Seleccionar página
blanco o negro

blanco o negro

AAAAmod«- Si soltaras las manos con las que aprietas la garganta de tu hermano, tu vivirías eternamente

– No es posible, todos morimos.

-El no dijo eso, dijo que podrías disfrutar la vida eterna. Inténtalo. Hoy. Cógela. Con las manos. Mírala. Desprende luz. Pesa un poco. No mucho. Es cálida al tacto. Solo un poco. La vida. Y es para siempre. Y puede ser tuya ahora. Hoy. Pero no lo haces. Porque para tenerla tienes que soltar a tu hermano. De hecho tienes que rodearlo con los brazos y abrazarlo y da igual el color que te tenga, que huela o incluso que no quiera que lo cojas. Y no lo haces. No crees que se lo merezca. Y en cuanto a eso no hay argumento posible. Tú no crees que sea justo. ¿Me equivoco?»

Conversación extraída de The Sunset Limited (Tommy Lee Jones, 2011)

LA GAMA DE LOS GRISES OLVIDADOS

Sonreír. Hazlo.

A pesar de que todo nuestro sistema de vida está basado en creer exactamente todo lo contrario, nada en nuestra vida es blanco o negro. Esta regla se cumple siempre con independencia del contexto, la situación, las causas y los elementos a tener en cuenta. La mayor parte de personas que dicen comprender esto, ni siquiera se acercaron un ápice a lo que esto implicaría si lo pusiéramos en práctica. Todas nuestras estructuras de gobierno (estados, familias, empresas) se basan en que existen valores universalmente válidos aplicables a todos los contextos y situaciones. Estos valores a su vez cambian en función de la cultura y las personas que los determinan. Porque aunque en una saludable ilusión continua consideremos que todos nuestros pasos están determinados (por una entidad superior o por nosotros mismos), en realidad es solo en relación con otras personas cuando construimos escenarios sostenibles. De hecho la forma más inteligente de pensar en uno mismo -no me cabe duda- es pensar en los demás. Es el único modelo de proyección exitoso en la historia de la humanidad. Nadie que haya pensado solo en sí mismo ha logrado sobrevivir un día más. Tú tampoco lo conseguirás aunque puedes intentarlo. 110.000 millones de personas lo intentaron antes.

Que nada es blanco o negro es algo que podemos comprobar a diario. No hace falta leer a grandes pensadores, solo hace falta escuchar dos partes de un mismo conflicto, dos narradores de un mismo hecho o jugar al teléfono escacharrado, ese juego infantil en el que uno le va diciendo a otro al oído lo que escuchó del anterior. La cordura del artesano, la riqueza del hombre pobre y el olvidado valor de la experiencia tienen en común una incontenible tendencia hacia la esencia humana. Los tres hablan de algo realmente importante sin cuya existencia ni siquiera yo escribiría el artículo que lees. Vivir.

Sin embargo que nada es blanco o negro es algo que parecemos ignorar cuando intentamos construir cosas realmente grandes: religiones, ideología, deporte, grandes corporaciones o nuestra propia vida. En todos los escenarios anteriores la obra de teatro de Cormac McCarthy titulada The Sunset Limited no tiene sentido en absoluto, de hecho a todas luces es una herejía. En esta obra un hombre que acaba de impedir que otro se lance a las vías del tren, habla con él en un sucio apartamento de los barrios bajos de New York. Recientemente Tommy Lee Jones ha llevado a la pequeña pantalla con notable destreza esta enorme reflexión. Se trata de una obra muy lograda que se añade a la larga lista de reflexiones que aportan un haz de luz sobre el eterno debate entre el escepticismo y la fe. No hablo de religión sino de cualquier rama del conocimiento y la actividad humana. He hablado en otras ocasiones del extraordinario descubrimiento que supuso para mí leer en plena adolescencia una gran cantidad de libros sagrados musulmanes, cristianos, hebreos, hinduistas,… y por añadidura la insaciable voracidad que me provocó hallar Las mil y una noches, la figura del dios Jano replicada en no pocas culturas y algunos libros más profanos como la famosa conversación entre el padre Copleston y Russell y la obra Por qué no soy cristiano (1927) de éste último. Todos ellos, sin excepción, hablan de una sola cosa: el conflicto entre el escepticismo y la fe, la dicotomía moral o vivencial entre el bien y el mal y por ende la determinación de límites entre todos estos elementos. Todo cuanto podemos imaginar, todo cuanto hemos creado (las estaciones, los meses, la comida, las ciudades,…) todo está configurado alrededor de la polaridad continua entre lo correcto y la incorrecto. Ninguna de las tensiones que generamos a diario (rencillas, diferencias, pequeñas disputas, rivalidades, homicidios, separaciones, guerras) está basada en otra cosa que no sea asumir con cristalina claridad qué es el bien y el mal, el éxito y el fracaso. Y sin embargo si a diario indagáramos en la razón de cualquiera de todas estas tensiones, nos costaría poco tiempo hallar una escala de grises evidente a cualquiera de las partes.

LOS 5 LAMENTOS QUE AÚN PUEDES EVITAR

Compartir. Hazlo.

