por David Criado | May 9, 2010 | CREATIVIDAD e INNOVACIÓN
Cuando, absorto, divises el final, con cada hueso roto y cada brazo abotargado; cuando después de haber perdido la esperanza, veas tierra y el resto de tu tripulación lo sepa; mira dentro de tí y observa el miedo. Lo verás inmaculado comandar los ejércitos de histeria a través de los lugares secretos de tu alma. Habrá dormido con la faz vuelta sobre sí, enmascarada, habrá esperado años enteros para presentarse pero una vez embarque y se apodere de tu cuerpo, el viaje será totalmente transparente, sincero, lleno de la sencillez insultante de cualquier teleconcurso a media tarde. Si como digo alguna vez dentro de poco divisas el final, que el miedo que ahoga al anciano en soledad hundido temblando en medio de su cama y el que hace llorar desconsolado al recién venido al mundo, sean una sola fuerza que te impulse y no te pese, sean -y así lo deseo- tu ventaja y no tu suerte. Bien mirado, el miedo debería ser dominio público, tener señal propia en cada casa pero también patente de corso en los despachos, oficinas, congresos y avenidas; no ocultarse refugiado en las alcobas. Tener miedo es vivir y no tenerlo es no sentir la vida como propia. No se trata de matar el miedo, sino de convivir con él, de comprenderlo, de educarse en su suerte y tiempos, en cada disciplina y manifestación en que se atreva a presentarse, de alimentarse de él y digerirlo sin que apenas te atenace.
por David Criado | May 8, 2010 | CREATIVIDAD e INNOVACIÓN

Plaza Durbar con el templo Kaasthamandap. Construida enteramente de madera sin clavos ni soportes en 159 d.C, de un único árbol según la leyenda
I sit beside the dark
Beneath the mire
Cold grey dusty day
The morning lake
Drinks up the sky
Kathmandu I’ll soon be seeing you
And your strange bewildering time
Will hold me down
Chop me some broken wood
We’ll start a fire
White warm light the dawn
And help me see
Old satan’s tree
Kathmandu I’ll soon be touching you
And your strange bewildering time
Will hold me down
Pass me my hat and coat
Lock up the cabin
Slow night treat me right
until I go
Be nice to know.
Traducción:
Me siento afuera en la oscuridad,
debajo del lodo
frío, gris, sucio día.
El lago de la mañana
bebe el cielo.
Katmandú, pronto estaré viéndote
y tu extraño y desconcertante tiempo
me mantendrá vivo.
Corten algunos leños
que encenderemos una fogata.
Tibia luz enciende el amanecer
y aúdame a ver
el árbol viejo de Satán.
Katamandú, pronto estaré tocándote
y tu extraño y desconcertante tiempo
me mantendrá vivo.
Pásenme mi sombrero y mi abrigo,
cierren la cabaña.
Noche pausada, trátame bien
antes de que me vaya,
sé agradable de conocer.
Katamandú, pronto te veré
y tu extraño y desconcertante tiempo
me hará sentir como en casa.
Katmandú, Cat Stevens
por David Criado | May 5, 2010 | CREATIVIDAD e INNOVACIÓN
Tuberías de soledad donde rompen huecas las olas del silencio, libros que hablan de otro libros y estanterias repletas de capítulos durmiendo,
Un sillón de enea entrelazado con nudos e invadido de cuellos de camisa,
El sello con que fusilar las obras de los otros, las carpetas que contienen primeras versiones de mi vida,
Retratos de mí mismo y de toda la familia,
Diccionarios, glosarios, gramáticas inmesas, calefactores eléctricos que esperan impasibles y oxidados,
Vitrinas que contienen héroes de batalla, botellas de ginebra, whisky, ron y vino tinto,
Espejos que me doblan y multiplican mi mensaje que sube por paredes y puertas blancas interpuestas,
Un sillón de flores para la estación de lluvias,
Sol en las esquinas para iluminar el centro y un techo parido a cicatrices en penumbra,
El pasillo de frío vigilado por carteles y máscaras nubias,
La vida en verso para que el corazón se nutra,
La noche en vivo, los juguetes dispersos, cubiertos de hojalata,
Un cuadro de la muerte egipcia, de la mujer desnuda, un dormitorio asediado por Enkidu,
Buscar el descanso, la almohada sin tiempo, la falta de luz y referencias,
Encontrar el camino, echarte más de menos con sentido
Y ver tu rostro en cada objeto presente hasta que de nuevo llegue la marea.
