«Soy de la opinión de que si usted quiere gozar del arco iris, tendrá que soportar la lluvia«
Dolly Parton
En este artículo repaso los elementos de juicio fundamentales que me llevan a rechazar las tesis, actitudes y comportamientos de lo que he llamado limpiadores de conciencia. Son personas que dedican su vida a hacer que otras personas o empresas se sientan tremendamente bien con lo que son, hacen o venden sin necesidad de analizar la motivación o el impacto de sus decisiones. A mi modo de ver, este tipo de actores sociales, desatascadores de retretes personales o corporativos que limpian, fijan y dan esplendor a la filosofía mainstream, el desarrollo personal y el pensamiento empresarial inmovilista, representan la nueva encarnación de un fenómeno histórico y global que ha existido siempre entre nosotros: el populismo.
De alguna manera los actuales limpiadores de conciencia son los nuevos sofistas, verdaderos maestros de la persuasión que sustentan su vestida retórica sobre auténticas e incoherentes falacias, y son también la nueva resurrección del condenado que en mitad de la crucifixión canta Always Look On The Bright Side Of Life invitando a los crucificados a mirar el lado bueno de la vida en The life of Brian de los Monty Python (una película de lo más actual, por otra parte).
No se trata de que esté o no esté de acuerdo con aquellos a los que denomino limpiadores de conciencia. En realidad es algo que va más allá de todo eso. Se trata de que considero su trabajo y esfuerzo diarios una distorsión enfermiza de la realidad que contribuye a la inercia autodestructiva y tóxica de nuestras sociedades, mercados y vidas.
Espero que este artículo te ayude, lector o lectora, a explorar esta frecuente tendencia a redundar en nuestra irresponsable forma de vida desde una perspectiva informada y crítica. Lo espero, sobre todo, por el bien y el futuro de nosotros, los humanos, pero también por la necesidad urgente de cambio significativo en las empresas para evitar la acelerada destrucción de nuestras relaciones y el planeta.
He dividido el artículo en 4 apartados:
- Por qué triunfa el discurso de los limpiadores de conciencia
- Cómo actúa un limpiador de conciencia
- El mercado de la limpieza de conciencia
- La alternativa al autoengaño y la autocomplacencia
Comenzamos.
POR QUÉ TRIUNFA EL DISCURSO DE LOS LIMPIADORES DE CONCIENCIA
Sus libros se venden más que otros, sus conferencias en youtube son más visitadas y la gente les sigue y está deseosa de saber lo nuevo que tienen que ofrecerles. Tienen más likes y son frecuentemente contratados por empresas para dictar cursos o ponencias. ¿A qué se debe todo esto?. Trataré de explicarlo.
¿Por dónde empezar? Quizás por la historia. Aunque todo el mundo en la actualidad defiende que vivimos en sociedades liberales y capitalistas, personalmente no lo creo. De hecho todavía no he encontrado a nadie que sepa argumentar y defender la supuesta relación entre lo que hoy estamos viviendo y las teorías políticas liberales de Locke o las teorías económicas capitalistas de Smith. Pero no perdamos el hilo y continuemos con la historia…
Hubo una escisión previa a la llegada del sistema socioeconómico global actual (al que seguimos llamando capitalismo) que a menudo se pasa por alto. A principios del siglo XIX en la senda capitalista del denominado Progreso surgió una divergencia económica: el librecambismo. Esta comprensión de la economía y la empresa resulta relevante por 4 motivos: sentó las bases de los posteriores desarrollos en el siglo XX de la escuelas económicas de Viena y de Chicago (hoy normativas), fue también la gran precursora del actual neoliberalismo (esa suerte de doctrina que en nada salvo en el nombre es liberal), fue también el germen del libertarismo económico (el minarquismo y anarcocapitalismo que hoy algunos reivindican), y por último supuso la emergencia de la lucha continúa entre sociedades políticas nacionales y mercado económico global. En esta última tensión continua que menciono espero que todos hayamos aceptado a estas alturas quién va ganando. Por si acaso lo resumo: no son ni mucho menos la enorme y eterna mayoría de personas, sino tan solo unos pocos. Prosigamos nuestro repaso histórico…