Mi forma de trabajar con equipos tiene como base desaprender algunos de estos presupuestos. Algunas de las preguntas que conseguimos formular entre todos tienen mucho que ver con los 5 lamentos comunes que la enfermera Bronnie Ware en su libro The top Five Regrets of the Dying ha detectado en los moribundos de la unidad de cuidados paliativos en la que ha trabajado durante años. Personas que compartían con ella de forma sincera sus preocupaciones justo antes de morir sin miedo a ser juzgados por otros. Estos cinco lamentos curiosamente no están relacionados con lo que las personas no han hecho en su vida sino con lo que han hecho durante ella:

  1. «Desearía haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí»
  2. «Desearía no haber trabajado tan duro»
  3. «Desearía haber tenido el coraje para expresar mis sentimientos»
  4. «Desearía haberme mantenido en contacto con mis amigos»
  5. «Desearía haberme permitido ser más feliz»

En las escasas ocasiones en las que se enfrenta la construcción de un equipo y se dedica tiempo a construirlo, cobra sentido desde el principio ese lema que Vala Afshar compartía el día 2 de enero de este año con todos los integrantes de la comunidad #leadfromwithin:

«Book: YOU. Chapter: 2013. Page 1 almost written. 364 more pages of excellence to go

En esta comunidad que se da cita cada martes en la red social twitter, de cara al nuevo año Lolly Daskal nos hacía varias preguntas que también trascienden ese superado dogma del blanco y negro:

  1. What brings you the most joy and how are you going to do or have more of that this year?
  2. What would you most like to change about yourself this year?
  3. What advice would you like to give yourself this year?
  4. What are you looking forward to learning this year?
  5. What do you think your biggest risk will be this year?
  6. What is one as yet undeveloped talent you are willing to explore this year?
  7. What would you be most happy about completing this year?
  8. What about your work, are you most committed to changing and improving this year?
  9. Create a phrase or statement that will describe 2013 for you.

Las respuestas a estas preguntas fueron más que interesantes la pasada noche del Martes en la red. Días antes, el fotógrafo Enrique Peláez compartía esta enorme reflexión que se ha repetido a lo largo de la Historia y que resulta un tanto mesiánica aunque cierta: «We can only appreciate the miracle of sunrise if we have waited in darkness» Esta reflexión supera incluso al gran esfuerzo que están realizando muchas personas en la red y en los medios convencionales por insistir en grandes sistemas y modelos para solucionar todos los problemas. Parece como que existe una gran fiebre por buscar sistemas intrincados para resolver las cosas. Todos echan mano de Drucker y de los grandes pensadores del management, de ínclitos decálogos y admirables seres,… pero esta reflexión tiene que ver con eso que el compañero le pregunta al suicida al otro lado de la mesa en The sunset limited: «¿De qué te sirve toda tu cultura si no te mantiene quieto justo cuando pasa el tren?«. En esta obra que te recomiendo ver encarecidamente no se habla de personas sino de lo que hemos hecho con ellas, de formas que se nos presentan ya vacías y sin el sentido aparente de la vida. Porque eso que sufres a diario, es completamente inhumano practicarlo con otros. Puede que hoy no seas consciente de cómo contribuyes a esta escalada de violencia basada en el olvido pero mañana, si despiertas, recuerda que a nadie le molesta la sorpresa de tu abrazo. El tweet más retuiteado de la historia de la red social es un abrazo que se incluye en la fotografía de este artículo.

NO TENER ESPERANZA SINO SERLA

Actuar. Hazlo.

Sobre la innovación, el cambio y las infinitas oportunidades de mejora de las que somos capaces cada día, ningún post o artículo que yo haya leído habla mejor de esto que la siguiente conversación extraída también de la obra de teatro:

– Los pobres no tienen nada. Cualquiera sabe cocinar un buen filete pero si no puedes comprártelo y quieres comer algo decente, ¿qué haces?

– Innovar

– Innovar, exacto. ¿y quienes son los que tienen que innovar?

– Los pobres.

– Correcto, los pobres, eso es casi de matrícula

Y esto es una tremenda verdad de la que ninguno a menudo nos hacemos responsables pero que depende solo de nosotros. No pidas innovación a alguien que disfruta de la vida sentado en su sillón. No pidas cambio a quien no quiere tenerlo. En el pie de cada uno de mis correos recojo una frase de wapu que dice «Sencillamente se tú el cambio que quieres ver en el mundo». Eso es todo. Sin excusas.

Enhanced by Zemanta
ser jefe y la historia

ser jefe y la historia

Carteles promocionales de ambas entregas y reproducción de la Declaración de Independencia escrita por Jefferson

Carteles promocionales de ambas entregas y reproducción de la Declaración de Independencia escrita por Jefferson

Tenemos una aversión incomprensible a la palabra «jefe». En muchos entornos hemos determinado incluso que es un nivel anterior a «líder» en el estadio evolutivo de la persona exitosa. En España la palabra «jefe» es aplicable ya solo a camareros. Y no entiendo por qué. De hecho creo que la mayor parte de expertos en liderazgo -yo no lo soy- trabajan a comisión por concepto. Por cada nuevo concepto o palabra asociada al arte de tomar decisiones, sus ingresos mensuales se incrementan en 100 euros. Por cada viejo concepto que desechen o aborrezcan, la comisión es doble. En general este modelo de trabajo es aplicable a la gran mayoría del mercado de la innovación donde en muchos casos innovar consiste en vestirse de gala para llevar viejas ideas a un nuevo bautizo en otra iglesia.

