“El que no tenga sueños, que se prepare para tener dueños“
maestro Luis Eduardo Aute
Escribo este artículo para ayudarnos a pensar de otro modo y aprender a ver la realidad del estado actual del mundo empresarial en todo su contexto. Este artículo crítico es un caso de estudio que viene a demostrar las tesis que defendí en un artículo anterior titulado Porqué el pensamiento empresarial es suicida. Espero, lector o lectora, que lo disfrutes. Comenzamos.
Hace unos días se produjo cierto revuelo por el cambio que el 1 de abril de 2022 se producirá en la presidencia de INDITEX. Pablo Isla dejará su cargo tras 17 años al mando y éste pasará a ser ocupado por Marta Ortega, hija del fundador del grupo. Pablo Isla, calificado como el mejor CEO de la década por la revista Forbes en 2020 y como el mejor presidente del mundo por la Harvard Business Review en 2017, ha aumentado el beneficio económico de la empresa con ratios de crecimiento económico increíbles para los analistas (un 167% en 10 años) y que representan máximos históricos para la compañía con un incremento de un 237% en el último trimestre de 2021 a razón de 2.500 millones de euros de beneficio neto y unas ventas en 2021 de 19.325 millones de euros, un 37% más respecto al mismo periodo de 2020. Todo ello implica que Pablo Isla a su partida deja a INDITEX con el doble de tiendas en el mundo y 10 veces más valor en Bolsa que cuando llegó a la presidencia, esto es, de 9.000 millones de euros de valoración bursátil a 87.990 millones de euros de valoración a día de hoy.
Con la noticia del relevo en la presidencia, las redes asociales se han poblado de todo tipo de opiniones, la mayoría de ellas positivas de nuevo por enésima vez elogiando la visión empresarial de un grupo que se ha posicionado en el mundo textil de forma clara con 6.600 tiendas en 5 continentes y 88 mercados a través de marcas como Zara, Zara Home, Massimo Dutti, Pull & Bear, Bershka, Oysho, Uterqüe, Lefties y Stradivarius. Entre las opiniones vertidas la mayor parte de ellas se puede resumir en esta publicación de una persona en linkedin que me ha animado a escribir este artículo y que pego aquí tal y como aparece todavía a día de hoy:
Desde luego esta publicación -marcada como LIKE por 19.126 personas cuando escribo este artículo- da para mucha reflexión en términos sociológicos, antropológicos, psicológicos, estéticos y éticos. Dado que este tipo de opiniones se suman a otras que celebran las puntuales donaciones caritativas de Amancio Ortega a la sociedad sin cuestionarse nada más, me interesa sobre todo analizar contigo, lector o lectora, tanto el tono empleado en este tipo de opiniones como los aprendizajes y elementos de reflexión que podemos extraer de este tipo de lecturas de la realidad. Más en concreto como apunta el título de este artículo me interesa valorar qué entendemos cómo éxito en nuestras sociedades y la manera en la que estamos acelerando una inercia socieconómica suicida.
Aclaro en primer término que soy absoluto defensor de la libertad de cada persona para hacer con su propiedad y patrimonio lo que desee siempre y cuando no atente contra el bienestar humano colectivo ni contra la continuidad de la vida en el planeta. En fin, llamadme exigente o loco pero lo que se plantea aquí no es la abolición de la libertad, sino el duro cuestionamiento necesario de los comportamientos lascivamente onerosos de empresas, organismos, instituciones y personas que destruyen tejidos sociales y ecosistemas globales. Y lo que se plantea en consecuencia es que dichas personas o iniciativas no pueden ser los referentes morales que necesitan nuestras sociedades para reinventarse.
“Y AL QUE NO LE GUSTE QUE CONSTRUYA SU PROPIO IMPERIO”
Lo que evidencian tanto el comentario reseñado como las esperpénticas cifras reales que he compartido, es en realidad un dilema de filosofía política que acompaña a la sociedad liberal desde sus inicios en el siglo XVII. Dado que tengo reciente este dilema porque es parte del proyecto de investigación en el que me he embarcado, trataré de explicarlo de manera sencilla:
Si uno lee al maestro John Locke (1632-1704) -sobre todo en Los 2 tratados sobre gobierno civil pero también el Discurso sobre el orígen y la desigualdad en los hombres– notará que -vistas desde la cómoda perspectiva de las consecuencias generadas- existen auténticas barbaridades en las premisas de base que fueron formuladas en la invención de la sociedad moderna. Estos deslices discursivos se explican porque fueron formulados en la época de una etapa mercantil incipiente en la que los autores de nuestro mundo actual pretendían realizar intencionalmente una transición hacia entornos de convivencia más esperanzadores que los que llevaba siglos asumiendo el Antiguo Régimen. En la teoría las tesis de Locke son emocionantes y habilitadoras, en la práctica no existen.
Lo que planteaba Locke -y cuya perversión legal nos ha llevado a la existencia de INDITEX- tiene que ver con la consideración de todos los seres humanos como universalmente iguales en un estado de naturaleza apriorítico -es decir, si no existieran instituciones o estructurales sociales-, lo que nos situaba a todos como sujetos de derecho y poseedores de libertades. Esto era altamente revolucionario en un mundo marcado por los privilegios y las diferencias entre desposeídos y acumuladores. Entre estas libertades a las que nos daba derecho Locke se encuentra el derecho a la propiedad privada como derecho natural de las personas. Es decir que por el mero hecho de nacer seres humanos tenemos derecho a apropiarnos de lo que hallamos “trabajado” en función de una teoría de la propiedad-trabajo basada en el esfuerzo.
