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Aunque manden unos pocos, las ideas siempre son de muchos. Favorezcamos la pluralidad de ideas porque esa es la gran riqueza que aprendimos de la RED

En respuesta al post De política, representación e informática de mi compi Javier Ruiz que os recomiendo leer y en el que se compara el mercado de la consultoría con el sistema político.

Gran post, Javier. Me gustó el paralelismo. Lo único que no comparto es esta afirmación: «Trabajar con estándares o con software libre muchas veces no te hace competitivo porque cualquiera puede replicar tu solución.» Sé que esto no es cierto por experiencia y que existen gran multitud de modelos de negocio dentro de FLOSS que permiten mantener un nivel de sostenibilidad y crecimiento elevado. Sin embargo me encanta la analogía que sigue a esa frase y que dice: «Por tanto, el cliente suele optar por pocos proveedores y normalmente, que sean los mismos, que son los que conoce y le dan confianza, aunque sea por la experiencia con los sistemas.» porque expresa claramente cuál es el problema social al que nos enfrentamos y que es muy parecido al típico caso de FUD en el mercado de la ingeniería de software. La gente confía en lo que conoce. El problema es que hay que recordar que lo que se conoce no necesariamente es lo correcto. De hecho a menudo es precisamente todo lo contrario. Innovar en democracia es la base de la propia democracia. En mi opinión estamos en un estadio evolutivo similar al que estaban los grandes padres de la democracia moderna (Jefferson entre ellos) a los que se hace una mención especial y un homenaje merecido en la peli de Spielberg La Amistad. La democracia americana es un caso claro de apoyo a las mayorías pero no siempre fue así y conviene recordarlo. El nacimiento de la democracia americana (el periodo más bullicioso y controvertido de todos, el más difícil) se logró gracias a que existía pluralidad y todos fueron escuchados.

En el caso español actualmente caminamos sobre miedo. Promovemos el miedo y en el debate televisado previo a las elecciones se vio claramente cómo los candidatos gestionan las expectativas de miedo de los votantes. Y es un espectáculo lamentable. Porque el recurso de miedo indica una falta de recursos, argumentos talento innatos y configura una clase política estancada.

Yo no creo que en la II República existiera desgobierno y puedo argumentar esto ante las continuas acusaciones que se han producido. La historia desde la caída de la II República la estaban escribiendo los vencedores, hasta que llegó Paul Preston y muchos otros historiadores y nos descubrieron que la II República fue sin lugar a dudas el periodo de las Luces de la democracia en España. En ese periodo se modernizó realmente este país y no se produjo una atomización de los partidos o se dio el caso de que hubiera partidos que iban contra el sistema. El argumento de los golpistas era ese pero creo que ha quedado superado. El problema no es que el sistema fuera inclusivo sino que la sociedad se encontraba en una tremenda crisis de identidad a caballo entre el caciquismo y el progreso y que por ello la cámara era un reflejo de su pueblo. Eso no justifica el golpismo de ninguna manera ni dice que fuera un fracaso el sistema de gobierno, simplemente la sociedad no estaba madura para asumir la velocidad de los cambios que se estaban produciendo. Pongo algunos ejemplos:

El alcance de la reforma agraria de Azaña es indudable y fue iniciativa exclusiva de la II República. Hasta entonces el país vivía sumido en un sistema de castas donde la nobleza y los terratenientes explotaban a la gran mayoría de personas como ocurría desde la Edad Media. La situación era de miseria absoluta y la gran parte de población vivía apenas con lo puesto. Sobre la industrialización de las ciudades y el mejor reparto de la riqueza, dato importante es el flujo migratorio de las ciudades. Madrid en 1930 tenía menos de un millón de personas. Sobre este tema te puedo prestar especialmente cierta bibliografía. Si este país tiene un buen sistema de reparto de la riqueza se lo debe en gran parte a los ocho años de la II república. Cuando el gobierno ilegítimo llegó al poder derogó los pocos logros de la Ley de Reforma Agraria que no se pudo cumplir enteramente por la oposición de el bloque de derechas en el Congreso de los Diputados.

