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En este blog no hay ninguna referencia política porque no nos dedicamos a ello. Aquí hablamos de personas, equipos y organizaciones. Y es lo que hoy pretendo seguir haciendo con esta semblanza que comparto contigo, lector/a.

Hoy mismo se despide de la sociedad española una persona clave en su historia. He creído útil hablar de alguien a quien todos conocemos para ejemplificar la palabra «liderazgo». Cuando hablamos de liderazgo solemos fijarnos siempre en personas que están lejos. Suelo ver en los equipos cómo nos cuesta mucho encontrar a referentes cerca. Nos fijamos en grandes nombres de grandes empresas o en discursos hinchados.

 

EL RECONOCIMIENTO

«Si bien es cierto que todos los hombres nacemos libres e iguales, no morimos iguales»

Christian Wagner

 

brujulaCuando uno echa la vista atrás y mira a las grandes personas de la historia, se da cuenta de que no lo fueron por otros sino por sí mismos. No lo fueron gracias al apoyo de sus propios intereses sino al sacrificio de ellos en beneficio de los otros. El verdadero liderazgo es un hábito diario, crece dentro en las trincheras de uno mismo, a menudo en completa soledad y cuestionado, y tiende luego -con el paso de los hechos- a llegar al corazón de otros. El poder se tiene y lo ejerces; la autoridad se gana y te la dan los otros. En la autoridad, y no en el poder, es donde reside el genuino liderazgo. No se lideran las cosas, se lideran las personas. Por eso nadie nace rey, ni siquiera siendo hijo de otro. Incluso un rey se hace. Nadie que haya liderado personas puede ignorar esto.

Dice el escritor Doménico Cieri que «La causa de la mayoría de problemas en las relaciones humanas está en la falta de reconocimiento mutuo». Creo sinceramente en ello. Hoy intento establecer una mínima semblanza de una persona en la que reconozco liderazgo, generación de confianza, inteligencia social, visión sistémica y adaptación al cambio. No importa tanto que ahora deje de ser rey o si en su día debió serlo, su cargo actual o lo que representa, sino la propia persona en sí misma y lo que ha supuesto de forma concreta para su comunidad. Esta semblanza pretende ser un ejemplo más de la nobleza humana que supone mostrar reconocimiento. Expondré primero algunos hechos y luego aportaré mi humilde y a menudo poco útil opinión sobre los mismos. Sabe el lector o lectora que ningún ser humano puede omitir su juicio. Y esto ocurre incluso cuando uno expone hechos. Si esto ocurre, ruego al lector o lectora que sea benevolente con este pobre ser humano y le disculpe.

 

EL ACTO

«El pastor esquila las ovejas, no las devora»

Suetonio

 

tronoHoy a las seis y diez de la tarde (hora central europea) S.M el rey de España Juan Carlos I, que es mi rey en función de los artículos 56 al 65 del Título II de la Constitución, se ha puesto en pie y se ha acercado con gran dificultad a la mesa de la sala de columnas del Palacio Real de Madrid. Le contemplaba la historia y más en concreto, una sala repleta de representantes del pueblo soberano, medios de comunicación internacionales y su familia. Se ha acercado a la mesa principal sobre la que estaba dispuesto el documento de la ley de abdicación aprobada en cortes. Lo ha hecho lentamente, con el notable y normal agotamiento de quien ha reinado durante catorce mil ochenta y nueve días. Acto seguido ha llegado a la mesa y ha firmado el final de su reinado. Ha pasado el bolígrafo al E.S. Mariano Rajoy, que es mi presidente del gobierno por la mayoría de votos de mis conciudadanos y en función de los artículos 97 al 116 de la Constitución, y que ha refrendado en el ejercicio de este poder dicha ley. Se ha abierto así el periodo de interregno. A las doce de la noche de hoy, la abdicación de acuerdo a derecho, será oficial.

Mañana a las nueve y media de la mañana en punto (hora central europea) S.M el rey de España Juan Carlos I impondrá a S.A.R el príncipe de Asturias Don Felipe el fajín rojo de capitán general de los ejércitos. No será hasta media hora después, cuando en la cámara baja de representantes, el Congreso de los Diputados en el ejercicio de la soberanía nacional que la Constitución concede a todos y cada uno de los ciudadanos del pueblo español, corone en la legítima representación de más de cuarenta y siete millones de ciudadanos a S.M el rey de España Felipe VI. En ese momento se dará fin a un reinado y continuidad al mayor periodo de convivencia, libertades, justicia social y garantía de derechos de la historia del país donde he nacido.