El librecambismo trajo una creencia que hoy renace con fuerza: Según el librecambismo el único sujeto operativo real es el individuo y su único marco de desarrollo es el económico, por lo que tan solo existe una sola dimensión humana digna de atención: el mercado. De acuerdo al librecambismo la ley de la oferta y la demanda es sagrada y nada debe interferir en ella. El progreso de las sociedades llega entonces cuando la libre interacción entre actores económicos se regula por si misma y la relación entre la oferta y la demanda fomenta una competitividad virtuosa que favorece el desarrollo social. Esta es la teoría. Lo que viven hoy un pequeño empresario que trata de competir contra un mercado multinacional, un joven español recién salido de la universidad, cualquier mujer que trate de ocupar un puesto directivo, o la enorme mayoría de personas que nacen en otro lugar que no sea Europa, Australia, Canadá o Estados Unidos… todo ello es la realidad. Según la teoría librecambista (y hoy creo sin duda que somos más librecambistas que capitalistas) la libre interacción económica es virtuosa. Según la práctica que vivimos a diario, nuestro planeta entero agoniza.
El librecambismo está íntimamente ligado a la errónea y suicida comprensión de la vida que hoy mayoritariamente aceptamos como unica y cierta. Es una comprensión de la vida en la que las personas se miden por su utilidad como actores económicos. Su valor humano se cifra en la medida en la que sean productores o consumidores de cosas (ideas, objetos o experiencias). En este contexto actual los movimientos sociales permanecen ocupados en incoherencias o disgregados sin capacidad de movilización real ni fuerza. El mercado global, aunque todavía tiene que rendir cuentas a los que denomina «proteccionistas trasnochados que limitan libertades económicas», ha superado hace tiempo la incomodidad que suponía la existencia de sociedades del bienestar. Lo ha hecho mediante la transformación sistemática de las inclusivas sociedades de bienestar en excluyentes sociedades de consumo.
Por descontado en este último tipo de sociedades las personas viven continuamente distraídas u ocupadas en entretenerse. Quieren y exigen como tiranos disfrutar a inmediato plazo, leer tan solo artículos cortos, acumular frases motivadoras, o que les den las cosas hechas. Y aquí es donde aparecen como salvadores y verdaderos héroes los limpiadores de conciencia. Personas capaces de repetir continuamente que este es el mejor de los mundos conocidos y el camino que estamos siguiendo es el mejor camino posible. Lo importante para estas personas es convencernos de que nuestra sensación de malestar continuo y el empeoramiento constante de las condiciones de vida de la mayoría de personas se deben a 3 factores: falta de esfuerzo o perseverancia propios, pesimismo crónico o malas decisiones.
No digo que a menudo alguno de estos factores influya a muchas personas, tan solo digo que este discurso simplista olvida factores socioeconómicos o ambientales ajenos a la persona y la sitúa en una situación de desprotección social continua al responsabilizarla por completo y de manera individualista de su realidad y su contexto. Lo que ocurre en realidad -nos dicen- es que todo el rato nos empeñamos en ver el lado malo de las cosas.
Demasiada autoindulgencia y mucha critica al otro. No necesitamos sentirnos mejores o bien sino que la mala conciencia de nuestra irreverente y perversa forma de vivir se corrija. No es cuestion de sentirnos bien con lo que hacemos o de autoconvencernos de que tenemos un proposito cuando seguimos haciendo la misma mierda una y otra vez. Es cuestion de sentirnos mal aunque solo sea un puñetero momento y asumir que no vamos como sociedad, como empresa o como individuos en la dirección correcta.
Frenazo histórico del crecimiento chino, aumento de la deuda interna en Estados Unidos, crisis en la cadena de suministros global, pandemias globales, desastres climáticos, superación del pico de la extracción de petroleo hace años, debilitamiento de las instituciones políticas y representativas, concentración empresarial,… ¿De verdad necesitamos más pruebas de nuestro delito?
