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Aprender a convivir con el dolor

Aprender a convivir con el dolor


 

«Algunas personas piensan que tengo poderes sanadores. Si los tuviera ya los habría utilizado para evitar la operación de vesícula por la que tuve que pasar. En realidad sólo puedes obtener algún beneficio de mis palabras y experiencias por el simple hecho de que tú y yo somos iguales.»

S.S. XIV Dalai Lama, gran maestro, encarnación de Avalokitesvara, bodhisattva de la compasión

 

Escribí hace años un artículo hablando de la felicidad, y otro artículo hablando de grandes claves de la vida. Ambos han tenido durante años una gran cantidad de visitas. Este artículo, lo adelanto y lo asumo, nunca las tendrá. En la vida ignoramos con frecuencia todo lo que incluya la palabra «dolor».

Llegado el tiempo de vacaciones o descansos, muchas personas necesitan ponerse una pulsera e ir de la habitación del hotel a la piscina y de la piscina a la habitación del hotel sin apenas esperar alguna otra cosa. Esto es algo fantástico para todos aquellos a los que les sirva. En mi caso, si bien practico otras muchas incoherencias en mi vida, esta en concreto me haría sentir verdaderamente pobre. Pese a que muchos artículos en la prensa tradicional invitan a perpetuar este modo de vida basado en la conexión-desconexión continua, no entiendo que el ser humano frecuentemente desee abstraerse de su realidad o su dolor, negarlos o hacer como si no existieran en una suerte de huida hacia delante donde nada se supera y todo permanece dentro. No es mi caso y el hecho de que no lo sea me ha convertido en una persona a la que verdaderamente aprecio.

Sostengo que la mayor parte de personas no se gustan a sí mismas porque huyen del dolor, lo esquivan, lo mantienen aparentemente alejado aunque repose en realidad muy dentro. No es su belleza aparente lo que no les permite alcanzar la paz; es su dolor latente lo que no les da consuelo. Dado que atravieso un momento delicado en mi vida (¿cuándo no? 🙂 trataré de explicar por qué ocurre esto. Comenzamos.

Somos mortales pese a nuestra insistencia continua por dejar de parecerlo. Todas esas personas que idolatras o todos esos momentos que idealizas están sujetos al ciclo de la vida. Permanecen por tanto ajenos a la rígida idea de lo perfecto. Todos sentimos en algún momento dolor, todos estamos llamados a aceptarlo y todos podemos crecer en la medida en que aprendemos a superarlo.

Huir del dolor es huir de la vida. Negar la tristeza, la desesperanza, el enfado o la frustración es negar la parte de la vida que representa el mayor aprendizaje. Querer pasar página demasiado rápido o intentar solapar antiguas y nuevas experiencias sin apenas tiempo para la meditación, significa dejar para mañana lo que llevo dentro. Sin excepción, las personas que se dejan para luego son las personas que no se llegan. Si todas las almas se expanden a través del manso rocío de la experiencia, también todas las almas se templan en la fragua del dolor. Por eso cuanto más queremos huir de nuestra condición, más se nos revela y aparece.

Nuestra bondad natural se nubla cuando contemplamos el mundo y al resto de personas como «todo lo demás». Pensamos que vivimos algo único o nuevo o que somos diferentes, pero al hacerlo nos separamos de la naturaleza de las cosas y nuestra mente nos posee. Imaginamos que nuestras conquistas o nuestras aflicciones son más o menos importantes o mejores o peores que las de «todos los demás». El verdadero problema es que vivir en la comparación continua no nos hace demasiado diferentes. No representa, por ejemplo, nada nuevo que te ocurra algo y creas que todo el mundo tiene que saberlo o que vivas tratando que «todos los demás» estén de acuerdo. Tampoco representa algo novedoso o diferente estar completamente enamorado de un mensaje, una idea del mundo o de la vida y acabar cegado por ello hasta apenas distinguir la belleza que late en el detalle de las pequeñas cosas.

Queremos trascender e influir, imponer o convencer y a través de esta insaciable sed de relevancia, nos distanciamos cada día de esas pequeñas cosas. Y ahí, en mitad de ese oscuro rincón de aparente sociabilidad y cercanía, en esa sonrisa compartida o ese paisaje publicado emerge la tempestad oculta del postureo, la incoherente pose que parece convertirnos en verdaderos dioses. Pero nada de esto permanece, nada de todo esto dura mucho. Y cuando el velo cae, cuando la realidad se muestra, nos debatimos entonces entre la sana utilidad de convivir con el dolor o la nada rentable costumbre de seguir huyendo.

Es una época dulce para mí. Disfruto de la sana amistad de mis clientes en una etapa de madurez profesional que en mi vida no tiene precedentes. Ayudo a diario a cientos de personas y soy uno más de esos a los que escucha nuestra desgastada especie. Todos los días apago nuevas guerras mundiales en mi mente. La mayor parte de mi tiempo vivo en absoluta riqueza, de modo que no me quita la felicidad decir que estos últimos muchos meses en mi vida personal fueron mierda y que no me dejaré llevar por el victimismo o la autocomplacencia. Me dedico a la espeleología emocional de otros; por eso mis vacaciones no estarán basadas en escapar de mis abismos sino en vivir a conciencia este dolor.

Cuando uno es como yo he querido ser, cuando uno decide vivir la vida tal y como yo quiero vivirla no existen vacaciones de los otros ni descansos de uno mismo. Cualquiera que lleve este rollo no necesita ni le apetece huir. Cuando las cosas vienen mal, cualquiera que viva así tiene el infinito consuelo de vivir en la conciencia de todo lo que es y con o sin razón le pasa. En mi caso caigo muy lento, y me levanto rápido. No nos pongamos dramáticos, entonces… Mírenlo así, amigos: mucho peor sería vivir de acuerdo a lo contrario.

No cifro mi sabiduría en no tener dolor sino en aceptarlo y aprender a convivir con él.

No cifro mi bienestar en ocultar mi dolor sino en no necesitar huir de él.

No soy feliz porque no sufra sino porque sufriendo se poner en su justa perspectiva el diminuto abismo del que tengo que salir en relación a la enorme belleza del conjunto de la vida.

Que todo lo que aprendí hasta hoy me eleve porque todo el amor que di sin excepción me fue devuelto.
 

