He realizado comentarios al post. El gran Hawking ataca de nuevo. Esta vez ha llamado la atención su pronunciamiento sobre la muerte de la filosofía. Desde el Blog “La ciencia y sus demonios” citan el polémico pasaje. Un duro debate que debe moverse en el terreno de lo conceptual pero no olvidar que la argumentación racional y la lógica han sido las herramientas fundamentales del desarrollo humano durante la Historia. Proclamar la muerte de la filosofía es arriesgado, más aún cuando muchas de las disciplinas científicas (como la astronomía y la propia físicaa) nacieron al abrigo de la ciencia madre Filosofía. Parece pues que los hijos adelantados (en boca de un físico) se atreven a reclamar autonomía y sobre todo posesión de la verdad. No parece fácil el desenlace…
Recientemente se ha publicado en España la obra de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow que lleva por título “El gran diseño”. Esta obra, tras ser publicada en su edición inglesa en el Reino Unido, fue destacada en todos los medios de comunicación al afirmar sus autores que “Dios no es necesario para explicar el origen y funcionamiento del Universo”. Esta idea causó gran polémica y encendió titulares sensacionalistas en la prensa del tipo “Hawking … Read More
En su estupenda red social construida en ning y llamada “Internet en el aula: Red social docente para una educación del siglo XXI” y bajo el lema: “Nos paramos para que tú también te detengas. Date un respiro, recupera tu tiempo“, un buen lema que nos insta a pararnos y reflexionar antes de seguir todos hacia delante, el IES as Barxas de la localidad de Moaña nos desea un feliz 2011. Con esta iniciativa de colaboración entre alumnos y profesores, totalmente amateur y con muy pocos medios -tal y como se construye aquello que nos cambia y nos hace más personas- os deseo yo también a todos un feliz 2011.
Cuando quiero hacer algo útil o lo hago o lo escribo, en cualquier caso lo visualizo y lo compongo en un papel continuamente en blanco al que he llamado "VIDA"
Le preguntaron a Luis García Berlanga tres razones para vivir y dijo: “Solo tengo una, la curiosidad”.
Una cero seis de la mañana. Un buen momento para justificar mi extravagancia y añadir leña al fuego de mis inquisidores. Un “yo soy yo y mis circunstancias” algo peculiar. En este post pretendo explicar en qué consiste mi valor o mejor dicho por qué me considero valioso para las personas de mi entorno. Todo mi esfuerzo y mi dedicación los encamino a un solo objetivo: aportar a los que me rodean mucho más de lo que creen que una vida ajena o la mía propia puede aportarles, en ocasiones mediante el factor sorpresa y en formatos y discursos alejados de la normalidad; y en muchos otros casos a través de la digestión de una mezcla de ideas que una a una pueden resultar absurdas pero que en un conjunto ordenado, novedoso y adecuadamente relatado son algo por lo general extraordinario. En cualquier caso para esto es necesario un entrenamiento y una disciplina rigurosos que en mi caso se traducen en dos fases a la hora de salir al mundo:
1) Quijotizar. No considerarme nunca fuera ni ajeno a la belleza sino continuamente rodeado de retos, naturalezas y seres completamente extraordinarios. Este sentimiento y convicción se resume en cuatro ejes que vertebran mi mañana, tarde y noche: leer, escuchar y sobrestimar a las personas. Nunca falla y es algo -créanme- absolutamente revolucionario. A base de sobrestimar a las personas he aprendido y conocido a gente extraordinaria que nunca hubiera podido conocer de mantener una actitud distante o considerarme un ser de una bondad e inteligencia superiores. Estando dispuesto a conocer y escuchar la riqueza de la diversidad -en cualquiera de sus estratos- no hay opción para el fracaso. Hasta ahora, más allá de todos los molinos y ovejas que intentaron cruzarse en mi camino, nunca he perdido una batalla.
