Acudimos al encuentro de diferentes disciplinas gracias a una forma de entender las relaciones y el trabajo que considero revolucionaria. Una vez asumida la insostenibilidad de nuestro modelo de desarrollo, en la educación surgen nuevas vías basadas en filosofías conductistas que promueven la formación autodidacta orientada por profesionales, algo que por otro lado venía dándose en las grandes escuelas de pensamiento oriental y occidental desde hace siglos pero de lo que parecíamos habernos olvidado a juzgar por la desnaturalización y la promoción de doctrinas y prejuicios en nuestro sistema educativo. También en la arquitectura, gracias a la biomimética, hemos visto cómo nuevos arquitectos generan estructuras y sistemas respetuosos con su entorno y/o que aprenden de la naturaleza que les rodea. Incluso el urbanismo que decidían tradicionalmente contados gobernantes, empiezan a surgir grupos de presión e influencia entre la ciudadanía que pide cambios y una representatividad más natural de los intereses colectivos.
En la ingeniería informática y los proyectos tecnológicos, hace ya una década que se formularon las metodología lean y ágiles que promueven una gestión de proyectos adecuada a la realidad, sin burocracia y cuidando la ejecución y calidad asociada a las necesidades reales de los usuarios. Se trata de corrientes que entiendo como consecuencia de una conciencia colectiva en rechazo a la despersonalización y la vigilancia autocrática de procesos. Un ejemplo más lo representan las nuevas formas de comunicación basadas en la participación ciudadana y la gestión y generación de información distribuida. La practica totalidad de medios relevantes se han visto obligados a acoger este fenómeno manteniendo redes de seguidores y lectores que colaboran con sus propios profesionales (periodistas) produciendo noticias cada vez más alejadas de intereses corporativos y más sujetas al pulso local de los acontecimientos.
Ante este avance del 2.0 y la cultura red, basada inconscientemente en comportamientos tribales seculares, surgen excépticos que ya declaran muerto el fenómeno ante el creciente control y censura de los medios e instituciones tradicionales. No comparto este pesimismo y de hecho vivo cada día el cambio hacia la conexión continua entre individuos con similares intereses, gracias a redes sociales y encuentros profesionales que demuestran que hay voluntad de cambio. Tal vez cueste y tal vez no salga a la primera pero el pan resultante merecerá la construcción del nuevo horno. Los prosumidores son actores esenciales del proceso y su perfil es claro y meridiano: participan, generan contenido, debaten y condicionan los productos que les abastecen y sirven. Iniciativas que sin duda permiten el control de abusos y que nos ayudarán en un futuro a que las compañías telefónicas puedan ser mejor controladas y reguladas para una adecuada atención al cliente. De igual modo, una sociedad global interconectada debe significar sociedades locales equilibradas y fomento de la sostenibilidad en los entornos inmediatos. De nada sirve tener 1.000.000 de followers si no conocemos a nuestro vecino y sabemos en qué nos puede ayudar y en qué podemos ayudarle. Veo en la web 2.0 una revolución de ideas y estructuras y no una fachada o un tinte para lo que ya conocemos. Cada vez más acudimos a un cambio en los perfiles de los consumidores de información en dispositivos móviles, algo que nos mantiene en constante actualización y contacto con la realidad de los otros y no con la realidad que nos cuentan o nos hacen creer desde arriba.
En política, la practica totalidad de elecciones primarias y generales a nivel mundial están condicionadas y cuentan con la imagen que los candidatos promueven en las redes. Las estrategias de campaña cada vez atienden más ciudadano por ciudadano y la clave del futuro será llegar hasta la casa del votante y saber representar opciones sin discriminar principios. Nada de todo lo anterior, como siempre he sostenido, es nuevo. Los primeros políticos iban puerta a puerta a conocer a sus votantes y los futuros políticos volverán a hacerlo. Tal vez este nuevo sistema suponga un cambio en los estamentos representativos y tal vez cada vez más importen menos los discursos y las marcas corporativas (partidos, empresas, logos,…) sino las marcas personales. Creo que son diferenciales para esta nueva forma de ser y de pensar las iniciativas colaborativas de empresas y colectivos en red y la capacidad en la que nuestros medios de gobierno tradicionales sean capaces de representar y fomentar a sus ciudadanos mediante iniciativas culturales e innovadoras como el CCCB. Para políticos obtusos que quieran observar el poder de la gestión alejada de los intereses personales o de partido, si quieren un ejemplo de cómo representar y favorecer la cultura y los principios colaborativos, repasen la biografía de Enrique Tierno Galván.
En el ámbito de la ecología y la conservación de nuestro habitat, la colaboración y la investigación colectiva nos sirve para concretar grandes proyectos como el censo marino mundial. En la alta cocina, el caso de Ferrán Adriá y de El Bulli nos habla de brigadas de cocineros en continuo aprendizaje, experiementación y conexión con los productos locales, viajando y conociendo, relacionándose y mejorando gracias a un sistema de trabajo basado en innovación, reinventando lo local para hacerlo universal sin necesidad de sacrificar sabores (llámenlo valores) ni culturas gastronómicas (llámenlo ideas).
En definitiva, nuestro secreto de futuro será compartir, empatizar, atender a las necesidades del resto para comprender las nuestras y poder aprender olvidando la soberbia, la identificación con líderes perfectos e incuestionables y el fomento de facilitadores cuya capacidad de corregir sus propios errores y ser permeables a los colectivos que representan, sea mayor que su miedo al fracaso o a la pérdida de status quo. Fomentar la movilidad de ideas, la facilidad para cuestionarse los principios, el poder de traducir nuestra naturaleza; salir, en fin, de la caja o de las cajas…
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