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Por qué necesitamos medir el éxito de forma diferente

Por qué necesitamos medir el éxito de forma diferente


 

«La historia del miedo a lo largo de los siglos muestra que algunos han conseguido, a veces, liberarse de él de dos maneras. La primera, con la ayuda del mismo miedo, escapando de un miedo a otro en el que haya más esperanza. La segunda, recurriendo a la curiosidad por algo totalmente diferente que borra temporalmente la conciencia de peligro»

maestro Theodor Zeldin, Historia íntima de la Humanidad, p.189

 

Hoy compartiré contigo, lector o lectora, una pequeña reflexión sobre el momento actual de las organizaciones y la creciente tendencia a buscar entornos más saludables de trabajo con más o menos suerte en la consecución de este objetivo. Espero de veras que te resulte útil. Esto es lo que trataré de exponer en este artículo:

Creo que en la actual búsqueda de nuevos entornos de trabajo más humanos, la mayor parte del tiempo no estamos modificando algo que considero básico para sentirnos satisfechos. Hablo de medir nuestro éxito de forma diferente, de complementar los indicadores economicistas con indicadores mucho más tangibles e inmediatos a nivel humano.

El momento que vivimos actualmente en las empresas es fantástico por cuanto estamos reinventando las relaciones laborales en una gran cantidad de aspectos y matices que enriquecen nuestra experiencia con cada año que pasa. Soy de esas personas que contribuye con su trabajo a este cambio humanizador y esto me anima a compartir una breve explicación de donde estábamos y hacia donde vamos.

Hablaré en torno a estos apartados:

  • Indicadores clave del management científico
  • Alimentando la bestia del consumo
  • El mito del cerebro descontrolado e insaciable
  • Cómo revertir la tendencia a la insatisfacción

Comenzamos.

Durante años he observado el comportamiento humano en entornos laborales desde una u otra perspectiva. En todas las empresas que he conocido -sin excepción- he observado con mucha mayor frecuencia momentos de ansiedad, depresión, estrés, prisa y falta de atención a las cosas importantes (uno mismo, su entorno inmediato, la vida) que momentos de gozo, alegría, celebración y disfrute. Esta pauta la he vivido una y otra vez. Personas «que no llegan», «que no dan», «que no pueden» con los objetivos, con los retos, con lo que sea… ¿Por qué ocurre esto?
 

INDICADORES CLAVE DEL MANAGEMENT CIENTÍFICO

Cuando la ciencia universalizó gradualmente una sociedad, una sanidad y una educación para todos parecía apagarse la oscuridad de tiempos pretéritos en los que el mito y la superstición generaban enormes desigualdades. Con el progreso traído por la ciencia, nació el concepto de empresa y desde el inicio todas las empresas compraron dos discursos: EFICIENCIA y COMPETITIVIDAD.

Parecían dos palabras infinitas: siempre se puede ser más competitivo y siempre se puede ser más eficiente, nos decíamos. En la actualidad prácticamente todos los indicadores de éxito en el mundo empresarial miden el rendimiento, la productividad, la rentabilidad económica, y no miden nada que tenga que ver con el sentido de la vida, sea el que sea siempre y cuando no sea solamente trabajar.

Para esta mentalidad descansar es un pecado y estar ocioso o actuar lento y con atención al detalle es sencillamente «poco eficiente» o «nada rentable».
 

ALIMENTANDO LA BESTIA DEL CONSUMO

Añadido a esto el marketing se ha dedicado de forma voraz durante ya casi más de un siglo a entrar y meterse en nuestra vida, a saberlo todo de nosotros y a invertir cientos de miles de millones de dólares en generar insatisfacción y ganas de querer más a la gente. De nuevo sin límite, sin medida. Consumimos porque nos convencemos de necesitar algo. Aquí no me canso de recordar que «otro marketing es posible».

Detecto por todo esto una sensación de hastío generalizada y uniforme. Durante los últimos años veo con mayor frecuencia muchos más titulares y entrevistas, libros y personas que hablan de que se encuentran insatisfechas, sin rumbo, saturadas, en una especie de fenómeno global de indignación constante. A los seres humanos parece como si haber creado la sociedad más justa y tecnológicamente avanzada de la Historia, no nos bastara o al menos no fuera suficiente.

Es de locos, todo el mundo va con prisas, nadie tiene tiempo, aparentemente las cosas cada vez son más confusas. Vivimos más años pero parece que lo haremos con menos calidad. Parecemos postergar la felicidad sin dilación y con inquietante fe en el futuro. Pero el futuro nunca llega.
 

EL MITO DEL CEREBRO DESCONTROLADO E INSACIABLE

Hace ya 11 años un psicólogo llamado John Naish publicó un libro que se llamaba «¡Basta!: cómo dejar de desear siempre algo más» (lo publicó en castellano la editorial Temas de Hoy) En él sostenía que el cerebro humano ha sido programado durante millones de años para sobrevivir, para vivir en entornos de escasez y no de abundancia, para buscar y querer más porque durante varios millones de años nuestro cerebro programado para la supervivencia siempre necesitaba más (comida, abrigo, refugio,…) Pero sin embargo en la actualidad, desde hace no más de un par de siglos en el mejor de los casos, nuestro cerebro vive en un entorno de abundancia en el que a priori no necesitaría buscar más. Muchas nuevas teorías sobre la abundancia y el minimalismo desarrollan hoy -más que nunca en Occidente- este nuevo paradigma.

En sesión suelo recordar que tenemos la mejor máquina de supervivencia de la historia de la evolución pero tal vez una de las peores máquinas de convivencia jamás desarrolladas. Somos al mismo tiempo la única especie capaz de mostrar compasión y la única especie que mata sin necesitar biológicamente hacerlo.

Estar programado para la insatisfacción tiene un lado positivo: nuestra curiosidad nos ha aportado grandes descubrimientos. Hemos descifrado la cadena de ADN, pisado la Luna, comenzamos a comprender la evolución del universo, creamos sociedades estables y sostenibles en el tiempo, viajamos a cientos de kilómetros hora recorriendo en un solo día las mismas distancias que nuestros antepasados recorrieron a lo largo de más de 2500 generaciones.

