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«El que no tenga sueños, que se prepare para tener dueños«

maestro Luis Eduardo Aute

 
 
Escribo este artículo para ayudarnos a pensar de otro modo y aprender a ver la realidad del estado actual del mundo empresarial en todo su contexto. Este artículo crítico es un caso de estudio que viene a demostrar las tesis que defendí en un artículo anterior titulado Porqué el pensamiento empresarial es suicida. Espero, lector o lectora, que lo disfrutes. Comenzamos.

Hace unos días se produjo cierto revuelo por el cambio que el 1 de abril de 2022 se producirá en la presidencia de INDITEX. Pablo Isla dejará su cargo tras 17 años al mando y éste pasará a ser ocupado por Marta Ortega, hija del fundador del grupo. Pablo Isla, calificado como el mejor CEO de la década por la revista Forbes en 2020 y como el mejor presidente del mundo por la Harvard Business Review en 2017, ha aumentado el beneficio económico de la empresa con ratios de crecimiento económico increíbles para los analistas (un 167% en 10 años) y que representan máximos históricos para la compañía con un incremento de un 237% en el último trimestre de 2021 a razón de 2.500 millones de euros de beneficio neto y unas ventas en 2021 de 19.325 millones de euros, un 37% más respecto al mismo periodo de 2020. Todo ello implica que Pablo Isla a su partida deja a INDITEX con el doble de tiendas en el mundo y 10 veces más valor en Bolsa que cuando llegó a la presidencia, esto es, de 9.000 millones de euros de valoración bursátil a 87.990 millones de euros de valoración a día de hoy.

Con la noticia del relevo en la presidencia, las redes asociales se han poblado de todo tipo de opiniones, la mayoría de ellas positivas de nuevo por enésima vez elogiando la visión empresarial de un grupo que se ha posicionado en el mundo textil de forma clara con 6.600 tiendas en 5 continentes y 88 mercados a través de marcas como Zara, Zara Home, Massimo Dutti, Pull & Bear, Bershka, Oysho, Uterqüe, Lefties y Stradivarius. Entre las opiniones vertidas la mayor parte de ellas se puede resumir en esta publicación de una persona en linkedin que me ha animado a escribir este artículo y que pego aquí tal y como aparece todavía a día de hoy:

 
https://www.linkedin.com/posts/ivan-fernandez-amil_yolotengoclaro-innovation-careers-activity-6872088240342597633-r8nq/
 

Desde luego esta publicación -marcada como LIKE por 19.126 personas cuando escribo este artículo- da para mucha reflexión en términos sociológicos, antropológicos, psicológicos, estéticos y éticos. Dado que este tipo de opiniones se suman a otras que celebran las puntuales donaciones caritativas de Amancio Ortega a la sociedad sin cuestionarse nada más, me interesa sobre todo analizar contigo, lector o lectora, tanto el tono empleado en este tipo de opiniones como los aprendizajes y elementos de reflexión que podemos extraer de este tipo de lecturas de la realidad. Más en concreto como apunta el título de este artículo me interesa valorar qué entendemos cómo éxito en nuestras sociedades y la manera en la que estamos acelerando una inercia socieconómica suicida.

Aclaro en primer término que soy absoluto defensor de la libertad de cada persona para hacer con su propiedad y patrimonio lo que desee siempre y cuando no atente contra el bienestar humano colectivo ni contra la continuidad de la vida en el planeta. En fin, llamadme exigente o loco pero lo que se plantea aquí no es la abolición de la libertad, sino el duro cuestionamiento necesario de los comportamientos lascivamente onerosos de empresas, organismos, instituciones y personas que destruyen tejidos sociales y ecosistemas globales. Y lo que se plantea en consecuencia es que dichas personas o iniciativas no pueden ser los referentes morales que necesitan nuestras sociedades para reinventarse.