Veamos hasta qué punto esto es cierto:
LOCKE ESTABLECÍA LIMITES A LA PROPIEDAD PRIVADA
Tenemos que entender que cuando el maestro Locke formuló su teoría pensaba en personas que labran un campo y tienen por tanto derecho a ser propietarios de él sin necesidad de vasallaje o servidumbre. En otras palabras, Locke defendía la apertura del mercado para que los beneficios económicos y materiales se distribuyeran en una sociedad -la de entonces- caracterizada por señores feudales que acumulaban privilegios de origen. En realidad el planteamiento de la pre-ilustración no era tan puritano pero eso ya forma parte de otra historia que sería más larga de explicar. Lo que es cierto es que Locke vino a decir que contra esta realidad, es el trabajo el que debe generar “propiedad” y que esta libertad debía ser inalienable para todos. Por supuesto esto no se ha cumplido porque pasados los siglos nos encontramos con continuos ciclos de acumulación y desigualdades que se repiten. Pero lo que se nos olvida de su discurso -o se les olvida a los que lo utilizan para justificar su iniquidad- es que Locke puso limites a este derecho:
Locke vino a defender que lo que debe generar propiedad es el trabajo y que una persona no puede (debe) poseer más de lo que pueda consumir sin que se pudra o deteriore por no ser usado, porque eso va en contra de la ley natural enunciada. Aunque sea discutible la idea de poseer el mundo, Locke defendía fervientemente que la propiedad sobre el planeta no se nos ha dado para que lo echemos a perder y que debemos tomar lo que sea necesario sin perjudicar a los demás. El problema vino con los desarrollos posteriores de la teoría lockiana al equiparar la libertad de propiedad con el dinero. Al hacerlo y establecer que el dinero formaba parte del estado natural de libertad, algunas personas podían ya enriquecerse de tal manera que ese trabajo no generaba propiedad ni favorecía la libertad real en otras.
La trampa suicida está en considerar que cada persona “puede generar su propio imperio” (el gran mito de la burbuja del emprendimiento, entre otras) sin dañar la libertad de otras o atentar contra los sistemas sociales y los ecosistemas ambientales sobre los que se proyecta u opera. Es decir, que la idea de sostener un imperio -sea económico o estatal- es directamente contraria al pensamiento ilustrado y al origen de la sociedad moderna liberal. El error de base que nos está matando como humanidad es considerar que el esfuerzo de una persona y su adaptación al mero cumplimiento de un sistema legal falaz, es suficientemente ético a priori sin necesidad de ningún cuestionamiento moral. Hay de hecho algo falaz, esencialista y totalitario en no poder criticar el terrible daño que hace una compañía por el mero hecho de que genere empleos o por la mera razón de que no pare de crecer. ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar como sociedad o a hacer pagar a otros y qué precio estamos dispuestos a hacer pagar al planeta para sostener este tipo de éxitos acríticos e inconscientes?
POR QUÉ NO EXISTE LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES
El amplio trabajo que durante décadas ha realizado el materialismo histórico en la recopilación y contraste de datos históricos nos enseña que el estado natural no existe en sociedades que parten de un desarrollo anterior que condiciona los contextos socioculturales, económicos y ambientales en los que una persona nace o se mueve para “trabajar” y disfrutar de intercambios o acceder a la propiedad privada. Pero también nos enseña que la acumulación de riqueza una vez superadas las necesidades fundamentales de toda persona (acceso a vivienda, empleo, alimentación, ropa, salud, ahorro estable), atenta contra la libertad de otras personas para satisfacer estas mismas necesidades en su propia vida. Ergo, la propiedad privada no era igualmente accesible para todos y no existía la igualdad real de oportunidades entonces, y sigue sin existir ahora.
El nombramiento de la hija de Amancio Ortega como presidenta de la compañía, añadido al accionarado de otra de sus hijas y de su propia ex-mujer, sigue siendo representativo del profundo desequilibrio de libertades que rompe el ascensor social y económico en las sociedades, y en particular en España, desde siempre. En este país, según el informe del Peterson Institute for International Economics (PIEE) el 53,8% del origen de la riqueza de los multimillonarios es heredado, tan solo el 15,4% pertenece a fundadores de compañías, el 7,7% está en manos de ejecutivos, el 3,9% procede de conexiones políticas y el 19,2% lo engrosa el sector financiero. Amancio Ortega acumula junto a otras 7 personas, el equivalente a la mitad de la riqueza del mundo. 2/3 de los billonarios del mundo lo son debido a herencias, construcción de monopolios o amiguismos. En 2021, el segundo año de la pandemia, la riqueza de los multimillonarios ha crecido enormemente. Los estudios de Pikketty y Zucman hablan de un empeoramiento de estos datos. En 2040 las 500 personas más ricas de un mundo que tendrá 10.000 millones de personas heredarán 2,4 trillones dólares, algo que indica que este tipo de prácticas ahonda en el desequilibrio social. “El resultado es que esa mitad de la población tiene un patrimonio medio de 2,900 euros por adulto, lo que en conjunto representa solo un 2% del total mundial, mientras el 10% superior concentra el 76%. Cuando se examinan son los ingresos, el 10% de los más ricos en el 2021 se quedan con el 52% del total (de media 87,200 euros por adulto), mientras el 50% más pobre se tiene que contentar con el 8.5% (2,800 euros para todo el año).”
