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George Bernard Shaw

«El dinero no lo es todo, pero mucho dinero es ya otra cosa.
El cristianismo podría ser bueno si alguien intentara practicarlo.
No hay ninguna satisfacción en ahorcar a un hombre que no se oponga a ello.»

La lucha contra el demonio

«Pero en todo hombre superior, y más especial­mente si es de espíritu creador, se encuentra una inquie­tud que le hace marchar siempre hacia adelante, des­contento de su trabajo. Esta inquietud mora en todo «corazón elevado que se atormenta» (Dostoievsky); es como un espíritu inquieto que se extiende sobre el pro­pio ser como un anhelo hacia el Cosmos. Todo cuanto nos eleva por encima de nosotros mismos, de nuestros intereses personales y nos lleva, llenos de inquietud, ha­cia interrogaciones peligrosas, lo hemos de agradecer a esa porción demoníaca que todos llevamos dentro. Pero ese demonio interior que nos eleva es una fuerza amiga en tanto que logramos dominarlo; su peligro empieza cuando la tensión que desarrolla se convierte en una hi­pertensión, en una exaltación; es decir, cuando el alma se precipita dentro del torbellino volcánico del demo­nio, porque ese demonio no puede alcanzar su propio elemento, que es la inmensidad, sino destruyendo todo lo finito, todo lo terrenal, y así el cuerpo que lo encierra se dilata primero, pero acaba por estallar por la presión interior. Por eso se apodera de los hombres que no saben domarlo a tiempo y llena primero las naturalezas demo­níacas de terrible inquietud; después, con sus manos po­derosísimas, les arranca la voluntad, y así ellos, arrastra­dos como un buque sin timón, se precipitan contra los arrecifes de la fatalidad. Siempre es la inquietud el pri­mer síntoma de ese poder del demonio; inquietud en la sangre, inquietud en los nervios, inquietud en el espíritu. (Por eso se llama demonios a esas mujeres fatales que llevan en sí la perdición y la intranquilidad.) Alrededor del poseso sopla siempre un viento peligroso de tormen­ta, y por encima de él se cierne un siniestro cielo, tem­pestuoso, trágico, fatal.

Todo espíritu creador cae infaliblemente en lucha con su demonio, y esa lucha es siempre épica, ardorosa y magnífica. Muchos son los que sucumben a esos abrazos ardientes ‑como la mujer al hombre‑; se entregan a esa fuerza poderosa, se sienten penetrar, llenos de felicidad, para ser inundados del licor fecundante. Otros lo domi­nan con su voluntad de hombre, y a veces ese abrazo de amorosa lucha se prolonga durante toda la vida. Ahora bien, en el artista, esa lucha heroica y grandiosa se hace visible, por decirlo así, en él y en su obra; y, en lo que crea, está viva y palpitante, llena de cálido aliento, la sen­sual vibración de esa noche de bodas de su alma con el eterno seductor.»

Stefan Zweig

Sin abrigo ni calma ni descanso

Toda droga es poca si no abriga ni calma y no hay volcán que no fuera inventado por los mayas.

«Hace unos años -no importa cuánto tiempo exactamente-, con muy poco o ningún dinero en el bolsillo y sin nada en tierra que me interesara, creí que podría ir a navegar por ahí y ver la parte acuática del mundo. Es mi modo de ahuyentar la melancolía y regular la circulación.»

Comienzo de la novela Moby Dick de Herman Melville

¿Habré de permutar mi alma en ángel o aún ser yo el servil Galimatazo que me acecha?. Dime tú, mi fiel Horacio, si acaso hay hombre solo en esta tierra capaz de igualar mi locura que es con todo el mayor de los cinco continentes; y mis palabras que son más diminutas que el corazón del corazón de un roble pero en su peso mínimo no pueden ser más graves. Acechar a la ballena blanca, destruirla, eliminar su pálido perfil del agua, ese es mi único objetivo. ¡Mi vida por la reina Blanca, abajo la sangre roja!.