 

«Y AL QUE NO LE GUSTE QUE CONSTRUYA SU PROPIO IMPERIO»

Lo que evidencian tanto el comentario reseñado como las esperpénticas cifras reales que he compartido, es en realidad un dilema de filosofía política que acompaña a la sociedad liberal desde sus inicios en el siglo XVII. Dado que tengo reciente este dilema porque es parte del proyecto de investigación en el que me he embarcado, trataré de explicarlo de manera sencilla:

Si uno lee al maestro John Locke (1632-1704) -sobre todo en Los 2 tratados sobre gobierno civil pero  también el Discurso sobre el orígen y la desigualdad en los hombres– notará que -vistas desde la cómoda perspectiva de las consecuencias generadas- existen auténticas barbaridades en las premisas de base que fueron formuladas en la invención de la sociedad moderna. Estos deslices discursivos se explican porque fueron formulados en la época de una etapa mercantil incipiente en la que los autores de nuestro mundo actual pretendían realizar intencionalmente una transición hacia entornos de convivencia más esperanzadores que los que llevaba siglos asumiendo el Antiguo Régimen. En la teoría las tesis de Locke son emocionantes y habilitadoras, en la práctica no existen.

Lo que planteaba Locke -y cuya perversión legal nos ha llevado a la existencia de INDITEX- tiene que ver con la consideración de todos los seres humanos como universalmente iguales en un estado de naturaleza apriorítico -es decir, si no existieran instituciones o estructurales sociales-, lo que nos situaba a todos como sujetos de derecho y poseedores de libertades. Esto era altamente revolucionario en un mundo marcado por los privilegios y las diferencias entre desposeídos y acumuladores. Entre estas libertades a las que nos daba derecho Locke se encuentra el derecho a la propiedad privada como derecho natural de las personas. Es decir que por el mero hecho de nacer seres humanos tenemos derecho a apropiarnos de lo que hallamos «trabajado» en función de una teoría de la propiedad-trabajo basada en el esfuerzo.

Veamos hasta qué punto esto es cierto:

 

LOCKE ESTABLECÍA LIMITES A LA PROPIEDAD PRIVADA

Tenemos que entender que cuando el maestro Locke formuló su teoría pensaba en personas que labran un campo y tienen por tanto derecho a ser propietarios de él sin necesidad de vasallaje o servidumbre. En otras palabras, Locke defendía la apertura del mercado para que los beneficios económicos y materiales se distribuyeran en una sociedad -la de entonces- caracterizada por señores feudales que acumulaban privilegios de origen. En realidad el planteamiento de la pre-ilustración no era tan puritano pero eso ya forma parte de otra historia que sería más larga de explicar. Lo que es cierto es que Locke vino a decir que contra esta realidad, es el trabajo el que debe generar «propiedad» y que esta libertad debía ser inalienable para todos. Por supuesto esto no se ha cumplido porque pasados los siglos nos encontramos con continuos ciclos de acumulación y desigualdades que se repiten. Pero lo que se nos olvida de su discurso -o se les olvida a los que lo utilizan para justificar su iniquidad- es que Locke puso limites a este derecho:

Locke vino a defender que lo que debe generar propiedad es el trabajo y que una persona no puede (debe) poseer más de lo que pueda consumir sin que se pudra o deteriore por no ser usado, porque eso va en contra de la ley natural enunciada. Aunque sea discutible la idea de poseer el mundo, Locke defendía fervientemente que la propiedad sobre el planeta no se nos ha dado para que lo echemos a perder y que debemos tomar lo que sea necesario sin perjudicar a los demás. El problema vino con los desarrollos posteriores de la teoría lockiana al equiparar la libertad de propiedad con el dinero. Al hacerlo y establecer que el dinero formaba parte del estado natural de libertad, algunas personas podían ya enriquecerse de tal manera que ese trabajo no generaba propiedad ni favorecía la libertad real en otras.