Este artículo pretende ser la justificación al hecho que ocurrirá mañana a esa misma hora. No es la justificación a la coronación de un rey sino a por qué seguramente yo me emocione en la soledad de mi salón cuando mañana eso ocurra. Como la mayor parte de personas he sido educado para ocultar mis emociones y de algún modo -lo reconozco- a pesar mi intenso trabajo de autoconocimiento, todavía necesito justificarlas incluso cuando no es necesario. Por ello, el lector o lectora, está ahora leyendo la justificación a la breve lágrima que saldrá de uno de los dos ojos de un romántico sensiblero con un buen corazón que ama a su especie.

 

LA HISTORIA

«La historia no es historia a menos que sea la verdad.»

Abraham Lincoln

 

historiaNo he podido seguir con detalle todos los acontecimientos e informaciones que han sucedido durante los días previos a la firma de la ley de abdicación. Estoy afanado en mantener la facturación de la iniciativa en estas semanas previas a ese infierno de negocio y ese cielo de merecido reposo que para todo emprendedor es el verano. No obstante he encendido la televisión a menudo y he notado cómo una gran cantidad de medios anunciaban los actos otorgando el papel de protagonista al nuevo rey. Intentaré explicar por qué creo que esto no es del todo justo. Seré breve, todo lo que me permita un repaso fugaz por nuestra historia en apenas cuatro párrafos

Miles de años de tribus. Hace 35.000 años los primeros humanos llegaron al territorio de la actual España. Durante milenios, y sin solución de descanso este territorio fue invadido por celtas, fenicios, cartagineses y griegos. En este periodo de nuestra historia ningún ser humano tenía garantizado el pleno derecho el empleo, el reconocimiento de ningún tipo de ciudadanía, la defensa sólida de su propia familia, el acceso garantizado a agua potable o alimentos como recompensa al trabajo, o el derecho a una vivienda digna. La mayoría de conflictos entre personas, grupos o comunidades se resolvían de acuerdo a derecho natural sin mediación de terceras partes o con arreglo al derecho de armas otorgado a través de la violencia. Los derechos lo eran solo de algunos y primaba la potestad del padre de familia sobre los suyos. La desigualdad entre personas ni siquiera estaba institucionalizada y el acceso a cualquier tipo de conocimiento era un mito.

700 años romanos. Hacia el 200 a.C la mayor parte del territorio pertenece ya al Imperio Romano que se encarga de institucionalizar la desigualdad de acuerdo a las primeras cartas de derechos que son precursoras de las actuales. Hispania es la región del sol para los romanos durante setecientos años

200 años visigodos. Tras la caída de Roma a finales del siglo V, comienza el reinado visigodo. Esta etapa corresponde al periodo feudal más extenso que vivió España y estuvo fraguado por luchas intestinas entre pseudo-dinastías visigodas sin apenas una convivencia reglada e institucionalizando progresivamente la falta de derechos y desigualdad social. Socialmente se comienzan a crear las grandes instituciones sociales de los siguientes siglos hasta hoy. Fue realmente breve en comparación al enorme periodo feudal europeo debido a que tan solo doscientos años más tarde ocurre un fenómeno que cambia por completo la cultura y el espíritu de nuestra historia.

700 años musulmanes, judíos y cristianos. En el año 711 comienza la invasión de la península por los musulmanes del norte de África. Ocupan la mayor parte del territorio durante setecientos cincuenta años en la que es comparativamente con el resto del mundo y en líneas generales, la época de mayor explendor cultural, progreso científico (antes incluso de la formulación de la ciencia como modelo) en la historia del país donde nací. Conocemos al área total de gobierno compartido por todos los reinos moros como Al-Andalus. Poco a poco los pocos reinos visigodos que mantuvieron su posición en el norte a finales del siglo VIII, reconquistan con sucesivas e innumerables guerras durante setecientos años la península.

