Cuando todos tenemos la misma palabra en la boca, al final su sentido acaba por perderse y los grandes edificios de conciencia colectiva parecen venirse abajo por momentos. A mi conciencia vorpalina le agota llegar a casa y ver un telediario que siempre diga lo mismo como mero trasncriptor de una corriente de actuación que le dicta qué es la realidad y cómo debemos entenderla. Por ello busco explorar nuevas fórmulas de contacto con la realidad real y no con aquella realidad imaginada que aparece en la pantalla, en los carteles publicitarios o en las marcas.
Algunos de los axiomas a los que he llegado a través de silogismos básicos son los siguientes:
– El congreso de los diputados no es real; el iPad no es real; un billete de 50 euros no es real; una hipoteca no es real; 6000 millones de personas dependiendo de una sola, no es real; el coche en el que vienes al trabajo, no es real; la reunión para adoptar medidas correctivas ante la asunción de un plan de… no es real; el Alto Comisionado para las… no es real.
– Que no sean reales, no quiere decir que no sean nucleares y fundamentales para nuestro actual sistema de vida. Que nuestro actual sistema de vida se pueda redefinir, es materia de debate; que se basa en elementos inconsistentes e inestables, no es materia de debate.
– Son reales los siguientes hechos: una casa comprada a través de una hipoteca y el esfuerzo asociado al pago de la letra de esa hipoteca, el asalto violento y desmedido a un barco de ayuda humanitaria que pretendía abastecer a una población marginada en Gaza; el amor de una madre por un hijo y el sufrimiento de una madre cuyo hijo se muere de inanición; el protocolo de no injerencia en países soberanos y el protocolo de pena de muerte ante comportamientos disidentes en países soberanos cuyo gobierno es una dictadura; la caducidad y desperdicio de los alimentos en occidente y la falta de alimento en poblaciones aisladas totalmente agrícolas en temporada seca; la multipropiedad que es la posesión de varias casas por un solo individuo, y la pérdida del hogar de una familia haitiana que es la pérdida de la única casa por varios individuos; los actos cívicos y el comportamiento comunitario real que dan lugar a organizaciones sin ánimos de lucro y a la trascendencia del yo hacia los otros, y la conciencia conformista y el comportamiento liberal que dan lugar a guerras y al aislamiento voraz y homicida en el yo; la falta de amor de un hombre que duerme en la calle cada noche y el exceso de amor de una organización que se cimenta en mármol blanco pulido por la sangre; la mujer que pierde su trabajo porque alguien en una calle de una ciudad lejana ha dicho que su país ya no es solvente, y el hombre que dice que ese país no es solvente y gana más trabajos.
A menudo es frecuente pertenecer o identificarse con grupos de realidad imaginada para poder cambiar la realidad real, es un método que promueve el uso de lo malo para conseguir lo bueno. Es lícito y en algunos casos hasta ético, se trata de moverse en el mundo de las ideas y de las identidades para actuar sobre el suelo firme. Es un método que tiene ciencia, se llama política. Personalmente la justifico si en la realidad atiende a este objetivo; profesionalmente la detesto porque es la conjunción de la mentalidad burócrata y la perpetuación de los intermediarios. Estas dos últimas características implican que la realidad imaginada y la realidad real no son capaces de hablarse entre sí y necesitan de actores que representen o sean capaces de interpretar ambos papeles. Organizaciones políticas hay muchas: partidos políticos, religiones, países, ejércitos,… Realidades reales solo hay una aunque a veces comprendemos que es mágicamente millonaria. La combinación desigual entre técnicos y políticos ha mantenido viva nuestra era pero no necesariamente es sostenible como estamos comprobando en este tiempo:
En el artículo «Cronología de la crisis de las hipotecas subprime» podemos ver un recorrido detallado por los hechos que desencadenaron el pánico en los centros de poder económico mundiales a finales de 2008. El artículo ha sido premiado y reconocido por la comunidad Wikipedia y recomiendo su lectura. Aparte de charlar sobre nuestra desgracia y nuestro sino en las tertulias de café o de cañas, recientemente he debatido en un ámbito más académico con profesionales del sector tecnológico sobre las causas de la crisis actual y su capacidad de reproducción en otros ámbitos y momentos de nuestra historia. El debate me pareció especialmente interesante puesto que cada uno aportó referencias y experiencias propias derivadas de un conocimiento real del proceso comatoso que las nuevas tecnologías vivieron en 2001 con la crisis de las puntocom. El fenómeno de bola de nieve es conocido y se ha dado a lo largo de la historia en multitud de ocasiones; en una situación como la actual en la que el debate está extendido y ni siquiera hay consenso entre los técnicos que deberían liderar las soluciones -precisamente porque las mismas herramientas de análisis para resolver la crisis son las que nos han llevado a ella-, parece inevitable que el ruido sea más grande que la luz.