2) Visualizar y componer la información. Tal y como dice un blog que he conocido hace unos días Information is beautiful.No hay nada más placentero y reconfortante para la mente humana que comprender la perspectiva y magnitud de los problemas para encontrar posibles respuestas con las que proponer soluciones efectivas. Construir una vivienda que albergue a una familia, mantener vivo un ecosistema natural salvando y preservando a la sociedad que lo habita, evitar conflictos entre iguales haciendo que los que creen ser diferentes comprendan al otro como un nutrido espejo, o simplemente presentar a dos personas que al rato se enamoren y compartan sus vidas por completo. Cualquiera de estas situaciones es sin duda algo extraordinario pero no es necesario alcanzar lo que consideramos grandes logros para estar completamente realizados.
Cualquier matemático que esté leyendo estas líneas sabe que el simple hecho de resolver una ecuación es algo prodigioso; cualquier poeta que se sepa compañero conoce que limitar en estrofas una idea es sentirse por entero dios de uno mismo y del entorno. La información no es valor hasta que no se visualiza y se compone. Uno o mil datos en un libro no son útiles hasta que un lector los lee y los aplica, los digiere y traslada a su vida más inmediata ya se trate de libros sobre el embarazo o de tratados y estudios sobre la tribu amazónica más ignota. Cuanto mayor y más ambicioso sea nuestro espectro de información (nuestras fuentes) y cuanto mayor y más reveladora sea nuestra composición, mayor y más reconfortante será nuestra lección aprendida y nuestra capacidad de comunicar y hacer que otros aprendan de nosotros. Aumentará también nuestro entorno porque dejaremos de ser locales y aquello -rareza o miedo- que considerábamos ruinoso será entonces algo muy valioso. Influye en esta forma que tengo de pensar el hecho de haber sido en un mismo cuerpo amigo, hijo, estudiante, idiota, amante, autor, lector, aprendiz y profesor, asalariado, bibliotecario, poeta, tecnólogo, filósofo, retrógrado, innovador, conquistador y conquistado y el hecho de que solo dos de las anteriores identidades estén respaldadas por títulos académicos y oficiales.
Mi estrategia para quijotizar, visualizar y componer es beber de fuentes cada vez más minoritarias, extrañas y olvidadas. Tiendo a descartar o no atender a los que han alcanzado las mieles de la gloria porque es frecuente en mi opinión que acaben siendo empalagosos salvo destacadas y realmente gloriosas excepciones. Desde hace un año frecuento los libros de caballería y los entornos de innovación pero en otro tiempo mi valor se alimentó de otros campos y personas completamente diferentes. Y lo seguirá haciendo. Porque la idea es seguir así, siempre adelante, tal vez nunca dejando de mirar atrás.
Como muestra de todo lo anterior hoy os posteo este video TED sobre una persona que ha conseguido hallar y plasmar el valor de los datos para que podamos tener conocimiento. David McCandless ha trabajado en el blog del que os he hablado (Information is beautiful) y además ha dado una charla en TED Global Oxford sobre su obsesión por representar la información. Si pudieras por un momento trasladar esta obsesión a vuestra vida inmediata desde que os tomáis el primer café hasta que dais el último bostezo, sin duda vuestra vida que es ya una riqueza incluso para otros, tendría un valor multimillonario para vosotros y vuestro entorno. Las ideas bien paridas y los hombres que saben entenderlas no cotizan en los mercados financieros pero son determinantes en la Historia. Muy hábil tener mucho dinero pero mucho más inteligente es condicionar y construir la Historia.
Cartel promocional de "Hamlet", Laurence Olivier, 1948
Termino de rebautizar mis votos -algunos títulos los veo por quinta vez- en la saga cinematográfica de Hamlet. En esta obra siempre he visto la lucidez que precede a un gran momento de creación y reflexión. Sin duda ordenar nuestra locura es tarea complicada que solo por momentos resulta provechosa. En la cantidad y calidad de estos momentos cifro a las personas que considero referentes.