Termino de ver con muchísimo retraso los 7 capítulos de la gran miniserie televisiva John Adams (Hooper, 2008) y la película Lincoln (Spielberg, 2012) sobre el segundo y decimosextos presidentes de EEUU respectivamente. Son complementarias en muchos sentidos y en sí mismas material indispensable para el debate en cuanto a estilos de liderazgo. Ambas hablan de la construcción de una nación a partir de equipos de trabajo (comunidades, sociedades, consejos, congresos,…) Ambas impecables y en ambos casos la clave principal es el elenco de actores del reparto, los miembros del equipo. El personaje de John Adams es en mi opinión la mejor interpretación de la carrera de Paul Giamatti. El relato mejora por momentos y nos muestra una nueva revisión histórica de las continuas luchas interiores y la evolución en el tiempo de uno de los padres fundadores norteamericanos, sin duda uno de los menos reconocido por la historia bajo las sombras alargadas del carisma de Jefferson, la rectitud de Washington y la extravagancia de Franklin. De hecho me entusiasmó la forma tan mundana e inmediata en la que muestran la relación existente entre los padres fundadores. Ellos también supieron insultarse. Y no dudo que sea cierto.

Excepto en momentos puntuales, durante toda la narración podemos distinguir con claridad la figura de un jefe cuyo liderazgo está basado no tanto en la habilidad para relacionarse con los demás (que queda en entredicho) sino en su equidad a la hora de adoptar decisiones aceptables para el resto. Es un tipo de liderazgo basado en conquistar el respeto de los demás a través de la dedicación y el sacrificio personales, de la claridad y transparencia en su mensaje y de la sencillez en el discurso. Por el contrario Washington, su predecesor, vivió rodeado de un halo épico constante que le impedía ser tan claro. El caso de Jefferson es harto diferente: revolucionario convencido, literario y nada prosaico cuya actitud es siempre controvertida en la construcción del Estado. Adams le achaca una excesiva fe en el prójimo. Para enmarcar, os recomiendo el diálogo que mantienen Hamilton y Jefferson sobre la utilidad de crear una «deuda externa para las naciones» y sobre lo adecuado de «crear mercados especulativos» en la nueva nación. El razonamiento que hace Jefferson frente al secretario del Tesoro no puede ser más Occupy Wall Street o #15M (y eso que el sistema no estaba aún creado):

Hamilton: Es necesario crear un Tesoro central y dar margen a la especulación y al crédito.

Jefferson: Nuestra revolución habrá sido en vano si la riqueza de un granjero de Virginia depende de un corredor de bolsa en Nueva York y la de este de un banquero inglés. Las oportunidades para la avaricia y la corrupción serían ciertamente irresistibles.

Sin duda la serie arroja una visión diferente de cómo se produjo el proceso de formación de una nación. Es interesante cómo muestra la capacidad de crítica voraz de un pueblo hacia sus representantes legítimos pero a la vez el completo respeto a periodos de retiro personales en los que estos representantes adquirían experiencia. En el caso de Washington ganó la independencia de un país con apenas un puñado de milicianos pertrechados, hambrientos y a golpe de estrategia y luego se retiró a Mount Vernon sin reclamar derechos. En el caso de Jefferson su retiro antes de la segunda elección de Adams es clave para el resultado y la historia posteriores. Y en el caso de Adams su servicio como diplomático fue reconocido aunque con gran retraso. Pese al gran respeto mutuo y consenso que se respira en la película, la mayor parte de acontecimientos resultan hilarantes bien analizados. Lo bueno es que es bastante posible que todo fuera así. Cutre. Pudo ser algo más parecido a «Oye tú, te toca redactar esto que he leído que escribes bien. Y yo me pongo con Benja a esto otro y así ganamos tiempo» que al oficialmente conocido «Jefferon, por su natural inteligencia y don de…» Acostumbrados a los grandes cuadros y discursos (que en la propia película el propio Adams critica por su falta de veracidad) asistimos a un espectáculo de lo real y lo mundano en cuya escena histórica hubo grandes dosis de improvisación, falta continua de recursos y gestión de lo invisible. Como en cualquier equipo y empresa. Ese es el verdadero valor de esta serie, que muestra los acontecimientos como seguramente ocurrieron (rencillas, naturalidad, recelo,…) Tremendas lecciones de arte político, diplomacia y relaciones humanas en la película. Especialmente interesante el papel histórico de la mujer de John Adams (hay libros al respecto).

Por su parte Daniel Day-Lewis borda su papel de Abraham Lincoln, resucitando una figura admirable de la historia del incomprensible lugar que unos desgraciados le habían encontrado ultimamente junto a vampiros. A diferencia de la serie sobre el segundo presidente de EEUU, ésta relata una etapa concreta del mandato de Lincoln con algunos flashback a grandes momentos de la Guerra Civil americana. En concreto la película aborda el tremendo esfuerzo político que tuvo que realizar Lincoln para abolir la esclavitud por ley antes de que acabara la guerra. Es un tema, esta de la emancipación, que en la serie John Adams vemos cómo preocupaba a los padres fundadores pero que fue soslayado desde un principio. De hecho hay un momento en el que se recuerda a Jefferson que no puede tomarse tantas libertades en la redacción de la Declaración de Independencia porque «trabajamos aún por la independencia, no por la emancipación». Esa simple frase y ese momento histórico concreto generarían una guerra con decenas de miles de muertos varias décadas después. El perfil de Lincoln en la película es el de un lider natural, lleno de potencialidad, que en la mayor parte de la película observa a su equipo y escucha atentamente antes de emitir su juicio. Es un conductor nato, que sabe dar espacio y tomarlo. No hay nadie en toda la cámara ni en su gabinete que no le considere el jefe y que no sepa que permanece allí por algo. Se trata de una persona habituada al arte de conectar con otros por medio de narraciones. Pero es un jefe que hace equipo, que es en equipo. Algunos momentos del film resultan enriquecedores en este sentido.

