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A propósito del estudio El estado de la creatividad 2012

La creatividad es siempre una receta exitosa contra cualquier pérdida de fe, inseguridad, inestabilidad o miedo.

Esta confesión que hoy comparto con vosotros es casi una oración. No recuerdo ningún momento de mi vida en el que la creatividad me haya abandonado. Cuando todo me falla o me falta, la creatividad en forma de ideas o palabras suele iluminar mi mente hasta casi cegarme por completo. Cuando invadido por momentos de extrema alegría o de tristeza me siento volar por encima de la tierra o hundirme pesado hasta lo más hondo del hoyo, la creatividad es para mí un gran balón de oxígeno capaz de acomodar mi entorno a nuevos mundos de ilusión y de esperanza. Entonces -desde hace ya veinte años- comienzo sin descanso a escribir, bailar, hablar, leer, pintar o caminar completamente solo aunque en ocasiones estoy acompañado. Para cuando todo esto ocurre, siento en mí el tormento insaciable de vivir sin pausa. En estos episodios frecuentes he creado algunos de mis monstruos a partir de una sola pieza de pasión, como Buonarotti, como los escultores makonde o Blas de Otero.

La creatividad es hoy en día una interminable colección de autopistas de peaje en las que tienes que pagar muy caro por vivir tus ideas. Cuesta mucho crear algo y se paga caro. El ser creativo se enfrenta a un coste vital y humano cada vez más alto en su vida diaria, su sociedad y su entorno inmediato. A medida que pasa el tiempo parece que cada vez los costes son más altos. En tiempos de crisis sociales la mayor recesión es siempre creativa. Donde antes el arte era una garantía de la libertad de expresión, un símbolo de bienestar y prosperidad, ahora parece ser un lujo que nadie puede permitirse. Y aunque la creatividad no tiene secretos, se ha hecho un gran negocio del proceso creativo. Pequeños corsarios financiados por sus propios o ajenos intereses intentan apropiarse el mismo barco por el que la realeza, la nobleza, la religión y la burguesía han pugnado consecutivamente durante siglos. Pero el ser creativo sobrevive a cualquier embate, ha resistido gobernando un barco cuya identidad se actualiza con los tiempos porque su personalidad tiene un carácter colectivo. La creatividad no es propiedad de nadie. Hay cierta hermandad y un elevado sentimiento de pertenencia a este barco regenerador en cada persona creativa. Millones de estos correligionarios han sentido la creatividad de un modo semejante al que he expuesto al comienzo de este artículo. Tienen un compromiso tácito, un débil aunque indescifrable pacto con su condición. Para cualquiera que haya gobernado el barco es sencillamente inútil intentar sentirse un ser creado y no un creador.

Lo que yo hago ahora es proyectar la creatividad de un enorme colectivo sobre entornos en los que invertimos gran parte de nuestro tiempo: las empresas. Y como dije pago un elevado coste que a menudo hunde y desordena el suelo en el que piso. Pero mi conciencia y la convicción de que es algo tremendamente necesario me empujan a seguir mirando hacia delante. Porque la creatividad no es un privilegio. Se educa y se alimenta, se nutre de cada uno de nosotros incluso cuando no encuentra los recursos necesarios. Hasta ahora lo que hemos hecho ha sido subcontratar la responsabilidad de ser o tener una inteligencia creativa. Hemos creido ciegamente que otros son especialistas en crear a pesar de que todos tenemos la capacidad de ser creativos. Porque no hemos sido educado en ello, porque no hemos creído realmente que sepamos crear o pensar más allá de nuestra vida o facultades inmediatas. Hemos crecido en ambientes uniformes donde la fe en algo prevalece sobre la individualidad o la personalidad de cada uno. Nos convencemos de que no podemos crear porque no tenemos ni entorno, ni apoyo ni derecho para hacerlo. Sin embargo las mayores obras de la historia se han creado en condiciones lamentables, a menudo en condiciones de extrema pobreza o situaciones personales muy precarias.

Con compromiso y con recursos compartidos la grandeza de la creatividad obtiene beneficios exponenciales. En cualquier realidad y grupo de personas. Por eso el compromiso con la creatividad debe ser claro y evidente. Comprometerse con algo significa creerlo, practicarlo, hacer que viva en otros, mejorarlo y hacer también que sea sostenible. Si no es sostenible, no existe viabilidad ni existe base. Es entonces cuando todo muere y olvidamos lo que fuimos, lo que somos y lo que podemos ser. Incluso cuando todo parece no tener sentido. Porque como leí hace poco “un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido

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