500 años españoles. Pocos años antes de la conquista de Granada, que pone fin a setecientos años de convivencia y guerra continuos, nace oficialmente el reino de España a través de un matrimonio entre los reinos de Castilla y Aragón. Comienza así la historia de un nuevo gentilicio que sobrevive durante siglos entre continuas guerras y conflictos. Durante los siguientes doscientos años España se convierte en uno de los mayores imperios de la historia de la humanidad gracias a continuas batallas y gobiernos totalitarios y hegemónicos con un enorme poder de influencia y una riqueza económica, cultural y artística reconocida. En el año 1700 muere el último rey Habsburgo y comienza el reinado convulso de la dinastía borbónica de origen francés tras una nueva guerra de sucesión en todo el territorio que deja al territorio en la más absoluta ruina y que en las sucesivas décadas relega a España a una potencia de segundo nivel internacional a finales del siglo XVIII. Durante los cien años siguientes, cae poco el gran imperio de los cuatrocientos años anteriores en procesos de descolonización, una invasión extranjera (francesa) y un enorme periodo de ochenta años de inestabilidad con guerras civiles en todo el territorio. Los gobiernos no son estables ni siquiera con la tecnificación del movimiento industrial y el comienzo de la migración masiva de la población a las ciudades. Los niveles de pobreza y misera son muy elevados a comienzos del siglo XX  aunque comienzan a descender con la aparente integración en Europa. Apenas hay acceso a las grandes innovaciones de las fábricas y España es un país de dos velocidades.

Se producen cuatro cambios de regímenes políticos alternando república y monarquía en los primeros treinta años del siglo. España permanece al margen de la primera gran guerra mundial. Comienza con no pocos esfuerzos a escolarizarse a la población -analfabeta en un 80%- de forma generalizada en la década de los años 20. Hasta entonces la cultura y el derecho era solo de unos pocos afortunados en reductos de caciques y nobles. Sucesivos intentos de golpes de estado salpican esos años. En 1936 el general del ejército de la República Española Francisco Franco traiciona el poder que le ha otorgado el pueblo y comienza el conflicto armado más sangriento de la historia del país. Tras tres años de contienda, más de quinientas mil personas mueren a causa de la guerra, la malnutrición o las ejecuciones sumarias. Tras el conflicto, se proclama jefe de estado y establece el gobierno militar dictatorial S.E. el generalísimo Francisco Franco, quien dirige el país durante cuarenta años de represión plena logrando permanecer al margen del gran conflicto mundial y de la extensión progresiva de la democracia en Europa. Los últimos años del regimen dictatorial son años de parcial apertura al exterior en los que se establece con serias dificultades la sucesión en la jefatura del estado por parte del príncipe de Asturias Don Juan Carlos.

Baste este breve repaso por la historia del país que luego reinó este joven príncipe, para recordar que tenemos una larga tradición de conflictos y enfrentamientos, de largas y continuadas guerras internas con largos periodos históricos de sufrimiento, dolor, escasez y hambre. Somos un país viejo y con una tremenda mochila emocional. Sirva este repaso para concluir este gran aprendizaje.

 

LA PERSONA

«Nuestra adhesión a un jefe no es una pérdida de libertad, es el reconocimiento de que nuestras ideas tiene un intérprete»

Jorge Santayana

 

juancarlosEn 1975 se corona a S.M el rey de España Juan Carlos I. Es joven, siente miedo y es continuamente cuestionado. Ha sido formado durante años en escuelas militares, diplomacia y política bajo el amparo del anciano dictador. Su padre ha renunciado al trono por imposición.  Quinientos seis años de continua guerra y convulsión no auguran un futuro muy prometedor. En tres años, de la mano de S.E. el presidente del gobierno Adolfo Suárez, diseña con tremenda dificultad un nuevo marco de convivencia que se traduce en una carta totalmente imperfecta e insuficiente pero escrita entre todos los representantes elegidos previamente por el pueblo español. Llamamos a ese documento legítimo Constitución. No es sagrado, no es aceptado por muchos aún y requiere cierto rodaje. El hecho histórico es que a día de hoy es el acuerdo de todos -y no solo de unos pocos- que con mucha diferencia más ha durado en España.