Dos vidas diferentes que analizar alrededor de la palabra «jefe» entendida como la entendían los indios norteamericanos. Mucho antes de que todos estos locos llegaran por allí a poner ferrocarriles y estados donde solo había mundo.

Enhanced by Zemanta
ser práctico

ser práctico

bueno

Ser o no ser… bueno, esa es la cuestión 

El otro día alguien me dijo que consideraba que yo era una buena persona. Me quedé perplejo. Rápidamente encontré una explicación lógica que pudiera justificar esa opinión. En mi caso, de ser cierto, no creo que tenga ningún mérito por tres simples motivos que compartí en ese momento:

  1. Puede deberse a mi lamentable falta de memoria en todos los sentidos. No tener memoria casi en absoluto obliga a cultivar una serie de valores que se encuentran en franca decadencia y que, bien mirados, en estos momentos resultan diferenciales. Cuando antes encendíamos nuestro ordenador SPECTRUM nadie esperaba que aquello fuese como una bala, sino que simplemente funcionase. La paciencia se daba por supuesta y nadie esperaba que toda la biblioteca de su casa fuese a caber en un disco extraíble de 5 1/4. Nuestro nivel de expectativas respecto a un SPECTRUM era mucho más saludable de lo que sin duda lo es ahora respecto a cualquier computadora. No esperábamos más de lo que nos podía dar. Y eramos felices. Desde entonces como una recurrente lección diaria, cada mañana nos hemos educado en la velocidad hasta que el tiempo de respuesta es a menudo más valorado que la calidad de la respuesta. Ahora parece que tener paciencia es para los pobres. Si tienes dinero no hace falta tenerla en absoluto. Algo parecido ocurre conmigo. Debido a mi incapacidad latente por almacenar recuerdos, soy igualmente incapaz de tener los recursos suficientes para actuar con una maldad medianamente estructurada. Luego no soy bueno, es que si fuera malo lo sería de bajo rendimiento. Y claro a mí me educaron en la competitividad, y para no ser verdaderamente muy malo, mejor no serlo en absoluto. Es mi consejo.
  2. El segundo motivo es que puede deberse a mi enconado afán de rebeldía y análisis continuo. Soy -ya lo he dicho- un salmón. Me refiero a que probablemente pese en mí en mayor medida un espíritu rebelde (que me obliga a ser, hacer y decir lo contrario de lo que la gente es, hace o dice) que un espíritu bondadoso. En este sentido si el mundo fuera un lugar perfecto en el que todo el mundo es por naturaleza respetuoso, entrañable y constructivo con el resto, casi con total seguridad yo sería un terrorista fanático y barbudo de los altos del Golán. Si no lo soy es que serlo ahora mismo no resulta nada original. Chavales, lo outsider, trendy y fashion hoy en día es ser buena persona. Piensen en banqueros, presidentes pusilánimes, cacos de poca monta, corredores de bolsa, descorazonados especuladores, piensen en esos diminutos déspotas de despacho que socialmente cambiaron las plantaciones de Louisiana y la lucha contra la emancipación por las software factory, el offshoring y la lucha contra la dignidad humana. Todo eso lo hay a patadas, hasta debajo de las piedras. Es difícil encontrar valor en ser más de lo mismo. Esa mentalidad secesionista sinceramente me agota, quiero decir que es lo de siempre, que ya lo hemos visto mucho. Y creo que por eso tal vez yo intente hacer precisamente todo lo contrario. Puede que sea esto también.
  3. El tercer motivo tiene que ver con que ser malo hoy en día no resulta nada complicado. Si ustedes hoy tuvieran un momento propio, intenten ser malos con la persona que ahora mismo está a su lado. Comprobarán que no existen más que facilidades para serlo. De hecho en cada telediario y periódico, en cada información que nos llega por las redes comprobamos la gran cantidad de personas que logran ser malas a diario con total impunidad. Personas que insultan, que golpean, que no paran en los pasos de cebra, no ayudan a los ancianos o que le dedican una gran cantidad de tiempo a ver cómo ser menos malo que otro pero que nunca renuncian a dejar de serlo por completo. Lo hacen -como la mayoría de vilezas de la especie humana- por si acaso. Dicho de otro modo, a priori -sin ir más allá de condicionantes añadidos- joder a otro es más fácil que cuidarlo. Además de esto los que son malos de alto rendimiento por lo común se salen con la suya. Por contra dediquen el mismo tiempo a intentar ser buenos con la persona que ahora mismo está a su lado. A un nivel primario (regalar una flor, abrazar, compartir la comida o mostrar interés) puede resultar sencillo. Ahora bien, intenten ser buenos de alto rendimiento. Intenten por ejemplo levantar un negocio no pensando solo en uno mismo sino en el bienestar de los demás. Intenten por ejemplo cumplir con la legalidad vigente en un contexto social en el que lo que se valora es el pillaje. Intenten darlo todo de sí mismos por un bien común, cualquiera que este sea. No tardarán en encontrarse con tremendas barreras, soledad, rechazo, prejuicios y un castigo voraz por parte de aquellos que se instalan en la sencillez de seguir jodiendo a otros. Porque ser bueno es complicado. Y a mí es un reto que me parece sinceramente más apasionante. Tal vez solo sea eso.

Lo que quiero decirles es que ninguno de los anteriores tres motivos es digno de admiración. Se trata por el contrario de ser práctico. Ante mi incapacidad, mi aparente pasión por la autonomía, mi búsqueda insensata de la superación y mi naturaleza díscola, ser malo o malo de remate no sería muy inteligente o útil.

