A menudo sobrevaloramos el estadio de desarrollo evolutivo en el que se encuentra el ser humano. Aún siendo propietarios de un cerebro cuyos misterios aún no hemos desentrañado en su totalidad, nuestra capacidad de adaptación innata desprovistos de alhajas tecnológicas e instrumentos rudimentarios es prácticamente nula. Las avispas y las abejas poseen sociedades altamente desarrolladas. De hecho en el campo de la biomimética existen innumerables ejemplos de comportamiento social basado en modelos descentralizados y auto-organizados, esos mismos modelos de los que siempre hablamos en el blog y que durante años ha estudiado Deborah Gordon y ha concretado en el Gordon Lab a partir de la conducta de las hormigas. Muchos de sus estudios son sorprendentemente aplicables a la gestión de equipos y organizaciones innovadores. Sin embargo no es la única investigadora que ha fijado su mirada en estos magníficos seres vivos. El comportamiento de las hormigas ha sido objeto de estudio de la denominada robótica de enjambres y ha dado lugar a múltiples trabajos enmarcados en lo que los ingenieros de robótica han llamado inteligencia de enjambre, estrechamente relacionada con los concepto de inteligencia colectiva y #culturared que defendemos desde Vorpalina. En cierto modo se podría decir que muchos insectos y bacterias han logrado un dominio de la inteligencia en red que es completamente envidiable para nuestra especie.
En la conducta de las hormigas encontramos modelos impresionantes de adaptación al cambio. En un mundo sujeto a tantos cambios y descubrimientos, quizás debamos fijar nuestra mirada en esos seres que miramos con desprecio desde las alturas. A menudo lo más pequeño es siempre lo más grande. Uno de los comportamientos más sorprendentes es el que desarrollan las hormigas de fuego (solenopsis invicta). Ante una situación de adversidad (una inundación periódica o un incendio masivo) las hormigas de fuego en apenas pocos minutos y sin ayuda de ninguna herramienta han desarrollado la capacidad de ensamblarse formando balsas vivas que pueden albergar millones de pasajeros y soportar un largo viaje a través del agua durante meses hasta encontrar tierra. El diseño de estas balsas está siendo estudiado por Nathan Mlot y su equipo del Georgia Institute of Technology. Se da la paradoja de que las hormigas de fuego por separado no consiguen resistir a flote durante periodos tan largos de tiempo pero de forma colaborativa han sido capaces de generar estructuras de un diseño casi perfecto que las permiten ampliar su autonomía y que los ingenieros están estudiando a fin de elaborar nuevos diseños adaptables en el campo de la bioingeniería. El estudio Fire ants self-assemble into waterproof rafts to survive floods se encuentra en el repositorio de la National Academy of Sciences of the United States of America.
Lo que ustedes ven este video no son hormigas en un terreno sólido, se trata de un grupo organizado de individuos que han adquirido la capacidad de flotar en el agua mediante colaboración y adaptación social. Si quieren saber cómo, consulten el post El secreto de las balsas de hormigas de Antonio M. Ron en lainformacion.com