Basados en la magistral obra de Sir William que retrata la iniquidad de instantes tan fronterizos como la envidia, el homicidio, la vanidad, el odio y ante todo la venganza; existen tres títulos imprescindibles que todo amante de Hamlet debe conocer. El primero de ellos, “Hamlet” lo rodó y protagonizó Laurence Olivier en 1948 y me resulta imposible realizar una crítica digna de la altura de la música de William Walton y del maravilloso y enigmático montaje. Cuatro premios Oscar, entre ellos a mejor película y actor, se han grabado en la historia del cine surgido como hijo del teatro. El segundo título “Hamlet, el honor de la venganza” se desarrolla en una dinamarca adusta, llena de realidad telúrica con paisajes cercanos y una fotografía de texturas decadentes. En ella Mel Gibson -un actor y director por el que no siento especial simpatía pero del que extrañamente soy devoto- genera un clima de angustia derivado de la conciencia absoluta de libertad para el absurdo que el protagonista sufre en el seno de su familia. Laurence Olivier, del que ya hemos hablado, nunca puede ser el mismo Hamlet que puede interpretar Gibson pero éste último es necesariamente pasional y ello le ayuda en el acto en el que el príncipe decide su locura. Un título respetable dirigido por Franco Zeffirelli. La tercera de las películas y más reciente es “Hamlet” de Kenneth Branagh, ese actor que es la reencarnación infame, continua y deliciosa del alma, el trabajo y la persona dramática de Olivier. De los tres títulos éste es el Hamlet más cortesano y palaciego, más fiel a la pura interpretación de la letra shakespeariana y más lúcido en cada soliloquio. Transmite con perfección magnética la esencia primaria del príncipe que yo soñé en mis lecturas. De absoluta vigencia, sin duda Olivier encarna la definitiva obra maestra en movimiento de las páginas de nuestro hermano William. Olivier es quizá la mirada de Hamlet, Gibson la personalidad que mejor sufre el infortunio y Branagh es el texto hecho persona. Ninguno de los tres, y admito dudas, es en suma cuestionable. Una crítica sobre el primero os supone un duelo a sangre con el autor de este post 😉 Como apunte, considero que la entrega de 1990 no es una banda sonora aceptable dentro del catálogo de Ennio Morricone. Priorizo para el video de este post la mirada lúcida de Olivier y la secuencia imprescindible de la obra maestra de 1948. Se trata del monólogo en versión original del príncipe Hamlet frente a dos abismos: el de su propia existencia o el del precipicio insondable sobre el que rompe el mar del norte en Elsinore. Este momento es interpretado de tres formas muy diferentes por los tres actores; la lenta introspección, la absoluta soledad en el secreto de su locura, el tono pausado y las súbitas notas de intriga de la banda sonora hacen de este momento algo mágico. Lo incluyo sobre todo por respeto pero en gran medida por dilatada y recurrente admiración.
Nota: He excluido la versión de 1964 de Richard Burton por no considerarla digna del texto. La obra “Hamlet” forma parte de una nutrida biblioteca de inmejorables traducciones del sentimiento de venganza que siglo a siglo ha ido pariendo la inteligencia humana desde el ágora griega a nuestros días pasando por la Francia del siglo XIX.
Contener el agua está bien pero tal vez lo mejor sea disfrutarla
Acudimos a grandes coloquios y encuentros profesionales, lugares de esparcimiento para mentes inquietas e insultantemente creativas. Revolucionamos los entornos conocidos y predicamos la gestión eficiente alejada de los modelos impositivos tradicionales. Intentamos aprender unos de otros y cada vez con más medios a nuestro alcance. En un futuro -¿quién lo sabe?- tal vez solo queden medios. Hablamos de adaptación, de estándares abiertos y de depurar nuestro sistema de trabajo. Estudio comunidades y organismos inteligentes que se nutren de individuos completamente idiotas para alcanzar un alto grado de competitividad y viceversa. Hablo de optimización social, de fomento de prácticas sostenibles, del futuro del trabajo de Thomas W. Malone. Somos y soy todo lo anterior pero no debemos perder la perspectiva de nuestro foco de acción:
1) Descentralizar: Disminuir intermediarios y burócratas; distribuir información; colaborar con otras estructuras y cuidar las relaciones personales; no caer en la moda del dinero rápido para aprovechar la cultura del conocimiento; delegar con eficacia y no por ignorancia; confiar en las personas; definir y dialogar; captar ideas.
2) Coordinar: No liderar sino coordinar. Colaborar para que otros se lideren; mostrar cercanía y conocer a las personas; identificarse y aprender con los demás; orientarse a resultados siempre que los resultados beneficien el entorno. Continuamente.
