«La tierra está repleta de cielos, y cada arbusto común arde con Dios. Y sólo el que ve se quita los zapatos; el resto permanece sentado alrededor y coge moras»
Elizabeth Barrett Browning
«Lo más poderoso de un mensaje no está en sus palabras, sino en el corazón que en ellas late y les da vida.»
«El trato que le das a la oscuridad que habita en ti, define si seguirás siendo su esclavo al combatirla o si te transformarás integrándola.»
Andrés Ubierna
Fluyo. Es todo cuanto soy y cuanto siento.
La vida ocurre constantemente. De hecho nunca deja de pasar. Es aquí y ahora porque todo cuanto has hecho o harás alcanza un auténtico sentido solo en este justo instante. Puede que jamás hayas reparado en ello pero algún día te detendrás y apreciarás lo que te rodea. La belleza no es tanto lo que es como lo que ves. No es tan importante lo que aparentemente existe como lo que tú haces que exista, aquello a lo que das sentido con tus actos. Solo por eso nunca puedes ver más de lo que eres. El anciano desengañado y quejica que siempre protesta por el mundo o el niño que sonríe a la vida por defecto, ambos ven realidades diferentes. La persona que no expone sus preocupaciones y las carga como una pesada losa sobre su espalda y la persona que comparte lo que ve y lo que siente habitan igualmente en planetas diferentes. Sin embargo hemos aceptado que la realidad es una sola y que nosotros solo consumimos esa realidad. La vida como la mayoría de la gente la entiende tiene el aspecto de un supermercado al que acudes para comprar productos prefabricados por los que en algún momento pagas. Pero el hecho es que nosotros determinamos lo que es la vida. Tú eres el sentido de la vida. No hay un supermercado de la vida donde acudir a abastecerse de lo que nos dan. Más bien somos nosotros los que cultivamos y nos regalamos nuestra vida. Y ningún cultivo crece sin cosecha.
Vivir exige disciplina y esfuerzo, trabajo y enormes dosis de atención. Una gran cantidad de injerencias e interrupciones secundarias se interponen en tu vida. Tu trabajo es controlar la importancia que estos sentimientos, emociones, hechos o juicios tienen en tu vida y si realmente te aportan o no algo interesante y constructivo. La experiencia de flujo de la que habló en sus estudios Mihalyi Csikszentmihalyi es un estado en el que alcanzamos la felicidad gracias a que focalizamos toda nuestra atención y energía en disfrutar y aprender de lo que está ocurriendo ahora. Cuando eso ocurre somos capaces de experimentar de forma extraordinariamente diferente y rica incluso magnitudes básicas como el tiempo. Una persona que fluye suele tener en cada momento unas metas claras y también conciencia de lo que está viviendo, degusta por ejemplo lo que come, disfruta de las conversaciones, adquiere control placentero sobre lo que vive, interioriza el movimiento y aprecia todos sus sentidos. Csikszentmihalyi lo expresa de un modo sencillo: «Cuando la experiencia es intrínsecamente gratificante la vida está justificada en su presente, en vez de ser el rehén de un hipotético beneficio futuro» O también de un fracaso o éxito pasado.
Hay muchas personas para las que vivir no es suficiente. Las personas que no se conforman con SU VIDA e intentan alcanzar una vida más equilibrada y feliz a menudo suelen cultivar la suficiente energía como para alcanzarla si acompañan esta energía de instrumentos y modelos de desarrollo adecuados. Las personas que no se conforman con LA VIDA, jamás tendrán energía suficiente para conocer otra realidad. Porque vivir es lo único que tenemos y si no entendemos la vida como nuestra más profunda y responsable elección de ser, solo podemos abandonarnos a lo otro o a los otros. Los primeros logran a menudo ser felices y superar retos aparentemente imposibles, mejoran también las sociedades y a las personas que las habitan. Lo hacen porque basan su cambio en si mismos y no en factores o condicionantes ajenos. Trascienden así la mayor parte de barreras y excusas que fabricamos a diario. Los segundos se frustran cada día buscando una explicación del mundo sin llegar jamás a encontrar una completamente adecuada o perfecta. Estos últimos transitan un camino de de frustración constante porque la vida que viven acaba dependiendo de una larga lista de factores en las que el último factor determinante suelen ser ellos mismos. La gran diferencia radica en que el cambio de los primeros parte del hecho de que aceptan que la vida es su vida y ellos la crean y la toman cada día para vivirla; mientras que los segundos viven continuamente pensando que la vida es para comprenderla y que les ha sido dada para consumirla. A diario me encuentro con que los primeros son exitosos agricultores de un campo de felicidad labrado a base de responsabilidad y conciencia; y los segundos son espectadores inactivos de una vida a la que a menudo visitan no sin miedo y repletos de prejuicios.
Para vivir no hace falta entrada. Pasa y sírvete.
Mi socio Javier, filósofo de la ciencia, tiene un colgante con una inscripción que siempre lleva en su cuello. Javier es un tipo que controla con fruición innumerables teorías acerca de todo lo existente y parece que se ha obligado a intentar recordar que la teoría es la herramienta más útil para tranquilizar, desarrollar y ejercitar la mente pero que la práctica es la base de cualquier tipo de progreso. La inscripción es una cita latina que dice lo siguiente: PRIMUM VIVERE DEINDE PHILOSOPHARE (Primero vive, luego filosofa)
Muchas personas con las que hablo encontrarían su refugio de paz si aceptasen simplemente que están vivos, si desechasen el ruido que les rodea y se centrasen en vivir aquí y ahora, con la total intensidad de disfrutar cada momento. Sin embargo resulta complicado bajar del coche. Echar el freno por un instante y comprender que simplemente estás ahí y es todo cuanto eres y tienes. A la mayor parte de personas les ayuda a bajar del coche y cuestionarse la realidad, el hecho de encontrarse en un insoportable atasco. Al igual que en las autopistas, la mayor parte de vidas también tiene momentos de tráfico o de circulación fluida. Y cuando llegamos a un enorme atasco y sabemos que no podemos salir, primero abrimos temerosos las ventanillas para atrevernos a respirar un aire diferente al aire acondicionado del coche, luego abrimos la puerta y echamos un vistazo para ver qué ocurre fuera y si es o no seguro salir, y por último a veces -solo a veces- salimos del coche y disfrutamos de la vida. Todo esto se repite desde hace miles de años y nunca deja de pasar.
Noche escandalosamente divertida tras una semana de intenso ejercicio sobre tierra. Soy inmensamente rico en mi pobreza. Acariciarte es estar vivo.