“La vida es corta, cómete primero el postre” Ernestine Ulmer, escritora
Yo no tengo nombre más que para ser olvidado cuando hablo. No tengo palabras más allá de los nombres de los otros. Padezco esa sonrisa transitoria que pierde la memoria de la esquina. Disfruto del descanso que no encuentra parque propio y de las germinales ideas que agonizan en el aire. Hay techos de edificios que me envidian como aislante y diminutas piedrecitas de camino que supuran mucho más temprano que mi sangre. No he tenido un discurso renovado ni he ganado elecciones a otro parlamento que no fuera mi mundo. Soy fiel o al menos yo he querido ser honesto. Duermo a puño abierto y tengo frío, calor y estoy muy seco. En pequeños cuadernos completamente blancos conecto una y otra vez los puntos. Cruzo hileras de sueños trazando redes invisibles que se mezclan. Facilito la riqueza del discurso compartido. Construyo solares de pobreza que son grandes fortunas cargadas de presente. Y en esos espacios intermedios, en esos mundos de nadie que se pierden más allá de uno mismo y de la gente, genero vetas de un valor incalculable. Cultivo un huerto colectivo extraño al horizonte, una cosecha de saludables relaciones de las que tan solo formo parte y que a menudo me crean y completan. Eso es todo. Y puede que ese huerto sea una suerte de felicidad dichosa.
Felicidad es alzar el mundo cuando uno se levanta y mantenerlo en el aire para otros.Felicidad no es un bien supremo, ni un fin último, ni siquiera es el principio. No es placer ni autosuficiencia y tampoco es una meta. No es éxtasis, euforia ni alegría, es algo profundo y sostenible, una proyección de mi personalidad en el tiempo concentrada AHORA y AQUÍ. Felicidad es para mí una actitud. Felicidad es para mí el presente. Es la interacción continua entre experiencia y caos, un maravilloso taller de incertidumbres compartidas que genera bienes y recursos. Según Stefan Klein es una suma de sentimientos gratos prolongados pero yo creo que es más una base accesible y altamente accidentada más allá de la venda y lo inmediato. Felicidad es – no tengo duda- un error delicioso parecido al mejor postre.
Y en mitad de ese huerto, ¿por qué no?, encontrarnos fumando a Absolem, la oruga.