por David Criado | May 1, 2010 | CREATIVIDAD e INNOVACIÓN
La piel en vivo muy deshecha, fundida con la marea, la sal y las corrientes. Muy dentro del mar, boca abajo, divisando a los grandes cetáceos y tortugas, tendido al antojo del estado de ánimo de un gris satélite. El pelo ondulando suave, cada cabello en el agua, cada poro y centímetro del rostro; los brazos dormidos y cansados, abandonados al sol después de la tormenta. Y luego darme la vuelta a plena tarde y bocarriba, flotando, ver de nuevo repleto un nuevo mar de ballenas blancas o de estrellas. Y vestido de este azul inabarcable, sentirme uno más de entre tantas nubes o planetas. Así es como yo sueño que será mi último día.
por David Criado | Abr 29, 2010 | CREATIVIDAD e INNOVACIÓN
En el hospital Sterling de Gujarat un grupo de científicos y cámaras de video estudia el singular caso de Prahlad Jani, un hombre de 84 años que lleva 72 sin comer ni beber una solo miga de pan ni una gota de agua según afirma. En el año 2003, el neurofísico Sudhir Shah certificó bajo vigilancia intensiva que durante diez días seguidos no comió ni bebió absolutamente nada. En ese mismo año el cerebro de Jani contaba con 77 años de edad física pero un estudio exhaustivo determinó que su cerebro correspondía al de una persona de 25 años. El médico pidió a Jani que redujera su orina a la mitad sin expulsarla y el hombre tras algunas horas, consiguió interiorizar este acto fisiológico fundamental para que los riñones sigan funcionando. A pesar de hacerlo siguió inmutable y en el transcurso de las siguientes horas redujo esa mitad de orina hasta vaciar completamente la vejiga sin expulsar una sola gota. El Ministerio de Defensa indio estudia el caso a efectos de reproducir la capacidad de Mataji, como es conocido, con fines de supervivencia puramente bélicos.

Prahlad Jani, conocido como Mataji
Hasta aquí los hechos de los que hoy se hicieron eco multitud de medios de información occidentales. Mataji sostiene que la naturaleza le bendijo a la edad de 8 años y que por ello un agujero en el paladar le permite alimentarse sin probar bocado. En el versículo 4 del capítulo 8 del Gitá, Krisná aconseja al valiente Arjuna con estas palabras: «Lo que habita en lo físico es la entidad perecedera, y lo que habita en lo divino es el espíritu» y añade más adelante (26-28,8): «Los dos senderos de este mundo, el luminoso y el oscuro, se consideran permanentes. Por el primero van los que no retornan, por el segundo, los que vuelven otra vez. / Ningún yogui que conozca esos dos caminos resulta engañado. Por eso, Arjuna, manténte con firmeza en la práctica del yoga en todo momento. / Al conocer esto el yogui va más allá de los efectos de los actos correctos según la declaración de los Vedas, los estudios védicos, las austeridades, las obras de caridad, y se encamina al estado supremo originario». Personalmente considero que es complejo entender la virtud si el motor de nuestra propia costumbre se basa en tropezar. Si levantados del suelo tras caer, supiéramos observar con pulcritud, apartando toda mota de polvo en la mirada, no seríamos humanos, habríamos trascendido nuestra propia condición. Entiendo que Prahlad Jani no pertenece a mi mundo físico ni su cuerpo se altera o se perturba bajo los mismos procesos y objetivos. Krisná lo anuncia y su halo inmortal aplasta en Mataji cualquier condición biológica que para el resto es una premisa incuestionable. No se trata de un milagro, es un ejercicio continuo de conciencia, un control de la mente más alla de las sinapsis, esas autopistas de peaje por las que transitan las neuronas siendo jóvenes y que de mayores se cansan de pagar. En la comunicación entre la mente y el cuerpo de Mataji el elemento básico no es físico, no pertenece tan solo a este planeta. Observadle sentado y en reposo, practicando la oscura comunión con el entorno; ponedle cámaras cuya batería dure los años de su vida. Haced todo lo posible por encontrar una explicación del mundo pero no de cómo se comporta. Estamos hablando de conciencia: su alimentación se basa en digerir el universo.
