Sobre estos tres principios se artícula el valor de una persona. No entendáis “tener” desde el punto de vista material, si leeis El arte del buen vivir. Biblioteca Edaf, 1993 veréis que hablaba de otra cosa…
La cita es de Arthur Schopenhauer a quién debo desde hace años mi convicción de pensar hasta el final. Y hoy es el final, al menos de este año. Hoy es el último día del año y lo voy a acabar tal y como lo empecé, con un grito a favor de la innovación proclamando el cadáver del modelo industrial de creación. Podemos trazar etapas de transición más o menos largas pero siempre con la convicción de que las organizaciones de conocimiento deben reinventarse. Y deben hacerlo cuanto antes. El conocimiento no es un producto, es un proceso; podemos hacer que ese proceso tenga forma y sea vendible pero eso se aleja por completo de la razón de ser del conocimiento en sí mismo. Intercambiar ideas -como bien se dice en la red- no equivale a intercambiar manzanas. Hay algo más a lo que debemos atender. El goteo de valor es continuo y ese tejido corporativo impermeable cada vez tiene menos sentido y consistencia. La convivencia de modelos a corto plazo es fundamental como lo es una acción revolucionaria de bajo nivel con una solidez sin precedentes en cada una de las pirámides del imperio industrial. Yo no tengo la capacidad de cambiar a una sociedad aunque lo intento, tampoco tengo la capacidad de convencer a una organización entera de que existen alternativas sostenibles al derroche continuo de recursos y talento aunque lo evito, tal vez ni siquiera pueda modificar la conducta de una persona ni influir ni convencer a cada una de ellas aunque todos sabéis que también lo intento. Pero estoy totalmente convencido de algo: el mundo y la manera en la que las personas se relacionan están cambiando, llevan años cambiando mientras nuestros modelos de gobierno público y privado no se reinventan ni actualizan y se agarran con fuerza a las bases de un dinosaurio en llamas.
He estudiado, trabajado y luchado por explicar este cambio y lo seguiré haciendo a pesar de los continuos batacazos y de actitudes poco o nada constructivas que abusan del continuismo. Acabo de colgar a un amigo que me ha llamado desde la Patagonia de forma totalmente gratuita desde su ordenador al mío mientras comenzaba a escribir este artículo. Mientras tanto, entre una frase y otra, felicito por mensajería instantánea a otro amigo que está en Tenerife. Hoy más que nunca -y que no nos ciegue esta realidad- tenemos una gran cantidad de herramientas de comunicación que nos permiten estar conectados. A pesar de ello el entorno laboral en el que trabajamos a diario está repleto de anacronismos que impiden avanzar. Las organizaciones actuales no nos dejan desarrollar nuestras habilidades y adoptan decisiones que afectan a una gran cantidad de personas a menudo sin hacer que estas personas se sientan partícipes de ellas. Una nómina a final de mes y un puesto de trabajo con recursos extremadamente limitados no es suficiente sueldo para un trabajador del siglo XXI. Ya no. He renunciado a mi lucrativo empleo para demostrar que tengo valor más allá de lo que pagan. Tengo valor por lo que soy. Las relaciones simbióticas y las sinapsis de confianza entre valor solventarán el roto pero necesitamos un esfuerzo individual multiplicado por muchos. Entretanto seguiremos haciendo gala de una inseguridad constante y dilatada, deambularemos como tal y como dice la canción, yendo “de puerta en puerta a buscar baldosas amarillas para un funambulista imposible leyendo en braille los pasos del siguiente mortal“.
Disculpad, me está llamando desde Zaragoza un amigo con su hija a través de otra tecnología de videoconferencia, respondo por el móvil y ahora sigo…
Ya estoy, perdonad. Está siendo un post muy accidentado 😉 Un segundo, veo que me ha escrito un amigo loco kirguijistano, voy a llamarla, ahora vuelvo.
Ahora sí, disculpad de nuevo. Creo que hemos trascendido ciertas barreras de comunicación pero tenemos una cuenta pendiente: esa cultura que está calando hondo en las masas críticas de la sociedad (los trabajadores productivos) necesita cuajar en los despachos (las cabezas totalizantes). He presentado una propuesta disruptiva a la sociedad que concreto ahora en un discurso ordenado en formato monográfico. Mi idea es trascender también este tipo de formatos. No poner puertas al campo sino liberar el mensaje. Pretendo unificar diferentes valores que considero motrices para el cambio. Nuestra mentalidad sigue siendo predictiva en un mercado en el que la predicción falla constantemente de manera flagrante y altamente nociva para cada uno de nosotros. Un mundo malla amortiguaría el golpe, arroparía a todos aquellos que se sienten social y laboralmente maltratados y convencería a los cortoplacistas del olor insano del cadáver. Por el momento yo he renegado de una cultura de trabajo cuyo combustible fósil son las personas para explorar nuevos modelos de relaciones laborales que pivotan sobre los conceptos de comunidad y colaboración. Os iré avanzando los siguientes pasos. No es importante lo que hago, es importante lo que soy. Os deseo un feliz año lleno de talento y red. La adecuada comprensión y conducción de estos ejes -y no de otros que hemos inventado- será la clave de futuro y una llave hacia una sociedad sostenible y digna. Entre tanto, soñad. No es gratis, de hecho es altamente costoso (creedme) pero los resultados son exponencialmente mejores que lo hasta ahora hemos conocido 😉