La trampa suicida está en considerar que cada persona «puede generar su propio imperio» (el gran mito de la burbuja del emprendimiento, entre otras) sin dañar la libertad de otras o atentar contra los sistemas sociales y los ecosistemas ambientales sobre los que se proyecta u opera. Es decir, que la idea de sostener un imperio -sea económico o estatal- es directamente contraria al pensamiento ilustrado y al origen de la sociedad moderna liberal. El error de base que nos está matando como humanidad es considerar que el esfuerzo de una persona y su adaptación al mero cumplimiento de un sistema legal falaz, es suficientemente ético a priori sin necesidad de ningún cuestionamiento moral. Hay de hecho algo falaz, esencialista y totalitario en no poder criticar el terrible daño que hace una compañía por el mero hecho de que genere empleos o por la mera razón de que no pare de crecer. ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar como sociedad o a hacer pagar a otros y qué precio estamos dispuestos a hacer pagar al planeta para sostener este tipo de éxitos acríticos e inconscientes?

 

POR QUÉ NO EXISTE LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

El amplio trabajo que durante décadas ha realizado el materialismo histórico en la recopilación y contraste de datos históricos nos enseña que el estado natural no existe en sociedades que parten de un desarrollo anterior que condiciona los contextos socioculturales, económicos y ambientales en los que una persona nace o se mueve para «trabajar» y disfrutar de intercambios o acceder a la propiedad privada. Pero también nos enseña que la acumulación de riqueza una vez superadas las necesidades fundamentales de toda persona (acceso a vivienda, empleo, alimentación, ropa, salud, ahorro estable), atenta contra la libertad de otras personas para satisfacer estas mismas necesidades en su propia vida. Ergo, la propiedad privada no era igualmente accesible para todos y no existía la igualdad real de oportunidades entonces, y sigue sin existir ahora.

El nombramiento de la hija de Amancio Ortega como presidenta de la compañía, añadido al accionarado de otra de sus hijas y de su propia ex-mujer, sigue siendo representativo del profundo desequilibrio de libertades que rompe el ascensor social y económico en las sociedades, y en particular en España, desde siempre. En este país, según el informe del Peterson Institute for International Economics (PIEE) el 53,8% del origen de la riqueza de los multimillonarios es heredado, tan solo el 15,4% pertenece a fundadores de compañías, el 7,7% está en manos de ejecutivos, el 3,9% procede de conexiones políticas y el 19,2% lo engrosa el sector financiero. Amancio Ortega acumula junto a otras 7 personas, el equivalente a la mitad de la riqueza del mundo. 2/3 de los billonarios del mundo lo son debido a herencias, construcción de monopolios o amiguismos. En 2021, el segundo año de la pandemia, la riqueza de los multimillonarios ha crecido enormemente. Los estudios de Pikketty y Zucman hablan de un empeoramiento de estos datos. En 2040 las 500 personas más ricas de un mundo que tendrá 10.000 millones de personas heredarán 2,4 trillones dólares, algo que indica que este tipo de prácticas ahonda en el desequilibrio social. «El resultado es que esa mitad de la población tiene un patrimonio medio de 2,900 euros por adulto, lo que en conjunto representa solo un 2% del total mundial, mientras el 10% superior concentra el 76%. Cuando se examinan son los ingresos, el 10% de los más ricos en el 2021 se quedan con el 52% del total (de media 87,200 euros por adulto), mientras el 50% más pobre se tiene que contentar con el 8.5% (2,800 euros para todo el año).»

Uno podría argumentar, como hace nuestro atrevido individuo en linkedin, que Amancio Ortega se labró este «imperio» él solo. Esto redundaría en el mito del tendero que creció hasta ser una de las personas más ricas del mundo con su propio esfuerzo. Pero esa afirmación es radical y fundamentalmente falsa. Ninguna riqueza de ese tamaño puede amasarse sin el sacrificio, el trabajo o el inmenso dolor de miles de personas trabajando para que esa persona -o familia- se enriquezca más aún. De hecho la cuestión no es que ahore acumule riqueza o que su empresa sea económicamente exitosa, sino qué tiene que hacer una persona o una empresa para llegar a eso. Y la respuesta hoy es evidente para una persona como yo que ve a diario las tripas de decenas de organizaciones y mercados: no tener principios ni escrúpulos.