Hace tiempo en un libro que escribí compartí un pensamiento en el que sigo creyendo firmemente: «Las buenas personas no caben en las grandes ciudades» Desde hace muchos años no diseñamos ni construimos las ciudades para que quepa gente interesante. Una ciudad está pensada por defecto para que viva gente cotidiana, anodina, sin aparente ambición moral y con una nula sensibilidad por llamar la atención sobre los otros. Esto es sencillamente así aunque para mí resulte un modo de vida incomprensible. Por otro lado el concepto de bondad para mí es similar al de interés y no es relativo o subjetivo. Quiero decir que en lo que poco que he viajado en todos los países y culturas la bondad se reconoce a los ojos de todos los mortales y que además lleva implícita unos valores comunes que sería bueno rescatar a diario.

A los que me encuentro a diario que son interesantes, los considero una especie en extinción que debería habitar en complejos residenciales protegidos donde el resto del público vil y abyecto pudiera observarles a través de algún cristal, sin necesidad de mucha interacción debido al riesgo de contagio. En el caso del contagio a espectadores, habría por supuesto que inventar algún tipo de vacuna contra la originalidad, algo que se tomara rápido en situaciones de emergencia. Tal vez un sobre de aburrimiento efervescente siempre presente en el bolso de cualquier mujer de hoy. O puede que para los jóvenes una pastilla de moderación en dos colores que les ayudara a ser lo que otros creen que fueron. O seguramente una de esas pastillas para no soñar que reclama Sabina en su canción. En el caso del contagio a gente interesante, yo tiraría de chocolate, que siempre me despierta una creativa vocación por lo prohibido.

Por último solo añadir que ser buena persona también puede parecer de pobres. Sobre todo a la vista de los recientes acontecimientos. Un amigo mantiene que no se puede ser rico y feliz pero que tampoco se puede ser pobre y no aspirar a la riqueza. Dice que vivimos en esa contradicción constante. Personalmente creo que en tiempos de carestía, ser pobre es muy cool, que dirían los pijos paradójicamente hoy en riesgo de exclusión social. Lo es aunque solo sea porque no quede más remedio. Feliz 2013 para todos.

burocracia VS conversación

burocracia VS conversación

Cuando hablamos de dirección por objetivos, ¿Es posible que nuestro objetivo sea no tener ninguno o simplemente necesitar espacio y tiempo para poder buscarlo? Contradiciendo a Anibal Smith, el capitán del Equipo A, ¿Acaso puede ser parte de un plan no tener un plan? ¿Podemos vivir o trabajar no teniendo un plan completo y absoluto sino simplemente pequeñas coordenadas? Cuando el peso inmenso del mecanicismo y la inercia social generan burocracia hasta en tu propia vida, cuando todos los ejes deben estar continuamente en movimiento (conectados, a punto, aparentes) y sobre todo cuando sientes que ni siquiera te permites respirar ¿existe alguna alternativa respetable? Como diariamente leéis en este blog, desde la iniciativa creemos que desde luego que sí y que existen múltiples formatos exitosos (arte, lean, agile,…)

En la película The giant mechanical man (Kirk, 2012) asistimos al encuentro de dos personas que se niegan a tenerlo todo absolutamente claro. No es que rechacen la estabilidad sino que tienen una forma distinta de entender qué es una vida estable y cómo pueden ser felices. En esta magnífica historia estar perdido o sentirse invisible para el resto son tan solo los primeros pasos de un camino hacia un futuro donde sentirse apreciado y especial. Aparentemente en esta película ninguno de los protagonistas tiene trabajos «respetables» para la sociedad, pero la película no trata de eso. Trata de que por sí mismas estas dos personas son capaces de ennoblecer cada profesión que desempeñen. Respeto enormemente el potencial inmenso de generación de valor real de estas personas. No tienen planes de carrera definidos porque sencillamente no corren por las mismas calles que los atletas de negocio que todos conocemos. Se han conocido y han conversado, han aparcado el ritmo de sus vidas para alejarse de la autopista impuesta de la burocracia. Hablamos, sin duda, de otra dimensión.

 

AAAAgiant

Uno de mis blogs de referencia en management exponía hace poco de forma muy concisa las teorías a favor y en contra de la burocracia enunciadas respectivamente por Weber y Merton. Lo que resulta indudable es que a menudo los sistemas que creamos nos acaban devorando poco a poco hasta perder la perspectiva. Resulta complicado explicar a veces cómo aquello que creíamos indudable no lo es tanto. En la mayoría de teorías sobre el management, en muchos de los pensamientos que ahora damos por válidos, echo de menos un componente necesario de locura, de aparente caos impredecible y de gestión de lo incompleto. Porque aunque sabemos que en teoría «todo debería funcionar», también sabemos que casi nunca nada es perfecto o funciona por completo.

Cuando elaboramos un plan de negocio, cuando realizamos una previsión, cuando defendemos un discurso o nos posicionamos en una conversación, a menudo la base de nuestro sentido es la PERFECCIÓN. Pero es también nuestra mayor huida hacia delante. Porque nos han enseñado que 1 + 1 siempre daba 2, que si durante toda tu vida estudias y trabajas duro siempre tendrás el mejor de los posibles resultados. Nos lo han enseñado, sí, pero en este momento nadie en su sano juicio se atreve a defenderlo. Porque tenemos circunstancias y porque formamos parte de un sistema vivo (equilibrado e inestable, caótico y controlado) Cuando desde la iniciativa hablamos de modelos de abiertos, de la necesidad de trascender la masa (el número, el volúmen, la cantidad, la cifra), cuando exteriorizamos que es necesario personalizar cuando trabajamos con personas (¡siempre!) es frecuente encontrarnos con sistemas, con líderes y con organizaciones que perdieron la noción real del valor de las personas. Necesitamos hoy, cada vez más fuerte y diligentemente reconocer que no somos perfectos. Que tal vez reconocerlo sea lo perfecto. Necesitamos hablar dentro de las organizaciones y en nuestros equipos. La herramienta de transformación más poderosa que jamás he utilizado se llama CONVERSACIÓN. Porque el animal social que eres no lo es porque tengas una cuenta en facebook, foursquare, twitter, whatsapp, linkedin,… sino por relacionarte y desarrollar tu vida en tu contexto.