CÓMO ACTÚA UN LIMPIADOR DE CONCIENCIA
Si algo nos hizo progresar como especie es la duda razonable, el continuo combate de las certezas, el ejercicio de cuestionarnos y no el de autoafirmarnos o motivarnos para seguir haciendo exactamente la misma mierda. Debido a que cultivo amistades en las partes del planeta que no salen en los telediarios, considero bastante irresponsable que las personas que han crecido en entornos sociales protegidos o seguros, sin grandes carestías ni dificutades sistémicas, presuman de que su realidad es la realidad mayoritaria del mundo. Tras más de 10 años acompañando el cambio y la mejora significativa en las empresas españolas, tras más de 10 años bregando con vidas de personas completamente fundidas como bombillas sin apenas filamento, viendo a diario lo desgastado y precario del panorama empresarial, se me presenta increíble que haya personas que sigan dedicando su vida a defender utopías o pajas mentales mientras la realidad de la gente requiere pragmatismo y aterrizaje.
Creo conocer muy bien el modus operandi de los limpiadores de conciencia porque me ha tocado convivir con ellos por la vocación que elegí. Por eso creo que los tranquilizadores del mundo, los apaciguadores de dudas y los calmantes de remordimientos, seguirán existiendo -tal y como siempre han existido- mientras existan incautos que los necesiten. Esto va a ocurrir siempre porque siempre será más fácil autoengañarse y vivir de espaldas a la cruda realidad del mundo que remangarse y contribuir activamente a mejorarlo. Espero que el adverbio siempre haya quedado claro en la anterior oración 🙂 No se trata por tanto de atacarles, sino de aprender a coger con pinzas lo que defienden o dicen.
Los limpiadores de conciencia son personas que dedican su vida entera de forma exitosa a mantener una apariencia de felicidad continua basada en un optimismo hilarante, mientras ocurren alguna o todas estas cosas: o bien sus argumentos no demuestran que vayamos a mejor como especie aunque mejoremos en aspectos concretos y relativos (los árboles les impiden ver el bosque); o bien sus vidas están completamente vacías o destruidas (y emplean ese discurso para resarcirse); o bien sus discursos simplistas ofrecen deducciones tramposas.
Durante estos años y debido a mi vocación he podido viajar mucho y conocer a muchos de ellos en congresos, empresas y cafeterías. Delante de mí, cuando sentían confianza, aparcaban sus entusiastas discursos y me compartían su lado más oscuro, ese en el que volvían a las habitaciones de hotel y se sentían completamente vacíos, vendiendo algo en lo que no creían. Aunque muchos limpiadores de conciencia ganan mucho dinero con lo que hacen de una forma que considero deshonesta, he comprendido que la práctica totalidad de ellos son tan solo buenas personas que tratan de superar u ocultar su desesperanza fabricando y tratando de vivir en realidades idílicas paralelas. Es un mecanismo de supervivencia como cualquier otro, uno más entre la larga colección de ellos que se acumulan en el catálogo humano de defensas.
El verdadero problema de estas personas es que no son conscientes de su enorme capacidad de impacto e influencia a la hora de suspender el pensamiento crítico de la gente. No calibran -lo se porque hablo con ellos- la gran distorsión social que inconscientemente generan, ignoran o soslayan su proactiva contribución a la inercia global de un sistema y un modelo de vida exagerado, por momentos distópico, insostenible ya a nivel social y ambiental, y claramente decadente.