Pero también tiene un lado negativo: querer más todo el tiempo no resulta sostenible. Nuestro cuerpo tiene un límite, los grupos humanos en los que vivimos también lo tienen y el planeta nos alerta a diario del suyo.
 

CÓMO REVERTIR LA TENDENCIA A LA INSATISFACCIÓN

Creo que la clave para cambiar esta tendencia es el cambio progresivo de mentalidad y la práctica del autocontrol sobre nuestros pensamientos. Yo lo llamo conquistar la tranquilidad de espíritu y es gran parte de la base de mi trabajo con clientes. Aunque ya he escrito otras veces sobre cómo cambian las personas, esta vez compartiré contigo una fórmula para revertir esta tendencia con mucha paciencia, compromiso y voluntad:

Deja de medir tu satisfacción con indicadores que nunca te la han garantizado. Renuncia al crecimiento ilimitado, solo somos seres vivos limitados y no podemos por naturaleza crear nada infinito. Cualquier voluntad del ser humano por querer crear algo infinito solo garantiza sufrimiento. Crea nuevos indicadores que hagan sostenible tu entorno de trabajo sin necesitar que otros sufran para ello. El equilibrio entre economía (mercado) y ecología (entorno de vida) es posible, no tengo duda.

Cualquier acto implica conflicto o dolor, tu única responsabilidad es minimizarlo. En tí y en otros.

A todos aquellos que sostienen que debemos elegir entre empresas o economías competitivas que generan riqueza y empresas o economías deficitarias que generan pobreza… solo puedo decirles esto con cariño: Cambien sus indicadores ya. Modifiquen sus indicadores sobre qué es riqueza y qué es pobreza. Por el bien de todos, incluso por el suyo.

Los entornos de trabajo humanos y equilibrados son posibles a partir de un margen de rentabilidad concreto que suele ser frecuentemente bajo en comparación con los objetivos anuales de la mayoría de las empresas. Una vez que una organización logra esta rentabilidad básica (sostenibilidad económica), creo que es posible diseñar y pensar nuevos indicadores de éxito más humanos y basados en la calidad de vida de todos los actores: colaboradores, clientes y proveedores de servicios. Más allá de la máxima incierta y nada deseable que proclama que si no trabajas para vivir, solo vives para trabajar; creo que en nuestro tiempo vida y trabajo van de la mano y abogo más -como Judy Wajcman, Andre Köhler y David Graeber- por entornos de desempeño donde seamos capaces de sentirnos vivos, esto es, útiles, realizados y respetados como personas.
 

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Una explicación sencilla sobre el liderazgo y el valor de nuestras relaciones

Una explicación sencilla sobre el liderazgo y el valor de nuestras relaciones


 

«En mi búsqueda de la felicidad estudié a personas relevantes de mi especie y no os vais a creer lo que encontré. Hace unos pocos años hallé el extravagante caso de una persona que existió hace dos mil años y afirmaba haber llegado a este planeta para amar absolutamente todo. Por lo que parece la noticia causó tanta conmoción que no dudaron en matarle. Aunque yo había estudiado casos similares, lo que me sorprendió de esta persona y cambió mi vida por completo es que cuando hablaba de amarlo todo incluía también a las personas. A todas. Sin excepción. Incluso a aquellas que le habían condenado.»

El autor, extraído de un taller sobre Liderazgo servicial, marzo 2019

 
A menudo leo textos de grandes compañeros en el estudio y la comprensión del comportamiento humano. Suelo encontrar verdaderas joyas. En muchas ocasiones estas joyas esconden grandes teorías complejas y muy elaboradas que explican fenómenos como el liderazgo o la coordinación de equipos. De hecho en este blog he compartido durante años una gran cantidad de reflexiones útiles para aproximarte, lector o lectora, a esta disciplina transversal y con tanta materia publicada. Pero hoy compartiré algo más inmediato, algo que deseo que recuerdes y que te suponga, lector o lectora, un gran aprendizaje.

Hoy comparto contigo una explicación muy sencilla sobre el liderazgo y el valor de nuestras relaciones en la vida, una forma de explicar este fenómeno que cualquier persona puede entender sin necesidad de ser ningún experto. Comenzamos.

Hace poco en una película que estaba viendo escuché una conversación entre personajes que ya había leído en algún otro lugar pero que volvió a conectarme con la esencia del liderazgo. En la película uno de los personajes -líder de una tribu- hablaba a un muchacho joven y algo perdido, uno de esos personajes que suele estar llamado a liderar algo pero no sabe por qué.

He tomado las ideas fundamentales del diálogo y me he permitido adaptarlas para una mejor formulación de esta sencilla explicación. Ahí va:
 

Una buena persona dibuja un círculo alrededor suyo y se ocupa de los que están dentro. Y aquí entran la persona misma, su pareja, sus hijos, su familia…
 
Otras personas dibujan un círculo mayor y dentro de él también están sus hermanos, aquellos que comparten con él una misma identidad o cultura…
 
Y otras personas tienen un destino superior a todos los anteriores. Han de dibujar a su alrededor un círculo dentro del cual quepan muchas, muchas personas más. Se da incluso el admirable caso de personas que dibujan un círculo en el que cabemos todos.

 
Esta sencilla explicación ilustra muy bien muchas cosas que ya conocemos y están demostradas a través de la sabiduría milenaria, la psicología cognitiva y social, y el arte de la gestión de grupos y la empresa. Estas son las 6 razones por las que me encanta la explicación que acabas de leer:
 

1) RESPONSABILIDAD

La explicación relaciona directamente la influencia sobre otros con la responsabilidad propia de cada persona y el compromiso con su decisión. Esto significa que son igualmente respetables cualquiera de los tres círculos que la persona decida dibujar siempre y cuando no deje de ocuparse de los que están dentro. Es decir, el liderazgo está íntimimamente relacionado con la forma en la que me relaciono con otros y decido comportarme.
 

2) BONDAD

Esta perspectiva entiende que el liderazgo útil está asociado a la bondad. De acuerdo a esta explicación nuestra bondad radica en saber trazar círculos en los que las personas se sientan cuidadas y queridas. De este modo además el sentido de la vida de una persona reside en el reto de diario de ocuparse de todos aquellos que estén dentro de su círculo y en mantener vivo cada dia ese mismo círculo. Sinceramente, me parece una forma genial de explicar la bondad con una actitud inclusiva y saludable.
 