Hace algunos meses hablé del constante empeño de la gente por clasificarme en una caja en las que ellos se sientan cómodos, y de mi mayor empeño aún en desarrollar mis habilidades y aptitudes en una caja (o no) que yo decida. Esto tiene que ver con conceptos que son necesarios como medio para convivir pero que entendidos como fin último me resultan tremendamente insoportables. Sobre todo tres de ellos especialmente dañinos: «competencia técnica», «previsión» y «estándar». Todas las empresas de corte burocrático que he conocido se identifican siempre porque parten de un supuesto que incluye en su definición los anteriores tres conceptos: «El comportamiento de todos los miembros de una organización estándar, con sus correspondientes competencias técnicas y especialidades, es completamente previsible» Por eso la mayor parte de estas organizaciones promueve una cultura basada en tres pilares: planificar, planificar y planificar. Lo malo de estos tres pilares es que la proyección de una idea nunca será equiparable o útil sin una experimentación continua por medio de la acción.

Básicamente, hablando claro, si hemos llegado hasta aquí es porque hay mucha gente detrás que se ha equivocado. Mucha más, sin duda, que la gente que acabó acertando. Esto vale en cualquier ámbito de la vida pero más aún en nuestros entornos de trabajo. Aclaración básica: El miedo a la entropía, mata. Personalmente amo los sistemas, soy un completo fanático de ellos y creo que necesitamos sistemas, creo que lo somos y creo también que todo aquello que creamos (empresas, proyectos,  ecosistemas) es por naturaleza y apriori algo vivo. Nuestro amigo Iñaki Velaz destacaba los cuatro elementos básicos de cualquier sistema: entradas (inputs), proceso (throughput), salidas (outputs) y el que sin duda más solemos descuidar retroalimentación (feedback). Esto se debe en mi opinión a que cada una de estas fases del ciclo de la vida de un sistema son progresivas pero a que es realmente complejo encontrar un sistema con un ciclo de vida realmente maduro. Los expertos lo llaman cadena de valor.

En mi propia vida, esto es aplicable a la metáfora del buen conversador: Todo el mundo sabe recibir alguna entrada (escuchar algo con un mínimo valor), muchos saben generar un proceso (pensar algo que responder), unos pocos saben concretar ese valor (hablar con propiedad) pero realmente muy pocos saben conversar (recibir y aportar feedback continuo). Realmente conozco a muy pocos buenos conversadores (aquellos que saben completar el ciclo) y a una gran cantidad de personas aceptables en una o dos de estas fases (buenos pensadores o personas que sepan escuchar o personas que sepan hablar) Pero realmente saber conversar y mantener un diálogo constructivo y eficaz está al alcance de muy pocos. Puede que sea lo que más admire y respete de una persona a la hora de determinar si es o no respetable. Desde la antigüedad los sabios han considerado el dominio y la práctica de la conversación como uno de los mayores grados de civilización posibles.

Personalmente opongo, por tanto, la actitud burocrática (impositiva, exclusiva, inflexible y teórica) a la actitud conversacional (democrática, inclusiva, flexible y práctica). Lo que para mí representa la burocracia tiene que ver con el artificio de las cosas. Lo que para mí representa la conversación tiene que ver con la naturaleza y el sentido común de las personas. No me cabe ningún duda: la conversación es la mayor y más tangible forma de rebeldía humana. Tenemos ejemplos de ello en la Historia y en la formación de todo tipo de regímenes y estructuras totalitarias. A La barbarie de la ignorancia de George Steiner se suman El elogio de la lentitud de Carl Honoré (con el que espero compartir aventuras en breve). Dos enfermedades graves de rabiosa actualidad: el tiempo y el silencio. Dos remedios milagrosos: ser el tiempo que nos queda por vivir (como decía Josep Soler) y educarnos en el noble arte de conversar.

we are infinite

we are infinite

adole

«Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él»

inhumano Jean Paul Sartre

 

Me encanta la vida, estoy sobre todo enamorado de ella. Jamás me ha dejado fuera. Nunca me abandona y nunca la he abandonado. Siempre confió en mí. Te garantiza desde el inicio que habrá un único expediente de regulación o tal vez un gran despido pero solo después de un largo viaje. Tuve momentos realmente complicados, momentos maravillosos de placer y de dolor y siempre estuvo no a mi lado sino en mí. Sentía realmente que yo era ella y que ella era yo.

Y sin embargo ahora todo lo que nos queda es un miedo pavoroso a ser nosotros mismos, a apostar sin dilación por aquello que queremos ser sin garantías, simplemente un miedo a equivocarse, a rechazar aquello que nos anula y hace de nosotros pequeños pedazitos de constancia. Si volviera a nacer seguramente acabaría siendo el mismo, lo que sea que eso signifique. Pese al fracaso y al éxito, muy lejos del mundo que heredé, intentando escribir mi mundo propio, rebelándome e invirtiendo en rebelar a otros. Mark Twain dijo una vez «Cualquier hombre con una idea nueva es siempre un loco hasta que la idea triunfa«.

