Este es el monólogo que pronuncia el personaje de Cyrano en la obra del neorromántico Edmond Rostand y más en concreto y en real el extracto sacado de su obra y pronunciado por el propio Depardieu en la revisión de 1990 de Rappeneau. Al mosquetero ilustrado le ofrecen ser poeta cortesano a cambio de modificar tan solo uno de cada cuatro de sus versos. Su integridad le obliga a pronunciar este discurso en defensa de su actitud ante la vida. Toda una declaración vorpal de intenciones contra la comodidad y el vasallaje:
Me gusta provocar. Adoro este suplicio.
¿Qué quieres que haga?
¿Buscarme un protector?
¿O un amo tal vez?
¿Y como hiedra oscura que sube la pared,
medrando sibilina, y con adulación?
¿Cambiar de camisa para obtener posición?
¡No gracias!
¿Dedicar si diera el caso,
versos a los banqueros?
¿Convertirme en payaso?
¿Adular con vileza los cuernos de un cabestro,
por temor a que me lance algún gesto siniestro?
¡No gracias!
¿Desayunar cada día un sapo?
¿Tener el vientre panzón,
un papo que me llegue a las rodillas,
con dolencias pestilentes de tanto hacer reverencias?
¡No gracias!
¿Adular el talento de los canelos?
¿Vivir atemorizado por infames libelos?
¿Y Repetir sin tregua: «… ¡Señores soy un loro,
quiero ver escrito mi nombre en letras de oro!…»?
¡No gracias! ¿Sentir terror a los anatemas?
¿Preferir las calumnias a los poemas?
¿Coleccionar medallas? ¿Urdir falacias?
¡No gracias! ¡No gracias! ¡No gracias!
Pero cantar, soñar, reír, vivir, estar sólo…
Ser libre, tener el ojo avizor, la voz que vibre.
Ponerme por sombrero el universo,
por un si o por un no. Batirme, hacer un verso,
despreciar con valor la gloria y la fortuna,
viajar con la imaginación a la luna.
Solo al que vale reconocer los méritos,
no pagar jamás por favores pretéritos.
Renunciar para siempre a cadenas y protocolo.
Posiblemente no volar muy alto… pero sólo.