A propósito del sugerente y genial post de @virginiog titulado «La comunidad: la nueva forma organizativa que define al líder» ayer mismo reflexionaba acerca del papel que los llamados «jefes» deben tener en las nuevas organizaciones basadas en meritocracia, gestión transparente de conocimiento y openmind. Por la noche cené con unos amigos y hablamos sobre el tema. ¿Qué esperamos de la gente que ha liderado hasta ahora las organizaciones? Estamos acostumbrados a una gestión autocrática que define directrices incuestionables, a una jerarquía férrea basada en la asunción y el cuidado receloso de los secretos, ¿qué será del jefe cuando las organizaciones asuman que el flujo de conocimiento e ideas es clave para la mejora continua y real de la sostenibilidad del negocio?. Nuestra conclusión fue que el cambio puede tardar pero llegará, que necesitamos facilitadores y no líderes, que debemos fomentar la gestión distribuida. Cuando hace unos días hablábamos en twitter sobre que cada uno de nosotros debe ser marketer de la marca con la que debe identificarse, esto implica que debemos estar contentos, satisfechos y motivados con el trabajo que realizamos, que debemos trabajar de forma sostenible evitando rotaciones y ritmos de trabajo discontinuos, que debemos sobre todo sentirnos útiles y escuchados, valorados.
Los grandes referentes del siglo XX eran iconos que habían fraguado su valor a base de esfuerzo, pertenecían a esferas de conocimiento relegadas cuyo trabajo no tenía aplicación directa en las disciplinas humanas de trabajo. Tal vez el pensamiento de Einstein, el desubrimiento posterior de los agujeros negros o la formulación de la estructura atómica nos ayuden a comprender mejor nuestra realidad y la realidad de nuestras relaciones. Incluso en equipos de trabajo, SOBRE TODO en equipos de trabajo. Ya no sirve el látigo porque lo que necesitamos no son muros sino puentes tal y como un joven refugiado de Cisjordania comentaba ayer en el telediario. Eso que es fundamental para nuestra vida diaria, lo es también para nuestro trabajo. No podemos desvincular o abstraer nuestro trabajo de nuestra vida: necesitamos ser emocionalmente felices y saber que mentalmente podemos ayudar y contribuir. Incluso (y tal vez sobre todo) los trabajos más productivos, aquellos que pueden resultar más repetitivos, son susceptibles de contribuir a la mejora de los procesos y de la influencia de nuestro trabajo en nuestra vida. Dedicamos mucho tiempo a trabajar, es hora de dedicar todo el tiempo a lograr un mismo objetivo dual: ser felices y sentirnos realizados y hacer que las organizaciones y estructuras en las que participamos salgan adelante de una forma humanamente viable. Necesitamos diseñar y rediseñar negocio continuamente, replantearnos máximas y preceptos aceptados tal y como nos enseña Header Fraser en su documento Business Design: Becoming a bilateral thinker Se trata de fomentar ese pensamiento lateral que nos hace ser productivos y creativos, esa motivación intrínseca que elimina barreras, o esa empatía que promueve la mentalidad abierta a través de la colaboración multidisciplinar. Porque si desarrollas tu actividad en un puesto de trabajo concreto seguramente debas conocer la realidad de otras líneas y unidades. Levántate y colabora, busca información e ideas de otros que te serán de ayuda. Seguimos pornunciando el WE ARE SMARTER THAN ME por encima del desengaño y el carácter acomodaticio. Co-crear es vital. Promueve inteligencia emocional donde solo veas mentalidad a corto plazo y falta de perspectiva. Visualiza y mapea ideas, acepta críticas y empápate de otros. Habla a tu red de contactos inmediata y amplíala, promueve la síntesis y la intuición, la fe en el cambio. Aprende a escuchar con tolerancia para saber hablar con coherencia. Facilita que se produzcan mejoras, no lideres objetivos.
Aprendamos en nuestras organizaciones de ese gran ejemplo histórico que es la Historia de la física moderna. Cuando hace 350 años Newton formuló la ley de la gravedad, nadie creyó que fuera a superarse una concepción tan firme de nuestro universo. A principio del siglo XX Albert Einstein formuló reformuló la concepción macroscópica de nuestra realidad. Cuando todo parecía conocido y el electromagnetismo y la relatividad general eran lo esencial, en la década de 1940 el mundo dedicó su investigación y esfuerzo al mundo microscópico y descubrió la enormidad de la fuerza nuclear y la fuerza débil de los átomos que completaban el panorama físico hasta nuestros días. Sabemos qué puede esperarnos: la teoría de cuerdas, la unificación que soñó Einstein y que recluido en su casa no supo lograr. No nos rendimos, queremos comprender e interactuar conscientemente con nuestro universo; del mismo modo no podemos abstraernos de las estructuras y organizaciones que son la base de nuestra sostenibilidad. Si no son emocionales, si no son humanas ni permeables, no seguirán siendo organizaciones…