Por otro lado el componente de desmotivación emocional y falta de fe y convicción en nuestra realidad más inmediata -aquella que nos da de comer y en la que actuamos- es, a mi modo de ver, lo más triste y descorazonador en los momentos como este. Si ocurre a nivel personal en nuestra vida cuando algo nos aflige y nos pesa, cuanto más en nuestro comportamiento social cuando cada hecho que ocurre cae como una losa en nuestro sistema de valores, esa tierra de nadie en la que todos pueden hablar y respetarse y que actualmente está demasiado ligado y acotada a la esfera económica y a lo material. Parece como si a medida que avanza la humanidad sintiéramos que en algo somos iguales: en que somos realmente pobres de espíritu; y que en algo podemos ser distintos: en que materialmente podemos diferenciarnos los unos a los otros. Por todo ello mi aportación será sesgada y se centrará en tres focos de análisis: lingüístico, social e histórico. Acerca de los condicionantes económicos que provocaron la crisis financiera a alto nivel, hay amplia y muy diversa literatura multimedia y por esto y porque no me creo capaz de aportar nada interesante, no trataré sobre este ámbito.
Resulta difícil abstraerse del hecho de que crisis es un término lexicográfica y lingüísticamente complejo por dos motivos: es acuñado siempre como apelativo de una situación comúnmente aceptada y asumida, por lo que se produce a posteriori de los hechos y en situaciones de trauma colectivo -es como una guía a la que agarrarse cuando estamos en modo pánico y esta situación implícita no ayuda a clarificar nada por sí misma-; y por otro lado se trata de un término definido a partir de conceptos muy ambiguos y mal aplicado a las épocas de dificultades. A continuación comparto algunas de las definiciones correctas del término crisis según la R.A.E., puesto que alguna de ellas aplica al escenario global en el que nos encontramos:
crisis.(Del lat. crisis, y este del gr. κρίσις).
1. f. Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente.
2. f. Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales.
3. f. Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.
4. f. Momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes.
5. f. Juicio que se hace de algo después de haberlo examinado cuidadosamente.
Debería adentrarme ahora en los inicios del uso de este término a nivel etimológico hasta donde llegue Coromines; sin embargo la identificación de la situación global actual con las acepciones 2, 3, 4, 6 y 7 parece clara, por lo que me centraré en este particular. Todas estas acepciones, y algunas de sus derivadas (gabinete de crisis, por ejemplo), hacen referencia a situaciones excepcionales. Nos referimos por tanto a saltos o desviaciones imprevistas en el curso de los acontecimientos, pero también – y esto es algo que tiende a olvidarse- a situaciones previstas y necesarias. Identificamos crisis con los periodos de «escasez o carestía» o con la «situación dificultosa o complida» a los que hacen referencia la sexta y séptima acepciones de nuestro término, pero crisis es también aquella «Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese«, no necesariamente algo negativo pero sí inevitable. En la comprensión de esta última parte de la frase se encuentra la clave para digerir y actuar en perspectiva. Pero hablamos ya de algo social, por lo que será mejor analizar esta segunda vía.
La constante lucha del ser humano contra lo impuesto y contra su propia condición -que es interpretada y entendida en muy diferentes manifestaciones y comportamientos individuales pero practicada colectivamente de una sola forma- me parece encomiable y es lo que ha aportado luz a la tiniebla del entendimiento pero no tiene nada que ver con asumir que formamos parte de un todo y ese todo es biológico, celular, fisiológico, matemático, cosmológico y tangible; tal vez no ahora ni por completo debido a las limitaciones que intentamos superar a diario, pero lo es. Para comprender ese Todo escribimos poesía, inventamos para adaptarnos, trabajamos en común y nos matamos y amamos los unos a los otros, pero ese Todo existe, es real y no es una abstracción ni una entelequia.
En muchos ámbitos de la naturaleza encontramos ciclos o procesos cuya definición implica una delimitación en espacio, tiempo y función. Así ocurre con el ciclo vital de la efímera común (insecto que solo vive un día pero cuya función en su ecosistema es esencial), el ciclo reproductivo de muchos animales (cuyo periodo dura meses), las épocas de migración de algunas aves (que responden a estímulos ambientales y a una necesidad de adaptación e identificación con el medio), los periodos glaciales e interglaciales (que regulan la temperatura y condiciones de vida en nuestro planeta) y el nacimiento y muerte de las estrellas (ligado a una evolución concreta y sujeto a teorías que poco a poco vamos formulando). Parece como vemos que necesitamos sistematizar la realidad y estructurar cada ítem, cada objeto de atención y partícula a nuestro alrededor. Esta parece nuestra condición y hacer inteligibles la materia, el universo y los procesos responde a nuestra naturaleza; hemos creado a partir de esto las artes, la ciencia y los lenguajes. Incluso mediante fórmulas metanaturales nos hemos inventado emociones con que responder a estímulos. Lingüísticamente hablamos de crisis y nos olvidamos de que nuestra falta constante de memoria, quizá el mayor de nuestros males, nos invita continuamente a establecer ciclos y a funcionar de acuerdo a unos procesos. Identificamos crisis con los periodos de escasez o carestía a los que hace referencia la sexta acepción de nuestro término, pero crisis es también aquella «Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese«, no necesariamente algo negativo, pero sí inevitable. Por otro lado el «siempre más» como motor de éxito es insostenible; el caso particular de Bernard Madoff – exitoso y reconocido hombre de negocios ahora encarcelado como ejemplo de arrepentimiento del sistema- y la insostenibilidad geométrica del Sistema de células de la abundancia, del Esquema de Ponzi y del Esquema de pirámide, son ejemplos claros que demuestran que este tipo de crecimiento y estructura social no funcionan.
