minutos en el círculo. Confían aparentemente en mi criterio. Luego la conversación se abre y cada uno, a su manera, pide su rescate. Algunos pagan el de otros en el acto; la mayoría entiende que el paso del tiempo es medicina y uno a uno empiezan a explorar la combinación necesaria de sustancias: comprensión, respeto, afecto, ilusión, realismo,… Cuando acabo, por las noches salgo a pasear. No bajé de la montaña para enseñar a nadie. Solo creo que tengo algo que decir y que tengo claras las cosas importantes.
CAPÍTULO IV: La familia
La mayor parte de personas de la vida son concursantes, solo algunos son el premio.
El amor no se obtiene, se recorre. Cuando completamente exhausto te atrevas a decir que ya has llegado, deja abierta incluso entonces la puerta para más visitas. Ni siquiera cuando no respire, dejaréis de oír mi aliento. Porque uno es padre e hijo de toda su familia. Porque cada uno de nosotros se debe a lo que es, y lo que es -si está maduro- no es mucho más de todo lo que somos. ¿Qué me hizo más fuerte y feliz? Dejé de pensar en mí la mayor parte del tiempo.
CAPÍTULO V: La obtención de la sabiduría
No busques personas que estén siempre a tu altura. Ten cerca a aquellas que estén casi siempre a la altura de sí mismas.
No puedo resolverlo todo. La vida, eso que llamamos vida y siempre te sorprende, no depende solo de mi. Se que la mayoría de las cosas no son lógicas. Soy humano en todos los sentidos. Si eres creyente o religioso, esta vida para ti es solo un primer plato. Si eres ateo, toda la vida para ti es un plato combinado. Pero para todos nosotros, solo hay una carta. Y esta es mi expectativa: Soy el responsable de mi alma, elijo estar a mi altura y solo entonces vuelo.
«La felicidad solo es real si se comparte» Christopher McCandless
«La santidad está en los buenos actos, en el valor de proteger a aquellos que no pueden protegerse. Y la bondad, el deseo de Dios, está en tu mente y en tu corazón Es lo que decidas hacer día a día lo que te hará un buen hombre o no«
Kingdom of Heaven (Scott,2005)
«Yo solo busco que me tiemblen las piernas…«
Amelie (Pereza, 2009)
Ya volví del mar para cuidarme y traigo este mensaje. Esta es mi segunda noche en tierra y hace ya más de dos años que no me echo de menos. Estoy tranquilo, sentado, es verano y puede que sea tarde. En la terraza el aire me atraviesa. Varios accidentes geográficos me tocan. Está al fondo esa colina, a mi derecha el campo seco donde pasta resoplando cada noche aquel caballo, a mi izquierda una cremallera recta de coches y camiones. Sobre las cinco canta en alto un gallo. Por la noche hay ruido de perros y de grillos. A esta hora ensaya la orquesta de cencerros. Aquí me encuentro mucho. Me quedo sentado y me descalzo. Escribo durante no más de una hora y me recojo. Esto es lo más profesional que hoy yo se escribirte:
Que salga el sol y lo haga dentro.
Que te tiemblen las piernas.
Que alguien te haga vibrar.
Que despiertes a su lado.
Que te elija de regalo.
Que te mire hondo sin hablar y que te calle.
Si no te ocurre esto, busca que hoy te ocurra.
Levántate y anda.
Que nadie -ni siquiera tú- lo entienda.
Pero que ocurra, que hoy te ocurra.
Que la vida te regale lo que eres.
Que encuentres y te encuentren.
Que al poner la mesa hagan falta más de dos cubiertos.
Que al hacer la cama huela a otro.
Que al vivir algo intenso o bello le recuerdes.
Que tengas suficiente sitio para tu dolor.
Que sientas tras tu lucha diaria el descanso del guerrero.
Que tengas donde dormir sin ser tu casa.
Y que tu casa no sea un edificio.
Que llegar a casa sea estar con ellos.
Que te necesiten abrazar y que se muevan.
Que les necesites abrazar y que te muevas.
