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Cartel promocional de la película Detachment para América Latina

«Will I always feel this way
So empty
So estranged?»

Del tema Empty de Ray Lamontagne incluido en la BSO de Detachment

Puede que nuestra mayor perversión como sociedad sea cavar un hoyo cada vez mayor para que los más jóvenes se hundan en medio del abismo. Si no se han dado cuenta, la indiferencia hacia la realidad, mata. Es la base del principio de la desolación. Y hoy compartiremos argumentos que avalan este hecho en el mundo educativo.

Necesitamos coraje, voluntad y compromiso. La falta de recursos, medios y vocación de acompañamiento que las administraciones tienen con los sistemas educativos públicos lleva mucho tiempo minando los cimientos de una sociedad justa y verdaderamente libre. Como dijeron Steiner, Spire y Muchnik en un libro que realmente amo titulado La barbarie de la ignorancia, no existe un arma más poderosa de destrucción masiva que la ignorancia.

El escaso valor y la falta de autonomía que le damos a la labor de los profesores en las escuelas continúa destruyendo poco a poco lo que conocemos como estado del bienestar. Cuando educar y fortalecer la base de nuestro futuro se convierte en un lujo; tarde o temprano nuestro presente deja de tener sentido. La situación que se vive en gran parte de las escuelas de secundaria con lo que otro amigo bloguero llamaba «nuevas generaciones de ignorantes irrespetuosos y violentos, sobre todo hacia sí mismos» ha sido denunciada por el cine en forma de grandes obras maestras que me gusta recordar. Destaco tres que abordan el papel del profesor ante las barreras que hemos comentado: To sir, with love (Clavell, 1967),  Dangerous minds (Smith, 1995), Freedom Writers (LaGravenese,2007) de la que hablamos hace poco y por último Detachment (Kaye, 2011) de la que hoy quiero hablar. Especialmente útiles para conocer otros modelos educativos innovadores y alejados del dogma, es vivir la realidad educativa finlandesa recogida en The Finland Phenomenon: Inside The World’s Most Surprising School System’ (Wagner, 2012) de la que ya hablamos hace un año y visualizar -como recomendábamos hace poco- La educación prohibida, documental de una factura y discurso altamente trabajados. Los chicos de Zemos98, colectivo al que seguimos desde hace varios años, presentaron también hace poco en la Fundación Telefónica su trabajo sobre la educación expandida, ya concretado en forma de documental junto a Platoniq bajo el título La escuela expandida. En él se expone la experiencia en un instituto de un barrio marginal en Sevilla a partir de procesos de empoderamiento gracias a bancos de conocimiento compartidos. En estos documentales se trata en diferentes realidades y sociedades la problemática de la destrucción progresiva de la confianza y el trabajo personal, el mérito y el valor del esfuerzo desde un punto de vista crítico propositivo. Todos ellos aportan alternativas y nuevas vías de aproximación ante estas barreras detectadas.

También en todos estos trabajos afloran realidades que necesitan ser resueltas de forma ágil y eficiente: la excesiva centralización de las estructuras educativas, la rigidez asfixiante de los programas de estudios, la falta de voz y participación del estudiante sobre su propio proceso educativo, la inadecuada condición de los centros de enseñanza, la desmotivación y el desapego del estudiante con respecto a las herramientas de las que dispone para aprender, la burocratización, la elección por defecto de la cantidad y no de la calidad (en las carreras curriculares, en las horas lectivas, en los costes,…), la falta de un equilibrio de capacidades y una personalización a todas luces necesaria, la amplia desigualdad presupuestaria entre centros, la falta de correspondencia entre los estudios y la realidad social cambiante (en el mundo y en el mercado laboral, por ejemplo), el hacinamiento en las aulas, la carencia de programas de acompañamiento y alfabetización para inmigrantes, los bajos salarios de los maestros, el continuo cambio de modelos educativos debido a la continua politización y la falta de pactos de estado con visión de futuro, el adoctrinamiento en la memorización y no en el aprendizaje, la creatividad o la autonomía,… La lista ocupa un amplio etcétera y ahondaré en este tipo de barreras para formular mi propuesta de valor en el próximo congreso educativo nacional invitado por la Confederación Española de Centros de Enseñanza.

Realmente no se trata solo de grandes cambios estructurales, al menos así lo entiendo, sino también de propuestas reales que se puedan ejecutar en los actuales entornos de aprendizaje. Por otro lado, sabéis que defendemos desde la iniciativa el hecho de que el aprendizaje nunca puede parar y que entender las empresas u organizaciones como lugares a los que va a trabajar la gente que ya sabe, es un espantoso error que está costando vidas. Escuela, universidad y organizaciones forman parte de un ciclo de aprendizaje que debe ser renovado y continuo para poder ser realmente beneficioso. Hablamos, como siempre, de personas. Y las personas necesitan aprender.

Pero lo último que necesitamos es el victimismo escéptico. En la película Lions for lambs (Redford, 2007) una de las tramas entrecruzadas trata de una tutoría entre un profesor universitario y un estudiante. El estudiante, brillante, lleva sin asistir a las clases varios meses ocupado en permanecer en su hermandad jugando y acudiendo a fiestas continuamente. En la conversación expone los grandes males de su sociedad (políticos corruptos, desigualdad racial y social, precariedad laboral,…) Al acabar de enunciar todos los males de su sociedad le pregunta a su profesor por qué tiene que esforzarse para luchar por algo si su realidad es esa. Si queréis saber la respuesta del profesor, tendréis que ver la película.

En Detachment (Kaye, 2011), podemos ver a Adrien Brody en un papel magnífico interpretando a Henry Bathes, atormentado profesor sustituto que se dedica a vagar por las escuelas en estancias de uno o dos meses. Su vida errática le hace estar en estrecho contacto con la realidad educativa: profesores con problemas familiares profundos, vacíos emocionales, profesionales ignorados o maltratados por los padres, grandes talentos frustrados, estudiantes sin compromiso y perturbadores burócratas que anulan el proceso educativo.  El profesor evita frecuente las relaciones afectivas con sus alumnos para evitar ahondar en el propio sentido de su vida y en la decadencia generalizada con la que convive a diario. Una lamentable gestión administrativa ha conseguido que su actual destino, un colegio de secundaria norteamericano cualquiera, se encuentre en una situación dramática. A las continuas faltas de respeto de los alumnos se une la falta de una guía y una referencia clara por parte del claustro de profesores, que permanece en estado de shock continuo. En este mundo en el que la belleza parece esconderse a cada paso, Henry logra encontrar amplias dosis de reconocimiento, amor y realización personal con mucho esfuerzo, no sin vivir tremendas tragedias a su alrededor y con pequeños gestos de empatía y comprensión. Sin duda un film duro pero necesario que nos muestra una realidad realmente compleja para ser digerida en soledad.

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