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Ley de la Disrupción según Downes y Mui de acuerdo a la cual la evolución y capacidad de adaptación del cambio político es inferior por defecto a la del cambio económico, ésta a su vez a la del cambio social y las tres extraordinariamente inferiores a las del cambio tecnológico, de modo que unos cambios van a menudo a la zaga de los otros o se producen gracias a los otros.

«I want to change my mind» es el título de una de las canciones que la APBand ha tocado a ritmo de blues esta mañana de domingo y que yo he escuchado en el jardín de La Tabacalera, un Centro Social Autogestionado, una de esas realidades cuyo funcionamiento, motivación y dinamismo supera a cualquier estructura política que yo haya conocido. Lejos de cualquier prejuicio sobre la desorganización del pensamiento alternativo, este centro plantea actividades e iniciativas reales que todos podéis conocer a través de su web. Se trata del mismo tipo de iniciativas y ejercicios de emponderamiento de los derechos civiles básicos enfocados a la dinamización de espacios locales que se quiere transmitir en el movimiento #15m y que no han nacido hace dos días sino que tienen un histórico de pedagogía ensayo-error mucho más dilatada y sostenible que nuestro actual sistema educativo, el mismo que Curtis Johnson y muchos otros consideran que hay que revolucionar. Querer cambiar la mente es la clave de este proceso de transnovación como en mi casa lo hemos llamado: transformación + innovación. Prepararnos para una sociedad más justa es más de la mitad del camino para tener una sociedad justa. No lo olviden: innovación disruptiva. En el último capítulo de Redes «La manera disruptiva de innovar» realizado en el marco del Global Education Forum del que ya hemos hablado en el blog, el propio Curtis Johnson habla de la adaptación al nuevo paradigma social.

Pues bien, cuando escuchaba esta mañana a la APBand en un pequeño microclima del centro de Madrid pensaba en que la forma de innovar de las jam session entre profesionales tienen una estrecha relación con la capacidad de innovar y ser creativos. Un entorno limpio de prejuicios, realmente abierto y preparado para entender diferentes contribuciones y perspectivas a partir del esfuerzo individual, puede generar una gran inteligencia colectiva que nos sume. En mi propia casa intento fomentar este pensamiento y es algo así como preparar a un inmenso elefante africano para pensar como un insecto. Pero me gusta hacerlo porque está demostrado que la escasa capacidad de adaptación al cambio de los elefantes no les permitirá sobrevivir del mismo modo que sí lo harían innumerables especies de artrópodos autoeducados en el ritmo trepidante y continuo de adaptarse.

El menor de nuestros problemas para adaptarnos a los cambios es la ley de Disrupción formulada por Larry Downes en The Laws of Disruption: Harnessing the New Forces that Govern Life and Business in the Digital Age y posteriormente compartida y comentada en Unleashing the Killer App: Digital Strategies for Market Dominance. Según esta ley los sistemas sociales, políticos y económicos cambian incrementalmente pero la tecnología cambia exponencialmente como bien explicaba nuestro amigo Ismael Olea hace ya algunos años. Basicamente es una adaptación real de dimensiones incalculables de la Ley de Moore, la de Gilder y la de Metcalfe. La ley de Disrupción que relaciona la lenta capacidad de evolución de los sistemas sociales y el rápido crecimiento y democratización de la tecnología simplemente constataba muchos de los fenómenos que hemos visto tan solo en los últimos meses y también algo consustancial a la realidad cotidiana de quienes vivimos en este sector: la Tecnología ejerce de dinamizador natural de la sociedad a pesar de que ésta a menudo no esté preparada para el cambio. Este sin embargo es el menor de nuestros problemas porque no es un problema. Una gran cantidad de sociológos, neurólogos, biólogos y antropólogos han estudiado denominándola de diferente forma,  la relación estrecha entre la necesidad de disrupción periódica de la mente humana y el inicio de las revoluciones. Estamos acostumbrados a revoluciones ruidosas y llenas de un estrépito de muerte que sirve de comparsa a los principios. Sin embargo las nuevas revoluciones podrán seguir costando vidas pero sobre todo costarán mentes. El ejemplo de ello es una de las mayores revoluciones silenciosas que se ha producido en la historia de la Humanidad y que a diario intento fomentar dentro de mi entorno personal y profesional: la participación real y cooperativa orientada a un bien común. Algo que creo que socialmente se ha producido a pequeña escala y a conseguido cambiar el mundo antiguo pero que a gran escala todavía está mal visto y demonizado por la simple razón que no se entiende o se ignora su potencial.  En definitiva hablamos de trabajar y vivir con dignidad el dilema del prisionero para superar la tragedia de los comunes que personalmente vivo a diario.  Superar en fin la antigua y decimonónica clase estática en la que un profesor (lider) alecciona, examina y controla y el resto (alumnos o aspirantes) toman nota; utilizar de forma efectiva la jerarquía como medio y no como fin en sí mismo; promover la supervisión y el autocontrol horizontal (del equipo en colaboración) entre diferentes perfiles y caracteres (cuya variedad enriquece) bajo el tutelaje de los expertos y no bajo su dictadura; diseñar espacios de trabajo ágiles que nos permitan  Aprender unos con/de otros en entornos personalizados (sirve de ejemplo el video del espacio Wayra pero hay mil) y no en estructuras rígidas y sujetas a espacios limitados. Ahora disponemos de un sistema abierto de comunicación (la Red) que nos permite prosperar y sin embargo trabajamos en estructuras poco permeables que nos limitan e impiden aportar ideas y que articulan modelos de trabajo orientados a la gestión y no a los resultados (la traducción de ideas+esfuerzo en beneficio social, económico, personal,…)  Y necesitamos cambiar esto y necesitamos hacerlo en la educación pero también en el trabajo.

De acuerdo a la ley de Disrupción podemos comprobar que el último de los cambios efectivos siempre es el político aquejado de un motor lento y poco sujeto a la piel de los problemas reales. En el trabajo, en las escuelas, en la calle no necesitamos un sistema perfecto, tan solo pedimos un sistema real. Personalmente creo que la unión entre el entorno escuela y el entorno trabajo es una evolución natural de la Humanidad que permitirá dejar de disociar realidades para hacer inteligible el mundo para pasar a comprender la realidad superando cajas o cajones.

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