Nuestra educación, eminentemente egoísta y apegada a valores excluyentes en comportamientos de mercado, nos obliga tras la actual devacle financiera a replantearnos bastantes de los postulados que dábamos como válidos. Necesitamos acciones y hechos inclusivos, un control real sobre nuestras inversiones y mayor capacidad de interacción entre el público que abastecemos y para el cual trabajamos, y nosotros. Considero que todo lo anterior es una realidad constatada y que el modelo de mercado tradicional ha muerto como han muerto las ideas y pilares subyacentes que lo soportaban. Continúamos con los mismos objetivos y la misma idea, queremos beneficios pero ahora los queremos para todos: beneficios reales, que puedan cuantificarse, corregirse en caso de falta de correlación o correspondencia entre las necesidades de los usuarios/consumidores/ciudadanos/clientes y lo que ofrecemos. Si continuamos con el ritmo de crecimiento y con los principios que nos han funcionado hasta ahora, nos enfrentamos a un mundo cada vez más desigual y abstracto, alejado de la persona, su vida, su capacidad de generar y aprovechar ideas para mejorar. Evidentemente no solo vivimos de propuestas pero para que algo funcione es necesario que tengamos en nuestras organizaciones y en nuestra vida diaria los instrumentos de escucha y captación necesarios. Por tanto, creo que se imponen las empresas permeables, capaces de asumir ideas de sus trabajadores, de marcar la diferencia no por su secreto sino por su potencialidad a la hora de mejorar procesos productivos y aplicar conocimientos que previamente hayan sabido cifrar y gestionar.
El CogNexus Institute, ubicado en Napa, California, ha entendido esta necesidad e intenta gestionar en forma de red lo que en la comunidad internacional se conoce como wicked problems, aquellos problemas que se nos plantean y necesitan ser resueltos de forma ágil y adecuada pero que solo conocemos cuando hemos sido capaces de encontrar posibles soluciones. Su propuesta es el Dialogue Mapping, una herramienta que refleja las aportaciones de participantes y colaboradores recogiendo líneas de pensamiento no lineales, mediante reglas cartográficas sencillas denominadas IBIS (questions, ideas, pros and cons). Se trata de aplicar la dinámica de grupos a los entornos de toma de decisión. En muchas ocasiones el problema es saber decidir quién toma las decisiones y por qué está capacitado para hacerlo. El problema más evidente a resolver, y que sin duda me parece acuciante en la empresa española, es la falta de capacidad de decisión de los trabajadores en las decisiones que les afectan directamente (hasta el punto de suponerles incluso el puesto de trabajo). No soy el primero que apuesta en una entrada de blog por dotar a los trabajadores de capacidad decisoria sobre las acciones. Este problema que refleja muy bien en la charla Ernesto Weissman de Tamdem Soluciones de Decisión, y que reflejamos abajo, es acuciante. No se trata de tomar decisiones por decreto, porque a menudo ésto invalida la idoneidad de la propia decisión, sino de saber colaborar y empaparse, de conocer el campo de batalla antes de la propia guerra como diría Sun Tzu, tan admirado en las escuelas y centros de negocio. Tampoco se trata de tener la razón absoluta, sino de comprender el abanico de tantos de vista para ser más eficientes. Por favor, no cometáis el error de dar tanta importancia a la jerarquía como a cada uno de los elementos que la componen.
Muy interesante entrada. En nuestra empresa hemos logrado promover la implantación de estructuras de trabajo planas con perfiles que interactúan para lograr objetivos sin diferenciar en condiciones a los empleados. Es complejo el cambio pero merece la pena…