Uno podría argumentar, como hace nuestro atrevido individuo en linkedin, que Amancio Ortega se labró este “imperio” él solo. Esto redundaría en el mito del tendero que creció hasta ser una de las personas más ricas del mundo con su propio esfuerzo. Pero esa afirmación es radical y fundamentalmente falsa. Ninguna riqueza de ese tamaño puede amasarse sin el sacrificio, el trabajo o el inmenso dolor de miles de personas trabajando para que esa persona -o familia- se enriquezca más aún. De hecho la cuestión no es que ahore acumule riqueza o que su empresa sea económicamente exitosa, sino qué tiene que hacer una persona o una empresa para llegar a eso. Y la respuesta hoy es evidente para una persona como yo que ve a diario las tripas de decenas de organizaciones y mercados: no tener principios ni escrúpulos.
POR QUÉ LA DINÁMICA EMPRESARIAL DE INDITEX NOS LLEVA AL ABISMO
La tesis de Locke implicaba -y lo dijo exactamente así- que literalmente el planeta Tierra, sus recursos y sus frutos pertenecen a una sola de las millones de especies de vida que existen. La actividad empresarial de INDITEX es el ejemplo más claro del abuso de este principio. Era comprensible defender esto en un mundo -como era aún el del siglo XVII- antropocentrista y teológico en el que no existían conocimientos científicos ni históricos suficientes para cuestionar la centralidad humana o el impacto de la ambición individual en la evolución de las sociedades humanas. Sin embargo hoy, con todas las evidencias y descubrimientos arqueológicos, antropológicos, sociológicos, ecobiológicos e históricos de los que disponemos, esta tesis es directamente insostenible, y se ha demostrado como suicida. El problema a atacar tiene que ver con el tipo de relaciones humanas y relaciones con el medio que fomenta la actividad de una empresa favoreciendo un tipo u otro de consumo. Y en el caso de INDITEX lo que favorece es evidente.
Por ser más claro, el desastre ambiental que viene es de base antropogénica, es decir lo hemos creado nosotros, los humanos, a partir de la apropiación y la explotación del mundo de acuerdo a la ficción de la propiedad-trabajo de Locke (entre otras ideas de la historia del pensamiento político-económico). En la página web de INDITEX existe un apartado en el que se afirma que la empresa está comprometida con el medio ambiente. Contra esta visión, la Organización de Naciones Unidas ha calificado el fast-fashion promovido por Inditex como una emergencia medioambiental sin precedentes. Por aportar datos, la manera en la que INDITEX y otras compañías textiles similares fabrican ropa genera un 20% de las aguas residuales del planeta que atentan contra la biodiversidad y ponen en peligro la ingesta humana de alimentos del mar. La industria de la moda rápida consume 1,5 billones de litros de agua al año que deja inservibles en un mundo en el que las guerras por el agua comienzan (y acabo de volver de un país en el que esto es evidente). Además el sector de moda rápida que lidera INDITEX representa el 10% de las emisiones de dióxido de carbono globales. INDITEX fue de hecho pionera en la generación de las denominadas microtemporadas de moda que han facilitado que “haya hoy 52 temporadas anuales de consumo de moda y que los consumidores compren hoy más prendas de vestir que en el 2000, pero cada producto se conserve la mitad de tiempo que entonces y, de media, el 40% nunca se utilizan“. El cultivo de algodón para abastecer este ritmo de reposición causa el 88% de la huella hídrica humana global.
Según el estudio científico The enviromental price of fast fashion publicado en Nature en 2020, gracias sobre todo a empresas como INDITEX entre 1975 y 2018, la producción mundial de textiles per cápita aumentó de 5,9 kg a 13 kg por año. La cosa no irá a menos gracias a la continuidad de este modelo de negocio: se estima que el consumo global de ropa aumentará de unos 62 millones de toneladas de productos textiles por año, a 102 millones de toneladas para 2030. El 70% de las emisiones de dióxido de carbono de estas empresas procede de la utilización de fibras sintéticas, la escasa o nula capacidad de reciclaje de las prendas y un completo desinterés por el impacto de sus acciones. El impacto de la industria que lidera INDITEX ha sido ampliamente detallado en un genial artículo de Ester Xicota y abarca todos los procesos de producción de fibras, manufactura, distribución y desechado de las prendas desde su origen hasta su posterior huella en la salud de todas las especies, incluida la nuestra. Es un hecho que INDITEX contribuye de forma muy activa al cambio climático provocado según el Lancet Planetary Health en un 92% por las dinámicas y hábitos de consumo de Norteamérica, Europa, Japón, Australia y Nueva Zelanda, territorios en los que la empresa arrasa en ventas favoreciendo un consumo inconsciente y desleal con la naturaleza y el modelo de propiedad-trabajo de los países manufactureros.
En el aterrador documental True Cost se muestra con toda claridad audiovisual el coste real de comprar, desechar y tirar en un ciclo promovido por esta industria en el que lo barato en las sociedades del primer mundo sale muy caro a personas en pobreza real bochornosa. El colapso del edificio de Fashions Tazreen (proveedora de marcas como C & A, Carrefour, Walmart o Kik) de 8 pisos en 2013 el que murieron 1134 personas y fueron heridas 2437 en Daca (Bangladesh) ya se ha olvidado, pero en él trabajaban personas que se dedican a la misma industria de la que participa INDITEX. ¿La empresa ha multiplicado sus beneficios económicos? Sí, a costa de hacer del mundo un lugar apocalíptico para vivir a nivel laboral, ambiental y social. ¿Amancio Ortega es un multimillonario innegable? Sí, pero desde hace décadas cada vez que alguien compra una prenda de esta compañía, la vida del planeta se va literalmente a la mierda. ¡Claro que siempre hay tiempo como empresa para unirse a la estrategia de greenwashing tras haber debastado sociedades y ecosistemas!