Durante esos primeros años, el rey recorre el mundo intentando convencer a otros de que España es ya un país de plena democracia. Nadie le cree, ni en Europa. Durante un intento de golpe de estado, mantiene su compromiso con el pueblo. Este compromiso supone la limitación absoluta de su poder y la cesión completa del gobierno al pueblo español. Es monarca pero no gobierna. Durante treinta y nueve años ha sido símbolo de cercanía, respeto y confianza. Ha aportado tranquilidad a la historia de un territorio continuamente en llamas. La garantía de continuidad de seis gobiernos democráticos ha sido el pueblo soberano, pero permitidme decir -sin apartar mi vista de la historia- que sabríamos ser muy poco soberanos si el soberano no nos hubiera dejado serlo. Por eso creo que mañana S.M el rey Juan Carlos I, y no otro, será el gran protagonista. Ha liderado casi cuarenta años de paz y de conquista progresiva de derechos. No me gusta mucho la sociedad en la que ahora vivo pero me gusta mucho más que la sociedad que hace muy poco yo hubiera vivido.

Juan Carlos I ha sido mi rey desde el día en que nací hasta hoy. Lo ha sido después de dos mil cien años de historia que en su mayor parte lo ha sido de guerras cruentas y dolorosas, salvo periodos celebradamente breves de paz. Ha sido rey pero además – y aquí viene la innovación histórica- ha sido el rey de todos. Y esto es algo que muy MUY MUY pocas personas pueden decir en la historia del lugar donde nací. Desde que él es rey, este lugar ha cambiado mucho, pero él ha permanecido. Si hablamos de capacidad de resiliencia, de adaptación al cambio y de trabajo en equipo se me ocurren muy pocos ejemplos de personas tan inmediatos como mi rey. Me siento tremendamente afortunado por ello.

Y eso que yo nací cuando todo estaba hecho, cuando los militares empezaban a serlo del pueblo al que decían defender, cuando cualquier idea podía ser formulada y toda opinión emitida. Seria fácil que hoy yo olvidara todo lo anterior a mi nacimiento, que me convirtiera en un ser ideológico, que defendiera lo que creo que merezco y no lo que históricamente ahora toca y merecemos. Pero no voy a hacerlo. Porque merecemos paz y estabilidad, y estoy dispuesto a sacrificar cualquier ideología si ello nos permite crecer.

Por eso no forma parte de esta semblanza mi opinión acerca de la república o la monarquía, porque no tiene ningún valor para la convivencia de todos y porque la historia nos dice que en democracia (la representación legítima del pueblo) no existe el régimen adecuado sino los líderes adecuados. Pero sobre todo porque el debate no es entre república o monarquía, sino entre monarquía parlamentaria de soberanía nacional y república parlamentaria de soberanía nacional. Y para llegar aquí, para llegar a que alguien en su casa se plantee este debate, creo haber demostrado en este artículo que nos ha costado mucho durante muchos siglos. Y también que durante los últimos treinta y nueve años una persona ha aportado un poco a todo esto.

Por eso hoy nos enfrentamos a un dilema en un momento en que es complicado vivir, en el que muchos pasamos serias dificultades pero mucho menos serias que las que pasaban nuestros ascendientes hace muy poco en la historia. Si me preguntáis por qué seguramente mañana me emocione, creo que se debe a cierta sensibilidad histórica, a un sabor más de despedida a alguien fundamental en mi vida que de bienvenida a alguien que tal vez puede serlo.

De modo, amigo o amiga, que se nos plantea ahora este dilema:

Tenemos a un hombre anciano diciendo que ya no puede seguir hacia delante. Es un hombre, como todos, que ha cometido muchos errores y muchos aciertos. Pero también es un hombre, como muy pocos, que ha sabido centrar su vida en cumplir su reto (que lo convirtió en el de todos) y lo ha hecho pensando en otros antes que en sí mismo. Llegados a este punto, yo -como un joven ciudadano- puedo hacer dos cosas:

  • Puedo olvidar todo lo que ha hecho siendo con ello fiel a la historia del lugar donde nací;
  • O puedo ser muy innovador y agradecérselo.

Y como después de escribir esto, tengo cierta memoria y sensibilidad histórica…

Y como creo que es de justicia hacerlo con las grandes personas…

Yo elijo ser innovador y decir a mi rey, GRACIAS.

 

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