La verdadera grieta de este discurso reside en necesitar abolir el pensamiento crítico y analítico para apreciar la belleza de la vida. Su gran fallo endémico consiste en necesitar negar el contexto aceleradamente malvado, perverso y negativo de nuestras sociedades para enseñarnos a apreciar la inmensa cantidad de realidades positivas que generamos como seres humanos a diario. En esta infantilización de la vida en la que todo se divide en cosas que suman (positivas) y cosas que restan (negativas) también hay un ejercicido de evasión continua del dolor consustancial a la naturaleza y a la vida. Al educar a alérgicos al sufrimiento y multiplicar negacionista de la adversidad, promueven una visión de la existencia azucarada movida por el instinto del autoengaño continuo.
Así, los limpiadores de conciencia acentúan un único lado de la vida con sus razonamientos (a menudo muy fundados) generando una distorsión de la realidad que empobrece el mundo y nos envilece hasta convertirnos en personas que en lugar de realizar autocrítica, se autojustifican. Muchos de ellos emplean -al igual que hacían los sofistas- razonamientos o reflexiones que siendo aparentemente lógicas adolecen de una enorme cantidad de sesgos cognitivos y atajos mentales.
EL MERCADO DE LA CONCIENCIA TRANQUILA
En un mundo en el que todos somos responsables -en diferente proporción- de lo que nos está ocurriendo como especie, como sociedades, como empresas y como individuos, es fácil entender que el mercado de la conciencia tranquila tenga una enorme cantidad de potenciales clientes que deseen dar la espalda a la oscuridad y convencerse de que ellos hacen lo correcto.
Si bien para poder comer todos en algún momento participamos de algún sistema o empresa o iniciativa con la que no estamos alineados alimentando la inercia global que caracteriza a nuestra época, la gran diferencia de la mayoría de personas respecto a los limpiadores de conciencia es que éstos dedican la práctica totalidad de su tiempo a hacer que todo el mundo se sienta bien. Olvidan que sentirnos mal por hacer algo es necesario para saber que debemos modificar nuestro comportamiento. Y en esta huida de la asunción de responsabilidad, ubican a las personas ante un eterno precipicio: la capacidad de sacar a todo el lado positivo, cuando hay cosas que sencillamente no lo tienen. Si fomentar la alegría y el optimismo inteligente es algo saludable, aparentar continuamente alegría y divulgar un optimismo infantil y ñoño nos devuelve a las cavernas.
Hay limpiadores de conciencia en todos los estratos y esferas de nuestras sociedades. Considero limpiadores de conciencia -solo por poner algunos ejemplos- al gurú aspiracional Tony Robbins cuyo despropósito moral y abuso manipulatorio queda bien retratado en el documental I am not you guru; al psicólogo positivo y antiguo presidente de la Asociación Americana de Psicología Martin Seligman que ha favorecido una fiebre de optimismo incoherente en las empresas; a los nefastos terapeutas y psicólogos del autoengaño con el inclasificable Rafael Santandreu a la cabeza, al que el bueno de Buenafuente puso en su sitio; pero también a intelectuales muy sesudos como Steven Pinker -sus libros The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined (2011) y Enlightenment Now. The Case for Reason, Science, Humanism and Progress (2018) son de obligada lectura aunque discutibles pero le han llevado a olvidar los grandes males endémicos de nuestro tiempo- o Jordan Peterson -su continua cruzada contra la corrección política es admirable pero le ha llevado a defender tesis radicales y a ser el abanderado de referencia del más reaccionario y manipulador populismo-.
Son limpiadores de conciencia por lo general la práctica totalidad de coaches motivacionales, life coaches y escritores de autoayuda que empaquetan, venden y comercializan mensajes y narrativas que en lugar de fomentar la asunción de responsabilidades sociales se centran en la conformación de una autoestima individual hipervitaminada a prueba de bombas o cuestionamientos. Pertenecen al mercado de la limpieza de conciencia iniciativas como Mister Wonderful, literalmente «tienda online de recursos felices para alegrar al personal» o la actual fiebre de la búsqueda de la felicidad en las empresas, con el World Happiness Index, el zumbado de Tony Hsieh y toda la ralea de seguidores e influencers del marketing experiencial, también los conferenciantes que gritan medio drogados para agitar a la gente (para la posteridad queda el paradigmático acto de Microsoft en el que su antiguo Presidente Steve Ballmer chillando -y sospecho que drogado- se erige en apostol máximo de los limpiadores de conciencia que practican la exhaltación identitaria), los videos con reflexiones obvias en el coche que se multiplican como esporas en linkedin (si vas a buscar a tus hijos al cole no hace falta que me lo cuentes, descuida), y la apariencia y la comunicación corporativa engañosa.