3) ESFUERZO

Esta forma de entender el liderazgo deja claro que la bondad exige esfuerzo. En este caso se trata del esfuerzo de dibujar día a día con tus actos uno o varios de los tres círculos en los que hacer que las personas que están dentro se encuentren bien y cuidadas.
 

4) RESPETO

La explicación respeta la decisión de cada persona sobre el área de influencia que quiere abarcar con sus acciones. Esto significa que es tan buena una persona que sabe cuidar de los suyos en su círculo inmediato como una persona que decide dibujar círculos mayores. Es decir, para hacer algo bien solo tienes que aceptar o vivir de acuerdo al círculo de influencia del que decidas responsabilizarte. Y si lo haces bien, con honestidad y tesón, tal y como se afirma en otra famosa película, entonces «todo el mundo comprenderá que no todos necesitan ser reyes porque para cada persona su propia casa es su castillo». Y esto es algo digno y respetable.
 

5) PROGRESIVIDAD

Esta teoría explica muy bien cómo suele distribuirse en la vida el número de personas en cada círculo de influencia. He aquí la gran lección que nos regala esta sencilla explicación: La mayoría de personas deciden centrar su esfuerzo en dibujar el primer círculo, algunas personas deciden dibujar un círculo mayor, y solo unas pocas están dispuestas a dibujar un círculo en el que «quepan muchas, muchas personas más». De hecho la teoría explica muy bien cómo es imposible liderar a otros (segundo círculo) si uno mismo no se cuida o no tiene un entorno que cuide y le cuide consecuentemente bien (primer círculo).
 

6) EXCELENCIA

Explica muy bien cómo la excelencia puede estar en todas las personas pero solo unas pocas dejan huella en la Historia de nuestra condición. Esta forma de entender las relaciones explica muy bien cómo es realmente admirable una persona con un círculo pequeño bien dibujado (un buen padre, una buena pareja o un buen amigo, por ejemplo); cómo es igualmente admirable una persona con un círculo mayor (un pueblo, un equipo, una ideología, o una organización por ejemplo) pero cómo son extraordinariamente admirables solo aquellas personas que «han de dibujar a su alrededor un círculo en el que quepan muchas, muchas personas más», es decir aquellas personas que son capaces de inventar un círculo que al principio no suele ser visible para otros, un contexto que esa persona tiene que crear y en el que una gran variedad de personas aparentemente diferentes se sienten igualmente bien tratadas y cuidadas a menudo incluso con independencia de sus diferencias.
 

Espero que este artículo te haya resultado interesante y útil.
 

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Todo ha sucedido antes

Todo ha sucedido antes


 

«A menudo se compara el corazón con la cueva. (…) La cueva es el símbolo de nuestro interior. El que entra en el recogimiento, intentando relegar su nivel de ego, o sea desprendiéndose de sus conceptos, imágenes y representaciones, entra -por así decir- en la cueva de su corazón.»

maestro Willigis Jäger, En busca del sentido de la vida, 2002, Ed. Narcea, p170

 
 
Hace poco hablaba con mi compañera María Rosell sobre el momento actual de las organizaciones. Entre las pautas constantes que más nos llamaban la atención se encontraba una en especial que se repetía frecuentemente. Parece como si en las organizaciones estuviéramos dando demasiada importancia a todo lo que ocurre de forma constante, como si cada nueva teoría o modelo fuera el definitivo que resuelve mi problema. Pero sin distinciones, ni foco ni prioridades nadie puede gobernarse. Sin criterio propio ni pensamiento crítico corremos el riesgo constante de hacer depender nuestra satisfacción de esa tendencia humana a exagerar o descontextualizar las cosas que nos ayuda a estar continuamente alerta. De hecho nos encanta generar grandes titulares y apocalípticas descripciones de lo que está pasando en el mercado laboral, en la cultura de las organizaciones o en la sociedad, cuando en realidad -como me recordaba María- todo ha sucedido antes. Simplemente necesitamos aprender de ello.

En realidad ninguna persona puede vivir de forma saludable o disfrutar de un entorno de trabajo saludable si está continuamente en el estado máximo de alerta. Nadie -ni personas ni organizaciones- sería capaz de soportar esta rueda del eterno descubrimiento que alimentamos en cada nueva ponencia, cada nuevo libro o cada intervención. Tal y como yo lo veo, la alerta máxima y la atención constante son dos cosas diferentes; la primera estresa e invita a la saturación, la segunda da sentido y dignifica nuestra vida.

Si cada vez que me levanto por la mañana me digo a mí mismo que vivo en un momento de la Historia caracterizado por la volatilidad (V), la incertidumbre (I), la complejidad (C) y la ambigüedad (A) de todo puede que me haga falta repasar la Historia para aprender a valorar lo que tenemos. Puede que necesite, por ejemplo, recordar que todos nuestros abuelos vivieron en contextos históricos prebélicos, bélicos o postbélicos en los que no existía certeza de ningún tiempo, a menudo sin acceso a la satisfacción de las necesidades básicas o sin capacidad de previsión de lo que iba a pasar no dentro de un año sino aquella misma tarde. Y ni le cuento, lector o lectora, si nos retrotraemos a los tiempos de las pirámides. En realidad el fenómeno VUCA no es un fenómeno, es la propia historia de la humanidad y la práctica diaria de nuestra condición humana. Sin más.

En muchos contextos de cambio escuchamos «Todo está cambiando rápido y ahora». Yo añado… Sin duda, ¿y cuándo no?, ¿En qué momento exacto de la historia de las organizaciones las cosas no cambiaban rápido y ahora?, ¿En qué contexto histórico las sociedades humanas no se han desarrollado generando grandes fricciones o resistencias, momentos de conflicto o transiciones dolorosas? Puede que para una persona desde la mentalidad actual el cambio del nomadismo o el sedentarismo fuera progresivo, pero no para esa familia nómada de la estepa que tenía que tomar la decisión sobre qué modelo de vida adoptar para garantizar la supervivencia de los suyos. Para esa familia el cambio en ese momento fue disruptivo, inmediato, revolucionario. Suponía una forma de ver la vida y entender su lugar en el mundo que -para ellos también en aquel momento- parecía que nunca antes había sido planteada. Pero también entonces eso sí que había sucedido antes. En otro contexto, con otra tecnología, bajo otras premisas y condicionantes, pero un cambio parecido ya había sucedido antes.

