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Antiguamente escribía y escuchaba salmos. Hasta que de repente descubrí la cultura del salmón. Me encanta todo de él: el animal, la comida, la actitud. Hace ahora casi un año expuse la estrecha semejanza entre el salmo salar y el salmo vorpal. Básicamente los salmones cumplimos siempre tres características:

  1. Somos curiosos: Nos sentimos cómodos en la libertad extensa que nos proporciona el mar salado. Por eso cuando nacemos y nos consideramos preparados, tendemos siempre al mar.
  2. No olvidamos de donde venimos: El 90% de los que remontamos la corriente nacimos en ella aunque nadie sabe bien cómo nos orientamos para volver siempre al lugar de donde venimos. Probablemente ni siquiera nosotros mismos.
  3. Somos parte de un ciclo: Interiorizamos que existimos porque antes hubo otros y porque después habrá muchos más. Necesitamos relacionarnos en un entorno de agua dulce. Si no lo tenemos, lo buscamos instintivamente. Cueste lo que cueste. Vencemos remolinos, árboles caídos, obstáculos. A menudo ni siquiera nos alimentamos durante la travesía en grupo. En nuestro camino la mayoría perdemos peso pero nunca identidad.

Hoy quiero explicar algunos elementos de trabajo que empleamos para la construcción de equipos a partir de esta metáfora.

Los miembros del equipo: No hay equipo sin personas. Nunca. Partir de cada persona es la base para construir algo conjunto que supere las realidades actuales de cada miembro del equipo. Lo menos común es trabajar por la consecución de una identidad de equipo a partir de las identidades personales. Creo que es un error no actuar bajo esta premisa. Por otro lado, la identidad (el entorno, el clima, la personalidad común,…) no se determina nunca en un principio sino que se va construyendo con el tiempo. Un caso práctico: La forma gráfica de entender el equipo de la iniciativa vorpalina podría ser perfectamente esta:

Cada uno de nosotros es parte del salmón. Cada uno de nosotros es único y entiende su participación de forma diferente en función de su experiencia, necesidades, aportaciones, formas de pensar, ideas… Todos nosotros nos sentimos parte de esa identidad. Ninguno de los impulsores se ha sentido nunca cómodo haciendo algo que no le gusta hacer, ninguno de nosotros en la gran mayoría de ocasiones ha podido callarse ante algo que consideraba poco razonable, ninguno de nosotros en el MOMENTO AHORA se encuentra haciendo algo que no quiera hacer. Todos nosotros emprendemos nuestro viaje con sacrificios personales pero siempre por necesidad: necesitamos encontrar de nuevo nuestro origen y colaborar con otros para encontrar el suyo 😉

La forma del equipo. Todos los miembros del equipo, por defecto, son completamente diferentes. Sin embargo es imposible generar un equipo sin que nos sintamos parte de una realidad común que todos entendamos por igual. Todos entendemos esto como REFERENCIA. Esta referencia común es la forma del equipo, algo a lo que atenerse en caso de duda, miedo o catástrofe. Esta forma es maleable, flexible y debería poder adaptarse a cualquier circunstancia que se plantee en el equipo. La forma o referencia es la suma de la dirección (donde queremos desarrollar nuestro valor) + el sentido (con qué fin). Está muy bien que sepas que quieres viajar por la autopista de Madrid a Sevilla también debes saber si quieres ir a Madrid o a Sevilla.

Todos nosotros sabemos lo que es el salmón pese a que todos nosotros tenemos representaciones diferentes sobre él cuando escuchamos la palabra «salmón». Algunos ejemplos de esto, a la izquierda.

El reto del equipo: Los amigos del relativismo te dirán que es posible asumir y emprender todos los caminos de forma simultánea en el equipo. Para mí no existe el debate: no es cierto. Hace falta un reto concreto y mesurable sobre el que articular el viaje que emprendemos, ya sea a nivel de equipo o de proyecto. En la imagen central de la composición anterior podéis ver cómo 12 salmones tienen claro dónde van sin ninguno género de dudas. Nadan como un solo banco de peces para conseguir su reto.

El camino rojo del equipo: Tal y como entendemos desde la iniciativa, y sin inventar nada que no estuviera ya presente en la cultura indígena norteamericana, un equipo debe encontrar a lo largo de su viaje el equilibrio entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace. Pues bien, no he trabajado en ningún equipo que tenga a priori este equilibrio. Porque se trata de algo que se gana poco a poco, al igual que la propia identidad y que se va perdiendo y recuperando de forma continua. Si sumamos al camino rojo del equipo, la gráfica evolutiva que J.R. Katzenbach expone su Team Performance Model (me gusta más que la interpretación de Sibbet y Drexler) tendremos una foto completa de hacia donde vamos. Montanari y Pilatti lo explican bien en La madurez del trabajo en equipo y los procesos de construcción del conocimiento organizacional y de la innovación tecnológica.

 

NOTA:

La imagen que acompaña a este artículo en la portada del blog es el resultado de buscar «equipo de salmones» en google images. Se trata de un equipo de badminton de Huesca vestido de color salmón 😉

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