El mercado de la conciencia tranquila ha generado una industria de la certificación que sirve a estos intereses. Así, son limpiadores de conciencia los sellos Best Place to Work y similares en los que empresas con prácticas de contratación aberrantes adquieren relevancia mediática; al igual que los consultores o auditores que dedican su esfuerzo diario a limpiar la conciencia de empresas que intencionadamente atentan contra el interés general de todos en su persecución de su legítimo interés propio. Son limpiadores de conciencia igualmente los fondos de inversión que especulan con la economía verde para inflarla y destruirla o las marcas alimenticias que incluyen la palabra BIO, ECO o EKO, sin responder a criterios ecológicos en su cadena de producción. Como ves, lector o lectora, el espectro de limpiadores de conciencia es amplio y va desde lo más académico a lo más vulgar.
Todos ellos nos invitan y nos lo ponen fácil para sentirnos bien, cuando en realidad el progreso y el desarrollo de la humanidad se ha basado precisamente en las personas que se han sentido mal con las injusticias que veían y han tratado de superarlas. Señalar lo malo mejorable es el paso previo para mejorarlo.
No soy un iluso, se que vivimos una guerra de relatos y narrativas, se que la inmensa cantidad de información existente nos obliga a escoger nuestra propia racionalidad simplificando la lectura del mundo. También se que esto nos lleva a vivir continuamente en un universo de buenos y malos, una realidad en la que prima una sociedad militarizada a nivel dialógico (basada en el ataque o la defensa) con el ánimo de que cada cual defienda su razón (lo que considera correcto o incorrecto) y no haga el esfuerzo por construir de forma colectiva y mediante el encuentro la Razón común. Se que todo esto existe, lo vivo a diario en mis intervenciones y sesiones. La diferencia es que sabiendo que esta es la realidad, dedico mi vida diaria a combatirla.
Soy consciente de que emergen foros, círculos, movimientos y fábricas de pensamiento que desvisten la vida y la interacción humana de su complejidad inherente, que tratan de dictarnos razones atentando contra esa Razón colectiva. Veo cómo las personas consumimos o hacemos uso de comprensiones del mundo a menudo distorsionadas, irracionales y polarizantes en una sucesión de cajas de resonancia autocomplacientes. Estas cajas de resonancia, a su vez, están aumentadas o multiplicadas por la tecnología y el algoritmo impenitente.
Los adalides del optimismo informado como Jordan Peterson, Steven Pinker o Bill Gates son paradójicamente los mismos que están en boca de los más reaccionarios e inmovilistas. Curiosamente ningún activista que promueve cambios los nombra. Hace ahora unos años estos dos últimos, Pinker y Gates (al que se le ha despertado una vocación de ayudar al mundo que era invisible en él antes de jubilarse) incluso nos regalaron una conversación sobre las enormes mejoras de la humanidad y la «sorprendente distancia entre la sensación de pesimismo diario de la gente y el progreso real de nuestras sociedades» que les «hace creer en esa antigua moda que solía llamarse progreso«. En la conversación les faltó felicitarse por el maravilloso mundo que tenemos. En este doble juego moral en el que uno se permite haber sido el presidente de una de las grandes multinacionales del mundo favorecedora de políticas destructivas de nuestro tejido social, empresarial y ambiental, y a la vez ser un nuevo adalid de la lucha contra el desastre que ha generado, el propio Bill Gates, gurú de la innovación, incluso tontea desde hace años con propuestas y consejos contra el cambio climático.