El absoluto cinismo llega cuando una compañía que genera condiciones de trabajo indignas mediante una estrategia de precarización laboral propia de un colonialismo económico que no genera riqueza sino que expropia y desposee a las poblaciones sobre las que se proyecta, cuando ese tipo de compañía -digo- construye una nueva sede central sostenible y ecoeficiente de 170.000 metros cuadrados presumiendo de cumplir los estándares bioclimáticos del US Green Building Council (USGBC) por 238 millones de euros. ¿Por qué es cínico e insultante? Porque Inditex, con sede oficial en España -esa misma sede que no va a cambiar con el nuevo edificio- pagó en 2019 más del 70% de impuestos en Holanda, Irlanda y Suiza, lo que implica que eludió 585 millones de euros de impuestos a través de su entramado empresarial. No es el ejercicio en el que INDITEX ha logrado eximirse de mayores impuestos, ya que en el ejercicio fiscal de 2012 llegó a evitar el pago de 900 millones de euros.
INDITEX ha sido periódica y recurrentemente denunciada y condenada por plagios de diseño, llegando a verse obligada a retirar prendas, explotación laboral y trabajo con productos químicos dañinos en diversas regiones, entre las que se incluye empleo infantil (72 horas a la semana por 0,88 euros al día) en la India (junto a Cortefiel y el Corte Inglés), la obligación judicial de pagar compensaciones de 1,36 millones de euros en Brasil con 52 actos de infracción por fomentar el trabajo esclavo, la denuncia de jornadas de 13 horas de trabajo en Argentina en condiciones infrahumanas (junto con Puma, Topper y otras marcas), pero también huelgas y rebeliones de trabajadores en Nueva York denunciando sus condiciones laborales. Por concluir, ¿Todo esto se arregla subiendo un año el 14% de los salarios de los empleados de Galicia? Acaso ¿podemos decir que esto se arregla haciendo que el 10% de tus prendas sean supuestamente ecológicaso afirmando que en 2025 todas tus prendas serán sostenibles? La respuesta es NO, EN ABSOLUTO. Los que nos dedicamos a acompañar cambios empresariales sabemos que este tipo de iniciativas suman pero no son cambios significativos si no van ligados a una transformación integral de la comprensión ecosocial de la empresa y su papel en el mundo.
POR QUÉ EN CONSECUENCIA INDITEX NO ES UN CASO DE ÉXITO
Se que es frecuente mostrar a Marc Zuckerberg, Bill Gates, Steve Jobs, Jeb Bezzos, Elon Musk, Richard Branson o al propio Amancio Ortega y sus iniciativas como casos de écito, pero lamento que a mí no me impresionen ni me inspiren en absoluto. Esta especie de mitología empresarial que hemos creado nos está matando a través de prácticas monopolísticas y totalitarias que rallan lo maniaco. Ellos no son las referencias éticas que quiero en mi vida, ni el tipo de sociedad que promueven es el tipo de sociedad que quiero que hereden nuestros hijos. Las consecuencias de sus acciones han sido abrumadoramente nefastas en términos de aumento de la desigualdad, generación de élites egoístas y ruptura del tejido social. No considero que estas marcas -incluida INDITEX- sean un caso de éxito y por ello trato en la medida de mis posibilidades de no favorecer su crecimiento evitando ser su cliente. Si alguna de ellas me llamara para ayudarles como proveedor o generador de cambios -tal y como hecho con otras marcas igualmente detestables- yo lo haría encantado por un motivo sencillo: Trabajo para ayudar a cambiar a las personas y las empresas y sin duda estas son las que más lo necesitan. No ayudarles a pensar de otro modo no resuelve el problema, esa ha sido siempre mi opinión.
Tal vez Zara fue un caso de éxito cuando era una empresa que extraía beneficio de su comunidad aportando un valor social y económico indudable en un intercambio entre un propietario de negocio honesto y trabajadores que podían vivir dignamente de su empleo. Pero desde que en 1963 Amancio Ortega, su fundador, abriera una pequeña tienda en A Coruña, ya ha llovido mucho. La expansión de la empresa fue de la mano de los años de bonanza que acompañaron a la transición democrática española e incrementaron el poder adquisitivo de los españoles. Entre 1980 y 2000 el grupo se expandió hasta que en 2001 salió a Bolsa. Desde entonces, tal y como hemos visto, el crecimiento y expansión económica de la empresa han sido imparables incumpliendo todo tipo de estándares éticos y sociales, favoreciendo empleos precarios y destruyendo el entorno a niveles irreversibles. INDITEX es solo un caso de éxito para aquellos que no levantan la cabeza de la cuenta de resultados financieros, pero es imposible mantener que lo es cuando atendemos a indicadores que la sitúan a la cabeza de las empresas cuyo comportamiento nos envilece como especie.