He cometido tantos errores y tan graves que todos ellos pasaron desapercibidos para otros. Parecían parte de mí y de mi sueño. En todos esos errores, incluso en estos últimos meses y semanas, creía siempre que hacía lo correcto. No confiaba en el proceso sino en las personas, no trabajaba por alumbrar enormes teorías sino por mantenerme cerca del sentido común y de la naturaleza de las cosas. No lo conseguí innumerables veces, no lo voy a conseguir otras tantas más. Mi cultura es tristemente marginal, en todas mis conversaciones hablo de lo mismo. He conseguido alcanzar la gloria en momentos de dispersión y foco. Cada segundo maneja su lenguaje. Hay un creativo dentro de mí, siempre tiene hambre pero solo a veces puedo darle algo que comer. Estoy pensando en mudarme para abaratar costes y encontrar un entorno mucho más favorable para ser persona. En idealista tecleé dos preferencias de búsqueda para lugares habitables. La primera de ellas decía «otra galaxia», la segunda «dentro de mí». Los resultados fueron infinitos. Porque somos infinitos.

El renacimiento; que para mí incluye la respetada búsqueda de Kempis, la indómita pasión de Buonarroti , la atemporalidad de El Bosco, la eterna perfección de Beatrice Portinari y la inspiración brillante que me regaló Ghiberti y que me permitió escapar con dignidad a la existencia contenida de Tiziano; es una época magnífica que se repite continuamente en cada adolescente. No hay mayor maravilla que vivir cada día como si fuera el último ni mayor deseo que sentirse vivo, vivo, realmente vivo, cada mañana y cada noche antes y después de reinventar la vida. Existen constatadas pruebas de todo esto que digo en cada capitulación de nuestros sueños, en nuestra incompetencia épica por proteger aquellos que soñamos. Ninguna de estas pruebas es comparable hoy, esta noche, a la película y adaptación del libro The Perks of Being a Wallflower (Stephen Chbosky, 2012), uno de los mejores cantos en defensa de la adolescencia jamás rodados.

Si aún no eres consciente de qué te pasó o de qué te está pasando, solo hay una respuesta. Cambia en cada momento pero solo hay una. Tal vez te ayude a encontrarla esta película. Personalmente se la dedico a todos los amigos del método que no paran de fabricar nuevas cajas y armaduras para la batalla como si el corazón de cualquiera de nosotros fuera una cadena de montaje de muñecas rusas. Una gran cantidad de momentos componen las cartas que escribe Chris, un alter ego vorpal eternamente callado y tímido incapaz de encontrar su sitio en este mundo, que disfruta de pequeñas sorpresas y descubrimientos durante el viaje. He de decir que una gran cantidad de películas que cruzan el atlántico y abordan la amistad, el conflicto familiar, el amor entendido, me están fascinando por completo. La mayoría de ellas están basadas en libros que han tenido enorme aceptación y difusión allí y eso renueva de una manera loca mi esperanza por la supervivencia de lo que somos.

Cierro esta breve reseña escapando de la pena y del consuelo, sabiendo que muchos de mis amigos están buscando su sitio en estos momentos muy lejos de mí ante una insultante adversidad. Lo que ahora quiero compartir es que sigo creyendo en mí, en lo que hago, en lo que siempre he sido y en lo que podemos llegar a ser. Estos son, seleccionados, los momentos mágicos de este gran film.

«Tengo que deciros algo. He estado fuera de aquí por dos meses. Es otro mundo, se pone mejor.»

«Estaba en uno de mis peores momentos cuando empecé la preparatoria. Pero tú me ayudaste. Incluso cuando no sabías que estaba pasando o sabes de alguien que pasaba por lo mismo, hiciste que no me hiciera sentir solo. Porque se que hay gente que dice que estas cosas no pasan. Y es gente que olvida lo que es tener 16 o cumplir 17. Y todo esto será historia y nuestras imágenes se volverán viejas fotos y todos nos volveremos el padre o la madre de alguien. Pero justo ahora, estos momento no son historias. Esto está ocurriendo. Estoy aquí y la estoy viendo a ella. Y ella es tan hermosa… Lo puedo ver. Es ese momento en el que sabes que no eres una historia triste. Estás vivo. Y te levantas y ves las luces en los edificios y todo lo que hace que te preguntes. Y estás escuchando esa canción, con la gente que más quieres en este mundo. Y en ese momento, lo juro, SOMOS INFINITOS.»

 

defender tu sueño

defender tu sueño

kontikip

«Para conectar realmente con las personas y ayudarlas, tienes que ser un espejo«

Madre Teresa (compartido por JM Luzárraga en Casa Arregi, Oñati)

Los que ahora pronuncian las palabras LeanStartup seguramente no conozcan la historia de una de las más grandes aventuras surgida a partir de una idea, un prototipo rudo, determinación y la fe en la fortaleza de un equipo.