Respecto a la escolarización, la II República instauró el laicismo y suprimió instituciones religiosas como la Compañía de Jesús en la educación porque el sistema educativo estaba estancado y era completamente dependiente de la Iglesia. La mitad de la población era analfabeta y más de la mitad de los niños <2.270.000 niños de un total de 4.500.000> no estaban directamente escolarizados por falta de escuelas, algo que la Ley de Instrucción Pública comenzó a corregir con la construcción de colegios. Florecieron entonces la flor y nata de las letras españolas desde la época de Cervantes y la calidad de los científicos e investigadores era conocida internacionalmente. Y premiada. La deuda que había dejado la monarquía era de 25.000 millones de pesetas y eso era realmente grave, pero peor era un país analfabeto, incapaz de progresar. La cualificación profesional que hoy llamamos formación profesional la inventaron entonces para capacitar a la masa proletaria de la época estableciendo colonias de verano para el aprendizaje de aquellos que no tenían rentas. Se instauró todo un sistema de Universidades que no logró fraguar por la falta de profesores y que fue paliado con la creación de Universidades populares organizadas tanto por sociedad civil como por la iglesia, ya que hasta entonces la iglesia estaba controlada por la Iglesia y solo accedían a ella o nobles o gente que entraba en los seminarios para ordenarse sacerdote, ni qué decir tiene lo que luego con Franco se hizo con la Universidad. A pesar de quitar titularidad a la Iglesia se permitió que continuaran centros privados católicos gracias a la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas que promovió Azaña y que garantizaba el respeto a la Iglesia pero la primacia del Estado y la ciudadanía para tomar decisiones democráticas. Se implató un sistema de escuela de mayores porque había que enseñar a leer y educar no solo a más de dos millones de niños sino a un 60% de población activa. Se protegieron las culturas autóctonas y las lenguas vernáculas de cada tierra, algunas casi en desuso y otras sin literatura ni registro escrito ya que había estado prohibido durante siglos. La construcción de Escuelas Normales, luego llamadas Nacionales, fue promovida por la república. Es de señalar que se intentaba dar infraestructura escolar a todas las poblaciones, incluso las rurales y por ello cada escuela contaba con un número determinado de alumnos asumible. La educación de los profesores fue materia obligada, de ganar menos de 1000 pesetas al mes, pasaron a ganar 3000 pesetas < eso sí es reconocer al profesor> y su reciclaje didáctico fue continuado con programas de las Semanas Pedagógicas que controlaban inspectores del Ministerio de Educación. La carrera de Magisterio fue elevada a rango universitario, hasta entonces era una enseñanza no reglada por lo que los profesores no eran profesionales sino simpatizantes de una determinada forma de pensar. Fue la base del progreso que hoy en día conocemos. Todas estas medidas fueron frenadas por los grupos de derecha de cada región que en muchos casos se negaban a acatar la legalidad constitucional.

Además de este problema, que era de esperar, la II república se vio obligada a dar de comer a los niños antes de educarlos. Las Misiones Pedagógicas, cuya fama trascendió las fronteras de España, iban de pueblo en pueblo enseñando a leer y dando de comer, creando bibliotecas ambulantes. Pues bien, todavía hoy, en cualquier sitio al que voy a investigar, encuentro libros con el membrete de las misiones pedagógicas, esas que posteriormente la dictadura se empeñó en tapar promoviendo la idea de que el dictador había creado el sistema educativo en España para superar una etapa negra de disenso y oscurantismo. Nada más lejos de la realidad. Así que incluso con la censura franquista y el recorte de estos sellos, todavía hoy llegan a nosotros volúmenes de enciclopedias, libros de historia, de lengua, de matemáticas que se crearon en aquella época. A todas estas medidas que he enunciado se las acogió bajo el paraguas de la «Escuela unificada» que no era, como se dijo posteriormente por algunos imbéciles iletrados, la disminución de la libertad de la escuela y su sometimiento al Estado, sino la pluralización de todas las creencias y métodos didácticos. Era el nacimiento de la pedagogía en España. Sinceramente, me duele mucho que todo el esfuerzo que en España se hizo en aquella época, hoy en día no se vea reconocido. El impulso de aquella época al sistema educativo no se ha vuelto a dar en España si realizásemos un estudio comparativo y proporcional del resto de épocas posteriores y si comparásemos contextualizando en volumen e importancia de las medidas adoptadas cada etapa política. Pasar de no tener nada a tener un sistema de educación montado es mucho más difícil que pasar de tener algo a tener más, pero el desagradecimiento histórico a este hecho ha sido norma en nuestro país.