Que antes de dormir, te tumbes boca arriba respirando hondo
y cierres los ojos con las manos en el pecho y en tu mente se repita todo esto:
Soy el responsable de mi alma.
Yo no elijo mi destino pero elijo qué hacer con él.
Nadie salvo yo decidirá cómo será mi día.
Esta es la vida que tengo y estas las personas que quiero y que me quieren.
Elijo quererlas y permanecer con ellas.
Tengo fe en lo que soy y lo que somos.
Tenía que pasar que nos quisiéramos.
Estoy aquí a su lado y ese es nuestro sentido.
El resto es TODO LO DEMÁS.
Esta es la paz que buscan las personas y nosotros la tenemos.
Con motivo del artículo número 500 de este blog, hoy quiero hablar de un instrumento certero y noble. Hoy quiero hablar de lo que ha supuesto en mi vida la palabra. Te comparto esta parte de mí como agradecimiento a tu fidelidad constante. Y quiero ser en esto lo más científico posible. Hablar de números y datos contrastables. Porque aunque en otros foros y artículos ya la he defendido (Guía breve de comunicación efectiva se lleva la palma) jamás le he dedicado la importancia que merece en mi vida y tampoco he sido transparente.
Desde hace dos años la palabra que más repito es GRACIAS. Tengo mucho que agradecer. Soy un hombre afortunado. Tengo una vida sencilla, de sacrificio y de trabajo que me da no más o menos disgustos que cualquier otra vida de cualquier otra persona. Mido mis gastos si son de dinero y suelo mantener mis inversiones si se trata de personas. Hay personas a las que he querido que me han querido y también personas a las que he querido que no lo han hecho.
Hasta aquí el lector o lectora podría ver en la mía una vida corriente de una persona más sobre el planeta. Y sin embargo yo soy alguien especial. Y lo soy por la palabra. Con ella he conquistado lo mejor de mi vida y por ella vivo mi momento dulce.
Estas son algunas estridencias que demuestran mi procedencia extraterrestre: Se tocar a las personas; se volar sin moverme de la tierra; puedo mirarme a los ojos y puedo mirarte a los ojos; elijo ser persona; soy un ser tranquilo; me gusta el compromiso; vivo casi siempre cerca; y viajo dentro. Pero si me preguntaras cuál de todas estas cosas me hace ser alguien diferente, yo te diría que ninguna comparable a mi amor por la palabra.
Hoy quiero tan solo hablarte de mi apuesta por la palabra y decirte, lector/a GRACIAS tras 500 artículos hablando de equipos, desarrollo personal y profesional y de personas. Lo más especial que hoy puedo hacer para tí es compartirme, abrirte lo que llevo siendo en función de esto que nos mantiene a tí y a mí en contacto: la palabra.
ANATOMÍA DE MI PALABRA
Muchas palabras no implican mucha sabiduría | Tales de Mileto
Puedo hablar de ella porque la practico y la cumplo. Porque he dejado pocas veces de hacerlo desde que tengo uso de razón. De crearla, de cuidarla, de apostar por ella. Por la mía y también por la de otros.
Durante mis primeros años (a eso de los 9, 10 u 11 años) escribía mucho. La mayor parte de todo lo que he escrito está quemado, roto o en posesión de otros. No me interesa tanto conservar lo que digo como poder decirlo. Es mi amor por el acto de creación de la palabra como elemento vivo y transformador lo que me ha hecho un auténtico artesano; el resto no me ha importado mucho.
Mucho antes de que nos poseyera el tiempo real, yo vivía en el tiempo propio. Antes de inventarse whataspp, yo había escrito decenas de cartas y cientos de poemas a las chicas que yo amé durante años. Como es lógico, no conservo copia de ninguna. Tampoco hay copia de la mayoría de proclamas o ensayos resumen que escribía tras leer los libros nucleares de la cultura occidental. Soy -he de decirlo- un analfabeto en materia de novelas y en general un completo zote en la literatura universal acostumbrada. Me gusta leer cosas extrañas, únicas y con frecuencia escapo de la masa para poder hacer mi pan. Además mi conocimiento en lo referente a ciencia ficción se limita al séptimo arte, cuya cultura adoro con pasión. Si en los últimos 2 años he visualizado unas 500 películas (por mis registros en filmaffinity y un cálculo real de promedio visionado), calculo que habré visto en toda mi vida no menos de 4.000 largometrajes.