Si bien la apuesta por cerrar centenares de tiendas físicas, aumentar la internacionalización y favorecer el comercio online y el inventario único digital/físico con prendas siempre disponibles para la venta aunque la tienda física esté cerrada, puede ser considerada una estrategia económicamente acertada dado que la compañía ha alcanzado beneficios históricos, el problema no reside en el incuestionable aumento de beneficios económicos sino en la manera en la que se consiguen estas cifras y el impacto y resultados sociales que generan. Cuando valoras el éxito de una compañía solo por sus beneficios económicos (criterio economicista) sin valorar el impacto social, ambiental, laboral y/o sanitario que implican sus procesos de fabricación, comercialización y logística, sin duda se comete un error de dimensiones colosales que está situando al planeta al borde de colapso ambiental y a las sociedades al borde de una neofeudalización de consecuencias imprevisibles.
El verdadero punto de inflexión en nuestras sociedades llegará cuando entendamos que estas cifras que he compartido tienen una cara B inmensamente dolorosa y nociva para todo lo que representa la humanidad en el mundo. Si después de leer este artículo el argumento contra las personas que no consideramos a INDITEX ni a Amancio Ortega como referencias ni casos de éxito, es que “en España seguimos sin soportar que algunos tengan éxito” nos merecemos el puto y absoluto colapso como especie, tal y como apunta la célebre película Don´t look up (McKay, 2021).
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David, feliz año desde Colombia. Como siempre la agudeza y la crítica justa te acompañan.
Estos emporios construyen sus ganancias ilimitadas olvidando que los recursos del planeta son limitados, como bien lo dice el maestro E.F. SCHUMACHER, premio nobel de economía en su bello libro lo pequeño es hermoso ” “La economía del gigantismo y la automatización de las condiciones y pensamientos del siglo XIX, es totalmente incapaz de resolver los problemas de hoy”.
Amancio Ortega nunca entenderá “qué lo pequeño es hermoso”. Mi tía me hacia las camisas cuando era niño, tenia un pequeño taller de costura, allá, las vecinas iban a recoser sus prendas y ocasionalmente a mandar hacer un vestido nuevo. Ese pequeño taller permitía “el lenguajero” es decir; ir a hablar de la vida y tomar una taza de café.
En gasho.
Rodrigo Varela Olaya.
Psicólogo
Doctor en Educación.
He abordado el impacto en algunos puntos de la cadena de suministro pero es cierto que esto que comentas es importante, Rodrigo. Hablas de una esfera del impacto de INDITEX que no he abordado en el artículo pero que es interesante reseñar. Se trata de la lenta desaparición de los rituales de relación asociados tradicionalmente al pequeño comercio desde la edad gremial hasta la pequeña empresa de barrio que hoy se ve incapaz de competir con la economía de escala a la hora de captar la atención del gran público. Es cierto que los pequeños comercios de las periferias y las tiendas de diseño en distritos gentrificados de los centros de ciudad, continúan sobreviviendo pero no es menos cierto que los primeros lo hacen debido a una fidelidad generacional que se va perdiendo con las nuevas generaciones de lo “gratis” o lo “barato”, y los segundos lo hacen a base de ofrecen calidad a precios a menudo inasequibles. De esto podemos deducir un hecho cierto y es que el modelo de negocio de gran masa y global polariza los mercados y ejerce una presión difícilmente soportable para empresas locales. Particularme no creo que Amancio Ortega no entienda que lo pequeño es hermoso, simplemente en un determinado momento de su vida tomó una decisión y luego otras que han ido alejando su negocio de lo humano y lo han ido despersonalizando en todos los hitos del proceso de producción, distribución y venta.
Quiero además compartir mi decisión particular e individual desde hace años en este sentido. Procuro no contribuir a las grandes superficies porque creo que obtengo más calidad aunque ello me obligue a consumir mucho menos. No niego la utilidad de las grandes superficies, tan solo digo que mi preferencia es la ética y la calidad de servicio y producto y eso solo lo obtengo en negocios de cercanía o confianza donde no me atiende un buzón de voz y nadie me perdona la vida por comprar. En el caso de la ropa, la diferencia de calidad que encuentro desde hace mucho tiempo es muy grande, pero lo sorprendente es que ocurre lo mismo en otros sectores de los que depende mi salud como la alimentación. Y este es el punto que considero preocupante.
Gracias Rodrigo por tu contribución.
Muchas gracias, David, por el artículo. Resuena de maravilla con un post que estoy escribiendo sobre el modelo perverso, tan de moda, de las “organizaciones exponenciales”. Prometo pronta publicación. Este tema del escalado y la despersonalización conecta perfectamente con el comentario de Rodrigo, que me ha recordado el genial libro de Schumacher “Lo pequeño es hermoso”, que lo voy a retomar y reseñar, porque da en el clavo de lo que estas diciendo. Es una cuestión de paradigmas, o sea, como bien señalas, de responder mejor a esta pregunta: ¿qué entendemos por éxito empresarial? Y esa frase, que has elegido tan bien del triste post en LinkedIn: «que cada uno genere su propio imperio», refleja un filtro mental que hay que desmontar con buenos argumentos, como tú lo haces. Aportas un montón de datos sobre el impacto social del «fast fashion» de Inditex que le dan rigor y hondura a tu línea de reflexión. Eso ayuda mucho. Dicho esto, me vienen a la cabeza dos preguntas, dos grandes dudas, que a veces me atormentan. Te las lanzo:
1) Cada vez que criticamos a Inditex, y sus efectos a medio y largo plazo, aparece siempre el contraargumento de que genera mucho empleo, y que eso hay que ponerlo en valor. Hay un dilema implícito ahí: ¿nos conformamos con un empleo de baja calidad, asimétrico? Si prohibiéramos a Inditex irse al Tercer Mundo a colocar esas fábricas que abre, ¿las personas que trabajan en sus fábricas estarían mejor, accederían a otros empleos para sobrevivir? En principio, parece ser que esas personas mejoran un poco respecto de cómo estaban porque si no, no trabajarían en ellas, pero, ¿debemos conformarnos con eso? En definitiva, siempre me tensiona el dilema entre ser más exigentes con el marco (medio y largo plazo) o aceptar que dentro de ese marco se aporte, aunque sea, un empleo digno (corto plazo). Como intento ponerme siempre en el pellejo de esas personas, siento la tensión entre el modelo y la supervivencia. No quiero ser maximalista en las exigencias, ni quiero penalizar el corto plazo, porque sin un hoy, no hay un pasado mañana: ¿cómo encontrar el punto justo sin parecer un «crítico de salón»?