Socialmente el fenómeno de dependencia parasitaria es exitoso en la naturaleza y provechoso para las especies implicadas, pero sin embargo en el ámbito de la especie humana la dependencia social promueve comportamientos desleales de aprovechamiento que conocemos como colonialismos, aunque en pocos casos genera mutuo respeto. El colonialismo puede ser caritativo (entendiendo desigualmente que estamos ayudando y no viendo que también al ayudar somos ayudados), económico (esquilmando las riquezas del grupo colonizado), o político (quizás el menos duradero aunque no el más inocuo). Que el hombre siempre ha tendido a la pirámide y a la estructura jerarquizada y no a un sistema de pares o de iguales como su propio sistema y organismos celulares, tal vez bromeando sea debido a que él mismo proviene de las ramas y necesita ramificar para vivir. Todo ello quiero constatarlo en el siguiente foco de análisis relativo a las crisis: la Historia.
¿Estamos peor de lo que hemos estado nunca? Diría que siempre hemos sido espiritualmente deficitarios, que otros colegas en otro tiempo han echado de menos una mentalidad más abierta y un sistema de valores más sólido de los que ha existido en su época. Sin embargo ahora estas carencias se han maximizado, llegan a todos, todos las conocemos porque al minuto esa información nos llega en forma de tweed, wiki metido en un widget, porlet, mashup, dashlet e infinidad de formas que se irán multiplicando hasta que el abanico tecnológico sustituya – ojalá nunca- al catálogo conceptual, hasta que como dicen los escépticos el medio por fin haya dilapidado el trabajo milenario que ha desempeñado hasta ahora el fin y las ideas. En este escenario no parece tan importante el concepto, la realidad real, sino que alguien llamado Nadie decida que cualquiera viaje a ninguna parte y le convenza de ello por ósmosis de datos, asedio constante y marketing viral. Al fin y al cabo vamos camino de ser totalmente permeables, algo terrorífico y formidablemente ideal. Nuestra doma – que no nuestra educación- nos ha enseñado doctrinas – que no ideologías- para asumir el cambio. Podemos sin embargo negarnos a asumirlo de este modo y aprovechar la corriente de comunicación actual para decir a todos aquellos que tienen acceso a banda ancha, wi-fi y tablet que vivir mal no es poder vivir mejor sino no poder vivir peor. Y en esta última situación, y pese a todos los avances y retrasos, hoy viven millones de personas.
Esta es una realidad histórica que ha desvirtuado Samuel Hungtinton precisamente para hacerla inteligible, aprovechando el influjo de Toynbee y dando pie a los neocons -esos viejos patricios filisteos que aún sonríen -, pero que responde a una irracionalidad que ya parece implícita. El hecho de seguir hacia delante parece más importante que aquello que se queda en el camino. En esto la Historia también tiene mucho que decir y no faltan ejemplos de ambiciones y cambios de ritmo poderosos gobernados por generales que vieron campos de muertos donde antes tuvieron un ejército y piedras caídas donde antes se alzaban grandes templos. Así nació Egipto y su grandeza pero también su esclavismo severo; así surgieron los grandes reinos en la edad media pero también la pobreza de sus habitantes; así también parimos el estado-nación y las organizaciones supranacionales a base de la sangre de decenas de millones de habitantes. Nuestros templo actuales aparecen en el artículo de la wikipedia que os he recomendado: son grandes y altos, más altos y grandes de lo que jamás antes lo han sido. Nuestro complejo fálico ha llenado las ciudades con estas nuevas maravillas de la mente humana, respiran y se comunican internamente pero no son permeables, estos templos llamados oficinas siguen siendo edificios religiosos y toleran cada mucho tiempo alguna disensión de un protestante; que lo toleren no quiere decir que nunca acaben de aceptarlo, pero ese hombre rebelde e impulsivo, que no se acoge a reglas ni estándares y no comulga del mismo vaso que los otros, seguirá moviendo el mundo. Spengler y Toynbee hablaban de la relación entre grupos en términos de desafíos y respuestas; yo creo que es más constructivo hablar en términos de preguntas y respuestas.