Lo realmente sorprendente es que estos influyentes individuos no vean o nieguen la progresiva neofeudalización del mundo gracias al franco retroceso que se ha producido en aspectos como el poder adquisitivo, la redistribución de la riqueza o la ampliación de la miseria, centrados siempre en atender o subrayar los aspectos cotidianos en los que es innegable que hemos mejorado enormemente (descenso de la violencia sistémica, muertes por accidentes en tránsito, mortalidad infantil, mortalidad maternal, mortalidad por accidentes aéreos, descenso del hambre severa). A veces pienso que no es incapacidad o descuido, sino verdadero propósito de subvertir la realidad.
En realidad el trabajo de todas estas personas consiste a menudo en defender que la influencia de la civilización humana occidental moderna (ética judeocristiana, capitalismo y democracia) y el trabajo de toda la humanidad en los últimos 350 años lo ha mejorado todo enormemente, por lo que lo justo ahora es celebrar nuestro progreso. Nos dicen que las noticias solo habla de aspectos negativos que nos mantienen en un pesimismo constante (y estoy de acuerdo), pero olvidan que su defensa del lado positivo de la vida no anula ni nos hace revertir el equivocado camino que estamos siguiendo (las evidencias científicas son ya un estruendo).
Es fácil caer en este tipo de discursos autocomplacientes porque nos insuflan de una ilusa aunque refrescante esperanza en una época humana caracterizada por la perversión continua de las relaciones y la demolición planificada del Estado social y democrático de derecho, la salud mental y las clases medias. La obra de Pinker es una recopilación admirable de datos puesta al servicio del entusiasmo y el optimismo de quienes gobiernan y dirigen el mundo. Son precisamente ellos los que frecuentemente les citan, les llaman para pedirles opinión y les encumbran. Y no lo hacen para cuestionar sus decisiones ejecutivas (las que nos están llevando a un callejón sin salida) sino para justificarlas con una buena selección de datos y argumentos.
LA ALTERNATIVA AL AUTOENGAÑO Y LA AUTOCOMPLACENCIA
La alternativa a estos discursos sencillamente es una suma de esfuerzo indagativo, dedicación de tiempo, visión integral y compromiso sostenido a largo plazo. A menudo escucho a empleados que tratan de cambiar las cosas en sus empresas repitiendo una y otra vez: «No es esto lo que deberíamos hacer pero algo es algo». Al entender que cualquier acto de impacto directo positivo en alguien a inmediato plazo puede entenderse como una transformación de la sociedad, olvidamos que nuestras sociedades y nuestro modelo de relaciones necesita ser repensado y replanteado desde la raíz. Al fomentar que los directivos de las empresas y los propios trabajadores se conformen con eventos de donaciones, gestos solidarios puntuales, medidas de beneficio al empleado coyunturales o actos de postureo corporativo, trasladamos el mensaje de que todo vale como cambio significativo.
En realidad aprecio y valoro mucho los gestos de las compañías y empresas en las últimas décadas; solo añado que estos gestos son completamente insuficientes si detrás de ellos subyace un comportamiento social meramente extractivo y egoísta. La alternativa al autoengaño continuo de fijar un presupuesto social y otro presupuesto económico es comprender las organizaciones como entidades capaces de manejar indicadores de beneficio no solo económico sino también contextual. La alternativa al librecambismo radical que defiende que el ser humano solo se relaciona en una sola dimensión (la económica) es incorporar otras dimensiones a la cartografía humana de las empresas.
En este sentido iniciativas de comercio justo, producción ecológica o empresa social se abren paso en nuestros días de forma minoritaria y con dificultad. Alternativas como los sellos de agricultura ecológica con base normativa en el Reglamento 834/07 de la Unión Europea, o los sellos de empresa social como B Corp (esperemos que el sello conserve su actual rigurosidad y coherencia) son sobradamente bienvenidas. La alternativa a la autocomplacencia y la caridad empresarial a la que nos tenía acostumbrados la moda de la Responsabilidad Social Corporativa consiste en pensar las empresas y organizaciones de una manera integral, y no solamente económica.