2) Mi segunda pregunta tiene que ver con eso que dices de que: «Si alguna de (estas empresas) me llamara para ayudarles como proveedor o generador de cambios -tal y como he hecho con otras marcas igualmente detestables- yo lo haría encantado porque esas empresas son las que más lo necesitan» => De nuevo, aflora otro dilema. ¿Crees que se puede ayudar a una empresa como Inditex cuando lo primero que tiene que hacer no lo va a hacer, que es dejar de cotizar en bolsa y un montón de cosas más que van en su ADN? Yo me he enfrentado a ese mismo dilema en encargos que me han hecho, y tengo mi duda de que “ayudarles” sea la opción más satisfactoria. Cuando una enorme organización tiene un ADN pervertido desde sus bases, ¿qué podemos hacer piezas minúsculas como nosotros? Tal vez nos utilicen en el “washing” que tú mismo comentas. Siento que al actuar como proveedores corremos el riesgo de ser camelados, porque, además de ser muy hábiles para hacerlo, tienen bastante pasta para pagar. No quiero, ni voy a dar lecciones, porque yo he tenido reacciones de todo tipo a esto. Solo lo planteo como duda, que no es retórica en absoluto.
¡¡seguimos!!
Gracias de nuevo por el post, y perdona la extensión de mi comentario, pero es un tema que mola…
Gracias a tí, Amalio. Tomo el hilo de lo que comentas y tejo algunos desarrollos. He resumido los dilemas que planteas en preguntas cortas:
¿CUALQUIER TIPO DE EMPLEO ES MEJOR QUE NINGÚN EMPLEO?
La manera más fácil de obviar el problema: Para un utilitarista pragmático no existe dilema: la respuesta es SÍ. El problema es que el utilitarista pragmático no resuelve el dilema, sino que lo pospone, lo difiere ampliando los márgenes del problema y favoreciendo que este se perpetúe. En mi opinión el mismo dilema parte de premisas autojustificativas y no transformativas. Este dilema es muy frecuente en economía y es uno de los argumentos preferidos de los herederos actuales de la Escuela Austriaca para justificar los desmanes de los procesos de feudalización y colonización económica.
El mito judeocristiano del trabajo como dignificador humano: A mi modo de ver el dilema -y la propia situación de indefensión de los trabajadores del mal llamado Tercer Mundo- es la mejor demostración de que el trabajo por sí solo no nos hace libres sino que adecuadamente administrado nos esclaviza. Lo que nos hace libres es el respeto compartido de los derechos humanos y las condiciones esenciales y dignas de vida. Es decir, que el trabajo no nos libera ni nos hace dignos a nosotros ni a la sociedad sobre la que se proyecta nuestra actividad, lo que más bien nos dignifica es el comportamiento ético y los trabajos que cumplen sus principios.
El mito de la sociedad de derecho privado y el libre mercado: En realidad al formular este dilema se emplea una racionalidad que dimana de la comprensión del progreso desde el concepto de “sociedad de derecho privado” (tal y como el economista ordoliberal F. Böhm, y luego Hayek emplearon este concepto) guiada por un supuesto orden espontáneo del mercado económico. Bajo esta racionalidad las personas ejercemos la libertad de propiedad privada en abierta competencia, algo que no ocurre nunca a tenor de los condicionantes de privilegio de los que parten En realidad, y a mi modo de entender, el dilema parte de una comprensión de las relaciones económicas que considero limitada. El marco socioeconómico actual (el capitalismo financiero), pero también el capitalismo primigenio de la Escuela Neoclásica, se fundan en un equilibrio basado en la estrecha interrelación entre 3 elementos: condiciones salariales (asociado al poder adquisitivo de una gran masa poblacional de trabajadores), capacidad de producción (asociada a los recursos naturales, la disposición y administración de energía, y los medios tecnológicos de los propietarios del trabajo) y la capacidad de consumo (vinculada a menudo a un fluctuante mercado de tasas de interés, políticas impositivas y asociada a la comprensión del ciudadano como consumidor). Sin 1 de las 3 patas, el sistema se deteriora y colapsa tal y como históricamente hemos comprobado. En este sentido, malas condiciones laborales no fomentan sociedades desarrolladas nunca sino que las mantienen en una eterna situación de indigencia en la que las personas se ven obligadas a sobrevivir. Pero ojo, es importante la expresión “se ven obligadas”, esto es, el sistema económico no resuelve su situación de comer hoy dándoles empleos precarios, sino que les mantiene en la pobreza, es decir, es actor del problema, no resolutor de él.