Aceptar que todo ha sucedido antes implica relajarse, encontrar momentos de paz para reflexionar y tomar buenas decisiones en lugar de momentos de estrés para actuar como pollo sin cabeza.

Aceptar que todo ha sucedido antes implica dejar de dar tanta importancia a todo, pasar de pensar que algo nos ocurre a que algo sencillamente ocurre y debo gestionarlo. Sin grandes artificios, sin necesidad de generar grandes discursos, solo debo gestionarlo tal y como buenamente pueda. Solo así, aceptando que todo ha sucedido antes, soy capaz de entenderme con el otro, de no dramatizar la realidad que compartimos o la que nos distancia, pero sobre todo solo así soy capaz de encontrar el oxígeno fresco que me puede aportar el infinito aprendizaje de otra historia.

Sigo siendo un hombre tranquilo y por eso considero que más allá de esto, todo lo demás es solo voluntad y ganas de agobiarse, de inventar sentidos a las cosas en lugar de disfrutarlas. Y que consecuentemente solemos tener muchas ganas de complicarnos la vida sin apenas darnos cuenta. Porque la naturaleza de la vida es el cambio y porque dada su extraordinaria belleza jamás necesitó ni necesitará de nosotros grandes titulares.

Aceptar que todo ha sucedido antes implica aceptar que SOMOS CAMBIO, que dentro de doscientos años si hemos logrado sobrevivir como especie alguien mirará nuestro momento y dirá que todo esto que vivimos no fue un cambio disruptivo sino un cambio progresivo, «una era» o «un periodo de tiempo», otro más, simplemente otro.

Aceptar que todo ha sucedido antes significa abandonar la rueda del eterno descubrimiento y renunciar a la auto-presión de ser constantemente originales o siempre diferentes. Nada en mi experiencia de vida me indica que un ser humano sea realmente muy diferente a otro, con independencia de su cultura, raza, contexto histórico o lugar de nacimiento.

Sencillamente acepta que todo ha sucedido antes. Si diriges personas acepta que otras personas se habrán enfrentado en el pasado a problemas similares o a un orden o magnitud de reto similar al que te enfrentas. Si eres jefe de un proyecto acepta que tu organización no es tan diferente a otras, que las problemáticas y sus soluciones se repiten y que solo crece o varía la formulación sobre cómo trabajarlas, y a menudo ni siquiera eso. Y que no pasa absolutamente nada, que es algo normal y natural y que la mayoría de nosotros aún llevando décadas ayudando a personas y organizaciones en su cambio también sentimos vértigo y temor.

En definitiva tal vez uno solo pueda vivir bien aceptado que todo ha sucedido antes.
 

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Vivir bien

Vivir bien


 

«En el silencio no miramos a los otros sino a nosotros mismos»

maestro Anselm Grün, Elogio del silencio

 
Vivir bien es vivir del todo, no entrar y salir de la vida o visitarla sino llenar atentamente un solo momento por completo.

Vivir bien es vivir hasta el final, haciendo -como en aquella oración del maestro Juan Ramón Jiménez- «que hoy sea solo hoy» y que todo lo demás no importe. En el Critón, el maestro Sócrates recuerda que «no es vivir lo que de ser estimado en el más alto grado sino vivir bien».

Vivir bien es vivir para encontrar y no vivir para buscar. Una buena vida es una vida en la que encontramos durante más tiempo que buscamos. Buscamos fuera lo que no tenemos dentro, encontramos fuera lo que ya tenemos dentro. Si hoy, aquí y ahora, me siento satisfecho con lo que soy, puedo aceptar la mayoría de todo aquello que tiene que pasar.

Vivir bien es recordar que la vida por sí misma ya es rentable, que no necesitas servir a un mayor propósito que disfrutar la vida y favorecer que otros la disfruten.

Vivir bien es entender la buena suerte de este modo: Afortunadamente la mayor parte del tiempo las cosas no son como quieres sino como queremos. Vivir bien es no olvidar que nadie admira por mucho tiempo a alguien que no se ha esforzado. Como recordaba el maestro Morgan Scott Peck la disciplina, el sacrificio y el amor al otro te proporcionarán la gracia.

Vivir bien es cultivarse, vivir la vida en la cercanía pero también mirarla en la distancia. El maestro Mahoma dijo «el prisionero que enseñe a leer y escribir a 10 musulmanes será libre». Falta hueco en las cárceles pero sobra hueco en el alma. Llénalo.

Vivir bien es escaparse de la prisa para regresar a la observación diaria. Vivir bien es hacer lo que el maestro Sogyal Rimpoché llama «llevar la mente a casa», domar y controlar el torrente de nuestros pensamientos, hacerlos trabajar para nuestro equilibrio y contra la esclavitud vital que supone abandonarnos ante ellos.

Vivir bien es sobre todo ser agradecido, reducirme a lo que soy para reconocer al otro. Las personas que conocen y comparten su gratitud antes que todos sus juicios u opiniones viven ya en la dicha.

Vivir bien es construir el paraíso aquí en la Tierra para mí mismo y para otros. El maestro Dan Gilbert nos recuerda que «no ayuda a ser feliz decir a alguien que si no cree en lo que tú crees irá al infierno». Muy al contrario, te ayudará mucho a ser feliz tu compromiso de vivir para no fabricar nuevos infiernos ni a tí ni a otros.

Vivir bien es renunciar a la mayor parte de deseos que fabricamos y que nos someten. Vivir bien es quedarse solo con aquellos que hacen crecer el cuerpo del alma y el alma del cuerpo, porque el resto de deseos no tienen sentido ni argumento. Vivir bien es recordar que todas las expectativas que pongo en otros son barreras para aceptarme, muros que separan mi realidad de estar vivo de mi capacidad de disfrutarlo.

Vivir bien es adaptarse ante las cosas que no son importantes y estar conectado y comprender las cosas que sí son importantes. Esto implica tomar de cada buena o mala experiencia el mejor aprendizaje. El que vive de acuerdo a las cosas importantes recorre el Cielo en vida sin necesidad de castigarse. Por el contrario para las cosas que no son importantes se cumple siempre que lo que es válido hoy, mañana dejará de serlo. Por tanto es clave alimentar la perspectiva y el criterio propio para relativizar y adaptarse a las cosas que no son importantes.