Hay ejemplos, se puede hacer, y estamos en el buen camino. Solo hay que remar y dejar de celebrar el barco o bendecir el viento, queridos limpiadores de conciencia.
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Buenas David! Aquí Jaír, de EfectiVida.
Tu artículo me ha hecho recordar a una ilustración que he usado alguna vez.
Es como una casa con 3 habitantes. La casa está en ruinas. Es un auténtico desastre. Vivir allí es complicado. Los vecinos son gente peligrosa y cada vez que sales a la calle te expones a que te pase algo malo.
– El primer habitante vive amargado. No sabe qué hacer. Siempre anda quejándose de todo. Al final, acaba mal de la cabeza.
– El segundo habitante vive en una utopía inventada por él. Como un mundo paralelo. Se piensa que todo está bien. Que es feliz y que todo a su alrededor es perfecto. Al final, también acaba mal de la cabeza.
– El tercer habitante es realista. Sabe que la casa tiene sus problemas. Pero también sabe que hay algunas cosas que puede mejorar. Además, tiene la esperanza de recibir una casa nueva, en un entorno mucho mejor. Lleva años trabajando por ello. No es del todo feliz, y a veces lo pasa mal. Pero al menos, su mente no termina estropeada.
Yo prefiero ser como el tercer habitante, por más que abunden los otros.
Gracias por tus artículos. Son densos, pero inspiradores.
Genial relato corto y moraleja, Jaír. Gracias por compartirlo. Un placer verte siempre por aquí.
Hola David muchas gracias por tu artículo pero me gustaría hacer dos apuntes a tus reflexiones.
En primer lugar, ya tuvimos ocasión de comentar el libro de Pinker “En defensa de la Ilustración” que es el único de los libros que he leído y del que puedo hablar. No concluí de su lectura que estuviéramos en un mundo en el que no hubiera cosas que mejorar ni que hubiera elementos que estuvieran produciendo distorsiones. Es cierto que plantean soluciones más reformistas basadas en su confianza en el progreso de la humanidad y no aprecian el colapso que tú consideras incuestionable debido a “nuestro delito”. Dices que hacen una recopilación de datos al servicio de quienes gobiernan y dirigen el mundo pero por ejemplo desde mi visión actual la transición energética se está realizando bajo las premisas que tú indicas y no sobre la de las de estos autores qué fían todo al progreso. Políticamente se ha decidido abandonar un modelo energético y transitar a otro basado en el cambio climático, el «peak oil» y otras cuestiones que asumen el colapso del sistema del que no tengo datos para discutir y comparto contigo en parte.
En el caso de Peterson me interesa mucho la reflexión que realizas sobre su abanderamiento por movimientos reaccionarios y populistas. Estando de acuerdo contigo en esta apreciación ¿qué puede hacer una persona que ve utilizados sus argumentos para defender determinadas posturas por otras personas? Es decir, si yo mantengo una posición en contra de la legislación de género ¿eso me identifica de forma automática con determinados partidos que ni siquiera existían cuando yo ya mantenía esa posición? ¿Hay temas de los que no se puede debatir?
Muchas gracias por tus reflexiones y espero poderlas compartir para seguir aprendiendo.