En 1999 concluí mi primera obra con 208.544 palabras. Recuerdo que estaba exhausto y no logré superarla hasta pasados algunos años. Me afectó mucho y soñaba con ella a todas horas con obsesión desmedida e inhumana. Trabajé por la noche sin apenas dormir durante 7 años. Esperaba a que la ciudad se callase por completo y entonces yo empezaba a hablar. No fue más que un acto horrible de erudición intimista y completa introversión junto a innumerables citas de los libros que leía por aquel entonces, mayoritariamente libros de cultura antigua y ciencia alternados con religión, historia, poesía y teatro. Pretendía demostrar de algún modo que no hemos cambiado nada en 4000 años de historia escrita. Hoy en día, de algún modo aún lo pienso.
Hoy, verano de 2014, lees el artículo número 500 que comparto con vosotros a través de la iniciativa. Esto equivale a decir que cada uno de los días de 1/3 de mis últimos 4 años he compartido al menos un artículo en la red de forma sistemática. Lo cual equivale a decir que he dedicado algo más de 1500 horas a contribuir con mi pequeña aportación a inspiración el cambio y la mejora de muchas personas. O al menos, eso me habéis dicho 🙂 Siendo este un foro muy humilde, si yo muriera hoy ya habría escrito y compartido públicamente más de 780.000 palabras sobre vida, desarrollo profesional, humanismo y en general habilidades transversales (liderazgo, gestión, comunicación, equipos,…) que en total y objetivamente habrían sido leídas 120.000 veces en más de 24 países.
Desde mayo de 2010, año en que apostaté de facebook y me bauticé en twitter, he compartido públicamente 16.800 mensajes de los cuales me parece justo considerar que la mitad eran cosas de otros. El resto creo que sería justo decir que tienen que ver con pensamientos o sentimientos propios, en total unas 193.200 palabras que se me ocurrían en el autobús, entre reuniones o -en la menor parte de ocasiones- tras hacer el amor durante mucho rato.
El resto de obra escrita pertenece a servilletas perdidas, estudios propios (hubo un tiempo en que encuadernaba tonterías), trabajos universitarios (durante más de 10 años) que pueden sumar (tomando como referencia los 10 últimos estudios y trabajos) otras 200.000 palabras.
Añado las últimas palabras correspondientes a apuntes del proyecto que tengo entre manos, un nuevo libro. Los apuntes rondan las 30.000 palabras.
Yo calculo por todo esto que habré escrito en mi vida algo más de 1.300.000 de palabras aproximadamente. De todas ellas, calculo honestamente que de tremenda calidad no más de 80.000, de considerable calidad unas 300.000; del montón unas 200.000; por lo que la lectura del resto de palabras del total, algo menos de 500.000, podría ser quizás el mecanismo de tortura más efectivo para delincuentes.
Lo asombroso es que, lo creas o no, realmente escribo muy poco. Considero que no me pongo a escribir ni el 10% de todas las cosas que me rondan la cabeza. No suelo llevar papel ni bolígrafos y pierdo las notas que apunte incluso en el teléfono. Ese 10% se queda en un 5% casi seguro por el siguiente hecho: Soy muy autoexigente con lo que escribo, una práctica que llevo a rajatabla y que no es recomendada por ningún club de escritura a efectos de perfeccionar haciendo. Quiero esto decir que no suelo tomarme la molestia de coger un bolígrafo si creo que lo que voy a decir no es revelador. Además he de tener en cuenta para el cálculo que no me siento nada bien si escribo de algo que no soy o que no hago, de modo que las cosas que escribo me ocurren.