La frontera ética entre victimas y victimarios: Es evidente que queda fuera de todo debate que una persona que tiene que comer y dar de comer a su familia se vea obligada a trabajar en este tipo de economía y participar de ella. No cuestiono eso: en esta comprensión de la economía los trabajadores son víctimas, no victimarios. Y esto seguirá así mientras se den 2 fenómenos: 1) Que los consumidores sigamos consumiendo al ritmo e inconsciencia actual facilitando estos abusos, y 2) Que los propietarios del trabajo (empleadores) elijan emplear en estas condiciones. Es importante comprender que nadie puede exigirle a un trabajador en Bangladesh que no coma, pero tampoco es justificable que un empleador en España le mantenga en una situación de vulnerabilidad social y económica continua para explotarle y ampliar la desigualdad comparativa del sistema.
Le economía global como despilfarro continuo de energía, materiales y cuerpos: Para el trabajo de investigación en el que ando me parece especialmente interesante la manera en la que Gail Tverberg considera la economía global como una gran estructura disipativa de energía. Ella -como tantos otros- ha estudiado la amplia relación entre economía y energía disponible y ha concluido que una sociedad que pracariza el empleo acaba colapsando dado que 1 de las 3 patas que mencionaba no puede soportar las otras 2. Añadido a esto hay una reflexión que me gustaría dejar clara: mientras los desposeídos del mundo continuan en su pobreza sostenida y los poseedores del mundo continúan disfrutando de los resultados del trabajo de los primeros, el mejor indicador de la posibilidad de colapso es que el malestar deje de estar tan solo en los desposeídos y comience a afectar a los poseedores. Ahí es precisamente donde estamos ahora (en las primeras economías líderes del mundo lo que gana un empleado medio ya no le permite llevar una vida en la que pueda hacer frente a una casa, una cobertura sanitaria, una educación, alimento diario, pago de electricidad y gas, y transporte) y precisamente -en mi opinión- esto ocurre como consecuencia de una comprensión colonialista de la economía global en la que no hay apenas vencedores. Si a esto le añadimos el pico energético y el pico de extracción de minerales que se alcanzó hace años para fuentes de energía fundamentales y materiales básicos en las cadena de producción y el consumo en la economía diaria, la fotografía adquiere una perspectiva mucho más completa de dónde nos encontramos.
La pulsión de muerte y el principio de placer: El verdadero dilema que plantea INDITEX es el dilema fundamental de la evolución de las sociedades que el maestro Jose Luis Villacañas hace años lleva planteando. Toda sociedad necesita satisfacer de algún modo el principio de placer (la necesidad de gozo y la aspiración de belleza) y al mismo tiempo consolar la pulsión de muerte (la existencia o el miedo a lo desconocido, extramundando, inexplicable o caótico). Un ciudadano de la Roma clásica tenía ambas necesidades humanas atendidas, un aldeano azteca mitigaba su pulsión de muerte adscribiéndose a los salvajes rituales del templo pero no tenía manera de atender su principio de placer más allá de su entorno inmediato y su realidad biológica, un ganadero bantú tenía para resolver su pulsión de muerte a los chamanes pero apenas disponía de dispositivos sociales para resolver su pricnipio de placer, un campesino en la Edad Media resolvía su pulsión de muerte gracias a la manipulación consoladora de una Iglesia que gobernaba su visión del mundo, pero el verdadero problema de nuestra sociedad actual es el siguiente: tenemos innumerable dispositivos, fórmulas y canales para satisfacer nuestro principio de placer pero nos abandonamos sin consuelo ni referencias a nuestra pulsión de muerte porque no disponemos hoy de otro Dios que no sea la posesión de dinero, que dicho sea de paso no calma ni mitiga la pulsión de muerte sino que la amplifica. Cuando explotamos (poseedores de medios y consumidores) a un trabajador en Yakarta o Bangkok lo que hacemos es ampliar esta herida, no resolverla, y creyendo que no nos afecta, en realidad nos llega cada día.
El segundo dilema que planteas sería este:
¿SE PUEDE CAMBIAR MORDOR?, ¿TRABAJAR PARA MORDOR ACASO NO NOS CONVIERTE EN ORCOS?
Este es un dilema que hace años planteaba Julen Iturbe en su blog y al que respondí en un comentario con mi opinión. Lo he buscado y no he sido capaz de encontrarlo. Distinguía entonces entre algo así como facilitación ideológica (para que otros logren alcanzar la ética del facilitador o el facilitador solo facilite con aquellos de los que se siente parte) y facilitación abierta (para servir y hacer reflexionar a las personas para las que se facilita aceptando lo que ellos decidan libremente hacer con eso). Aunque en la realidad es imposible que un facilitador deje de moverse a camino entre ambas, creo que sí tenemos que elegir cuál de las dos guía nuestra actividad diaria o creemos que éticamente debe primar sobre la otra.
En definitiva lo que venía a comentar es algo parecido a lo que comento en este artículo: yo no trabajo para quien elijo sino para quien me necesita. Reconozco que mi educación cristiana influye mucho en esto para bien y para mal, pero cuando planteas la pregunta de si podemos hacer algo en empresas con un ADN “tan pervertido desde sus bases” me sale mi rama jungiana y zen: mi trabajo no es cambiarlas -esto es responsabilidad suya-, mi trabajo es darles herramientas y conocimientos que les hagan cuestionar su realidad diaria para cambiarla. Si con lo que les doy, en lugar de cambiar su realidad diaria, la aceleran, forma parte de su inconsciente colectivo. El ejemplo más claro del que dispongo es este: En este blog muestro mi parecer y reflexiones, pero en mi práctica diaria facilitando tratando de que las personas extraigan sus propias conclusiones. En una empresa con un ADN perverso, por emplear tu metáfora genética, esto implica que esas conclusiones a menudo yo las considere erradas.