3) Cultivar: Demostrar méritos a pesar de la categoría pero no a pesar de las personas; trabajar de forma interesada para que nuestro trabajo sea interesante; madurar nuestra oxitocina laboral u hormona del abrazo en el trabajo con ideas y opiniones ajenas.
Hablo de todo ello pero hoy también iba en el tren. En la primera de mis paradas se ha subido llorando una profesora de primaria que estaba en paro y vivía en una habitación junto a su hija. Una estampa desoladora pero completamente humana de no ser por el hecho de que subió a pedir dinero y la contracción blindada de nuestra oxitocina ni siquiera prestó atención a su discurso. Me ha hecho pensar sobre si realmente alguien que no se perturbe ante estas situaciones e imágenes puede innovar y cambiar nuestras estructuras de trabajo. No he tardado en responder. No podría innovar ni aportar ni motivar un solo cambio porque su vida sería un modelo improductivo. No valora ni analiza ni aprende de su entorno, simplemente es. Sin actuar ni dirimir principios de los cuales extraer sus propias conclusiones, atiende a una sola dirección sin ver la riqueza de los pasos intermedios.
Sembrar y motivar un cambio de actitud en nuestro ecosistema de trabajo es relativamente sencillo si somos capaces de vivir con los demás y en ocasiones puntuales para los demás. Solo eso, solo ser meritocrático y primar los algoritmos ligeros y vitales de la creatividad, el esfuerzo (1) y el compromiso (esos castillos en el aire que se matan a conciencia) por oposición al peso homicida y sedentario de la costumbre, la tradición y el éxito. Esto -si es posible- hacedlo tanto en trenes repletos de oxitocina como en oficinas cansadas que vuelven su espalda a la luz natural de todos los sentidos. Creemos presas de agua sin miedo solo para contener la corriente del líquido elemento pero no para aplacarlo. Parece claro que si nuestro entorno no fluye seguramente nunca nos mojemos. ¿Pero es que acaso eso es bueno?. Yo creo que no y que sin duda no hay modelo más productivo que ser una persona. Luego que venga el collar de títulos y logros, pero primero solo eso.
Notas:
(1) Respecto al esfuerzo leo en el blog de los amigos de BZMK una noticia de una mendiga que se graduó en Harvard y ha logrado salir adelante. Está bien que tengamos referentes en grandes figuras de nuestro tiempo pero mejor aún que los tengamos en grandes personas de nuestro tiempo.
Cartel promocional de "El caso Slevin", Paul McGuigan, 2006
“Lucky number Slevin” (El caso Slevin en España) es una película de 2006 que cuenta con un elenco de actores nada desdeñable (copio y pego): Josh Hartnett, Bruce Willis, Morgan Freeman, Ben Kingsley, Lucy Liu, Stanley Tucci, Michael Rubenfeld. En mi filmaffinity particular le ha dado un 10 de modo que lo que sigue es solo aderezo de esta nota. Excelente película de historias entrecruzadas que acaban formando parte de la misma trama solo cuando el espectador recompone el film tras los créditos finales. Una ataraxia imprecisa se cierne sobre los acontecimientos de Slevin, un joven terriblemente desafortunado. Su lucha por encontrar respuestas tal vez sea una solución preconcebida. Pura ley del talión en su más concreto drama. No digo más esta vez. Solo añadir a un Bruce Willis inmenso con grandes frases en su papel de sicario (“Me llamo Goodkat, tú puedes llamarme Señor Goodkat“), un Morgan Freeman que hace honor a su trayectoria (“Apuesto a que fue esa boca la que se ganó esa nariz“), humor por doquier y pequeños guiños a la complicidad del espectador. Sin duda lo mejor el guión de Jason Smilovic (Secuestrado, Replay,…). Disfrutad de crímenes y efectos y os dejo con una frase de El Rabino: “Mi padre solía decirme: Si alguien te llama “caballo”, pégale un puñetazo; cuando te lo diga por segunda vez, llámale imbécil; pero si la tercera vez alguien te vuelve a llamar “caballo”, quizá vaya siendo hora de que te compres la silla…“