Vivir bien es recordar que no tienes todo el tiempo del mundo para hacerlo. Vivir bien no es vivir para dejar un legado a otros tras tu muerte, sino vivir como si tu vida fuera el único legado que has recibido y que verdaderamente tú puedes disfrutar.

Vivir bien es el único medio para lograr el fin de estar verdaderamente vivo. No hay vida más allá de la vida del mismo modo que no existe amor que no genere amor ni odio que no genere odio. Por eso nunca eres lo que dices; y por eso tal y como dice el maestro Aristóteles «eres lo que haces de forma repetida de forma que la excelencia no es un resultado sino un hábito».

Vivir bien es necesitar el mar y la montaña, disfrutar lo sencillo, dulce y suave de la vida y apreciar lo escarpado, abrupto y elevado de la vida. Porque todo ello es salvaje e insondable y no necesita de nosotros tanto como nosotros necesitamos de ello.

Vivir bien es ante todo no sentirse solo ni actuar como si lo estuviera. Vivir bien es comportarme como si en el mundo antes hubieran existido más personas, como si durante mi vida también existieran otras y como si después de mi muerte fueran a existir muchas otras más. La verdadera compasión de las personas que se atreven a vivir bien radica solamente en esto.
 

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La autopista de todos los problemas

La autopista de todos los problemas

cuadro titulado «Autopista sin final» del maestro Robert Allen Zimmerman

«Hay que tocar durante mucho tiempo para poder tocar como uno mismo»

maestro Miles Davis

 

He superado la mayor parte de problemas de mi vida cuando he considerado que no lo eran. Incluso en mis peores momentos, por mucho que yo me empeñara en ello, la vida nunca fue un acertijo a resolver sino la belleza del único valor auténtico que tengo. En otro tiempo buscaba su sentido, ahora aprecio su presencia. He escrito este pequeño relato para mostrarte una de las mayores lecciones de vida que puedes aprender. Espero, lector o lectora, que te atrevas de todo corazón a disfrutarlo.

Comenzamos.

Vivir de forma consciente es el mayor regalo que alguien puede hacerse. Ser consciente de algo no significa cebarse en lo que te ocurre sino comprender lo que ocurre. Por mucho que te empeñes, la vida no te ocurre, no te está pasando a tí ni eres especialmente importante o muy diferente a otras personas que viven. La vida tampoco te rodea, ni hay una gran cantidad de problemas, personas o circunstancias que te facilitan o impiden progresar y a los que hay que bendecir o maldecir de acuerdo a tu criterio. Nada de esto ocurre a tu alrededor ni te ocurre precisamente a tí.

En realidad tú eres siempre la parte más determinante de todo lo que te ocurre pero eres una parte a menudo insignificante de todo lo que ocurre. Le das excesiva importancia a tu capacidad de cambiar las cosas y una nula importancia a tu capacidad para cambiar tus cosas. Los otros tienen que mejorar tu vida pero tú no puedes hacerlo. Y es verdad, claro que no puedes, es imposible para tí porque te has equivocado de sala espera y de hospital.

Cuando te convertiste en víctima aparecieron todas tus heridas y acudiste entonces a toda prisa a tu coche de ira y frustración donde todo pasa rápido y ahora. Tomaste entonces a toda velocidad la autopista de todos los problemas. En ella había muchas salidas. Una decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA», otra decía «EL HOSPITAL DE LA VIDA DE JUAN», otra decía «EL HOSPITAL DE LA VIDA DE OMAR», y así una detrás de otra por toda la autopista. No viste la primera señal, esa que decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA», porque ibas demasiado rápido y centrada en formular y atender a todos tus problemas como para darte cuenta de que tienen solución. Y entonces de repente viste la palabra hospital en otra señal e inconscientemente diste el intermitente y te encontraste dentro. Fue algo automático, puede que ni siquiera quisieras hacerlo, pero tomaste esa salida. Al llegar al hospital de la vida de Juan nadie te reconoció como doctora así que te sentaste en la sala de espera de los problemas de Juan. Y allí estaban otras personas que como tú tampoco eran Juan y que como tú también tenían problemas. Así que te alimentaste de ellos, te los comiste todos, los sumaste a todas tus heridas y a ellos les sumaste todas tus heridas. Pero aunque lo hacías y te reconfortaba ver que ellos también tenía heridas, tú seguías teniendo tus heridas, era como si las multiplicases. El caso es que seguías siendo víctima así que volviste a tu coche de ira y frustración, lo cargaste de tus heridas y de las heridas de las otras personas que tampoco eran Juan y volviste a la autopista de todos los problemas.

Y mientras volvías a enfrascarte en la formulación, el recuerdo y el análisis de todos tus problemas había de nuevo muchas salidas. Una decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA», otra decía «EL HOSPITAL DE LA VIDA DE OMAR», otra decía «EL HOSPITAL DE LA VIDA DE RAQUEL», y así una detrás de otra por toda la autopista. No viste la primera señal, esa que decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA», porque ibas demasiado rápido y centrada en formular y atender a todos tus problemas como para darte cuenta de que tienen solución. Y entonces de repente viste la palabra hospital en la segunda señal e inconscientemente diste el intermitente y te encontraste dentro. De nuevo fue algo automático, apenas fue una decisión inconsciente, pero tomaste esa salida. Al llegar al hospital de la vida de Omar nadie te reconoció como doctora así que te sentaste en la sala de espera de los problemas de Omar donde había muchas otras personas que tampoco eran Omar hablando de todos sus problemas. Y de nuevo te alimentaste de ellos, te los comiste todos, los sumaste a todas tus heridas y ellos sumaron las tuyas a las suyas. Pero tú seguías teniendo tus heridas y seguías siendo víctima así que volviste a tu coche de ira y frustración, lo cargaste de nuevo con las heridas de las personas que no eran Omar y con todas tus heridas que se sumaron a las heridas que de las personas que no eran Juan, y volviste a la autopista de todos los problemas.

