Una vez más vuelvo a estar en desacuerdo con esos estúpidos hombres blancos que se dedican a la crítica cinematográfica en los diarios de mi país. Doy gracias a que he descubierto la mayor parte de películas decentes en mi vida gracias a ignorar el elitismo histriónico de la clase criticante. This must be the place del director Paolo Sorrentino es uno de los mejores films que he visto durante el último año. Su guión para mí es solo comparable con Into the wild (del propio Sean Penn que en la de hoy hace de actor), Juno (de Jason Reitman), Little Miss Sunshine (de Jonathan Dayton) y Away we go (de Sam Mendes). Creo que se trata de un guión magnífico con continuos giros narrativos que suelen atorar a nuestros amigos críticos pero que conforman para mí una narración redonda.
La película narra la historia de una ex-estrella del rock que vive en Dublín junto a su maravillosa mujer y en medio de una vida aparentemente usual y cotidiana. Descubriréis muchas joyas antes de que ocurra un momento clave en la peli. La repentina muerte de su padre, con el que hacía 30 años que no hablaba, devuelve a la estrella a Estados Unidos donde conoce la verdadera obsesión de la persona de la que se había distanciado tanto. El ritmo narrativo continuamente lento del protagonista, Cheyenne (Sean Penn), es realmente cómico y trágico a la vez. Cada escena está dotada de una carga emotiva y entrañable. 118 minutos de una extravagante lección de vida que me han atrapado desde el principio.
Os dejo una frase que se cita en un momento importante de la película y no desvelo más. Junto con las imágenes, simplemente magia:
“Y durante el infierno, del otro lado del alambrado mirábamos la nieve como Dios. Así es como Dios es, algo infinito bello, inmovil, sin deseo de hacer nada. Como ciertas mujeres con las que de jóvenes solo podíamos soñar.”
Por cierto, la música, también criticada, me encantó. Thanks David Byrne.