por David Criado | Abr 28, 2010 | CREATIVIDAD e INNOVACIÓN

La Tempestad. Giorgione, 1508
Sobre la relación entre Próspero, heredero de Milán en el exilio, y este cuadro se podrían establecer varios vínculos geométricos que se alejan de la lógica del mundo. Podríamos enunciar un principio por el cual la mujer que nos descubre es la joven Miranda desvalida y el hombre que la observa es Ferdinando. Este ejercicio, aún siend fiel al encubrimiento creativo del que este sitio hace gala, carece de fundamento historiográfico y se aleja del entendimiento de los críticos. A este cuadro he dedicado ejércitos de horas a caballo, lo he memorizado dócil, diligente, pensando en que tal vez lo entenderé mejor mañana. He escrito varias aproximaciones, todas ellas contrapuestas y mortales. Las interpretaciones de mis predecesores ocupan igualmente un amplio espectro de locura y emplean mitos griegos e imaginarios cristianos y judíos para explicar el mensaje y proyección del cuadro. Es mi fe – y vivo por ella- pensar que la Arcadia ha sido retratada en este lienzo por Giorgione. La Arcadia de todas las mañanas, ese lugar mental al que tendemos y esperamos. En este cuadro están el Dorado, la isla de Aztlán, la ciudad de Utopía y por defecto, el País de las Maravillas. Soy capaz de reproducir el momento y condiciones en que esa columna rota y ese hombre con desdén fueron creados. La Arcadia es la región de los osos para la mitología griega, en la actualidad una prefectura más del país en llamas al borde de colapso financiero gracias entre otras a conversaciones de ascensor de varios niños en el recreo del Colegio Standard & Poor´s. De este modo tan abstracto y despojado vigilamos el pasado en nuestros días.
A pesar de que la Arcadia sea crisis, Giorgione dotó de color y compostura a cada personaje para sobrevivir a lo largo de al menos quinientos años de espesura. Al árbol le dio hojas con que elevarse al cielo, dio al hombre una actitud desconcertante y al puente sobre el río y también a la cigüeña, conceptos opacos con que atormentar la salud de la Historia universal del Arte. En el hecho de asediar un simple lienzo donde el resto ve fantasmas y entelequia, reside la belleza de esta y cualquier otra Tempestad. Al autor, maldito y misterioso, apenas se le atribuyen seis o siete cuadros terminados, de los cuales éste me parece el más simbólico o abierto. Lo es no por su significado sino por su ausencia de intención, p0r la vida del hombre que trazó sus pinceladas, por el rayo hueco y el estrépito ignorado, por la actitud desafiante de cada personaje. Bajo un cielo que anuncia la tormenta, dos personas reposan en la Tierra. Conocen perfectamente la lluvia, el estrato, el cúmulo, la capacidad del mundo para estallar en un instante próximo y tal vez inmediato, pero no parpadean ni temen la tormenta porque toda vida sigue y es continua, y el niño necesita alimentarse. Sea puta o virgen, semidiosa o sobrehumana, la mujer nos contempla desde el cuadro y cohibe al espectador ante su imagen. En esta suerte de situación incómoda a la que no hemos sido invitados, la escena nos rodea y nos abraza. Abstraido de cualquier verguenza o sentimiento secundario, el niño vive y garantiza la inmortalidad del cuadro. Mientras nosotros o él nos sintamos ese niño o los ojos que le miran, por el momento parece que no todo está perdido.