Casi sin darte cuenta volviste a poner tu atención en todos tus problemas y mientras lo hacías con tanta atención y dedicación, en la autopista había de nuevo muchas salidas. Una decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA», otra decía «EL HOSPITAL DE LA VIDA DE RAQUEL», y así una detrás de otra por toda la autopista. Como ibas centrada en todos tus problemas no viste la primera señal, esa que decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA», porque ibas demasiado rápido y toda tu atención se centraba en enumerar y tener presentes todos tus problemas como para darte cuenta de que tienen solución. Y entonces de repente viste la palabra hospital en la segunda señal e inconscientemente diste el intermitente y te encontraste dentro. Ni siquiera recordabas haberlo hecho antes, simplemente te metiste en la salida, la tomaste porque aquello era un hospital y tú tenías heridas. Al llegar al hospital de la vida de Raquel nadie te reconoció como doctora así que te sentaste en la sala de espera de los problemas de Raquel. Allí había muchas personas que no eran Raquel hablando de todos sus problemas. Así que los escuchaste y te los comiste todos, los sumaste a todas tus heridas. Pero tú seguías teniendo tus heridas y seguías siendo víctima así que volviste a tu coche de ira y frustración, lo cargaste de tus heridas junto a las heridas de todas las personas que no eran Raquel, las heridas de todas las personas que no eran Juan y las heridas de todas las personas que no eran Omar y volviste a la autopista de todos los problemas.

Mientras conducías empezaste a pensar que cuando te convertiste en víctima habías salido de casa para que otros te ayudaran a resolver todos tus problemas, y sin embargo ahora estabas cargada de todos los problemas de las personas que no eran Juan, ni Omar, ni Raquel ni tú misma. Mientras pensabas esto con tanta atención y dedicación, en la autopista había de nuevo muchas salidas. Una decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA», otra decía «EL HOSPITAL DE LA VIDA DE ANDRÉS», otra decía y así una detrás de otra por toda la autopista. Como ibas centrada en enumerar los problemas de todas las personas que no eran Juan, ni Omar, ni Raquel ni tú, no viste la primera señal, esa que decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA», porque ibas demasiado rápido y no puedes estar en dos cosas al mismo tiempo. Tampoco viste la segunda señal, esa que decía «EL HOSPITAL DE LA VIDA DE ANDRÉS»  porque aún estabas enumerando los problemas de todas las personas que no eran Juan, ni Omar, ni Raquel ni tú misma. Y entonces de repente, cuando ya habías acabado de enumerar todas esas heridas, viste la palabra hospital en una señal y como por arte de magia diste el intermitente y te encontraste dentro de la salida. Como no sabías dónde llevaría estabas tan atenta en encontrar el hospital que ni siquiera recordabas haber salido antes por otras salidas de la autopista que llevaban a hospitales. Al llegar al hospital de esta salida nadie te reconoció como doctora así que te sentaste en la sala de espera del hospital. Allí había muchas personas hablando de todos sus problemas. Así que los escuchaste y te los comiste todos, los sumaste a todas tus heridas. Pero tú seguías teniendo tus heridas y seguías siendo víctima así que saliste del hospital para buscar tu coche de ira y frustración, cargarlo de todas las heridas de las personas que no son Juan, las de las personas que no son Omar, las de las personas que no son Raquel y las tuyas y volver a la autopista de todos los problemas. Pero al salir del hospital miraste el letrero de la entrada y decía «EL HOSPITAL DE LA VIDA DE LA PERSONA QUE MEJOR ME QUIERE». Así que volviste a entrar y de repente viste a la persona que mejor te quiere. No estaba en la sala de espera donde tú estabas. Ella tenía una bata, sonreía a los demás y operaba con diligencia y disciplina constante todos sus problemas. Nunca habías reparado en su sonrisa y viste entonces que su calidez y claridad eran muy puras, que todas las personas se sentían bien a su lado. Junto a su despacho de consulta viste un letrero que rezaba: «RESPONSABILIDAD PROPIA». Ella era la directora del hospital y sin duda se notaba por la admiración y el respeto con el que todos la trataban. Aunque tu la observabas maravillada desde la sala de espera en la distancia, ella vino sonriendo a tí y te dijo:

– Me alegro de verte, ¿Qué haces aquí? Este es mi hospital de mi vida, en él resuelvo todos mis problemas con ayuda de aquellas personas que quieren ayudarme. Aunque ves muchas personas en la sala de espera solo dejo entrar a aquellas que quieren ayudarme. ¿Has venido a ayudarme?

Contrariada tú la respondiste:

– No, simplemente salí por una salida de la autopista donde vi la palabra «hospital» y entré porque yo tengo mis propios problemas y quería resolverlos.

– Ahora entiendo – te contestó sonriendo– Siento que no puedas pasar a este hospital porque aquí solo tratamos mis problemas las personas que quieren ayudarme y yo. Veo sin embargo que tú tienes problemas y me gustaría ayudarte a que tú los resolvieras pero eso solo lo podemos hacer en tu hospital. Como veo que quieres resolver tus problemas, creo que lo mejor es que estés muy atenta cuando vayas por la autopista de todos los problemas y te metas en la salida que señale el hospital de tu vida. Yo hoy acabaré pronto de tratar mis problemas así que como soy tu amiga me pasaré por tu hospital luego a ayudarte. ¿Podemos quedar allí a las 15:00?

– Vale –dijiste con un hilo de voz.

Pero tú seguías teniendo tus heridas y seguías siendo víctima así que un poco extrañada por lo que acababa de ocurrir volviste a tu coche de ira y frustración, lo cargaste de tus heridas junto a las heridas de todas las personas que no eran Juan y las heridas de todas las personas que no eran Omar, y las heridas de todas las personas que no eran Raquel pero… al ir a cargar las heridas de la persona que mejor te quiere de repente viste que no tenías nada que cargar. Un poco sorprendida volviste a la autopista de todos los problemas.

Mientras conducías lo único que pensabas es que alguien se había ofrecido a ayudarte y que habías quedado a una hora con esa persona y tenías que cumplirlo. Así que aunque en la autopista había de nuevo muchas salidas, viste una que decía «EL HOSPITAL DE MI VIDA» y te metiste de lleno sonriendo. Al llegar al hospital de tu vida nadie te reconoció como doctora así que te sentaste en la sala de espera del hospital de tu vida.

– ¡Qué extraño! – te dijiste– ¡Este es el hospital de mi vida pero nadie me reconoce como doctora!