 

POR QUÉ LA DINÁMICA EMPRESARIAL DE INDITEX NOS LLEVA AL ABISMO

La tesis de Locke implicaba -y lo dijo exactamente así- que literalmente el planeta Tierra, sus recursos y sus frutos pertenecen a una sola de las millones de especies de vida que existen. La actividad empresarial de INDITEX es el ejemplo más claro del abuso de este principio. Era comprensible defender esto en un mundo -como era aún el del siglo XVII- antropocentrista y teológico en el que no existían conocimientos científicos ni históricos suficientes para cuestionar la centralidad humana o el impacto de la ambición individual en la evolución de las sociedades humanas. Sin embargo hoy, con todas las evidencias y descubrimientos arqueológicos, antropológicos, sociológicos, ecobiológicos e históricos de los que disponemos, esta tesis es directamente insostenible, y se ha demostrado como suicida. El problema a atacar tiene que ver con el tipo de relaciones humanas y relaciones con el medio que fomenta la actividad de una empresa favoreciendo un tipo u otro de consumo. Y en el caso de INDITEX lo que favorece es evidente.

Por ser más claro, el desastre ambiental que viene es de base antropogénica, es decir lo hemos creado nosotros, los humanos, a partir de la apropiación y la explotación del mundo de acuerdo a la ficción de la propiedad-trabajo de Locke (entre otras ideas de la historia del pensamiento político-económico). En la página web de INDITEX existe un apartado en el que se afirma que la empresa está comprometida con el medio ambiente. Contra esta visión, la Organización de Naciones Unidas ha calificado el fast-fashion promovido por Inditex como una emergencia medioambiental sin precedentes. Por aportar datos, la manera en la que INDITEX y otras compañías textiles similares fabrican ropa genera un 20% de las aguas residuales del planeta que atentan contra la biodiversidad y ponen en peligro la ingesta humana de alimentos del mar. La industria de la moda rápida consume 1,5 billones de litros de agua al año que deja inservibles en un mundo en el que las guerras por el agua comienzan (y acabo de volver de un país en el que esto es evidente). Además el sector de moda rápida que lidera INDITEX representa el 10% de las emisiones de dióxido de carbono globales. INDITEX  fue de hecho pionera en la generación de las denominadas microtemporadas de moda que han facilitado que «haya hoy 52 temporadas anuales de consumo de moda y que los consumidores compren hoy más prendas de vestir que en el 2000, pero cada producto se conserve la mitad de tiempo que entonces y, de media, el 40% nunca se utilizan«. El cultivo de algodón para abastecer este ritmo de reposición causa el 88% de la huella hídrica humana global.

Según el estudio científico The enviromental price of fast fashion publicado en Nature en 2020, gracias sobre todo a empresas como INDITEX entre 1975 y 2018, la producción mundial de textiles per cápita aumentó de 5,9 kg a 13 kg por año. La cosa no irá a menos gracias a la continuidad de este modelo de negocio: se estima que el consumo global de ropa aumentará de unos 62 millones de toneladas de productos textiles por año, a 102 millones de toneladas para 2030. El 70% de las emisiones de dióxido de carbono de estas empresas procede de la utilización de fibras sintéticas, la escasa o nula capacidad de reciclaje de las prendas y un completo desinterés por el impacto de sus acciones. El impacto de la industria que lidera INDITEX ha sido ampliamente detallado en un genial artículo de Ester Xicota y abarca todos los procesos de producción de fibras, manufactura, distribución y desechado de las prendas desde su origen hasta su posterior huella en la salud de todas las especies, incluida la nuestra. Es un hecho que INDITEX contribuye de forma muy activa al cambio climático provocado según el Lancet Planetary Health en un 92% por las dinámicas y hábitos de consumo de Norteamérica, Europa, Japón, Australia y Nueva Zelanda, territorios en los que la empresa arrasa en ventas favoreciendo un consumo inconsciente y desleal con la naturaleza y el modelo de propiedad-trabajo de los países manufactureros.