Si yo escribo por ejemplo «Toda empresa es lo que pasa luego en ti después de haber estado un día entero dentro. El resto es humo» quiere decir que vivo de acuerdo a esto y sino, no lo escribo.
De modo que calculo que unos 20.000.000 de palabras me han rondado la cabeza y solo han llegado 1.300.000 a ser reales de forma escrita.
De la palabra hablada ni hablo. He sido capaz de decir tantas tonterías y de una forma tan segura que prefiero pensar que lo único salvable es lo que he escrito. A efectos de recuento, sin dar cantidades tan exactas, he hablado mucho y largo con muchas personas de todo tipo sobre temas triviales casi siempre y a veces sobre cosas verdaderamente importantes. Añado una apreciación subjetiva y es que en estas últimas es donde realmente me salgo, en las otras tan solo hago gracia. Mi verdadera vocación por el acompañamiento a personas nace de miles de horas dedicadas a hablar con personas acerca de sus inquietudes y preocupaciones. Todo facilitador ha sido confidente.
Por último, también a nivel cuantitativo, tan solo recuerdo 9 ocasiones reseñables en mi vida en las que no haya apostado por la palabra:
La primera de ellas fue una huelga de silencio que duró alrededor de 4 años en los que solo decía lo justo para poder sobrevivir. Fue una etapa complicada en la que mi manera de protestar por lo que vivía era no participar aportando lo más valioso de todo cuanto soy: lo que digo. Esta huelga valdría por muchas veces, en verdad, porque fue algo agotador.
La segunda vez en la que no he apostado por la palabra fue cuando durante algo más de media hora nos pegamos mi amigo Ángel y yo junto al parque. Acabamos amoratados y fuimos extremadamente violentos. Tendría sentido para mi memoria que fuese por una chica, pero en verdad ni lo recuerdo. Por la tarde estábamos jugando.
La tercera vez fue en el patio del colegio, donde otro chico y yo nos pegamos, yo en defensa de una chica que ni siquiera me gustaba.
La cuarta, quinta, sexta y séptima vez pertenecen a exparejas con las que después de mucho lidiar, perdí la paciencia y preferí sencillamente cambiar de habitación. En el último de los casos -solo me ha ocurrido una vez en mi vida- me levanté de la cafetería y me largué ante la imposibilidad de mantener un diálogo que evitara hacernos daño.
La octava vez fue con mi abuela, la antepenúltima vez que la ví justo antes de que muriera. Se puso cabezona y me enfurecí ante mi pareja. Perdí por completo los papeles y recuerdo que elevé la voz asustando incluso a los vecinos.
Mi noveno recuerdo de infidelidad a la palabra pertenece a cualquiera de las peleas a guantazo limpio que mantuve durante mis años de preadolescencia con mi hermano, al que de forma muy cariñosa le llegué a intentar tirar el televisor de la sala de estar a la cabeza. En aquella época no había pantalla plana. Estas peleas a muerte entre hermanos, las importantes y encolerizadas que son las que más molan, no llegarán a más de 10. Por otro lado, creo que el hecho de que yo haya sido siempre algo más débil, enclenque y pequeño que mi hermano y me haya visto obligado a idear otras argucias más allá de la fuerza, tiene mucho que ver con mi afecto por el poder de la palabra. Verse en la necesidad, ayuda.
CONOCE LA HISTORIA DE TU PALABRA
Para mí ha sido interesante recorrer y cuantificar la importancia que para mí tiene la palabra en ese artículo. Quiero invitarte, para concluir este regalo, a que hagas lo mismo. Trata de pensar en la cantidad de palabras que has escrito o compartido durante toda tu vida. Haz el esfuerzo de visualizar aquellos momentos en que no pudiste mantener tu fidelidad a mi niña bonita, la palabra. Y renueva tu compromiso con ella comprometiéndote a aumentar su lectura, escritura o conversación diaria.
Para concluir, amigo o amiga, se pocas cosas de mí salvo que el poder de mi palabra no está solo en lo que digo sino en que también lo hago.
GRACIAS por seguir ahí. A tí, lector, que eres fiel cuando serlo es revolucionario.