En la sala de espera del hospital de tu vida había muchas personas que eran tú misma hablando de todos sus problemas. Así que los escuchaste y te los comiste todos, de nuevo los sumaste a todas tus heridas. Fueron pasando los minutos hasta que dieron las 15:00. Entonces viste entrar a la sala de espera del hospital de tu vida a la persona que mejor te quiere y riendo te dijo:

– Pero mujer, ¿Qué haces tú aquí? ¡En este hospital somos los demás los que tenemos que esperar a ayudarte, no tú!

– Pero es que nadie me ha reconocido como doctora.

– Pues claro, en todas las salas de espera la mayoría de las personas creen ser directores generales del hospital del mundo, un hospital que no existe, cuando en realidad casi nadie es director general del hospital de su vida. Comprenderás ahora que no sepan reconocer a alguien que lo sea. ¡Solo tú puedes reconocerte como directora del hospital de tu vida! Mira, allí está colgada tu bata –dijo señalando un perchero más allá de la sala de espera

Entonces viste claramente esa bata nueva, sin estrenar, que nadie había tocado y por primera vez en toda tu vida saliste de la sala de espera y cruzaste la línea hasta llegar al perchero. Te pusiste la bata y fuiste a tu consulta. Allí estaban todos tus problemas y los problemas de las personas que no son Juan, los de las personas que no son Omar y los de las personas que no son Raquel, todos juntos. De repente entró la persona que mejor te quiere y dijo con mucho cariño y sonriendo:

– ¡Qué guapa estás con la bata!, ¡Buf!, ¡Vaya jaleo tienes aquí! ¿Quieres que te ayude?

– Sí, claro, llevo toda la vida intentando resolver mis problemas –respondiste mirando al suelo

– Empecemos por separar tus problemas de los problemas de otros. ¿Podrías hacerlo?

– Creo que sí – y durante varias horas separaste tus problemas de los otros junto a la persona que mejor te quiere.

– Ahora, dado que tenía cita contigo y estoy aquí en tu consulta, tal vez estaría bien que separaras dentro de tus problemas aquellos que crees que puedes resolver conmigo y los que no. – Te dijo mirándote a los ojos– ¿Te parece buena idea?

– Sí, creo que podré hacerlo.

Y empezasteis a hablar de tus problemas pero solo de aquellos que creías que podías resolver con su ayuda. Durante la conversación te diste cuenta de que la mayoría de problemas no lo eran y de que aquellos que lo eran, podían resolverse con más perspectiva o con un planteamiento diferente. Todo fue bien y te sentiste por un instante liberada. Al acabar ella te dijo algo que nunca olvidarás:

– Así es como se resuelven todos tus problemas. Puedes hacer esto siempre que lo necesites. Este hospital siempre seguirá aquí y tú a partir de ahora siempre serás la directora. Solo debes dejar entrar a este hospital a aquellas personas que realmente quieran ayudarte. A veces puede que te descuides y se cuele alguna persona que no quiere realmente ayudarte. No pasa nada, simplemente devuélvela a la sala de espera, al final se acabará cansando y se irá mientras tú tengas clara tu actitud. En este hospital solo se habla de tus problemas y por ello debes ser muy generosa y agradecida con todas las personas que vengan a ayudarte. Ninguna de las que realmente quieren ayudarte desea hacerte ningún mal por lo que no desconfíes de ellas y sonríe. Solo tú puedes resolver tus problemas, por eso solo tú llevas la bata, el resto de personas están aquí para ayudarte, no para resolver tus problemas. Todos estos problemas que hemos apartado y que dicen «Los problemas de personas que no son…» directamente tíralos a la basura. Cada persona debe resolver sus propios problemas. ¡Ah! se me olvidaban dos cosas importantes: Mientras no estés en este hospital no es muy útil ni bueno para tí que pienses o dediques tiempo a tus problemas porque solo aquí pueden resolverse. No te hará bien a tí ni hará bien a otros que lo intentes fuera; ya lo he comprobado, es imposible. Y por último, he visto que tienes un coche de ira y frustración aparcado fuera y con el que recorres esta autopista. El coche puede parecerte bonito pero ahora que ya eres directora del hospital de tu vida y responsable de tu vida tienes un problema con él.

– ¡¿Cual?! – Dijiste sorprendida de que hablara así de tu querido coche en el que continuamente recordabas todos tus problemas…

– El problema es que tu coche de ira y frustración solo sirve para recorrer la autopista de todos los problemas, pero con él no puedes recorrer ninguna otra.

– ¡¿Cómo?!, ¿Es que acaso hay más autopistas? – gritaste poniéndote en pie y boquiabierta sin salir de tu asombro.

– Claro – dijo sonriendo la persona que más te quiere– Y no solo autopistas. Hay cientos de autopistas, carreteras, autovías, caminos de piedras, senderos,… pero solo puedes acceder a ellas resolviendo tus problemas y bajándote de tu coche de ira y frustración. Aunque la autopista de los problemas que ya conoces es muy cómoda, a mí el camino que más me gusta es el sendero apenas explorado de la compasión. Es el camino menos transitado, no es cómodo ni agradecido para tus pies pero es el más humano y digno de todos. En él encontrarás felicidad y plenitud y una gran cantidad de alegrías ayudándote a ti misma para ayudar a otros.

– ¿Con qué coche se recorre ese camino?, ¿Es de gasolina o diesel?, ¿Crees que con lo que saque vendiendo mi coche de ira y frustración podré comprarme un coche así? – Preguntaste interesada

– No hace falta ningún coche para recorrer ese camino – Dijo sonriéndote con ternura la persona que mejor te quiereEl camino de la compasión no se recorre desde fuera sino desde dentro. No hallarás tu felicidad ni tu satisfacción con todo lo que no tienes y está fuera, solo la hallarás desde lo que tienes dentro. Piensa en esto: ¿Cuánto tiempo podías haber aguantado metiéndote en el hospital equivocado hasta quedarte sin la gasolina y sin el coche? El camino del que yo te hablo parte de tu compromiso. Por eso te traje este regalo… – Y de su bolsillo entre sus manos apareció entonces el letrero de su despacho que decía «RESPONSABILIDAD PROPIA» y lo colgó en tu puerta para que nunca olvidaras la lección.

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