El trabajo de una persona no es lo que otros hacen de él y es evitable/inevitable (resultados) sino lo que esa persona hace a diario (compromisos). Supongo que este dilema forma parte de nuestro curro pero en general de cualquier profesional que preste un servicio, sea el que sea.
Estimado David,
No voy a ir en contra de lo expuesto en éste post pues con los datos detallados es difícil contradecir pero sí debatir para llegar a buenas conclusiones/deducciones. Desde mi experiencia con clientes externos e internos del grupo inditex con ciudadanos de a pie y con ex-trabajadores del grupo he visto opiniones del grupo en positivo y en negativo. Para los que dicen que el modelo Inditex no es un caso éxito:
¿ por qué se estudia en universidades y másteres retail como precisamente modelo a seguir ?
¿ si fueran llamados por Inditex para trabajar y transformar el modelo que no es un caso de éxito, aceptarían a hacerlo éxito ?
Comparto mi respuesta por aquí a lo que comentas, Mirka:
1) En realidad lo que expongo aquí -y esto es lo relevante del artículo- no es una opinión, es una realidad. Me refiero a que lo expuesto está basado en hechos por lo que no se trata de que existan opiniones positivas o negativas, sino de que existen todas las opiniones que se expresen deben contrar con esta base real que está conformada en su marco sistémico por estos hechos avalados por instituciones internacionales y pruebas y evidencias científicas. Por aclararlo aún más: lo que expongo en el artículo añado varios indicadores de impacto (sobre todo sociales y ambientales) a los indicadores financieros que frecuentemente adoramos desde la fe productivista, lo que hace que el análisis y la perspectiva que planteo sean más completas que cualquier cuenta de resultados o balance financiero. He aquí la razón por la que escribí el artículo.
2) De lo anterior se dimana este razonamiento: La aportación de testimonios y datos de empresas y personas que aseguren y prueben que su empleo depende de esta forma de entender la industria o de esta empresa en particular, ni es un argumento ético válido ni en sí mismo niega lo que aquí se expone. INDITEX, como toda actividad económica genera relaciones de intercambio en las que hay costes y beneficios basados en interdependencias o dependencias, pero el mero hecho de que esto ocurra no es un argumento o un hecho que desmienta el elevado, altamente nocivo -e insoportable- impacto ambiental y social que promueve INDITEX en el mundo. Y quiero ser claro con esto: aceptaría un diálogo en el que partiendo de la premisa de que el modelo es perverso, necesitamos cambiarlo y transitar hacia otro modelo de comprensión del textil; pero creo que no es válido racionalmente opinar que el modelo es virtuoso y que el equilibrio entre todo lo que comento y los posibles y puntuales impactos sociales y económicos que genera sean proporcional. Es más, invito a cualquier persona a demostrarme de forma racional que lo que acabo de decir no es cierto.
3) No tengo ni la menor idea de por qué demonios un ser vivo perteneciente al reino animal y a la naturaleza puede defender en una clase de master o en una universidad que INDITEX es un ejemplo a seguir en términos éticos, sociales y económicos. Todavía no he escuchado ningún argumento a favor de esta tesis más allá de los datos economicistas y productivistas que detalleo en los primeros párrafos de este artículo. En mi opinión ni esta ni otras empresas que causan tan trágico impacto deberían estudiarse como ejemplo de nada en un mundo que gracias precisamente a esta manera de entender la economía nos sitúa al borde del abismo superando ya 4 de los 9 límites planetarios biológicos detallados científica y contrastadamente por Steffen (barrera del cambio climático, destrucción de la biodiversidad funcional, agotamiento en los usos del suelo, y variación destructiva de los ciclos de nitrógeno y fósforo). Me parece una absoluta vergüenza e irresponsabilidad que alguien defienda este tipo de modelos porque “crean empleo directo o indirecto” o “se aprende algo en ellos” o “si no lo hacen ellos, otro lo hará” (razonamientos absurdos que se suelen esgrimir). Creo que nuestros análisis de la realidad empresarial deben ser más integrales y sobre todo conscientes para salir de una inercia suicidia que nos está matando.
4) La redacción de la última pregunta no la entiendo bien pero he interpretado que preguntas sobre la posibilidad de que alguien trabajará con INDITEX si le llamara aunque no sea un caso de éxito en los términos contextuales y sistémicos en los que lo planteo. Yo ya he respondido a esta duda en el artículo y lo hablaba con Amalio en otro comentario. Mi parecer es que si este tipo de empresas inerciales y destructivas me llama o requiere para cambiar algo, yo iré. Sigo un mandato cristiano (no del pensamiento cristiano sino del propio maestro Jesús de Nazaret): ningún médico cura a las personas sanas sino que antes bien frecuenta y atiende a las que están enfermas. Y por aclararlo, la atención médica de un enfermo no significa la participación en esa enfermedad sino la colaboración para su remedio. Más allá de esto -que es mi forma de entender mi vocación de servicio- cada persona hace lo que considera correcto de acuerdo a sus estándares éticos o simplemente lo que necesita hacer para sobrevivir. Yo prefiero trabajar por sociedades en las que las personas tengan un equilibrio entre el pragmatismo de supervivencia y la ética de la convivencia y salvaguarda biológica. Pero es tan solo mi elección.