En el aterrador documental True Cost se muestra con toda claridad audiovisual el coste real de comprar, desechar y tirar en un ciclo promovido por esta industria en el que lo barato en las sociedades del primer mundo sale muy caro a personas en pobreza real bochornosa. El colapso del edificio de Fashions Tazreen (proveedora de marcas como C & A, Carrefour, Walmart o Kik) de 8 pisos en 2013 el que murieron 1134 personas y fueron heridas 2437 en Daca (Bangladesh) ya se ha olvidado, pero en él trabajaban personas que se dedican a la misma industria de la que participa INDITEX. ¿La empresa ha multiplicado sus beneficios económicos? Sí, a costa de hacer del mundo un lugar apocalíptico para vivir a nivel laboral, ambiental y social. ¿Amancio Ortega es un multimillonario innegable? Sí, pero desde hace décadas cada vez que alguien compra una prenda de esta compañía, la vida del planeta se va literalmente a la mierda. ¡Claro que siempre hay tiempo como empresa para unirse a la estrategia de greenwashing tras haber debastado sociedades y ecosistemas!

El absoluto cinismo llega cuando una compañía que genera condiciones de trabajo indignas mediante una estrategia de precarización laboral propia de un colonialismo económico que no genera riqueza sino que expropia y desposee a las poblaciones sobre las que se proyecta, cuando ese tipo de compañía -digo- construye una nueva sede central sostenible y ecoeficiente de 170.000 metros cuadrados presumiendo de cumplir los estándares bioclimáticos del US Green Building Council (USGBC) por 238 millones de euros. ¿Por qué es cínico e insultante? Porque Inditex, con sede oficial en España -esa misma sede que no va a cambiar con el nuevo edificio- pagó en 2019 más del 70% de impuestos en Holanda, Irlanda y Suiza, lo que implica que eludió 585 millones de euros de impuestos a través de su entramado empresarial. No es el ejercicio en el que INDITEX ha logrado eximirse de mayores impuestos, ya que en el ejercicio fiscal de 2012 llegó a evitar el pago de 900 millones de euros.

INDITEX ha sido periódica y recurrentemente denunciada y condenada por plagios de diseño, llegando a verse obligada a retirar prendas, explotación laboral y trabajo con productos químicos dañinos en diversas regiones, entre las que se incluye empleo infantil (72 horas a la semana por 0,88 euros al día) en la India (junto a Cortefiel y el Corte Inglés), la obligación judicial de pagar compensaciones de 1,36 millones de euros en Brasil con 52 actos de infracción por fomentar el trabajo esclavo, la denuncia de jornadas de 13 horas de trabajo en Argentina en condiciones infrahumanas (junto con Puma, Topper y otras marcas), pero también huelgas y rebeliones de trabajadores en Nueva York denunciando sus condiciones laborales. Por concluir, ¿Todo esto se arregla subiendo un año el 14% de los salarios de los empleados de Galicia? Acaso ¿podemos decir que esto se arregla haciendo que el 10% de tus prendas sean supuestamente ecológicaso afirmando que en 2025 todas tus prendas serán sostenibles? La respuesta es NO, EN ABSOLUTO. Los que nos dedicamos a acompañar cambios empresariales sabemos que este tipo de iniciativas suman pero no son cambios significativos si no van ligados a una transformación integral de la comprensión ecosocial de la empresa y su papel en el mundo.

