Acudimos a grandes coloquios y encuentros profesionales, lugares de esparcimiento para mentes inquietas e insultantemente creativas. Revolucionamos los entornos conocidos y predicamos la gestión eficiente alejada de los modelos impositivos tradicionales. Intentamos aprender unos de otros y cada vez con más medios a nuestro alcance. En un futuro -¿quién lo sabe?- tal vez solo queden medios. Hablamos de adaptación, de estándares abiertos y de depurar nuestro sistema de trabajo. Estudio comunidades y organismos inteligentes que se nutren de individuos completamente idiotas para alcanzar un alto grado de competitividad y viceversa. Hablo de optimización social, de fomento de prácticas sostenibles, del futuro del trabajo de Thomas W. Malone. Somos y soy todo lo anterior pero no debemos perder la perspectiva de nuestro foco de acción:
1) Descentralizar: Disminuir intermediarios y burócratas; distribuir información; colaborar con otras estructuras y cuidar las relaciones personales; no caer en la moda del dinero rápido para aprovechar la cultura del conocimiento; delegar con eficacia y no por ignorancia; confiar en las personas; definir y dialogar; captar ideas.
2) Coordinar: No liderar sino coordinar. Colaborar para que otros se lideren; mostrar cercanía y conocer a las personas; identificarse y aprender con los demás; orientarse a resultados siempre que los resultados beneficien el entorno. Continuamente.
3) Cultivar: Demostrar méritos a pesar de la categoría pero no a pesar de las personas; trabajar de forma interesada para que nuestro trabajo sea interesante; madurar nuestra oxitocina laboral u hormona del abrazo en el trabajo con ideas y opiniones ajenas.
Hablo de todo ello pero hoy también iba en el tren. En la primera de mis paradas se ha subido llorando una profesora de primaria que estaba en paro y vivía en una habitación junto a su hija. Una estampa desoladora pero completamente humana de no ser por el hecho de que subió a pedir dinero y la contracción blindada de nuestra oxitocina ni siquiera prestó atención a su discurso. Me ha hecho pensar sobre si realmente alguien que no se perturbe ante estas situaciones e imágenes puede innovar y cambiar nuestras estructuras de trabajo. No he tardado en responder. No podría innovar ni aportar ni motivar un solo cambio porque su vida sería un modelo improductivo. No valora ni analiza ni aprende de su entorno, simplemente es. Sin actuar ni dirimir principios de los cuales extraer sus propias conclusiones, atiende a una sola dirección sin ver la riqueza de los pasos intermedios.
Sembrar y motivar un cambio de actitud en nuestro ecosistema de trabajo es relativamente sencillo si somos capaces de vivir con los demás y en ocasiones puntuales para los demás. Solo eso, solo ser meritocrático y primar los algoritmos ligeros y vitales de la creatividad, el esfuerzo (1) y el compromiso (esos castillos en el aire que se matan a conciencia) por oposición al peso homicida y sedentario de la costumbre, la tradición y el éxito. Esto -si es posible- hacedlo tanto en trenes repletos de oxitocina como en oficinas cansadas que vuelven su espalda a la luz natural de todos los sentidos. Creemos presas de agua sin miedo solo para contener la corriente del líquido elemento pero no para aplacarlo. Parece claro que si nuestro entorno no fluye seguramente nunca nos mojemos. ¿Pero es que acaso eso es bueno?. Yo creo que no y que sin duda no hay modelo más productivo que ser una persona. Luego que venga el collar de títulos y logros, pero primero solo eso.
Notas:
(1) Respecto al esfuerzo leo en el blog de los amigos de BZMK una noticia de una mendiga que se graduó en Harvard y ha logrado salir adelante. Está bien que tengamos referentes en grandes figuras de nuestro tiempo pero mejor aún que los tengamos en grandes personas de nuestro tiempo.
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