Un colectivo es como una casa repleta de servicios. Es evidente que se puede vivir debajo de un puente, el problema real es que si conectamos personas, tenemos suficientes recursos como para vivir en una casa equipada con domótica

La incultura o la incapacidad del pueblo para gobernarse no existe, es una invención de las élites para hacer inaccesible la enseñanza. La inteligencia colectiva tiene límites pero no debemos promover aún más límites. Mi abuela no sabía escribir practicamente y nunca la consideré una inculta, al contrario ha sido una de las personas que más me ha enseñado.

No creo que sea lícito limitar la capacidad de un colectivo para equivocarse, educarse en la autocrítica o para decidir a sus gobernantes en pro de la estabilidad social. Necesitamos equivocarnos, necesitamos no ganar siempre porque ganando siempre hemos llegado a donde ahora mismo estamos. Ganando siempre, gestionando el miedo y evitando el error nacieron las principales doctrinas que nos llevaron a la II Guerra Mundial y esta fe promueve el enfrentamiento. Más bien se trata de todo lo contrario. Las cámaras deben ser un reflejo de su pueblo. Respetemos sus errores e intentemos mejorar, no censurar.

El caso de Italia representa al pueblo italiano. El hecho de que a los gobernantes les cueste encontrar apoyos o lograr un estándar común no es malo. Admiro a Romano Prodi y su caída reiterada representa la incapacidad del pueblo italiano para decidir qué es lo adecuado. Pero esto no es malo, simplemente es la realidad. Lo realmente malo -y se ha demostrado a lo largo de la historia- es la carta blanca y la confianza ciega e incuestionable.

Creo que el modelo español actual es extremadamente injusto, que promueve la perpetuación del modelo (es endogámico) y que impide la renovación del sistema. Esto último es algo completamente necesario para sacar a nuestro país adelante. Primar las mayorías es un error de facto, el bipartidismo es contraproducente y favorece el pensamiento único. Durante los últimos 15 años hemos visto cómo las ideologías han perdido valor en favor de los mercados. Lo han hecho por el acomodamiento de las masas. El caso italiano y griego son flagrantes y representan una advertencia pero no debemos sacar conclusiones equivocadas. Grecia e Italia no han caido en manos del mercado porque sus pueblos hayan tomado malas decisiones. Se trata de un tema exclusivamente financiero y tiene que ver con tratar a la ciudadanía como materia mercantil y como gasto y con ciertas deudas que no han podido pagar unos y otros. Tiene que ver con bancos que compran países que no administran sus cuentas adecuadamente. Nada tiene que ver que haya dos o cien partidos.

La productividad democrática bien gestionada puede darse con una cámara en la que se represente a todo el pueblo y no solo a las mayorías. Por encima de la configuración de un parlamento están los intereses e inquietudes latentes de una sociedad. Permanecer de espaldas a esta realidad es prolongar una agonía. Lo que se pide no es una asamble del #15m en el parlamento. El #15m, otros movimientos similares en la red y las recientes corrientes de productividad social que partieron de la Innovación Abierta y la malla, son herramientas para un fin pero no son el fin en sí mismo. Todavía. Lo que se pide es representatividad real en las organizaciones de las que formamos parte. Y la organización que artícula el Estado es el Congreso. El Senado es harina de otro costal. Y ahora mismo la representatividad real no existe. El cambio no sería muy revolucionario pero sería más justo. No sería revolucionario porque debemos asumir que los que han votado han decidido azul o rojo mayoritariamente y eso hay que respetarlo. Pero hay más opciones votadas que se están quedando fuera.  Cuando las voces no tienen altavoz a menudo no se las escucha. Acallarlas es un delito de Estado. El problema es que pueden unirse y lograr algo grande. Las revueltas sociales que nacieron en Tahrir, #15m, Occupy Wall Street y otros movimientos dignifican la voz de los dormidos. Creo que es algo innegable el hecho de que la representatividad real no sería muy revolucionaria como se demuestra en este gráfico en el que se ve el precio de un escaño según que partido lo ocupe. Que haya precios diferentes es ya un abuso.

Entre otras cosas un reparto más equitativo favorecería las intenciones iniciales de supuesta representatividad real que tuvieron los padres de la Constitución y que incluían la presencia de nacionalismos (las minorías de aquella época). El mundo ha cambiado, España ha cambiado, no parece lógico que por respeto a las reglas traicionemos nuestra propia voluntad.

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