 

POR QUÉ EN CONSECUENCIA INDITEX NO ES UN CASO DE ÉXITO

Se que es frecuente mostrar a Marc Zuckerberg, Bill Gates, Steve Jobs, Jeb Bezzos, Elon Musk, Richard Branson o al propio Amancio Ortega y sus iniciativas como casos de écito, pero lamento que a mí no me impresionen ni me inspiren en absoluto. Esta especie de mitología empresarial que hemos creado nos está matando a través de prácticas monopolísticas y totalitarias que rallan lo maniaco. Ellos no son las referencias éticas que quiero en mi vida, ni el tipo de sociedad que promueven es el tipo de sociedad que quiero que hereden nuestros hijos. Las consecuencias de sus acciones han sido abrumadoramente nefastas en términos de aumento de la desigualdad, generación de élites egoístas y ruptura del tejido social. No considero que estas marcas -incluida INDITEX- sean un caso de éxito y por ello trato en la medida de mis posibilidades de no favorecer su crecimiento evitando ser su cliente. Si alguna de ellas me llamara para ayudarles como proveedor o generador de cambios -tal y como hecho con otras marcas igualmente detestables- yo lo haría encantado por un motivo sencillo: Trabajo para ayudar a cambiar a las personas y las empresas y sin duda estas son las que más lo necesitan. No ayudarles a pensar de otro modo no resuelve el problema, esa ha sido siempre mi opinión.

Tal vez Zara fue un caso de éxito cuando era una empresa que extraía beneficio de su comunidad aportando un valor social y económico indudable en un intercambio entre un propietario de negocio honesto y trabajadores que podían vivir dignamente de su empleo. Pero desde que en 1963 Amancio Ortega, su fundador, abriera una pequeña tienda en A Coruña, ya ha llovido mucho. La expansión de la empresa fue de la mano de los años de bonanza que acompañaron a la transición democrática española e incrementaron el poder adquisitivo de los españoles. Entre 1980 y 2000 el grupo se expandió hasta que en 2001 salió a Bolsa. Desde entonces, tal y como hemos visto, el crecimiento y expansión económica de la empresa han sido imparables incumpliendo todo tipo de estándares éticos y sociales, favoreciendo empleos precarios y destruyendo el entorno a niveles irreversibles. INDITEX es solo un caso de éxito para aquellos que no levantan la cabeza de la cuenta de resultados financieros, pero es imposible mantener que lo es cuando atendemos a indicadores que la sitúan a la cabeza de las empresas cuyo comportamiento nos envilece como especie.

Si bien la apuesta por cerrar centenares de tiendas físicas, aumentar la internacionalización y favorecer el comercio online y el inventario único digital/físico con prendas siempre disponibles para la venta aunque la tienda física esté cerrada, puede ser considerada una estrategia económicamente acertada dado que la compañía ha alcanzado beneficios históricos, el problema no reside en el incuestionable aumento de beneficios económicos sino en la manera en la que se consiguen estas cifras y el impacto y resultados sociales que generan. Cuando valoras el éxito de una compañía solo por sus beneficios económicos (criterio economicista) sin valorar el impacto social, ambiental, laboral y/o sanitario que implican sus procesos de fabricación, comercialización y logística, sin duda se comete un error de dimensiones colosales que está situando al planeta al borde de colapso ambiental y a las sociedades al borde de una neofeudalización de consecuencias imprevisibles.

El verdadero punto de inflexión en nuestras sociedades llegará cuando entendamos que estas cifras que he compartido tienen una cara B inmensamente dolorosa y nociva para todo lo que representa la humanidad en el mundo. Si después de leer este artículo el argumento contra las personas que no consideramos a INDITEX ni a Amancio Ortega como referencias ni casos de éxito, es que «en España seguimos sin soportar que algunos tengan éxito» nos merecemos el puto y absoluto colapso como especie, tal y como apunta la célebre película Don´t look up (McKay, 2021).

 

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