Alberto me parece muy necesario tu comentario para abrir diálogo. Permíteme responder a lo que comentas con generosidad y agradecerte de antemano tus poderosas reflexiones dedicando el tiempo que mereces a responderte:
Comentas que al leer «En defensa de la Ilustración» no veías que Pinker obviara las cosas a mejorar en nuestro presente pero sí que realizaba un acento importante en su confianza en el progreso de la humanidad. Esto es, aunque probablemente de forma muy desacertada o menos clara, a lo que quería referirme en el artículo. Hablo de esa continua necesidad de celebrar lo que somos como paso previo para continuar ese supuesta mejora del ser humano hasta incluso negar la extraordinaria situación de peligro o colapso en la que llevamos poniendo décadas a la vida en el planeta. No comparto esta visión determinista de fe en el Progreso que este tipo de intelectuales promueve con su recopilación y presentación de datos. Por supuesto es legítimo y defenderé que escriban y digan lo que quieran, pero creo que todo esto es gasolina para lo que ya venimos siendo, y no inspiración para la autocrítica o el cuestionamiento. Celebrar es bueno pero no lo es una vida en la que solo celebremos, o en la que incluso celebremos que nos estamos yendo a la mierda. El recorrido de la evolución humana lleno de claroscuros no me muestra a una especie orientada conscientemente al equilibrio sino a un ser vivo que repite, multiplica y trata de sobrevivir a sus neurosis. En la investigación que realizo se me presenta evidente la manera en la que la inteligencia humana se ha puesto al servicio de la destrucción y cómo solo mediante excepciones poderosas y puntuales (genialidades individuales) o periodos cortos de lucidez (trabajo colectivo) hemos logrado magníficos progresos.
Comentas que Steven Pinker y otros autores no son los autores en los que se ha basado la ONU para fijar los ODS, y así es. Mal que me pese, la ONU no es una institución relevante en la geoestrategia global y tan solo hemos logrado que sobreviva como dique de contención humanitario al que recurrir en último término. Sin embargo estos autores sí son aquellos en los que se fijan las personas que realmente toman decisiones que transforman el mundo, y este tipo de personas en los puestos de mando no son los agentes políticos sino los agentes económicos. Esto ocurre también para nuestra desgracia, dado que hace tiempo que el economista sensato es una subespecie en riesgo de exclusión social. La economía, hasta una inspiradora y útil disciplina que era hija de la filosofía política, hace tiempo que superó a su madre y se la está comiendo a dentelladas a la manera contraria en la que podemos ver a Saturno en el cuadro de Goya. Y ese es precisamente el peligro de estos discursos. Por supuesto que se puede hablar de todo y cuestionarlo, pero es muy útil reflexionar sobre las consecuencias reales y prácticas de lo que uno dice y promueve. Y si algo promueven este tipo de visiones, es una absoluta condescendencia hacia los que tratamos de remar contra la inercia economicista y a favor del cambio real en nuestras sociedades.
En esta misma línea afirmas que estás de acuerdo conmigo en que Peterson está en boca continuamente de los reaccionarios y populistas y planteas un dilema: «¿qué puede hacer una persona que ve utilizados sus argumentos para defender determinadas posturas por otras personas?» Bien, en mi opinión, precisamente lo que puede hacer esa persona en vida es plantearse quién le lee y en qué personas sus ideas tienen eco. Lo he dicho siempre: somos las personas que se paran a escucharnos. Y cuando solo tienes eco en un segmento de la población, piensa a qué se debe. Los grandes intelectuales son citados y referidos por todo tipo de personas, esa es su riqueza. Peterson tiene buenas y dignas intenciones, es un pensador al que recomiendo seguir, pero es además el paradigma del pensador publicista.
Planteas unas últimas preguntas que quiero responder con claridad: A la pregunta de si mi posición sobre algo me identifica con personas que llegaron al escenario social después de mí, MI RESPUESTA ES NO, EN ABSOLUTO. A lo largo de la historia esta es la gran tragedia de todos los maestros: ser siempre malinterpretados, manipulados o entendidos según una pasajera conveniencia. Si Peterson y un grupo reaccionario comparten opiniones sobre la política de género, no quiere decir que Peterson comulgue con todos los postulados de ese grupo reaccionario. Esto es evidente, al menos tanto como el hecho de que yo mismo no comulgo con muchos postulados de Peterson pero algunas de sus reflexiones políticas o sociales me parecen interesantes. No identifico a los creadores de opinión con los que se hacen eco de sus opiniones, lo que cuestiono es que tal vez sea útil pensar por qué determinadas opiniones y argumentos solo adquieren relevancia y eco en segmentos concretos de la sociedad.