La palabra «indefinido» ha cobrado especial relevancia en los entornos sociales que frecuento. Desde hace años escucho esta palabra pronunciarse mucho más que «infinito» o «relevante». Parece como si aquello que virtualmente no se pudiera acotar o definir, nos tranquilizara en nuestra vida profesional al contrario de lo que ocurre en el resto de nuestra vida, donde todo aquello que es indefinido o no se ciñe a unas normas o baremos nos asusta e intimida. Realmente el hombre social firma un contrato de arras con el padre Leviatán que le mantiene unido a él como un buey que con su esfuerzo da sentido al yugo. Creo que es necesario el concepto de «trabajo» tal y como tradicionalmente y a grandes rasgos el ser humano lo ha entendido; creo que el engranaje del sistema social que nos facilita o dificulta la vida requiere de cuidados, de motores, de un mantenimiento. Sin embargo, hoy que con tanto prestigio se nos presenta la palabra «indefinido», vemos que en nuestro país cada vez pierde más valor. Tendemos a la seguridad y nos la venden y hacen tragar en los diarios pero lo cierto es que no es suficiente ni debería calmarnos. Si con una lupa inmensa contemplaramos nuestros movimientos, cual hormigas atareadas que conspiran contra el tiempo, podríamos tal vez contemplar que lo indefinido no es más que una ilusión ya en papel o en la memoria fotográfica. Tendemos a construir arquetipos y a destruirlos, somos invasivos y exiliados de nosotros mismos, herederos y desheredados de Darwin, bien analizados por Jaspers, retratados por Zweig y Galdós, Baroja y Kleist, pero aferrados a la sensación virtual de necesitar una seguridad inmediata, cercana y aparentemente tangible somos capaces de cualquier cosa, cualquier barbaridad, imaginen lo peor. Los políticos lo saben y nos utilizan para demostrar que esta teoría es cierta y se perpetua desde que dejamos de cazar y construimos casas o hicimos el fuego placentero al abrigo de una cueva. El sedentarismo merma y nubla pero ya es imprescindible. De cuando en cuando evitarlo y sobrepasar los márgenes diarios de nuestro ecosistema nos hace sentir dueños, por eso nos vamos de vacaciones o viajamos, tendemos a la evasión tras la victoria y también tras la derrota, no queremos recordar pero sí que nos recuerden. Y todo esto que digo sí es indefinido.