Cuando en 1947 Thor Heyerdhal intentó demostrar que siempre había sido posible cruzar el Pacífico con la sola ayuda de una balsa y una vela, nadie le creyó. Por su mente entonces no pasó la idea de renunciar a defender su propio sueño y a más de 10 años de investigación en Fatu Hiva (Polinesia) junto a su esposa. La mayoría de investigadores aseguraban que algunos nativos procedentes de Asia habían accedido a Polinesia mediante largas rutas de navegación a bordo de grandes navíos o barcos primitivos dotados de cierta complejidad técnica. Esta teoría se veía reforzada por un argumento muy sencillo: ningún ser humano hubiera ido capaz de navegar 5000 millas (8000 kilómetros) desde América en pequeñas barcazas a merced de las corrientes oceánicas. Thor Heyerdhal pensaba lo contrario…

Ha llegado a la gran pantalla la adaptación del documental que en 1950 el propio Heyerdhal rodó sobre una de las mayores aventuras naúticas de la historia. Kontiki (2012, Joachim RønningEspen Sandberg) es una película noruega que nos relata no solo la propia aventura sino los precedentes de la misma. Gran banda sonora y mejor trama tejida a partir de los hechos narrados en el libro y documental de Heyerdhal.

Algunas coincidencias entre las mitologías y arquitecturas inca y la polinesia, los descubrimientos de hombres de raza medio blanca durante la colonización polinesia y algunos testimonios incas recogidos por los españoles, hicieron pensar a Heyerdhal que existían más que sobradas razones para sostener que los primeros habitantes de Polinesia habían emigrado desde Perú hacía más de 2500 años. Tras numerosas visitas sin éxito a los principales periódicos y editoriales de la época en una búsqueda frustrada de financiación para sufragar investigaciones en detalle, decidió emprender una de las más grandes aventuras de la historia reciente de la Humanidad. Gracias a la ayuda del gobierno peruano logró reunir los recursos suficientes para construir una barcaza precaria con los mismos materiales que los incas podrían haber utilizado en su búsqueda de nuevas tierras. En contra de la opinión pública y de la académica, reunió a un equipo formado por suecos y noruegos y en 1947 definió la estrategia de su expedición:

POR QUÉ: Estaba convencido de que su teoría era completamente cierta y necesita demostrar y demostrarse que era posible hacerlo.

QUÉ:  Una ruta hacia la Polinesia desde América que comprendía 100 días de navegación a través del Pacífico cubriendo 4300 millas naúticas de viaje.

CÓMO: Una balsa, un equipo y un reto. La balsa fue construida con 9 troncos, cada uno de ellos de 13,7 metros de largo y 60 centímetros de diámetro, unidos entre sí con la ayuda de cáñamo Transversalmente a los troncos principales se ubicaron troncos de balsa de 5,5 m de longitud y 30 cm de diámetro, a intervalos de 1 m, y con el objetivo de dar soporte lateral. Se utilizaron tablones de pino en los laterales de la embarcación, así como secciones de 60 cm de largo y 2,5 cm de espesor del mismo material para las acometidas. Ningún material de hierro o metal fue empleado en la construcción. El equipo lo formaban Thor Heyerdahl, Knut Haugland, Bengt Danielsson, Erick Hesselberg, Torstein Raaby y Herman Watzinger; perfiles multidisciplinares pero complementarios que construyeron un mismo reto a lo largo de su viaje. El reto era VIVIR y llegar vivos.

Partiendo del puerto de Callao (Perú) y tras 101 días de navegación extrema, la pequeña barca bautizada como Kon-Tiki en honor a Tiki, el dios del sol polinesio, llegó a Raroia (Polinesia) el 7 de Agosto de 1947. Nada de esto sería completamente fascinante e inspirador si no conociéramos el hecho contrastado de que Thor Heyerdhal nunca supo nadar.

La épica historia de Heyerdhal cruzando el charco con apenas unas provisiones es altamente útil para recordarnos el valor de la convicción y la fe en un sueño. Por encima del escéptico y del desengañado. Más allá de eso que todos llaman lo correcto. Heyerdhal prototipó su experiencia de aprendizaje en un formato más que razonable. Trascendió la barrera del aprendizaje individual para dibujar aprendizaje sobre otros. Porque vivir no es solo una experiencia compartida sino el único medio eficiente para aprender y rebelarse. Os animo a leer algo que escribió Heyerdhal en uno de sus primeros libros tras su primer viaje con su esposa Liv a Polinesia:

«Dos jóvenes inmaduros subían al tren para embarcarse en Marsella en un enorme buque transoceánico, con billete hasta Tahití. Un billete hacia el paraíso, pensábamos nosotros. Pero la conclusión del viaje fue precisamente que no se puede comprar la entrada al paraíso. Los que conseguían encontrarlo, lo hallaban en su interior y hasta allí llegaban gratis. Todo lo que he visto y leído me ha enseñado que, en este planeta, el infierno y el paraíso no están en lugares distintos, sino siempre en el mismo. No se puede elegir uno u otro simplemente mudándose. Los dos aparecen como amigos inseparables por muy lejos que se viaje.»

Hunt for paradise, 1938

 

NOTAS:

El libro Kon-Tiki ekspedisjonen (1948, Heyerdhal) en el que relata su experiencia de aprendizaje ha sido traducido a 70 idiomas y ha vendido más de 50 millones de copias en todo el mundo. El documental Kontiki (195o, Heyerdhal) ganó un oscar de la Academia.

Desde hace menos de dos años en Noruega existe una impresionante propuesta para formular nuevos modelos de aprendizaje basados en la experimentación denominada Thor Heyerdhal Videregäende Skole, una escuela de 24.000 m2 donde la curiosidad, la esperanza y los espacios abiertos sacan a los estudiantes de las clases para aprender de forma operativa evitando posibles barreras morales  prejuicios. Los estudiantes aprender Diseño, Electrónica, Negocios o Ingeniería en un ambiente inspirado por la historia de superación de Heyerdhal. Más info aquí.